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AA.VV. – Tres tormentas de nieve

Hola, culebras.

Casi se puede decir que no he leído nada de literatura rusa. ¿He hecho mal? Me temo que sí, al menos para ampliar mi culturilla general. Por ello, cuando alguien me recomendó leer Tres tormentas de nieve, me dije: ¿Y por qué no? Al fin y al cabo se trata de cuentos, mi género favorito, de tres autores importantes. Además el libro contaba con el aliciente de que sus historias tenían relación con el frío y las tormentas, una ambientación que en principio me atrae. Sin duda los rusos pueden decir mucho de las tormentas de nieve, la menos mucho más que un andaluz. En este librito hay tres nombres que me sonaban a ‘autor de importancia’: Tolstói lo conozco de oídas por su obra Guerra y paz, todo un clásico aunque yo no lo haya leído; de Chéjov admitiré que me sonaba el nombre, poco más; me pasaba algo similar con Pushkin, aunque admito que de una manera todavía más vaga.

Aquí va lo que me he encontrado en Tres tormentas de nieve.

  1. ‘En el camino’ de Chéjov se me ha hecho demasiado ‘melmothiano’. ¿Qué quiero decir? Pues que el condenado discurso del padre se me hace casi interminable, y del todo irreal. Nadie habla así, por dios. Parece que estamos, más que con una autor de finales del s. XIX, con uno de inicios de ese siglo, uno marcado demasiado por el romanticismo o lo gótico. Esa manera de expresarse cargante llega a su colmo en la hija: la chiquilla habla como una vieja. A resultas de ello me ha costado mucho conectar con el texto. Aun así el cuento tiene algunas descripciones de la tormenta, y sobre los efectos del viento, poco menos que magníficas. Le pongo un 5. Una pena: si el cuento no se hubiera centrado en el padre sino en un toma y cada entre él y la muchacha, con insertos de la tormenta exterior, hubiera ganado muchos enteros.
  2. Pushkin entra con ‘La tempestad de nieve’. En este caso, viendo la época en la que vive el autor, no me extraña ese estilo narrativo tan romántico, tan semejante a por ejemplo El monje. ‘La tempestad de nieve’ cuenta con una acción apresurada. Eso de por sí no supondría problema alguno. Lo malo llega con los saltos de escena: el cuento posee una estructura temporal tan poco lineal que casi no hay por dónde agarrarlo. Los huecos aparecen de una forma demasiado brusca, mal llevados. Eso genera una sensación rara. Luego el autor ‘justifica’ esos saltos mediante la inserción de una nueva historia. No me atrevo a llamarla secundaria, pero sí poco menos que dicotómica. Mientras se lee esa nueva historia no se comprende a dónde quiere ir el autor… hasta que de repente empiezas a decir ‘Por favor, que no sea eso. Que no sea eso’. Y sí: lo es. Así nos encontramos con un texto tramposo y nada creíble, un cuento que pone a bajar de un burro a los rusos. Quedan como tontos de solemnidad, o indiferentes al drama que ven. ¿Ninguno de los presentes puede avisar a la novia de que está pasando algo raro? ¿Son tan pazguatos que no reaccionan ante la aparición del susodicho? Pero sí, según el autor tenemos que creer que esa ‘broma’ sigue adelante, pese a la desgracia que supone para ella. A mí se me hace inverosímil, tanto que me arruina el relato. Ale, un 4.
  3. El trío de relatos acaba con ‘La tormenta de nieve’, de Tolstoi. El estilo de este cuento contrasta sobre todo con el de Puchkin: parecen de dos mundos diferentes, a pesar de que entre ellos hay pocas décadas. También supera con creces al de Chéjov, posterior. Casi se podría decir que Tolstoi narra con el arte de alguien del s. XX. viviendo en el s. XIX. Pero bueno: casi, que todavía posee algunos manierismos. ‘La tormenta de nieve’ supera con creces en extensión a los otros tres. Eso permite al autor marcar un ritmo mucho más pausado y envolvente, que se disfruta mucho más (considero que el cuento corto o ultra corto debe ser una navajada en la oscuridad, furtivo y rápido; la masacre y el regodeo sólo deben usarse en extensiones largas, o mucho más largas. Si en un corto pretendes contar demasiado te ocurre lo que le pasa a Puchkin en su ‘La tempestad de nieve’, que no). En este cuento la tormenta de nieve posee personalidad: se palpa, se vive, se paladea. A veces me ha recordado a El terror de Simmons. En el cuento de Pushkin apenas se vive el meteoro, que queda como un mero incidente argumental, sin vida. Chéjov apunta pinceladas muy vívidas e impresionantes, pero no profundiza desliéndose con el discurso del padre. Pero Tolstoi nos hace paladear ese abismo blanco que es la tormenta. Hace que los personajes naden en ella, de una manera a veces chocante: algunos se lanzan al abismo blanco con una tranquilidad pasmosa. Al menos yo, español del s. XX—XXI, no comprendo esa manera de proceder, aunque entiendo que para un ruso de esa época no sería raro. El cuento a veces parece dispersarse, como con la escena del ahogado, pero en general funciona bien. En definitiva, se lleva un 7.

