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AA.VV. – Tres tormentas de nieve

Hola, culebras.

Casi se puede decir que no he leído nada de literatura rusa. ¿He hecho mal? Me temo que sí, al menos para ampliar mi culturilla general. Por ello, cuando alguien me recomendó leer Tres tormentas de nieve, me dije: ¿Y por qué no? Al fin y al cabo se trata de cuentos, mi género favorito, de tres autores importantes. Además el libro contaba con el aliciente de que sus historias tenían relación con el frío y las tormentas, una ambientación que en principio me atrae. Sin duda los rusos pueden decir mucho de las tormentas de nieve, la menos mucho más que un andaluz. En este librito hay tres nombres que me sonaban a ‘autor de importancia’: Tolstói lo conozco de oídas por su obra Guerra y paz, todo un clásico aunque yo no lo haya leído; de Chéjov admitiré que me sonaba el nombre, poco más; me pasaba algo similar con Pushkin, aunque admito que de una manera todavía más vaga.

Aquí va lo que me he encontrado en Tres tormentas de nieve.

  1. ‘En el camino’ de Chéjov se me ha hecho demasiado ‘melmothiano’. ¿Qué quiero decir? Pues que el condenado discurso del padre se me hace casi interminable, y del todo irreal. Nadie habla así, por dios. Parece que estamos, más que con una autor de finales del s. XIX, con uno de inicios de ese siglo, uno marcado demasiado por el romanticismo o lo gótico. Esa manera de expresarse cargante llega a su colmo en la hija: la chiquilla habla como una vieja. A resultas de ello me ha costado mucho conectar con el texto. Aun así el cuento tiene algunas descripciones de la tormenta, y sobre los efectos del viento, poco menos que magníficas. Le pongo un 5. Una pena: si el cuento no se hubiera centrado en el padre sino en un toma y cada entre él y la muchacha, con insertos de la tormenta exterior, hubiera ganado muchos enteros.
  2. Pushkin entra con ‘La tempestad de nieve’. En este caso, viendo la época en la que vive el autor, no me extraña ese estilo narrativo tan romántico, tan semejante a por ejemplo El monje. ‘La tempestad de nieve’ cuenta con una acción apresurada. Eso de por sí no supondría problema alguno. Lo malo llega con los saltos de escena: el cuento posee una estructura temporal tan poco lineal que casi no hay por dónde agarrarlo. Los huecos aparecen de una forma demasiado brusca, mal llevados. Eso genera una sensación rara. Luego el autor ‘justifica’ esos saltos mediante la inserción de una nueva historia. No me atrevo a llamarla secundaria, pero sí poco menos que dicotómica. Mientras se lee esa nueva historia no se comprende a dónde quiere ir el autor… hasta que de repente empiezas a decir ‘Por favor, que no sea eso. Que no sea eso’. Y sí: lo es. Así nos encontramos con un texto tramposo y nada creíble, un cuento que pone a bajar de un burro a los rusos. Quedan como tontos de solemnidad, o indiferentes al drama que ven. ¿Ninguno de los presentes puede avisar a la novia de que está pasando algo raro? ¿Son tan pazguatos que no reaccionan ante la aparición del susodicho? Pero sí, según el autor tenemos que creer que esa ‘broma’ sigue adelante, pese a la desgracia que supone para ella. A mí se me hace inverosímil, tanto que me arruina el relato. Ale, un 4.
  3. El trío de relatos acaba con ‘La tormenta de nieve’, de Tolstoi. El estilo de este cuento contrasta sobre todo con el de Puchkin: parecen de dos mundos diferentes, a pesar de que entre ellos hay pocas décadas. También supera con creces al de Chéjov, posterior. Casi se podría decir que Tolstoi narra con el arte de alguien del s. XX. viviendo en el s. XIX. Pero bueno: casi, que todavía posee algunos manierismos. ‘La tormenta de nieve’ supera con creces en extensión a los otros tres. Eso permite al autor marcar un ritmo mucho más pausado y envolvente, que se disfruta mucho más (considero que el cuento corto o ultra corto debe ser una navajada en la oscuridad, furtivo y rápido; la masacre y el regodeo sólo deben usarse en extensiones largas, o mucho más largas. Si en un corto pretendes contar demasiado te ocurre lo que le pasa a Puchkin en su ‘La tempestad de nieve’, que no). En este cuento la tormenta de nieve posee personalidad: se palpa, se vive, se paladea. A veces me ha recordado a El terror de Simmons. En el cuento de Pushkin apenas se vive el meteoro, que queda como un mero incidente argumental, sin vida. Chéjov apunta pinceladas muy vívidas e impresionantes, pero no profundiza desliéndose con el discurso del padre. Pero Tolstoi nos hace paladear ese abismo blanco que es la tormenta. Hace que los personajes naden en ella, de una manera a veces chocante: algunos se lanzan al abismo blanco con una tranquilidad pasmosa. Al menos yo, español del s. XX—XXI, no comprendo esa manera de proceder, aunque entiendo que para un ruso de esa época no sería raro. El cuento a veces parece dispersarse, como con la escena del ahogado, pero en general funciona bien. En definitiva, se lleva un 7.

La nota media que sale es de un 5,3. ¿Qué quiere decir eso? Pues que me invita a leer más Tolstoi, quizá algo de Chéjov, y me quita las ganas de repetir con Pushkin. Menos da una piedra.

Ahora voy a hablar de la impresión general que me han dejado los textos rusos. Todos ellos están llenos de giros y expresiones exageradas, casi forzadas. Por ejemplo la manera de llamarse entre ellos: ese uso del nombre más el patronímico casi omnipresente. Se me hace raro, tanto como si aquí siempre nos habláramos sólo con el apellido, o con el ‘hijo de’, o con nombre y apellido juntos. Pero entiendo que se trata de algo cultural, la forma de expresarse propia de los rusos. De igual manera me da que el estilo ruso de escribir (esa puntuación a veces demencial, la expresividad enrevesada, barroca por momentos) tiene poco que ver con el español, o con el ruso actual (por ejemplo de Metro: 2033). Vamos, que para leer a autores rusos clásicos hay que cambiar el chip.

Adiós.

AA.VV. – 12 cuentos errantes, 12 autores en tu bolsillo

Hola, culebras.

Ni sé cuánto tiempo llevaba este libro de cuentos en la pila. La verdad es que tampoco tengo claro cómo lo conseguí, pero seguro que no pagando un duro por él. ¿Alguna promo de FNAC? Ni idea.

AA.VV. - 12 cuentos errantes

AA.VV. – 12 cuentos errantes

Pero le ha llegado la hora a este 12 cuentos errantes, 12 autores en tu bolsillo, y he aquí lo que me he encontrado. Al tajo:

  1. De parte de José Donoso (con él empieza la lista de desconocidos, al menos para mí) llega ‘Veraneo’. Empezamos con los a mi entender fallos: el cuento no tiene frase gancho inicial. Para joderlo más aun usa un lenguaje muy (a mi gusto demasiado) suramericano que me chirría. Además la historia en sí no me dice nada de nada. Un 4 y va listo.
  2. Katheryn Mansfield (¿mande?) presenta ‘El viaje’. Está visto que no se van herniar mucho a la hora de escoger los títulos, no. De nuevo sin frase gancho. Al menos la prosa es mucho más visual. Pero empiezo a hartarme de los —mentes. De nuevo estoy ante una historia que no dice nada. La salva el que está narrada (y traducida) mucho mejor que la anterior. Por curiosidad, ¿adónde coño van y de dónde narices salen? ¿Sucede en un ferri entre Inglaterra y una de las islas del canal o quizá la Isla de Mann? Le pongo un 6.
  3. Guillermo Cabrera Infante. Éste sí lo conozco… de oídas. Pero por mucho nombre su cuento ‘Mar, mar, enemigo’ es más de lo mismo. Además, siguiendo lo que me dijeron una vez que nunca hay que hacer, empieza con una descripción. Olé. En un par de ocasiones que mete unos dos puntos de una manera muy mala. Y luego, en una secuencia de descripciones, los usa de nuevo mal en lugar del punto y coma. No llego a comprender cómo siguen ahí esos errores de básica. ¿Dónde se ha metido el editor? En el cuento hay una frase para el recuerdo: ‘siempre junto a él a veces’. Un minuto de silencio para las neuronas caídas en servicio. La introducción al trasfondo de la protagonista resulta confusa, como el general el estilo de la primera mitad del cuento. Más detalles: Anastasia puede hablar mal, a lo indio, pero que los vocativos estén mal puntuados… ¿No había otra manera de indicar que habla mal que no implicara quitar esas comas? Porque la pausa al pronunciar el vocativo la hace sí o sí, seguro. La historia, de nuevo, dice poco o nada. Se lleva un 4.
  4. Jorge Amado no presenta ‘Contrabandista’. Madre mía: de nuevo una frase inicial que no sólo no engancha, sino que rechina. Y ni siquiera ha acabado el primer párrafo cuando ya me encuentro un sujeto separado del verbo con una coma. De puta madre, Jorge, de puta madre. Al menos hemos cuando el autor deja de paz al viejo y al crío y se adentra en los problemas del padre la cosa mejora. Y se agradece: esta historia sí que cuenta algo. El final se hace complaciente, pero bueno: menos da una piedra. Forma mejorable. Un 6.
  5. Otro nombre que me suena: Alfredo Bryce Echenique. Según arranca su ‘Con Jimmy, en Paracas’ la puntuación casi me da una paliza por lo excesiva y mal puesta. Un auténtico horror, en serio. De darle una paliza al autor y al editor. Por no hablar del exceso de seres… El relato sigue y la puntuación no deja de darme patadas en la boca. Mejorable, muy mejorable. ¿Qué decir de la historia? Sencilla. Punto. Detalle chorra: el nombre del título sale demasiado tarde, dejando ‘sin sentido’ casi medio cuento. Un 5.
  6. A Julio Cortazar sí que le conozco, aunque de él he leído muy poco. Esta ‘La isla a mediodía’ la desconocía. Tras leerlo puedo describir el cuento como delicioso… de no ser por el final tramposo y exagerado. La narración envuelve y arrastra. Tiene algunos defectos (repeticiones, seres, algunas mentes) pero en general se disfruta casi de cabo a rabo. Pena de ese párrafo final. Se lleva un muy merecido 9.
  7. Truman Capote. De nombre sí, de lecturas nada de nada. Y tras este ‘Un árbol de noche’ sé que debo leer más de él. El cuento, pese a carecer de frase gancho, cuenta con un bien inicio con descripciones ágiles y efectivas. Otro detalle tonto: o no lo he sabido ver bien o ¿me ha descrito una acondroplásica que estando sentada no llega al suelo pero sin embargo sí a apoyar los pies en el asiento de delante? ¿En serio? ¿Tan juntos están esos asientos? Bah, ni caso. Sigo leyendo y encuentro una prosa deliciosa, fresca y sugerente. Sí, hay varios seres y ese tipo de defectos, pero la fluidez y la agilidad de la manera de narrar hace que se olviden. Pero ¿qué narices es ese final? Por dios, ¿de qué va esto? Vaya manera de joderlo todo. Pese a ello se lleva un 9.
  8. Osvaldo Soriano (¿re—mande?) trae ‘Tribulaciones de un argentino en Los Ángeles’. Se trata de tres mini historias: dos de ellas anodinas y sin interés y sólo la tercera con un poco de gracia. Poca. Al menos están bien escritas. Por ello se llevan bien, aunque el conjunto se merece un 4.
  9. Nunca he leído nada de D. H. Lawrence, pero con este ‘Cosas’ no me incita a descubrir más de él. Haciendo caso omiso de los seres y mentes (joder, ¿en serio cuesta tanto evitarlos?), me recuerda algo al estilo de narrar de Stapledon. Pero a diferencia de con Olaf, aquí el interés por lo narrado decrece y decrece, hasta casi desear del todo al final (que se me hace previsible, cómodo y anodino). Un relato sobre todo para norteamericanos y poco más. Y un nuevo ejemplo de que el realismo me aburre sobremanera. Ale, un 4.
  10. Adolfo Bioy Casares. La trama celeste. Relato que parte del estilo de ‘manuscrito encontrado’. Como el otros casos de narración en primera, el estilo tosco se puede culpar al narrador, no al autor. Historia fantástica pero sin mucha gracia, que da la impresión de estar escrita por alguien que no tiene costumbre de abordar la ciencia ficción. 4.
  11. De José Luis Sampedro sé que murió hace poco, pero no en el ‘Báltico’. En el cuento hay algunas expresiones raras: ‘Hans se adormecía bajo la canción del largo y el aliento del mar libre’. ¿El largo? Me da que se trata de una simple errata: si pones ‘lago’ todo encaja. El estilo mezcla lo poético con imágenes interesantes, lo cual resulta muy agradable. Sin embargo luego uno se topa con secciones torpes repletas de adverbios inútiles. Estamos ante una historia sencilla pero efectiva, que me hace apuntar al autor para futuras lecturas. Le pongo un 8.
  12. De Jack London ya leí hace tiempo, y este ‘En un país lejano’ no defrauda. Los dos nombres de lo protas me llaman la atención: ¿Cuthfert? ¿No se parece mucho a cierto personaje de La Torre Oscura? La narración casi parece el guión de una novela, comprimido y acelerado. Sigo encontrando adverbios y seres que sobran, pero quedan apartados por una muy buena manera de introducir el Norte y lo salvaje. De hecho esos parajes y su clima de convierten en el auténtico protagonista del cuento. Me rindo ante el cuento, sobre todo comparado con la mayoría de los del libro, y le pongo otro 9.

La media me sale de un triste 6. Qué pena de esos cuatros…

Antes de acabar decir que en mi vida he participado sólo en un taller de escritura de relatos. Una de las normas base que decían rezaba más o menos que ‘de la primera depende que el lector siga leyendo o pase a otra cosa’. Pues bien, en general en todos estos cuentos no hay frase gancho. ¿Por qué? Me da que llegado un momento, alcanzado un estatus, un escritor pasa de esa norma. Sabe que le van a editar sí o sí, y lo descuida. Si no, no comprendo la insistencia del maestro y cómo no lo veo plasmado en estos cuentos. Además, en general, veo que los autores famosos de esta recopilación se pasan por los mismísimos los consejos que me dieron en ese taller. Olé.

Adiós.

Sprague de Camp y Lin Carter- Conan de Aquilonia

Hola, ofidios.

Tras el último libro, lleno de descripciones y detalles, he optado por una lectura ligerita. Y en eso se suele llevar el gato al agua los libritos que tengo de Conan. En esta ocasión se trata de Conan de Aquilonia, que tiene en la portada el engañoso autor de Robert E. Howard. Porque no, los textos son de de Camp y de Carter.

Robert E. Howard - Conan de Aquilonia

Robert E. Howard – Conan de Aquilonia

Los autores usan un estilo casi mimético con el de Howard. Ello hace que de la lectura suponga un regreso a los sabores de los textos pulp de los años 30, aunque hay que aclarar que los cuentos vieron la luz (por entregas) en la primera mitad de los años 70. Pulp redivivo en todo su poder.

Como me esperaba, se trata de una lectura muy rápida. De tan ligera a veces parece insustancial. En eso tiene bastante que ver el que las descripciones se vuelven reiterativas, casi calcos unas de otras, entrando dentro del tópico fácil. Un ejemplo claro de ello lo tenemos en la manera de mostrar a Conan: se repite casi palabra por palabra en las cuatro historias. Eso tiene un pase al tener en cuenta que los cuentos aparecieron por separado, lo que implica que pueden llegar a lectores que no sepan de qué va todo el rollo este del bárbaro envejecido. Pero aun así, las descripciones podrían haber variado un poco más y no tirar del copia y pega versión setentera. Siguiendo el estilo antiguo, se usa y abusa de los epítetos. Se utilizan tanto que llegan a hacerse algo pesados. En general el estilo resulta simple y sin la menor floritura.

Hablando de los cuentos, llegan a poseer cierto aire de pastiche; no tengo claro si los autores buscaban eso o les salió sin querer. Las historias entretienen, como no se podía esperar menos de Conan, pero en ocasiones todo parece demasiado encorsetado (la aparición de cierta joya poderosa, por ejemplo, o una espada de la que se olvida uno del todo hasta que justo se usa y ¡albricias!).

Como detalles tontos, decir que en demasiadas ocasiones el título de un capítulo me ha chirriado. Muchos de ellos están agarrados por los pelos, arañados de algún detalle ínfimo y puesto ahí, en negrita destacada, con el simple objetivo de atraer al lector y hacerle leer más.

En definitiva, de Camp y Carter se limitaron a tomarle el relevo a Howard y conseguir un texto lo bastante digno como para que se leyera con gusto, sin caer en la basura que perpetró cierto innombrable. Como nota le pongo un 6. Y a ver con qué me pongo ahora.

Adiós.

AA. VV. – Vampiralia

Hola, culebras.

Tras el tocho que me he metido al cuerpo necesitaba algo ligerito, de evadirse y que en principio no requiriera mucho esfuerzo mental. Me vino a la cabeza la segunda entrega de Cuentos para Algernon, y hubiera jurado que lo tenía en el kindle que tengo instalado en el móvil. Así que yo, tan feliz, me llevé el libro de Russell al trabajo (apenas me quedaban veinte paginitas) contando con, cuando lo acabara, poder sacar el trastomóvil y empezar con la recopilación de Marcheto.

Pero no: en el móvil no tenía la susodicha compilación. Desesperado veía más y más novelas. Pero eso no me valía: tras el mazacote de Russell y el mamotreto de Asimov necesitaba algo que me refrescara la cabeza. Variedad, dinamismo.

Así que, una vez lo descubrí entre el mogollón de cosas que por ese móvil andaban, me lancé sin pensarlo a este Vampiralia.

De entrada me llama la atención, no sé si a mal o a qué, ver que por no tener no tiene ni siquiera ficha en Tercera Fundación: ¿ninguno entre los bibliotecarios sabe que existe esta colección? Y eso que entre los autores reunidos hay alguno con renombre (me refiero a Rafa Marín).

Uf.

¿Estoy ante un pestiño? Ni idea. La mejor manera de responder esa pregunta es sumergirse en los relatos. Y a eso voy.

Procedo a desgranar lo leído, relato por relato.

