Archivo de la etiqueta: descarga

Opinador vs ‘muchos otros’

Hola, culebras.

La verdad es que mi misantropía me suele impedir implicarme en los juegos de estas criaturas despreciables llamadas humanos. Sin embargo de unas semanas acá asisto a un penoso intercambio de comunicados (penosos en parte por lo escandaloso del tema, y en parte por la relevancia que está adquiriendo cuando hay otros -léase el paro- muchísimo más preocupantes ante los cuales no hay ni comunicados globales interneteros, ni reuniones con el ministro de turno ni nada e nada) entre dos bandos.

Entre los del ‘otro’ bando hay uno que me hace mucha gracia porque en esto parece lo único que desea es subir en google, mejorar su pagerank. Hoy me ha dado por satisfacerle un poco. Ahí va una chorrada cortita, en plan twitter, para que su ego crezca una infinitésima más.

Érase una vez un opinador ignorante. Opinaba de lo que otros hacían, y/o de cómo lo hacían. Hasta que uno de ellos mostró otra manera de actuar. ¿El opinador se callará, enterándose de verdad de qué va el asunto? ¿Rectificará? Habrá que esperar su próximo movimiento.

Espero que el opinador se sienta satisfecho por estos milisegundos de gloria que desde este antro internetero se le ha dispensado (si agarra subida de sueldo quiero mi parte, por infinitesimal que ésta sea; si le dan alguna colleja sus mecenas, mejor que se las quede todas él).

Ale, adiós.

Por qué Spotify conmigo no triunfa

Hola, culebras.

Tras haber usado durante un par de meses Spotify veo que no me agrada. Pero nada. Lo seguiré usando durante un tiempo indefinido, seguramente hasta que me harte de él. ¿Qué ha pasado? No, la culpa no la tienen los anuncios (se me apaga el cerebro al oírlos). No la culpa de ello se halla en las propias tripas de la aplicación, en su modelo de servicio. Pero antes de explicar la situación hagamos un poco de historia, que hoy estoy charlatán (total, para quienes me van a oír).

De unos años para acá se está poniendo de moda el llamado streaming, ya sea para audio o para vídeo. Éste consiste en abrir un canal de descarga y, desde tu ordenador (o aparato capacitado) obtener en vivo datos en formato audio o vídeo: escuchas y/o ves un contenido pero no lo almacenas, quedando obligado a volverte a conectar si deseas verlo de nuevo. En pocas palabras: o tienes una conexión viva y lo suficientemente rápida o ‘no te comes nada’.

En nuestro país cada vez hay más gente con conexión (si bien no con datos boyantes, o puede que ni de lejos boyantes), sobre todo con cable o ADSL (y no precisamente gracias a que tales líneas tengan precios muy accesibles, no, pero ese es otro tema). Poco a poco, y mientras la crisis lo permita, los españolitos se van uniendo a esa arma de destrucción de gobiernos (aunque no lo hagan para temas más serios que el cierre de webs)… perdón, a internet.

Bueno, que me voy por las ramas. Estaba hablando del streaming: el engendro que te obliga a tener una conexión para ver o escuchar cualquier cosa. Existen ya modelos de TV usando streaming, siendo en España el más famoso del Imagenio de timofonica (así escrito, tal y como les gusta a ellos: sin tilde). Los sistemas ‘pedestres’ de streaming, sin pagar una pasta a una multinacional, para la mayoría de los mortales implican ‘estar sentado delante de la pantalla del ordenador’. Vamos, el colmo de la comodidad.

Pero no me voy a extender en el tema vídeo, dado que tengo que admitir que no soy consumidor asiduo del mismo. Vayamos a la música, algo que consumo: paso horas en casa delante del ordenador, y durante años he disfrutado del binomio música-ordenador con mis artistas favoritos sonando primero a todo trapo (cosas de vivir solo) y luego con cascos.