La nota media que sale es de un 5,3. ¿Qué quiere decir eso? Pues que me invita a leer más Tolstoi, quizá algo de Chéjov, y me quita las ganas de repetir con Pushkin. Menos da una piedra.

Ahora voy a hablar de la impresión general que me han dejado los textos rusos. Todos ellos están llenos de giros y expresiones exageradas, casi forzadas. Por ejemplo la manera de llamarse entre ellos: ese uso del nombre más el patronímico casi omnipresente. Se me hace raro, tanto como si aquí siempre nos habláramos sólo con el apellido, o con el ‘hijo de’, o con nombre y apellido juntos. Pero entiendo que se trata de algo cultural, la forma de expresarse propia de los rusos. De igual manera me da que el estilo ruso de escribir (esa puntuación a veces demencial, la expresividad enrevesada, barroca por momentos) tiene poco que ver con el español, o con el ruso actual (por ejemplo de Metro: 2033). Vamos, que para leer a autores rusos clásicos hay que cambiar el chip.

Adiós.

Stanislaw Lem – Ciberiada

Hola, ofidios.

Esta visto que lo mío con Lem se resume en un no rotundo. Nada de lo que he leído de él (Retorno de las estrellas, Viajes de Pirx, Congreso de futurología) me ha gustado. Sólo algunas partes concretas de Retorno de las estrellas me llegaron a agradar, pero con un balance final negativo. ¿Y qué me ha pasado con este Ciberiada? Pues más de lo mismo, sólo que en esta ocasión he acabado lanzando el libro lejos de mí: no podía soportar lo leído y a mi edad ya sé que no debo gastar mi tiempo en algo que no me satisface.

Stanislaw Lem - Ciberiada

Stanislaw Lem – Ciberiada

En esta microrreseña voy a hablar sólo de los tres relatos que he leído… o sufrido.

  1. La primera patada en la boca que me da ‘Expedición primera, o La trampa de Garganciano’ llega en la forma de la frase inicial: se puede decir que estoy ante la antítesis de frase gancho. Por favor, que alguien me mate. Sigo leyendo y descubro que, en vez de cuentos serios, estoy ante una chirigota casi surrealista. Por si alguno aun no lo sabe ese género, en general, no me agrada nada. La narración hace aguas por muchas partes, y al cabo de unas páginas la suspensión de incredulidad salta por los aires. Al final sólo me lo puedo tomar como una fábula medio infantil, tontuna e intrascendente. Versión blanda de En las colinas las ciudades. Del todo prescindible. Le endoso un 3.
  2. Me pongo con ‘Expedición primera A, o el Electrobardo de Trurl’. Sólo puedo definir el cuento como una estupidez de tomo y lomo. Puede que este sinsentido le haga gracia a alguien, pero a mí no. Me parece una absoluta pérdida de tiempo. Tras leer este cuento ya me decido: si el libro sigue por esos derroteros lo lanzo a la basura a la de ya. No puedo ponerle más que 3.
  3. Ahora llega ‘Expedición segunda, o la oferta del rey Cruelio’. De nuevo una chorrada sin sentido. No tiene ni pies ni cabeza. Otro 3 y el libro a tomar por culo.

