Carlos Sisi – Los caminantes

Hola, culebras.

Tras tiempo sin leer nada de zombis, regreso al tema que estuvo de moda hace unos años. Esta vez le doy una segunda oportunidad al autor patrio por excelencia del Carlos Sisi. Como algunos ya sabréis, mi primera experiencia con ese autor no pudo resultar peor. Los curiosos ya  tenéis el enlace, así que no voy a repetir nada más… por ahora.

Pero vayamos a este Los caminantes. El libro llegó a mí mediante un préstamo: no, tras leer Panteón: conciencia descarnada ni loco me gastaba dinero en un libro de Sisi. Todo un éxito comercial de ese relato.

En un primer lugar voy a hablar del fondo de la novela. Ya hablaré de la forma más adelante.

¿Qué se puede decir de la historia? Pues que me confirma (otra vez) que el género Z, en cuanto a argumentos, está tan muerto como las criaturas que le dan nombre. En casi todo el libro no se narra nada que no se haya visto en decenas de libros, comics, películas. Escaramuzas, dramas personales, desolación, escenas de ataques en masa, combates individuales. Creo que algún día he dicho por lo general me aburre sobremanera el realismo por su falta de ideas, por su intención de narrar por enésima vez lo mismo. Y lo mismo. Y lo mismo. Pues en esto del género Z me empieza a pasar más de lo mismo. ¿Qué salva al género frente al realismo? Pues el poseer ese ínfimo detalle de fantasía o de ciencia ficción de trasfondo.

¿Qué hay de original en este libro? Pues se puede decir que el cura. En De Madrid al zielo el autor introducía seres pseudo-divinos, en la saga de los xombis un agente biológico desmadrado y proteico, en Paciente cero una trama terrorista a lo novela de espías. Pues en este Los caminantes la presencia del cura y lo que hay tras él de un giro pseudo-científico a la historia.

Hay que admitir que la figura del cura atrae, de igual manera que lo hacen los terroristas en Paciente cero. Pero lo malo es que, si bien Paciente cero la historia queda más o menos bien cerrada, en Los caminantes se ve desde casi el minuto sesenta (de noventa, en plan furgolero) que no estamos ante un partido, sino ante una liguilla. Y sí, eso me cansa: puta moda de sagas, y sagas, y más sagas. Mercantilismo de pura cepa que se está cargando la literatura.

Pero sigamos dando apuntes del fondo de Los caminantes.

Hay detalles tontunos, pero que acumulados cansan algo, y chirrían más:

  • Cierto tío es de un vago de solemnidad: pone en marcha un coche (con lo que implica de peligro de llamar la atención de los zs con el ruido del motor) sólo para recorrer cien condenados metros. Pero bueno, tonterías las hacemos todos. Yo he visto a un elemento coger su coche para ir de una calle a otra, separadas las dos apenas cien metros. Pero se trataba de la estupidez de la juventud y de decir ‘mirad, que tengo coche’. Por eso aceptamos ‘barco’.
  • Así, como quien no quiere la cosa, resulta que nuestro protagonista es todo un as de la conducción de quads. Mira tú qué oportuno.
  • El autor confunde, si no leo mal, cortafrío con cizallas. Un cortafrío sin un martillo/maza sirve para poco, y no para lo que describe la escena. Para eso se suelen usar cizallas, en sus diversas versiones y tamaños.
  • La barquita de marras. Si llevaba tanto tiempo ahí abandonada, lo más fácil era que estuviera mal calafateada, o incluso ya sin calafate. Vamos, que a lo mejor se ha transformado en una esponja con forma de barca. Yo no me hubiera subido a ella ni loco. Seguro que hay por ahí más en mejor estado.
  • Mira que se me hace difícil ver que, por mucho que se vaya al norte, se llegue (se ‘adentre’, como dice el autor) al oeste.
  • En un momento dado hablan de ahorrar en electricidad y poco después de tener encendidos los focos de una instalación deportiva. Que no consumen nada…
  • Por lo que sé, el SAMUR actúa sólo en Madrid, no en Málaga. Si me equivoco, que me lo digan.
  • Supongo que toda persona normal, en esas circunstancias, se encuentra con los planos de las alcantarillas y los túneles de la ciudad. Material de dominio público, vamos. Ironía fuera, el descubrir que existen esos planos y cómo se consiguen (en medio de una ciudad infestada de zs) daría para toda una serie de episodios, y eso explicando cómo cojones descubren su existencia y la localización; aquí se ventila en unas líneas.
  • A ver, si en una escena describes un zombi como medio descompuesto, en la siguiente no le pongas a romper con los puños cristales intactos. ¿O me vas a decir que sus huesos y músculos (medio descompuestos) tienen la suficiente consistencia para romperlo sin desmoronarse?
  • Imaginad una marabunta de zombis. Los buenos los están viendo de lejos. El autor describe la escena. Vale, perfecto. Pero de repente te encuentras con una perla del estilo: ‘reparó en un zombi de aspecto cadavérico’. Ojo, en un no-muerto ‘de aspecto cadavérico’. Lo más llamativo del mundo. Los otros zombis se parecían a Paris Hilton, por supuesto. Por eso le llamó la atención el zombi ‘de aspecto cadavérico’.
  • Por dios, ¿cómo es una botella de whisky de cuatro kilos y medio? ¿XXXXXXXL? ¿O la sustancia incendiaria está elaborada a base de plomo?
  • Que el interior del recinto no se acabe de ver bien durante el ataque final no supondría mucho problema… de no ser porque lo que al principio era una gran zona acristalada (y reventada) de repente se convierta en un muro que impide ver los fuegos molotovianos que han montado los Zipi y Zape de turno en el exterior. ¿De verdad se pretende decir que nadie en el interior ve la que se monta hasta el momento en el que lo dicen?
  • Tenemos el caso de los individuos de doble cerebro. ¿Comorl?, diréis. Pues sí: personas a las que el malo les pega un tiro en la cabeza, mueren, reviven como zombis y los buenos les ‘matan’ con otro tiro en la cabeza. Vamos, que el malo les mata arrasando con su cerebro, éste se regenera, regresan a la no-vida y entonces ya los güenos les pegan un tiro ‘el de verdad’) en la sesera y les matan.
  • Que se hable de ‘cierta maestría en el manejo del fusil’ en relación a un personaje que necesita siete (SIETE) disparos para acabar con dos (DOS) zombis. Joder con la maestría: un ratio de acierto de 1:3’5. Ya llaman maestro a cualquiera.

Bueno, me parece que ya he dado un repaso a las tontunadas. Muchos de ellos insignificantes, pero que pese a ello molestan.

En sí, como ya he dicho, la trama no tiene nada relevante que destacar, ni para bien ni para mal. ¿Adictiva? Pues lo justo, tampoco mucho más (yo me leo casi todo), más que nada porque lo narrado está narrado mil y una veces antes. Originalidad poca, muy poca. Pero el género Z no da para mucho más.

Como último detalle decir que en el libro hay algunos pasajes cuyo estilo bebe de manera directa de Stephen King, como por ejemplo la narración de Dozer y lo de la barbacoa. Que conste que eso no se puede considerar error, sino el uso de un recurso ya poco menos que habitual.

En comparación con el engendro que leí de Sisi la primera vez, queda claro que se desenvuelve mucho mejor con este género Z que con la ciencia ficción. Lógico: la cifi requiere una serie de conocimientos, coherencia y de detallismo que este tipo de terror no. En cierta manera como el realismo: es un ‘viva la virgen’, un ‘aquí todo vale’.

Ahora vayamos a la forma. Aquí la cosa se pone peliaguda. ¿Por qué? Porque entre este Los caminantes y el Panteón: conciencia descarnada hay una sutil diferencia: Rocío Orroca. Pero mejor no adelantar acontecimientos.

Vayamos a los detalles que he visto en cuanto a la forma.

