Archivo mensual: enero 2016

Stephen King – La invocación

Hola, culebras.

Toca comentario exprés porque carezco de tiempo incluso para estas reseñas. Ale, reseña rapidita, poco menos que a vuelapluma. Lo digo por las posibles faltas de ortografía. Quien las encuentre y la quiera resaltar gracias. Quien se base en ellas para atacarme 😛 ya sabe lo que tiene que hacer: el mundo ‘del interné de las cosas’ es muy grande así que ¡pista!

¿Qué decir de La invocación? Tras un inicio de la saga con evidentes altibajos este segundo volumen tiene su parte de cal y de arena. Hay luces y sombras, si bien las luces predominan sobre las sombras.

Vamos al asunto.

Stephen King - La invocación (LTO II)

Stephen King – La invocación (LTO II)

Las sombras se centran sobre todo en algo que a veces se me ha hecho poco menos que insufrible: los odiosos adverbios modales. Veo que incluso en su etapa madura, cuando ya no podía escudarse en su bisoñez, King seguía fallando en esto. Se me hace extraño leer cómo no es capaz de aplicar su propia regla. ¿Estamos ante un clamoroso caso de ‘en casa de herrero cuchillo de palo’? A mí más bien me da la impresión de un texto a veces poco revisado, en el que el editor –ávido de sacar a la venta un nuevo volumen de King– no se ha preocupado mucho de ese detalle. Al fin y al cabo a esas alturas de su carrera literaria ya vendía bien todo lo que escribía: aun le quedaban años para adentrarse en esa triste época en la que incluso sus notas del baño mientras cagaba se las publicaban (y cierta sección del público las alababa), pero apuntaba maneras. A mí no me paga ni el editor, ni una revista ni el autor para hacer una reseña positiva por fuerza (para eso ya hay por ahí cientos de lameculos que no voy a nombras, por mucho nombre que me venga a la mente. Uno de ellos quedó descubierto, y el valor de su palabra y/o criterio literario quedo por los suelos, al recomendar leer cierta obra), así que digo lo que pienso: los odiosos adverbios modales aparecen demasiado y en demasiadas ocasiones ensucian el texto. Tanto que a veces me poco menos que me han entrado nauseas.

Pero la sangre no ha llegado al río, o el vómito no se me ha derramado garganta afuera. ¿Por qué? Pues porque si la obra falla en la forma (y en ocasiones de manera vergonzante, como he dicho), en el fondo no se le puede sacar el menor defecto. Ya le gustaría a muchos autores actuales, afamados o no (lo siento pero como contraejemplo tengo que poner a dos que me causaron singular disgusto. Aunque quizá, por eso de que no se diga que sólo ataco sólo a lo patrio o a lo ‘menor’, nombro a un tercero moderno y a un cuarto clásico), poseer ese manejo de los personajes así poder dotar a sus trabajos de semejante ritmo e intensidad.

El libro no se lee. Ni siquiera se devora: las páginas se convierten en una puta droga que hay que aplicarse día tras día. Leyendo este La invocación uno se ve arrastrado por el auténtico poder de la narración. Casi se diría que duele alejarse del texto. Hay que hacer cosas, no todo es leer y leer. Pero, la verdad, cuesta apartarse de esta obra.

La manera en que descubrimos a Eddie y nos hacemos unos con él debería entrar en los libros de texto de análisis literario: King, con dos personajes tan dispares, consigue que nos impliquemos en ellos de una manera perfecta. Rolando y su pasado ya lo describió en el libro anterior, en éste lo enfrenta a poco menos su antítesis. Podemos sentir y conocer a Eddie de una manera íntima, marca de la casa de King. Ambos personajes, poco menos que antagónicos, engendran unas sinergias que obligan al lector a seguir y seguir leyendo.

La entrada en escena de Odetta/Detta supone una ligera bajada del nivel: el personaje se me hace un poco demasiado forzado. No sólo por la invalidez (sigo pensando que una persona con ese problema tendría serias dificultades en un mundo como el de Rolando, aunque sólo se tenga en cuenta en el aspecto de movimiento) sino por lo exagerado de su psique. En esa exageración el autor pretende presentarnos un conflicto y un triunfo de la nueva protagonista, pero mientras lo leía me envolvía abandonarme una sensación de artificiosidad. No hace falta semejante cristo para añadir una dama de las sombras, King. Además me ha dado la impresión de que Odetta queda desdibujada en comparación con la arrolladora personalidad de Detta. Algo que no acaba de cuadrar con la final invocación de Susannah: de verdad no hay unión de personalidades, sino un rebautizo de Odetta en Susannah, con Detta convertida en ‘recurso para luego’.