La media, por decir algo, se queda en 3.

No voy a perder el tiempo con esto. A la porra. Me quedé en la página 66 y no le di más oportunidades. Mi tiempo libre lo quemo con otros entretenimientos, no estos.

Adiós.

AA.VV. – 12 cuentos errantes, 12 autores en tu bolsillo

Hola, culebras.

Ni sé cuánto tiempo llevaba este libro de cuentos en la pila. La verdad es que tampoco tengo claro cómo lo conseguí, pero seguro que no pagando un duro por él. ¿Alguna promo de FNAC? Ni idea.

AA.VV. - 12 cuentos errantes

AA.VV. – 12 cuentos errantes

Pero le ha llegado la hora a este 12 cuentos errantes, 12 autores en tu bolsillo, y he aquí lo que me he encontrado. Al tajo:

  1. De parte de José Donoso (con él empieza la lista de desconocidos, al menos para mí) llega ‘Veraneo’. Empezamos con los a mi entender fallos: el cuento no tiene frase gancho inicial. Para joderlo más aun usa un lenguaje muy (a mi gusto demasiado) suramericano que me chirría. Además la historia en sí no me dice nada de nada. Un 4 y va listo.
  2. Katheryn Mansfield (¿mande?) presenta ‘El viaje’. Está visto que no se van herniar mucho a la hora de escoger los títulos, no. De nuevo sin frase gancho. Al menos la prosa es mucho más visual. Pero empiezo a hartarme de los —mentes. De nuevo estoy ante una historia que no dice nada. La salva el que está narrada (y traducida) mucho mejor que la anterior. Por curiosidad, ¿adónde coño van y de dónde narices salen? ¿Sucede en un ferri entre Inglaterra y una de las islas del canal o quizá la Isla de Mann? Le pongo un 6.
  3. Guillermo Cabrera Infante. Éste sí lo conozco… de oídas. Pero por mucho nombre su cuento ‘Mar, mar, enemigo’ es más de lo mismo. Además, siguiendo lo que me dijeron una vez que nunca hay que hacer, empieza con una descripción. Olé. En un par de ocasiones que mete unos dos puntos de una manera muy mala. Y luego, en una secuencia de descripciones, los usa de nuevo mal en lugar del punto y coma. No llego a comprender cómo siguen ahí esos errores de básica. ¿Dónde se ha metido el editor? En el cuento hay una frase para el recuerdo: ‘siempre junto a él a veces’. Un minuto de silencio para las neuronas caídas en servicio. La introducción al trasfondo de la protagonista resulta confusa, como el general el estilo de la primera mitad del cuento. Más detalles: Anastasia puede hablar mal, a lo indio, pero que los vocativos estén mal puntuados… ¿No había otra manera de indicar que habla mal que no implicara quitar esas comas? Porque la pausa al pronunciar el vocativo la hace sí o sí, seguro. La historia, de nuevo, dice poco o nada. Se lleva un 4.
  4. Jorge Amado no presenta ‘Contrabandista’. Madre mía: de nuevo una frase inicial que no sólo no engancha, sino que rechina. Y ni siquiera ha acabado el primer párrafo cuando ya me encuentro un sujeto separado del verbo con una coma. De puta madre, Jorge, de puta madre. Al menos hemos cuando el autor deja de paz al viejo y al crío y se adentra en los problemas del padre la cosa mejora. Y se agradece: esta historia sí que cuenta algo. El final se hace complaciente, pero bueno: menos da una piedra. Forma mejorable. Un 6.
  5. Otro nombre que me suena: Alfredo Bryce Echenique. Según arranca su ‘Con Jimmy, en Paracas’ la puntuación casi me da una paliza por lo excesiva y mal puesta. Un auténtico horror, en serio. De darle una paliza al autor y al editor. Por no hablar del exceso de seres… El relato sigue y la puntuación no deja de darme patadas en la boca. Mejorable, muy mejorable. ¿Qué decir de la historia? Sencilla. Punto. Detalle chorra: el nombre del título sale demasiado tarde, dejando ‘sin sentido’ casi medio cuento. Un 5.