  • Ya de entrada uno empieza a ser a acosado por repeticiones de palabras, a veces casi seguidas. Así se encuentra con dos ‘entonces’ en una sola línea, ‘mirar’ y ‘miró’ poco menos que seguidos, dos ‘gentes’ casi juntas… esto se repite cienes y cienes de veces a lo largo de todo el libro. Una vez marcados los cinco primeros, en las páginas iniciales, ya dejé de hacerlo.
  • Los adverbios modales ‘–mente’ crecen y se multiplican como hongos, a veces incluso casi encadenados. Todo un camino embaldosado al infierno, sí señor.
  • Otro de los vicios favoritos de muchos autores: abusar del odioso verbo ‘ser’. Aquí se convierte en toda una plaga.
  • Mientras en algunos párrafos y secciones se nota agilidad y descripciones bien llevadas, otras partes sólo se pueden calificar como torpes: ese ‘Las autoridades fueron muy veloces’ y el ‘La sensación fue horrorosa ‘resultan un ejemplo claro de ello.
  • Al malo a veces se le menta como ‘padre Isidro’ y otras como ‘Padre Isidro’. Por supuesto, estamos ante simples errores de galeradas. Nadie es perfecto.
  • Aquí y allí, ni pocos ni demasiados, se encuentran gerundios de posteridad. Dado que ese defecto yo mismo lo cometo muchas veces (me cuesta, lo admito) no se le puede echar demasiada culpa. Sólo decirle al autor/corrector que practiquen más; poco a poco corregirán ese defecto.
  • Uno de los fallos de estilo más graves, y que a mí se me ha hecho molesto de verdad, es el cambio del tipo de narrador. A veces parece que estamos ante un narrador cámara, que cuenta lo que se ve y poco más, pero otras (y sin siquiera una transición bien visible) cambia a uno que roza la omnisciencia. Sucede también algo similar con los puntos de vista: se cambia de un personaje a otro, o a un narrador distante, sin transición marcada. Ese estilo nada homogéneo me irrita, más que nada por la evidente falta de estructura narrativa.

Como se ve, hay desde nimiedades a defectos (a mi entender) de bulto. Pero en general el texto se hace mucho más legible, con diferencia abrumadora, que Panteón: conciencia descarnada. ¿Estamos ante una involución del autor, que de conseguir textos modestos pero eficaces ha degenerado a hacer eso? Me parecería triste, la verdad. Aunque pensando, pensando me surgen algunas ideas.

Una de ellas podría resumirse en ‘afán de ganar visibilidad/dinero’: el primer libro tuvo éxito y dijeron ‘venga, más de lo mismo y a buen ritmo, pera exprimir la gallina’. Todos los que alguna vez hemos escrito sabemos que las prisas no son buenas. Al menos en mi caso, lo admito. Si Sisi producía más cantidad podría perder calidad. Pero si vendía… ¿qué más da? ¿Y si se acostumbró a ese ritmo de producción olvidando la calidad de los textos? Al fin y al cabo, le pagaban, el editor aceptaba, e incluso se llevó un premiazo… En ese punto ¿importa algo que saque algo como Panteón: conciencia descarnada? Sus fans ya sólo quieren más y más de Sisi, y he visto que le defienden a capa y espada, aunque se visualicen y argumenten los defectos.

Otra de las ideas que me vienen a la cabeza parte de unos de mis autores favoritos: Lovecraft. El de Providence actuó de negro para varios ‘escritores’. Su mano se nota en esos textos, de tal manera que más que del nombre que pone sobre el título, la obra pertenece a Lovecraft. ¿Y si eso mismo pasó con esta obra? No conozco a Rocío Orroca, pero da la casualidad de que sólo ese nombre marca la diferencia entre Los caminantes y Panteón: conciencia descarnada. ¿Hizo tan buena labor de corrección que ensalzó algo que no se merecía ensalzar? Si el Sisi de verdad lo podemos encontrar en Panteón: conciencia descarnada, ¿el mérito del éxito de la lectura de Los caminantes está en la señora Orroca?

Seguramente nunca lo sabré. Alguien me dijo (quizá Iván Hernández) que el señor Sisi es muy accesible y agradable al trato. Con toda sinceridad, me gustaría alguna vez poder tomar con unas cañas y hablar de esto, desde el respeto y la duda que esta segunda lectura suya me transmite.

Pero sé que eso nunca sucederá.

Mientras, le tengo que poner un 6 a Los caminantes, y esa nota me siembra la duda de si leer o no más de la saga de zombis más famosa de España.

Un saludo.

Juan Miguel Aguilera y Javier Redal – Némesis

Hola, culebras.

En mi caso, hablar del dúo AguileraRedal equivale a hablar de uno de los descubrimientos más satisfactorios de mi juventud: Mundos en el abismo y Hijos de la eternidad supusieron una auténtica bofetada en la cara para un chaval que pensaba que en España no se escribía ciencia ficción dura de calidad. Esas dos obras sirvieron para demostrar que en nuestras fronteras se puede encontrar textos dignos de dar sopas con hondas a Clarke, Benford o Bear, por decir tres que me acaban de venir a la cabeza.

Este Némesis pertenece al arco argumental de Akasa-Puspa, y en realidad se trata de una reescritura de El refugio. No había leído El refugio, así que he disfrutado de Némesis como si se tratase de una novela nueva.

¿Qué me he encontrado en Némesis? De entrada, hay que volverlo a decir: ciencia ficción de primera categoría, digna de los grandes. Frente a la temática bastante a lo Benford de En un vacío insondable (por citar mi última lectura del ciclo, y un texto ¿menos conocido? de la pareja), Némesis lo pudieran haber firmado (cada uno con su ‘porción’ de pastel) sin problemas Stanley Robinson o Clarke.

A las primeras páginas uno se da cuenta de que los autores no van a tener piedad a la hora de describir acontecimientos. Lo que sucede tras el ataque, la dureza que implica, no se suele leer a menudo en la ficción medianilla. Pero hay ciertas escenas de Hijos de la eternidad que no me acaban de encajar con esa hecatombe, aunque admito que leí los primeros libros hace ya más de veinte años y mi memoria puede fallar. Por no mencionar que este Némesis se trata de una reescritura de El refugio, posterior a la propia reescritura-fusión de Mundos en el abismo y Hijos de la eternidad en Mundos en la eternidad: quizá en esa segunda versión revisada de la historia se consigue encajar lo narrado en Némesis con lo que encuentran y descubren (o les es revelado) los viajeros de la Utsarpini al llegar a La Tierra.

Hay pequeños defectos de estilo, que se me hace raro que cometa tanto Aguilera como Rodolfo Martínez. Por ejemplo, nunca ponen las comillas de continuación de discurso tras punto y aparte (»). Al menos eso pasa en mi edición de kindle, libro comprado hace un par de años.

Pero mucho más grave es cuando se confunden los sujetos con los vocativos. De esa manera encontramos por ahí dispersas varias comas asesinas que dan ganas de arrancarse los ojos. Sí, soy in poco exagerado 😛

He encontrado algunas cosicas en cuanto a fondo que me chirrían. Por supuesto, si meto la gamba en algo me lo decís y rectifico.

Por ejemplo, se comenta que el haz de positrones va al 99’9999% de la velocidad de la luz. Si va a esa velocidad ¿cómo hacen para detectarlo y ver su avance, tal y como se describe en las páginas anteriores a la que aparece esa cifra? ¿Acaso pueden comunicarse con las estaciones como la Khayyam L 5/7 a más velocidad que la luz (tecnología tipo ansible que luego no aparece por ningún lado, ojo)? Aunque acabo de recordar el ‘Horror vacui’ de Sergio Mars , y lo que el autor me dijo respecto a la catástrofe descrita en su cuento, con lo que a lo mejor me la tengo que volver a envainar 😉 No habría el menor problema, por supuesto.

Tampoco me cuadra el cálculo que hace del momento en que se realiza la emisión/ataque. Dice que sale cincuenta años antes del momento presente de la narración. Pero si el foco de emisión está a una distancia aproximada de un año luz (en plena nube de Oort), y si el haz viaja al 99’9999% de la velocidad de la luz, entonces la emisión se produjo… ¡Exacto! ¡Hace un año! Debo haberme perdido algo, sin duda, porque no sé de dónde vienen esos cincuenta años.

Otro detalle que no acabo de ver: ¿cómo rompen los sellos de la Zheng He los no invitados? ¿Tan inteligentes son como para saber cómo hacerlo? ¿Pero no se supone que apenas son zánganos de ataque/castigo? En un momento dado se dice que revientan escotillas. ¿Qué pasa con la descompresión al reventar esas escotillas? A ver: entran por el exterior (en vacío) y se adentran en zonas presurizadas sin que se sepa bien cómo pasan de un medio a otro (y sin descompresión explisiva de por medio). Debía estar dormido mientras leía esa sección, porque no lo vi. No, señor.

Pero el momento quizá excesivo en todo este tema de los invasores llega cuando se pretende entender que, de entre todo lo que hay en los mamparos y salas que invaden, pueden identificar y anular las cámaras. Porque no se da a entender que arramblan con todo, lo que podría implicar la pérdida entre ese todo de las cámaras. No: al parecer sólo atacan las cámaras de manera ex profeso. Coño, que listos los bichines que entre toda esta tecnología y decoración tan extraña (al fin y al cabo están diseñadas por una especie muy distinta) identifican justo lo que ciega a su enemigo.

