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El VICIO, con mayúsculas.

David Mitchell – El atlas de las nubes

Hola, culebras.

Puf. Más de un mes desde la anterior entrada. Cosas de mi síndrome de velocidad de lectura decreciente.

Descubrí El atlas de las nubes (David Mitchell) a través de una sesión de cine nocturna: llegué a casa y cambiando de canales me encontré con una película ya empezada. Me puse a verla, aunque la información del canal decía que ya había avanzado en sus ¾ partes. Pese a ello lo que vi me llamó la atención, más que nada porque no pude hilvanar un argumento: parecía un batiburrillo de historias, cada una de su padre y de su madre y en tiempos muy separados. La peli acabó y me quedé con cara de tonto, sin saber lo que había visto.

Hasta que bastante después me encontré con este libro. Al parecer la crítica lo describía como todo un nuevo clásico, una obra enorme y de gran riqueza.

Bien, ya lo he leído. ¿Y?

De entrada voy a hablar del estilo. O mejor dicho del arte de escribir que demuestra David Mitchell. Leerle resulta un placer casi inenarrable :P, sobre todo si se compara con el estilo torpe de Brunner (sí, novedoso y transgresor en su momento con esa manera de dividir la novela, y el concepto de novela río de implacable efectividad. Pero insisto, en cuanto a estilo –lirismo, o poder evocador– a Brunner sólo se puede describir como muy limitado). Allí donde el americano no destaca con las descripciones o el lirismo Mitchell apabulla. Así de sencillo: hay secciones de un gusto romántico (sobre todo las de los dos primeros protagonistas) cuya lectura resulta una delicia. Por desgracia ese estilo casi lujurioso se va perdiendo a medida que la novela avanza: el corte en la sección de Luisa Rey sólo se puede describir como radical. Luego regresado un poco con Timothy, para acabar convirtiéndose en uno plano por momentos en el caso de Somni y directamente (sí, he soltado uno) artificioso en Zachry. El estilo del libro se vuelve más y más pesado, aburrido, a medida que avanzaba, coincidiendo con esos cambios de narrador. ¿Acaso quiere el autor volver anodino el libro de manera premeditada? O a lo mejor todo se debe a que mis gustos por un estilo literario ya en desuso.

De una manera u otra ese cambio en el estilo ha afectado a mi lectura (eso y al sufrir una operación entre medias). Por alguna razón, a saber si como efectos de la droga (léase efectos euforizantes de la anestesia) he encontrado mucho más interesante e instructivo agarrar Fundamentos de física, de Richard Wolfson y Andrew F. Rex, que retomar el libro de Mitchell. Pero al final me he obligado a acabar con El atlas. Y en esto ya entro en harina y hablo del fondo del libro.

Yo, tonto de mí, pensaba que a lo largo de la narración las tramas se iban a entrelazar, a formar un todo. Incluso en un principio se me ocurrió que se trataría de una narración circular, enlazando la narración de Adam con la Zachry a través de algún efecto de viaje en el tiempo o similar (cosas de intentar ver relaciones entre los Moriori y la tribu de Zachry). Pero no. Nada de nada. La reiterada alusión a cierto antojo, ni la repetición de ‘el mapa de las nubes’ como concepto/creación, no sirven para unificar el texto. Las seis narraciones se convierten en historias autoconcluyentes e independientes con una muy leve relación entre sí. ¿Se trata de la historia de la evolución de una única alma a través de varias ‘reencarnaciones’? ¿Quizá de mostrarnos la evolución del concepto de rebeldía y anhelo de justicia, desde la torpe e inocente actitud de Adam a la involuntaria pero activa de Somni? De ser eso, ¿entonces qué sentido tiene el epílogo de Zachry, un ejemplo de involución en lo relativo a los personajes? ¿O el caso de Timothy, una especie de sainete con un final muy inglés? Además ¿evolución del alma? Pero si Somni es el enésimo fruto de un experimento genético, algo por completo ajeno al concepto de alma, y que como mucho tiene algo que ver con el tema de fondo de Un mundo feliz de Huxley.

En algún lugar leí un comentario de alguien que decía se trataba de seis novelas independientes que el autor logró engarzar y sacó con ellas este El atlas de las nubes. Cada vez que pienso estoy más convencido de lo acerado de ese comentario. El atlas de las nubes empieza y te lleva en un viaje por momentos delicioso –por momentos soporífero– hacia ninguna parte concreta. El crecimiento de esa alma se resume en un fracaso de nombre Zachry. ¿Eso pretende decir el autor, que todos los esfuerzos por mejorar pueden acabar arrasados por los maoríes de turno? Muchas páginas para eso, creo yo.

Dé que no se trata de una colección de relatos pero voy a dar puntuaciones independientes a cada historia:

  1. El diario de Adam Ewing: 7. Buen arranque (historia de corte decimonónico en formato diario, algo muy a mi gusto), pero decae con un final demasiado descompensado. Un final, además, reventado por otro de los protagonistas del libro. Me tiré un buen tiempo diciéndome eso de ‘que no sea, que no sea, que no sea’.
  2. Las cartas de Robert Frobisher: 8. La mejor narración, tanto en cuanto a estilo como a fondo. De nuevo el estilo diario me parece un acierto.
  3. La investigación de Luisa Rey: 6. El género negro nunca me ha gustado, y este texto no se escapa a ello. Estilo plano y aburrido en plan “vamos pa’lante”.
  4. La movidilla de Timothy Cavendish: 5. Si la parte inicial se me ha hecho algo curiosa por lo de la terraza y la manera de componer al protagonista, luego decae en una aventurilla de extrarradio. Supongo que la dosis de crítica (algo errantica) al sistema inglés a un nativo le dirá algo; a mí no. El texto acaba en un sainete senil. Poco antes de ese momento empecé a ver la película.
  5. El descubrimiento de Somni: 7. Una especie de sí pero no. La distopía con matices orwellianos y de Neal Stephenson (con mucha sorna en lo relativo a la elección del lugar, Corea) avanza sin mucha gracia, nada que ver con la narración de Robert. Y es que el ciberpum de conspiraciones (como hijo de la novela negra) no me atrae casi A mi entender resultan más interesantes las descripciones del mundo, junto a lo que se deduce de sus detalles, y la sociopolítica de fondo que la propia historia de Somni.
  6. Las andanzas de Zachry: 6. La debacle en cuanto a argumento. Si con Somni parecía conseguirse ‘algo’, al menos en lo relativo a trasfondo social, luego llega este escenario y lo tira todo por los suelos. Con esta narración queda claro que la evolución de personajes (observador crítico – rebelde creativo – rebelde divulgativo – revolucionario de geriátrico – revolucionario social) no ha valido para nada y nos vemos arrojados a un círculo. No se trata de una relación directa con los Moriori pero algo hay de ello. Un anticlímax en toda regla. El lenguaje degradado acentúa la degeneración de la historia, sumergiéndonos en un ‘todos estos esfuerzos para nada’. Triste y duro, lo que no estaría mal de no ser porque se me hace demasiado largo, así como por momentos aburrido y artificioso. ¿A qué me refiero? A la visión y la ‘presencia’ del diablo: me sobran y sólo sirven para alargar una historia que podía quedar con facilidad en la mitad de palabras.

Todo eso da una media de 6,5.