  6. A Julio Cortazar sí que le conozco, aunque de él he leído muy poco. Esta ‘La isla a mediodía’ la desconocía. Tras leerlo puedo describir el cuento como delicioso… de no ser por el final tramposo y exagerado. La narración envuelve y arrastra. Tiene algunos defectos (repeticiones, seres, algunas mentes) pero en general se disfruta casi de cabo a rabo. Pena de ese párrafo final. Se lleva un muy merecido 9.
  7. Truman Capote. De nombre sí, de lecturas nada de nada. Y tras este ‘Un árbol de noche’ sé que debo leer más de él. El cuento, pese a carecer de frase gancho, cuenta con un bien inicio con descripciones ágiles y efectivas. Otro detalle tonto: o no lo he sabido ver bien o ¿me ha descrito una acondroplásica que estando sentada no llega al suelo pero sin embargo sí a apoyar los pies en el asiento de delante? ¿En serio? ¿Tan juntos están esos asientos? Bah, ni caso. Sigo leyendo y encuentro una prosa deliciosa, fresca y sugerente. Sí, hay varios seres y ese tipo de defectos, pero la fluidez y la agilidad de la manera de narrar hace que se olviden. Pero ¿qué narices es ese final? Por dios, ¿de qué va esto? Vaya manera de joderlo todo. Pese a ello se lleva un 9.
  8. Osvaldo Soriano (¿re—mande?) trae ‘Tribulaciones de un argentino en Los Ángeles’. Se trata de tres mini historias: dos de ellas anodinas y sin interés y sólo la tercera con un poco de gracia. Poca. Al menos están bien escritas. Por ello se llevan bien, aunque el conjunto se merece un 4.
  9. Nunca he leído nada de D. H. Lawrence, pero con este ‘Cosas’ no me incita a descubrir más de él. Haciendo caso omiso de los seres y mentes (joder, ¿en serio cuesta tanto evitarlos?), me recuerda algo al estilo de narrar de Stapledon. Pero a diferencia de con Olaf, aquí el interés por lo narrado decrece y decrece, hasta casi desear del todo al final (que se me hace previsible, cómodo y anodino). Un relato sobre todo para norteamericanos y poco más. Y un nuevo ejemplo de que el realismo me aburre sobremanera. Ale, un 4.
  10. Adolfo Bioy Casares. La trama celeste. Relato que parte del estilo de ‘manuscrito encontrado’. Como el otros casos de narración en primera, el estilo tosco se puede culpar al narrador, no al autor. Historia fantástica pero sin mucha gracia, que da la impresión de estar escrita por alguien que no tiene costumbre de abordar la ciencia ficción. 4.
  11. De José Luis Sampedro sé que murió hace poco, pero no en el ‘Báltico’. En el cuento hay algunas expresiones raras: ‘Hans se adormecía bajo la canción del largo y el aliento del mar libre’. ¿El largo? Me da que se trata de una simple errata: si pones ‘lago’ todo encaja. El estilo mezcla lo poético con imágenes interesantes, lo cual resulta muy agradable. Sin embargo luego uno se topa con secciones torpes repletas de adverbios inútiles. Estamos ante una historia sencilla pero efectiva, que me hace apuntar al autor para futuras lecturas. Le pongo un 8.
  12. De Jack London ya leí hace tiempo, y este ‘En un país lejano’ no defrauda. Los dos nombres de lo protas me llaman la atención: ¿Cuthfert? ¿No se parece mucho a cierto personaje de La Torre Oscura? La narración casi parece el guión de una novela, comprimido y acelerado. Sigo encontrando adverbios y seres que sobran, pero quedan apartados por una muy buena manera de introducir el Norte y lo salvaje. De hecho esos parajes y su clima de convierten en el auténtico protagonista del cuento. Me rindo ante el cuento, sobre todo comparado con la mayoría de los del libro, y le pongo otro 9.