En el libro no se escapan los homenajes a otras obras del género, como el momento Alien (posición 2971 de mi ebook), la referencia a ‘Cita con Medusa’ (posición 7252) o el glorioso (al menos para un sectario como yo) momento Lovecraft (posición 7183). Hay, de manera obvia, alusiones a otras obras de Aguilera, como ‘El bosque de Hielo’. Mención aparte merece el chirriante momento Iker Jiménez (posición 4149).

Pero bueno, en general se trata de una lectura muy pero que muy recomendable. La ciencia ficción patria reluce con obras como ésta. Le pongo un bien merecido 8.

Adiós.

Pd: no puedo evitar recomendar de la manera más encarecida que, quien pueda, se haga con Mundos en el abismo y Hijos de la eternidad, los ultramares. Su lectura se convierte en toda una experiencia llena (a raudales) de sentido de la maravilla. El conjunto de las dos novelas constituyen una autentica obra maestra de la ciencia ficción dura, y a nivel mundial. Y no, no hagáis caso a los que dicen que Hijos de la eternidad decae frente a Mundos en el abismo: sólo ocurre que tras el shock de ideas de la primera obra, con la segunda continuación ya te has acostumbrado al universo de Akasa-Puspa y parece (pero sólo parece) menos sorprendente. Todavía recuerdo ese parpadeo y se me pone la piel de gallina.

Kim Stanley Robinson – 2312

Hola, ofidios.

A la espera de ponerme con la trilogía de Marte, he sacado de por ahí este librito. No sé por qué (supongo que lo puedo aducir a mi despiste generalizado) pensé que se trataba de Tiempos de arroz y sal, la ucronía, al punto que creí que se titulaba 2312: Tiempos de arroz y sal. Pero al cabo de unas páginas vi que no, que eso no tenía pinta de ucronía. Lo dicho, que vivo en un despiste continuo. Pero como ya lo había empezado no lo iba a dejar así porque sí. Máxime teniendo en cuenta que nunca había leído nada del autor.

Lo que me he encontrado en 2312 se puede definir como ciencia ficción dura y paisajística. Sí, tal cual: paisajística. Robinson se deleita, y de paso al lector, llevándonos de un lado a otro del sistema solar para mostrarnos los paisajes de diversos mundos y lunas. En plan Cosmos, vamos, pero con una diferencia: aquí la ciencia ficción dura se nota en la forma de terraformación poco menos que masiva, auxiliado por poco menos que maravillas de la ingeniería. Así, a lo largo de las páginas visitamos un planeta Venus que ha sido frenado, protegido por un parasol estático y sometido a un enfriamiento que se ha cargado su atmósfera infernal; o un cinturón de asteroides en órbita interior a la de Mercurio, que comercian con luz del sol; o una serie de satélites y cometas convertidos en terrarios que, al estilo de los ricksaws vistos en Mundos en el Abismo, surcan a altas velocidades el sistema solar y sirven tanto de hábitats como de transporte; o las diversas lunas de Júpiter y Saturno convertidas en entornos habitables.

Entre medias de todas esas descripciones de carácter más o menos físico, Robinson nos muestra una sociedad medio utópica en la que el trabajo se ha convertido en una suerte de voluntariado social: la gente trabaja en lo que le gusta y se le da bien, y luego colabora en labores comunitarias cuando quiere y donde quiere. Una especie de anarquismo, vamos, pero auxiliado por un enorme desahogo económico.

En esa sociedad del s. XXIV el hombre, como especie, ha pasado de un binomio hombre-mujer a un abanico de diversas sexualidades, llegando incluso a tener hermafroditas. Todo ello se logra mediante operaciones y terapia. Similar a lo dicho en Tritón… pero no: Robinson no lo muestra de manera directa como ‘de hetero me convierto en gay, y por arte de magia mis gustos cambian de una sexualidad a otra, para luego volver a hetero’, o viceversa, sino como una evolución (o crecimiento, o ampliación en el caso de las personas con ambas sexualidades activas y viables) de la personalidad. La sociedad ha aceptado y normalizado cada vertiente de esas nuevas sexualidades, algo que a día de hoy resulta impensable. Eso sí, esa suerte de sociedad utópica sólo existe fuera de La Tierra: el planeta madre sigue siendo un sindiós de hambre, guerra y radicalismo.

Hasta aquí algunos detalles paisajísticos. Pero 2312 no se limita a eso: no es libro enmarcado en el naturalismo, por decirlo de alguna manera. En la novela hay un poco de trama e intriga. Sí, muy al servicio de los paisajes físicos y sociales, pero lo hay. Lo bastante como para servir de hilo conductor. Sencillito, con una clara referencia a la Hyperion de Simmons. Entretenido. Punto.

Como resultado final queda un libro un poco hueco, sobre todo en lo relativo a personajes y trama, pero por otro lado muy visual y bello. Como a mí el componente paisajóstico me encanta, no me molesta ese defecto. Así que le pongo un 7 y me quedo con ganas de leer más de Robinson.

Un saludo.

Samuel R. Delany – Tritón

Hola, culebras.

Hace mucho… bah, no tanto. Hace algún tiempo que no leo nada de Delany. Lo último no me dejó muy buen sabor de boca, aunque mejor de lo esperado dado que este autor tiene fama de ‘difícil’. La verdad, Tritón lleva muchísimo en la Pila, más que nada porque lo que pone en la contraportada no me atraía mucho. Cosas de comprar de manera compulsiva ultramares.

Samuel R. Delany - Triton

Samuel R. Delany – Triton

Pero ya le ha tocado la hora. O no, según se mire: no he podido acabarlo, me ha vencido.

De entrada decir que me he encontrado con muchos, muchísimos, demasiados -mentes. Se puede decir que este libro sirve de ejemplo de lo que implica abusar de los modales. Se hacen cargantes, insufribles. Una auténtica tortura, al menos para mí.

Ni que decir tiene que junto con los -mentes uno no se libra de la infestación de seres. El jodido verbo ser se convierte en una plaga.

Pero los problemas con el estilo no acaban ahí. La propia sintaxis se hace cargante, con frases enrevesadas de manera artificiosa. Uno sufre ante el exceso de paréntesis: a veces incluso se encuentra tres incisos de ese tipo en una sola frase (hace muchos años me reía de Lorenzo Luengo por su sistemático uso de los paréntesis; leyendo este libro hubiera deseado que Delany se quedara en el estilo de Luengo). Esa sobreabundancia hace que el discurso quede roto, por no decir destrozado. Uno se pierde entre las acotaciones, las inserciones, los comentarios, y por ello la lectura se vuelve farragosa. Para acabar de joder la marrana, demasiadas veces esos incisos aportan datos de poco o nulo interés. Vamos, una paja descomunal.

La forma mal, muy mal. Pero, ¿y el fondo?

Entre tanta acotación y comentario, la novela se arrastra. Padece de un inicio muy lento, que hace que el lector no sepa bien adónde ser pretende ir. Esto es habitual en Delany, sí, pero en esta novela se hace excesivo. Y el escenario tan distinto de lo habitual no ayuda: si se introdujera al lector de una manera más fluida en esa sociedad de Tritón se llevaría mejor ese primer centenar de páginas, pero el autor parece empeñado en ofuscar el texto. Porque sí, tarda ciento sesenta páginas en arrancar. Todo un record.

Aun así, seguimos.

Debo decir que, para la época en que se escribió el libro, me ha sorprendido la manera tan clara de mostrar la sexualidad, incluida la homosexualidad. Resulta refrescante saber que hay gente que no se muestra timorato ante esos temas. Ahora mismo, en este país de mierda, todavía hay gente que no tolera esas expresiones de sexualidad.

Aunque el discurso de Delany tiene algún mensaje que hoy día sí que se llevaría palos. Uno de ellos, quizá el más grave, versa en lo relativo a que, según el libro, la inclinación sexual se puede cambiar mediante un proceso químico-médico. Ni soy sexólogo, ni endocrino, ni nada similar, pero me da que el tema de la orientación sexual va más allá de un coctel de hormonas y operaciones de bisturí.

Un ejemplo de palabras, y palabras y más palabras introducidas sin apenas sentido (poco menos que para engrosar el libro) lo tenemos en el discurso relativo a la metalógica que le da el protagonista a su nueva ayudante. Según lo leía pensaba «Ya lo puede justificar más adelante, porque si no es un ejemplo brutal de paja». Y luego sí, me quedó claro que había acertado.

