Carlos Sisi – Los caminantes

Hola, culebras.

Tras tiempo sin leer nada de zombis, regreso al tema que estuvo de moda hace unos años. Esta vez le doy una segunda oportunidad al autor patrio por excelencia del Carlos Sisi. Como algunos ya sabréis, mi primera experiencia con ese autor no pudo resultar peor. Los curiosos ya  tenéis el enlace, así que no voy a repetir nada más… por ahora.

Pero vayamos a este Los caminantes. El libro llegó a mí mediante un préstamo: no, tras leer Panteón: conciencia descarnada ni loco me gastaba dinero en un libro de Sisi. Todo un éxito comercial de ese relato.

En un primer lugar voy a hablar del fondo de la novela. Ya hablaré de la forma más adelante.

¿Qué se puede decir de la historia? Pues que me confirma (otra vez) que el género Z, en cuanto a argumentos, está tan muerto como las criaturas que le dan nombre. En casi todo el libro no se narra nada que no se haya visto en decenas de libros, comics, películas. Escaramuzas, dramas personales, desolación, escenas de ataques en masa, combates individuales. Creo que algún día he dicho por lo general me aburre sobremanera el realismo por su falta de ideas, por su intención de narrar por enésima vez lo mismo. Y lo mismo. Y lo mismo. Pues en esto del género Z me empieza a pasar más de lo mismo. ¿Qué salva al género frente al realismo? Pues el poseer ese ínfimo detalle de fantasía o de ciencia ficción de trasfondo.

¿Qué hay de original en este libro? Pues se puede decir que el cura. En De Madrid al zielo el autor introducía seres pseudo-divinos, en la saga de los xombis un agente biológico desmadrado y proteico, en Paciente cero una trama terrorista a lo novela de espías. Pues en este Los caminantes la presencia del cura y lo que hay tras él de un giro pseudo-científico a la historia.

Hay que admitir que la figura del cura atrae, de igual manera que lo hacen los terroristas en Paciente cero. Pero lo malo es que, si bien Paciente cero la historia queda más o menos bien cerrada, en Los caminantes se ve desde casi el minuto sesenta (de noventa, en plan furgolero) que no estamos ante un partido, sino ante una liguilla. Y sí, eso me cansa: puta moda de sagas, y sagas, y más sagas. Mercantilismo de pura cepa que se está cargando la literatura.

Pero sigamos dando apuntes del fondo de Los caminantes.

Hay detalles tontunos, pero que acumulados cansan algo, y chirrían más:

  • Cierto tío es de un vago de solemnidad: pone en marcha un coche (con lo que implica de peligro de llamar la atención de los zs con el ruido del motor) sólo para recorrer cien condenados metros. Pero bueno, tonterías las hacemos todos. Yo he visto a un elemento coger su coche para ir de una calle a otra, separadas las dos apenas cien metros. Pero se trataba de la estupidez de la juventud y de decir ‘mirad, que tengo coche’. Por eso aceptamos ‘barco’.
  • Así, como quien no quiere la cosa, resulta que nuestro protagonista es todo un as de la conducción de quads. Mira tú qué oportuno.
  • El autor confunde, si no leo mal, cortafrío con cizallas. Un cortafrío sin un martillo/maza sirve para poco, y no para lo que describe la escena. Para eso se suelen usar cizallas, en sus diversas versiones y tamaños.
  • La barquita de marras. Si llevaba tanto tiempo ahí abandonada, lo más fácil era que estuviera mal calafateada, o incluso ya sin calafate. Vamos, que a lo mejor se ha transformado en una esponja con forma de barca. Yo no me hubiera subido a ella ni loco. Seguro que hay por ahí más en mejor estado.
  • Mira que se me hace difícil ver que, por mucho que se vaya al norte, se llegue (se ‘adentre’, como dice el autor) al oeste.
  • En un momento dado hablan de ahorrar en electricidad y poco después de tener encendidos los focos de una instalación deportiva. Que no consumen nada…
  • Por lo que sé, el SAMUR actúa sólo en Madrid, no en Málaga. Si me equivoco, que me lo digan.
  • Supongo que toda persona normal, en esas circunstancias, se encuentra con los planos de las alcantarillas y los túneles de la ciudad. Material de dominio público, vamos. Ironía fuera, el descubrir que existen esos planos y cómo se consiguen (en medio de una ciudad infestada de zs) daría para toda una serie de episodios, y eso explicando cómo cojones descubren su existencia y la localización; aquí se ventila en unas líneas.
  • A ver, si en una escena describes un zombi como medio descompuesto, en la siguiente no le pongas a romper con los puños cristales intactos. ¿O me vas a decir que sus huesos y músculos (medio descompuestos) tienen la suficiente consistencia para romperlo sin desmoronarse?
  • Imaginad una marabunta de zombis. Los buenos los están viendo de lejos. El autor describe la escena. Vale, perfecto. Pero de repente te encuentras con una perla del estilo: ‘reparó en un zombi de aspecto cadavérico’. Ojo, en un no-muerto ‘de aspecto cadavérico’. Lo más llamativo del mundo. Los otros zombis se parecían a Paris Hilton, por supuesto. Por eso le llamó la atención el zombi ‘de aspecto cadavérico’.
  • Por dios, ¿cómo es una botella de whisky de cuatro kilos y medio? ¿XXXXXXXL? ¿O la sustancia incendiaria está elaborada a base de plomo?
  • Que el interior del recinto no se acabe de ver bien durante el ataque final no supondría mucho problema… de no ser porque lo que al principio era una gran zona acristalada (y reventada) de repente se convierta en un muro que impide ver los fuegos molotovianos que han montado los Zipi y Zape de turno en el exterior. ¿De verdad se pretende decir que nadie en el interior ve la que se monta hasta el momento en el que lo dicen?
  • Tenemos el caso de los individuos de doble cerebro. ¿Comorl?, diréis. Pues sí: personas a las que el malo les pega un tiro en la cabeza, mueren, reviven como zombis y los buenos les ‘matan’ con otro tiro en la cabeza. Vamos, que el malo les mata arrasando con su cerebro, éste se regenera, regresan a la no-vida y entonces ya los güenos les pegan un tiro ‘el de verdad’) en la sesera y les matan.
  • Que se hable de ‘cierta maestría en el manejo del fusil’ en relación a un personaje que necesita siete (SIETE) disparos para acabar con dos (DOS) zombis. Joder con la maestría: un ratio de acierto de 1:3’5. Ya llaman maestro a cualquiera.

Bueno, me parece que ya he dado un repaso a las tontunadas. Muchos de ellos insignificantes, pero que pese a ello molestan.

En sí, como ya he dicho, la trama no tiene nada relevante que destacar, ni para bien ni para mal. ¿Adictiva? Pues lo justo, tampoco mucho más (yo me leo casi todo), más que nada porque lo narrado está narrado mil y una veces antes. Originalidad poca, muy poca. Pero el género Z no da para mucho más.

Como último detalle decir que en el libro hay algunos pasajes cuyo estilo bebe de manera directa de Stephen King, como por ejemplo la narración de Dozer y lo de la barbacoa. Que conste que eso no se puede considerar error, sino el uso de un recurso ya poco menos que habitual.

En comparación con el engendro que leí de Sisi la primera vez, queda claro que se desenvuelve mucho mejor con este género Z que con la ciencia ficción. Lógico: la cifi requiere una serie de conocimientos, coherencia y de detallismo que este tipo de terror no. En cierta manera como el realismo: es un ‘viva la virgen’, un ‘aquí todo vale’.

Ahora vayamos a la forma. Aquí la cosa se pone peliaguda. ¿Por qué? Porque entre este Los caminantes y el Panteón: conciencia descarnada hay una sutil diferencia: Rocío Orroca. Pero mejor no adelantar acontecimientos.

Vayamos a los detalles que he visto en cuanto a la forma.