Quiero incidir en un detalle: el antojo. Con él el autor creo que intenta dar a entender que sucede una especie de reencarnación, a través de la cual evoluciona ‘el alma del protagonista’, el auténtico eje de la novela. Pero la idea de una evolución más o menos lineal del alma se la carga el propio autor cuando le empiezan a explicar a Somni el motivo de su existencia. Sin ella ¿qué nos queda? Pues lo que dijo alguien: un sexteto de relatos independientes reescritos de tal manera que con detalles incidentales hacen un apaño de historia común.

En definitiva, como fix up no está mal, pero dista mucho de la perfección… y de resultar tan entretenido como otros que ahora mismo me vienen a la cabeza. ¿Película de esto? En serio, cada vez entiendo menos ese mundillo de los editores/productores, y en base a qué toman las decisiones.

Chao.

John Brunner – Órbita inestable

Hola, hola, culebras.

Pues con este Órbita inestable acabo la llamada ‘Trilogía del Desastre’ de John Brunner. Quien quiera saber lo que opiné de los otros dos volúmenes aquí tiene mis comentarios.

De este Órbita inestable puedo (más bien debo) decir que se trata del peor de la trilogía. La manera de fluir la historia no difiere de los otros dos: historias en principio más o menos separadas que acaban enfocando a un mismo desenlace. Sin embargo en este caso el abanico al final se concentra en un único punto que cierra la historia, y lo hace de una manera esperanzadora. Esto supone toda una novedad: en los otros dos libros la conclusión era más o menos tremendista y negativa, sobre todo en el magistral y contundente Rebaño ciego.

El libro contiene varias imágenes poderosas, como lo relativo a la normalización del uso de drogas y la sistematización de la paranoia y la agresividad racial, pero en conjunto no posee la misma fuerza que su inmediata sucesora (Rebaño ciego). Pese a ello algunas de las profecías le dejan a uno de piedra por lo acertadas. Uno de esos casos es el de la descripción las relaciones sociales de los adolescentes, en concreto el uso de las redes sociales. Hay que recordar que el libro tiene fecha de 1969, a años luz de la existencia de internet, por no decir de whatsapp, twitter, facebook y otras redes sociales. Pese a ello Brunner describe comportamientos que por desgracia están sucediendo a día de hoy: ese preferir la presencia electrónica a la física, las equivocas relaciones electrónicas, el sentirse perdido en un mundo aislado pese a las posibilidades de la telecomunicación, etc. Sólo por ello este libro creo que se merecería un estudio detallado.

Pese a sus aciertos el libro tiene sombras, y no pocas. Algunas escenas se desarrollan de un modo demasiado confuso. Sí, algunas de ellas tratan con aspectos de la psicodelia y la experimentación mental, pero así la manera de expresarse del autor (con un abuso de las frases largas y subordinadas) las vuelve demasiado confusas. Un ejemplo claro de ello lo tenemos en la escena de ‘el hombre de siete cerebros’. La manera en la que intercala las sensaciones de Lyla con lo que sucede en la sala, aparte de que a veces ‘se olvida’ del resto de actores, hace que la escena se haga inacabable y pesado por liosa.

Hablando de Lyla. Si los otros dos libros destacaban por su aplastante racionalidad y plausibilidad, en este Órbita inestable nos encontramos con la aparición de poderes que podrían definirse parafísicos o místicos. Un ejemplo claro está en las pitonisas, pero el más chocante e increíble se descubre al final del libro. Tal injerencia de lo fantasioso a mi entender arruina la historia.

De estilo poco puedo decir. O poco bueno. Como ya he dicho antes, Brunner abusa de las construcciones enrevesadas, de las frases inacabables en las que demasiado a menudo no acabas sabiendo bien lo que quiere decir. ¿Culpa del traductor? Me da que no. Luego está la horrible proliferación de –mentes. En algunos párrafos resulta en extremo dolorosa.

Sin duda en este libro Brunner no tuvo el menor interés en mantener un mínimo de calidad de estilo, al menos en lo relativo a la sintaxis pura y dura. Porque sin embargo se mantiene fiel al estilo novedoso (en su día para mí, cuando leí Todos sobre Zanzibar) de la agrupación de los episodios en torno a títulos, a veces entradillas, llenas de sorna y significado. Para saber más de ese estilo dejo un enlace que lo explica mejor que yo.

En definitiva, una buena lectura que queda eclipsada por las anteriores. El libro se lleva un 6, y para quien no las conozca creo que supone toda una invitación a leer los otros dos volúmenes de la trilogía.

Una saludo.

 

PD: Sí, por supuesto que el libro encaja muy bien en el clima social norteamericano de estos días, eso de policías-blancos-matando-negros-sin-motivo-y-negros-matando-polícias-blancos-como-venganza.  Pero bueno, esa es la mierda de ese país de mierda. Ahí se les atragante, ciegos que no ven los que se les avecina ni aunque se lo tatúen en la frente.

Gabriel García Márquez – El coronel no tiene quien le escriba

Hola, culebrillas.

Lo que dije el otro día: tras LTO debía leer o cifi dura o algo en español. Al encontrar este micro libro dando vueltas por casa me lo dejó muy claro, así que me adentré por segunda vez en la obra de Gabo. A por El coronel no tiene quien le escriba.

Nota inicial: me ha llamado la atención que dos historias que leo de Gabo, dos historias que empiezan con un entierro. Casualidad, supongo. Aunque tengo pendiente la lectura de Cien años de soledad. ¿Cómo empezará? ¿Otro entierro?

Para empezar he de decir que da gusto leer algo no traducido, tener la certeza de que el traductor no ha jodido el texto original. Aquí lo que se lee es lo que el autor quiso decir, y punto. Y Gabo habla de una manera hermosa, sí señor.


La forma de esta novela corta/cuento largo supone toda una delicia en comparación a textos como los que he leído en estos últimos meses: no, King no destaca como autor ‘de estilo’, la verdad. Allí donde el de Maine muchas veces (quizá demasiadas) cuenta, el señor Gabo muestra. Además lo hace soltando de vez en cuando auténticas perlas, como cuando describe la forma en que el relámpago y el trueno irrumpen en el dormitorio de la pareja. Una auténtica delicia, un párrafo para enmarcar y del que aprender.

Pero por supuesto Gabo también tiene sus peros: que de vez en cuando se le va la –mente; otras veces se le van las palabras y, al intentar crear algo bello, acaba volviéndose confuso. El uso de la elipsis, quizá exagerado, no ayuda en ese aspecto… aunque a base de sacar deducciones y darle la vuelta a lo leído todo queda más o menos claro. Incluso lo imposible.

Lo imposible.

Sí, en este cuento rural y deprimente también tiene cabida lo imposible, lo irracional. Lo hace en forma de las cartas clandestinas de Agustín. Ese detalle al principio desconcierta, pero cuando la situación se repite uno se rinde a la evidencia: está ante una muestra de eso llamado realismo mágico que Gabo desarrolló. Por desgracia nunca se sabe nada más de ellas: las cartas existen, tienen suficiente peso/realidad como para que la policía detenga a sus poseedores, y punto.

Más allá de ese detalle de fantasía, una simple pincelada, El coronel no tiene quien le escriba se encuadra en lo costumbrista y duro. La historia narra la miseria y la desesperación de una pareja anciana y paupérrima: él, coronel retirado (individuo que, en contra de lo que se pensaría al conocer su rango militar, se muestra pusilánime y tímido), espera con una paciencia bíblica una carta que marcará la llegada de su paga de jubilación; su mujer, mucho más dura y realista, trata de sembrar la cordura y el sentido común en su marido. Junto a ellos descubrimos al médico (auténtico Mercurio, propagando las nuevas internas y del extranjero), al potentado (que a base de juegos políticos y una moral blanda ha amasado su fortuna), a los excompañeros del hijo muerto, al jodido gallo (la emplumada promesa de prosperidad, un detalle casi berlanguiano). Y con todo ello, macerando la tragedia, el paso del tiempo. El transcurrir de los meses se equipara casi a una sentencia de muerte: la pareja debe esperar a la llegada de la temporada de las peleas de gallos, aguantando como sea, incluso comiendo…

Hay que decirlo bien claro: qué final más bueno. Pero bueno de verdad, sobre todo viniendo de un personaje cuyos zapatos nunca han oído algo similar. Chapó.