Según avanza el libro la paja me empieza a saturar. Diálogos plagados de acotaciones, muchas de ellas sin aportar nada salvo detalles superficiales; esa partida de vlet, con la descripción en exceso detallada del juego, que a todas luces está sobredimensionada (ni siquiera en un libro como El jugador, a priori más predispuesto a ello, se llega a tal detalle); la descripción del sistema de gravedad artificial (de repente nos metemos en harina de pseudo ciencia ficción dura). En general todo podría haberse descrito con efectividad, pero no tanto detalle.

El libro avanza. Sufren ciertas desgracias, viajan a La Tierra, regresan… todo a lo largo de miles de palabras, de incisos, de comentarios que no aportan nada. La lectura se hace casi insoportable. Y sin el casi. Acabé dejando el libro de lado: ya no estoy para perder el tiempo (y, a fin de cuentas, la vida) en semejantes cosas. Me quedé en la página 270 de 400. No pude más. Será por falta de libros que leer.

Lo siento, Delany, entras en la lista de fracasos. Y te llevas con este Tritón un 3.

Siguiente.

Robert A. Heinlein – Viernes

Hola, culebras.

Otro Heinlein que cae en mis manos. Aunque todo hay que decirlo: este Viernes lleva mucho, pero mucho, en la pila. Nunca me he sentido muy atraído por lo que pone en la contraportada, la verdad. El libro lo compre en mi etapa compulsiva, cuando me hacía con casi todo lo que veía (y me lo podía pagar), y ahí quedó. ¿Cuánto tiempo? ¿Quince, veinte años? Más o menos eso.

Pero ya le ha llegado el momento.

Robert A. Heinlein - Viernes

Robert A. Heinlein – Viernes

De Viernes puede decir que entretiene, pero poco más. La sucesión de peripecias de esta especie de agente secreto se resumen en unas cuatrocientas páginas de dar tumbos de un lado a otro, y poco más. Supongo que habrá gente que le guste este tipo de novelas vacías, pero a mí no me ha dicho nada de nada.

La mala baba de Heinlein se nota en muchas partes, como por ejemplo su manera de considerar a los funcionarios: como seres corruptos, indignos y conformistas. La visión liberal, vamos, en contra de los gobiernos centrales, domina a Heinlein. Pero hace gracia cómo, según le pone de parásitos para arriba, luego les exige y les recrimina que no funcionen bien. «Eres una mierda inútil, pero ¿cómo no eres capaz de hacerme este trabajo? Oye, que pago por ti». A ver, chavalín: si tanto pones a bajar de un burro lo público y defiendes lo privado, vas, no usas nunca eso que tanto detestas (ni les exiges nada), y te buscas la vida con lo que te ofrezca lo privado. Si luego te encuentras con que esa maravilla de sistema privado te sangra el bolsillo y en cuanto dejas de tener dinero te da una patada en el culo, te jodes. Y no vuelves a lo público, claro. Te jodes y si hace falta te mueres, don liberal.

Ale, ya he soltado mi alegato anti libegal—de—chichinabo (que incluye a lacras sociales como Esperanza «mamandurrias girl» Aguirre y demás libegales que viven de vampirizar lo público) del momento.

Nadie me puede negar que en este libro Heinlein mete mucha, pero que mucha paja. A veces la lectura de esas chuminadas interesante (como por ejemplo las descripciones de la vida cotidiana, y las teorías sociopolíticas llenas de mala baba), pero otras no, de verdad que no. Saber el menú completo de un restaurante, lo que comen los protagonistas, los anuncios de la prensa, o el vestuario completo de un rehén al que vas a desnudar sobra. Esas dosis de paja se puede decir que llegan a su máximo esplendor cuando describe el viaje de la nave. A ver, todos esos gráficos y tablas sobran, y sólo sirven para que el autor demuestre lo mucho que sabe de astronomía. Que sí, Robert, que todos sabemos que no tenías un pelo de tonto, pero con esas demostraciones no ganas nada. Al contrario, jodido pedante engreído liberal filonazi.

De vez en cuando la novela está salpicada de detalles cachondos. Un ejemplo: en la página 196 hace una mención tronchante a la relevancia política de Gales como nación. La iguala (así, tal cual) a Swazilandia o Nepal. Pobres galeses, ¿qué le han hecho al gruñón?

Me ha sorprendido un detalle que no sé si tiene algo de homenaje o burla. En un momento dado, casi sin previo aviso, el rollo de espías y carreras de un lado a otro acaba. Sin quererlo ni beberlo la protagonista (guapa, lista, fuerte, la nuera perfecta) deja de ser un agente de campo y se convierte en especialista de inteligencia. ¿Su labor? Pues ni más ni menos que hacer de Hari Sheldon y practicar psicohistoria. ¿Guiño a Asimov? ¿O mala baba de Heinlein contra el profesor, que basó parte de su éxito en esa magufada? De una manera u otra ese inciso interrumpe el sendero que parecía estar tomando la novela: el convertirse en un nuevo emperador de todas las cosas. Y bastante peor, más aburrido, que Radix, por cierto.

La novela avanza, y llega el momento de la disyuntiva: ¿la lanzo a tomar por culo o sigo con ella? Me refiero al ‘Momento de lotería’. ¿En serio? ¿Me tengo que tragar esa mierda? A eso le llamo deus ex machina y lo demás cuento. Y mejor no hablar de esos últimos capítulos en plan ‘nos juntamos todos y, cogidos de la mano, danzamos en torno a la hoguera’. Su puta madre. ¿Tanto cuesta no ser tan baboso?

Hay que agradecer que el estilo con que está escrita la novela, aunque mejorable, no chirría demasiado. La novela está narrada en primera persona, a modo de memorias informales de la protagonista. Eso hace que los defectos formales se manejan más o menos bien, al considerarlos parte de la manera de expresarse de Viernes.

Nota: por lo que veo parece que la gente se queda con las aventuras sexuales. A mí no me ha parecido nada del otro mundo. Aunque se agradece en manera tan natural en la que se enfoca la sexualidad en todas sus variantes. En eso Heinlein puede descuadrar a más de uno: no resulta habitual que un liberal defienda y hable de esa manera tan clara de relaciones homosexuales o en grupo. En ese sentido, ¡olé!, Robert.

Con todo la novela se lleva un 5, aprobado raspado, y me quedo a la espera de otro Heinlein de más calado. El Forastero en tierra extraña sigue en la pila, pero es tan gordo…

Adiós.

AA.VV. – Tres tormentas de nieve

Hola, culebras.

Casi se puede decir que no he leído nada de literatura rusa. ¿He hecho mal? Me temo que sí, al menos para ampliar mi culturilla general. Por ello, cuando alguien me recomendó leer Tres tormentas de nieve, me dije: ¿Y por qué no? Al fin y al cabo se trata de cuentos, mi género favorito, de tres autores importantes. Además el libro contaba con el aliciente de que sus historias tenían relación con el frío y las tormentas, una ambientación que en principio me atrae. Sin duda los rusos pueden decir mucho de las tormentas de nieve, la menos mucho más que un andaluz. En este librito hay tres nombres que me sonaban a ‘autor de importancia’: Tolstói lo conozco de oídas por su obra Guerra y paz, todo un clásico aunque yo no lo haya leído; de Chéjov admitiré que me sonaba el nombre, poco más; me pasaba algo similar con Pushkin, aunque admito que de una manera todavía más vaga.

Aquí va lo que me he encontrado en Tres tormentas de nieve.