  • Ya de entrada uno empieza a ser a acosado por repeticiones de palabras, a veces casi seguidas. Así se encuentra con dos ‘entonces’ en una sola línea, ‘mirar’ y ‘miró’ poco menos que seguidos, dos ‘gentes’ casi juntas… esto se repite cienes y cienes de veces a lo largo de todo el libro. Una vez marcados los cinco primeros, en las páginas iniciales, ya dejé de hacerlo.
  • Los adverbios modales ‘–mente’ crecen y se multiplican como hongos, a veces incluso casi encadenados. Todo un camino embaldosado al infierno, sí señor.
  • Otro de los vicios favoritos de muchos autores: abusar del odioso verbo ‘ser’. Aquí se convierte en toda una plaga.
  • Mientras en algunos párrafos y secciones se nota agilidad y descripciones bien llevadas, otras partes sólo se pueden calificar como torpes: ese ‘Las autoridades fueron muy veloces’ y el ‘La sensación fue horrorosa ‘resultan un ejemplo claro de ello.
  • Al malo a veces se le menta como ‘padre Isidro’ y otras como ‘Padre Isidro’. Por supuesto, estamos ante simples errores de galeradas. Nadie es perfecto.
  • Aquí y allí, ni pocos ni demasiados, se encuentran gerundios de posteridad. Dado que ese defecto yo mismo lo cometo muchas veces (me cuesta, lo admito) no se le puede echar demasiada culpa. Sólo decirle al autor/corrector que practiquen más; poco a poco corregirán ese defecto.
  • Uno de los fallos de estilo más graves, y que a mí se me ha hecho molesto de verdad, es el cambio del tipo de narrador. A veces parece que estamos ante un narrador cámara, que cuenta lo que se ve y poco más, pero otras (y sin siquiera una transición bien visible) cambia a uno que roza la omnisciencia. Sucede también algo similar con los puntos de vista: se cambia de un personaje a otro, o a un narrador distante, sin transición marcada. Ese estilo nada homogéneo me irrita, más que nada por la evidente falta de estructura narrativa.

Como se ve, hay desde nimiedades a defectos (a mi entender) de bulto. Pero en general el texto se hace mucho más legible, con diferencia abrumadora, que Panteón: conciencia descarnada. ¿Estamos ante una involución del autor, que de conseguir textos modestos pero eficaces ha degenerado a hacer eso? Me parecería triste, la verdad. Aunque pensando, pensando me surgen algunas ideas.

Una de ellas podría resumirse en ‘afán de ganar visibilidad/dinero’: el primer libro tuvo éxito y dijeron ‘venga, más de lo mismo y a buen ritmo, pera exprimir la gallina’. Todos los que alguna vez hemos escrito sabemos que las prisas no son buenas. Al menos en mi caso, lo admito. Si Sisi producía más cantidad podría perder calidad. Pero si vendía… ¿qué más da? ¿Y si se acostumbró a ese ritmo de producción olvidando la calidad de los textos? Al fin y al cabo, le pagaban, el editor aceptaba, e incluso se llevó un premiazo… En ese punto ¿importa algo que saque algo como Panteón: conciencia descarnada? Sus fans ya sólo quieren más y más de Sisi, y he visto que le defienden a capa y espada, aunque se visualicen y argumenten los defectos.

Otra de las ideas que me vienen a la cabeza parte de unos de mis autores favoritos: Lovecraft. El de Providence actuó de negro para varios ‘escritores’. Su mano se nota en esos textos, de tal manera que más que del nombre que pone sobre el título, la obra pertenece a Lovecraft. ¿Y si eso mismo pasó con esta obra? No conozco a Rocío Orroca, pero da la casualidad de que sólo ese nombre marca la diferencia entre Los caminantes y Panteón: conciencia descarnada. ¿Hizo tan buena labor de corrección que ensalzó algo que no se merecía ensalzar? Si el Sisi de verdad lo podemos encontrar en Panteón: conciencia descarnada, ¿el mérito del éxito de la lectura de Los caminantes está en la señora Orroca?

Seguramente nunca lo sabré. Alguien me dijo (quizá Iván Hernández) que el señor Sisi es muy accesible y agradable al trato. Con toda sinceridad, me gustaría alguna vez poder tomar con unas cañas y hablar de esto, desde el respeto y la duda que esta segunda lectura suya me transmite.

Pero sé que eso nunca sucederá.

Mientras, le tengo que poner un 6 a Los caminantes, y esa nota me siembra la duda de si leer o no más de la saga de zombis más famosa de España.

Un saludo.

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