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Elia Barceló – Consecuencias naturales

Hola, culebras.

Se puede decir que primera lectura que hago de Elia Barceló. En algún momento pasado he leído de ella algún cuento, creo que en un recopilatorio de la UPC. No estoy seguro ni me voy a molestar en buscarlo. Bueno, sí me he molestado y he encontrado dónde la leí. Y sin mucho éxito, la verdad. Pero de esa lectura hace ya mucho tiempo, casi seis años, así que olvidemos lo que me encontré allí y vamos con este Consecuencias naturales que lleva en mis estanterías más de veinte años.

Elia Barceló - Consecuencias naturales

Elia Barceló – Consecuencias naturales

Y joder, es que lo que me encuentro no da lo que se dice para lanzar cohetes: lenguaje torpe, lleno de esos seres que tanto he llegado a detestar, así como de —mentes. A eso se suma que de vez en cuando uno se topa con frases demasiado largas, sentencias que habrían necesitado un repaso (y con ello me refiero a dividirlas, sí). Ese defecto se nota sobre todo en algunas líneas de dialogo, que por largas acaban resultando poco o nada creíbles.

Sigo avanzando y me encuentro con que, con veinte años de antelación, Elia ha sabido plasmar un horror del lenguaje hoy en boga: el repudiar el masculino neutro, algo amenazante sólo para quienes buscan enemigos por todas partes. En su lugar nombra cada objeto con su masculino y su femenino. No voy a entrar a hablar de esa aberración. Sólo diré que, enarbolando la igualdad de sexos, lo que se consigue es entorpecer y arrastrar la principal misión del lenguaje: la comunicación fluida. Y no soy yo quien opina así. Pero vamos, pero como no habla ella sino sus personajes no voy a decir más. La señora Barceló ha decidido pintar una sociedad donde el movimiento integrador ha optado por manifestarse, entre otros detalles, con esa forma de lenguaje. Y ya.

Al cabo de unas páginas el libro empieza a hacer aguas. Y no por la autora, sino la propia edición. ¿Cómo marcan que un personaje inserta un punto y aparte en su discurso? Desde que tengo memoria yo lo he visto de la siguiente manera:

Aquí va un párrafo descriptivo o ambiental. Se trata de texto de narrador, no de personaje.

—El personaje suelta su perorata —entre las rayas el narrador acota lo que dice el personaje, o describe algo importante para la escena—, y luego sigue hablando hasta que llega el lugar donde decide marcar un punto y aparte en su discurso.

»Y pese a que se trata de un punto y aparte sigue hablando, lo que queda marcado con el símbolo de fin de comillas españolas (latinas o angulares). Sigue hablando y cuando decide de verdad acabar de hablar planta un punto y aparte y se acabó.

Ahora empieza un nuevo párrafo de narración, no dialogal. Vamos, que el narrador vuelve a entrar en acción y ya nos olvidamos del discurso del personaje.

Como se ve, gracias al símbolo de fin de comillas españolas (») se diferencia a la perfección un párrafo que enlaza dialogo de un personaje de otro que sólo introduce elementos narrativos. Pues bien, en todo el libro no se pone un solo símbolo de fin de comillas españolas, y eso que más de una vez los personajes introducen puntos y aparte en su discurso. Por ello hay que estar adivinando (tampoco supone mucho esfuerzo, no, pero eso no sirve de excusa) si se trata de un tipo de texto o del otro.

Sigamos, que me encabrono con esta mierda de ediciones/editores.

Esto ya sí que entra en el terreno de la autora: ¿tiene algún problema con los paréntesis? A ver, que se pueden usar. Incluso la malvada RAE dice cómo y cuándo se puede utilizar. Ale, a leer e interiorizar tochos ¿aburridos? pero muy didácticos, como lo descrito en el punto 2.a). La señora Barceló introduce incisos en las frases poniéndolos entre comas, cuando en algunas (y no pocas) ocasiones piden a gritos paréntesis o rayas.

Por cierto, la raya no existe en este libro: sólo hay guiones. Sí, en eso tienen la culpa tanto la aurora (menos) como el editor (más).

Los ojos me siguen sangrando debido a la ausencia de tildes. No una, ni dos ni tres. Para rematar, casi por norma los ‘él’ (sobre todo cuando empiezan una frase) carecen de rallita.

Sí, soy un tiquismiquis de la forma.

El texto se desarrolla en torno a un alegato feminista. Se me ocurre la palabra ‘tibio’ para describirlo, aunque quizá quedaría mejor expresado si se dijera que la sociedad descrita todavía está a medio proceso. Sólo eso explica que junto al llamado ‘lenguaje integrador’ (que la propia Charlie admite lioso y molesto) siga habiendo machos hispánicos con poder de mando y violaciones.

La novela, pese a su envoltorio de ciencia ficción, tiene más de aventurilla de fantasía que de otra cosa. Hay naves y extraterrestres, sí, pero tan increíbles que sólo se pueden considerar fantasía. ¿Qué por qué increíbles? Pues porque la evolución convergente tiene sus límites. Uno de los grandes, enormes, descomunales, intolerables fallos de Start Trek está en sus alienígenas todos iguales. Por no mencionar atmósferas, biologías, etc. Otro ejemplo: adoro Alien, la considero de las mejores películas de terror de la historia. Pero en cuanto se empieza a rascar la piel de ciencia ficción la lógica de la cinta se cae a pedazos.

Me desvío.

Que no, que no me parece creíble esa raza, tan compatible con la nuestra, tan humana en apariencia (todas ellas gélidas diosas de cuerpos perfectos) como para crear esta historia. Y lo de que se implanten pechos artificiales como símbolo de rango/status, pechos que se parezcan tanto a los humanos como para resultar atractivos, ya me parece el colmo del ridículo. A eso le llamo yo forzar el deus ex machina a lo burro creando una especie demasiado a huevo para generar le conflicto de la novela. Porque ¿cómo coño llega una cultura alienígena a esa idea de implantarse tetas? La autora no lo dice, y me da en la nariz que tampoco lo sabría explicar.

Otro detalle chorra y efectista, pero que en cuanto se piensa se cae solo: eso del despertar dolorido y con sangre. En una mujer se explica con total facilidad, sí, pero aquí no. Y digo no. Lo peor de todo es que la autora no da ni el menor atisbo de explicación. Ale, lo suelta y a tomar por saco. Y tú te quedas con cara de tonto preguntando que qué narices ha pasado, que de dónde sale toda esa sangre.

Cómo mola esa especie tan diferente de la nuestra, que rehúye todo contacto, y que sin embargo se permite operar/drogar/psicoanalizar a un individuo de otra especie como si nada. Olé sus huevos, y qué tontos los humanos que lo permiten así por las buenas.

Y ahora entro en donde la mataron: la sexualidad de los siesos (no, no me refiero a sus anos) xhroll. No me la creo, pero ni de lejos. La semejanza de los xhroll con los humanos, hasta el punto de hacerse atractivos, supera mi capacidad de lector de ciencia ficción.

Pero bueno, que esto no es cifi sino fantasía.

¿Alguien se puede creer el descrito sistema reproductor de los xhroll? La autora, de manera premeditada, no lo describe nada más que muy de pasada. Claro, porque no tiene ni pies ni cabeza y no parece dispuesta a meterse en ese berenjenal. Sí, hace mención a una antigua catástrofe planetaria que ha cambiado la biología de la especie dificultando su reproducción. ¿Aceptamos barco? No me gusta masticar ruedas de molino. ¿Qué tiene que ver esa catástrofe con que todos los extraterrestres tengan un sistema reproductor con el aspecto de una hembra de la especie humana? Aquí todo son vulvas, aberturas con labios que llevan a canales interiores. Pero no existe la contrapartida a esas oquedades, en la fisiología xhroll no hay nada ‘que los rellene’. ¿Mande lo cualo? ¿La catástrofe extinguió a los machos? Eso supondría tener mucho que decir. ¿Cómo ha sobrevivido la especie?

La evolución, en temas de reproducción sexual (porque de eso se trata, nada de bipartición ni métodos similares), tiende a generar órganos complementarios. Si en uno de los sexos hay un ‘hueco’ el sexo opuesto tiende a contar con algo que lo llene. El caso vagina/pene creo que lo conocemos todos. Bueno, en la naturaleza hay excepciones como en el caso de la fecundación externa. Ejemplo: las hembras de algunos peces depositan las huevas sobre un lecho arenoso, y luego los machos las riegan con su semen. Pero este no es el caso: los xhroll que aparecen en la novela poseen vagina, es decir, órganos reproductores muy internos. Si todos los xhroll poseen esos órganos reproductores muy internos, ¿cómo narices se logra el intercambio de gametos? ¿Haciendo la tijera? ¿La vagina o el útero se externaliza y algunos xhroll la sacan a modo de pene?

Porque en el fondo todo se reduce a una canción infantil: ¿Dónde están los del penes, matarile—rile—rile? ¿Dónde están los del penes, matarile—rile—rón? ¡Chim—pom!

Perdón, pero me río de esa biología. Me río mucho.

Sí, de verdad estoy ante una obra de fantasía. Fantasía de la dura, de la que obliga a apagar el cerebro y creer a ciegas.

Volvamos a la reproducción propia de los xhroll. Con todo ese alegato feminista (machos malos, machos violentos), la autora parece que se ha queda sin argumentos. ¿Costaba mucho hablar de reproducción asistida o similar, y así mandar a tomar el fresco a los engendros dominantes y brutales del pingajo colgante? Así se lograría explicar que se mantuviera, mal que bien, esa especie con su batiburrillo de vulvas sin pene. Pero no, la autora no se mete en ese asunto (“a los xhroll no les gusta hablar de eso”) y obliga al lector a tragarse que los xhroll han evolucionado de esa manera tan curiosa. Curiosa no, increíble.