Realista y duro relato. Aunque a mi gusto se queda ‘en poco’. Como me ocurre con esto del realismo/costumbrismo, echo de menos una trama, un esquema de inicio, nudo, desarrollo, nudo, resolución. La narración de desgracias/vivencias, sin más, no me engancha tanto como otro tipo de tramas. Además ésta se me hace algo apresurada: las sucesivas elipsis hacen que pasajes con posible miga queden algo descafeinados. Creo que la historia hubiera ganado mucho con el doble de palabras, incluso sin el esquema de tres actos. Algo más como Amor en los tiempos.

Pero, aun con esos defectos, está muy bien narrado, leñe. Eso hace que el cuento se merezca un 7. Y seguir leyendo más de Gabo, por si alguno lo duda.

Adiós.

Stephen King – La torre oscura

Hola, ofidios.

Pozí, se acabó lo que se daba: he terminado de leer la saga de LTO. Con esta La torre oscura se acabó lo que se daba. Con ello el señor King ya puede descansar diciendo ‘he acabado’. Ale, listo.

Stephen King - La torre oscura

Stephen King – La torre oscura


A lo largo de sus páginas el libro se convierte en una especie de tour de force en el que el autor parece tener prisa por acabar. De hecho esas prisas suponen meter mucho más en este libro que en otros. En efecto, en esas mil páginas hay suficiente como para dividirla sin problema en por lo menos tres novelas: Nacimiento, Destrucción y Llegada, por ponerlas tres motes. Si King hubiera usado la técnica de Lobos de Calla o de Canción de Susannah tendríamos tres novelas más, cada cual de seiscientas páginas, por lo menos. Pero no, el abuelo King tenía miedo de no acabarla y pone toda la carne en el fuego en esta novela. Por desagracia eso supone que la obra quede descompensada, un texto enorme y de narración acelerada. Nota: lo de ‘acelerado’ para King siempre debe ir entrecomillado; en él ‘acelerado’ equivale a que lo que otro autor narra en una página él lo hace en diez en vez de en treinta.

Pero las prisas nunca son buenas consejeras. ¿En qué se nota eso? Sólo voy a dar un nombre de algo que queda infrautilizado debido a ellas: el hijo de dos padres y dos madres. Vaya desperdicio, por dios.

Aunque leyendo estos dos párrafos casi se puede pensar que la novela no me ha gustado: nada más lejos de la realidad. La he disfrutado de cabo a rabo… lo que no quiere decir que no tenga su enorme puñado de errores, la mayoría de ellos debidos a ese apresuramiento. Unas prisas que se hacen muy cabreantes sobre todo en el tema del estilo: estoy seguro al 90% de que algunos párrafos King no los ha revisado ni una sola vez. Repeticiones de palabras que resultan cacofónicas, párrafos sembrados de ‘seres’, construcciones que obligan a una segunda lectura… Y eso por no mencionar extrañas mediciones que me hacen pensar que el autor ha usado yardas/pies/pulgadas y que al traducirlas, en vez de dejar las medidas en esas unidades las han pasado al sistema métrico. Señores traductores, si el autor dice que algo está a 150 yardas (usando el número redondo para dar una sensación de imprecisión, de algo calculado a ojo de buen cubero) no se les ocurra decir que ese alfo está a 137 metros. ¿Qué cojones de aproximación es 137? 137 es un número concreto, el que va entre 136 y el 138, no una aproximación ni una valoración estimativa. El caso concreto que ahora recuerdo y me revuelve las tripas: ¿qué es esa mierda de que ‘Susannah calcula que Rolando tiene 182 centímetros de estatura’? Joder: Susannah estima que el pistolero mide seis pies de alto. Seis pies. Punto. Seis putos pies, traductores de los cojones. Nos gustará más o menos el sistema de medida inglés, pero no traiciones al autor de esa manera tan cutre distorsionando de manera innecesaria su obra.

Dejemos en paz a los traductores traidores y sigamos con la novela.

Prisas, mucho que contar, todo arrejuntao en casi mil páginas. ¿Resultado? Pues un sabor agridulce, por desgracia. No sólo por el simple hecho de que se haya acabado, sino porque esta novela final de la saga demuestra al mismo tiempo las luces y las sombras de King.

Las luces brillan con una intensidad abrumadora: la manera en la que el autor te envuelve con sus palabras haciéndote no sólo ver sino saborear la historia es una marca de la casa. Lo que en otros autores se podría calificar como paja insustancial él, con su forma de narrar, hace que se disfrute de cabo a rabo. Incluso ese mamotreto sobredimensionado Mago y cristal, una novela que sigo pensando que sobra en la saga (o que esas mil páginas se hubieran podido destinar a algo mejor que esa historia de amor), se hace agradable a la lectura. La eficiencia en las descripciones de los personajes, así la capacidad de aportar pinceladas precisas y duras al mismo tiempo que desenfadas, no defrauda a nadie.

Pero King también tiene sus defectos, o mejor dicho sus puntos flacos, y en este libro (y en general en toda la saga) quedan bien a la vista.

De entrada decir que la historia se centra demasiado en los Estados Unidos modernos. Parece que en el multiverso de King sólo existen los USA más o menos modernos. No sé si tenemos ante nosotros un ombliguismo exagerado (de nuevo regresa a mi mente ese fallido El texto de Hércules) o que King no se ve capaz de manejar tiempos distintos a los más o menos modernos. ¿Qué ha sido de las distopías como La larga marcha? No recuerdo mucho de Ojos de dragón (cosas de leerlo hace casi treinta años) pero me da que no chirriaba ese mundo medieval. La insistencia en que casi todos los personajes tengan su origen en los Estados Unidos modernos hace que llegue un momento en el que la suspensión de incredulidad salta por los aires. Y eso jode, de verdad: jode mucho. La menudencia de olvidarse de que existen más países/nacionalidades, y que hay miles de años de Historia de La Tierra hace que la narración quede coja. No le iba a pedir a King que se metiera en un nuevo Mundo Río de Farmer, pero tamos debía quedarse en algo tan limitado. Sin llegar a esa riqueza de personajes, la serie de sagas de Moorcock relativas al Campeón Eterno poseen más riqueza que esta de King. Aunque claro, el de Maine medio compensa este fallo a base de un tratamiento de la escena y del personaje que ni Moorcock ni casi ningún otro autor posee.

Llegado a este punto final veo que no se explican varias cosas. No hace un Perdidos pero… Sólo voy a mentar uno de los detalles no explicados: la plaga de mellizos en los Calla. ¿Por qué hay esa cantidad de mellizos? ¿Fruto de la creación de los disgregadores? No recuerdo haber leído nada de eso, ni siquiera un mero apunte. Y creo que no lo sabe ni King.

Luego está el enorme tufillo de ‘vamos para adelante, como sea pero adelante’: todas las piezas parecen encajar de tal manera que el final feliz resulta obvio. Lo más sangrante lo tenemos con los pequeños deus ex machina que aparecen, cumplen su función y desaparecen. Sí, hablo sobre todo de Maturin, sí. Y de la jodida excusa que se repite como un mantra para todo ese deus ex machina: ‘es el ka’.

