Hola, culebras.
Hace mucho… bah, no tanto. Hace algún tiempo que no leo nada de Delany. Lo último no me dejó muy buen sabor de boca, aunque mejor de lo esperado dado que este autor tiene fama de ‘difícil’. La verdad, Tritón lleva muchísimo en la Pila, más que nada porque lo que pone en la contraportada no me atraía mucho. Cosas de comprar de manera compulsiva ultramares.
Pero ya le ha tocado la hora. O no, según se mire: no he podido acabarlo, me ha vencido.
De entrada decir que me he encontrado con muchos, muchísimos, demasiados -mentes. Se puede decir que este libro sirve de ejemplo de lo que implica abusar de los modales. Se hacen cargantes, insufribles. Una auténtica tortura, al menos para mí.
Ni que decir tiene que junto con los -mentes uno no se libra de la infestación de seres. El jodido verbo ser se convierte en una plaga.
Pero los problemas con el estilo no acaban ahí. La propia sintaxis se hace cargante, con frases enrevesadas de manera artificiosa. Uno sufre ante el exceso de paréntesis: a veces incluso se encuentra tres incisos de ese tipo en una sola frase (hace muchos años me reía de Lorenzo Luengo por su sistemático uso de los paréntesis; leyendo este libro hubiera deseado que Delany se quedara en el estilo de Luengo). Esa sobreabundancia hace que el discurso quede roto, por no decir destrozado. Uno se pierde entre las acotaciones, las inserciones, los comentarios, y por ello la lectura se vuelve farragosa. Para acabar de joder la marrana, demasiadas veces esos incisos aportan datos de poco o nulo interés. Vamos, una paja descomunal.
La forma mal, muy mal. Pero, ¿y el fondo?
Entre tanta acotación y comentario, la novela se arrastra. Padece de un inicio muy lento, que hace que el lector no sepa bien adónde ser pretende ir. Esto es habitual en Delany, sí, pero en esta novela se hace excesivo. Y el escenario tan distinto de lo habitual no ayuda: si se introdujera al lector de una manera más fluida en esa sociedad de Tritón se llevaría mejor ese primer centenar de páginas, pero el autor parece empeñado en ofuscar el texto. Porque sí, tarda ciento sesenta páginas en arrancar. Todo un record.
Aun así, seguimos.
Debo decir que, para la época en que se escribió el libro, me ha sorprendido la manera tan clara de mostrar la sexualidad, incluida la homosexualidad. Resulta refrescante saber que hay gente que no se muestra timorato ante esos temas. Ahora mismo, en este país de mierda, todavía hay gente que no tolera esas expresiones de sexualidad.
Aunque el discurso de Delany tiene algún mensaje que hoy día sí que se llevaría palos. Uno de ellos, quizá el más grave, versa en lo relativo a que, según el libro, la inclinación sexual se puede cambiar mediante un proceso químico-médico. Ni soy sexólogo, ni endocrino, ni nada similar, pero me da que el tema de la orientación sexual va más allá de un coctel de hormonas y operaciones de bisturí.
Un ejemplo de palabras, y palabras y más palabras introducidas sin apenas sentido (poco menos que para engrosar el libro) lo tenemos en el discurso relativo a la metalógica que le da el protagonista a su nueva ayudante. Según lo leía pensaba «Ya lo puede justificar más adelante, porque si no es un ejemplo brutal de paja». Y luego sí, me quedó claro que había acertado.
Según avanza el libro la paja me empieza a saturar. Diálogos plagados de acotaciones, muchas de ellas sin aportar nada salvo detalles superficiales; esa partida de vlet, con la descripción en exceso detallada del juego, que a todas luces está sobredimensionada (ni siquiera en un libro como El jugador, a priori más predispuesto a ello, se llega a tal detalle); la descripción del sistema de gravedad artificial (de repente nos metemos en harina de pseudo ciencia ficción dura). En general todo podría haberse descrito con efectividad, pero no tanto detalle.
El libro avanza. Sufren ciertas desgracias, viajan a La Tierra, regresan… todo a lo largo de miles de palabras, de incisos, de comentarios que no aportan nada. La lectura se hace casi insoportable. Y sin el casi. Acabé dejando el libro de lado: ya no estoy para perder el tiempo (y, a fin de cuentas, la vida) en semejantes cosas. Me quedé en la página 270 de 400. No pude más. Será por falta de libros que leer.
Lo siento, Delany, entras en la lista de fracasos. Y te llevas con este Tritón un 3.
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