La media me sale de un triste 6. Qué pena de esos cuatros…

Antes de acabar decir que en mi vida he participado sólo en un taller de escritura de relatos. Una de las normas base que decían rezaba más o menos que ‘de la primera depende que el lector siga leyendo o pase a otra cosa’. Pues bien, en general en todos estos cuentos no hay frase gancho. ¿Por qué? Me da que llegado un momento, alcanzado un estatus, un escritor pasa de esa norma. Sabe que le van a editar sí o sí, y lo descuida. Si no, no comprendo la insistencia del maestro y cómo no lo veo plasmado en estos cuentos. Además, en general, veo que los autores famosos de esta recopilación se pasan por los mismísimos los consejos que me dieron en ese taller. Olé.

Adiós.

Gabriel Bermúdez Castillo – Instantes estelares

Hola, culebras.

Segundo libro que leo de Gabriel Bermúdez Castillo. Primero cayó en mis manos El hombre estrella, lectura que me dejó muy frío. Quizá por eso este Instantes estelares lleva mucho, pero mucho, en la pila. Dado que de un tiempo a acá estoy dándole al relato (intentaré regresar a la novela en breve) decidí darle una segunda oportunidad al famoso autor español. Debo decir que empecé a leer este libro pensando que me iba a encontrar con un griHits o algo así, una recopilación de lo mejor del autor. Primer desengaño: el título sólo aduce a un juego de palabras del editor. Mal empezamos. Bueno, pese a ese engaño sigue tratándose de un autor aclamado. A ver qué me depara este libro.

Gabriel Bermúdez Castillo - Instantes estelares

Gabriel Bermúdez Castillo – Instantes estelares

Instantes estelares está constituido por tres novelas cortas. Corrijo: dos novelas cortas más un relato largo. Que no me vendan ‘Un mundo dura mil años’ como novela corta. Bueno, ¿qué me he encontrado?