Pero es que lo del deus ex machina en esta novela final, en su último cuarto, ya es descarado. Tanto como que el propio autor nos lo arroja a la cara: así entra en escena El Artista, o quizá deberíamos hablar de Dios (o el Hombre Molécula de King). Vamos, un deus ex machina con patas.

Un detalle que me desconcertó un poco es ese momento en el que Bill Tartaja habla de satélites orbitando y espiando. En mi cabeza cuadriculada satélite implica órbita, y órbita me lleva a pensar en Kepler. Vamos, que lo que dice el Tartaja me hizo pensar en bolas de metal dando vueltas a un planeta tipo La Tierra. Sin embargo a lo largo de las novelas, sobre todo desde Las tierras baldías, al describir los haces y decir que surgen de portales ‘en el borde del mundo’ me hizo pensar en una geometría plana. O al menos en algo similar a la de los Mundos Jóvenes de Elric-Moorcock, un mundo rodeado en vez de caos de vacío, y sobre un caparazón de tortuga. Y en esa descripción no encajan mucho los satélit, no. Pero vamos, que este detalle concreto puede que se limite a una chorrada de mi mente.

Pero no me voy a liar más. La novela como tal se lleva un 7, cosa que no está mal… King no la caga al final tanto como en otras obras, pero como ya he dicho las prisas por acabar repercuten en la calidad.

Por cierto, cualquiera que haya leído esta saga y la otra en la que se inspira sabe cómo acaba de verdad la historia de Rolando cuando entra en LTO. ¿Qué no? El propio King da una pista al decir que se escuchó el sonido de un cuerno. ¿Se refiere al Cuerno de Eld? Teniendo en cuenta que en toda la saga sólo se habla de un cuerno, no parece haber dudas. Pero me animo a pensar que el de Maine también pensaba en otro cuerno. ¿Cuál? Pues uno soplado por cierta marioneta, un pelele manejado a lo largo de toda una saga por otra encarnación (mucho más sincera con su naturaleza oscura) del pistolero. ¿De qué narices hablo? Pues de una saga de la que King saca buena parte de su concepto de Rolando. Al menos esa es mi impresión. Creo que el de Maine se ha inspirado en ella, por lo menos de manera inconsciente. Hablo de una saga escrita años antes del primer capítulo de la de LTO, una saga que acaba con esta frase magistral:

Después saltó y se elevó en el aire; su voz enloquecida se rió burlona del Equilibrio Cósmico llenando el universo con su alegría impía.

Sí, el Rolando de King no es sino una nueva encarnación de mi querida negra. Al igual que ella, el pistolero dispensa desgracia y muerte a todos los que se cruzan en su camino, y como ella está vinculado al destino del multiverso. Pobres miembros del ka–tet, el de la mirada azul hielo no tiene nada que envidiar a la aulladora de fuego negro. Si el oriental pelirrojo, uno de los mejores guerreros de su país, no sobrevivió a su hambre, ¿cómo iban a hacerlo ellos, simples aprendices de dispensadores de plomo? El destino de los compañeros del de la mirada gélida no se diferencia del de los que caminan junto a la negra de las runas. Con la diferencia de que el maestro Moorcock no se deja embarrar con finales felices.

¡Salve, maestro Moorcock! Y sí, por qué no: ¡salve, maestro King!

Adiós.

PD: ¿qué libro leeré ahora? Lo admito, ni puta idea… pero me llama o algo escrito en español (libre de traductores traidores) o algo de ciencia ficción dura, muy dura.

Stephen King – Canción de Susannah

Hola, culebras.

Ya sólo me queda uno, un librito de casi mil páginas para acabar con LTO. Como se ve me he ventilado este Canción de Susannah en un plis, en un auténtico santiamén. Al menos en mi caso, alguien que cada no sé por qué vez lee con más lentitud, así me lo ha parecido. ¿Qué quiere decir eso? Pues que lo he disfrutado, sí señor. En esta Canción King regresa a una lucidez perdida en los volúmenes tercero y sobre todo cuarto (me niego a hablar de ese interludio apenas interesante dentro de la saga titulado El viento).

Stephen King - Canción de Susannah

Stephen King – Canción de Susannah

¿Qué me hace pensar así? En un primer lugar hay que hablar de que nos encontramos ante una lectura ágil, al más puro estilo del King clásico y que tan buenos recuerdos me trae. Lo narrado invita a leer y leer sin pausa. Por desgracia ese hambre que genera la historia se contrapone a que nos encontramos con una obra breve, muy breve, mucho más que  aquellas a las que nos tiene acostumbrado el autor. Casi se podía decir que se trata de una novela corta (ojo, hablando en términos de Stephen King, claro). Al acabar de leerla se junta en hambre con las ganas de comer, que dirían en mi casa, lo que haga que tengas la impresión de que se quedaban cosas en el tintero. No lo digo como algo malo, sino en el sentido de que se podían haber narrado bastantes más acontecimientos en este libro. De hecho todo el libro sabe a preludio de algo gordo, pero no de ‘lo gordo del final’ sino de ‘lo gordo de un episodio clave no resolutivo’. No se si me ejpliko :P. Se me hace que dejan demasiados asuntos pendientes para el último libro. Al fin y al cabo todavía están por ahí volando muchos temas, como el del terreno, todo lo relativo a Tronido y lo que hay más allá, por no mencionar ciertos biológicos y desconcertantes cabos sueltos de Lobos.

Aún con todo hay que insistir: los pros superan a los contras.

Uno de los aciertos del libro, al menos desde mi punto de vista, radica en que nos encontramos con un texto que juega con algo que sólo puedo describir como metarrealidad. Como amante de Moorcock debo decir que me han encantado esas pinceladas de la teoría del multiverso. King no lo hace de una manera tan alocada y divertida como el inglés, pero reto al señor King a que mi niegue que no pensó en Elric, Ereköse, Hawkmoon o Corum al narrar estas aventuras de Rolando y compañía. A través de esa metarrealidad se empieza a explicar esas referencias literarias y cinematográficas que en las entregas anteriores me mosquearon. En las otras entregas esas referencias supusieron una manera fácil de meter páginas y argumentos, eso hay que decirlo claro. En Lobos el señor King se limitó a llevar a su mundo una historia ya narrada, revistiéndola de su propia mitología pero con la mitad del trabajo de base ya hecho. Y en Bola fusiló ideas del Mago de Oz, con lo que eso implica de ‘como otro ya lo ha pensado yo no pienso y no me esfuerzo’. De nuevo no se puede comparar su actitud con la de Bester, pero tira hacia ese rollete. Pese a todo gracias a este sexto libro esa serie de ‘homenajes’ empiezan a encajar aportando un ‘sentido del todo’ bastante (sí, al final tengo que decirlo) onanista. O muy onanista, qué carajo. En esta obra el señor King se da un homenaje a sí mismo como no he leído jamás en otra novela, o al menos ahora mismo no recuerdo nada semejante. Sin duda ha disfrutado, y mucho, al redactar ciertas secciones de este libro. Lo comprendo: él que puede, a él que le dejan (sigo pensando que a otro autor con menos éxito comercial el editor no le hubiera dejado publicar eso), que lo disfrute. Sólo puedo decir que siento una horrible envidia por ello.