Al principio la música provenía directamente de mi cadena musical, ya de cintas, vinilos o, más tarde, CDs. Luego aparecieron las tarjetas de sonido (supongo que este detalle, el ‘luego’, sorprenderá a algún lector yogurín. Sí, hubo una larga época en la que no existían las tarjetas de sonido, y cuando aparecieron hubo un periodo en el que comprarte una te aseguraba horas de quebraderos de cabeza para conseguir que tu equipo la reconociera bien), y con ellas los ripeadores de CDs, los mp3 y mi fiel winamp. Así, con megas y megas de mp3 (primero sacados de mis propios CDs, luego obtenidos gracias al intercambio en mi primer curro vía ftp con gente de todo el mundo), llené años y años de música. Los CDs de canciones empezaron a volar de manos de un colega a otro: en el mundo hay demasiada música para sólo oír lo que te compras. De hecho llegó un momento en el que sólo compraba lo que sabía de fijo que me iba a gustar, o aquello que ya había escuchado y que me satisfacía como para invertir en ello (a alguno ya le valdría darse cuenta de una vez que en esa manera de actuar se encuentra el futuro de la música; esa y los conciertos, claro).

Pero un día entro en mi vida (no he podido evitar usar esa memez de expresión) el streaming musical. Como si de radio se tratara, algunos colgadillos ponían su winamp en modo emisión y lanzaban a la red sesiones propias de música. Sí, se petaba si había no mucha gente conectada, pero no dejaba de ser una manera de escuchar música de otros, según los gustos de otros (pero previamente ya te asegurabas de que quien ‘pinchaba’ tuviera un perfil acorde al tuyo).

Luego descubrí, hace cosa ya de siete u ocho años, un programita llamado Pandora (nada que ver con la cagada que ahora está de moda). Modesto y no muy llamativo en lo que a la estética se refiere, este software usaba una serie de ‘conceptos’ para catalogar y vincular la música: valoraciones de estilo, tempo, melodía, armonía, ritmo, instrumentación, etc. A través de ellos, y en base a una búsqueda inicial, el programa te iba dando sugerencias que creía que te podían agradar. ¿Qué una canción te gustaba? Se lo decías y él más tarde te ponía una similar, o del mismo grupo; si no te gustaba la ‘marcaba’ para no volverla a pinchar. Así de sencillo. Poniendo Pandora y empezando por grupos que me gustaban me ponía temas de otros (conocidos ya por mí) que también me gustaban… y de otros que desconocía pero que igualmente a veces me sorprendían gratamente. Por desgracia con el paso del tiempo quedó evidenciado que el repertorio de temas no era muy variado: los temas se repetían demasiado, incluso varias veces por sesión, quizá debido a que mis gustos no coincidían con la mayoría.

Ya adicto a este sistema de música online, y sobre todo a la posibilidad de descubrir (eso sí, de forma vaga) nuevos grupos, me mudé a algo similar y que tampoco llevaba mucho tiempo: last.fm. De funcionamiento similar a Pandora, permitía marcar temas como ‘amados’ o como ‘odiados’, lo que en función de las etiquetas vinculadas al tema y al grupo permitía al sistema colarte nueva música acorde a tus gustos. Lo punto flaco en este sistema estaba en que las etiquetas las colocaban los propios usuarios, y eso a veces llevaba a confundir al sistema con clasificaciones demasiado genéricas o incluso de broma. Pese a ello seguí usándolo en casa para oír música mientras enredaba con el ordenador. A lo largo de los años de uso Last.fm me brindó sorpresas muy agradables: descubrí a The Azoic, Panzer AG, Down of Ashes, Wintersun, Agalloch, Funeral (y de paso a Ahab), por nombrar sólo unos pocos. Todo ello aderezado con una reproducción aleatoria que muchas veces casi podría definir como jugosa.

Mientras tanto Pandora seguía a lo suyo, emitiendo música según su algoritmo, hasta que lo cerraron para los no yanquis. Pandora murió como opción para mí.

Sin embargo de un año y poco a acá algo empezó a fallar en last.fm: detecté las mismas deficiencias que me habían sacado de Pandora. Además, al tiempo, avisaron de que el servicio se volvería de pago. Obligatoriamente de pago. Y un día se acabó: me obligaban a pagar. Eso en plena época de crisis, con el Euribor por las nubes. Vamos, el momento ideal para pedir dinero por algo que no es vital: a borrar el usuario y seguir con mis discos.

Al cabo de unos meses ‘descubrí’ (la verdad es que  ya lo conocía de oídas, pero no me había molestado en instalarlo por pura vagancia) esto llamado Spotify. Me lo instalé y me encontré con algo de aspecto ligeramente parecido al horrible iTunes. Bueno, me dije: una cosa es el aspecto y otra el funcionamiento. Puse un grupo de prueba, Feindflug, y la cosa ya empezó a pintar mal: había poco, muy poco. Mejor dicho, nada. Seguí tirando del hilo a cosas más ‘comerciales’, me creé unas pocas listas y le di al [play+random]. La musiquilla agradable empezó a sonar por mis cascos. Bien, bien.