Pero pese a todo King logra tejer una tensión en esa segunda parte que incita a leer y leer sin parar. ¿Cómo lo logra? Mezclando la resolución de problema de Detta con la del tercero en discordia: el señor Mort.

Hay que admitirlo: en la tercera parte King demuestra su gusto (algo que nunca ha negado) por las historias del oeste. En esta tercera parte enlaza con la primera de una manera sorprendente para el lector: de repente nos encontramos de nuevo con Jake, el chico. Este en apariencia hombre gris, de apellido tan mortal, se revela como un factor de importancia tanto en la vida de Odetta como en la de Jake… y de paso, a través de la no–acción, en la Rolando.

Si en la primera obra se adivinaba la existencia de viajes entre planos de realidad en esta segunda esa sospecha se confirma. A ella hay que añadir los lazos temporales, vínculos de causalidad que encadenan las vidas de los protagonistas. De esa manera empezamos a intuir (todavía no me atrevo a decir ‘ver’) que King tiene preparado una enorme y basta red de relaciones. La búsqueda de la torre no se limita a ‘voy para adelante’ sino que se complica en un juego de poderes y personalidades que la engrandecen… y que la hacen peligrar en lo referente a lograr una resolución válida y satisfactoria. En mente de todos está el ‘hacer un Perdidos’. Y sabemos de sobra que el señor King suele fallar de manera estrepitosa en las resoluciones sus novelas. Pero hasta llegar a ese punto final de la búsqueda todavía queda mucho.

La historia de Jack Mort, como he dicho, acaba convirtiéndose en un western en toda regla: lectura rápida y adictiva. Bueno. Pero buenobuenobueno. El relato de paso sirve de contraste entre el mundo de Rolando (y su manera de actuar) y el nuestro. Resulta interesante la comparativa que el autor hace en lo relativo a la manera de entender la justicia y el actuar los alguaciles. Por lado tenemos los modales duros pero al mismo tiempo caballerescos de Rolando, por otro los descuidados, blandos y a veces asesinos de los policías del nuestro, agentes que han olvidado el rostro de su padre, que diría el Pistolero.

En conjunto las tres historias conforman un tríptico absorbente. Una lectura poco menos que obligatoria para todo amante del género fantástico, así como muy recomendable para todo aquel que desee conocer no sólo a King, sino cómo manejar una obra coral.

Una pena esos defectos formales (sigo pensando que se trata de una falta de revisión), que me obligan a puntuar con un 8 algo que muy bien se hubiera llevado un 9. Lo dicho: una pena.

Adiós.

George Orwell – Homenaje a Cataluña

Hola, culebras.

Segundo libro que leo tanto de Orwell como de la Guerra Civil Española.

Me estrené con Orwell, cómo no, a través de 1984. Ese libro me supuso mi primera experiencia de ‘no me gusta lo que leo mientras lo leo pero de repente, al acabarlo, miro atrás y me quedo embobado’. No sé por qué me pasó eso (no disfrutar de la lectura a casi todo lo largo de la obra) y de repente, cuando lo cierro, ¡chas! me sorprendo con la densidad de lo leído, el mensaje que dirige… y con que me gusta. Sí, suena raro, ni yo mismo lo puedo explicar. Me limito a decir lo que me pasó. Sé que en un momento u otro volveré a leer 1984, para ver si se repite esa sensación.

Acerca de mi primer libro sobre la Guerra Civil Española ya hablé hace unas semanas, y no me voy a repetir.

Este Homenaje a Cataluña mezcla ambas cosas, lo novelesco y lo didáctico (en el sentido de conocer un poco más ese episodio de nuestra historia). Pero la mano de Orwell, sin lugar dudas, a la hora de narrar supera a Preston. Allí donde el historiador se hacía árido y esquemático, sin alma, Orwell demuestra una capacidad narrativa envidiable. Pero, a ver, que a un historiador no se le puede exigir una calidad literaria semejante a la un literato de la talla de Orwell.