Pese a lo disfrutable que es el libro tiene sus contras, como no podía faltar en una obra de King: el libro queda descompensando. Algunos protagonistas pasan por las páginas sin apenas pena ni gloria, poco menos que olvidados hasta cierto momento final; por el contrario otros reviven en una grandeza y fuerza sólo comparable a la de La invocación. De resultas de todo ello, junto a la brevedad del texto, me queda una sensación de que ‘aquí han faltado más historias’. Me da la impresión de que, tal y como se desprende del coda, el señor King se ha encontrado con que la MUERTE le ha metido prisa:

–TERMINA ESTA CONDENADA SAGA, HIJO, QUE SI NO LA SIGUIENTE FURGONETA ACABARÁ CONTIGO.

Nota, por si acaso alguno piensa algo: no, no me considero NI DE LEJOS fan de Pratchett. De hecho no me atrae nada de nada todo el rollo ese me Mundodisco.

No diré que Stephen King se haya vuelto un cagaprisas, pero casi, casi. Sin lugar a dudas el atropello ha desencadenado su necesidad de acabar la historia, pero ¿qué hubiera pasado su no hubiera pasado eso y, siguiendo el ejemplo de George R. R. Martin, se hubiera tomado su tiempo (y sus miles de páginas) en hilvanar algo más maduro? El mismo King lo admite: escribe por impulso. Ahí radica su magia… y supone su talón de Aquiles.

En fin, esto es lo que hay. Ajo y agua.

No quiero adentrarme en el libro, más que nada porque alguien al que respeto no se ha leído ni este libro ni el siguiente: no voy a adelantar nada para no reventarle la sorpresa. Sólo sabe que tiene mis libros a su disposición para cuando quiera acabar la saga.

Pese a todo yo no sería yo sin dar un poco de cera. ¿En qué? Pues claro, en los errores que he creído identificar:

  • Errores de traducción, como por ejemplo las dimensiones de la puerta de la cueva. La verdad es que este error proviene de Lobos, pero lo pongo aquí porque me acordado ahora de él y porque no se subsana en Canción. En Lobos se habla de una puerta de una ¿veintena? de metros de alto, algo sin duda llamativo. Sin embargo en Canción no se la describe así de grande (descomunal, mejor dicho), sino que de manera similar a las de la playa. ¿Qué ha pasado? No dispongo de los originales en inglés pero apostaría a que han bailado las unidades de medida, de pies a metros. Haciendo la conversión pies–metros ya sale una puerta grande pero aun así mucho más comprensible y creíble, sobre todo para una puerta que se encuentra dentro de una caverna.
  • Errores de escenario: uno de los más graves que me chirrió mucho de nuevo tiene que ver con la puerta. En Lobos la parte posterior de la puerta daba justo a un abismo. Sin embargo en Canción resulta que tras ella hay espacio suficiente para que se forme un semicírculo de personas. Entiendo que mola la idea de rodear la puerta para el ritual. ¿Que la descripción original no me cuadra con la escena? No pasa nada: la muevo por arte de magia y dejo entre ella y el abismo el sitio necesario. Arreglado. Tsk, tsk, señor King. Aceptamos barco como animal acuático, vale.
  • Vació en la trama, al menos vacíos sin cubrir a estas alturas de partida: pese a lo explicado respecto a los Lobos y su función/trabajo (o lo que medio se ha intuido) me sigue quedando una gran duda. O se me ha pasado o sigo sin ver una razón lógica para que en los callas haya semejante superpoblación de mellizos. ¿Razones ambientales? ¿Alimenticias? ¿Manipulación genérica? ¿Selección de una población con tendencia a ese tipo de descendencia? ¿O simple y pura magia? Espero que ese detalle vital (que al fin y al cabo justifica un libro entero, y supone la base de la explicación para el comportamiento de parte de la facción enemiga) se explique en la última novela.

Pero bueno, salvando pequeños detalles voy a empezar a leer la última novela con auténticas ganas. Me esperan casi mil paginitas. A ver si no defrauda. Al menos esta Canción no lo ha hecho, tanto como que al final se lleva un 8.E insistirle a cierto individuo a que se deje de tontarías y que se lea ya estos dos últimos libros.

Adiós.

Stephen King – Lobos del Calla

Hola, ofidios.

Iba a preparar otro diálogo como el de la entrada anterior (juro que este libro da para uno mucho más jugoso) pero se me han quitado las ganas. Pereza, que se dice. Y que no quiero repetir el recurso tan pronto.

Una pereza similar, en cuanto a ideas, demuestra King en este libro. Así, a las claras: dicho queda. Pereza. Ya en la anterior entrega de la LTO el tufo homenaje se hacía excesivo. Entiendo que en los Estados lo de El mago de Oz tenga gran fama, pero una cosa es eso (homenajear) y otra empezar a fusilar ideas. Por una vez basta, me dije. Y luego resulta que me encuentro con este Lobos del Calla.

Stephen King - Lobos del Calla

Stephen King – Lobos del Calla

Admito que, como seguro que mucha otra gente, conocí primero Los siete magníficos. Recuerdo verla de crío y quedarme fascinado con la historia. Muchos años después descubrí que esa película era una versión pasada por el filtro del western de una película de Kurosawa. Sonará pedante pero la obra del japonés, Los siete samuráis, le da cien mil vueltas a la de Sturges.

¿A santo de qué digo esto? Pues a que este Lobos del Calla es un nuevo homenaje, plagio, calco o como quiera decirse, en esta ocasión de Los siete samuráis. Vamos, que el señor King estaba falto de ideas y, en plan muy hollywoodiense, ante esa carencia tira de los remakes.

¿Esto es bueno o malo? Sin duda en otro autor supondría darle una patada al libro (o casi, en plan Las estrellas mi destino), pero dado que se trata del mago de los personajes hay que darle una oportunidad para disfrutar del recorrido. Recorrido que sí, se disfruta.

En Lobos del Calla King usa el mecanismo al que el autor ya nos tiene acostumbrados: desplegar una panoplia de personajes con los que tejer una red de situaciones y conflictos. El pueblo y sus gentes se vuelven creíbles y vívidos (no tanto como por ejemplo en La cúpula, pero en ese estilo), si bien de entre todos destaca el cura. Gracias al padre, y sobre todo a su historia, la novela recupera las alturas de calidad de la magnífica segunda entrega de LTO. Mención aparte merece el decir que buena parte de las sensaciones del padre apuntan a confesión descarnada del propio King y su paso por el infierno de la adicción. En cierta medida esa narración nos lleva no sólo a recordar lo sucedido y narrado en Salem’s Lot, sino también a esa novela de carretera titulada El talismán y a su secuela. Nos devuelve a un King crudo y directo, lejos de las chorradas pseudoinfantiles o a lo Mad Max que no acababan de cuajar. A ello se une que por fin el ka tet demuestra que funciona como grupo unido. El que hasta ese momento era la mascota principal, Jake, adquiere peso e importancia, más allá de sus traumas ante la muerte. El último detalle a resaltar, y que acerca la narración al lector, es la humanización de Rolando. La manera en la que se juntan los achaques junto al romance otoñal dejan de lado la figura de hielo inicial (que en ningún caso desaparición con Mago y cristal) y por fin lo humanizan.

En cuanto a la forma más de lo mismo: redacción a veces descuidada y apresurada, que hubiera necesitado una segunda o tercera vuelta. Pero vamos, lo de siempre: los editores cagando leches por llenarse los bolsillos con una nuevo mamotreto de King, éste refocilándose en su enorme riqueza y casi igual complacencia, y los lectores con ojo crítico a seguir sufriendo (y teniendo que mirar a otro lado) sus defectos.