Además está el detalle de la primera fecundación. O yo me he enterado mal o a la víctima la fecundan siguiendo un método muy similar al del contagio de las enfermedades veneras. Son unos virus macizorros con patas y juju (‘Rancio’ dixit). O si no ¿cómo ha ocurrido lo que ha ocurrido?

Cada vez que pienso más en la sexualidad de los xhroll menos me la creo.

Pero para acabar de rizar el rizo (AVISO: si no has leído el libro y quieres ponerte con él NO SIGAS) luego resulta que los machos—con—aspecto—de—hembra—macizorra—y—vagina—muy—muy—penetrable sí que tienen (al menos algunos xhroll) vaginas y úteros funcionales y que reciben de la manera tradicional. En serio, ¿se está riendo de mí? Ese caos de fisiología no se la cree nadie con dos dedos de frente.

No voy a hablar más de fisiología sexual. Al fin y al cabo la novela encaja en la fantasía con tintes reivindicativos. De la lectura queda claro que en esa sociedad los hombres (los machos) siguen siendo los malos, al menos en determinadas etapas de la vida y en ciertos rangos de poder. No lo voy a negar: bastante cavernícola se ve a día de hoy, y va a resultar muy difícil erradicarlos. ¿La sociedad pintada en la novela funciona? No queda del todo claro. Sólo hace falta leer las reacciones de bastantes machos ante las hembras. Sin lugar a dudas está en una etapa intermedia entre la actual (machista) y la deseable de la igualdad real (que no feminista). La igualdad (yo sigo a lo mía) no se va a lograr anulando el masculino genérico sino con medidas de mucho mayor calado y lentitud, sobre todo culturales/educativas. Y aun con ellas, tal y como comenta cierto personaje al final, ni siquiera se puede controlar a los sacos de hormonas masculinas a ciertas edades. En eso sí que creo que hace falta un salto evolutivo, y uno muy serio. ¿Se apunta alguien a un hecatombe zombi?

En definitiva, el libro ganaría mucho no sólo con una reescritura o con una mejor edición, sino con replantearse en serio y a fondo la sexualidad de los xhroll. Porque si nos quedamos nada más con el mensaje feminista de la reivindicación de la mujer en el escalafón social nos queda muy poco. Para eso mejor, por ejemplo, La puerta al país de las mujeres.

Le pongo un cinco muy pero que muy raspado.

Chau.

R. A. Lafferty – 900 abuelas

Hola, culebras.

Ni sé cuántos años lleva este libro de 900 abuelas en La Pila. Pero me dicen que veinte años y seguro que no me equivoco, al menos no mucho. ¿Por qué tanto tiempo sin leerlo? La razón ya queda algo difusa debido a mi mala memoria, pero creo que se debe más que nada a que cuando participaba en la lista de correo Cienciaficción hubo varios comentarios en contra de R. A. Lafferty. A estas alturas no puedo recordar bien lo que decían, pero la impresión de ‘libros raros sólo aptos para gente rara’ la tengo asociada a los cuentos de Lafferty desde entonces. Algo similar recuerdo que me dijeron de Radix, como que se trataba de un truño… y luego resultó una lectura de lo más entretenida.

Pero ahora que vuelvo a darle al relato corto consideré que había llegado la hora de darle una oportunidad a Lafferty. De él tengo 900 abuelas, Los seis dedos del tiempo y Las salomas del espacio, con lo que si no me confundo cuento con buena parte de su obra. Por ahora he optado por empezar por 900 abuelas, y dejos los otros para más adelante, más que nada pendiente de ver cómo me sale este recopilatorio.

R. A. Lafferty - 900 abuelas

R. A. Lafferty – 900 abuelas

Pero es que ya sé cómo ha resultado. ¿Alguien quiere descubrirlo conmigo? Ahí voy:

  1. El cuento ‘900 abuelas’ arranca con un pequeño sopapo en la cara en forma de traducción muy hispanoamericana. No recuerdo haber leído la palabra ‘promisorio’ en toda mi vida. Pues aquí hay varias, y como quien dice, según se empieza el cuento. Además me encuentro con una mayúscula que luego se convierte en minúscula, dejándome claro que la edición hubiera requerido un poco más de galeradas. A lo largo del libro eso defectos (sobre todo los palabros y giros a mi gusto demasiado ¿argentinos?) se suceden, con lo cual tengo que apechugar: ese mundo de español no peninsular existe, y si me ha tocado un libro editado para ellos me aguanto y sigo. Pero debo seguir hablando del cuento ‘900 abuelas’. Pese a esos ‘defectos’ que acabo descubrir el relato este tiene más gancho —de hecho mucho más— que la novela que he leído. De hecho sólo lo puedo definir como auténtica maravilla condensada, una lectura 100% recomendable. Y se lleva unos de esos muy escasos 10 que suelo poner. Creo que eso ya dice mucho de la impresión que me ha causado.
  2. Seguimos con ‘La tierra de los grandes caballos’. Sencillamente soberbio. Pedazo de cuento, sí señor. Pese a ello no se lleva un 10 como el anterior: posee deslices de la traducción —a mi gusto muy mejorable— y lo peor, un interludio quizá demasiado largo y demasiado centrado en los USA. Pese a ello puedo decir que es un relato casi perfecto. Junto a ‘900 abuelas’ hace que me deba descubrir ante el inicio de libro. La nota: un 9.
  3. De la luz a la sombra, eso sucede con ‘Ginny envuelta en el sol’. Aquí ya se sufre la traducción, se la sufre mucho. A eso hay que añadir que los diálogos empiezan a bailar debido a la mala maquetación. El relato en sí se hace demasiado difuso a mi gusto, sin un objetivo definido y lleno de digresiones casi sin sentido. El comportamiento exagerado de los personajes no ayuda nada. Todo ello supone un 4.
  4. En ‘Toda la gente’, para mi sorpresa, me topo con un loismo: ‘el general lo estaba esperando’. Un segundo: no, uno no, sino más. ¿Hay loismo en Argentina? Pese a ello el relato se hace simpático. Da las pistas justas de lo que va a suceder, y el final sorprende pero al mismo tiempo está argumentado. Se lleva un 7.
  5. Leyendo ‘La educación primaria de los camiroi’ uno ya empieza a tener claro la razón de que Lafferty sea odiado o amado: basa buena parte de sus textos en el absurdo. Con esa premisa construye historias como esta, usando ladrillos exagerados al mismo tiempo que y ridículos. De resultas admito que se me hace difícil calificar el texto. Pese a ello me esfuerzo y le pongo un dudoso 6.
  6. Con ‘Lenta noche de un martes’ seguimos leyendo un relato de ‘exageración imposible’. Pese a ello, y de manera sorprendente, el cuento parece un muy buen retrato de ciertos comportamientos actuales. Ese sentido de urgencia ridícula, de la valoración de lo efímero y apenas elaborado me hace pensar demasiado en lo que ahora prima en demasiados aspectos de la vida. Escribo esto a finales de 2016; el cuento es de abril de 1965. En definitiva, un texto divertido y ridículo que se merece un 6.
  7. En ‘Resoplón’ ya me encuentro con un detalle de incoherencia del propio autor. En un momento dado dice que los protagonistas llevan pocas horas en el planeta; sin embargo la manera describir lo que han vivido deja bastante claro que llevan allí mucho más; y para crear la incoherencia unas páginas más adelante dice que llevan semanas. Un poco confuso todo, sí señor. El cuento a medida que avanza me recuerda mucho a ‘Padre’ de Farmer. Al final se puede decir que resulta entretenido pero quizá demasiado largo. Ale, un 5.
  8. En ‘Así frustramos a Carlomagno’ me sorprende encontrar una referencia a la ‘graffiti‘: el relato es de 1969, y yo creía que ese concepto de arte urbano era posterior. En el cuento me ha gustado el uso de la paradoja. Por desgracia la narración misma le revienta al lector el final por culpa de una pista descomunal, que hace del fin algo torpe. Pese a ello le pongo 7.
  9. ‘El nombre de la serpiente’. Relato divertido pero que tiene el mismo problema que el anterior: llegado a cierto punto crees que sabes cómo va a acabar (jodido objeto metido de repente), y en efecto acaba así. Pero pese a ello las desventuras del cura se hacen lo bastante entretenidas como para un 6.
  10. Al leer ‘Uno cada vez’ no me queda claro lo que he disfrutado. ¿Un cuento, una fábula, una leyenda? ¿O quizá un esperpento? De una manera u otra el relato resulta muy entretenido, poético y dotado de una extraña atmósfera que hace que se disfrute de cabo a rabo. Vamos, un 8.
  11. En ‘Tiempo de visitas’, y de nuevo a través del absurdo, se estudia el fenómeno tan actual de la superpoblación. Eso y la traducción cristiana de tener más y más hijos, algo de lo que se rieron de manera magistral los Monty Phyton. El autor juega con la distorsión del espacio para exacerbar el sentimiento de agobio y claustrofobia, pero si no hubiera recurrido a ella (si hubiera decido mantenerse en el realismo) el texto hubiera ganado contundencia. Al estilo de Lafferty tenemos un Todos sobre Zanzibar salvaje y en apenas diez páginas. También me ha recordado, sobre todo en el tono de los visitantes, a Los Humanoides de Williamson: la fatalidad revestida de ayuda amable. Otro 8, ale.
  12. La recopilación acaba con ‘¿Cómo se llama esta ciudad?’ El relato resultaría gracioso de no tener tantas (demasiadas) semejanzas con ‘Así frustramos a Carlomagno’. Eso hace que se quede con un 6.

La nota final sube hasta un muy digno 6,83 y una sensación de haber descubierto un pequeño genio que con su manera de usar el absurdo le da a la literatura un algo especial y ¿único?.

Adiós.