  1. ‘En el camino’ de Chéjov se me ha hecho demasiado ‘melmothiano’. ¿Qué quiero decir? Pues que el condenado discurso del padre se me hace casi interminable, y del todo irreal. Nadie habla así, por dios. Parece que estamos, más que con una autor de finales del s. XIX, con uno de inicios de ese siglo, uno marcado demasiado por el romanticismo o lo gótico. Esa manera de expresarse cargante llega a su colmo en la hija: la chiquilla habla como una vieja. A resultas de ello me ha costado mucho conectar con el texto. Aun así el cuento tiene algunas descripciones de la tormenta, y sobre los efectos del viento, poco menos que magníficas. Le pongo un 5. Una pena: si el cuento no se hubiera centrado en el padre sino en un toma y cada entre él y la muchacha, con insertos de la tormenta exterior, hubiera ganado muchos enteros.
  2. Pushkin entra con ‘La tempestad de nieve’. En este caso, viendo la época en la que vive el autor, no me extraña ese estilo narrativo tan romántico, tan semejante a por ejemplo El monje. ‘La tempestad de nieve’ cuenta con una acción apresurada. Eso de por sí no supondría problema alguno. Lo malo llega con los saltos de escena: el cuento posee una estructura temporal tan poco lineal que casi no hay por dónde agarrarlo. Los huecos aparecen de una forma demasiado brusca, mal llevados. Eso genera una sensación rara. Luego el autor ‘justifica’ esos saltos mediante la inserción de una nueva historia. No me atrevo a llamarla secundaria, pero sí poco menos que dicotómica. Mientras se lee esa nueva historia no se comprende a dónde quiere ir el autor… hasta que de repente empiezas a decir ‘Por favor, que no sea eso. Que no sea eso’. Y sí: lo es. Así nos encontramos con un texto tramposo y nada creíble, un cuento que pone a bajar de un burro a los rusos. Quedan como tontos de solemnidad, o indiferentes al drama que ven. ¿Ninguno de los presentes puede avisar a la novia de que está pasando algo raro? ¿Son tan pazguatos que no reaccionan ante la aparición del susodicho? Pero sí, según el autor tenemos que creer que esa ‘broma’ sigue adelante, pese a la desgracia que supone para ella. A mí se me hace inverosímil, tanto que me arruina el relato. Ale, un 4.
  3. El trío de relatos acaba con ‘La tormenta de nieve’, de Tolstoi. El estilo de este cuento contrasta sobre todo con el de Puchkin: parecen de dos mundos diferentes, a pesar de que entre ellos hay pocas décadas. También supera con creces al de Chéjov, posterior. Casi se podría decir que Tolstoi narra con el arte de alguien del s. XX. viviendo en el s. XIX. Pero bueno: casi, que todavía posee algunos manierismos. ‘La tormenta de nieve’ supera con creces en extensión a los otros tres. Eso permite al autor marcar un ritmo mucho más pausado y envolvente, que se disfruta mucho más (considero que el cuento corto o ultra corto debe ser una navajada en la oscuridad, furtivo y rápido; la masacre y el regodeo sólo deben usarse en extensiones largas, o mucho más largas. Si en un corto pretendes contar demasiado te ocurre lo que le pasa a Puchkin en su ‘La tempestad de nieve’, que no). En este cuento la tormenta de nieve posee personalidad: se palpa, se vive, se paladea. A veces me ha recordado a El terror de Simmons. En el cuento de Pushkin apenas se vive el meteoro, que queda como un mero incidente argumental, sin vida. Chéjov apunta pinceladas muy vívidas e impresionantes, pero no profundiza desliéndose con el discurso del padre. Pero Tolstoi nos hace paladear ese abismo blanco que es la tormenta. Hace que los personajes naden en ella, de una manera a veces chocante: algunos se lanzan al abismo blanco con una tranquilidad pasmosa. Al menos yo, español del s. XX—XXI, no comprendo esa manera de proceder, aunque entiendo que para un ruso de esa época no sería raro. El cuento a veces parece dispersarse, como con la escena del ahogado, pero en general funciona bien. En definitiva, se lleva un 7.

La nota media que sale es de un 5,3. ¿Qué quiere decir eso? Pues que me invita a leer más Tolstoi, quizá algo de Chéjov, y me quita las ganas de repetir con Pushkin. Menos da una piedra.

Ahora voy a hablar de la impresión general que me han dejado los textos rusos. Todos ellos están llenos de giros y expresiones exageradas, casi forzadas. Por ejemplo la manera de llamarse entre ellos: ese uso del nombre más el patronímico casi omnipresente. Se me hace raro, tanto como si aquí siempre nos habláramos sólo con el apellido, o con el ‘hijo de’, o con nombre y apellido juntos. Pero entiendo que se trata de algo cultural, la forma de expresarse propia de los rusos. De igual manera me da que el estilo ruso de escribir (esa puntuación a veces demencial, la expresividad enrevesada, barroca por momentos) tiene poco que ver con el español, o con el ruso actual (por ejemplo de Metro: 2033). Vamos, que para leer a autores rusos clásicos hay que cambiar el chip.

Adiós.

Elia Barceló – Consecuencias naturales

Hola, culebras.

Se puede decir que primera lectura que hago de Elia Barceló. En algún momento pasado he leído de ella algún cuento, creo que en un recopilatorio de la UPC. No estoy seguro ni me voy a molestar en buscarlo. Bueno, sí me he molestado y he encontrado dónde la leí. Y sin mucho éxito, la verdad. Pero de esa lectura hace ya mucho tiempo, casi seis años, así que olvidemos lo que me encontré allí y vamos con este Consecuencias naturales que lleva en mis estanterías más de veinte años.

Elia Barceló - Consecuencias naturales

Elia Barceló – Consecuencias naturales

Y joder, es que lo que me encuentro no da lo que se dice para lanzar cohetes: lenguaje torpe, lleno de esos seres que tanto he llegado a detestar, así como de —mentes. A eso se suma que de vez en cuando uno se topa con frases demasiado largas, sentencias que habrían necesitado un repaso (y con ello me refiero a dividirlas, sí). Ese defecto se nota sobre todo en algunas líneas de dialogo, que por largas acaban resultando poco o nada creíbles.

Sigo avanzando y me encuentro con que, con veinte años de antelación, Elia ha sabido plasmar un horror del lenguaje hoy en boga: el repudiar el masculino neutro, algo amenazante sólo para quienes buscan enemigos por todas partes. En su lugar nombra cada objeto con su masculino y su femenino. No voy a entrar a hablar de esa aberración. Sólo diré que, enarbolando la igualdad de sexos, lo que se consigue es entorpecer y arrastrar la principal misión del lenguaje: la comunicación fluida. Y no soy yo quien opina así. Pero vamos, pero como no habla ella sino sus personajes no voy a decir más. La señora Barceló ha decidido pintar una sociedad donde el movimiento integrador ha optado por manifestarse, entre otros detalles, con esa forma de lenguaje. Y ya.

Al cabo de unas páginas el libro empieza a hacer aguas. Y no por la autora, sino la propia edición. ¿Cómo marcan que un personaje inserta un punto y aparte en su discurso? Desde que tengo memoria yo lo he visto de la siguiente manera:

Aquí va un párrafo descriptivo o ambiental. Se trata de texto de narrador, no de personaje.

—El personaje suelta su perorata —entre las rayas el narrador acota lo que dice el personaje, o describe algo importante para la escena—, y luego sigue hablando hasta que llega el lugar donde decide marcar un punto y aparte en su discurso.

»Y pese a que se trata de un punto y aparte sigue hablando, lo que queda marcado con el símbolo de fin de comillas españolas (latinas o angulares). Sigue hablando y cuando decide de verdad acabar de hablar planta un punto y aparte y se acabó.

Ahora empieza un nuevo párrafo de narración, no dialogal. Vamos, que el narrador vuelve a entrar en acción y ya nos olvidamos del discurso del personaje.

Como se ve, gracias al símbolo de fin de comillas españolas (») se diferencia a la perfección un párrafo que enlaza dialogo de un personaje de otro que sólo introduce elementos narrativos. Pues bien, en todo el libro no se pone un solo símbolo de fin de comillas españolas, y eso que más de una vez los personajes introducen puntos y aparte en su discurso. Por ello hay que estar adivinando (tampoco supone mucho esfuerzo, no, pero eso no sirve de excusa) si se trata de un tipo de texto o del otro.

Sigamos, que me encabrono con esta mierda de ediciones/editores.

Esto ya sí que entra en el terreno de la autora: ¿tiene algún problema con los paréntesis? A ver, que se pueden usar. Incluso la malvada RAE dice cómo y cuándo se puede utilizar. Ale, a leer e interiorizar tochos ¿aburridos? pero muy didácticos, como lo descrito en el punto 2.a). La señora Barceló introduce incisos en las frases poniéndolos entre comas, cuando en algunas (y no pocas) ocasiones piden a gritos paréntesis o rayas.

Por cierto, la raya no existe en este libro: sólo hay guiones. Sí, en eso tienen la culpa tanto la aurora (menos) como el editor (más).

Los ojos me siguen sangrando debido a la ausencia de tildes. No una, ni dos ni tres. Para rematar, casi por norma los ‘él’ (sobre todo cuando empiezan una frase) carecen de rallita.

Sí, soy un tiquismiquis de la forma.

El texto se desarrolla en torno a un alegato feminista. Se me ocurre la palabra ‘tibio’ para describirlo, aunque quizá quedaría mejor expresado si se dijera que la sociedad descrita todavía está a medio proceso. Sólo eso explica que junto al llamado ‘lenguaje integrador’ (que la propia Charlie admite lioso y molesto) siga habiendo machos hispánicos con poder de mando y violaciones.