En definitiva, tenemos un libro con sus altibajos. Momentos trepidantes e historias adictivas, la mayoría de los cuales se desarrollan muy lejos del Calla, junto a otros mucho menos interesantes pero que cubren el expediente. A ello se une el que alguna subtramas que no acaban de desenredarse quedando para siguientes novelas: las cosas se acumulan, quedando más y más misterios por resolver (espero que haga un Perdidos al final). No, no se trata de una nueva invocación, pero sin duda está mejor que los volúmenes anteriores. ¿LTO retoma el vuelo?

Como nota le pongo un 7, que me parece que no está mal visto lo visto.

Adiós.

PD: Por si alguno quería saber algo más de ese santo peliculón titulado Los siete samuráis aquí tiene un poco más de lectura.

PD 2: El nivel de chirigota en lo relativo a homenajes hace saltar las alarmas cuando uno lee cierta placa de cierto arma. Aquí se nota que escribe quien escribe: de tratarse de un autor novel el editor le habría parado los pies a la de ya rechazando la idea y exigiendo que sacara de ahí esa chorrada. No soy fan, ni de lejos, del aludido en esa placa, y por eso no pillé la referencia (hablo de esa en concreto; ignoro si hay otras, la verdad) hasta ese momento. Eso me sirvió (ya se sabe: ojos que no ven, corazón que no siente) para disfrutar un poco más del libro sin que me chirriara la referencia.

Stephen King – El viento por la cerradura

—Oye, tengo una cosita…

—¿Con qué letrita?

—Déjate de tonterías.

—Has empezado tú. Dime, ¿de qué hablas?

—Un cuento. De unas sesenta mil* palabras.

—Un cuento, jodío. Uno de los tuyos.

Ya tú sabes

—Bueno, vale. ¿Y?

—¿Qué va a ser? Pues que quiero publicarlo.

—¿Pero no tienes nada más?

—Ahora mismo no.

—Pues lo veo complicado. Con esa extensión y tu nombre hace falta o más compañía, dos o tres cuentos de igual extensión…

—Como en Todo os…

—Sí. O eso o que por lo menos duplique las palabras. ¿Seguro que no tienes nada más?

—Joder, no. Ya sabes que ando con esos guiones y con…

—No me cuentes tu vida. Así no lo puedo publicar. Aunque seas tú.

—Y eso que no te he dicho el resto.

—Ah, pero ¿hay más?

—El cuento es infantil.

—Anda, ¡no jodas! ¿Tú? ¿Te ha dado por hacer un Barker o qué?

—No necesito que mientes a nadie más.

—Sesenta mil, ¿y además infantil? Nope.

—¿Seguro?

—¿Así? Segurísimo. Ya te he dicho que para un único cuento de entrada necesito más palabras. Anda, majo, dale una vuelta y ven con algo más sustancioso.

—Vale…

Unas semanas después.

—Hola.

—Hola. Me pillas liado pero bueno, siempre tengo tiempo para mi gallinita de los huevos de oro. Dispara.

—¿Te acuerdas del cuento que te dije la otra vez?

—Tío, aunque no lo creas no eres el único ególatra con el que hablo…

—El infantil.

—Ah, sí. Dios, ¿ahora qué?

—Lo he modificado un poco y…

—Cien mil. Cien mil palabras por lo menos… y aun así lo de infantil no me encaja con tu nombre.

—He hecho los deberes, ¿qué te pensabas? Para mí cien mil es como mil para otros.

—Vale, sí, lo que digas. Quiero verlo.

—Toma, aquí tienes el manuscrito. Pero antes de que te pongas con ello te aviso: he logrado meterlo en La Saga. Y te juro que encaja.

—¡No jodas! Pero ¡qué demonios pinta un cuento infantil en La Saga!

—Lo tienes encima de la mesa. Léelo y calla. Y luego me lo publicas.

—¿Pero sigue siendo infantil?

—Sí… y no. Tenías razón: mi nombre pesa demasiado, incluso a mí mismo. Al final he metido mi marca de la casa.

—El rojo.

—Por supuesto. Hay rojo.

—Pero sigue siendo infantil.

—Bueno, sí y no. Digamos que se ha convertido en un cuento para niños adultos. Tiene un poco de Melmoth.

—¿De melqué? Te he dicho mil veces que mi no me vengas con esas jergas tuyas raras. Bueno, da igual. Lo leeré, y si tiene un mínimo de calidad lo meteré en el horno. Cabrón, al final siempre me lías.

—Por supuesto: no hay nadie mejor en eso. Al fin y al cabo soy el rey, ¿no?

*La cifra está puesta a ojo de buen (o mal) cubero.

Pues sí, culebras. No os habéis confundido: eso que acabáis de leer es otra reseña. O al menos parte de ella. La verdad, esta pequeña tomadura de pelo titulada El viento por la cerradura se merecía algo especial. El señor King se ha reído de todos los fans de LTO: ha encapsulado un texto, que muy bien podía tener peso propio e independiente (eso sí, orientado a otro público), en La Saga.

Stephen King - El viento por la cerradura

Stephen King – El viento por la cerradura

A ver: el libro se lee en un santiamén, se hace ameno y divertido. Pero al mismo tiempo el grueso del mismo (el cuento infantil) desentona por completo de las tres primeras novelas. Ojo, he dicho de las tres primeras. En este El viento por la cerradura al fin King hace lo que me temía en Mago y Cristal: nos planta un Melmoth (narración dentro de la narración, dentro de la narración).Y aun así no aburre, como hiciera el tocho de Maturin, lo cual se agradece, por supuesto.

¿Aporta algo a LTO? A mi entender no. Sí, habla un poco de los territorios de Rolando, vemos cómo la sombra de Randall Flagg se alarga, se perfila un poco más al padre de Rolando, descubrimos una nueva especie de mutantes lentos (muy diferentes a los vistos antes), pero… ¿y? No hay nada en ella que no me parezca prescindible, y de hecho nada que aporte al aura que LTO posee desde sus primeras historias. ¿Estorba? Dejando atrás las horas ‘perdidas’ leyéndolo (me di cuenta que contaba como el 4.5 de la secuencia de LTO cuando llevaba leído 1/3 de Los siete samuráis, digo Lobos del calla, con lo que interrumpí esa lectura), tampoco.

En definitiva, que le pongo un 6. Y no voy a entrar en el estilo con el que está escrito, que me repito.

Adiós.

PD: me acaba de entrar cierta curiosidad al ver en la tele un documental de la secta de la Cienciología. En esa secta/estafa uno de los objetivos (una de las metas) que deben lograr los abobados discípulos de Hubbard se llama ‘el claro’, que poco menos que supone una culminación de sus esfuerzos y progresos mentales. Por otro lado, según King en LTO la gente tiene como costumbre decir que cuando uno muere llega ‘al claro al final de la senda’. Quizá se trata de una simple casualidad o coincidencia, pero no me deja de llamar la atención: en ambos casos el concepto de ‘claro’ lleva asociado una cambio de estado, una especie de logro o consecución vital. ¿Tiene King alguna relación con esa secta?

Stephen King – Mago y cristal

Hola, culebras.

Ya acabé la cuarta parte de LTO. Por fin. ¿Por qué digo eso? En primer lugar por el peso que supone acarrear la edición que poseo. Por lo menos kilo y medio de mamotreto inmanejable. Mi columna ha sufrido, mis brazos han sufrido. Todo mi cuerpo ha sufrido al acarrear esa mole. Nunca más compraré un monstruo semejante.