George Orwell - Homenaje a Cataluña

George Orwell – Homenaje a Cataluña

El inglés, mediante una narración ligera pero exenta de potencia, nos muestra en primera persona su experiencia en el bando republicano. Nos describe las penurias del frente de Aragón de una manera mucho más vivida que la que aparecía en el libro de Preston. Con éste sabíamos de los graves problemas de desabastecimiento, de la penosa formación de los soldados, de las inclemencias que soportaron (ambos bandos, eso hay que decirlo). Pero con Orwell todo ello se magnifica, mostrándonos de una manera directa y detallista (si bien sin llegar al extremo de lo minucioso de un Stephen King) esas penurias.

La guerra que nos muestra Orwell tiene mucho, por no decir todo, de tragicomedia. Resulta triste, cuando no hilarante. Esos adiestramientos a base sólo de pasear porque carecían de armas con las que aprender a disparar poseen un patetismo absoluto: mandar al frente a gente que tiene ni idea de lo que implica un arma de fuego. Los chiquillos que llegaban al frente, por muy emocionados y llenos de energía que estuvieran, no dejaban de ser críos. ¿Qué sentido tiene mandar a ‘la guerra’ a chavales de quince años o menos? Y que además no tienen ni idea de disparar… Una locura absoluta.

Por fortuna para algunos de ellos les esperaba un frente esperpéntico. La ¿actividad? bélica en esos frentes de Huesca y Zaragoza rozaba casi el sainete. La inadecuación de las armas (algunas de ellas del siglo anterior), muchas en un estado pésimo, hacía que casi hubiera más bajas por accidentes que por fuego enemigo. Ese ‘combate’ poseía cierto toque que muy bien podría haber inspirado La vaquilla de Berlanga. La anécdota (el autor no la confirma pero, en vista de lo que ocurría por allí, no se me hace del todo imposible) del obús con apodo lanzado de un bando a otro sin que acabara de estallar roza lo surrealista… a lo puro Monty Python.

Los niveles de patetismo se superan, llegando a resultar tristes, pero muy tristes, al narrar la guerra civil sucedida en Barcelona tras el 1º de Mayo del 37. Se me ha hecho en especial patético ver cómo el espíritu anarquista desapareció en pocos meses para dejar de nuevo sitio al burgués. Ese cambio radical, del igualitarismo a la diferenciación de clases, sucedió en el tiempo que estuvo Orwell en el frente: tres meses. Pero lo peor no es eso, sino la forma en que mientras eso ocurría las rivalidades entre facciones de un mismo bando (comunistas frente a anarquistas) derivaban en lucha armada, sin sentido y más fratricida que nunca. Lucha armada auspiciada, según se lee, por el propio gobierno regionalista catalán que no dejaba de ser –como ahora– otro movimiento burgués.

Nota 100% personal: hablando desde mi ignorancia, en esos momentos creo que hubiera sido lo mejor apoyar a la facción de la CNT que apoyaba el ‘posibilismo’ y poner en suspenso la revolución proletaria hasta la victoria contra los rebeldes. Una vez vencidos ya habría tiempo de implantar y fortalecer esa revolución proletaria tan prometedora de la que Orwell fue testigo en su primera visita a Barcelona. Pero claro, qué fácil resulta hablar a toro pasado…

No voy a decir más de los hechos narrados, dejándolos a quien los quiera descubrir. Sólo decir una cosa: emociona mucho esa primera Barcelona que descubre Orwell. Y dejo bien claro que hablo de la primera.

La manera en que Orwell escribe te obliga a leer y leer. Ya te puede gustar más o menos el tema, puedes apoyar a los rebeldes ‘que querían salvar la patria del demonio del comunismo’ o bien estar del lado de las personas que, en el colmo del anarquismo y el igualitarismo, llegan a eliminar el servilismo inherente al escalafón militar. Porque Orwell muestra la pasión del protagonista, que lejos de un texto académico o frío (sí, me refiero al libro de Preston), entra a describir lo cotidiano mostrando tanto las miserias como las luces de lo que vio.

La edición que me han dejado tiene algunas pequeñas erratas, pero en general no molestan. Orwell usa un estilo narrativo llano, si bien con algunos defectos: respeto a los adverbios me remito a lo dicho por King; al abuso del verbo comodín ‘ser’ (a ver si me topo con un texto que lo use sin abusar) me remito a lo dicho en mis reglas.

En definitiva, ya para no enrollarme más, al libro le pongo un 7.

Un saludo.