Richard Matheson – Pesadilla a 20.000 pies

Hola, culebras.

Tras mucho, pero mucho tiempo sin leer a Matheson regreso con esta recopilación de  cuentos entre los que se encuentra el famosísimo que da el título al volumen: Pesadilla a 20.000 pies. También se da el caso de que llevo muchas novelas seguidas, y una ración de cuento siempre viene bien para desentumecerse. Por supuesto, hacerlo con Matheson casi equivale a hacerlo con calidad.

Richard Matheson - Pesadilla a 20000 pies

Richard Matheson – Pesadilla a 20000 pies

Pero, ¿de verdad he encontrado calidad en esta recopilación? Vamos a ello:

  1. ‘Pesadilla a 20.000 pies’. ¿Qué decir de este cuento inmortalizado en película? Se diría que ronda la perfección, creando una tensión poco menos que absoluta. Además, para acabar de dejar lector sumido en la duda, posee un final muy abierto. ¿Estamos ante algo que de verdad ha sucedido o todo se limita a una fantasía del protagonista? La nota: 10.
  2. ‘Vestido de seda blanco’. Segunda vez que leo este relato. En su momento, hace cosa de quince años, le puse un 10. Ahora debo rebajarlo a un 9. Pese al buen ritmo y mejor forma queda me demasiado difuso el cómo la abuela esperaba/temía que ocurriera algo así. Lo veo un pelín tramposo, lo que no quita que su manera expresar el punto de vista de la niña me parezca magistral.
  3. ‘Hijo de sangre’. Este se lleva otro 10. El cuento engaña al lector en toda su extensión llevándole: cree que la narración le lleva a un final concreto (que no por patético hubiera resultado menos  contundente); sin embargo, ese mazazo final…
  4. ‘A través de los canales’. Casi se diría que es el ‘típico’ relato ochentero que presenta una situación inexplicable y que no ahonda en ella, salvo el horror que desencadena. Pero es que no hablamos de un relato de los ochenta, sino de uno mucho anterior. El uso del diálogo como base del relato hace que éste carezca de definición, de detalle, lo que lo vuelve a mi gusto quizá demasiado superficial. Le pongo un 7.
  5. ‘Guerra de brujas’. Seguimos el esquema de relato con toque irracional, como el anterior: basado en las sensaciones y las escenas muy visuales. Pero todo ello sin ninguna explicación de por qué ocurre lo que ocurre. Chirría cómo de repente se usa el tiempo pretérito, cuando a lo largo de buena parte del relato se ha usado el presente: si hubiera mantenido el tiempo presente el relato hubiera mejorado el resultado global. El golpe final se me hace forzado, artificial; creo que un toque de comentario intrascendente hubiera resultado mejor. Al final se lleva un 7.
  6. ‘Una casa enloquecida’. En este cuento que claro, clarísimo, porque King se hace cargo del prólogo: estamos ante un antecedente de su estilo. Este cuento lo hubiera podido firmar (un un 400% más de palabras) el de Maine. Personaje, relación, drama personal y materialización de ‘la impronta’: recursos que King usa en muchas de sus obras. Con todo ello se lleva un 8.
  7. ‘El número de la desaparición’. Nuevo texto basado en lo irracional. Un cuento bien narrado, con ritmo y agobiante, pero que con ese inicio queda sin la menor intriga. Le otorgo un 6.
  8. ‘Legión de conspiradores’. Tensión bien llevada, pero con una resolución demasiado sencilla (casi ser diría que usa la salida más fácil), sin la menor sorpresa. Una pena, y un 6.
  9. ‘Llamada de larga distancia’. Otra vez un cuento irracional. De nuevo se teje muy bien un ambiente de tensión (King debió estudiar estos textos). Pero por desgracia el final se me hace tramposo: el cambio de carácter semántico en la voz se me hace demasiado brusco, y por tanto incoherente e increíble. Si el interlocutor tiene unas dotes concretas de comunicación a lo largo de todo el cuento no se las cambies así porque así en los últimos párrafos. Vamos, que le pongo un 6.
  10. ‘La casa Slaughter’. Primera anotación que hago de forma: en este cuento los modales del tipo —mente empiezan a repetirse de una manera agobiante y mucho más sobrecogedora que la presencia de la propia historia. Además leyendo este cuento veo que ya no me trago bien las historias de fantasmas: se me hacen aburridas y monótonas. (Inciso: tengo por lo menos un volumen de esa temática en La Pila. Me da que el libro seguirla allí durante unos cuantos años más, hasta que crea que puede volverme a gustar esa temática). La historia tiene cierto toque final a lo pulp (o al menos a lo Lovecraft) en cuanto a la manera de cerrarse que me hace pensar en pastiche, algo que tampoco sirve para levantar la nota final: un 5.
  11. ‘Paja húmeda’. Tras los fantasmillas (espectral pero en cierta medida ‘sistemático’) regresamos a lo irracional. El relato, sin estar mal (intenta darle una pincelada de fondo al protagonista), se queda en poco, un mero apunte. A todas luces necesita más palabras. Le pongo un 6.
  12. ‘El baile de los muertos’. 8. Lo que más me gusta de este cuento es cómo se organiza en torno a una escena trivial, una aventura de adolescentes. Esa travesura, sin embrago, transcurre inmersa en un mundo donde ha ocurrido algo gravísimo. El autor recurre a la manera fácil al mismo tiempo que arriesgada (por lo que supone de ruptura del ritmo de narración) de tratar de dar pinceladas de ese mundo a base de notas tipo diccionario. Además ese recurso podría tentar al autor a volcar demasiado texto sobre la notas dejando huérfana la narración pura y dura. Pero el formato diccionario (frente al enciclopédico) evita eso. De tal manera sólo al final, y de manera bastante tangencial y acertada,  se entiende lo que ha pasado en ese escenario. Y sólo se adivina en parte. Se lleva un 8.
  13. ‘Los hijos de Noah’. De nuevo tenemos un relato que parece sacado de Twilight Zone. Quizá le faltan palabras para tejer bien el escenario, que a veces parece demasiado desnudo. Pese a ello muy buen relato. Se lleva, y parece que me repito, un 8.
  14. ‘El hombre de las fiestas’. Esto más que un cuento parece bien esbozo: algo en plan ‘las notas que encontraron entre los papeles del wáter de Matheson’. O que el relato se preparó para un taller que sólo aceptaba cuentos con un número muy limitado de palabras. Vamos, que el texto ganaría mucho su lo hubiera ampliado. Ampliado o quizá repensado. Aunque si se lo hubiera quedado en su cajón no se hubiera perdido nada. Se lleva un 4.
  15. ‘Viejos territorios’. Bueno, me gusta ver que Matheson es humano y tiene sus propias cagadas. Este cuento pertenece a ellas. ¿Cómo decirlo? Estamos ante un relato tonto. Pero muy tonto. Bien llevado el su 90%, pero se va al garete con ese final tan TONTO. En serio: si no tienes un buen cierre de cuento piénsate mucho si debes entregarlo. Si no te puede encontrar con algo tan tonto como esto. Una pena. De nuevo un 4.
  16. ‘El distribuidor’. Y casi para llevarme la contraria me mete tras ‘Viejos territorios’ este cuento. Todo un ejemplo de historia, milimétrica, aplastante, pero con un final malo (o regular) y que sin embargo no te deja mal sabor de boca. Se trata de un relato para leer con papel y lápiz al lado, anotando nombres, direcciones, fechas y sucesos. Incluso si lo leéis sin ello, como yo he hecho, se disfruta. Y se disfruta mucho: da gusto leer cómo se desarrolla esa maldad sin más objetivo que ella. Pena que tenga una resolución así de brusca. Pese a todo le pongo un 9. Al menos no es tonto.
  17. ‘Grillos’. Esta es la segunda vez que leo este cuento: la primera no me hizo gracia, llegando a pensar que estaba ante un texto menor. Ahora no entiendo por qué o cómo llegué a esa idea. Supongo que lo leí de regreso a casa, en el metro y medio dormido, medio agotado del trabajo. Pero hoy lo he leído con calma y bien despierto, y las cosas han cambiado de blanco a negro. Así que con todo orgullo rectifico: estamos ante muy buena historia, con un final de mazazo. Vamos, que le pongo 9.
  18. ‘Primer aniversario’. Aquí tenemos un cuento no sólo basado en lo inexplicable, sino poco menos que en lo tramposo. Vemos cómo se produce la ‘descomposición’, pero ésta no desemboca en una resolución no lógica, sino ni siquiera en algo que se haya medio dejado entrever antes. Al contrario, de repente el autor se saca de la manga algo del todo tangente a lo narrado antes. Da la impresión de que no ha sabido argumentar una causa para el proceso (y mira que la suspensión de incredulidad da para mucho, pero mucho) y se lo quita de encima como puede. Pese a ello, no está nada mal la manera tan velada de no describir y sin embargo jugar con el horror. Pero eso, a mi entender hubiera hecho falta un poco más de implicación, de exprimirse las meninges para crear algo tangible y un poco lógico. Sin ello el relato se convierte en un ‘aceptamos barco como animal acuático’  demasiado forzoso. En definitiva, lo malo equilibra a lo bueno y se lleva un 5.
  19. ‘El semblante de Julie’. Nos acercamos al final. Y como se tratara de una sucesión de acontecimientos, a este relato le pasa lo mismito que al anterior. Además, al colocarlos juntos acrecienta el mal sabor de boca. De nuevo un 5.
  20. ‘Presa’. Pero, gracias a Azathoth, en el final la colección remonta. Nos encontramos ante un relato que más que típico se podría describir como arquetípico. Cómo mostrar la persecución de una manera implacable, irracional y fría. Durante gran parte del cuento no he podido evitar pensar en las películas de Puppet Master; aunque claro, este cuento es muy anterior a ellas. Magnífica tensión, magnífica resolución (aunque yo había apostado por una más ‘a plazo lento’: según leía se me ocurría que lo iba a acabar con un caso de posesión que acababa en mutación. Algo en plan ‘pasados unos días empezó a notar cierto endurecimiento en su piel y músculos, como si se volvieran de madera. Además empezó a evitar acercarse al oro’. Pero yo soy yo y Matheson es él mismo). Un relato para recordar y que sin duda ha servido de inspiración. Así que acabamos con un nuevo 10.