  1. La cosa empieza con ‘La noche era eterna’, de So Blonde. Como quien dice, la primera en la frente: la sexta de mis reglas de escritura saltando por doquier. Eso me desconcentra: me encuentro reescribiendo las frases a medida que me topo con más y más ‘seres’. No lo puedo evitar. Entiendo, o quiero entender, que la repetición de estructuras sintácticas (sobre todo al inicio de párrafo, y quien lea el cuento sabrá de qué hablo) se trata de un ejercicio de forma, una especie de anáfora. Salvando el tema del estilo el cuento avanza con soltura, dibujando bien la situación. Se perciben bien los sentimientos del inglés. Quizá demasiado bien: luego explico a santo de qué digo esto. Algunos datos (el modelo de revolver, el año y la localización, por ejemplo) me sobran dado que su introducción me parece forzada. En eso me chirría mucho el ejemplo del tipo de revolver: casi parece que la autora ha corrido a internet a buscar qué armas usaban los ingleses en esa guerra y ha soltado, tal cual, el nombre del artefacto de marras tal cual como venía en la página web. Pero se trata de una pijotada mía: ni caso. Pero ya me parecen más graves dos defectos argumentales que he visto. El primer de ellos se refiere a la manera de dibujar la psique del protagonista, y cómo eso luego salta en mil pedazos al hacer lo que hace: ¿qué le lleva, así de repente, a lanzarse al cuello del engendro? A lo largo del cuento se dibuja muy bien su psicología: un chico normal, rebelde, que ha visto cómo la guerra entre en su vida y le arrasa. Todo ello se aprecia tan bien que no encaja, ni de lejos, que pueda llegar a realizar ese acto. A ver, que se trata de persona culta (enfermero que demuestra poseer conocimientos de anatomía) de buenas a primeras se lanza al cuello de algo que él mismo sabe que dista mucho de considerarse normal. Comete una especie de acto de canibalismo sin aparente objetivo: cuando lo hace no sabe si va a conseguir algo al beber esa sangre; lo más lógico hubiera sido que le pegara un tiro en el corazón y se librara de la amenaza. Pero no, en contra de toda lógica, chocando con todos los pensamientos (racionales y emotivos) tan bien desgranado en las páginas previas, le desgarra el cuello y bebe. Vamos, lo más normal del mundo. El otro defecto gordo: el enfermero le pega un tiro a la criatura (la mata), luego llegan los de su bando para salvarle… y ale, elipsis y estamos en retaguardia. A tomar por culo. ¿Qué ha pasado con el cadáver del bicho? ¿No lo ha visto nadie? ¿A nadie le ha llamado la atención encontrar (junto a un Fritz drenado) una criatura con una morfología tan extraña que ‘se mueve como un insecto’ aunque tiene algo de humano? Sí, sé que entrar en ese detalle le supone a la autora lanzarse de lleno en un cenagal. Resulta mucho más cómo dejarlo así, en el aire, a ver si cuela y nadie se da cuenta de ello. Pero dejémoslo claro: ella, y sólo ella, se ha metido en el embrollo. El cuento se lleva un muy justito 5. Hay que darle más vuelta a las ideas antes de plasmarlas en palabras.
  2. Ahora llegamos a ‘El puente zuazo’, de Montiel de Arnáiz, y la cosa mejora. Bastante, mejor bastante. El cuento, de nuevo ambientado en una época ‘histórica’, posee una ambientación menos forzada. A media lectura uno ya sabe de sobra dónde y cuándo está (sólo he visitado el sur una vez, y a tal edad que sólo tengo dos recuerdo: la catedral ruinosa con las mallas en el techo de la bóveda y los bichos negros que pululaban en el colchón de la pensión gaditana donde nos alojamos. Vamos, que tengo una impronta perfecta de la ciudad de la tacita: decrepitud y ladillas). Pero con unos conocimientos muy básicos de Historia de España uno acaba inmerso con facilidad en la historia. No hace falta saber lo que es el Puente de Zuazo para acabar inmerso en la narración. Admito que jugar con estos detalles reales (se nombran varios más, como el Caño de Sancti Petri, la Isla de León o Diego de Alvear) no sólo hace que un relato me guste, sino que le da un toque de madurez y seriedad que agradezco sobremanera. Se no que el autor se ha trabajado la ambientación, al menos en un mínimo que mucho relato ‘actual’ no tiene. La narración está contada con un estilo bastante rápido, a veces demasiado. Me explico el fallo formal más destacable es el de la inserción de diálogos, incrustados dentro de la prosa: esa manera de introducirlos nunca me ha acabado de gustar, me da la impresión que el autor no sabe usar los diálogos y recurre a ese método para salir del paso. Por lo demás, en cuanto a lo formal, no tengo más que decir. Sin embargo en el fondo hay algo que sí que me sobra, y mucho: el final. A mi entender chafa la historia. Me da la impresión de tratarse de ‘le explico al lector lo que ha pasado y le sitúo, por si se ha perdido’. Me sobra, me sobra del todo. Más aún, el regreso del Hombre me parece exagerado, sobre todo teniendo en cuenta la escena final (o con la que, a mi gusto debería acabar el cuento), la del puente. Llegados a ese clímax un lector con unas luces mínimas sabe de qué va la vaina, quien es el Hombre, qué le va a pasar al Hombre, dónde y cuándo están. De hecho yo hubiera prescindido de los párrafos finales, e incluso del hombre, para centrarme en… no lo diré: no he escrito yo el relato. En definitiva, un relato notable que se merece un 7. Y eso que ya he dicho que no me gusta que un editor se autopublique, pero al César lo que es del César.
  3. David Hernández nos presenta su ‘El despertar del monstruo’, un relato que por desgracia desmerece al anterior. Peca de manera irritante en la sexta regla, y de paso incide también en la quinta. Vamos, que en lo relativo a la forma me ha resultado desagradable. Para más inri lo contado no me ha enganchado en ningún momento. Tópico, mal resuelto, sin gancho, apenas llega a un 4.
  4. El cuento ‘No me dejes’ (Bea Magaña) me ha dejado, y nunca mejor dicho, un gusto agridulce. Pero con un resto más amargo que dulce, por desgracia. Narrado de manera eficiente, aunque sin florituras, lleva a al autor a través de la historia sin excesivos defectos formales. Leí Salem’s Lot hace más de veinte años, por lo que seguro que aparte de la casa y Barlow se me han escapado muchos detalles. ¿Quizá la referencia al solar, o las fechas de la semana? ¿El cuento se ha basado en la novela tanto como para exigir su lectura para comprender todo? Lo ignoro, y a estas alturas no voy a ponerme a leer esa novela. Así que no valoro, ni en un sentido positivo ni negativo, la relación con la obra de King. Desconcierta un poco la manera en que se trata el rol de protagonista: durante el primer tercio del cuento crees que es el marido y de repente te das cuenta de que ahora la narración se olvida de él y se centra en la mujer. No puedo negar que eso me ha mosqueado un poco, pero tampoco le he dado mucha importancia. Lo que sí que me ha cabreado, y mucho, es el supuesto clímax: tramposo es poco. Torticero, sacado de quicio, irracional. No puedes llevar al lector durante todo el camino por un sendero, trazar ese camino de una manera muy clara, y en los últimos cinco párrafos contradecirte a ti mismo y salirte con justo lo contrario. No, señora Magaña, no. Esa sorpresa final se carga lo que el primer protagonista narra en su parte. Pero lo malo no es que se lo cargue, sino que lo hace sin dar ninguna argumentación, ni siquiera velada. La sorpresa por el mero hecho de la sorpresa. No. Por todo ello, por ese gusto agridulce, debo otorgarle un 5.
  5. Ahora me topo con el cuento de ‘el hombre famoso’ incluido en la compilación. Gran parte de los que hayan llegado a esta página sabrán quién es Rafa Marín, así que no voy a repetir lo que un buscador puede brindar. La lectura de ‘Un ligero sabor a sangre’ me deja un poco desconcertado: ¿Marín se ha meado en los compiladores entregándoles esta basura, se trata de un cuento viejo que ha encontrado en un rincón polvoriento de sus archivos, o qué? No se trata sólo de un pastiche: es un pastiche malo, mal escrito y peor argumentado (peca del mismo defecto defecto que ‘No me dejes’, sólo que esta vez cometido por alguien con demasiadas tablas como para que se le perdone el pecado). Como chiste entre borrachos (literatos borrachos, quiero decir) quizá tendría un pase. Pero si con esto ha pretendido darle un aire de ‘mira, que en mi compilación hay un autor famoso’ se ha reído a la cara a los editores. Triste, muy triste. Esta cosa (me atrevería a llamarlo regalo envenenado) apenas se merece un 3, y sirve para hundir aún más mi pobre impresión en relación a Marín. O eso o que, como ya he dicho muchas veces, llevo muy mal le humor en la literatura: para mí no puede haber lectura más indigesta que una humorística.
  6. Con ‘La máscara del vampiro’, de Luis Guillermo del Corral, no pienso gastar palabras. Sólo leyendo el primer párrafo ya me dieron ganas de pasar del cuento. Se merece un comentario calcado al de David Hernández y su ‘El despertar del monstruo’, pero con los defectos todavía más acentuados. Un 2, nada más.
  7. Con ‘El buen hermano’ de Eduardo Formanti Llorens casi decir tres cuartas de lo mismo. Relato lleno de defectos tanto en el fondo como en la forma. Tópico hasta decir basta (me recuerda a una partida mala de Vampiro), que quizá guste a los fans de Crepúsculo. No puedo darle más que un 2.
  8. Sin embargo debo decir algo diferente de ‘Los ausentes’ (Rain Cross). A ver, hay que aclarar que estamos ante un relato fallido. Pero no como los anteriores (por la torpeza y falta de profesión de los plumillas) sino porque ‘Los ausentes’ está pidiendo a gritos más extensión, más palabras. Parece constreñido, carente de espacio. Esa falta de páginas queda patente, y de una manera poco menos que dolorosa, en el apresurado final. Una pena: un texto que se ha echado a perder debido a la extensión, y que con un doble (y mejor triple) de palabras hubiera ganado mucho más. Le debo otorgar un 5.
  9. Como si de una ola se tratase, la recopilación remonta tras una zona baja. El cuento ‘El cazador de papel’, de Aniel Dominic, entra dentro de ese subgénero metaliterario en el que los libros se convierten en protagonistas. Admito mi debilidad ante este tipo de temas. El cuento se lee de manera agradable, aunque con ciertos problemas de lógica (como por ejemplo la manera en que se pone sobre aviso a la hermana: ¿no se le ocurre a la chica pensar que no es normal que, así porque sí, le llegue el diario de su hermano?), llevando a un final interesante. La forma no chirría tanto como para resultar molesta, lo que ya supone una victoria frente a otros relatos leídos. Se lleva un 6.
  10. Con ‘Sepultura’ (Nieves Delgado) la compilación entra en un terreno más maduro. Este cuento se basa sobre todo en los diálogos, creando una escena en la que se toma el pulso mediante sus palabras a un grupo de personajes. Apenas hay descripciones, quedando el peso de la narración en las líneas de diálogo, algo que suelen rehuir los escritores principiantes. Pero en esta ocasión la autora sale triunfante del desafío, creando una historia que, si bien algo tópica (resulta muy difícil sorprender cuando se trata a los vampiros), se lee bien. Aunque más que historia se la podría describir como anécdota, una nimiedad. Sin embargo esa nadería (una especie de prueba de iniciación) al estar bien narrada consume una cantidad de palabras similar al de otras historias que narran muchos más hechos. Se merece un 7.
  11. El cuento de Roberto García Cela ‘Tú dispara, que yo corro’ empieza de una manera no muy frecuente, al menos en lo relativo a lo formal: diálogo casi puro, casi sin descripción alguna. Pero por fortuna eso diálogos están bien hilvanados, permitiendo ver la escena a través de ellos. Llegados a la mitad del cuento el estilo varía hacia uno más tradicional (descriptivo), y es ahí donde la temática, lo que narra, de verdad engancha. No voy a decir nada más del cuento dado que arruinaría una lectura interesante. Otro 7 para el primo lejano de Cela.
  12. Con un título como ‘Un extraño en Dark Creek’ el cuento de Sergio Fernández A. sólo podía pertenecer al western. En efecto, no encontramos ante un cuento ambientado en un viejo oeste donde el mal, sin embargo, proviene de Europa. La narración, al contrario que por ejemplo con el cuento de Nieves Delgado, fluye muy rápido. Va directo al grano, lo que hace que no acabe de enganchar. Además uno parece estar leyendo la versión escrita de decenas de pelis de vaqueros: no hay nada que sorprenda. A medida que el lector avanza va deseando encontrar el giro de guión, la sorpresa que justifique la lectura. Pero llega al final y… nada. Nada de nada. O como se diría, nada nuevo bajo el sol. Lo siento, pero no se merece más que un 4.
  13. Hay algo en ‘Ecologismo’ (de Alicia Pérez Gil) que me ha impedido conectar del todo con lo narrado. De alguna manera las descripciones, la manera de avanzar con esos diálogos casi cortados a machetazos, no me ha dejado ver las escenas. Este relato también adolece del omnipresente ‘ser’. A estas alturas de la recopilación ya debería hacerme una idea de que ese defecto formal me lo voy a encontrar en muchos textos, pero eso no quita que se me haga molesto: me cuesta horrores desactivar el ‘chip corrector’. El cuento intenta mezclar las circunstancias personales de la protagonista con la situación anómala de su trabajo, pero ambas no acaban de encajar quedando –a mi gusto– demasiado disjuntas. El último párrafo casi parece un anticlímax: se podría haber resuelto de una manera mucho menos prosaica. Pero aun con todo al relato le pongo un 5.
  14. Al empezar a leer ‘El tesoro de Winston J. Shepard’, de Antonio González Mesa, uno no puede evitar recordar el libro de Stocker. El estilo epistolar, ahora algo anticuado, siempre aporta una visión personal que bien llevado puede conseguir una ambientación de terror poco menos que perfecta. Sin embargo a estas alturas, cuando ha pasado bastante más de un siglo desde la obra de Stocker (y con el legado de Lovecraft aun vigente) ese estilo puede resultar una trampa. Y por desgracia ese aire de ‘esto ya está contado’ avanza el relato. Nada nuevo bajo el sol, un calco de lo contado una y mil veces en el tema clásico de los vampiros. De nuevo nos encontramos con una resolución simple, sin gancho ni giro final. Al tratarse de un texto narrado en primera no voy a entrar en valoraciones de estilo. En definitiva, se lleva un 4.
  15. Aparte de que la forma de ‘Los vampiros son ellos’ (Belén Peralta) deja mucho que desear, nos encontramos con algunos serios defectos argumentales. Uno de ellos, por poner un ejemplo, lo encontramos en que una vez dice que ‘se cría en la calle, a su antojo’ para unas páginas más adelante decir que lleva toda la vida encadenado de los pies. Por más que lo intenta no se logra dar un aire infantil, o de retraso mental, al texto. Da la impresión de que ha querido morder demasiado y se ha atragantado. La nota final, a mi entender, sobra por completo. De nuevo debo asignar un 4.
  16. En ‘Alfa y omega’, de David Cantos Galán, he encontrado el mismo fallo que en el cuento anterior: parece que en la re–redacción (o en el proceso de ajustado a la longitud) algunos detalles se han borrado de algunas partes del texto pero han seguido en otras. Así se explica que de repente se haga referencia a que ‘el sujeto antes había golpeado las verjas’, cuando en ningún momento se ha dicho nada de eso. Da la impresión de que la escena en que las golpeaba se ha eliminado por completo de la redacción final, pero sin embargo ha quedado esa referencia perdida. Otro fallo lo tenemos en el protagonista: su personalidad y manera de actuar (confiada hasta extremo casi infantil) no encaja con el trasfondo que se describe de él (fogueado y experto). Entiendo que el autor ha querido mostrar cómo alguien sabio acaba cayendo una trampa provocada en su excesiva confianza, pero no lo veo en el texto: necesitaría más desarrollo para poder palparse ese hundimiento. Además, como en otros relatos, nos encontramos con una resolución coja, blanda, sin ningún gancho ni giro final. Seguimos apuntados al 4. El texto que está tachado ahí arriba forma parte de la primera redacción: tras el comentario del autor (muchas gracias, David) elimino y reajusto nota. Ahora se lleva un 5.
  17. Bueno, ‘Ruptura sangrienta’ (Rubén Giráldez González) tiene bastante, por no decir mucho, de humor. En otras circunstancias eso hubiera supuesto un handicap, pero tras los últimos relatos me ha resultado agradable. Aunque el cazavampiros se revele como un absoluto cretino incapaz de darse cuenta de que tiene la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro. Bueno, que me ha divertido, lo que le hace merecedor de un 5.
  18. El inicio del cuento ‘El bolígrafo de plata’, de Yolanda García Ares, sólo lo puedo describir como farragoso. Frases confusas, demasiado enrevesadas. La idea de vampiro-sombra se me hace muy atractiva, inquietante y original, pero por desgracia el estilo se convierte en una rémora. El relato avanza y, si bien hay escenas interesantes (como la forma en la que descubre el corazón de la sombra), la manera de describir pesa demasiado. Lo bueno (el original concepto de vampiro, así como la manera en que interactúan víctima y agresor) con lo malo (ese estilo demasiado enrevesado, que además sufre de un exceso de ‘seres’ y de ‘mentes’) quedan equilibrados, llevándose el cuento un 5.
  19. El nivel desciende mucho con ‘El vampiro de Lódz´’ (Fran Chaparro). El texto está narrado con suma torpeza, plagado de frases hechas, adjetivos manidos, expresiones torpes y el lógico abuso de los verbos comodín. Peca del mayor defecto posible en esto de la narración: mucho contar pero nada mostrar. En la redacción incluso uno se encuentra con frases que carecen de lógica y no se sabe cómo agarrarlas: ‘Siempre tras morderles en el cuello y sorberles la sangre –la vida–, las violaba; antes, durante o después de acabar con ellas’. Empeñado en el contar, no mostrar, el relato se acaba hundiendo en un pozo del que el lector sólo puede escapar cuando pasa de página y llega al siguiente cuento. Éste sólo se puede llevar un 3. El autor necesita muchas, pero muchas más tablas.
  20. Seguimos con un mal nivel de mano de ‘La otra bitácora del Deméter’, de Alejandro Morales Mariaca. Texto en extremo torpe, con pasajes que de incongruentes rozan lo demencial. No se nota el espíritu marinero que por ejemplo hay en las obras de Hodgson: todo parece artificioso, exagerado y demasiadas veces fuera de lugar. No basta echar mano de una de las escenas más potentes de Drácula de Stoker para conseguir que funcione un texto. Además el estilo, torpe y chusco, a veces da la impresión de tratarse de que en origen se ha escrito con lenguaje sudamericano pero que luego se ha pasado, sin éxito, a un estilo neutro. Lamento tener que ponerle un 3.
  21. Por fortuna la cosa mejora, y mucho, con ‘Selección laboral’ (de Korvec). Hay algo de abuso del verbo comodín ser, junto a algún que otro defecto que describo en mis reglas, pero… el texto posee un ritmo y un saber hacer (aunque de manera algo rudimentaria) que ya le gustaría a los textos anteriores. Hay un detalle que me ha llamado la atención y que no he llegado a comprender: la oleada de ratas ¿huye o busca algo? La primera vez que la describe, y a lo largo de gran parte de la escena, me da la impresión de que huyen; pero cuando llegamos al colofón, con ese juego de cambios de dirección, creo entender que no están huyendo sino buscando lo que encuentra el protagonista. Ojalá algún día me lo explique el autor. El final falla (se podría haber logrado algo menos apresurado, menos simplón) pero aun así deja buen sabor de boca. Se merece un 6 y mi enhorabuena a un autor que si quiere, si practica y se esfuerza puede dar que hablar.
  22. La calidad del cuento anterior por desgracia hay que considerarla un espejismo tras el cual volvemos a adentrarnos en el desierto. De ‘Y al sonar de las trompetas’ (Jesús López Chaparro) sólo podemos decir que se trata de un texto torpe, muy torpe. Plagado de expresiones tópicas, con escenas mal llevadas y nulo sentido de la tensión. Por no hablar de que no muestra, sino que se limita a contar, y a hacerlo sin gracia. Uno acaba mareado ante la resolución de las escenas. Hay detalles que pretenden justificar ciertos detalles de la trama, pero que se revelan como un nuevo despropósito. Por ejemplo el tema de la palanca de cambio sin cabeza y afilada: sirve para hacer que el protagonista se haga una herida en la mano, ésta le sangre y la criatura se pegue a la ventana. Ahora pensamos un poco y… ¿quieres decirme que lleva conduciendo todo ese tiempo con la palanca de cambios así de mal? Lo lamento pero de nuevo tengo que poner un 3.
  23. Si hay algo que agradecer a ‘Madre’ de Francisco José Palacios Gómez eso es el tratar de huir del vampiro clásico. En su lugar ha planteado un escenario que hereda bastante más de Lovecraft que de Stoker. El horror proviene de las estrellas y posee tal poder que la humanidad poco puede hacer ante él. ¿Nos suena, no? Pues sí, un ligero toque de horror cósmico nunca viene mal. A eso hay que añadirle que me ha recordado un poco a Soy leyenda de Matheson, libro que adoro. Sólo por eso, por hacerme recordar esa obra, ya agradezco la lectura. El estilo mejorable pero no por ello molesto podría recibir un comentario muy similar al de ‘Selección laboral’. Un poco más de tablas y seguro que queda algo muy digno. El pero lo tenemos, otra vez, en un final mal resuelto: los relatos cortos, al menos desde mi punto de vista, deben poseer un final chocante, que deje al lector trastocado. Un texto de extensión tan corta no debe poder diluirse y dejarte tan tranquilo. Aun así se agradece el cuento y le otorgo un 6.
  24. Admito que ‘Fluyendo en las ondas’ ( Javier Arnau) me ha dejado algo descuadrado. De entrada la deformación profesional me has hecho que me tome a coña (por no decir que me ha hecho sonreír) toda esa charlatanería del ordenador, las carpetas y el virus. Cuando ha soltado esa estupidez de ‘creo la excepción en el firewall’ a punto he estado de soltar una carcajada. Pero bueno, supongo que para alguien que no tenga mucha idea de ordenadores esa cháchara le resultará creíble: aceptamos pulpo como animal de compañía y seguimos. Como ya he dicho por aquí más veces, me agrada el intento de hacer meta–literatura. Sí, aquí la disección del mito de vampiro se queda (por decirlo de una manera suave) bastante en pañales. Pero para que este relato funcione tampoco se exige un árbol genealógico de los amigos vampíricos. Dejando aparte esto, debo decir que la sección del cuento que más me ha gustado (quizá por su estilo más clásico) es la ‘narrada’ por la entidad. Más allá de esa parte no le he encontrado interés al relato. Como intento de acercarse al mito del vampiro desde una perspectiva diferente me ha parecido interesante, pero nada más. Por ello le otorgo un 5. A ver si el señor Arnau profundiza más en ese escenario… pero que no caiga en la tentación de marcarse un Faby.
  25. El colmo del abuso del verbo ser lo encontramos en ‘Jauría’, de Estaban Di Lorenzo. A eso hay que añadir alguna escena poco menos que surrealista. La primera y quizá más chocante la encontramos al inicio del cuento: a uno de los protagonistas le toman por muerto y acaba en una bolsa de cadáveres. Despierta de su estado y se sienta. Hasta ese punto no se podrían plantear muchos peros. Bueno, para los que conocemos cómo son los sacos que se usan para envolver un cadáver (las modernas mortajas plásticas, o ‘bolsas’) sí que hay problemas, pero entiendo que no todo el mundo ha manipulado una mortaja. Lo incongruente de esa escena lo encontramos en el detalle de ‘se sentó’, sobre todo cuando unas líneas más adelante se le describe como un lisiado medular grave que tiene la mitad inferior del cuerpo paralizada. Toda una proeza sentarse estando dentro de un saco contando con una lesión medular. Pero bueno, dejemos de hablar de menudencias de un tiquismiquis como yo. El cuento está narrado con suma torpeza, sin duda por alguien al que le faltan todavía muchas, pero muchas tablas. Esperemos que para la siguiente haya mejorado. Mientras le tengo que puntuar con un 2.
  26. Y de lo peor pasamos a lo mejor: ‘Juanito el raro’ de José Reyero me ha parecido una auténtica delicia. Narrado de manera casi perfecta, el cuento se basa en un monólogo. Pero allí donde otros podrían fracasar el señor Reyero sabe darle al protagonista una voz que posee tal riqueza que no sólo no aburre, sino que invita a leer sin parar. Poco más decir de esta pequeña joya. Se merece un 8. Sólo impide que se lleve un 9 el final (sobre todo el último párrafo), que me parece demasiado traído de los pelos. Aun con todo hasta el momento, sin duda alguna, destaca sobre todos los demás. Enhorabuena al señor Reyero.
  27. No sé qué pensar del título de ‘Las vampíricas lágrimas de amor de Mike Chall-eco y Rebeca de Nylon’ (Rafael Sadoc). Supongo que los nombres forman parte de algún chiste privado, porque más allá de que se me hacen ridículos no les veo ni gracia ni sentido alguno. Pero dejando a un lado esas menudencias a mi gusto el cuento empezó mal, tan mal que estuve muy tentado de pasarlo por alto. Pero tengo la tonta idea de que, ya se tratara de un truño o de una joya, todo cuento publicado ha supuesto un esfuerzo para alguien y por tanto se merece el mínimo respeto de leerlo. O al menos de intentarlo. Al tratarse de un cuento tan corto hay que leerlo. Su extensión tan reducida sirve para algo: demostrar cómo el abuso de epíteto se puede cargar un texto. Epítetos por todas partes, implacables, asfixiantes, anodinos o incluso inapropiados. No se puede poner por norma los adjetivos delante de los nombres, o al menos no de esa manera tan machacona. Tema aparte, lo narrado: quizá a otra gente le atraiga ese tipo de historias; a mí me repelen. Con todo ello se lleva un 3.
  28. ‘Ravenous, phantom der nacht’, de Israel Santamaría Canales, entra en la misma categoría que ‘Jauría’, ‘Y al sonar de la trompetas’ y otros cuentos ya reseñados. Torpe, plagado de defectos formales, se limita a contar lo que pasa (y además de una manera no directa sino aturullada). Leyéndolo casi da la impresión de estar ante un borrador escrito a vuelapluma, sin repasar nada, sólo anotando ideas que luego habría que trabajar. Antes de acabar quiero volver a decir algo que ya he dejado caer en otras reseñas: ¿por qué el uso de nombres extranjeros? ‘Ravenous’ como tal no aporta nada al cuento. Y eso sólo hablando del nombre del vampiro. Lo de ‘phantom der nacht’ ya me ha parecido mucho más que fuera de lugar. ¿A santo de qué viene eso en alemán? ¿Quiere emular a Chris Pohl con sus ñoñerías vampíricas alemanas o qué? Sobra, sobra del todo. Lo siento, pero debo ponerle un 2.
  29. Y seguimos con montaña rusa, esta vez subiendo con ‘La reina niña’ de Javier Fornell. Un relato que, salvando detalles estilísticos puntuales, posee una calidad similar a ‘Juanito el raro’. Sí, el registro no tiene nada que ver, pero se nota que el señor Fornell tiene idea del manejo del idioma y de cómo hay que aplicar el ritmo. Buen cuento, que se lleva un muy merecido 8.
  30. Descendemos de la montaña rusa con un texto medianito. Esa noche salí con mis amigas (Guadalupe Eichelbaum) pretende sensibilizar al lector buscando mostrar un aspecto humano de la criatura, pero que por desgracia se queda a medio gas. Algo en el texto no me ha acabado de enganchar. Se me ha hecho no solo demasiado telegráfico (contar en vez de mostrar), sino dotado de cierto aire a tópico, a melodrama. Supongo que de nuevo no entro en el lector objetivo de este tipo de historias. Pero, a modo de anécdota, decir que las frases iniciales pesan demasiado. Sobre todo la relativa a ‘lo que se repite todas la noches’: se me ha hecho obvio el final. Entiendo que ese tipo de recurso (la referencia cíclica para enlazar inicio y desenlace de un cuento) se suele usar para dotar de consistencia y aire obsesivo al texto a base de reiteración. Admito que a mí mismo me gusta usarla: mazazo tras mazazo al lector a base de anáfora. Pero a veces ese recurso se puede volver en tu contra, haciendo obvio el camino que vas a seguir. Me enrollo. El cuento además posee el ya típico defecto del exceso del ‘ser’ (con diferencia el problema que más cuesta eliminar), pero para resumir decir que se merece un 5.