  1. La primera historia se titula ‘Duerme, querido monstruo’ tras leerla se te queda cara rara. Algo no encaja en la redacción de la que hace gala Gabriel. Su forma de narrar se me hace blanda, demasiado muy formal y (lo que es peor) sin gancho. Quizá la palabra ‘aséptica’ encaja mejor que nada con lo que he sentido. En gran medida me recuerda a la manera de narrar de los autores de la edad dorada de la ciencia ficción, cuando había mucha más mojigatería. La historia está bien, aunque tampoco para tirar cohetes. Un lector de Juez Dredd seguro que le cogerá gusto a cierta sección. Por desgracia esto, más que narrado por Dredd da la impresión de que lo contara un repijo eloi. Vamos, que aunque se describan acontecimientos como la batalla o la a mi gusto inquietante e interesante arquitectura de los barrios bajos, Bermúdez fracasa con su palabrería pedante (por no decir ñoña) a la hora de engancharme. Hubiera hecho falta un lenguaje más directo, más mala baba. Y la obra está escrita en los novena, por dios. ¿Ese hombre no ha leído por ejemplo a King o Barker, como para impregnarse de un estilo más alejado de esa asepsia suya tan de inicios de siglo? Me duele, pero le pongo sólo un 6.
  2. Seguimos con ‘Un mundo dura mil años’. En este cuanto largo sucede casi lo mismo que con el cuento anterior. Sólo que en este caso, además, la historia no atrae nada de nada. A ver si lo consigo explicar lo que me ha pasado. Parece que estamos ante una especie de tour ciego. ¿Ciego? Sí, ciego. El autor se centra en describir la vida del protagonista y algo en sus amigos. Vale, hasta ahí bien. Pero… ¿y el resto? ¿y el mundo que le rodea? Joder, si se ve más el condenado restaurante que todo el resto del entorno. Y eso que de repente, sin haber siquiera vislumbrado nada de ese mundo, el autor nos suelta que deben irse de ese mundo porque está agotado, devastado. ¿Perdón? ¡Llevo medio relato y no se ha visto nada de eso por ningún lado! Vamos, que nos lo tenemos que creer. Así, a ciegas. De repente nos habla de la presunta huida de miles de millones de personas hacia un vergel porque ‘aquí están las cosas muy mal’. Coño, déjame de discursos televisados y muéstramelo, joder, que para eso eres el autor. Pero no. En ningún momento vemos ese planeta tan jodido. El pijazo del protagonista tiene su crisis de identidad, su momento de rebeldía, etc. pero ¿dónde cojones está ese mundo agonizante? En ningún condenado lado. Casi se describe más el nuevo mundo destino que ese tan chingo del que huyen. Tócate los cojones. Todo un acto de fe, una huida hacia delante a lo ciego. En serio: ¿cómo pretende el autor argumentar el desenlace sin haber mostrado nada de nada? ¿Debemos tener fe en sus palabras? ¿Se trata de un nuevo estilo de literatura, la narración ‘antidescriptiva’? Cuanto más escribo esta reseña más me cabreo y más ganas me dan de bajar la nota a este relato. Menos mal que me voy a obligar a mantener la que le puse en cuanto llegué a la última página. Otro detalle: no sé si considerar increíble o vergonzoso que este texto (este bodrio tramposo) acabara como finalista del premio Alberto Magno 1991. Vamos a ver: o ese año el nivel era muy malo (no me puedo imaginar al resto de participantes para que esto quedara como quedó), o… mejor no digo lo que se me ocurre, que supondría poner a bajar de un burro a los organizadores del certamen. Un 4, le pongo un 4 y porque me estoy conteniendo. Pedazo basura. Menos mal que era con diferencia la narración más corta. ¡Siguiente, por favor!
  3. Llegamos a ‘Un mundo sin dioses’ y seguimos con ese estilo narrativo aburrido y plano. Bostezo según leo. Lo juro. En esta historia parece que Bermúdez ha dicho eso de ‘¿y si aplico la Tercera Ley de Clarke y les pongo a todos estos cavernícolas la magia de la tecnología moderna?’. Pues dicho y hecho: vivamos cómo los pobres del Medievo se enfrentan a una tecnología kitsch. Parece saca de un relato de los años treinta, no de los noventa. Empiezo a dudar de que Bermúdez de verdad hubiera escrito esto a finales del siglo XX y no lo hubiera sacado del cajón de sus primeras obras, allá por antes de la Guerra Civil (sarcasmo). Al mismo tiempo que me venía al recuerdo la Tercera de Clarke me acosaba de Que no desciendan las tinieblas (L. Sprague de Camp), con su lucha por imponer a toda velocidad una tecnología anacrónica. Y en el tema de la tecnología mejor no hablar. Joder, ¿en serio que no se le ocurrió algo mejor que meter walkie talkies (sic)? O telegrafía por hilos, o informes en papel. ¡Informes en papel! Eso proviniendo de una civilización galáctica. Por dios, qué falta de miras. Que vives en los noventa, Bermúdez, como para seguir anclado en los talkies o las reglas de cálculo (porque sólo le ha faltado nombrarlas). Para más inri en esta novelita se acumulan las expresiones raras. En los dos relatos anteriores ya se notaba ese defecto, pero aquí el tema clama al cielo. Ese ‘trataron de acogerse a las murallas’… ¿Revisión de estilo? ¿Qué cojones es eso? Volcamos el archivo del autor tal cual y a tomar por saco. Qué pena. A veces da la impresión de que estamos ante un texto traducido (y traducido con torpeza) en vez de ante en lengua materna. Y mejor no fijarse en la manera de hablar de los personajes, porque te puedes poner a llorar: parecen sacados de novelas de fantasía heroica. Ale, que sí, que en ese mundo de un ¿futuro lejano? les ha dado por expresarse así. Lo medieval mola. Acepto barco como animal acuático. A tomar por saco. La historia fluye sin apenas giros de guión. Eso no estaría nada mal si al menos hubiera un mínimo sentido de la maravilla. Pero tampoco hay nada de eso. Además la premisa final del cuento no me cuadra nada: ¿hay suficiente abanico de objetivos como para que sea factible lo que dicen? Se me hace muy difícil verlo. Sólo la inercia me ha hecho de acabar el libro. Ale, un 5 y va que chuta.