Resultado final: 7,10.

Ahora hablaré un poco (muy poco) del estilo. Hay que decir que la sencillez del lenguaje —llano y directo— a veces resulta excesiva. Me refiero a que usar un lenguaje simple no tiene porqué implicar descuidado, como por ejemplo la sobre abundancia por momentos de los —mente y de los verbos comodín. Eso me hace pensar que escribía o para ‘el vulgo’ (sabiendo que le editaban para lectura rápida y no exigente) o bien que le daba igual y sabía que nadie le exigiría cuidar ese aspecto de los cuentos. Además, en contra del ‘algoritmo estándar de creación de relatos cortos’, muchos de de estos cuentos no empiezan con una frase gancho. ¿Ejemplo de que el nombre ya iba por delante y se le publicaba sin seguir la norma de exigencia para otros autores?

Acerca de eso de publicar microcuentos (porque en esa categoría entra un buen puñado de los incluidos en el libro), no puedo por menos que habla de mi país. Si en España hubiera alguien como Matheson y pretendiese editar estos cuentos se encontraría con las puertas cerradas a la mayoría de las editoriales. ‘Perdón, pero sólo aceptamos novela’, el epitafio que  en este país la edición le dedica a la creación breve. Guay, editores. Guay.

Sin duda se trata de una serie de cuentos que han marcado escuela, imitado y homenajeados.  Por ello muchos de ellos seguro que ‘te suenan’. Un libro de obligada lectura para todo amante del terror y lo fantástico.

Bueno, el siguiente libro, por cuestión de infraestructura y logística, también será bolsillo. A ver qué tengo por ahí que no abulte mucho.

Adiós.

Sprague de Camp y Lin Carter- Conan de Aquilonia

Hola, ofidios.

Tras el último libro, lleno de descripciones y detalles, he optado por una lectura ligerita. Y en eso se suele llevar el gato al agua los libritos que tengo de Conan. En esta ocasión se trata de Conan de Aquilonia, que tiene en la portada el engañoso autor de Robert E. Howard. Porque no, los textos son de de Camp y de Carter.

Robert E. Howard - Conan de Aquilonia

Robert E. Howard – Conan de Aquilonia

Los autores usan un estilo casi mimético con el de Howard. Ello hace que de la lectura suponga un regreso a los sabores de los textos pulp de los años 30, aunque hay que aclarar que los cuentos vieron la luz (por entregas) en la primera mitad de los años 70. Pulp redivivo en todo su poder.

Como me esperaba, se trata de una lectura muy rápida. De tan ligera a veces parece insustancial. En eso tiene bastante que ver el que las descripciones se vuelven reiterativas, casi calcos unas de otras, entrando dentro del tópico fácil. Un ejemplo claro de ello lo tenemos en la manera de mostrar a Conan: se repite casi palabra por palabra en las cuatro historias. Eso tiene un pase al tener en cuenta que los cuentos aparecieron por separado, lo que implica que pueden llegar a lectores que no sepan de qué va todo el rollo este del bárbaro envejecido. Pero aun así, las descripciones podrían haber variado un poco más y no tirar del copia y pega versión setentera. Siguiendo el estilo antiguo, se usa y abusa de los epítetos. Se utilizan tanto que llegan a hacerse algo pesados. En general el estilo resulta simple y sin la menor floritura.

Hablando de los cuentos, llegan a poseer cierto aire de pastiche; no tengo claro si los autores buscaban eso o les salió sin querer. Las historias entretienen, como no se podía esperar menos de Conan, pero en ocasiones todo parece demasiado encorsetado (la aparición de cierta joya poderosa, por ejemplo, o una espada de la que se olvida uno del todo hasta que justo se usa y ¡albricias!).

Como detalles tontos, decir que en demasiadas ocasiones el título de un capítulo me ha chirriado. Muchos de ellos están agarrados por los pelos, arañados de algún detalle ínfimo y puesto ahí, en negrita destacada, con el simple objetivo de atraer al lector y hacerle leer más.

En definitiva, de Camp y Carter se limitaron a tomarle el relevo a Howard y conseguir un texto lo bastante digno como para que se leyera con gusto, sin caer en la basura que perpetró cierto innombrable. Como nota le pongo un 6. Y a ver con qué me pongo ahora.

Adiós.

Ray Bradbury – El vino del estío

Hola, ofidios.

En la anterior reseña dije que iba a ponerme con una lectura intelectual. Y lo dije con sorna, por si no se notaba. Se me había ocurrido torturarme con alguna baZura (me sigue tentando ponerme de nuevo ante algo de Sisi, pero admito que me da miedo encontrarme con que uno de los puntales del terror patrio actual tiene la misma calidad que otros). Buscando entre los libros que tenía por ahí pendientes no sabía cuál escoger. Entre ellos vi este Bradbury y me dije ‘hace mucho que no leo al poeta’. Y así decidí empezar este El vino del estío.

Ray Bradbury - El vino del estío

Ray Bradbury – El vino del estío

La mención al ‘poeta’ viene al pelo en este librito corto pero por momentos intenso: puede decirse que se trata, más que una novela al uso, de una serie de minirrelatos narrados en prosa poética (lo que a la larga los convierte en casi poemas).

¿Pros y contras de ese estilo lírico? El mayor pero que le veo se llama ‘suspensión de incredulidad a tomar por saco’. Se puede presentar una voz de narrador en plan poeta, dejando que las descripciones fluyan de un modo lírico y a veces pretencioso; pero no se puede usar ese mismo estilo de prosa en los diálogos de niños de 8, de 12 años. La novela me ha hecho volver a recordar la insufrible experiencia de cuando fui al estreno de La delgada línea roja de mierda, de Terrence Mallick. Pocas veces una película me ha dado ganas de largarme de la sala e irme. En parte me quedé por la compañía, y parte porque ya entonces tenía esa mentalidad de ‘dar una última oportunidad al autor, que seguro que al final no me defrauda’. Pero la peli defrauda, con su aire insoportable y pedante, y sus protagonistas increíbles [no—creíbles] por su narración interna. En esta obra no se llega al nivel de repelencia de los soldados—poetas, pero si en algún momento el autor tuvo el menor intento de construir personajes (algo que a lo largo de la novela queda bastante claro que no) lo arruinó haciendo hablara de esa manera a los críos.

Si el lector logra superar ese escollo (una pero nada pequeño para mí) se quedará con un texto poderoso y a veces casi magistral. Por momentos tenemos a un Bradbury brillante, por no decir deslumbrante. Se nota que disfrutaba narrando los recuerdos de su infancia. Un ejemplo de ello, apenas iniciada la novela, lo tenemos en la manera de ver la relación entre ciudades y naturaleza. Sólo se puede describir ese pasaje como precioso: toda una delicia simbiótica.

El texto avanza con una sucesión (a veces encadenada, a veces no) de historias, siempre narradas desde una óptica de un niño—poeta—adulto. Algunas poseen poder no sólo evocador sino casi filosófico, como por ejemplo la de la máquina de la felicidad, una historia no carente de un cierto aire trágico. Otras, como la manera en que los protagonistas descubren la máquina del tiempo, rebosa ternura. Esa historia en concreto cuenta con su contrapunto cerca del final de la historia: la ternura se convierte en amargura, cerrando esa mini historia de una manera agridulce pero no menos poderosa. Algunos capítulos se puede considerar poco menos que autoconclusivos, como la historia del tranvía: ese cuento corto (una historia independiente por sí misma) posee una belleza a la que sin mucha dificultad se podría considerar bucólica. Otro ejemplo de un capítulo similar, más oscuro y con toque fantástico, lo tenemos en la descripción del trapero: una idea simple, muy sencilla, pero que rebosa sugerencia y misterio.

Teniendo en cuenta que se trata prosa poética el tema de la forma ya no resulta fácil de criticar. Si la traducción de un texto en prosa puede destrozar el original, en la prosa poética lo raro es que el traductor no haga un escarnio con la obra. Pese a que no me gusta nada la poesía, siempre he pensado que un poema se debe leer por fuerza en el idioma original en el que está escrito para poder captar el ritmo y la musicalidad.

Inciso: mi concepto de poesía no tiene nada que ver con el verso libre, ese que surgió y se popularizó en la segunda mitad del siglo XIX. Yo llamo poesía a la métrica, a la estructura, a la sonoridad, al esfuerzo por conseguir un significado logrando encorsetar las sílabas en un armazón prediseñado. Lo otro es (a mi entender) vagancia pretenciosa.

Se acabó el inciso y acabo de hablar de la forma. Más allá de la traducción/traición poco puedo decir. ¿Que a veces el texto aparece sembrado de adverbios? ¿Y si el autor buscaba eso adrede para conseguir una sonoridad? Joder, es prosa poética, y se me escapa. A veces me gusta, otras no. Yo me centro en las imágenes, en los significados, pero quizá Bradbury en algunas partes lo que quería es resaltar los significantes. Es puta poesía, para mí en muchos aspectos intangible a incomprensible. Punto en boca y a seguir con otra cosa.