La novela, pese a su envoltorio de ciencia ficción, tiene más de aventurilla de fantasía que de otra cosa. Hay naves y extraterrestres, sí, pero tan increíbles que sólo se pueden considerar fantasía. ¿Qué por qué increíbles? Pues porque la evolución convergente tiene sus límites. Uno de los grandes, enormes, descomunales, intolerables fallos de Start Trek está en sus alienígenas todos iguales. Por no mencionar atmósferas, biologías, etc. Otro ejemplo: adoro Alien, la considero de las mejores películas de terror de la historia. Pero en cuanto se empieza a rascar la piel de ciencia ficción la lógica de la cinta se cae a pedazos.

Me desvío.

Que no, que no me parece creíble esa raza, tan compatible con la nuestra, tan humana en apariencia (todas ellas gélidas diosas de cuerpos perfectos) como para crear esta historia. Y lo de que se implanten pechos artificiales como símbolo de rango/status, pechos que se parezcan tanto a los humanos como para resultar atractivos, ya me parece el colmo del ridículo. A eso le llamo yo forzar el deus ex machina a lo burro creando una especie demasiado a huevo para generar le conflicto de la novela. Porque ¿cómo coño llega una cultura alienígena a esa idea de implantarse tetas? La autora no lo dice, y me da en la nariz que tampoco lo sabría explicar.

Otro detalle chorra y efectista, pero que en cuanto se piensa se cae solo: eso del despertar dolorido y con sangre. En una mujer se explica con total facilidad, sí, pero aquí no. Y digo no. Lo peor de todo es que la autora no da ni el menor atisbo de explicación. Ale, lo suelta y a tomar por saco. Y tú te quedas con cara de tonto preguntando que qué narices ha pasado, que de dónde sale toda esa sangre.

Cómo mola esa especie tan diferente de la nuestra, que rehúye todo contacto, y que sin embargo se permite operar/drogar/psicoanalizar a un individuo de otra especie como si nada. Olé sus huevos, y qué tontos los humanos que lo permiten así por las buenas.

Y ahora entro en donde la mataron: la sexualidad de los siesos (no, no me refiero a sus anos) xhroll. No me la creo, pero ni de lejos. La semejanza de los xhroll con los humanos, hasta el punto de hacerse atractivos, supera mi capacidad de lector de ciencia ficción.

Pero bueno, que esto no es cifi sino fantasía.

¿Alguien se puede creer el descrito sistema reproductor de los xhroll? La autora, de manera premeditada, no lo describe nada más que muy de pasada. Claro, porque no tiene ni pies ni cabeza y no parece dispuesta a meterse en ese berenjenal. Sí, hace mención a una antigua catástrofe planetaria que ha cambiado la biología de la especie dificultando su reproducción. ¿Aceptamos barco? No me gusta masticar ruedas de molino. ¿Qué tiene que ver esa catástrofe con que todos los extraterrestres tengan un sistema reproductor con el aspecto de una hembra de la especie humana? Aquí todo son vulvas, aberturas con labios que llevan a canales interiores. Pero no existe la contrapartida a esas oquedades, en la fisiología xhroll no hay nada ‘que los rellene’. ¿Mande lo cualo? ¿La catástrofe extinguió a los machos? Eso supondría tener mucho que decir. ¿Cómo ha sobrevivido la especie?

La evolución, en temas de reproducción sexual (porque de eso se trata, nada de bipartición ni métodos similares), tiende a generar órganos complementarios. Si en uno de los sexos hay un ‘hueco’ el sexo opuesto tiende a contar con algo que lo llene. El caso vagina/pene creo que lo conocemos todos. Bueno, en la naturaleza hay excepciones como en el caso de la fecundación externa. Ejemplo: las hembras de algunos peces depositan las huevas sobre un lecho arenoso, y luego los machos las riegan con su semen. Pero este no es el caso: los xhroll que aparecen en la novela poseen vagina, es decir, órganos reproductores muy internos. Si todos los xhroll poseen esos órganos reproductores muy internos, ¿cómo narices se logra el intercambio de gametos? ¿Haciendo la tijera? ¿La vagina o el útero se externaliza y algunos xhroll la sacan a modo de pene?

Porque en el fondo todo se reduce a una canción infantil: ¿Dónde están los del penes, matarile—rile—rile? ¿Dónde están los del penes, matarile—rile—rón? ¡Chim—pom!

Perdón, pero me río de esa biología. Me río mucho.

Sí, de verdad estoy ante una obra de fantasía. Fantasía de la dura, de la que obliga a apagar el cerebro y creer a ciegas.

Volvamos a la reproducción propia de los xhroll. Con todo ese alegato feminista (machos malos, machos violentos), la autora parece que se ha queda sin argumentos. ¿Costaba mucho hablar de reproducción asistida o similar, y así mandar a tomar el fresco a los engendros dominantes y brutales del pingajo colgante? Así se lograría explicar que se mantuviera, mal que bien, esa especie con su batiburrillo de vulvas sin pene. Pero no, la autora no se mete en ese asunto (“a los xhroll no les gusta hablar de eso”) y obliga al lector a tragarse que los xhroll han evolucionado de esa manera tan curiosa. Curiosa no, increíble.

Además está el detalle de la primera fecundación. O yo me he enterado mal o a la víctima la fecundan siguiendo un método muy similar al del contagio de las enfermedades veneras. Son unos virus macizorros con patas y juju (‘Rancio’ dixit). O si no ¿cómo ha ocurrido lo que ha ocurrido?

Cada vez que pienso más en la sexualidad de los xhroll menos me la creo.

Pero para acabar de rizar el rizo (AVISO: si no has leído el libro y quieres ponerte con él NO SIGAS) luego resulta que los machos—con—aspecto—de—hembra—macizorra—y—vagina—muy—muy—penetrable sí que tienen (al menos algunos xhroll) vaginas y úteros funcionales y que reciben de la manera tradicional. En serio, ¿se está riendo de mí? Ese caos de fisiología no se la cree nadie con dos dedos de frente.

No voy a hablar más de fisiología sexual. Al fin y al cabo la novela encaja en la fantasía con tintes reivindicativos. De la lectura queda claro que en esa sociedad los hombres (los machos) siguen siendo los malos, al menos en determinadas etapas de la vida y en ciertos rangos de poder. No lo voy a negar: bastante cavernícola se ve a día de hoy, y va a resultar muy difícil erradicarlos. ¿La sociedad pintada en la novela funciona? No queda del todo claro. Sólo hace falta leer las reacciones de bastantes machos ante las hembras. Sin lugar a dudas está en una etapa intermedia entre la actual (machista) y la deseable de la igualdad real (que no feminista). La igualdad (yo sigo a lo mía) no se va a lograr anulando el masculino genérico sino con medidas de mucho mayor calado y lentitud, sobre todo culturales/educativas. Y aun con ellas, tal y como comenta cierto personaje al final, ni siquiera se puede controlar a los sacos de hormonas masculinas a ciertas edades. En eso sí que creo que hace falta un salto evolutivo, y uno muy serio. ¿Se apunta alguien a un hecatombe zombi?

En definitiva, el libro ganaría mucho no sólo con una reescritura o con una mejor edición, sino con replantearse en serio y a fondo la sexualidad de los xhroll. Porque si nos quedamos nada más con el mensaje feminista de la reivindicación de la mujer en el escalafón social nos queda muy poco. Para eso mejor, por ejemplo, La puerta al país de las mujeres.

Le pongo un cinco muy pero que muy raspado.

Chau.

Stanislaw Lem – Ciberiada

Hola, ofidios.

Esta visto que lo mío con Lem se resume en un no rotundo. Nada de lo que he leído de él (Retorno de las estrellas, Viajes de Pirx, Congreso de futurología) me ha gustado. Sólo algunas partes concretas de Retorno de las estrellas me llegaron a agradar, pero con un balance final negativo. ¿Y qué me ha pasado con este Ciberiada? Pues más de lo mismo, sólo que en esta ocasión he acabado lanzando el libro lejos de mí: no podía soportar lo leído y a mi edad ya sé que no debo gastar mi tiempo en algo que no me satisface.

Stanislaw Lem - Ciberiada

Stanislaw Lem – Ciberiada

En esta microrreseña voy a hablar sólo de los tres relatos que he leído… o sufrido.