Pero bueno, el ‘por fin’ de antes no se debe sólo a la incomodidad física de leer ese libro concreto. Hay más, sí.

Stephen King - Mago y cristal

Stephen King – Mago y cristal

Este Mago y cristal supone un nuevo descenso en la calidad de la saga. Parece que a medida gana páginas y volúmenes la saga de LTO se vuelve menos interesante. ¿Qué ha pasado con este libro? Empezaré narrando los pros y luego acabaré con los contras.

Los pros:

  • La manera de narrar de King hace que un mamotreto de más de mil páginas se lea sin apenas rechistar. Lo que en otros autores supondría paja (una paja absoluta) con él se convierte en a veces deliciosa ambientación. Sí, en este libro hay mucha paja. La historia se podía haber narrado en menos páginas; pero de igual manera la forma en que nos hace viajar King hace que no nos sintamos aburridos o engañados.
  • El amplio abanico de personajes, pese a su variedad, encajan entre sí creando un todo engranado se diría que a la perfección.
  • La narración en tercera, omnisciente, permite llegar a los entresijos de una historia llena de detalles.

Los contras:

  • Sé que me repito, pero en esta nueva obra peca (a veces mucho) de un cumplir su consejo de los adverbios. No lo diría de nuevo (y lo haré todas las veces que me dé la gana, y más) si no hubiera hecho de esa frase una de los consejos centrales de su Mientras escribo.
  • Desde el momento en que la segunda narración empieza sentí una punzada: ¿estoy ante un nuevo Melmoth? No comprendo la adoración que la gente siente por la obra de Maturin, y me temía un homenaje a ella en este libro. Por fortuna King no hizo un Melmoth… sino algo casi peor.
  • A medida que la narración avanza queda claro que King siente devoción por Tolkien, al punto de introducir como elemento principal del libro una especie de cruce entre un silmaril, un palantir y el anillo único. Rhea parece una bastardización de Golum con Saruman; Rolando una especie de Frodo, contando con su propia compañía. Pero no sólo eso chirría por su falta de originalidad: hay más.
  • La novela de Rolando y Susana (porque al fin y al cabo se trata de una novela dentro de otra) me da impresión de algo que ya tenía por ahí bosquejado y que dijo ‘oño, que me sirve para meterlo aquí’. De hecho esa parte central tiene un componente tan romántico y fuera de lugar (comparándolo con el tono de los otros libros) que me hace pensar en la repelente En algún lugar el tiempo de Matheson. ¿O quizá se trata también de un homenaje a Matheson?
  • Durante toda la historia de Rolando y Susana me chirrió ese narrador omnisciente que lo sabe todo, lo conoce todo, pensamientos y detalles que ninguno de los protagonistas podría llegar a descubrir. ¿Cómo puede alguien narrar de esa manera sus vivencias? Al final de la novela King intenta justificarse diciendo (AVISO: SI NO HAS LEÍDO LA NOVELA NO SIGAS) que todo eso se lo dijo a Rolando la propia bola… pero a mí me sigue dando la impresión de que ha metido con calzador un texto ya existente. Cambia los nombres, añade algunos detalles (como el de los compañeros de Rolando), escribe una parte inicial y un desenlace y ¡ale, listo!
  • De hecho la presencia acción de la bola tiene peso incluso fuera de la narración de Rolando. Voy a dar por válido el tercer homenaje, esta vez descarado, a Lyman Frank Baum, aunque esto ya me suene a chirigota (una chirigota que también me recuerda a otra de esas estafas ensalzadas por la gente: Las estrellas su destino). Cuando los protagonistas llegan a un callejón sin salida ¿qué pasa? Pues nada: ahí está la bola para solucionarlo. Puf. Sí, a veces la sensación de Deus ex machina (algo habitual en la magia) se vuelve excesiva. La suspensión de incredulidad me derrapa cuando me encuentro con textos demasiado ricos en DeM.

Con todo, el libro se lleva un 5 justito. Espero que el siguiente mejore. A ver, que es King: puede hacerlo mejor. Aunque siga cagando adverbios en –mente cada dos por tres.

Adiós.

Stephen King – Las tierras baldías

Hola, ofidios.

Sigo con los comentarios exprés. Digo lo mismo que en el anterior: si cometo faltas por el apresuramiento lo siento. ¡Ale!

Stephen King - Las tierras baldías (LTO III)

Stephen King – Las tierras baldías (LTO III)

Las tierras baldías, tercer volumen de la saga de LTO, se queda a medio camino entre el primer volumen y el segundo. En este la acción se centra sobre todo en el Mundo Medio, pero aun así King no abandona del todo nuestro mundo: debe cerrar la paradoja. Pese a ello el libro tiene un componente mucho más lineal y descriptivo que el anterior. Tenemos un grupo de personajes que van más o menos ‘directos’ hacia la resolución del texto. Eso hace que la novela pertenezca de lleno al género de la aventura, careciendo de ese componente de creación de personajes que tanto me gustó en el anterior volumen. Bueno, sí: se sigue adentrando un poco en su mentalidad, pero salvo los pasajes dedicados a Jake de una manera bastante tangencial. Hablar de Jake significa hablar en buena medida del motor de la novela: todo gira en torno a él, junto a su extraña relación con Rolando. Y de hecho él empieza a dar claves de ambientación que (creo, espero, deseo) tendrán importancia en las siguientes novelas. Entre ellas la rosa y el color rojo.

Al tratarse de un texto más ligero (de más o menos aventura pura, entremezclada con algo de terror) para mi pierde un poco de interés. No quiero decir que esté mal, sólo que no se me ha hecho tan intenso como el anterior. Aquí los personajes ya están dibujados: apenas se nos presentan recuerdos y detalles como los que gozamos en la anterior entrega. Como sustituto a ello en esta novela ganan presencia las descripciones del mundo de Rolando. El Mundo Medio se convierte en un personaje más, desde sus paisajes a su historia, pasando por sus habitantes. En ese sentido hay pasajes de gran interés. Y no me refiero sólo a lo que se ve en las propias tierras baldías, muy lovecraftiano. Muchos otros hacen volar la imaginación del lector sembrando toda una serie de preguntas. Un puñado de ellas, pero no las únicas, llegan de la mano del avión, del oso, de la naturaleza mecánica del Haz, de lo que hay bajo Lud… La relación entre nuestro mundo y el de Rolando me levantan sospechas. Al igual que cuando leí la creación de Arda en el Silmarillion –hace casi veinticinco años– pensé de manera automática en un mundo postnuclear (tengo que volver a leer ese inicio del libro para ver si sigo pensando lo mismo), leyendo este Las tierras baldías no puedo evitar pensar en La Tierra Moribunda. ¿Alguna vez King ha confesado ser admirador de Vance? Porque eso respondería a algunas cosas.

Como detalle decir que al parecer no soy el único que ha visto una relación entre cierto pasaje de la novela y determinada película.

En cuando al estilo, para mi desgracia, he seguido encontrándome con el mismo defecto que en el anterior. No lo voy a repetir: que se lea quien quiera la otra entrada.

King sigue mezclando bien los de estilos de lenguaje: sencillo y directo para el narrador, coloquial y de argot para algún personaje (Eddie en especial) o refinado e incluso culto para Rolando, lo que ayuda a mantener la credibilidad del texto.

Para no extenderme mucho más: el libro decae en comparación con la intensidad del anterior, lo que hace que los defectos en su redacción se hagan más notorios. Como consecuencia de ello le debo poner sólo un 6 de nota.