Coño, que llega el filo de la media noche y tengo que acabar la reseña. Ale, allá vamos.

Para resumir, una recopilación irregular. Contiene textos muy dignos, incluso sobresalientes, junto a otros que… no, pues no. La nota media final, muy engañosa por esa diferencia tan grande de calidad de los textos, queda con un 4’6 4’63 un poco triste. Pero por favor, que ese número no haga olvidar textos como los de Montiel de Arnáiz, Nieves Delgado, Roberto García Cela, Javier Fornell o José Reyero.

Un saludo.

AA. VV. – Historias del dragón

Hola, ofidios.

No tengo ni idea de cómo llegó a mis estanterías este libro, pero sin duda no me lo compré. ¿Un regalo de alguien? Pues no lo sé, la verdad. Pero la cosa es que lo he agarrado.

Al parecer, si no me engaña eso del #FFF, se trata de una edición para el Festival Fantástico de Fuenlabrada.

Aclaración: sí, leyendo la nota final del libro me queda claro que es para ese festival, y entiendo que en su edición de 2013.

El relato ultracorto, microcuento, nanocuento o como que quiera decir es un estilo que, salvo para concursos (por eso de que se leen muy rápido, lo que facilita la selección de textos), en España casi ni existe. Si el cuento está desprestigiado frente a la novela, lo de estos apuntes narrativos ya roza lo subterráneo, quedando para fanzines y similar. Y pensar que uno de los grandes del microcuento se estudia (o se estudiaba en mis tiempos) en el instituto: las greguerías de Ramón Gómez de la Serna no dejan de ser microhistorias de brevedad extrema. Este tipo de textos no dejan de poseer cierto parecido a otras microcreaciones que si no me equivoco en España todavía apenas se conocen: los haikus.

Como el intento de escritor que fui hace tiempo yo mismo he practicado todo eso, tanto la greguería como el microcuento y el haiku. Quizá con esa experiencia de que sé lo que supone esto de la microcreación (lograr que en un espacio ínfimo lograr no sólo enganchar al lector, sino llevarle por un camino concreto para, llegados a final, desconcertarle) he leído con mirada en especial crítica los cuentos de Historias del dragón.

AA.VV. - Historias del dragón

AA.VV. – Historias del dragón

Que la compilación esté presentada por Carlos Sisi se ajusta a un intento de darle tirón comercial al producto. Algo que en mi caso, y en aras de lo único que he leído de ese autor, poco éxito tiene. No voy a hacer que esa presentación lastre el contenido. Al fin y al cabo los 109 textos recopilados puede que tengan poco o nada que ver con Sisi.

Lo dicho, he leído los 109 textos con el ojo crítico del que se ha peleado (lápiz y papel en blanco) con este estilo de creación. Al empezar me puse una cifra como umbral de valoración: que un 10% del contenido tenga una calidad media–alta. Eso deja un 90% de falta de originalidad, mediocridad y morralla, siempre desde mi punto de vista.

No voy a hablar de lo malo: entre los nombres presentes en la compilación sin duda hay mucho aficionado o principiante. Ellos tienen por delante todo el tiempo del mundo para mejorar y madurar. Les animo a perseverar.

Pero debo resaltar los textos que a mi gusto más me han llamado la atención.

  1. ‘Inocencia’, de Joe Álamo, encaja poco más o menos en mi idea de lo que debe tener un microcuento standard: visual, directo, introduciendo al lector en una escena concreta con agilidad pero sin caer en lo simplón, y con un final que rompe la línea del cuerpo del texto.
  2. Con ‘Pléyone y Atlante’, de Helen C. Rogue, me da la impresión de que algo se me escapa. He tenido que navegar para descubrir la historia de los protagonistas. Me gusta eso de que se usen palabras o conceptos que con su mera mención ya aporten toda una historia. Aunque luego la mención final a la guerra en el Olimpo me descuadre. Y sin embargo me deja buen sabor de boca.
  3. ‘La niña perdida’, de Francisco García Jiménez, cuento dotado de un toque surrealista (en el sentido de lo macabro) que me ha gustado.
  4. ‘El extranjero’ (Daniel Garrido Castro) aparte de bien escrito posee un mensaje potente.
  5. ‘El milagro’ de Patricia Mejías, aunque entra un poco en el tópico tiene una idea e imagen de base potentes.
  6. Debo reconocer que me ha hecho gracia ‘Hombre y máquina’ (Salvattore Mon): tan humano como ridículo y real.
  7. Sabes que estás entrando en un juego del engaño, pero aun así sigues. Bien. Hablo de ‘La primera vez’, de Montse N. Ríos.
  8. De ‘La grieta’ (de Sergio Pérez-Corvo🙂 debo decir que siento cierta afinidad hacia él dado que relato posee un estilo muy similar al que yo usaba.
  9. ‘El último caminante’, de Aitziber Saldias, con una mejor redacción–puntuación (el texto más repartido en párrafos, por ejemplo) entraría entre los mejores del libro. Bueno, de hecho al aparecer en esta lista ya está entre ellos.
  10. Respecto a ‘Guerrero de Marte’, de Ramón Dan Miguel Coca, sólo puedo decir que esa tontería (por inocente y juvenil) me ha hecho mucha gracia, lo que ya es mucho.
  11. Acabamos con ‘Reloj, tiempo y olvido’, de Valjean, un cuento que demuestra que un simple y buen diálogo lo puede decir todo.

Un par de cosillas más. Los relatos ‘Caernhenn’ (Víctor Conde) y ‘Victoria contra los desahucios’ (J. J. Castillo) puede que tengan algo similar a ‘Pléyone y Atlante’, que jueguen con referencias concretas. Pero si existen no he sabido/podido encontrarlas, lo que los convierte en fallidos. Pero ojo, que es muy probable que el fallo esté en mí, por ciego y torpe.

De las ilustraciones me han gustado ’Contigo y los otros’ de Sebastián Cabrol (muy a lo Cosa del Pantano, con un aire muy profesional), ‘La mala mujer’ de Guiomar González (infantil pero potente), ‘Ventanas de la percepción’ de Marlene Llanes (con ese ligero toque Escher), ‘Noche lluviosa’ de Hugo Salais (quizá la culpa la tiene esa escolopendra que no lo es, pero algo me obliga a mirar el dibujo de vez en cuando) y ‘–¿Qué hacen? / –Me están mirando’ de Soraya Santamaría (todo un nanocuento en sí mismo. Perfecto).

Haciendo un poco de estadísticas, si yo esperaba encontrarme un 10% de relatos satisfactorios (unos 11, redondeando al alza) el número final asciende a ¡once! Eso hace un porcentaje de un 100% sobre el mínimo esperado. Mis felicitaciones a los nombrados y ánimo a los no nombrados (entre los que se encuentran varios nombres famosos, demostrando que esa fama no va acompañada siempre de buenos textos), a seguirlo intentando.

Un saludo.

AA.VV – Alucinadas

Hola, ofidios.

Toca de nuevo leer un libro de relatos. No recuerdo bien cómo llegó a mis ‘manos digitales’ este volumen, pero me suena que fue a raíz de eso llamado ahora como pago social: publicar un tweet o entrada en caralibro para conseguir el acceso a descargártelo. Me parece una manera oportuna de difundir una obra, sobre todo en tiempos de crisis como los actuales. Espero que las autoras reciban algún pago en forma de contratos con editoriales tras esta compilación.

Autoras. Sí, en femenino y plural. Esta obra trata de aunar a mujeres que escriben CiFi. En la introducción se habla del predominio masculino en este género (bueno, dicen que salvo en el romántico el macho predomina sobre la hembra en todos los campos de la literatura), y que por eso hay que potenciar la obra escrita ‘por ellas’. Lo que algunos llaman discriminación positiva. ¿Esto es útil, oportuno o acertado? No sé qué decir, más que nada porque jamás me he acercado a un libro pensando en si lo ha escrito un macho o una hembra de humano: sólo me atrae la temática. Así me he leído obras escritas por mano femenina que me han encantado, otras que me han dejado más o menos indiferente (la trilogía de la xeogénesis) y otras que no me han gustado nada (El hombre hembra). Y para ello no ha tenido nada que ver el sexo. Vamos, que una obra (y su autor o autora) se defiende por su contenido, no por los genitales de quien la escriba.

Se acabó mi paranoia igualitaria y que no va a ningún lado. Al tajo. A ver cómo de Alucinadas están las damas.

Tras dos introducciones demasiado similares, y una de ellas con una excesiva influencia de Barceló, al fin entramos en harina.

AA.VV. - Alucinadas

AA.VV. – Alucinadas

  1. A ver, se supone que el relato ‘La Terpsícore’ (Teresa P. Mira de Echeverria) entra dentro de la CiFi, en concreto de la temática cuántica. Pero es que yo no le he visto CiFi casi por ningún lado, y sí que he visto mucha fantasía. Pero fantasía en plan homenaje/inspiración/¿plagio? Quien haya leído Marinero de los mares del destino empezará a ver las relaciones más que claras:
    • La nave que surca espacios/mares de una manera anómala.
    • El capitán que nunca sale de ella.
    • Que en el buque se junten distintas versiones de una misma persona.
    • Que una de ellas tenga una joya en la cabeza, con un ojo que no es suyo (ya sólo faltaba una mano mágica).
    • Que se fusionen los cuerpos de unos cuantos de los marineros.
    • La presencia de una entidad medio robótica como elemento unificador (ya de misión o como enemigo).

¿Más coincidencias? No las veo, pero me parecen bastantes como para ver muy clara la influencia de Moorcock en este relato. Eso en lo relativo al fondo; la forma no disgusta, a pesar de algún que otro giro argentino. He encontrado unos pocos defectos (a mi entender) de puntuación pero nada clamoroso. En definitiva, el cuento no me ha disgustado pero tampoco me ha llamado la atención. Quizá porque la sombra de la obra del inglés es demasiado alargada y prefiero el original a la obra derivada. Le pongo un 6.