  1. La primera patada en la boca que me da ‘Expedición primera, o La trampa de Garganciano’ llega en la forma de la frase inicial: se puede decir que estoy ante la antítesis de frase gancho. Por favor, que alguien me mate. Sigo leyendo y descubro que, en vez de cuentos serios, estoy ante una chirigota casi surrealista. Por si alguno aun no lo sabe ese género, en general, no me agrada nada. La narración hace aguas por muchas partes, y al cabo de unas páginas la suspensión de incredulidad salta por los aires. Al final sólo me lo puedo tomar como una fábula medio infantil, tontuna e intrascendente. Versión blanda de En las colinas las ciudades. Del todo prescindible. Le endoso un 3.
  2. Me pongo con ‘Expedición primera A, o el Electrobardo de Trurl’. Sólo puedo definir el cuento como una estupidez de tomo y lomo. Puede que este sinsentido le haga gracia a alguien, pero a mí no. Me parece una absoluta pérdida de tiempo. Tras leer este cuento ya me decido: si el libro sigue por esos derroteros lo lanzo a la basura a la de ya. No puedo ponerle más que 3.
  3. Ahora llega ‘Expedición segunda, o la oferta del rey Cruelio’. De nuevo una chorrada sin sentido. No tiene ni pies ni cabeza. Otro 3 y el libro a tomar por culo.

La media, por decir algo, se queda en 3.

No voy a perder el tiempo con esto. A la porra. Me quedé en la página 66 y no le di más oportunidades. Mi tiempo libre lo quemo con otros entretenimientos, no estos.

Adiós.

AA.VV. – 12 cuentos errantes, 12 autores en tu bolsillo

Hola, culebras.

Ni sé cuánto tiempo llevaba este libro de cuentos en la pila. La verdad es que tampoco tengo claro cómo lo conseguí, pero seguro que no pagando un duro por él. ¿Alguna promo de FNAC? Ni idea.

AA.VV. - 12 cuentos errantes

AA.VV. – 12 cuentos errantes

Pero le ha llegado la hora a este 12 cuentos errantes, 12 autores en tu bolsillo, y he aquí lo que me he encontrado. Al tajo:

  1. De parte de José Donoso (con él empieza la lista de desconocidos, al menos para mí) llega ‘Veraneo’. Empezamos con los a mi entender fallos: el cuento no tiene frase gancho inicial. Para joderlo más aun usa un lenguaje muy (a mi gusto demasiado) suramericano que me chirría. Además la historia en sí no me dice nada de nada. Un 4 y va listo.
  2. Katheryn Mansfield (¿mande?) presenta ‘El viaje’. Está visto que no se van herniar mucho a la hora de escoger los títulos, no. De nuevo sin frase gancho. Al menos la prosa es mucho más visual. Pero empiezo a hartarme de los —mentes. De nuevo estoy ante una historia que no dice nada. La salva el que está narrada (y traducida) mucho mejor que la anterior. Por curiosidad, ¿adónde coño van y de dónde narices salen? ¿Sucede en un ferri entre Inglaterra y una de las islas del canal o quizá la Isla de Mann? Le pongo un 6.
  3. Guillermo Cabrera Infante. Éste sí lo conozco… de oídas. Pero por mucho nombre su cuento ‘Mar, mar, enemigo’ es más de lo mismo. Además, siguiendo lo que me dijeron una vez que nunca hay que hacer, empieza con una descripción. Olé. En un par de ocasiones que mete unos dos puntos de una manera muy mala. Y luego, en una secuencia de descripciones, los usa de nuevo mal en lugar del punto y coma. No llego a comprender cómo siguen ahí esos errores de básica. ¿Dónde se ha metido el editor? En el cuento hay una frase para el recuerdo: ‘siempre junto a él a veces’. Un minuto de silencio para las neuronas caídas en servicio. La introducción al trasfondo de la protagonista resulta confusa, como el general el estilo de la primera mitad del cuento. Más detalles: Anastasia puede hablar mal, a lo indio, pero que los vocativos estén mal puntuados… ¿No había otra manera de indicar que habla mal que no implicara quitar esas comas? Porque la pausa al pronunciar el vocativo la hace sí o sí, seguro. La historia, de nuevo, dice poco o nada. Se lleva un 4.
  4. Jorge Amado no presenta ‘Contrabandista’. Madre mía: de nuevo una frase inicial que no sólo no engancha, sino que rechina. Y ni siquiera ha acabado el primer párrafo cuando ya me encuentro un sujeto separado del verbo con una coma. De puta madre, Jorge, de puta madre. Al menos hemos cuando el autor deja de paz al viejo y al crío y se adentra en los problemas del padre la cosa mejora. Y se agradece: esta historia sí que cuenta algo. El final se hace complaciente, pero bueno: menos da una piedra. Forma mejorable. Un 6.
  5. Otro nombre que me suena: Alfredo Bryce Echenique. Según arranca su ‘Con Jimmy, en Paracas’ la puntuación casi me da una paliza por lo excesiva y mal puesta. Un auténtico horror, en serio. De darle una paliza al autor y al editor. Por no hablar del exceso de seres… El relato sigue y la puntuación no deja de darme patadas en la boca. Mejorable, muy mejorable. ¿Qué decir de la historia? Sencilla. Punto. Detalle chorra: el nombre del título sale demasiado tarde, dejando ‘sin sentido’ casi medio cuento. Un 5.
  6. A Julio Cortazar sí que le conozco, aunque de él he leído muy poco. Esta ‘La isla a mediodía’ la desconocía. Tras leerlo puedo describir el cuento como delicioso… de no ser por el final tramposo y exagerado. La narración envuelve y arrastra. Tiene algunos defectos (repeticiones, seres, algunas mentes) pero en general se disfruta casi de cabo a rabo. Pena de ese párrafo final. Se lleva un muy merecido 9.
  7. Truman Capote. De nombre sí, de lecturas nada de nada. Y tras este ‘Un árbol de noche’ sé que debo leer más de él. El cuento, pese a carecer de frase gancho, cuenta con un bien inicio con descripciones ágiles y efectivas. Otro detalle tonto: o no lo he sabido ver bien o ¿me ha descrito una acondroplásica que estando sentada no llega al suelo pero sin embargo sí a apoyar los pies en el asiento de delante? ¿En serio? ¿Tan juntos están esos asientos? Bah, ni caso. Sigo leyendo y encuentro una prosa deliciosa, fresca y sugerente. Sí, hay varios seres y ese tipo de defectos, pero la fluidez y la agilidad de la manera de narrar hace que se olviden. Pero ¿qué narices es ese final? Por dios, ¿de qué va esto? Vaya manera de joderlo todo. Pese a ello se lleva un 9.
  8. Osvaldo Soriano (¿re—mande?) trae ‘Tribulaciones de un argentino en Los Ángeles’. Se trata de tres mini historias: dos de ellas anodinas y sin interés y sólo la tercera con un poco de gracia. Poca. Al menos están bien escritas. Por ello se llevan bien, aunque el conjunto se merece un 4.
  9. Nunca he leído nada de D. H. Lawrence, pero con este ‘Cosas’ no me incita a descubrir más de él. Haciendo caso omiso de los seres y mentes (joder, ¿en serio cuesta tanto evitarlos?), me recuerda algo al estilo de narrar de Stapledon. Pero a diferencia de con Olaf, aquí el interés por lo narrado decrece y decrece, hasta casi desear del todo al final (que se me hace previsible, cómodo y anodino). Un relato sobre todo para norteamericanos y poco más. Y un nuevo ejemplo de que el realismo me aburre sobremanera. Ale, un 4.
  10. Adolfo Bioy Casares. La trama celeste. Relato que parte del estilo de ‘manuscrito encontrado’. Como el otros casos de narración en primera, el estilo tosco se puede culpar al narrador, no al autor. Historia fantástica pero sin mucha gracia, que da la impresión de estar escrita por alguien que no tiene costumbre de abordar la ciencia ficción. 4.
  11. De José Luis Sampedro sé que murió hace poco, pero no en el ‘Báltico’. En el cuento hay algunas expresiones raras: ‘Hans se adormecía bajo la canción del largo y el aliento del mar libre’. ¿El largo? Me da que se trata de una simple errata: si pones ‘lago’ todo encaja. El estilo mezcla lo poético con imágenes interesantes, lo cual resulta muy agradable. Sin embargo luego uno se topa con secciones torpes repletas de adverbios inútiles. Estamos ante una historia sencilla pero efectiva, que me hace apuntar al autor para futuras lecturas. Le pongo un 8.
  12. De Jack London ya leí hace tiempo, y este ‘En un país lejano’ no defrauda. Los dos nombres de lo protas me llaman la atención: ¿Cuthfert? ¿No se parece mucho a cierto personaje de La Torre Oscura? La narración casi parece el guión de una novela, comprimido y acelerado. Sigo encontrando adverbios y seres que sobran, pero quedan apartados por una muy buena manera de introducir el Norte y lo salvaje. De hecho esos parajes y su clima de convierten en el auténtico protagonista del cuento. Me rindo ante el cuento, sobre todo comparado con la mayoría de los del libro, y le pongo otro 9.