Vale, sí, acabo. Pero antes de cerrar esta minirreseña quiero hablar de un detalle, ahora muy de moda: el machismo. El libro rezuma machismo, una sumisión de la mujer a roles bien concretos (madre, doncella, ama de casa). Seguro que de salir un texto así ahora mismo sería denunciado y puesto a parir por más de uno o una. Sin embargo se trata de un reflejo de la sociedad de la época, y por tanto no lo considero ni censurable ni criticable (estamos llegando en ese tema a ridículos como censurar un cartel de una película extranjera por no cumplir la ley española).

Pese a su machismo el propio autor presenta el contrapunto a ese rol de mujer sumisa: uno de los personajes que desfilan por la novela, una anciana solterona (pongo la cursiva adrede para ver si salta alguien con que esa palabra es despectiva y denigrante :P), narra su acto de rebeldía. Ella ha optado por satisfacer y anteponer sus deseos personales al rol que como mujer ‘le tenían reservado’, y vivir la vida de una manera plena. Sí, seguro que hay quien también criticará que esa mujer plantea un mensaje tipo disyuntiva: o someterse y vivir en familia o ser libre pero en soledad y al final amargada. La abuela (esclava de la cocina, presa de las tareas de su casa, orgullosa de la felicidad que rinda con sus guisos) frente a la soltera que ha viajado, ha vivido, ha conocido pero ha visto cómo el amor pasaba de largo y al final no tiene a nadie con quien compartir sus experiencias. Ahora podría meter un discurso antisistema, anticapitalismo y nada feminista, pero no es ni el lugar ni el momento.

Y es el momento de acabar. Este El vino del estío, como viaje a ninguna parte, resulta agradable. Pero siendo consciente de ello: los días pasan igual que las páginas. Para muchos de nosotros habrá más días, más páginas; para otros se acabarán los atardeceres y el libro llegará a su fin. Mientras dure la lectura hay que intentar disfrutar de ella… o, si no, intentar hacer que tu narración personal se vuelva protagonista (o por lo menos como un personaje secundario).

Al libro le pongo un 7, y con esto ya acabo la reseña.

Adiós.

PD: Agh, más de 1200 palabras. Me pasa con las reseñas lo mismo que con los relatos: crecen y crecen como si devoraran las palabras. A ver si consigo alguna vez una reseña de… ¿500 palabrillas?

PD 2: Por si alguno se extraña de lo que digo en el segundo párrafo, yo leo los libros sin buscar reseñas previas o datos de la obra. Ahora veo que sí, que el libro se trata de un fix-up. Pos fale, acerté. Un meloditrus para mí.

George Orwell – Rebelión en la granja

Hola, culebras.

Sí, hoy sí: voy a ser breve.

Tras años en la pila (y no sé si en el mejor momento) he agarrado este libro. Admito que todo este tiempo no me ha dado por leer Rebelión en la granja debido a su envoltorio en apariencia infantil. Un cuentito de cerdos, caballos y demás bichos que hacen de las suyas en la granja en la que viven. Pero habiendo leído hace muchos años 1984, y hace algo menos Homenaje a Cataluña, opté por desempolvar mi edición y darle una oportunidad a este clásico de Orwell.

George Orwell - Rebelión en la granja

George Orwell – Rebelión en la granja

¿Qué me he encontrado? Pues una dosis de mala baba sólo comprensible de la pluma de este autor. El cuento se puede definir como una parábola del totalitarismo, y una bofetada a la sociedad de la época.

¡MEC!

¿De la época? ¡Y una leche! Encaja a pies juntillas en la actualidad, cambiando apenas unos mínimos detalles. Que sí, que Orwell escribió Rebelión en la granja pensando en ese monstruo llamado URSS, que tenía de socialismo lo que yo de cura. Ya no tenemos a Stalin o a Molotov. Tampoco hace falta buscar semejanzas con Hitler o a Goebbels. Pero, pero, ¡pero! Aquí tenemos, muy patrios ellos (y actuales, alejados en las formas de aquellos dictadores, pero no en el fondo), a individuos como Amancio Ortega, Aznar, F. González o Cebrián (por decir los nombres de varios Napoleones, presentes y pasados, en sus propias granjas). Cada uno cuenta con su coro de ovejas, su ejército de perros, sus voceros (no puedo evitar ver la cara de Rafael Hernando, el aprendiz–torpe de Goebbels de nuestros días, en el papel de Squealer) y sus esclavos.

Quien lea la novela seguro que se puede identificar con alguno de los personajes: ¿eres Boxer, tan trabajador y sacrificado como leal y ciego? ¿O quizá te asemejas a un idealista –aunque un poco sin los pies en el suelo– Snowball (admito que yo sí que me siento cercano al discurso de ese personaje, lo que me obliga a apuntarme una tarea pendiente: leerme una biografía de Trotsky)? ¿Te pega más Benjamín y su cinismo? Seguro que más de uno se verá en Mollie, arquetipo de la burguesía en su origen, y que sin embargo encaja bastante con la juventud de hoy en día (superficial, indolente, veleta, hedonista)… ¿O quizá, muy ufano tú, te consideras un cerdo? ¿Un lechoncito, un proyecto de mini–dictador mandando en tu granja–empresa? ¿Has aprendido ya a manejar el látigo?

No hace falta mirar muy lejos para encontrar una versión de andar por casa de Napoleón. El enemigo está cerca, muy cerca, tanto que la mayoría de la gente ha optado por arrancarse los ojos y unirse a las ovejas. Será por falta de maneras de hacerlo: desde hace días me están bombardeando en mi propia casa con una llamada Netflix. Eso cuando no te encuentras con mindundis que intentan erigirse como napoleones en sus trabajos (a algunos se les identifica porque empiezan su escalada de poder siguiendo The Way of the Exploding Fist Pelota).

Paro, que me caliento.

Paso a hablar del estilo: mejorable, no lo voy a negar. ¿Culpa de Orwell o de otro? Porque tampoco ayuda la traducción de Rafael Abella, con su puntuación por momentos errática y sus americanismos, defectos que no me cuadran para una edición como la que poseo, de Ediciones Destino, ejpañola, ejpañola y muy ejpa… perdón, catalana. A ver si lo que he leído son catalanismos 😛

La novela se merece un 9 como la copa de un pino. Y van dos seguidos, oye. Estoy en racha. Un año sin escritorZuelos se nota. Creo que con el siguiente libro me voy a revolcar con alguna obra intelectual (sí, Sheldon: ¡sarcasmo!) para cambiar de aires.

No estoy a favor de las ‘lecturas obligatorias’, pero este libro no me parece recomendable, no, sino LO SIGUIENTE. Para darle con él en la cabeza a las masas. Los animales que describe son más humanos que los humanos de otros textos, y la manera de describir las situaciones y el drama poseen tal simplicidad y dureza que incluso el más analfabeto furgolero (una buena parte de las ovejas de nuestro país, los que se contentan con el pan y circo de Juvenal) lo entenderá.

¿Que adoctrina contra el comunismo (de nuevo me refiero ese comunismo de chirigota de la URSS), tal y como decían algunos en su momento? Quizá en los cuarenta: ahora Rebelión en la granja se ha convertido en todo un aviso para navegantes, una lección de lo que la maldita naturaleza humana puede hacer contra el idealismo. Una lección de la que aprender: tanto a ver que hay salida del pozo en el que vivimos (cooperación, hermanamiento, igualdad…), como a identificar a los cánceres internos (egolatría, ansia de poder, manipulación, etc.) que pueden devolverte al fondo del mismo. O a uno peor (no, no me refiero a 1984: ya estamos viviendo esa novela, atontaos, sólo que al alimón con Un mundo feliz. Masas al mismo tiempo engañadas, manipuladas, atontadas y endrogadas. Menos mal que Orwell ya está muerto; si no se moría de nuevo, pero de asco y vergüenza).

Con este cuento sólo se puede hacer una cosa: celebrar su existencia. Gracias, señor Orwell. De corazón, muchas gracias.

Hasta la próxima. Chau.

PD: no puedo evitarlo, debo poner este documento de hace unos días. Aquí os dejo a Amancio Ortega celebrando con sus trabajadores su posición como hombre más rico del mundo:

Amancio Ortega celebra su riqueza con sus empleados

Amancio Ortega celebra su riqueza con sus empleados

China Miéville – El consejo de hierro

Hola, ofidios.

A ver si consigo que esta reseña no se alargue mucho. ¿Por qué? Pues porque no deseo hablar mucho del mejor libro que he leído en mucho tiempo sino invitaros a descubrirlo. El consejo de hierro destaca mucho entre las cuatro obras que hasta el momento he leído de China Miéville. Enmarcada en el mundo de Bas–Lag, el libro avanza unos años en lo narrado en los otros dos, La estación de calle Perdido y La cicatriz. Si bien para disfrutar de la obra no hace falta haber leído los anteriores, en la narración hay cierta serie de detalles (el terror nocturno, Jack, el sangrado de la milicia allende los mares) que ganan profundidad si se sabe de qué van. Pero El consejo de hierro se yergue él solo, sin ayuda, como toda una joya del subgénero de la fantasía oscura.

Comparándolo con sus antecesoras, en esta obra Nueva Crobuzón adquiere una nueva dimensión: si en Estación la urbe aparecía como algo casi protagonista pero más o menos ornamental (siguiendo las premisas del gótico) en este libro vuelve a serlo pero a través de sus habitantes y las sinergias que generan. Hablaré de ello un poco más adelante. En relación a La cicatriz, en aquella novela el autor se iba un tanto por las ramas queriendo describir demasiadas zonas de Bas–Lag. A ver, lo de por las ramas no lo digo como algo malo: me encantó descubrir todos esos países con los esbozos de sus costumbres, pero admito que llegado cierto momento se hacían demasiados (a mi gusto La cicatriz hubiera ganado duplicando su extensión, pero el autor optó por ese formato más comprimido, y quedó como quedó). En El consejo centra su esfuerzo descriptivo en un puñado de zonas concretas de Rohagi, el continente en el que está Nueva Crobuzón, y al no querer abarcar tanto aprieta más. El sentido de la maravilla se exacerba, sin resultar inundado por los paisajes. Además en El consejo hay mucho menos juego de intrigas que en La cicatriz. No me gustan las novelas de enredo y espionaje, como ya dejé claro en su día. Por fortuna en esta obra hay un buen puñado de sorpresas, pero no se lía en un ‘fintas en las fintas de las fintas’.