  1. La cosa sigue con ‘La plaga’. Leyendo este relato de Felicidad Martínez no pude evitar recordar el Aliens de Cameron. El planteamiento inicial es poco menos que calcado, Vásquez incluida. Sí, luego la narración se aleja de la típica historia de misión de limpieza para adentrarse en un asunto más ecologista (con alguna que otra deducción del nivel de Perogrullo pintada como ‘gran descubrimiento’), pero esa primera impresión no me acabó de abandonar. Al final se queda en simple historia entretenidilla, que se merece un correcto 6.
  2. Cuando leí le título de ‘La tormenta’ (Laura Ponce) no pude por menos que pensar en la obra casi homónima de Chespir. Pero no, me da que no tiene nada que ver. La tormenta de la que este cuento habla sirve de aglutinante de personajes, al mismo tiempo que detona los acontecimientos. Que el final resulte previsible no hace que el cuento pierda interés, sobre todo por la manera lenta con la que se narra. Bien. Le pongo un 7 que hubiera llegado a un 8 si, por ejemplo, se hubiera desarrollado mejor el planeta y su ecología (que en un día se produzca esa explosión de vida supera con creces mi suspensión de la incredulidad).
  3. En ‘El método Schiwoll’ de Yolanda Espiñeira hay demasiadas incongruencias. Hablan de lo galáctico cuando casi parece que se refiere al barrio (o grupo local), las catástrofes del planeta parecen demasiado exageradas, sacadas de peli de serie B y decorados de cartón piedra, la manera en que se llega al ¿desenlace? me da la impresión de que la autora no ha sabido salir del entuerto en el que se ha metido. Aunque me da la impresión de que algo se me escapa: la referencia a la hipercalemia me sugiere que hay un posible nivel técnico que ignoro, o que no he sabido leer. Aun así me fastidia pero debo otorgarle un triste 3, sin tigre ni trigal.
  4. Leyendo ‘Casas Rojas’ de Nieves Delgado no he podido evitar pensar en Priss. Sí, Priss, mi replicante favorita (me da que no soy el único que tuvo fantasías con ella). Y es que este cuento juega con eso que ni Dick ni Ridley Scott se atrevieron a meter en sus respectivas obras: la sexualidad de los replicantes. Aquí ese aspecto de la naturaleza humana se convierte en la base del cuento. ¿Sueñan los androides con follarse a humanos? En respuesta la a esa pregunta está la clave del cuento, que me parece bastante interesante. Un 7.
  5. Los ‘Mares que cambian’ de Lola Robles seguro que habrán cambiado mucho, pero a mí me han dejado frío, muy frío. El tema del que trata, el cambio de sexo como fundamento de un sociedad, no me atrae lo más mínimo. De hecho me parece artificioso y rebuscado. Por eso mismo al relato debo ponerle un suspenso, un 4, pero dejando bien claro que sólo porque la temática no me gusta. Supongo que a los que les guste Playa de acero (la tengo en la pila y me sigue dando bastante repelús) o Venus mas X (no sé si hablar de Limbo, porque aunque no habla de sexualidad sí que creo que puede tener algo que ver con ese tipo de exquisiteces filosóficas y medio morfológicas) sepan disfrutar de este relato.
  6. Bueno, bueno, bueno… Y llegamos a ‘Techt’ de Sofía Rhei. Por una vez y me voy a adelantar dando la nota al texto antes de hablar de él: un 9. Sí, un sobresaliente. A medida que iba leyendo este cuento notaba cómo me iba agradando más y más. Llegados a mitad del mismo ya sabía que le iba a otorgar un 7, pero con el último tercio tuve que rendirme ante la autora y la historia que narra, hasta el punto de verme obligado a dar este infrecuente (dentro de mi catálogo de críticas) nueve. El relato me parecido un delicia. ¿Por qué? De entrada posee un fondo de ciencia ficción elaborada: sólo hay que ver el cuadro de caracteres y cómo lo trata de explicar y defender. Ante ese esfuerzo, sincero y con ideas, sus errores quedan reducidos a algo incidental: ¿a quién le importa que ‘vida+a+p’ resulte que por narices tenga que ser ‘perro’ y no ‘pulpo’ ‘periquito’, ‘pulga’ o ‘pato’? ¿De verdad se va a fijar uno en que el número de siete pulsaciones esté falseado porque de verdad las pulsaciones simultáneas son múltiples, no una sola? A mí me da igual: el sólo esfuerzo de elaborar ese lenguaje ya me parece digno de loa. Pero es que el cuento no se limita a eso. El verdadero trasfondo de la historia radica en un enfrentamiento cultural muy de nuestros días: la neolengua surgida a partir de los SMSs (una degradación idiomática fomentada tanto los sistemas de comunicación actuales como por la educación paupérrima) frente a alguien culto y que ama y respeta su idioma. Todo padre con un mínimo de habilidad de redacción se ha enfrentado a las aberraciones que su hijo (y su camarilla) escribe en whatsapp, caralibro, twitter y demás. Ese padre ha tenido que ver, para su horror, como tales aberraciones no sólo las consideran aceptables, sino que reinciden en ellas dándolas un aire de corrección. En mi casa se ha vivido eso, el ‘pero se me entiende, ¿no?’ frente al ‘una mala redacción depaupera a quien la usa, dando una imagen de persona analfabeta, cuando no bestial’. Supongo que este cuento me ha afectado mucho más que a otro lector: me considero un amante del lenguaje y me duele muchísimo comprobar cómo éste degenera poco a poco. ¿Llegará a haber algún día algo similar a lo narrado en el cuento? Espero no vivirlo, la verdad: me convertiría en un Ludwig amargado y anacrónico. Pero volvamos al cuento. El texto juega con el lenguaje y traza en torno a él toda una historia, tanto personal como sociopolítica, y con drama incluido. Lo hace de una manera no sólo correcta, sino bien narrada. Tanto que hasta ahora es la única autora a la que no remitiría (en una manera u otra) a mis reglas de escritura. En definitiva, leer ‘Techt’ me ha supuesto una c completa delicia. El texto justifica por completo la compilación, y de nuevo demuestra de que los gustos y los colores van por barrios: yo, a falta de leer los cuatro relatos restantes, hubiera nombrado a este cuento cómo ganador indiscutible del concurso. Así que insisto: un nueve y mi más sincera felicitación a la señora Rhei. Me postro a sus pies, señora.
  7. El inicio de ‘Bienvenidos a Croatoan’ (Layla Martínez) promete algo que luego o yo soy muy necio (posibilidad que nunca voy a negar del todo) y no lo veo o poco tiene que ver con el cuento. El relato juega con una especie de viajes en el tiempo bastante sui géneris: se consigue mediante drogas que inhiben la función de colapso de la mente humana (para leer acerca de algo similar consultar Cuarentena, de Greg Egan. Esa novela también se desarrolla en torno a la idea de un universo cuántico en el que el observador colapsa las posibilidades). Los viajes en el tiempo, por llamarlos de alguna manera, que se describen en el cuento tiene más experiencia química que de otra cosa. O al menos así los describe al principio… porque luego la autora se da patadas a sí misma (y a su argumento) y convierte los viajes en algo físico. Y llegados a ese punto, una incongruencia enorme creada por la propia autora, se me quitaron las ganas de leer más. Si ni siquiera es capaz de hacer coherente su propio universo, sus propias premisas, ¿qué interés tiene el cuento? Un suspenso, un simple 4.
  8. De nuevo me siento en cierta medida desconcertado (o engañado) con el relato ‘Black Isle’ de Marian Womack. Me ha dejado descolocado esa referencia descarada al Drácula de Stoker: que me digan que no pintan a todo un sosias de Renfield. Tras descubrir ese relato uno se podía esperar que la narración, hasta entonces que entra dentro de la cifi ecológica clásica, diera un giro hacia el horror. Y me refiero a un giro con lógica y argumento. Sin embargo la historia avanza manteniéndose en ese campo ecologista: el síndrome que afecta a las especies recreadas. Y en eso sigue, y sigue… hasta que de repente la autora parece que se da cuenta de que va a llegar al límite de palabras del concurso y corta por lo sano, deja intuir algo que se sale de lo hasta ahora mostrado. Y punto. Olé tus huevos, que se diría. Con ello me ha dejado cara de pasmo (no por la calidad, precisamente, sino por la ligereza con la que se desentiende de lo narrado) y hace que la aparición de esa especie de Renfield quede reducida a un recuerdo mal hadado. En otras palabras, o de nuevo estoy espeso y negado (ya empiezo a creer que sí) o esto roza la estafa. Un tres. Lo siento pero un tres.
  9. Admito en público que no me apasiona el deporte. Pero nada de nada. Supongo que eso, una cuestión personal, hizo que no acabara de enganchar con ‘Memoria de equipo’ de Carme Torras. No acabé de verle el sentido a lo de montar un partido virtual para tratar de descubrir a un asesino. Tampoco pude comprender el marco legal de esos EE.UU. que permite semejante artificio, ni la estrategia de los protagonistas de serializar la investigación en modo blog y con crowdfounding final incluido. Por no hablar de lo de los avatares del público, con el supuesto descubrimiento entre ellos del promotor (uno que en la escena final… pero mejor me callo. Sólo diré que hay otra incongruencia más). En definitiva, creo que la autora ha querido mezclar su pasión por el baloncesto con cosas ‘nuevas’ como el crowdfounding para crear un relato de intriga. Por desgracia no ha sabido desarrollar el entorno de forma lo suficiente credibilidad como para que la historia funcione. No hace falta que me describa de pe a pa el sistema penal de ese mundo, pero cuando la historia se basa en algo tan peregrino (y distinto de lo que conocemos) necesito más datos para que creérmelo. Vamos, que tengo amplias tragaderas, pero no infinitas. Le pongo un 4 al cuento.
  10. El libro acaba con ‘A la luz de la casta luna electrónica’ de Angélica Gorodischer. Si no me equivoco de la señora he leído poco o nada. La ‘conozco de toda la vida’, al menos su nombre como autora. Incluso juraría que tengo/tuve por algún lado Bajo las jubeas en flor. Pero no, no lo he leído. Ni ese ni nada más de Gorodischer. Y mucho me temo que tras este ‘A la luz de la casta luna electrónica’ la cosa no ha cambiado: me ha sido imposible acabar el cuento. De entrada me encontré con algo que al menos para mí supone una barrera: el idioma demasiado localizado. El cuento no está escrito en español, sino más bien en argentino. A ver, digo por delante que se trata de un prejuicio personal. No lo considero un defecto per se (la autora, si a ella le apetece, usa el lenguaje de la manera que a ella se le hace natural y cotidiano), sino que a mí (como lector español) no me agrada. Tras unas cuantas páginas de lectura me encontré acudiendo al diccionario en demasiadas ocasiones, y sólo para saber qué significaba determinado localismo. Y eso cuando venía en el diccionario. Pero el tema del lenguaje no supuso el auténtico problema. La cosa empezó a ir mal de verdad al descubrir la manera en que se trataba a los planetas. El cuento usa ese estilo despreocupado y cómodo –y que detesto– según el cual un planeta (con toda su extensión, su población, orografía y sistemas político, social, cultural) es poco menos que un pueblo: el alcalde, el jefe de policía, el cura y el maestro. Algo tan grande como un planeta, con su inevitable riqueza y variedad cultural, por muy globalizado/galaxizado que esté, no lo puedes tratar como Villaabajo, como algo plano, uniforme y maniqueo. Pero ese defecto está muy difundido y para mí, aunque ya me permite clasificar al autor, no supone una traba fatal para la lectura del texto. Otra cosa es que la temática y la manera de abordarla no se me hagan nada interesantes. Y en eso sí que cae de lleno el cuento: encajaría más o menos en lo cómico o picaresco, géneros que jamás me han gustado. Las páginas se sucedieron como los días de una condena, hasta que de repente me di cuenta de que se me hacía más interesante la bufonada de ‘Quien quiere casarse con mi hijo’ que este ‘A la luz de la casta luna electrónica’. Así que llegó un momento que mandé a Trafalgar a paseo, cerré el libro y di por acabada la lectura. Como no lo he acabado no le voy a poner ni nota, y tampoco va a afectar a la media. Pero si encuentro alguna vez entra la Pila algo de Gorodischer no creo que lo agarre con muchas ganas.

Concluyendo, el libro empieza regulín pero toma velocidad y adquiere calidad. La explosión de fuegos artificiales que supone ‘Techt’ le hace a uno sonreír, alegrarse por el tiempo de lectura invertido, desear más. Desde aquí mi felicitación en especial a Sofía Rhei, y en parte a las editoras al permitirme descubrir a esa autora. Pero como se suele decir: lo bueno acaba. Los relatos siguientes van perdiendo interés y garra, hasta acabar con el de señora Gorodischer.

La nota final me sale de un 5’30, que enmascara la calidad de un reducido puñado de relatos, una primera mitad de la compilación que basta para hacerla merecedora de una lectura.

Un saludo.

AA. VV. – Cuentos para Algernon: Año I

Hola, ofidios.

Tras la magnífica lectura anterior (que me ha servido para reivindicar que sí que hay gente que sabe escribir terror en este país), y tal y como les dije en su momento con el twitter, me iba a poner a leer una recopilación de factura patria. Tenía las opciones de Terra Nova 1 o este Cuentos para Algernon: Año I. Dado tan loable esfuerzo que Marcheto, el recopilador, ha hecho brindándonos gratis esos textos he optado por Cuentos para Algernon: Año I. Aquí dejo la página de donde descargar la compilación.

Pero vamos al grano.

  1. El libro arranca con ‘Quedarse atrás’, de Ken Liu. Ya sólo al leer la primera frase uno intuye que el relato promete: puro shock. ¿Qué el término de ‘singularidad’ no acabe de encajar con lo que luego se descubre que ha sucedido? Da igual. Y lo hace gracias a la soberbia historia que Liu nos presenta. El relato, carente de artificios narrativos (aunque no peca de defectos graves de forma) ni argumentales, sin embargo sabe pintarnos y sumergirnos en un mundo decadente y sobre todo humano. Haciendo un buen eso de economía narrativa tenemos tanto un trasfondo bien narrado como una situación personal y humana creíble. Y por desgracia más cercana: cualquiera que sea padre de un niño en esta época conoce y teme el poder de internet sobre las mentes inmaduras. El único pero que le veo al relato es su predictibilidad, lo que no impide que le otorgue un 8.
  2. Con ‘Un diez con una bandera’ de Joseph Paul Haines nos adentramos en un mundo que, leyendo las primeras páginas, me recordó un poco a ese cachondo, magnífico y orweliano juego de rol llamado Paranoia. Pero este texto no posee el menor sentido del humor sino que aquí la sociedad de castas está revestida de auténtico drama. El relato no está nada mal, pero me parece un error editarlo justo seguido de ‘Quédate atrás’ por la similitud de la premisa base: la defensa de la relación padre/ hijos en un mundo en el que los padres no tienen el control suficiente. Con esto no quiero decir que el cuento se me haya hecho malo. Al contrario, posee esa mala leche que me encantaba plasmar en mis textos. Sólo que los dos relatos, tan seguidos, me chirrían. Pero vamos, por lo demás otro 8.
  3. Por más que loen este cuento de Tim Pratt, ‘Otro final del imperio’ me ha dejado bastante frío. Como chanza, como cuentecito para pasar el rato, no está mal. Pero a mi gusto da para poco más. Quizá se deba a esa manera de narrar socarrona, que me impide tomarme en serio lo que me cuentan. Nunca me ha apasionado leer textos de humor, y este posee bastante de ello. Lo dicho, se deberá a mi mala predisposición a este tipo de narración, pero apenas puedo darle al cuento más que un 6.
  4. Slipstream dice la antologista, que ‘este relato ni es ciencia ficción ni terror ni fantasía’ (sic). Sin embargo todo amante de Los Mitos sabrá identificar lo que hay en ‘Radiante mañana’, de Jeffrey Ford. Se trata de un cuento que cruza esas aguas poco frecuentadas de la metaliteratura, intentando adquirir profundidad al relacionar lo narrado con la figura (para mí sobrevalorada) de Kafka. Pero, aunque se hable una y otra vez del vienés, el auténtico protagonista de este cuento no nació en Europa sino en Norteamérica. Porque pocos lectores de este cuento podrán evitar pensar en otro escritor, uno de menor fama que Kafka (al menos entre el vulgo) pero aun así de igual –si no mayor– importancia en la literatura: Lovecraft, el genio de Providence. Leer este texto supone recordar una de sus dos más famosas creaciones literarias, el Necronomicón. Porque al fin y al cabo este ‘Radiante mañana’ no pasa ser una especie de pastiche de los mitos, englobado en el puñado (por decir una cifra al azar) de textos inspirados y centrados en el libro maldito. Nada novedoso, ni en el argumento ni en la resolución. Habiéndolo leído justo antes, para disfrutar con textos sobre libros malditos me quedo con la novela de Cañadas antes que con este cuento. Además, y de nuevo entro en la apreciación personal, no me acaba de gustar la forma en que el autor se mete a sí mismo como parte de la trama. Excesivo afán de protagonismo, diría yo, y del todo sobrante. Bueno, con todo el cuento se lleva un 5.
  5. Debo admitir que no le he acabado de pillar ‘el truco’ al cuento ‘La hija de Frankenstein’, de Maureen McHugh. Me parece un poco vacío, sobre todo lo relativo al hijo, que le veo estirado, forzado y al final artificioso. Sólo con la historia de la madre me bastaba de sobra para ‘tener cuento’. Tampoco me ha hecho falta leer el comentario de Ted Chiang, incluido tras el relato, para saber que tenía delante una historia de cifi. Sí, Chiang no es santo de mi devoción, y ese comentario no hace sino recalcar de nuevo su condición de bluff sobrevalorado de tres pares de cojones. Le pongo un 5.
  6. Tras leer ‘26 monos, además del abismo’ de Kij Johnson y viendo que este relato a resultado ganador del Premio Mundial de Fantasía el año 2008 me queda claro (otra vez) que mis criterios no se ajustan a los de los jurados de los premios. El cuento no me ha dicho nada. Pero nada de nada. Se basa en una anomalía que durante un tiempo preside la vida de su protagonista, anomalía que de hecho se introduce en su vida a modo de maldición gitana y que sale de la misma de igual manera. Entre medias ¿el personaje crece o evoluciona? No, porque no considero evolución el ligarse un novio mucho más joven que ella. ¿Un relato corto en el que el protagonista no evoluciona? ¿Y lo premian? ¿Estamos tontos o muy tontos? Lo leo, pienso en lo que he leído y sigo sin comprender qué le han visto, la verdad. Y como me pasa eso debo otorgarle, lleno de incomprensión, un 4.
  7. Pero por fortuna se puede decir la vida es contraste, un caleidoscopio de sensaciones. Así, lo que a algunos agrada a otros se les hace anodino, y al revés. Un ejemplo lo tenemos en ‘Las siete pérdidas de Na Re’, de Rose Lemberg. Seguro que a más de uno, quizá los jurados de ese Premio Mundial de Fantasía el año 2008, no les gustase este pequeño cuento. Sin embargo en mi caso he estado a punto de aplaudir al acabarlo. Menos mal que me he reprimido porque no era ni el lugar (estaba en un vagón de metro) ni el momento (durante plena hora punta). Cuento lírico y emotivo, una pequeña maravilla, toda una delicia. Poco me importa el hecho de que no le encuentre relación con el género fantástico (ojalá la editora me llegue a explicar dónde o qué tiene de fantástico este cuento): ese detalle no empaña la calidad indudable de lo narrado. Un texto memorable, bello y que emociona. Un 9, le pongo un 9. Quien me lee sabrá que esa puntuación se la he puesto a muy pocas obras. Contadas con los dedos de una mano. Y me sobran muchos dedos. Pero es que me ha parecido una auténtica delicia, de verdad. Ese relato sí que lo veo merecedor de premios, y hablo de premios serios, más allá del mundillo endogámico del fantástico.
  8. De ‘Cerbo un Vitra ujo’ de Mary Robinette Kowal poco puedo decir. O al menos poco bueno. Un cuanto simple y con final mal llevado (sobre todo en lo relativo a la elección final de la protagonista, que parece cambiar en el último segundo de intención sin que en ningún momento de la historia vea la deriva mental que le lleve a tomar esa decisión, por más que la narradora diga lo contrario). Puro síndrome Perdidos. Se me ha hecho curiosa la insistencia en aclarar que ‘se trata de un texto de terror’ (un terror muy ligero, si de verdad este cuento le llega a aterrar a alguien) y en que contiene escenas de sexo explícito, de violencia y que no es apto para estómagos sensibles. Sí, sí, que me he visto obligado reprimir la sonrisa, sobre todo al recordar Vacas. Ridícula mojigatería anglosajona. Como ese penoso Neil Gayman sorprendido/espantado de ver carne en los anuncios con los que se topaba en Barajas (si no recuerdo mal se trataba de anuncios de ropa en campaña veraniega). No hace falta haber leído mucho para, llegados a la escena de ‘la mujer pálida’, adivinar el final del cuento, al menos en parte. Eso dice mucho, y nada bueno. Se lleva un 5. Aprobado raspadete.
  9. ‘Halo’, de Annette Binder, juega con la extrañeza. Esa extrañeza hace que no acabe de encajar en ningún género concreto, si bien se puede decir que está enmarcado en la fantasía y al mismo tiempo flirtea con algo que se podría considerar horror. La historia juega desde el punto de vista, logrado, de un niño con poderes premonitorios, los cuales le llevan a sufrir un TOC. La historia deambula entre la vida personal del chaval y sus visiones, para acabar creando un cuadro de fatalidad ineludible. Bien, le pongo un 6.
  10. De la mano de Aliette de Bodard nos llega ‘Caída de una mariposa al amanecer’, historia ambientada en la ucronía De entrada se me hace curioso que el texto de introducción al universo, escrito por la propia autora, aparezca después del cuento. Sin ningún problema podría precederlo. Aparte de ese detalle ínfimo decir que el cuento encaja en el texto detectivesco, quizá demasiado sencillo: la manera de resaltar algunos detalles (como por ejemplo la ausencia del chip de audio) guían de una manera demasiado obvia al lector a esperar que entren en juego en la resolución final del caso. Hubieran venido bien un par de pistas falsas que no hicieran tan lineal el desarrollo. Se lleva un 5, nada más.
  11. De nuevo otro relato no recomendable para lectores rápidos, de los que piden acción sin descripciones ni meditación. En ‘Los ojos de Dios’ Peter Watts no duda en interiorizar en la mente y las circunstancias del protagonistas para mostrarnos una sociedad y un mundo alienados por la falta de intimidad. Con cierta relación con 1984, el texto plantea los límites de la libertad individual frente a la del individuo, y como aquella trata de defenderse ante las agresiones de las mentes peligrosas (en parte también algo semejante a ‘El informe de la minoría’). Como decían hace casi tres décadas los Nuclear Assault: ‘We become the enemy / When freedom dies for security’. La soberbia manera de llevar y describir las tribulaciones del protagonista, sosegada pero intensa y nada aburrida, me obliga a ponerle un 8.
  12. La compilación acaba con ‘Loup-garou’. Este cuento de R. B. Russell encaja en ese tipo de relatos incomprendidos para el lector ‘cómodo’. El texto tiene una trama poco menos que inexistente, centrándose más que nada en la extrañeza y el desasosiego que padece el protagonista, para luego rematar con una escena (esta sí) poco menos que kafkiana. No se explica nada, quedando todo en el aire, lo que al fin de cuentas supone una auténtica bofetada de realidad, en el sentido de que en la vida real muchas cosas (desgracias incluidas) pasan. Suceden y punto. No me ha disgustado, si bien el final se me hace muy brusco. Creo que hubiera mejorado si al protagonista la amenaza le llegara de manera algo más dosificada y velada, pero es una cuestión de gustos y de maneras de escribir. Le pongo un 7.