Pero el ‘bien’ no duró mucho. Por más que las listas tuvieran una variedad que me parecía suficiente como para generar al sistema una idea de mis gustos, sólo se me reproducían temas que yo ya había introducido antes, nada nuevo: no había sorpresa, no había esa novedad que me encantaba en last.fm o en Pandora, sólo la lista de lo que yo ya había buscado y marcado antes. Y, para acabar de cagarla, la reproducción aleatoria iba horriblemente mal: las canciones del mismo grupo se encadenaban casi una tras otra (a veces sin el ‘casi’), los grupos se repetían.

¿Cómo, con una lista en la que posiblemente hay un centenar de grupos, se repite un mismo intérprete tres veces en apenas veinte temas?

Mal, está muy mal trabajado el cálculo aleatorio de los temas.

¿Resultado de todo ello? Las listas  de reproducción, aun habiendo sido enriquecidas con mucha variedad de temas y grupos, a veces aburren. Ha muerto Pandora para los no yanquis, se ha suicidado last.fm (al menos para mí), y Spotify no me da lo que busco: música de mi agrado  pero que me sorprenda, novedades. En definitiva, añoro lo que ya no tengo. Jodido inconformismo.

¿Hay algo (no de pago) que se parezca a Pandora o a last.fm? Habrá que investigar un poco…  Pero mejor otro día: hoy estoy muy vago.

Un saludo.

Un sombra del pasado

Hola, culebrillas.

Artifex, el veterano fanzine de fantasía y ciencia ficción, regresa a la vida en su cuarta reencarnación. Nuevo formato, ahora on-line, nueva gente al frente: un nuevo proyecto al que le deseo la mejor de las suertes. Para este primer número de la nueva etapa se me pidió permiso para incluir un relato que entregué a los viejos editores hace años, a lo que por supuesto accedí. Y así sale a la luz, como fantasma surgido del pasado, el relato Piedra y plumas, segundo de los que ambienté en la Cantabria prerromana. Espero que lo disfrutéis, y si es así apoyéis la iniciativa difundiendo, descargando y comentando el fanzine.

Nada más. Un saludo a todos.

Actualizado (3/7/2008, 9:49) : Qué oportuno. Justo cuando estaba redactando el último comentario (de hecho tras darle al ‘enviar’) me ha llegado un correo de Juanma Santiago (uno de los responsables del fanzine, y quien se puso en contacto conmigo para publicar el relato) acerca de lo que está pasando con el enlace directo que falla al pdf. En el correo me cuenta que han descubierto esa falla, pero que aun así se puede entrar desde la página principal. Menos es nada 🙂 Este problema ya lo solucionarán, sin duda: entre ellos hay gente que sabe MUCHO de webs 😉 De nuevo desearles la mejor de las suertes en su nueva singladura.

Último coletazo del viejo Eterno: Duat

Hola, culebras.

Como ya dije en una entrada anterior el blog Eterno resucita en una nueva versión.

Pues bien, como algunos ya sabréis, de la vieja versión surgió una recopilación que incluía los primeros cincuenta primeros relatos del blog. Dicha compilación se llamaba Canope y, junto a los relatos de Santi y míos, contaba con las ilustraciones de Ferrán Clavero (con el que ya colaboré en el comic de Lidia y las canicas).

Hasta ahí todo bien. Canope surgió y tuvo su momento (de hecho sigue disponible para cualquiera que lo busque) pero en él se incluyen la primera cincuentena de relatos… y sólo esos. Sin embargo el blog continuó, apareciendo en sus páginas virtuales unos pocos relatos más. Por ello, para que esos escritos no se queden alojados sólo en el hosting de ya.com y quizá se pierdan (cosas de depender de algo gratuito), he optado por crear una pequeña compilación con esas obras huérfanas. Así nace Duat, con la que quedan unidos ese pequeño grupo de relatos.

En Duat, al contrario que con Canope, nada más podréis encontrar mis relatos: Santi en su día optó por eliminar su blog Efímero, con lo cual no se pueden referenciar ni incluir las inspiraciones previas de la que surgieron los últimos del viejo Eterno. Aun con todo espero disfrutéis de esa pequeña compilación.

Un cordial saludo.

Descarga Duat, la compilación final del viejo Eterno.