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Dmitry Glukhovsky – Metro 2034

Hola, ofidios.

Ahora me toca hablar del segundo libro que leo de Dmitry Glukhovsky, igualmente segundo libro ambientado en el exitoso universo de un postnuclear metro de Moscú.

Nota: esta es otra reseña redactada muy a posteriori de la lectura del  libro. Éste lo he redactado el día 27 de octubre de 2012, y tengo que admitir que el libro tiene tal calidad que apenas puedo recordar nada de su trama, al contrario que de la de Metro 2033. Eso ya habla mucho de él y de su calidad.

Metro 2034 retoma ese lúgubre, interesantísimo (en principio) y a medias esbozado reducto que es el suburbano de la capital rusa. En esta ocasión el libro, en contraposición con el primero, se intenta centrar en la taciturna, lacónica y monolítica figura del brigadier Hunter. A Hunter ya le conocimos casi de pasada en el volumen anterior, Metro 2033, dando el aspecto de ser una especie de máquina de matar un poco ida de olla, a saber si por su propia vida de antes de la hecatombe o por lo que se había obligado a ver y sufrir a posteriori. Ese carácter chocaba y resaltaba más o menos bien con el del otro protagonista, un imberbe que empezaba a descubrir los horrores del metro.

En este Metro 2034 se repite el esquema, con la salvedad de que la figura de Hunter toma más preponderancia. Pero en lo básico es lo mismo. De hecho, resulta demasiado parecido.

La estructura del libro insiste en el mismo esquema de acontecimientos que el anterior,tanto que parece un calco: nos introduce en la desesperada situación de una estación, la falta de recursos y el estar acosada por criaturas provenientes del exterior (vamos, el mismo esquema que en Metro 2033, y uno muy semejante a muchas películas de zombis, ya de paso). A partir de ese momento se inicia otro viaje por las entrañas del suburbano moscovita, un recorrido que se hace anodino y confuso por momentos: quizá un moscovita sea capaz de captar todo, pero yo admito que he notado en varios fragmentos como que algo falta, alguna referencia.

A medida que avanza la novela toma especial relevancia otro personaje que ya apareciera en la anterior obra, Homero. Éste trata de convertirse de verdad en un cronista de cuanto sucede en el metro. O más bien un intento de, porque no lo logra. Al autor trata de darle a este personaje una profundidad narrativa (hacerle realmente un Homero relatando una odisea) que sin embargo no logra. Junto a él una chica, una huérfana y perdida que ve cómo toda su vida anterior se hunde, y busca un asidero al que aferrarse (sí, hay pseudohistoria de amor), y un chico extraño y desconcertante, supuestamente poseedor de cierto conocimiento que se resiste a compartir. La extraña pareja se acaba convirtiendo en un trío gracias a la presencia (semejante al Guadiana en la zona de los Ojos) de Hunter, nunca mejor dicho, no acaba de cuajar, y a lo largo de las páginas vemos cómo toman y pierden el protagonismo del texto.

Así, con ese conglomerado de personajes, Glukhovsky intenta hacer una especie de novela de personajes, si no coral, pero sin lograrlo en ningún momento. Las vidas de los protagonistas no acaban de resultar atractivas, lo que dicen y hacen tampoco, el entorno que se describe se deja en exceso difuso y poco detallado. ¿No queriendo implicarse? ¿Dosificando adrede información para futuras secuelas?

Y es que a estas alturas de la película (con una novela anterior casi calcada) Metro 2034 carece del gancho de la novedad que sí que tenía la anterior. Sí, se describen más estaciones, revelando algunos detalles que hasta el momento no se conocían respecto al funcionamiento de esa sociedad troglodita, pero el conjunto general no satisface, con altibajos en el ritmo y el interés de lo que se cuenta.

Vamos, que no creo que compre el futurible Metro 2035. Porque este se merece un muy escaso 4.

Un saludo.

Dmitri Glukhosvsky – Metro 2033

Hola, culebrillas.

Un nuevo libro, Metro 2033, en esta ocasión de origen ruso (el autor es, agarrémonos, Dmitri Glukhosvsky): eso, por sí sólo, ya supone una diferencia. Bien, admito que lo tomé con muchas ganas, dado que la idea me parecía atrayente (original no, por supuesto, pero sí fresca en medio de la plaga de zombies que infesta las estanterías últimamente).

Al principio se nota que es una novela rusa y para rusos (o más concretamente moscovitas): acostumbrarse al mapa de metro ruso resulta poco menos que infernal, sobre todo si se tiene en cuenta la descomunal incoherencia entre el nombre de las estaciones que se indican en las solapas y las que aparecen en el texto propiamente dicho. Pero ese problema se disipa al cabo de las pocas páginas.

El arranque no está nada mal, mostrando un metro agónico y de pesadilla gracias a la irrupción de ‘los negros’. Resulta un poco difícil comprender la escala tan diminuta de población: nos encontramos ante la epopeya de un protagonista en medio de una población de ¿cuánto, diez mil personas? Cuando uno se da cuenta al fin de ese detalle, y lo compara con la población real de Moscú, empieza a percibir la realidad de ese mundo. Agónico no se ajusta a esa situación: terminal.

Como he dicho, la novela tiene un buen principio, pero esto se trunca enseguida. Aparecen personajes ‘filósofos’ que rompen  el ritmo narrativo y el clima (por más que no tratar de imaginárselo, resulta poco menos que increíble el encontrar a gente que divague de esa manera en medio de ese cataclismo). Por desgracia a medida que avanza la novela se comprueba que ese tipo de digresiones son frecuentes… lo que no acaba ni de justificarlas ni hacer que encajen con el resto. Y, peor aún, cuando parten del protagonista lo único para lo que sirven es para desvirtuarlo como personaje coherente: a veces parece un papanatas, y otra un cruce entre Tolstoi y Aristóteles.

Como se deduce de estos comentarios, la novela padece de altibajos y errores de trama. Uno de los más graves trata de ‘lo  negros’ y su manera de relacionarse con el entorno, y más concretamente con los hombres. No diré más de esa cagada. Además, si bien a novela posee por lo general un ambiente de realismo, de materialismo, en otras (escasas, y precisamente por eso más chirriantes) ocasiones habla y describe fenómenos poco menos de que magufos. Supongo que dado que la novela se publicó en entregas y en internet (orientada a un público juvenil, lo que implica poco exigente), el autor no debió ser capaz de evitar las chorradas magufas.

En definitiva, el libro entretiene a ratos, por lo que le otorgo un seis, nota que mejoraría mucho si se hubiera trabajado un poco más los personajes y sobre todo el entorno. Bueno, sí, eso casi suena a que escriba de nuevo toda la novela. ¡Qué cosas!