Y se acabó lo que se daba.

AA. VV. - Cuentos para Algernon: Año I

AA. VV. – Cuentos para Algernon: Año I

Al final la compilación se lleva un digno 6’33, algo que para tratarse de un trabajo aficionado me parece mucho. Debo decir que, en cuanto a la forma, me ha sorprendido no sólo la calidad de los autores (en general no pecan de ese aborrecible estilo de casi todas mis últimas lecturas españolas. Pero a veces chirrían, por no hablar del deplorable abuso de los nauseabundos –mente y el demasiado omnipresente ‘ser’. Maldito Hamlet que dejó la duda en el aire: nunca ‘ser’, jamás de los jamases. Muerte al ‘ser’) sino la de la propia traductora: ya le gustaría a algún ‘autor’ patrio conjugar las frases la mitad de bien que Marcheto. Pero dado que en esta reseña no tengo porqué seguir dando dar caña a los inútiles bien pagados dejo el tema.

Una recopilación muy interesante, tanto por los propios textos como por la loable labor de la compiladora a la hora de dar a conocer nombre nuevos. Espero que alguna de las editoriales que cita en las introducciones le pague por la labor de difusión que está haciendo. Y no me refiero a un miserable Ignotus.

Bueno, ahora me voy a tomar unas vacaciones (en muchos sentidos) y en ellas voy a tratar de desintoxicarme y darme el gustazo de leer El amor en los tiempos del cólera. Espero que este desconocido autor me demuestre lo que implica escribir bien en mi lengua madre, que de él sólo he leído ‘El ahogado más hermosos del mundo’, y ya es hora de descubrir al Nobel.

Adiós.

P.D.: Muy poco después de colgar esta reseña (pero muy muy poco) voy y me entero de que se ha llevado el Ignotus a mejor sitio web. Mentar la bicha y aparecer ésta. Espero que el premio piscinero vaya (de alguna manera) acompañado de dinero, que al fin y al cabo es lo que se merece esta iniciativa dado el esfuerzo que se están metiendo entre pecho y espalda.

AA.VV. – Zombies 2

Hola, ofidios.

Pura matemática: tras el 1 llega el 2. Pero matemática natural, que ni siquiera la entera; ésta (junto a la racional, real y compleja) se la dejo a otros.

Dejémonos de chorradas.

Tras una lectura en general muy agradable, y recomendable, como ha resultado ser Zombies me he lanzado de cabeza a la segunda parte. Más relatos, más páginas, más autores. Más, más, más.

AA.VV. - Zombies 2

AA.VV. – Zombies 2

¿Merece la pena ese mogollón de ‘más’? Ale, a entrar en harina.