En cierta medida El consejo de hierro es una versión fantasiosa de la conquista del oeste americano, en parte una visión de cómo podría verse en ese entorno de Bas–Lag algo como el tendido de las dos vías transcontinentales. Una narración de esta tarea, vista desde dentro, desde la perspectiva de los obreros. Ese detalle en el punto de vista resultará clave en el desarrollo de la novela. De nuevo, hablaré de eso más adelante.

La cicatriz supuso un intento de crear un nuevo tipo de ciudad, una urbe flotante. En esa obra se intentó hacerla creíble (siempre dentro de la suspensión de incredulidad), pero a mi gusto la serie de facciones que la habitaban, muchas de ellas antagonistas, la hacían tan atrayente como insostenible. Sobre todo cuando en esa obra no se veía lo que estalla en El consejo: los conflictos sociales.

Aviso: si no has leído la novela no leas lo que sigue.

Ese aspecto de la novela (el adentrarse en los conflictos sociales) ha supuesto para mí, y quiero resaltar ese para mí, el gran acierto de la novela. El consejo de hierro se me ha revelado como un libro subversivo, un delicioso panfleto anarquista y sindicalista. Voy a hablar de lo que me he encontrado relativo a esto.

Por un lado decir que el libro cuenta con dos claros escenarios. Por un lado las obras del tendido del ferrocarril transcontinental, una narración con una temática de pioneros, de descubridores, pero entendiendo la conquista como una empresa. Por otro lado tenemos una ciudad cosmopolita inmersa en un conflicto bélico contra una potencia remota –muy remota– y extraña (no se trata de una guerra de colonias, como en La cicatriz, sino de algo más en plan EE.UU.–Japón en la 2ª Guerra Mundial: dos potencias muy distintas en muchísimos aspectos, casi alienígenas entre ellas. Por ende, lo distante de la zona de conflicto hace que la población de al ciudad no acabe de tener una idea clara de la evolución de la guerra. En otras palabras, no se sabe bien si ganan o pierden). En esa situación se nos plantea la guerra como una maniobra política, con sus inherentes dosis de propaganda, patriotismo y desinformación.

Pero Miéville huye de presentar ambos escenarios de la manera cómoda y fácil: aventura en el primero, intrigas y juegos de poder en el segundo. Por el contrario, nos los presenta vistos desde los ojos de los de abajo, los que tienden el ferrocarril o los que con su trabajo diario mantienen la ciudad viva, y lo hace desde una óptica comprometida: reivindica el poder y la necesidad del sindicalismo y la lucha de clases frente al poder empresarial y al gobierno. Así, da ‘ejemplos’ del poder y la utilidad de las huelgas como herramienta de lucha, de la organización obrera frente a la tiranía del patrón y el desapego del dirigente, cada uno en su particular torre de marfil. Más aun, describe (a su manera) el proceso de una revolución con un fundamento ideológico anarquista, así como del intento de instaurar una dictadura del proletariado.

¿Sindicalismo? ¿Lucha de clases? ¿Anarquistas? ¿Revolución de la clase obrera? ¿Gobierno anti sistema? Horror de horrores para más de uno, seguro.

Sin duda un pepero (o amigo de la derecha, o uno de estos obreros alienados que tenemos en nuestro país) ni comprenderá ni sabrá disfrutar de todos esos detalles regados a los largo de la obra. Un faccioso o un liberal (que para mí, en sus conclusiones tanto monta, monta tanto) la encontrará irritante, si no ofensiva:

  • ¿qué es eso de que la mano de obra explotada (esa mano de obra iletrada, asfixiada, alienada y sumisa que pretenden crear ciertos gobiernos a base de recortes) se de cuenta a través de los sindicatos (los malvados e inútiles sindicatos) del poder que poseen (los medios de producción están, nunca mejor dicho, en sus manos), se rebelen contra el sistema, tomen los medios de producción y creen asambleas en las que decidan el rumbo a tomar?
  • ¿Cómo que se genera una mini república asamblearia en la que todos, sin importar su origen ni condición, puedan opinar y sus palabras tengan el mismo peso?
  • Por dios, ¿abolir el dinero como sistema de pago e instaurar otro sistema basado en la cooperación y el sentido común en su más amplio y sincero elemento?
  • ¿Terrorismo de bisturí contra un sistema oligárquico?

‘¿Qué locuras son esas?’, pensará un derechón o un buenrollero, y no comprenderá la hermosura que yo veo en esta utopía. ‘Radical’, pensará alguno (incluso un no votante del PP). Pues a mí esa radicalidad –esa y justo esa– me ha encantado.

Por todo eso se puede decir que El consejo de hierro no está escrito para todos los paladares. ¿Tienes ideas de izquierda pero no te gusta la fantasía? Quizá puedas pasar por alto los toques de género, la poderosísima influencia de Clive Barker, y pese a ello disfrutar de este flirteo con la utopía obrera. ¿Tiendes más al pensamiento de centro o de derecha y te consideras un fan de la fantasía más alocada? En serio (y lo digo de verdad en serio): quiero saber tu opinión con respecto a esta obra.

Llegados a este punto sólo queda darle la nota: un irrefutable 9. ¿Por qué no le doy un 10? Pues porque en el tema del estilo, de la forma, se puede mejorar bastante. Esos –mentes, esas repeticiones de palabras o conceptos en algunos párrafos…  qué pena que no se hiciera otra revisión del texto. Pero en conjunto los defectos no ensombrecen una magnífica obra–panfleto.

En serio: si te gusta la fantasía y quieres conocer un autor que te dejará de sin palabras ya estás tardando en leer a Miéville. Empieza por La Estación, sigue con otras, pero déjate este El consejo para el final: si lo haces al revés corres el peligro de que todo lo demás te sepa a poco. Yo al menos me temo eso. ¿Encontraré algo de Miéville mejor que esta obra? Ojalá. Me queda un buen puñado de ellas, aunque ya ninguna de Bas–Lag. Sigh. Habrá que probar suerte. Aunque después del chasco de Kraken miedo me da. Se admiten recomendaciones.

Adiós.

PD: Se me olvidaba el tema de la sexualidad. Un nuevo punto en común con Barker. En extremo agradable esa manera de mostrarla, tan natural y sincera. Olé.

PD 2: Que sí, que leas a Miéville, leñe. Al menos la trilogía de Bas–Lag. Ya estás tardando. Lo digo en serio. Y en sirio:

أنا خطيرة

 

Stephen King – La torre oscura

Hola, ofidios.

Pozí, se acabó lo que se daba: he terminado de leer la saga de LTO. Con esta La torre oscura se acabó lo que se daba. Con ello el señor King ya puede descansar diciendo ‘he acabado’. Ale, listo.

Stephen King - La torre oscura

Stephen King – La torre oscura


A lo largo de sus páginas el libro se convierte en una especie de tour de force en el que el autor parece tener prisa por acabar. De hecho esas prisas suponen meter mucho más en este libro que en otros. En efecto, en esas mil páginas hay suficiente como para dividirla sin problema en por lo menos tres novelas: Nacimiento, Destrucción y Llegada, por ponerlas tres motes. Si King hubiera usado la técnica de Lobos de Calla o de Canción de Susannah tendríamos tres novelas más, cada cual de seiscientas páginas, por lo menos. Pero no, el abuelo King tenía miedo de no acabarla y pone toda la carne en el fuego en esta novela. Por desagracia eso supone que la obra quede descompensada, un texto enorme y de narración acelerada. Nota: lo de ‘acelerado’ para King siempre debe ir entrecomillado; en él ‘acelerado’ equivale a que lo que otro autor narra en una página él lo hace en diez en vez de en treinta.

Pero las prisas nunca son buenas consejeras. ¿En qué se nota eso? Sólo voy a dar un nombre de algo que queda infrautilizado debido a ellas: el hijo de dos padres y dos madres. Vaya desperdicio, por dios.

Aunque leyendo estos dos párrafos casi se puede pensar que la novela no me ha gustado: nada más lejos de la realidad. La he disfrutado de cabo a rabo… lo que no quiere decir que no tenga su enorme puñado de errores, la mayoría de ellos debidos a ese apresuramiento. Unas prisas que se hacen muy cabreantes sobre todo en el tema del estilo: estoy seguro al 90% de que algunos párrafos King no los ha revisado ni una sola vez. Repeticiones de palabras que resultan cacofónicas, párrafos sembrados de ‘seres’, construcciones que obligan a una segunda lectura… Y eso por no mencionar extrañas mediciones que me hacen pensar que el autor ha usado yardas/pies/pulgadas y que al traducirlas, en vez de dejar las medidas en esas unidades las han pasado al sistema métrico. Señores traductores, si el autor dice que algo está a 150 yardas (usando el número redondo para dar una sensación de imprecisión, de algo calculado a ojo de buen cubero) no se les ocurra decir que ese alfo está a 137 metros. ¿Qué cojones de aproximación es 137? 137 es un número concreto, el que va entre 136 y el 138, no una aproximación ni una valoración estimativa. El caso concreto que ahora recuerdo y me revuelve las tripas: ¿qué es esa mierda de que ‘Susannah calcula que Rolando tiene 182 centímetros de estatura’? Joder: Susannah estima que el pistolero mide seis pies de alto. Seis pies. Punto. Seis putos pies, traductores de los cojones. Nos gustará más o menos el sistema de medida inglés, pero no traiciones al autor de esa manera tan cutre distorsionando de manera innecesaria su obra.