La primera vez que me adentré en el camino de LTO me quedé aquí: no pude comprar el siguiente libro, Bola de cristal. Cuando empezaron a aparecer el resto me los compré, pero para entonces Bola de cristal como tal había desaparecido, sustituido por el Mago y cristal que leeré a continuación. ¿Qué me encontraré en los siguientes volúmenes? ¿Una jodida historia de amor, como me dijo Ludo hace años hablando de Bola de cristal? Lo ignoro. Solo deseo una cosa: King, por favor, espero que no la hayas cagado con el final.

Adiós.

Stephen King – La invocación

Hola, culebras.

Toca comentario exprés porque carezco de tiempo incluso para estas reseñas. Ale, reseña rapidita, poco menos que a vuelapluma. Lo digo por las posibles faltas de ortografía. Quien las encuentre y la quiera resaltar gracias. Quien se base en ellas para atacarme 😛 ya sabe lo que tiene que hacer: el mundo ‘del interné de las cosas’ es muy grande así que ¡pista!

¿Qué decir de La invocación? Tras un inicio de la saga con evidentes altibajos este segundo volumen tiene su parte de cal y de arena. Hay luces y sombras, si bien las luces predominan sobre las sombras.

Vamos al asunto.

Stephen King - La invocación (LTO II)

Stephen King – La invocación (LTO II)

Las sombras se centran sobre todo en algo que a veces se me ha hecho poco menos que insufrible: los odiosos adverbios modales. Veo que incluso en su etapa madura, cuando ya no podía escudarse en su bisoñez, King seguía fallando en esto. Se me hace extraño leer cómo no es capaz de aplicar su propia regla. ¿Estamos ante un clamoroso caso de ‘en casa de herrero cuchillo de palo’? A mí más bien me da la impresión de un texto a veces poco revisado, en el que el editor –ávido de sacar a la venta un nuevo volumen de King– no se ha preocupado mucho de ese detalle. Al fin y al cabo a esas alturas de su carrera literaria ya vendía bien todo lo que escribía: aun le quedaban años para adentrarse en esa triste época en la que incluso sus notas del baño mientras cagaba se las publicaban (y cierta sección del público las alababa), pero apuntaba maneras. A mí no me paga ni el editor, ni una revista ni el autor para hacer una reseña positiva por fuerza (para eso ya hay por ahí cientos de lameculos que no voy a nombras, por mucho nombre que me venga a la mente. Uno de ellos quedó descubierto, y el valor de su palabra y/o criterio literario quedo por los suelos, al recomendar leer cierta obra), así que digo lo que pienso: los odiosos adverbios modales aparecen demasiado y en demasiadas ocasiones ensucian el texto. Tanto que a veces me poco menos que me han entrado nauseas.

Pero la sangre no ha llegado al río, o el vómito no se me ha derramado garganta afuera. ¿Por qué? Pues porque si la obra falla en la forma (y en ocasiones de manera vergonzante, como he dicho), en el fondo no se le puede sacar el menor defecto. Ya le gustaría a muchos autores actuales, afamados o no (lo siento pero como contraejemplo tengo que poner a dos que me causaron singular disgusto. Aunque quizá, por eso de que no se diga que sólo ataco sólo a lo patrio o a lo ‘menor’, nombro a un tercero moderno y a un cuarto clásico), poseer ese manejo de los personajes así poder dotar a sus trabajos de semejante ritmo e intensidad.

El libro no se lee. Ni siquiera se devora: las páginas se convierten en una puta droga que hay que aplicarse día tras día. Leyendo este La invocación uno se ve arrastrado por el auténtico poder de la narración. Casi se diría que duele alejarse del texto. Hay que hacer cosas, no todo es leer y leer. Pero, la verdad, cuesta apartarse de esta obra.

La manera en que descubrimos a Eddie y nos hacemos unos con él debería entrar en los libros de texto de análisis literario: King, con dos personajes tan dispares, consigue que nos impliquemos en ellos de una manera perfecta. Rolando y su pasado ya lo describió en el libro anterior, en éste lo enfrenta a poco menos su antítesis. Podemos sentir y conocer a Eddie de una manera íntima, marca de la casa de King. Ambos personajes, poco menos que antagónicos, engendran unas sinergias que obligan al lector a seguir y seguir leyendo.

La entrada en escena de Odetta/Detta supone una ligera bajada del nivel: el personaje se me hace un poco demasiado forzado. No sólo por la invalidez (sigo pensando que una persona con ese problema tendría serias dificultades en un mundo como el de Rolando, aunque sólo se tenga en cuenta en el aspecto de movimiento) sino por lo exagerado de su psique. En esa exageración el autor pretende presentarnos un conflicto y un triunfo de la nueva protagonista, pero mientras lo leía me envolvía abandonarme una sensación de artificiosidad. No hace falta semejante cristo para añadir una dama de las sombras, King. Además me ha dado la impresión de que Odetta queda desdibujada en comparación con la arrolladora personalidad de Detta. Algo que no acaba de cuadrar con la final invocación de Susannah: de verdad no hay unión de personalidades, sino un rebautizo de Odetta en Susannah, con Detta convertida en ‘recurso para luego’.

Pero pese a todo King logra tejer una tensión en esa segunda parte que incita a leer y leer sin parar. ¿Cómo lo logra? Mezclando la resolución de problema de Detta con la del tercero en discordia: el señor Mort.

Hay que admitirlo: en la tercera parte King demuestra su gusto (algo que nunca ha negado) por las historias del oeste. En esta tercera parte enlaza con la primera de una manera sorprendente para el lector: de repente nos encontramos de nuevo con Jake, el chico. Este en apariencia hombre gris, de apellido tan mortal, se revela como un factor de importancia tanto en la vida de Odetta como en la de Jake… y de paso, a través de la no–acción, en la Rolando.

Si en la primera obra se adivinaba la existencia de viajes entre planos de realidad en esta segunda esa sospecha se confirma. A ella hay que añadir los lazos temporales, vínculos de causalidad que encadenan las vidas de los protagonistas. De esa manera empezamos a intuir (todavía no me atrevo a decir ‘ver’) que King tiene preparado una enorme y basta red de relaciones. La búsqueda de la torre no se limita a ‘voy para adelante’ sino que se complica en un juego de poderes y personalidades que la engrandecen… y que la hacen peligrar en lo referente a lograr una resolución válida y satisfactoria. En mente de todos está el ‘hacer un Perdidos’. Y sabemos de sobra que el señor King suele fallar de manera estrepitosa en las resoluciones sus novelas. Pero hasta llegar a ese punto final de la búsqueda todavía queda mucho.

La historia de Jack Mort, como he dicho, acaba convirtiéndose en un western en toda regla: lectura rápida y adictiva. Bueno. Pero buenobuenobueno. El relato de paso sirve de contraste entre el mundo de Rolando (y su manera de actuar) y el nuestro. Resulta interesante la comparativa que el autor hace en lo relativo a la manera de entender la justicia y el actuar los alguaciles. Por lado tenemos los modales duros pero al mismo tiempo caballerescos de Rolando, por otro los descuidados, blandos y a veces asesinos de los policías del nuestro, agentes que han olvidado el rostro de su padre, que diría el Pistolero.

En conjunto las tres historias conforman un tríptico absorbente. Una lectura poco menos que obligatoria para todo amante del género fantástico, así como muy recomendable para todo aquel que desee conocer no sólo a King, sino cómo manejar una obra coral.

Una pena esos defectos formales (sigo pensando que se trata de una falta de revisión), que me obligan a puntuar con un 8 algo que muy bien se hubiera llevado un 9. Lo dicho: una pena.

Adiós.