  1. Con el primer relato, ‘Solos, juntos’ de Robert Kirkman, ya empezamos de una manera muy diferente al volumen anterior. Si el cuento de Simmons me pareció de lo mejor de Zombies este ‘Solos, juntos’ no sólo resulta olvidable, sino que demuestra que Kirkman, más allá de guionizar, no sirve para la prosa. Relato de estilo chapucero, ese detalle se podría pasar por alto (al menos un poco) de no tratarse de la enésima historia de mismo desarrollo y trasfondo: supervivientes solos en un holocausto zombi (y con zombis a lo Romero) que ha empezado apenas unos meses atrás. Escenas vistas una y mil veces, dramas personales contados hasta la saciedad, un conflicto que lo ha sacado casi como calco de su exitosa serie de cómics… Nada nuevo bajo el sol. Uno más entre el montón. Un 5 rozando el suspenso. Y mucho me parece: esperaba algo más de Kirkman.
  2. Y seguimos con ‘La contraseña’, de Steven Barnes y Tananarive Due. Lo de ‘seguimos’ va con todo su significado: seguimos con la misma morralla nada original que leímos en ‘Solos, juntos’. No me voy a abundar este relato porque no se lo merece. Como mucho apuntar que llegando al final posee cierto, mínimo, detalle que apunta a horror cósmico. Un detalle. Punto. Otro 5 y va que chuta.
  3. Se podría decir que ‘Zombieville’ (Paula R. Stiles) es más de lo mismo. Y en parte quien dijera eso acertaría. Pero el relato posee una atmósfera de la que carecen los otros dos relatos. A lo mejor se trata del lugar donde se desarrolla la historia, o quizá la manera tan natural de describir la sociedad africana (se aprecia a la perfección que la autora la conoce). No lo sé, pero el resultado ha sido agradable. Eso y además sorprendente: en un escenario en el que la infección resulta mucho más peligrosa (se transmite no sólo de humano a humano, sino también a través de ratas, perros y otros animales) llama la atención la manera de desenvolverse los protagonistas. Se visten de una calma pasmosa, una seguridad que no se ve en relatos en los que la plaga sólo la transmiten los humanos. El resultado satisface bastante, dentro de la normalidad. Se lleva un 6.
  4. Ya leímos un cuento de Adam-Troy Castro en la anterior compilación. El autor repite presencia (algo que no me acaba de cuadrar y me habla de amiguismo) con ‘La antesala’. Leer este cuento me ha hecho sentir un enorme deja vu: hace casi tres lustros escribí un relato muy semejante a este, sobre todo en lo que se refiere a ambientación. Dejando aparte eso debo reconocer que el relato me ha gustado. Sigue encadenado al zombie moderno de Romero pero logra pasar por encima de él y plantarnos una nueva vuelta de tuerca. El párrafo final no por predecible deja de tener su aquel. Le pongo un 7.
  5. Vaya, de nuevo me encuentro con mi pasado leyendo ‘Cuando los zombies ganen’ Karina Sumner-Smith. Aquí lo familiar toma la forma de recurso estilístico: mi querida aliteración. Trece años atrás perpetré un cuento (‘He visto un ángel’) que usa una estructura formal similar. Esa semejanza me ha hecho leer con cierta empatía este cuento de Sumner-Smith, aunque debo decir que al final no me ha acabado de enganchar. Como relato circular (sin punto de partida ni destino concretos, sólo tratando de mostrar una serie de sensaciones) me deja la impresión de que le falta más por narrar. Hablo de una impresión para la que no tengo más palabras: como que si yo lo hubiera redactado me hubiera regodeado más en ese tiempo postrero. Supongo que se debe a que ese estilo de relato lo he usado mucho y estoy acostumbrado a exprimirlo mucho. Pero mucho–mucho. Aparte está el detalle que de nuevo (y van 5 de 5) los zombis a los que se refiere pertenecen al arquetipo de Romero. Le doy un 5.
  6. Con ‘Mouja’ el propio autor, Matt London, se tira piedras contra su tejado en la presentación. Mezclemos esa absoluta maravilla titulada Los 7 samurais de Kurosawa con unos malos a lo Romero (sí, otra jodida vez tenemos el mismo tipo de zombi) y nos encontraremos con este relato. Sí, la ambientación en el Japón Edo le da su toque exótico y original. Pero más allá de eso… nada nuevo. Pero nada de nada. Y ya me empieza a aburrir leer el mismo cuento n veces. Un 5. Y más le vale al editor que los relatos que sigan cambien de registro porque en caso contrario mucho me temo que las notas van a empezar a bajar.
  7. Pero no, no cambia. ‘Categoría cinco’ de Marc Paoletti sigue anclado en el mismo recurso. Señor Adams, ¿qué ha sido del anterior volumen y su variedad de estilos? Relato insustancial y que sólo se salva por el final, le pongo un 5.
  8. Leyendo las primeras páginas de ‘Conviviendo con los muertos’ (Molly Brown) suspiro un poco aliviado: parece que en este relato me voy a poder librar durante un poco de la larga sombra de Romero. Y en efecto, por fin uno de zombis distintos. ‘Conviviendo con los muertos’ avanza con calma, sumergiéndonos en una ciudad donde la vida normal a resultado trastocada por unos muertos que se niegan a morir, pero que al mismo tiempo no quieren molestar a los vivos. De mano de la protagonista contemplaremos el inicio de esta situación y como acaba devorando al pueblo. Un buen relato, dotado de un final muy satisfactorio, que se lleva un 8.
  9. Aunque en el caso de ‘Veintitrés instantáneas de San Francisco’ de Seth Lindberg volvemos a los infectados tan de moda en los últimos años. El cuanto no tendría el menor interés de no ser por la manera en que se ha abordado la historia: el recurso de las veintitrés fotos que narran el colapso (siguiendo el tópico punto de vista individual) a base de mezclar apuntes personales con pinceladas de la catástrofe. El resultado se hace agradable, pero insisto que por una simple cuestión formal. Le pongo un 6.
  10. El batiburrillo de ciencia ficción y terror, con las pinceladas de horror cósmico y algo de techno thriller, que el señor Walter Greatshell tejió con su saga de los xombis regresa a mí a través de este ‘El autobús mejicano’. Si con las tres novelas de la saga Greatshell no consigue darle un mínimo de credibilidad (sobre todo en la mágica coordinación del alzamiento delas ménades) aquí sucede lo mismo. Pero aun, queda agravado por la falta de contexto. Ello hace que el relato se convierta en otra historia de supervivencia o desesperación más. Nada, nada, un 4.
  11. ‘El otro lado’ de Jamie Lackey sigue el mismo esquema de zombis agresivos, que asolan la civilización, etc., etc., etc. La supervivencia aquí queda olvidada para narrarnos una historia de crueldad juvenil. Se ve que los norteamericanos siguen engendrando y alimentando críos despreciables, dignos protagonistas de matanzas a tiros, acoso escolar y (como se ve en este relato) asesinatos sin sentido. Maravilla de país que tiene tal opinión de sí mismo y de su juventud. Bueno, el relato se merece un 5, aunque sólo sea por no mostrar de manera explícita a los zombis.
  12. Por suerte entre toda la medio bazofia que por ahora estoy leyendo me encuentro con este ‘Allí donde se alojaba su corazón’ de David J. Schow. A ver, no se trata de un relato que pasará a la historia de este subgénero, pero sí que destaca entre la homogeneidad del resto del libro. Aquí nos encontramos con un no muerto muy especial, obsesivo hasta un extremo que se le toma cariño. El relato, dentro de su simplicidad, se disfruta, lo que le hace obtener un 6.
  13. Escrito de manera regular (es estilo fluido y a veces articulado con un buen vocabulario sufre el lastre del condenado verbo ser) ‘Buena gente’ (David Wellington) sigue de nuevo el esquema de la horda zombi de Romero. Otra vez nada nuevo bajo el sol, una escaramuza –incluyendo la inevitable dosis de crueldad– que apenas se lleva un 5.
  14. En ‘El cañón perdido de los muertos’ de Brian Keene nos encontramos con un escenario de plaga similar a ‘Zombieville’ en lo que se refiere a que la enfermedad también afecta a los animales, convirtiese ellos (en mi opinión) en un peligro mucho mayor que los propios zombis humanos. Salvando ese aspecto el relato parece pura serie B. De hecho es serie B. Alocada, rápida, sangrienta y divertida, aunque del todo olvidable. Vamos, se merece otro 5.
  15. De la soberana chorrada de ‘Piratas vs. Zombies’ (Amelia Beamer) apenas decir nada: de las serie B pasamos a la Z. Casi digna de La Troma. Lo malo es que esto ni divierte ni nada. Un 3 me parece mucho.
  16. Debo decirlo sin la menor duda: ‘Cocodrilos’ de Steven Popkes es, hasta el momento, el relato de este libro y lo que lo hace merecedor de leerlo. Siguiendo un planteamiento cercano al tecno thriller Popkes nos sumerge en una historia adictiva como ninguna hasta ahora en el esta recopilación. Sabe mantener de manera perfecta la suspensión de credulidad. Mientras lees sabes –o crees saber– cómo va a acabar todo, pero la narración está tan bien argumentada (se nota a la milla que el autor se ha documentado bien no sólo en lo relativo a la Alemania del Tercer Reich, sino a temas de diseño industrial y biotecnología) que eso da igual. Sólo se me ocurre ponerle un 9 a esta joya.
  17. El amijo David Barr Kirtley (sin duda amijo del recopilador, lo único que explica tanto la presentación del cuento como el propio relato) repite con el cuento ‘La ciudad con cara de calavera’. Y quienes hayan leído el primer volumen adivinarán bien que este cuento es una continuación de ‘El chico con cara de calavera’. Pero esta historia es peor. A todas luces peor. No sólo por mal escrita, que sí, sino porque es simplona y tonta como ella sola. Parece que estamos leyendo un pulp de los años treinta: nada digno de una continuación. Le pongo un 5 pero sólo porque no me lo pienso mucho. Si lo medito suspende.
  18. El nivel mediocre, tópico y ramplón, pese a la idea de los mosquitos, sigue apareciendo en ‘Obediencia’ de Brenna Yovanoff. La misma historia contada mil veces. Supongo que tampoco ayuda que pocas horas antes de leer este relato haya visto otra vez El día de los muertos de Romero, que le da sopas con ondas a este texto. Otro relato más que justito. Un 4.
  19. ‘Steve y Fred’ de Max Brooks sigue la misma línea de chorrocientos relatos leídos antes, y ya me aburre. Un 4 por dejadez y vagancia a la hora de crear. Me da que voy a revisar a la baja todos los relatos que sigan el esquema de ‘gente contando su experiencia personal frente a zombis de Romero’. En serio: nos podemos tirar hasta el fin del multiverso narrando escaramuzas y desgracias personales, que no por eso aportarán nada al género. Por lo que veo este tipo de historias anodinas y repetitivas se han convertido una versión Z de la –para mí– aburrida literatura costumbrista/realista: cambiamos el drama de la maruja/parado/crío por el que sufre el acosado por los zombis de turno. Ale, millones de historias, varias decenas por cada superviviente (cuando va al baño, cuando baja a por comida, cuando sale de la ciudad, cuando llega a cada pueblo…). Este tipo de historias deberían venderlas con una pegatina bien visible que diga ‘Libro perteneciente a Víctimas Anónimas de Zombis Romerianos, grupo de autoayuda’. Al menos así no lo compraría/leería y se lo dejaría para oto. ¿Qué cojones ha sido de la variedad del primer volumen, que daba gusto ver cómo los autores no se limitaban a vampirizar el concepto de zombi de Romero y me sorprenderían con diversos enfoques del mito? Oño, si hasta perdonaría una redacción regular (ojo, digo regular: una redacción mala jamás merece perdón alguno) con tal de que me sorprendieran.
  20. Vaya, nombro la bicha y aparece: un relato que no encaja con las repetidas hasta la saciedad historias de Romero. ‘Los vermivioladores’ de Charlie Finlay más que terror Z encaja en la ciencia ficción con toques terroríficos. Tal y como se dice en la presentación le debe mucho a Los ladrones de cuerpos, entre otros (por no mencionar Expediente X). No es original, pero se sale del guion de los otros relatos, algo que se agradece. Le pongo un 6.
  21. Alegría efímera la vivida con ‘Los vermivioladores’ dado que ‘Everglades’, de Mira Grant, vuelve a revolcarse (cual unos de esos aligátores tan queridos por la protagonista) en el barro de tópicos de siempre. No se merece más de un 4.
  22. Por fin: acabo de leer una joya. Al menos eso me ha parecido el cuento ‘Hacemos una pausa para la cuña del programa’ de Gary A. Braunbeck. Lo mejor de toda la compilación junto a ‘Cocodrilos’, y eso que tenemos un relato de estilo del todo opuesto al de Popkes: si en el anterior el autor había optado por documentarse y narrar de manera tan creíble como emocionante el germen de la hecatombe, en este cuento Braunbeck recurre a una emotividad narrada de manera magistral. Sí, tiene algunos –pocos– defectos de puntuación, pero el resultado final sólo puede definirse como soberbio. Porque más allá de describirnos la enésima anécdota de supervivencia (casi idéntica al decepcionante ‘Steve y Fred’ de Max Brooks) Braunbeck demuestra tener cerebro e ideas debajo del pelo, presentándonos un escenario y trasfondo del problema original y que al lector le obliga (no le invita: le obliga) a plantearse preguntas y fantasear. Una absoluta delicia que a medida que se avanza en su lectura te hace abrir los ojos más y más. Todo eZcritor debería leer este relato y tomar nota tanto de la forma como del fondo. Sólo puedo rendir un humilde homenaje a Braunbeck y ponerle un merecidísimo 9 a esta maravilla.
  23. Pasamos el ecuador del libro con ‘Reluctance’ de Cherie Priest. Nunca me ha agradado el steampunk, aunque lo tolero mucho mejor que su primo el ciberpum. Pero la idea de juntar ese estilo con el Z ya supone de entrada una diferencia ante el miasma de relatos Z que estoy leyendo. En otras palabras, que se lo agradezco a la señora Priest. La pena es que tras ese escenario algo distinto nos encontremos con un relato trivial y sin apenas interés. A eso se añade que su aspecto visual falla en alguna ocasión (no acabo de ver la forma de la estación, la manera en que lanza el ‘explosivo’ ni en general la situación final): da la impresión de que falta texto, o que en la traducción algo se ha perdido. Por todo ello el relato se lleva un 5
  24. Si me dicen que la primera mitad de ‘Arlene Schabowski de los no muertos’ (de Kyra M. Schon y Mark McLaughlin) tiene un enorme componente autobiográfico no lo dudaría ni un instante, más si cabe tras leer el prólogo del cuento. El relato juega con una dualidad de la mente/realidad que me ha agradado pese a su final previsible. Debo otorgarle un 8.
  25. Si ya el título de ‘Gigoló zombie’ ( G. Browne) me hacía recelar tras leer la introducción ya me temía lo peor (y que me encontré): han publicado una coña marinera, una ridiculez diga de donde salió, un concurso de broma. Nada más decir de este esperpento (y que me perdone Valle–Inclán por mezclarle con esto), sólo ponerle un 4.
  26. El relato ‘Muertos rurales’ de Bret Hammond me hace sentir esquizoide o bipolar. Por un lado está el que se basa en lo de siempre, el zombi de Romero; pero de la otra mano posee una historia que se sale de lo normal, al menos en lo que se refiere a los protagonistas y la manera de enfrentarse a los no–muertos. Lo original se mezcla de una manera curiosa con lo tópico. Pero el conjunto satisface, lo que me obliga a ponerle un 6.
  27. Pero en esta recopilación el tópico regresa una y otra vez. De ‘El lugar de veraneo’ (Bob Fingerman) poco se puede decir. Que el protagonista sea un lerdo atontado no supone un problema; sin embargo sí que es un problema el ver la enésima serie de saqueos, carreras, ‘dolor por la pérdida’, etc. Más de lo mismo. ¿Qué podría salvar el relato? Pues el desenlace. Sólo que no: el cetrino incapaz de diferenciar una viva en estado de shock de repente puede discernir la infección en… Me callo, pero vamos: que no. Un 4 y tira millas.
  28. De ‘La tumba equivocada’ de Kelly Link sólo puedo decir que el tono de texto que usa, desenfadado pero de una manera excesiva, no me ha gustado nada. No se libra el tratamiento distinto del zombi: durante todo el tiempo me ha parecido que estaba leyendo una historia demasiado juvenil, que desentona con el resto de relatos del libro. Apenas se merece un 5.
  29. Sin embargo ‘La raza humana’ de Scott Edelman sí que lo he disfrutado (no pude decir lo mismo del relato suyo incluido en la entrega anterior). Me parece un perfecto ejemplo de que incluso al recurrir al tópico de no–muerto agresivo se pueden conseguir historias interesantes. Ésta en cuestión tiene su mérito al ir contracorriente, de manera literal. ¿Qué quiero decir? Lee el relato y lo sabrás. Yo sólo digo que debo poner a la historia un 8.
  30. Parece que nos hemos adentrado en una sección de textos por lo menos originales, cuentos que o retiren el estilo de Romero aportando otros puntos de vista (y además haciéndolos interesantes) o olvidándonos de esos manidos arquetipos. ‘Quienes solíamos ser’ de David Moody nos introduce en una historia de descomposición. Literal, pero mucho más interesante que el sinsentido de ‘Gigoló zombie’. El relato no avanza mal, pero llegados a la última página se hunde: parece que el autor se queda sin ideas y decide acabar por lo sano. Estoy seguro de que si le hubiera dado un rato a la imaginación hubiera podido arrancar un desenlace con más garra. Le otorgo un 6, que no está mal.
  31. Me encuentro en ese creo que reducido grupo de lectores cifi a los que no les gustó nada Pórtico (Frederick Phol) y que sin embargo disfrutaban más de la saga a medida que ésta avanzaba. Odio la psicología, y pretender basar una historia en esa tomadura de pelo en mi caso supone suspender. Pero de eso trata ‘La terapia’ (Rory Harper), de una sesión de psicoanálisis a un zombi. Sin comentarios, y un 3.
  32. He visto Apocalypse Now una sola vez, y de crío. No me llamó la atención. Mucho más reciente ha pasado por mis manos El corazón de las tinieblas (Conrad), lectura que me defraudó dado que esperaba más, mucho más. ¿Hacía falta una reescritura del cuento/película en clave zombi? Sin duda para un editor ansioso de vender, a cualquier precio y aun arriesgándose a perder lectores con criterio, sí; para mí, que me considero con criterio (el mío), no. ‘Dijo él, riendo’ de Simon R. Green se limita a eso: a tomar la obra de Coppola y casi calcarla. Vale, sí, con zombis pero… Y mira que me jode porque está muy bien escrita. Pero la falta de ideas me parece vergonzosa, y de nuevo deja en entredicho la calidad de criterio del recopilador. Se queda con un 5, más que nada por esa falta de ideas originales. Al menos leyéndole no he gritado ‘el horror, el horror’, como con otros cuentos de este volumen.
  33. Si algo se puede decir de ‘Último reducto’ de Kelley Armstrong es que el cuento juega al engaño. Y lo hace muy bien, pero que muy bien. Pese al estilo mejorable (algo general en todos estos cuentos, que a veces parece haberlos escrito aficionados, no supuesto escritores profesionales. Si me pusiera a analizar a fondo el estilo de cada relato me da que casi ninguno aprobaría) el cuento se disfruta tanto como para merecer un 7.
  34. ‘La guerra imaginada’ de Paul J. McAuley nos presenta una visión muy origina de los zombis… o de eso que lo parecen. El relato sigue ese esquema narrativo que a mí tanto me gusta en el que prima más la descripción cronológica de sucesos que las escenas concretas. La pena es que no sabe acabar, desinflándose sin giro final, ni gancho un nada. Aun con todo debo puntuarle con un 7.
  35. Joe McKinney nos narra una aventura adolescente en ‘Una cita en el mundo de los muertos’. Acción directa, malos malosos, zombis clásicos de Romero, persecuciones, tiros… En otras palabras: más de lo mismo. Un 5.
  36. En ‘Restos de un naufragio’ Carrie Ryan nos embarca en un bote salvavidas narrándonos las angustias de sus dos tripulantes. De nuevo nada que no se haya leído antes, sólo que esta vez muy mal escrito: cuando en una frase de apenas quince palabras me encuentro tres verbos ‘ser’ (y muchos otros por el resto del cuento) me dan ganas de pasar al siguiente cuento. Pero no lo hago tratando de encontrarle ‘algo’ al relato. Pero no, no hay nada que encontrar. De hecho va a peor cuando uno de los personajes toma una decisión que no encaja ni de lejos con todo lo que ha dicho y hecho antes. No le puedo poner más que un triste 3.
  37. Lo admito, no he entendido nada de ‘Acaba con ellos’ (Julia Sevin, Kim Paffenroth y J. Sevin). Debo estar ya tonto, porque las dos historias no me dicen nada, ni la del zombi ni la de los supervivientes. Al menos la del z tiene un poco de interés al presentarnos uno que no sólo tiene algo de cerebro, sino que su mente parece evolucionar (me ha recordado al zombi que aparece en El día de los muertos). La historia de los supervivientes queda tan sin pies ni cabeza que no merece ni una segunda relectura. Un 4, no da para más.
  38. La sal. ¿Qué narices pasa con la sal? En ‘Temporada de zombies’, de Catherine MacLeod, se habla de ella pero el cuento es tan corto (o mi cerebro se ha reblandecido tanto) que no lo acabo de pillar. Nada, otro 4.
  39. En ‘Tameshigiri’ (Steven Gould) de entrada me llama la atención que se comenta que existe una vacuna, y con una nada despreciable fiabilidad de más del 60%. Eso ya supone una auténtica novedad frente a los ya caninos y aburridos zombis de Romero (cansinos y aburridos no por ellos mismos sino por la nula imaginación de los ‘autores’, que parecen no saber salir de ese estereotipo). Por desgracia el destello de originalidad se resume a eso. No hay más: de nuevo peleas, aunque en este caso las balas se sustituyan por catanas, los protagonistas inmersos en una carrera luchando por su vida y un drama personal como telón de fondo/sorpresa final. No está mal, pero no destaca. Le pongo un 6.
  40. Menos mal que llega ‘La era de las motos fulgurantes’ de Catherynne M. Valente y me deja así, fulgurado. Estamos ante un relato sosegado que, aleluya, trata el zombi desde una perspectiva original. La protagonista, con un ritmo pausado y envolvente (crea una atmósfera que muchos lectores actuales –los adictos a la lectura apresurada tipo blockbuster– detestarán precisamente por eso, por centrarse en descripciones lentas y detalladas sin apenas acción), nos presenta una ciudad muerta y sus extraños habitantes, todo ello aderezado con una deliciosa escena que roza el horror cósmico. Porque en este cuento se intuye que hay algo más escondido tras los zombis. Lo dicho, una delicia a la que debo otorgar un 9.
  41. Sin haber leído el cuento: de ‘Tolerancia cero’ de Jonathan Maberry me espero una mezcla de zombis de Romero con un tecno thriller de Michael Crichton, que se sumerja en el tópico pero que al menos tenga cierto atractivo similar al ‘Cocodrilos’ ya leído en este volumen. (Inciso: llegados a este punto decir que mi perro casi da por concluida la lectura: me le encontré jugando con la contraportada –arrancada con precisión casi de cirujano– y bien dispuesto a masticar las páginas finales de la recopilación. Al menos, en el sentido perruno, la obra parece que tiene su punto apetitoso.) Ya está leído y, en efecto, es señor Maberry recurre al escenario de Paciente cero para esta historia. Más aún, el cuento se puede considerar un epílogo sacado de la manga de la novela. En ella se dejó todo bastante bien cerrado, lo que hace chirriar la presencia de ella en esta historia. Yo, habiendo leído la novela lo he entendido todo, pero me da que alguien que no conozca la historia de Paciente cero puede que se quede descolocado ante todo lo que aquí se narra. El autor hace un resumen muy resumen de los antecedentes, pero esa información queda encorsetada en medio de la presentación de un escenario y los nuevos rambos de turno. En mi opinión más le hubiera valido haber dejado a un lado la novela y tratar de haber creado una historia independiente. Pero me imagino que todo se limita a tratar de lanzar un anzuelo a la gente que todavía no ha comprado Paciente cero. El relato se deja leer, sin más, lo que le hace merecedor de un 5.
  42. El cuento ‘Y el siguiente, y el siguiente’ de Genevieve Valentine cuenta con unos zombis especiales, a medio camino entre los clásicos de Romero (caníbales y agresivos) y unos indolentes y más cercanos a la humanidad de la que provienen. Tal y como confiesa el editor, esta historia mantiene muchos paralelismos con ‘Tan muertos como yo’ (Adam-Troy Castro), si bien la de Castro es una historia más interesante… aunque muchísimo peor escrita. Me parece que si Valentine le hubiese dedicado unos cuanros miles de palabras más a esta historia hubiera ganado, sobre todo en cuanto a dibujar al protagonista, cuyo destino parece metido con calzador. Bueno, que le pongo un 6.
  43. De nuevo parece que realizamos refritos de cuentos de la primera compilación. Ahora le toca a este ‘El precio de una pizza’ de Cody Goodfellow y John Skipp, que tiene mucho que ver con el decepcionante (en cuanto a estilo sin lugar a dudas) ‘El hombre del burdel’ de Martin. De nuevo tenemos la premisa de los zombis convertidos en mano de obra barata y dispuesta a realizar las tareas más peligrosas, desagradables o monótonas. El estilo de narración se vuelve confuso por instantes dada la incapacidad del autor de diferenciar de una manera efectiva diálogos ‘en carne y hueso’, radiados y monólogo interior. La verdad, a veces no se sabe quién ni en qué método discursivo está hablando. A eso se suma un escenario más o menos bien dibujado (en lo que se refiere a las premisas de la catástrofe y la solución encontrada) pero unas motivaciones de los personajes (y sobre todo sus acciones) bastante confusas. Parece por un lado que se ha querido hinchar la longitud del relato con escenas accesorias, como la primera, pero por otro lado no se ha querido –o podido– dar una explicación coherente a las circunstancias del protagonista, al porqué de la presencia del grupo de la tienda, o siquiera a la existencia de Sherman y ‘la bruja verde’. No sé, no me ha dejado nada contento. Se lleva un 4 y punto.
  44. El libro acaba con el cuento de curioso título ‘¿Me está diciendo que esto es el cielo?’, de Sarah Langan. Aunque el cuanto da algunos bandazos en cuanto a ritmo, como por ejemplo una primera parte descompensada (en acción y ritmo) con el resto, se hace agradable de leer. Esa buena sensación se incrementa a medida que se presentan más a fondos los protagonistas y sus historias. Sí, cae en algunos tópicos del sub–subgénero de zombis de Romero, pero el desenlace, así como buena parte de lo que le antecede, libra a la historia de recibir otro suspenso, el enésimo de esta colección. Más aún, el cuanto levanta la cabeza y deja clara la justificación de su presencia en este libro. Vamos, que le pongo un 7.

Y se acabó lo que se daba en este Zombies 2. La media de las puntuaciones da un triste 5’5, inferior incluso a su predecesor. Y es que de nuevo tenemos una recopilación con demasiadas  sombras. En este caso además queda claro el estancamiento del género, algo que ya se aprecia en las estanterías de las librerías con la aparición de la enésima The Walking Dead en su versión de Santander, Murcia, Madrid, Cartagena, Astorga, Cádiz, etc. La falta de ideas ya de por sí alarma; la nulidad como escritor de alguno de los autoreZ o eZcritoreZ roza lo vergonzoso (pese a que ellos se muestren orgullosos de sus obras). Pero la morralla no se queda en terreno patrio, sino que también nos llega importaba: en este recopilatorio hay también textos infames, como por ejemplo el de Kirkman (ejemplo de libro de ‘zapatero a tus zapatos’, o también del ‘me editan sólo por mi nombre y CV, que no por mi calidad literaria’).

Al menos en el primer volumen uno encontraba variedad e inspiración. En este Zombies 2 hay que escarbar mucho para dar con algo similar. Ambas recopilaciones, juntas y tras una criba, darían lugar a un muy interesante volumen; por desgracia por separado obligan al lector a pagar un pastizal para sólo encontrar un porcentaje demasiado bajo de textos de calidad.

Resumiendo:

  • si disfrutaste con pestiños como De Madrid al zielo cómpratelo. Entre los cuentos encontrarás un par de ejemplos de obras de arte. Espero que eso te haga madurar como lector.
  • si te sobra el dinero cómpratelo, ya que sabrás valorar esas joyas que he destacado.
  • si no te sobra el dinero y tienes un criterio literario similar al mío (cada vez más exigente) ni te molestes. Seguro que el puñado de maravillas que incluye este libro las podrás encontrar en otro lado o por otros medios. Que no está el horno para bollos, y menos aún para soltar los euros a diestro y siniestro.

Chao.

AA.VV. – Zombies

Hola-hola, culebras.

Mucho tiempo ha estado este libro esperando en la Pila, pero tras la última catástrofe Z necesito asegurarme de que existe calidad en este subgénero, aunque tenga que buscarla más allá de nuestras fronteras. Por ahora en lo que se refiere a autores españoles esa calidad brilla por su ausencia. Les daré un tiempo, desintoxicándome, a la espera de conseguir algún otro título Z español que parezca que merece la pena. Eso sí, visto lo visto no pienso pagar ni un duro por ella. Ya me lo pueden regalar, adquirirlo en la biblio o robarlo, pero no voy a soltar mi escaso dinero por un solo libro Z español. Esa actitud, por si alguno no lo sabe, es la consecuencia de esperpentos semejantes al libro recién leído. Si me engañan una vez –y se llevan mi dinero– bien por ellos: me han colado un gol, mi dinero va a sus arcas y la bilis a mi estómago. Si me engañan dos veces entonces el tonto soy yo, y por eso no paso. Olé para los inteligentes editores de Dolmen que han anulado, al menos en lo que a mí respecta y por ahora, el mercado Z español.

AA.VV. - Zombies

AA.VV. – Zombies

Pero vayamos al detalle de esta recopilación de título tan simple y claro, Zombies, que llega de la mano de J.J. Adams.