Dejemos en paz a los traductores traidores y sigamos con la novela.

Prisas, mucho que contar, todo arrejuntao en casi mil páginas. ¿Resultado? Pues un sabor agridulce, por desgracia. No sólo por el simple hecho de que se haya acabado, sino porque esta novela final de la saga demuestra al mismo tiempo las luces y las sombras de King.

Las luces brillan con una intensidad abrumadora: la manera en la que el autor te envuelve con sus palabras haciéndote no sólo ver sino saborear la historia es una marca de la casa. Lo que en otros autores se podría calificar como paja insustancial él, con su forma de narrar, hace que se disfrute de cabo a rabo. Incluso ese mamotreto sobredimensionado Mago y cristal, una novela que sigo pensando que sobra en la saga (o que esas mil páginas se hubieran podido destinar a algo mejor que esa historia de amor), se hace agradable a la lectura. La eficiencia en las descripciones de los personajes, así la capacidad de aportar pinceladas precisas y duras al mismo tiempo que desenfadas, no defrauda a nadie.

Pero King también tiene sus defectos, o mejor dicho sus puntos flacos, y en este libro (y en general en toda la saga) quedan bien a la vista.

De entrada decir que la historia se centra demasiado en los Estados Unidos modernos. Parece que en el multiverso de King sólo existen los USA más o menos modernos. No sé si tenemos ante nosotros un ombliguismo exagerado (de nuevo regresa a mi mente ese fallido El texto de Hércules) o que King no se ve capaz de manejar tiempos distintos a los más o menos modernos. ¿Qué ha sido de las distopías como La larga marcha? No recuerdo mucho de Ojos de dragón (cosas de leerlo hace casi treinta años) pero me da que no chirriaba ese mundo medieval. La insistencia en que casi todos los personajes tengan su origen en los Estados Unidos modernos hace que llegue un momento en el que la suspensión de incredulidad salta por los aires. Y eso jode, de verdad: jode mucho. La menudencia de olvidarse de que existen más países/nacionalidades, y que hay miles de años de Historia de La Tierra hace que la narración quede coja. No le iba a pedir a King que se metiera en un nuevo Mundo Río de Farmer, pero tamos debía quedarse en algo tan limitado. Sin llegar a esa riqueza de personajes, la serie de sagas de Moorcock relativas al Campeón Eterno poseen más riqueza que esta de King. Aunque claro, el de Maine medio compensa este fallo a base de un tratamiento de la escena y del personaje que ni Moorcock ni casi ningún otro autor posee.

Llegado a este punto final veo que no se explican varias cosas. No hace un Perdidos pero… Sólo voy a mentar uno de los detalles no explicados: la plaga de mellizos en los Calla. ¿Por qué hay esa cantidad de mellizos? ¿Fruto de la creación de los disgregadores? No recuerdo haber leído nada de eso, ni siquiera un mero apunte. Y creo que no lo sabe ni King.

Luego está el enorme tufillo de ‘vamos para adelante, como sea pero adelante’: todas las piezas parecen encajar de tal manera que el final feliz resulta obvio. Lo más sangrante lo tenemos con los pequeños deus ex machina que aparecen, cumplen su función y desaparecen. Sí, hablo sobre todo de Maturin, sí. Y de la jodida excusa que se repite como un mantra para todo ese deus ex machina: ‘es el ka’.

Pero es que lo del deus ex machina en esta novela final, en su último cuarto, ya es descarado. Tanto como que el propio autor nos lo arroja a la cara: así entra en escena El Artista, o quizá deberíamos hablar de Dios (o el Hombre Molécula de King). Vamos, un deus ex machina con patas.

Un detalle que me desconcertó un poco es ese momento en el que Bill Tartaja habla de satélites orbitando y espiando. En mi cabeza cuadriculada satélite implica órbita, y órbita me lleva a pensar en Kepler. Vamos, que lo que dice el Tartaja me hizo pensar en bolas de metal dando vueltas a un planeta tipo La Tierra. Sin embargo a lo largo de las novelas, sobre todo desde Las tierras baldías, al describir los haces y decir que surgen de portales ‘en el borde del mundo’ me hizo pensar en una geometría plana. O al menos en algo similar a la de los Mundos Jóvenes de Elric-Moorcock, un mundo rodeado en vez de caos de vacío, y sobre un caparazón de tortuga. Y en esa descripción no encajan mucho los satélit, no. Pero vamos, que este detalle concreto puede que se limite a una chorrada de mi mente.

Pero no me voy a liar más. La novela como tal se lleva un 7, cosa que no está mal… King no la caga al final tanto como en otras obras, pero como ya he dicho las prisas por acabar repercuten en la calidad.

Por cierto, cualquiera que haya leído esta saga y la otra en la que se inspira sabe cómo acaba de verdad la historia de Rolando cuando entra en LTO. ¿Qué no? El propio King da una pista al decir que se escuchó el sonido de un cuerno. ¿Se refiere al Cuerno de Eld? Teniendo en cuenta que en toda la saga sólo se habla de un cuerno, no parece haber dudas. Pero me animo a pensar que el de Maine también pensaba en otro cuerno. ¿Cuál? Pues uno soplado por cierta marioneta, un pelele manejado a lo largo de toda una saga por otra encarnación (mucho más sincera con su naturaleza oscura) del pistolero. ¿De qué narices hablo? Pues de una saga de la que King saca buena parte de su concepto de Rolando. Al menos esa es mi impresión. Creo que el de Maine se ha inspirado en ella, por lo menos de manera inconsciente. Hablo de una saga escrita años antes del primer capítulo de la de LTO, una saga que acaba con esta frase magistral:

Después saltó y se elevó en el aire; su voz enloquecida se rió burlona del Equilibrio Cósmico llenando el universo con su alegría impía.

Sí, el Rolando de King no es sino una nueva encarnación de mi querida negra. Al igual que ella, el pistolero dispensa desgracia y muerte a todos los que se cruzan en su camino, y como ella está vinculado al destino del multiverso. Pobres miembros del ka–tet, el de la mirada azul hielo no tiene nada que envidiar a la aulladora de fuego negro. Si el oriental pelirrojo, uno de los mejores guerreros de su país, no sobrevivió a su hambre, ¿cómo iban a hacerlo ellos, simples aprendices de dispensadores de plomo? El destino de los compañeros del de la mirada gélida no se diferencia del de los que caminan junto a la negra de las runas. Con la diferencia de que el maestro Moorcock no se deja embarrar con finales felices.

¡Salve, maestro Moorcock! Y sí, por qué no: ¡salve, maestro King!

Adiós.

PD: ¿qué libro leeré ahora? Lo admito, ni puta idea… pero me llama o algo escrito en español (libre de traductores traidores) o algo de ciencia ficción dura, muy dura.

Stephen King – Canción de Susannah

Hola, culebras.

Ya sólo me queda uno, un librito de casi mil páginas para acabar con LTO. Como se ve me he ventilado este Canción de Susannah en un plis, en un auténtico santiamén. Al menos en mi caso, alguien que cada no sé por qué vez lee con más lentitud, así me lo ha parecido. ¿Qué quiere decir eso? Pues que lo he disfrutado, sí señor. En esta Canción King regresa a una lucidez perdida en los volúmenes tercero y sobre todo cuarto (me niego a hablar de ese interludio apenas interesante dentro de la saga titulado El viento).

Stephen King - Canción de Susannah

Stephen King – Canción de Susannah

¿Qué me hace pensar así? En un primer lugar hay que hablar de que nos encontramos ante una lectura ágil, al más puro estilo del King clásico y que tan buenos recuerdos me trae. Lo narrado invita a leer y leer sin pausa. Por desgracia ese hambre que genera la historia se contrapone a que nos encontramos con una obra breve, muy breve, mucho más que  aquellas a las que nos tiene acostumbrado el autor. Casi se podía decir que se trata de una novela corta (ojo, hablando en términos de Stephen King, claro). Al acabar de leerla se junta en hambre con las ganas de comer, que dirían en mi casa, lo que haga que tengas la impresión de que se quedaban cosas en el tintero. No lo digo como algo malo, sino en el sentido de que se podían haber narrado bastantes más acontecimientos en este libro. De hecho todo el libro sabe a preludio de algo gordo, pero no de ‘lo gordo del final’ sino de ‘lo gordo de un episodio clave no resolutivo’. No se si me ejpliko :P. Se me hace que dejan demasiados asuntos pendientes para el último libro. Al fin y al cabo todavía están por ahí volando muchos temas, como el del terreno, todo lo relativo a Tronido y lo que hay más allá, por no mencionar ciertos biológicos y desconcertantes cabos sueltos de Lobos.

Aún con todo hay que insistir: los pros superan a los contras.

Uno de los aciertos del libro, al menos desde mi punto de vista, radica en que nos encontramos con un texto que juega con algo que sólo puedo describir como metarrealidad. Como amante de Moorcock debo decir que me han encantado esas pinceladas de la teoría del multiverso. King no lo hace de una manera tan alocada y divertida como el inglés, pero reto al señor King a que mi niegue que no pensó en Elric, Ereköse, Hawkmoon o Corum al narrar estas aventuras de Rolando y compañía. A través de esa metarrealidad se empieza a explicar esas referencias literarias y cinematográficas que en las entregas anteriores me mosquearon. En las otras entregas esas referencias supusieron una manera fácil de meter páginas y argumentos, eso hay que decirlo claro. En Lobos el señor King se limitó a llevar a su mundo una historia ya narrada, revistiéndola de su propia mitología pero con la mitad del trabajo de base ya hecho. Y en Bola fusiló ideas del Mago de Oz, con lo que eso implica de ‘como otro ya lo ha pensado yo no pienso y no me esfuerzo’. De nuevo no se puede comparar su actitud con la de Bester, pero tira hacia ese rollete. Pese a todo gracias a este sexto libro esa serie de ‘homenajes’ empiezan a encajar aportando un ‘sentido del todo’ bastante (sí, al final tengo que decirlo) onanista. O muy onanista, qué carajo. En esta obra el señor King se da un homenaje a sí mismo como no he leído jamás en otra novela, o al menos ahora mismo no recuerdo nada semejante. Sin duda ha disfrutado, y mucho, al redactar ciertas secciones de este libro. Lo comprendo: él que puede, a él que le dejan (sigo pensando que a otro autor con menos éxito comercial el editor no le hubiera dejado publicar eso), que lo disfrute. Sólo puedo decir que siento una horrible envidia por ello.