La media me sale de un triste 6. Qué pena de esos cuatros…

Antes de acabar decir que en mi vida he participado sólo en un taller de escritura de relatos. Una de las normas base que decían rezaba más o menos que ‘de la primera depende que el lector siga leyendo o pase a otra cosa’. Pues bien, en general en todos estos cuentos no hay frase gancho. ¿Por qué? Me da que llegado un momento, alcanzado un estatus, un escritor pasa de esa norma. Sabe que le van a editar sí o sí, y lo descuida. Si no, no comprendo la insistencia del maestro y cómo no lo veo plasmado en estos cuentos. Además, en general, veo que los autores famosos de esta recopilación se pasan por los mismísimos los consejos que me dieron en ese taller. Olé.

Adiós.

Gabriel Bermúdez Castillo – Instantes estelares

Hola, culebras.

Segundo libro que leo de Gabriel Bermúdez Castillo. Primero cayó en mis manos El hombre estrella, lectura que me dejó muy frío. Quizá por eso este Instantes estelares lleva mucho, pero mucho, en la pila. Dado que de un tiempo a acá estoy dándole al relato (intentaré regresar a la novela en breve) decidí darle una segunda oportunidad al famoso autor español. Debo decir que empecé a leer este libro pensando que me iba a encontrar con un griHits o algo así, una recopilación de lo mejor del autor. Primer desengaño: el título sólo aduce a un juego de palabras del editor. Mal empezamos. Bueno, pese a ese engaño sigue tratándose de un autor aclamado. A ver qué me depara este libro.

Gabriel Bermúdez Castillo - Instantes estelares

Gabriel Bermúdez Castillo – Instantes estelares

Instantes estelares está constituido por tres novelas cortas. Corrijo: dos novelas cortas más un relato largo. Que no me vendan ‘Un mundo dura mil años’ como novela corta. Bueno, ¿qué me he encontrado?

  1. La primera historia se titula ‘Duerme, querido monstruo’ tras leerla se te queda cara rara. Algo no encaja en la redacción de la que hace gala Gabriel. Su forma de narrar se me hace blanda, demasiado muy formal y (lo que es peor) sin gancho. Quizá la palabra ‘aséptica’ encaja mejor que nada con lo que he sentido. En gran medida me recuerda a la manera de narrar de los autores de la edad dorada de la ciencia ficción, cuando había mucha más mojigatería. La historia está bien, aunque tampoco para tirar cohetes. Un lector de Juez Dredd seguro que le cogerá gusto a cierta sección. Por desgracia esto, más que narrado por Dredd da la impresión de que lo contara un repijo eloi. Vamos, que aunque se describan acontecimientos como la batalla o la a mi gusto inquietante e interesante arquitectura de los barrios bajos, Bermúdez fracasa con su palabrería pedante (por no decir ñoña) a la hora de engancharme. Hubiera hecho falta un lenguaje más directo, más mala baba. Y la obra está escrita en los novena, por dios. ¿Ese hombre no ha leído por ejemplo a King o Barker, como para impregnarse de un estilo más alejado de esa asepsia suya tan de inicios de siglo? Me duele, pero le pongo sólo un 6.
  2. Seguimos con ‘Un mundo dura mil años’. En este cuanto largo sucede casi lo mismo que con el cuento anterior. Sólo que en este caso, además, la historia no atrae nada de nada. A ver si lo consigo explicar lo que me ha pasado. Parece que estamos ante una especie de tour ciego. ¿Ciego? Sí, ciego. El autor se centra en describir la vida del protagonista y algo en sus amigos. Vale, hasta ahí bien. Pero… ¿y el resto? ¿y el mundo que le rodea? Joder, si se ve más el condenado restaurante que todo el resto del entorno. Y eso que de repente, sin haber siquiera vislumbrado nada de ese mundo, el autor nos suelta que deben irse de ese mundo porque está agotado, devastado. ¿Perdón? ¡Llevo medio relato y no se ha visto nada de eso por ningún lado! Vamos, que nos lo tenemos que creer. Así, a ciegas. De repente nos habla de la presunta huida de miles de millones de personas hacia un vergel porque ‘aquí están las cosas muy mal’. Coño, déjame de discursos televisados y muéstramelo, joder, que para eso eres el autor. Pero no. En ningún momento vemos ese planeta tan jodido. El pijazo del protagonista tiene su crisis de identidad, su momento de rebeldía, etc. pero ¿dónde cojones está ese mundo agonizante? En ningún condenado lado. Casi se describe más el nuevo mundo destino que ese tan chingo del que huyen. Tócate los cojones. Todo un acto de fe, una huida hacia delante a lo ciego. En serio: ¿cómo pretende el autor argumentar el desenlace sin haber mostrado nada de nada? ¿Debemos tener fe en sus palabras? ¿Se trata de un nuevo estilo de literatura, la narración ‘antidescriptiva’? Cuanto más escribo esta reseña más me cabreo y más ganas me dan de bajar la nota a este relato. Menos mal que me voy a obligar a mantener la que le puse en cuanto llegué a la última página. Otro detalle: no sé si considerar increíble o vergonzoso que este texto (este bodrio tramposo) acabara como finalista del premio Alberto Magno 1991. Vamos a ver: o ese año el nivel era muy malo (no me puedo imaginar al resto de participantes para que esto quedara como quedó), o… mejor no digo lo que se me ocurre, que supondría poner a bajar de un burro a los organizadores del certamen. Un 4, le pongo un 4 y porque me estoy conteniendo. Pedazo basura. Menos mal que era con diferencia la narración más corta. ¡Siguiente, por favor!
  3. Llegamos a ‘Un mundo sin dioses’ y seguimos con ese estilo narrativo aburrido y plano. Bostezo según leo. Lo juro. En esta historia parece que Bermúdez ha dicho eso de ‘¿y si aplico la Tercera Ley de Clarke y les pongo a todos estos cavernícolas la magia de la tecnología moderna?’. Pues dicho y hecho: vivamos cómo los pobres del Medievo se enfrentan a una tecnología kitsch. Parece saca de un relato de los años treinta, no de los noventa. Empiezo a dudar de que Bermúdez de verdad hubiera escrito esto a finales del siglo XX y no lo hubiera sacado del cajón de sus primeras obras, allá por antes de la Guerra Civil (sarcasmo). Al mismo tiempo que me venía al recuerdo la Tercera de Clarke me acosaba de Que no desciendan las tinieblas (L. Sprague de Camp), con su lucha por imponer a toda velocidad una tecnología anacrónica. Y en el tema de la tecnología mejor no hablar. Joder, ¿en serio que no se le ocurrió algo mejor que meter walkie talkies (sic)? O telegrafía por hilos, o informes en papel. ¡Informes en papel! Eso proviniendo de una civilización galáctica. Por dios, qué falta de miras. Que vives en los noventa, Bermúdez, como para seguir anclado en los talkies o las reglas de cálculo (porque sólo le ha faltado nombrarlas). Para más inri en esta novelita se acumulan las expresiones raras. En los dos relatos anteriores ya se notaba ese defecto, pero aquí el tema clama al cielo. Ese ‘trataron de acogerse a las murallas’… ¿Revisión de estilo? ¿Qué cojones es eso? Volcamos el archivo del autor tal cual y a tomar por saco. Qué pena. A veces da la impresión de que estamos ante un texto traducido (y traducido con torpeza) en vez de ante en lengua materna. Y mejor no fijarse en la manera de hablar de los personajes, porque te puedes poner a llorar: parecen sacados de novelas de fantasía heroica. Ale, que sí, que en ese mundo de un ¿futuro lejano? les ha dado por expresarse así. Lo medieval mola. Acepto barco como animal acuático. A tomar por saco. La historia fluye sin apenas giros de guión. Eso no estaría nada mal si al menos hubiera un mínimo sentido de la maravilla. Pero tampoco hay nada de eso. Además la premisa final del cuento no me cuadra nada: ¿hay suficiente abanico de objetivos como para que sea factible lo que dicen? Se me hace muy difícil verlo. Sólo la inercia me ha hecho de acabar el libro. Ale, un 5 y va que chuta.

Qué éxito, Gabriel. De nota media me sale un 5 raspado. Joder con los Instantes estelares. ¿Cómo serán los del agujero negro? Está visto que sigue sin atraerme nada Bermúdez. ¿Leeré alguna vez algo más de él? Me voy a callar, más que nada por eso de ‘este cura no es mi padre’.

Adiós.

PD: Shin Chan no está, Shin Chan ha desaparecido. ¿Dónde estás, Shin Chan? Me informan que has muerto en acto de servicio, en la garras de una bestia gruñona e incontrolable. Por ahora, y a la espera de un sucesor más idóneo, te he puesto un sustituto temporal salido de una tumba sin nombre.