  1. El cuento que abre la compilación, ‘La foto de la clase de este año’ de Dan Simmons, me parece poco menos que perfecto. Narrado con una lentitud deliciosa, da pistas de la vida tras ‘la tribulación’ sin revelar nada concreto. La manera de llevar a la protagonista, su dedicación a su trabajo y cómo trata de seguir con la normalidad más allá de la hecatombe (una danza entre la demencia y la cordura), me ha parecido magistral. Descripciones llenas de viveza que sin embargo no pierden el ritmo, creación de un ambiente dibujado a la perfección a base de pinceladas cuidadas. Sólo unos nimios defectos de estilo (sobre todo el uso de adverbios –mente) impiden que le ponga un 10 a este cuento. Se lleva un 9 y sólo por él ya merece la pena haber empezado la lectura de esta recopilación. Lo malo es que deja el listo muy alto para el resto de relatos.
  2. Pues tras una auténtica joya llega el primer chasco. Y gordo. ‘Planes de emergencia zombie’, de Kelly Link, me parecido una completa tomadura de pelo. A ver: el cuento está escrito de manera más o menos eficiente (salvo algunos párrafos sueltos que no acaba de cuadrar con el resto) pero ¿zombis? Seamos claros: el tema de los zombis está metido con calzador. Si el protagonista tuviera por obsesión la cría del cangrejo en las rías gallegas, hablara todo el tiempo de ello y este libro fuera una recopilación de Relatos de cangrejos el cuento encajaría en él igual de bien. O de mal. De hecho de mal. Tan mal como que por estafa se lleva un rotundo 0.
  3. ‘Muerte y sufragio’ (Dale Bailey) empieza para mí regular, en tanto y cuanto que llevo muy mal el ombliguismo yanqui. Me parece de lo más ridícula la premisa del origen del alzamiento, y eso ya hace que el cuanto crepite en toda su extensión. Bueno, eso de ahí atrás lo había escrito sin haber leído todo el relato. Una vez acabado debo rectificar. Sí, me sigue dando la impresión de que tiene algo/bastante de ombliguista, pero ese detalle acaba pasándose por alto tras meterse en la piel del protagonista. El relato funciona, engancha (incluso con la traba que para mí supone el que esté ambientado en una campaña electoral americana) y a medida que las páginas se suceden vemos cómo el protagonista evoluciona. Y no sólo él sino también algún otro personaje. Este relato me parece otro ejemplo de cómo sacar jugo a los zombis (unos muertos vivientes que no se abalanzan contra los vivos sino contra las urnas. Si quieren visionar una versión mucho más torpe y resumida del relato háganse con el episodio 1×6 de la serie Masters of Terror) y con ellos crear una historia de seres humanos, de miserias y glorias, dramas y desastres. Además está bien escrito, lo que por ahora parece la norma. Qué pena que no suceda lo mismos con los autores parios que he leído hasta ahora. Le otorgo un muy merecido 8.
  4. Pues sí, estamos en la montaña ruZa. El cuento ‘Flores’, de Chan McConnell, es un texto típico y humilde. Una simple idea anecdótica. El propio autor lo admite: tuvo una imagen tiró un poco de ella y sacó esto. Me duele decir todo esto del cuento sobre todo porque encaja con los cuentos a la perfección que yo escribía antes: simples anécdotas que, ahora lo veo, sin un desarrollo más serio se quedan en nada. ¿Qué queda en el caso de ‘Flores’? Pues una imagen con toques gore y poco, muy poco más. Le pongo un 5 muy raspado.
  5. ‘El tercer cadáver’ (Nina Kiriki Hoffman) se queda a medio camino entre los dos cuentos anteriores: la historia va más allá de lo meramente circunstancial pero, aunque intenta darle fondo al personaje, no acaba de lograr empatizar y envolver al lector como hicieran antes ‘Muerte y sufragio’ o ‘La foto de la clase de este año’. Curioso el hecho de que este zombi no sólo razone, sino que hable e incluso se comporte de manera civilizada. Curioso pero no por ello problemático. Se lleva un 6 que tiene a 7. ¡Ale!, un 6’5.
  6. En ‘Los muertos’ de Michael Swanwick de nuevo nos encontramos con zombis tranquilos, incluso domesticados. Hay que admitir que esa manera de huir del tópico (horda caníbal descerebrada) que están demostrando los autores compilados se agradece. El relato juega con la ambigüedad, a saber discernir cual es el auténtico monstruo. Y en ese sentido, y siguiendo la mentalidad de Umbrella en la saga Resident Evil, acierta. Pero por desgracia se trata de un recurso sobreexplotado por la citada saga (y por no mencionar el ciberpum, con su concepto de corporaciones despiadadas que sólo buscan el beneficio, algo que le puede retrotraer a uno incluso a Los mercaderes del espacio). El final trata de dar un giro sentimental o sensible, pero que tampoco acaba de emocionar. Se lleva un 6.
  7. ‘El niño muerto’ (Darrell Schweitzer) me ha llamado la atención por la manera en que ha imitado el estilo de Stephen King. El horror se mezcla a partes iguales con las experiencias infantiles en plan It o Cuenta conmigo, por poner dos ejemplos reconocibles. Viajamos de la mano del protagonista a una infancia tópica de un chaval yanqui, a una prueba de madurez bastante especial que acaba… bueno, acaba. Un relato bueno pero que por su naturaleza casi de calco (en cuanto al estilo) pierde cierta frescura. Pero se disfruta. De nuevo un 6.
  8. Bueno, bueno. Ye empezamos con los relatos tramposos. El cuento ‘El zombie de Mathulsian’ (Jeffrey Ford) empieza por un derrotero, continúa por otro y, para sorpresa del lector, en el desenlace decide echar por tierra las pistas que da (y que apuntaban a un final no muy exigente) sólo para intentar crear un golpe de efecto. Pero no lo consigue, no. Es leer el final, recordar ciertas frases que aparecen apenas un puñado de páginas atrás y decir ¿esto qué es? ¿Me estás timando? Un ejemplo de cómo un cuento bien escrito acaba (y que de nuevo huye del tópico implantado por Romero) hundiéndose por un más desenlace. Se lleva, y quizá me parece excesiva, un 4 de nota.
  9. ‘Cosas bellas’ (Susan Palwick) le da otra perspectiva a un tema muy similar al de ‘Muerte y sufragio’. De nuevo entran en acción políticos y zombis bonachones. De hecho lo que más me ha agradado del cuento es la manera de presentar a los muertos vivientes, como si de niños de tres o cinco años se tratasen. Poco más me atrevo a destacar de este cuento, que apesta a un hipismo/buenrollismo que nunca me ha gustado (y que quede claro que se trata de una opinión personal, pero prefiero los textos con mala baba, algo por lo que este no despunta). Un raspadito 5 y na más.
  10. Los zombis agresivos al puro estilo Romero (lentos, tontos y en hordas) regresan a la compilación de mano de David Tallerman y su ‘El síndrome de Estocolmo’. El cuento se ajusta tanto al clasicismo, a lo que llevamos viendo años y años en las pantallas, que según se lee se olvida. Un 4.
  11. El cuento ‘Bobby Conroy regresa de entre los muertos’ de Joe Hill se mete en el mundo clásico de Romero de una manera engañosa: entrando en el rodaje de El amanecer de los muertos y con unos zombis que no son más que extras de la película. Pero sí, aunque de pega en el cuento hay zombis. Algo que chirría de verdad desde el primer momento es la mención, con aires de fama, a Tom Savini. A día de hoy todo el mundo metido en el mundo del terror cinematográfico sabe quién es Tom Sabini (aunque sólo le conozcan, y de vista, como Sex Machine :P) pero en 1977… va a ser que no. El autor ha querido hacer un homenaje al artista pero en ello se ha tirado piedras contra su propio tejado. Pero aparte de la aparición de Tom Sabini (e incluso del recién difunto Robin Williams) el relato prosigue retratando ese encuentro entre examantes en el rodaje de la película: una historia sencilla en la que se llega a confundir de manera premeditada lo que es un zombi. ¿Quién es el verdadero zombi? ¿Quién vive una vida de sin expectativas y gris? ¿Quién vive sin darse verdadera cuenta de lo que sucede a su alrededor? A esta historia sencilla y con corte intimista le pongo un 6.
  12. ‘Los que buscan el perdón’, de Laurell K. Hamilton, no destaca. Más aun, se hace aburrido y sin gracia. Aunque tenga algún giro argumental no deja de entrar en lo clasiquísimo de devoracerebros. Se lleva un 4 y ya.
  13. Del cuento ‘Hermosa como la noche’ (Norman Partridge) me gustaría destacar el enfoque que hace de la psicología zombi. Me ha gustado bastante esa manera desesperada de aferrarse a la cordura del protagonista, un tío despreciable pero al que al final de la historias llegas a compadecer. Debo ponerle un 7.
  14. Lo admito: ‘La pradera’ de Brian Evenson me ha encantado. Mucho. Muchísimo. Se le puede acusar de relato vacío, que no entra al detalle de qué sucede. Y en efecto, tiene esas carencias y puede que más. Pero tal y como dice Adams capta muy bien la esencia de Aguirre, la locura de Dios. El personaje de Aguirre me chifla desde que leí Las inquietudes de Santi Andía. Y esta versión salvaje, de pura supervivencia cruel y decidida (siempre adelante, te encuentres lo que te encuentres), me ha encantado. Un 8, le pongo un 8 y aplaudo por esos atisbos de horror (creado por los humanos, mucho más aborrecibles que los zombis) que Evenson me ha brindado.
  15. Otra vez la montaña rusa: el cuento ‘Todo es mejor con los zombies’ Hannah Wolf Bowen me sobra por completo. Puede que se deba a que lo leí en el metro, un viernes de regreso a casa agotado, pero no me enganchó nada de nada. Las páginas se sucedieron y no acabé de entender lo que sucedía… ni me dejó con ganas de releerlo. Un fracaso absoluto. Le pongo un 4 por eso de estar yo mismo zombi cuando lo leí.
  16. El cuento anterior lo leí grogui, tanto que cuando empecé con ‘Parto en casa’ el lunes siguiente ya ni me acordaba de que pertenecía a Stephen King… hasta que empecé a avanzar las páginas. El estilo de King resulta inconfundible, arrastrando al lector a las nimiedades de la vida de la protagonista con una detalle y precisión que sin embargo en este caso me atrevería a decir que excesivas. El cuento, aun en sus treinta y tres páginas de extensión, se resume a una simple escaramuza (de nuevo tenemos zombis de Romero, agresivos y devoracerebros, y una población que trata de resistirse a su ataque). Pero que gracias a la manera de escribir de King nos describe casi por completo no sólo el entorno en el que se produce, sino la propia mentalidad de los protagonistas. Sólo hay una escena que a mi entender sobra: la del asteroide y la nave. No aportan nada, de verdad, porque si se quiere considerar eso una justificación a mi entender falla de manera estrepitosa. Salvando esa mancha, un relato agradable. No lo mejor de King, ni de lejos (hace mucho que no lo leo, pero juraría que el relato ‘Abuela’ de King tenía más calidad que este ‘Parto en casa’, y encajaba de igual manera en la compilación), pero agradable. Ale, un 6.
  17. En ‘Las chispas ascienden hacia el cielo’ (Lisa Morton) volvemos a encontrarnos con zombis de Romero, si bien lo interesante del cuento no recae en ellos sino en el tema que trata la historia: el aborto. Tras una historia sencilla la autora se atreve a adentrarse en un tema que hoy por hoy sigue siendo conflictivo (conflicto generado por los de siempre, claro: los que quieren imponer su manera de pensar en otros, los que velan por ‘la salud’ de un potencial al mismo tiempo abandonan a su suerte e incluso aplastan y arruinan a los que ya están ahí). De hecho en la hay unos párrafos poco menos que para enmarcar. Supongo que este cuento le habrá traído a su autora ataques de esa panda de cavernícolas. Una pena no poder hacer con ellos lo que hace la protagonista al final del cuento: el mundo estaría mucho mejor. Bueno, que me disperso. El cuento se lleva un 7 sobre todo por el arrojo al tratar el tema.
  18. Si me dicen que ‘Hombre de burdel’ no pertenece a George R. R. Martin lo entendería: la redacción y el estilo sólo los puedo calificar como horribles. Me han acabado doliendo los ojos de tanto ‘ser’, ‘era’, ‘fue’. Por dios. Entiendo que Ellison® rechazara el cuento pidiendo una reescritura de cero, pero es que le diría lo mismo con esta segunda versión. Horrible me parece poco adjetivo. Con esto me demuestra de nuevo mi ‘teoría’ de que a algunos ya se les publican por inercia, por el simple nombre. El cuento avanza a través de párrafos normales, torpes o vergonzosos, narrando una historia previsible pero no por ello carente de encanto. Ojo, insisto: el encanto está en la historia. Con todo se merece un 5 y va que chuta.
  19. El clasicismo puro entra de la mano de Joe R. Lansdale con ‘El camino del muerto’. Se trata de un cuento sencillo y modesto, tanto en la trama como en la forma, y del todo olvidable. Aunque está incluido en el libro como relato de zombis la verdad es que se trata de un cuanto de fantasmas, y muy en la onda de Salomon Kane. Ese parecido con la obra de Howard queda en evidencia a todo lo largo del cuento, desde el protagonista hasta el propio desarrollo de la historia, haciendo que la lectura se haga aburrida y previsible. La verdad, para leer este ‘El camino del muerto’ mejor me leo los relatos de Salomon Kane. Se me ha hecho más interesante, aunque no deja de entrar dentro del tópico, la narración de Antiguo que el resto. Le pongo un 5 y bastante.
  20. En ‘El muchacho con cara de calavera’ David Barr Kirtley juega con la ambivalencia. Por un lado nos presenta a zombis del tipo descerebrado agresivo y por otro a muertos vivientes inteligentes y meditativos. ¿Razón para la existencia de esas diferencias? No lo acaba de decir a las claras. Parece que él mismo se mete en un berenjenal con ese tema, más aún cuando queda claro que hay muy pocos de los inteligentes, lo que invalida la idea de que tiene por origen la muerte brusca. En torno a esta dualidad de los zombis se compone un relato superficial con toques mesiánicos, pero vistos desde la perspectiva de un particular Aarón. El resultado final no está mal, si bien no destaca. Un 6.
  21. El punto intimista y humano regresa de la mano de Nancy Kilpatrick con ‘La era de la aflicción’. El relato se encuadra en la tradición de supervivencia combinada con recuerdos de un pasado mejor. Y es con esos recuerdos con los que el texto gana enteros. La autora profundiza en la protagonista acercándonos a su desgracia y soledad… sólo para de seguido repelernos con un mensaje jipioso con el que intenta ‘explicar’ la hecatombe. Lo que se dice: una de cal y otra de arena. Por ello se lleva un 6 cuando muy bien podria haber sido más.
  22. Es nombrar a Neil Gaiman y pensar ‘humo, me van a vender humo’. Así que he empezado a leer su ‘Amanecer amargo’ con cierta distancia y recelo. El relato sigue su estilo a lo Stephen King. Demasiado a lo King, diría yo. Avanza, avanza y avanza… para de repente descubrir que Gaiman ha metido en este volumen su versión propia de El alma del vampiro. Vaya con la originalidad. Trato de olvidar el plagio y sigo leyendo. Hasta que llego al final y me pregunto: ¿y? Joder, vaya pérdida de tiempo. Absoluta, monumental. Coge de King lo mejor y lo peor y lo integra en este relato: la manera de recrear personajes (lo mejor) y a eso le suma el no saber resolver las situaciones. He acabado el relato tal cual lo he empezado. Bueno, no: además mosqueado con ese cambio final en la línea de tiempo. ¿Lo releo, tal y como el autor sugiere? Pues va a ser que por ahora no. Y se lleva un 3.
  23. El humor llega gracias a ‘Con las tetas a la tumba’. Y digo humor pese a que no tengo muy claro que la autora, Catherine Cheek, hubiera buscado eso. Pero oye, me he reído con las desgracias de esta Barbie rediviva. Aparte de eso poco más se puede decir de este relato insustancial de resolución apresurada. Sólo por las risas le pongo un 5.
  24. ‘Tan muertos como yo’ (Adam-Troy Castro) nos presenta la solución mimética ante un apocalipsis zombi. En el relato el narrador juega a contar todo aquello que el personaje no puedo (o mejor dicho, no debe) hacer. De esa manera cómplice nos sumergimos en sus desgracias y carencias, acabando por comprender e interiorizar su angustia… y su catarsis. Da pena descubrir el estilo torpe de escribir de Castro, que embarra la historia haciendo que no se lleve una mejor nota. ¿Cuál le pongo yo? Pese a sus defectos formales debo ponerla un 7.
  25. Sin quererlo yo, e ignoro si el editor, en ‘Zora y la zombie’ de Andy Duncan me encuentro por segunda vez con Zora Neale Hurston (la primera vez en el relato de Gaiman), persona de la que no sabía nada de nada. Tal y como da a entender el autor seguro que sin conocer a la señora Neale no se captan todos los detalles del relato. Aun así el señor Duncan ha sabido urdir una historia interesante en torno al concepto original del zombi, el del vudú y Haití. La escena del regreso de Erzulie queda un poco coja: parece un pegote efectista sin explicación clara. Pese a ello uno palpa y se sumerge bien en ese Haití de la primera mitad del siglo XX en el que el terror a los zombis entraba dentro de lo cotidiano a la misma altura que la pobreza, el hambre y las bandas callejeras. Recuerdo haber visto de niño un programa (no sé si del difunto Jiménez del Oso) acerca de un caso similar al de Felicia, una persona que había ‘regresado’ tras una supuesta muerte. La historia me impresionó más que anda por el carácter de documental con el que se narraba. A ver: era un crío y por aquel entonces me encantaban los programas tipo a los de Jiménez del Oso. Ahora me río a la cara y le escupo a su discípulo, Iker Jiménez, manipulador, teatrero y farsante donde los haya. Bueno, el cuento de Duncan posee ese aire cristalino y cercano, plausible, que creí ver en ese documental que vi de pequeño. Funciona, y lo hace muy bien. Pese a sus pequeños defectos, como el ya citado de la aparición de Erzulie, me ha parecido una pequeña delicia el acompañar a esta Hurtson escritora que intenta sumergirse en sus raíces. Le pongo al cuento un muy merecido 8.
  26. Bien, bien, bien. El cuento ‘Calcuta, el señor de los nervios’ de Poppy Z. Brite me ha permitido reconciliarme conmigo mismo. ¿A santo de qué viene esto? Pues a que este cuento sigue la estructura y desarrollo de los que yo escribía tiempo atrás: la trama existe pero no posee un peso importante en comparación con la atmósfera. Leyendo el cuento nos descubrimos a nosotros mismo recorriendo esa Calcuta tan llena de horrores como de vida. Descripciones ricas y acertadas, desarrollo de ambientes y trasfondos, de historias apenas susurradas pero muy sugerentes. Una delicia. Recuerdo que el libro de Brite que he leído no me dejó buen sabor de boca. Sin embargo este relato, esta inmersión pausada y aterradora en una ciudad moribunda, me ha encantado. Y me ha confirmado que el estilo que yo usaba (centrado en tejer sentimientos, pintar atmosferas, insinuar desgracias y sugerir amenazas más o menos veladas) no sólo sigue vivo sino que, aunque sólo sea más allá de nuestras fronteras (donde parece que vende más lo directo y burdo que lo lento y elaborado), es aceptado e incluso apreciado. Sí, acabo: que le pongo un espléndido 8 a este cuento. Qué gusto leerlo, por dios. Parece que el libro remonta a medida que se llega al final. Eso mola. Y mucho.
  27. Los zombis de ‘Seguidos’ (Will McIntosh) no sólo no tienen una actitud agresiva sino que su manera tan calmada y paciente de perseguir a sus ‘víctimas’ roza el patetismo. El relato posee un claro, meridiano, mensaje moralista. Quizá ese detalle haga que no me acabe de funcionar, si bien no voy a negar que se le acaba tomando un poco de cariño a la criaturita. Funciona lo justo para llevarse un 5.
  28. ‘La música del zombie’, por muy que venga de los manos de dos monstruos de las letras como Harlan Ellison ® y Robert Silverberg, se queda en un relato sencillo. Como mucho sencillo. Juega con la emotividad de una manera cercana al anterior ‘Seguidos’, pero éste carece de detalle final, o al menos no tiene ni la mitad de gancho que el oreo cuento. Historia muy olvidable, lo que la hace merecedora de un triste 5.
  29. Con la Iglesia hemos topado, querido Sancho. Eso más o menos se puede decir de este ‘La representación de la pasión’ de Nancy Holder. Partiendo de la bastante increíble base de ‘una nueva Iglesia Católica surgida tras la hecatombe zombi’ (increíble más que nada porque esa mierda supersticiosa e hipócrita está tan podrida de dinero, poder y orgullo solo cambiará cuando muera su último fiel y su último sacerdote), la autora enfrenta al viejo mundo (el anterior al alzamiento zombi así como el de la mezquina dualidad de poder y religión) con la nueva realidad de que sobre la tierra caminan criaturas como los zombis. En esa situación un representante de los viejos valores (los auténticos que predicó el judío de Nazaret) se enfrenta a los poderes de su tierra y de su organización, todo ello para poder demostrar y propagar su mensaje de amor. Soy ateo, de los ateos que no pestañearían en eliminar de raíz toda religión (primero a través de la educación y la cultura, y si hace falta a los más recalcitrantes y obtusos a sangre y fuego), pero aun en mi condición de ateo comprendo y admiro el mensaje que algunos fundadores de religiones transmitieron. Mensajes como el de Jesús de Nazaret. Ese mensaje se plasma en este relato enfrentándolo con el poder jerárquico y egoísta que se adueñó de él: el clero y la Iglesia (jodido mensaje confuso de Mt 16, 18 ‘y sobre esta piedra edificaré mi iglesia’. ¿Por qué no se escribió ‘y en este prado –por ejemplo– edificaré mi iglesia’ y así se libró la humanidad de los sucesores de Pedro y Pablo?), junto a las estirpes del poder económico. El protagonista se enfrenta a un destino de ostracismo para defender y reivindicar los derechos de los más débiles. Coño, tópico pero con mensaje reivindicativo y (EMHO) potente. El final del relato es de traca, en el sentido bueno de la palabra: predecible pero no por ello menos potente. Se disfruta palabra por palabra. Muy bien. No se merece menos de un 8.
  30. Coño con el título del cuento de Scott Edelman: ‘Casi el último relato de casi el último hombre’. Tiene no sé qué de trabalenguas. Bueno, al lío: la lectura de este ‘Casi’ resulta un poco cansina. Arranca y para. Y vuelve a arrancar, y vuelve a parar. El texto ejemplifica a la perfección gran parte del género de zombis en España (al menos el que he leído): repetición de historias con las justas variaciones para que no se copien entre unas y otras, y por eso mismo la antítesis a la inmensa mayoría de los relatos de este libro. Nada nuevo bajo el sol, y además con un ruptura del cuarto muro que no ayuda a tomarse en serio el cuento (aunque lo de tomárselo en serio puede que no sea exigencia obligatoria). Pese a todo entre todos los relatos apuntados hay uno que quiero destacar: el del cura. La imagen de la misa y la comunión me han gustado. Mucho más que esas personas que parecen muñecos, en vista de la manera tan fácil con la que los zombis les desmiembran: vamos, leyendo esto parece que con estornudar se no caer un brazo o una pierna. La historia se lleva un justo 5.
  31. De ‘Así declina el día’ de John Langan se puede ya de entrada que al menos se merece un punto por la originalidad: ha usado el formato de guion teatral para narrarnos la historia. Y ahí acaba lo interesante de este relato: al autor nos presenta una sucesión de escenas tópicas que llegan a aburrir (a mí incluso me arrancaron bostezos). Porque narra lo que ya se ha contado mil veces en este género: encuentros con zombis vistos desde la perspectiva de gente normal sobrepasada por la situación, individuos que no saben enfrentarse a ‘lo que antes era su vecino y ahora es otra cosa’. Bla, bla, bla. Lo dicho: aburrido, predecible, reiterativo. Ale, un 5 y a m*****a a Parla.