Pese a lo disfrutable que es el libro tiene sus contras, como no podía faltar en una obra de King: el libro queda descompensando. Algunos protagonistas pasan por las páginas sin apenas pena ni gloria, poco menos que olvidados hasta cierto momento final; por el contrario otros reviven en una grandeza y fuerza sólo comparable a la de La invocación. De resultas de todo ello, junto a la brevedad del texto, me queda una sensación de que ‘aquí han faltado más historias’. Me da la impresión de que, tal y como se desprende del coda, el señor King se ha encontrado con que la MUERTE le ha metido prisa:

–TERMINA ESTA CONDENADA SAGA, HIJO, QUE SI NO LA SIGUIENTE FURGONETA ACABARÁ CONTIGO.

Nota, por si acaso alguno piensa algo: no, no me considero NI DE LEJOS fan de Pratchett. De hecho no me atrae nada de nada todo el rollo ese me Mundodisco.

No diré que Stephen King se haya vuelto un cagaprisas, pero casi, casi. Sin lugar a dudas el atropello ha desencadenado su necesidad de acabar la historia, pero ¿qué hubiera pasado su no hubiera pasado eso y, siguiendo el ejemplo de George R. R. Martin, se hubiera tomado su tiempo (y sus miles de páginas) en hilvanar algo más maduro? El mismo King lo admite: escribe por impulso. Ahí radica su magia… y supone su talón de Aquiles.

En fin, esto es lo que hay. Ajo y agua.

No quiero adentrarme en el libro, más que nada porque alguien al que respeto no se ha leído ni este libro ni el siguiente: no voy a adelantar nada para no reventarle la sorpresa. Sólo sabe que tiene mis libros a su disposición para cuando quiera acabar la saga.

Pese a todo yo no sería yo sin dar un poco de cera. ¿En qué? Pues claro, en los errores que he creído identificar:

  • Errores de traducción, como por ejemplo las dimensiones de la puerta de la cueva. La verdad es que este error proviene de Lobos, pero lo pongo aquí porque me acordado ahora de él y porque no se subsana en Canción. En Lobos se habla de una puerta de una ¿veintena? de metros de alto, algo sin duda llamativo. Sin embargo en Canción no se la describe así de grande (descomunal, mejor dicho), sino que de manera similar a las de la playa. ¿Qué ha pasado? No dispongo de los originales en inglés pero apostaría a que han bailado las unidades de medida, de pies a metros. Haciendo la conversión pies–metros ya sale una puerta grande pero aun así mucho más comprensible y creíble, sobre todo para una puerta que se encuentra dentro de una caverna.
  • Errores de escenario: uno de los más graves que me chirrió mucho de nuevo tiene que ver con la puerta. En Lobos la parte posterior de la puerta daba justo a un abismo. Sin embargo en Canción resulta que tras ella hay espacio suficiente para que se forme un semicírculo de personas. Entiendo que mola la idea de rodear la puerta para el ritual. ¿Que la descripción original no me cuadra con la escena? No pasa nada: la muevo por arte de magia y dejo entre ella y el abismo el sitio necesario. Arreglado. Tsk, tsk, señor King. Aceptamos barco como animal acuático, vale.
  • Vació en la trama, al menos vacíos sin cubrir a estas alturas de partida: pese a lo explicado respecto a los Lobos y su función/trabajo (o lo que medio se ha intuido) me sigue quedando una gran duda. O se me ha pasado o sigo sin ver una razón lógica para que en los callas haya semejante superpoblación de mellizos. ¿Razones ambientales? ¿Alimenticias? ¿Manipulación genérica? ¿Selección de una población con tendencia a ese tipo de descendencia? ¿O simple y pura magia? Espero que ese detalle vital (que al fin y al cabo justifica un libro entero, y supone la base de la explicación para el comportamiento de parte de la facción enemiga) se explique en la última novela.

Pero bueno, salvando pequeños detalles voy a empezar a leer la última novela con auténticas ganas. Me esperan casi mil paginitas. A ver si no defrauda. Al menos esta Canción no lo ha hecho, tanto como que al final se lleva un 8.E insistirle a cierto individuo a que se deje de tontarías y que se lea ya estos dos últimos libros.

Adiós.

Stephen King – Lobos del Calla

Hola, ofidios.

Iba a preparar otro diálogo como el de la entrada anterior (juro que este libro da para uno mucho más jugoso) pero se me han quitado las ganas. Pereza, que se dice. Y que no quiero repetir el recurso tan pronto.

Una pereza similar, en cuanto a ideas, demuestra King en este libro. Así, a las claras: dicho queda. Pereza. Ya en la anterior entrega de la LTO el tufo homenaje se hacía excesivo. Entiendo que en los Estados lo de El mago de Oz tenga gran fama, pero una cosa es eso (homenajear) y otra empezar a fusilar ideas. Por una vez basta, me dije. Y luego resulta que me encuentro con este Lobos del Calla.

Stephen King - Lobos del Calla

Stephen King – Lobos del Calla

Admito que, como seguro que mucha otra gente, conocí primero Los siete magníficos. Recuerdo verla de crío y quedarme fascinado con la historia. Muchos años después descubrí que esa película era una versión pasada por el filtro del western de una película de Kurosawa. Sonará pedante pero la obra del japonés, Los siete samuráis, le da cien mil vueltas a la de Sturges.

¿A santo de qué digo esto? Pues a que este Lobos del Calla es un nuevo homenaje, plagio, calco o como quiera decirse, en esta ocasión de Los siete samuráis. Vamos, que el señor King estaba falto de ideas y, en plan muy hollywoodiense, ante esa carencia tira de los remakes.

¿Esto es bueno o malo? Sin duda en otro autor supondría darle una patada al libro (o casi, en plan Las estrellas mi destino), pero dado que se trata del mago de los personajes hay que darle una oportunidad para disfrutar del recorrido. Recorrido que sí, se disfruta.

En Lobos del Calla King usa el mecanismo al que el autor ya nos tiene acostumbrados: desplegar una panoplia de personajes con los que tejer una red de situaciones y conflictos. El pueblo y sus gentes se vuelven creíbles y vívidos (no tanto como por ejemplo en La cúpula, pero en ese estilo), si bien de entre todos destaca el cura. Gracias al padre, y sobre todo a su historia, la novela recupera las alturas de calidad de la magnífica segunda entrega de LTO. Mención aparte merece el decir que buena parte de las sensaciones del padre apuntan a confesión descarnada del propio King y su paso por el infierno de la adicción. En cierta medida esa narración nos lleva no sólo a recordar lo sucedido y narrado en Salem’s Lot, sino también a esa novela de carretera titulada El talismán y a su secuela. Nos devuelve a un King crudo y directo, lejos de las chorradas pseudoinfantiles o a lo Mad Max que no acababan de cuajar. A ello se une que por fin el ka tet demuestra que funciona como grupo unido. El que hasta ese momento era la mascota principal, Jake, adquiere peso e importancia, más allá de sus traumas ante la muerte. El último detalle a resaltar, y que acerca la narración al lector, es la humanización de Rolando. La manera en la que se juntan los achaques junto al romance otoñal dejan de lado la figura de hielo inicial (que en ningún caso desaparición con Mago y cristal) y por fin lo humanizan.

En cuanto a la forma más de lo mismo: redacción a veces descuidada y apresurada, que hubiera necesitado una segunda o tercera vuelta. Pero vamos, lo de siempre: los editores cagando leches por llenarse los bolsillos con una nuevo mamotreto de King, éste refocilándose en su enorme riqueza y casi igual complacencia, y los lectores con ojo crítico a seguir sufriendo (y teniendo que mirar a otro lado) sus defectos.

En definitiva, tenemos un libro con sus altibajos. Momentos trepidantes e historias adictivas, la mayoría de los cuales se desarrollan muy lejos del Calla, junto a otros mucho menos interesantes pero que cubren el expediente. A ello se une el que alguna subtramas que no acaban de desenredarse quedando para siguientes novelas: las cosas se acumulan, quedando más y más misterios por resolver (espero que haga un Perdidos al final). No, no se trata de una nueva invocación, pero sin duda está mejor que los volúmenes anteriores. ¿LTO retoma el vuelo?

Como nota le pongo un 7, que me parece que no está mal visto lo visto.

Adiós.

PD: Por si alguno quería saber algo más de ese santo peliculón titulado Los siete samuráis aquí tiene un poco más de lectura.

PD 2: El nivel de chirigota en lo relativo a homenajes hace saltar las alarmas cuando uno lee cierta placa de cierto arma. Aquí se nota que escribe quien escribe: de tratarse de un autor novel el editor le habría parado los pies a la de ya rechazando la idea y exigiendo que sacara de ahí esa chorrada. No soy fan, ni de lejos, del aludido en esa placa, y por eso no pillé la referencia (hablo de esa en concreto; ignoro si hay otras, la verdad) hasta ese momento. Eso me sirvió (ya se sabe: ojos que no ven, corazón que no siente) para disfrutar un poco más del libro sin que me chirriara la referencia.