Leídos todos los relatos la media obtenida ni siquiera llega al bien, quedando en un 5’69. Pero esa nota puede engañar, haciendo pensar que el libro apenas valga la pena. Yo no saco esa conclusión: en este volumen uno encontrará auténticas joyas, relatos olvidables y cuya mera inclusión ya hace a la recopilación  merecedora de ser comprada. Además, aunque otras historias no posean esa calidad narrativa sí que permiten al lector ver que en el subgénero Z no todo se reduce al mismo concepto de zombi–devora–vivos: la rica panoplia de versiones del no–muerto que aquí se descubren (pese a lo que otros digan) le permite a uno fantasear e ir más allá del tópico. Ya sólo por eso se podría recomendar el libro.

Vamos, que sí, que el libro merece la pena. Lo único malo el precio, que tira para atrás por lo caro…

Un saludo.

AA. VV. – Calabazas en el trastero 12: horror cósmico

Hola, ofidios.

Calabazas en el trastero 12: horror cósmico

Calabazas en el trastero 12: horror cósmico

Gracias a la amabilidad de la Editorial Saco de Huesos llega a mis manos esta compilación de relatos, Calabazas en el trastero 12: horror cósmico. No lo puedo negar: agarro esta lectura con auténticas ganas de saber qué contienen sus páginas. Al fin y al cabo he disfrutado del horror cósmico forma desde mi infancia, cuando pasé de leer Verne a adentrarme en Lovecraft (a los once años tuve mi primer contacto con el de Providence en la forma de En las montañas de la locura. Tras acabar el libro ansiaba leer más horrores como los allí descritos. Y así hasta ahora). No sé si ese bagaje de casi treinta años leyendo y releyendo horror cósmico supondrá un problema para valorar esta recopilación; poco hay en ese estilo que me sorprenda, y me tomo los pastiches descarados con sorna, cuando no con un poquillo de asco.

Pero aquí no debo hablar de mí sino de lo que me he encontrado.

  1. Y, como se dice, la primera en la frente. El relato ‘La Teaghonía de Heráclito’ (Juan José Hidalgo Díaz) me ha sorprendido por su uso de personajes: lo que menos me esperaba en una historia de horror cósmico era encontrarme a Azaña (una vez aparece como ‘Hazaña’. Ese maldito corrector ortográfico del procesador de textos) y con Franco. Ya sólo por ese valiente movimiento merece la pena resaltar este cuento. No quiero meterme en política ni en cómo la figura de Franco acaba reflejada como el salvador de España frente a un mal cósmico (no me parece ni momento ni lugar), pero no me extrañaría que a algún lector el relato puede que le duela, sobre todo al contemplar ese enfoque de la guerra civil y posterior represión como salvación frente a un mal mayor, una especie de justificación del mayor drama vivido en España en los últimos cien años. Pero nos encontramos ante un cuento de fantasía, de horror cósmico, no de política. Y ese espíritu de amenaza más allá de lo tangible (que encaja con mi definición de horror cósmico mejor que la que aparece en el prólogo, que se centra más en el tamaño y lo monstruoso) se capta a la perfección en el relato. Más aún, la introducción de una divinidad que tiene mucho de meme lingüística se me ha hecho del todo original. En cuanto al estilo, he de decir que adolece de algunos defectos que se reiteran en casi todas mis últimas lecturas (y comentados sobre todo en mis reseñas para Bukus) y que no voy a repetir de nuevo. Pero el texto, aun con sus defectos, engancha obligando a leer y leer sin pausa. Muy bien. Le pongo un 7.
  2. Sin embargo ‘Agujero negro de gloria’ (Andrés Abel) me ha parecido un pequeño globo. Relato demasiado corto y vacío, no da tiempo a sentir el vértigo (que no horror, mucho menos cósmico por mucho agujero negro que ponga) en el que creo pretende sumergirnos. Una pena: ello le otorga un humilde 4.
  3. ‘Las estrellas están en posición’ (Aitor Solar) empieza con un escenario y situación de personajes tópico dentro de la escuela de Lovecraft. Todo el relato encaja en el prototipo de cuento de Los Mitos, incluida la época en que se desarrolla: casi parece un calco de los del Círculo de Lovecraft¸ quizá diferenciándose de ellos en el detalle de la protagonista (el sexo femenino casi no aparece en Los Mitos originales, y mucho menos como protagonista). El desarrollo prosigue en esos términos hasta llegar a un final un poco traído de los pelos: tanto es así que puede que e incluso a algún lector no acostumbrado a Los Mitos le suene ridículo, si bien el desenlace a los fans del género les hará recordar a unos entrañables y cafres hermanos de Dunwich. Porque si ellos pudieron desencadenar lo que desencadenaron, ¿por qué ella no? Dado que entra dentro del más puro clasicismo, pero sin caer en el pastiche, le pongo un 6.
  4. El cuento ‘La Franja’ (Fernando Lafuente Clavero) no funciona. Al menos a mí no me ha funcionado: la enorme serie de incoherencias en torno a ese muro me han hecho desconectar. ¿De qué hablo? De que si en toda la historia nunca nadie ha estado al otro lado ¿por qué dar por hecho que hay algo allá? ¿Están en un planeta? ¿Esférico? ¿Cómo intersecta ese muro al planeta? ¿Como un plano a través de su centro o de una manera menos simétrica? ¿El autor se da cuenta de lo que supone, en cuanto a su visibilidad en el cielo, que un planeta que éste esté cortado por un plano opaco? Le sugiero que lea Mundo anillo (Larry Niven), Mundo río (Philip J. Farmer) o aunque sea La señora de los laberintos (Schroeder) para comprobar lo que implica ese tipo de superestructuras en los paisajes, y cómo jugar con ellas. A ver: no pido un relato de horror cósmico con toques de cifi hard, pero sí un mínimo de coherencia con el entorno descrito. ¿Por qué pido eso y no me dejo llevar por la suspensión de incredulidad? Pues porque si se habla de vehículos casi idénticos a coches se me está describiendo tecnología, lo casi opuesto a fantasía, y eso me activa el chip exigente y realista, el chip que busca realismo. En ese sentido hace años escribí un relato con un muro similar como protagonista, pero me aseguré muy bien de que quedara claro de que estaba ambientado en un mundo onírico, con lo que no se me puede pillar en esos defectos. El cuento tiene muchos otros defectos que lo hacen flojear, defectos entre los que se encuentra el final. Se lleva un 4.
  5. De ‘(           )’ (Magnus Dagon) en un primer lugar, en cuanto a estilo, hay que destacar su preocupante reiteración en el uso del verbo ser para casi todo, así como la de los adverbios modales. Llega a volverse cansino, la verdad. A eso hay que añadir que el señor Dagon (palabra llana, ojo: sin tilde en la ‘o’) además tiene el defecto de repetir palabras y estructuras de forma casi seguidas, lo que cansa. Un defecto que debería solventar para el siguiente cuento. Pero dado que estamos ante textos no profesionales se asumen esos defectos formales y no se van a considerar como determinantes a la hora de valorar los textos, ni para este cuento ni para el resto. En cuanto a la historia se agradece la manera de plantear el origen del mal, muy acorde con el género de la compilación, algo vago e indefinido, un horror del que apenas se conoce el nombre. Algunos detalles de la manera en que investiga el protagonista suenan inocentes, sobre todo a estas alturas en las que buscar por internet datos está a la orden del día (y no hace otros casi básicos, como tirar del whois de DNSs, o similares). Pero los pros, como esa escena de cuando llega al piso y lo encuentra ‘patas arriba’, superan los contras, con lo que se lleva un 6.
  6. ‘Los condenados del Titanic’ (Ana Morán Infiesta). Este relato entra casi dentro del puro pastiche. Salvando el estilo, hay que decir que imita demasiado los formatos de los textos clásicos de Los Mitos. El cuerpo del relato entra en lo predecible, más que nada porque historias similares se han escrito por decenas. A eso hay que añadir incoherencias o despistes argumentales, entre los que destaca la no explicada relación entre la nota inicial del cuento y el desenlace: en la nota se habla de unas circunstancias muy concretas que luego no se siquiera adivinan en el cuento. Como elipsis me parece demasiado grande; como olvido lo veo un error de bulto. Llega al 5, pero por los pelos.
  7. Leer ‘Mientras siga existiendo esperanza en la Humanidad’ (Óscar Pérez Varela) supone un auténtica delicia. No sólo está bien escrito en cuanto a forma, sino que la historia engancha desde un primer momento, más incluso que el relato de Hidalgo. El cuento consiste en un ejercicio de manipulación de la historia: en ella tenemos como protagonistas a tres de los autores cumbres de nuestra literatura, todos ellos inmersos en una pugna de la que no diré nada más, sólo que quienes conozcan un poco la vida de Valle Inclán no podrán reprimir una sonrisa. Sólo este texto ya hace que merezca la pena el libro entero. Se lleva un bien merecido 8.
  8. El cuento ‘Parásito’ (Santiago Sánchez Pérez) se me ha hecho tan anodino y olvidable que en efecto a la hora de redactar esta reseña ni me acordaba de qué iba. Torpe en cuanto a redacción y fondo, apenas se puede decir que sirva como prólogo o primer capítulo de una novela pulp que yo nunca compraría. Le pongo un 3.
  9. ‘Horror vacui’ (Sergio Mars) está más o menos bien. La idea de fondo posee gancho, pero el texto falla cuando pretende afinar con datos. Los números, los malditos números, hacen que la historia se desmorone. ¿Por qué? Porque una ‘onda de choque’ con origen en el centro de la galaxia, por muy a la velocidad de la luz que vaya, sigue tardando miles de años en llegar desde que se empieza a hinchar hasta la Tierra. No sé si me explico: si los observadores están a 35.000 años luz del centro, desde el momento que contemplan el primer efecto de la onda de choque (el que afecta al núcleo, y sólo al núcleo) tienen por lo menos esos 35.000 años de espera entre el estallido y que el frente de la onda les golpee. Y ese plazo suponiendo que el frente que viaja a la imposible velocidad superior a la luz: si se desplaza a una menor poseen todavía más tiempo. A no ser que se trate de otra cosa, como aparece en Cuarentena (Greg Egan). Pero, a mi entender (y más allá de los detalles de ciencia ficción dura), la auténtica fuerza del cuento –y el horror verdadero– no está en ese lejano centro galáctico sino en los personajes: esos dos hombres que, más allá del fenómeno astronómico, reaccionan con visceralidad ante la hecatombe, dejándose llevar por su naturaleza humana. Le pongo un 6.
  10. ‘Token’ (Luis Guallar Luján) de nuevo resulta un cuento predecible, demasiado: en cuanto se dice el sentido y destino del token ya queda claro lo que va a pasar. El cuento me recuerda de pasada a Cronopaisaje (Gregory Benford), pero por supuesto carece de la profundidad de ese magnífico libro. La historia, que ya perdía interés debido a su esquema repleto de tópicos, al final se revuelca en el pastiche. E incluso se permite un último párrafo digno del olvido. Apenas llega a un 4.
  11. Y de nuevo una luz en la colección de textos: ‘La ciudad bajo las aguas’ (Ricardo Montesinos) se disfruta casi de cabo a rabo. Cuento sencillo y directo, que flirtea con el tópico del libro maldito pero sin sucumbir a exageraciones. En la historia hay un rico abanico de elementos familiares para el lector de horror cósmico, engarzados de tal manera que ninguno de ellos eclipsa a los otros, y que gracias a la rapidez del texto se disfrutan sin regodeos. Una pena esa escena final, donde no se sabe si las aguas turbias de repente se vuelven del todo cristalinas, dada la cantidad de cosas que ve el protagonista. Pero aun así un cuento digno de mención. Obtiene un merecido 7.
  12. El cuento ‘Un brindis al sol negro en Villa Diodati’ (Juan Ángel Laguna Edroso) puede decirse que está resumido en el título: un brindis al sol. La historia apenas se la puede llamar tal, limitándose a una serie de pinceladas y un borrón (la anacrónica presencia de Stoker). Demasiado lleno de vaguedades, se hubiera agradecido que el relato estuviera dotado de un poco más de extensión para así dibujar más la escena, las relaciones y el propio contexto de lo que ha sucedido antes. Otro detalle (un comentario 100% personal): nunca me ha gustado que en una recopilación de cuentos aparezca uno del propio editor/compilador. Siempre me ha dado la impresión de que esos cuentos se publican en plan de ‘porque yo lo valgo’. Prefiero que las labores de edición se mantengan bien diferenciadas de las de creación: así no se da la sospecha de agravio comparativo. Apenas llega al 5.
  13. ‘Hijos de Lug’ (David Marugán) supone un intento de llevar el horror cósmico a la España rural. Lo logra de manera algo justa, sobre todo por la manera de presentar a los ‘forasteros’, que dejan claro con demasiada rapidez sus intenciones. Tanto es así que a partir de cierto momento el cuento casi se resume a ver cuando pasará lo que el lector ya sabe que va a pasar. De nuevo un muy justo 5.

Mención aparte merece la portada de Martín de Diego Sádaba, que me parece perfecta. ¿Me lo imagino o tiene cierta influencia de ‘El color que cayó del espacio’?

Voy a hablar un poco de la forma, el estilo con el que están escritos, verdadero talón de Aquiles en la mayoría de textos (de ediciones profesionales o no) que leo de un tiempo acá. En esta compilación me he encontrado con cuentos que, a mi entender, necesitarían una reescritura completa, de tan mal como están redactados; por fortuna suponen una excepción. Lo que sí se ha hecho casi general es el abuso del condenado verbo ‘ser’: lo admito, con el tiempo parece que se me está desarrollando una especie de ‘hipersensibilidad’ a dicho hábito. A ese verbo y a los adverbios mal colocados (el condenado Stephen King me ha espoleado en ese sentido). Hay otro aspecto que cada vez llevo peor: el uso de la primera persona en las narraciones. Ahí mi cerebro lucha entre el chip ‘corrector de estilo’ y el que me dice ‘oye, que al narrar en primera persona valen todo tipo de salvajadas gramaticales’. En efecto, el narrador en primera persona se puede permitir el repetir en un párrafo mil veces el verbo ‘ser’ conjugado como quiera, o encadenar adverbios como longanizas, reiterarse en estructuras gramaticales sin que se busque la aliteración o la anáfora, o abusar del lenguaje coloquial y llano. Sí. Todo esto se le permite a un texto narrado desde el ‘yo’. Pero aun así me acaba cansando, incluso me llega a enfadar: leyendo esos textos pienso que están narrados con desidia y dejadez, como si en el aire flotara un ‘todo vale’ a la hora de escribir. Algo me dice que se trata de textos que no sacan partido a esta lengua nuestra tan rica, y muchas veces por la sencilla razón de que el narrador no da para más.

Acerca de los autores debo decir que me chirría el encontrar tanta ‘Z’ entre sus currículos. Sigue pendiente mi inmersión en el aporte español a ese subgénero, subgénero ante el que tuve una primera experiencia nefasta. Espero que, con el tiempo y las lecturas, pueda borrar de mi mente los adjetivos ‘arribista’, ‘comercial’ y ‘paupérrimo’ (en cuanto a calidad literaria), calificativos que por ahora asocio a la avalancha de libros de temática zombi. Pero ver a tantos de ellos inmersos en el ‘submundo Z’ me da la impresión de encontrarme ante una camarilla,  una especie de gremio o grupo de personas con tendencias corporativistas. Doy por hecho que se trata de una idea errónea, surgida de una mente como la mía, con fuertes tintes conspiparanoicos.

Pero mejor dejar esas fantasmagorías y volver a lo que trae aquí, la compilación. A modo de resumen, el balance de la recopilación recibe una nota de 5’38, número engañoso: ese aprobado justo, fruto de la media, no debe ensombrecer las luces que posee el libro. Cuentos como ‘La Teaghonía de Heráclito’, ‘Mientras siga existiendo esperanza en la Humanidad’ y ‘La ciudad bajo las aguas’ lo hacen merecedor de su lectura, así como apuntar una serie de nombres a seguir. El libro se puede adquirir en la web de la Editorial Saco de Huesos. Sin duda a lo largo de las 178 páginas encontrarás momentos de placer… o de horror. Cósmico, claro.

Un saludo.