Qué éxito, Gabriel. De nota media me sale un 5 raspado. Joder con los Instantes estelares. ¿Cómo serán los del agujero negro? Está visto que sigue sin atraerme nada Bermúdez. ¿Leeré alguna vez algo más de él? Me voy a callar, más que nada por eso de ‘este cura no es mi padre’.

Adiós.

PD: Shin Chan no está, Shin Chan ha desaparecido. ¿Dónde estás, Shin Chan? Me informan que has muerto en acto de servicio, en la garras de una bestia gruñona e incontrolable. Por ahora, y a la espera de un sucesor más idóneo, te he puesto un sustituto temporal salido de una tumba sin nombre.

James Tiptree Jr. – A diez mil años luz

Hola, culebras.

Nunca antes había leído nada de James Tiptree Jr., y eso lo puedo asegurar casi con un 100% de seguridad, incluso pese a mi pésima memoria. ¿Por qué? Pues por el estilo tan personal de este autor. Su manera de narrar los relatos de este A diez mil años luz se puede describir como elíptica y tangencial.

James Tiptree Jr - A diez mil años luz

James Tiptree Jr – A diez mil años luz

Narración elíptica, tangencial… ¿Qué cojones quiero decir con eso?

De entrada para saberlo invito a todos a leer la colección de relatos. Juro que no te dejarán indiferente. Pero para describir eso de ‘narración elíptica y tangencial’ voy a enrollarme un poco.

El estilo narrativo de Tiptree  se puede definir como trepidante, arrojado. Pero no como lo hiciera por ejemplo Moorcock, que pese a la acción nos describe con la justa riqueza los mundos por los que sus personajes viajan. No, en los textos de Tiptree  apenas hay descripciones ambientales o de contexto. A lo sumo nos encontramos con pequeños incisos en la narración que demasiadas veces dan más sombras que luces.

A ver: no se necesita que el autor nos dé un mundo mascado y regurgitado, casi a lo Tolkien, aunque a mí eso me guste y me demuestre el grado de compromiso del autor con su obra y con el universo que crea. Pero esto tampoco: pinceladas sueltas que dejan demasiado a la imaginación del lector. En un universo más o menos realista (o fantasiosos pero ya aceptado dentro de los cánones de la fantasía conocida) la carencia de descripciones o contexto no supondría problema alguno. En una novela ambientada en el s. XX no hace falta describir aspectos tecnológicos o sociopolíticos. Pero cuando los relatos están inmersos en escenarios fantasiosos muy alejados de ‘lo normal’ esa carencia de marco puede hacer que los hechos narrados resulten poco menos que incomprensibles.

El ejemplo más claro está en ‘Las puertas del hombre dicen hola’. ¿Cómo comprender ese mundo, con esos variopintos habitantes y ese sistema tan extraño sin poseer apenas descripciones del entorno? El lector acaba arrojado de un hecho extraño a otro, sin acabar de saber qué narices le está vapuleando. Pero este ejemplo tiene su contraejemplo: el magnífico ‘Os somos fieles, Terra, a nuestra manera’ usa la misma técnica, pero la extensión y riqueza de las situaciones y anécdotas llenan casi todos los huecos de las descripciones generando un relato (al menos en cuanto al fondo) casi perfecto, muy sólido.

Como ya he empezado a hablar de algunos de los cuentos, ¡entramos en harina! Los comentarios están anotados a medida que he ido leyendo los textos. Y sí, los he he ‘embellecido’ un poco a posteriori:

  1. ‘Y desperté aquí’. La palabra que define a este relato es ‘más’. El cuento necesita más, mucho más. No lo digo como un defecto sino en el sentido de que se atisba todo un universo en esas pocas páginas, y que nos quedamos con las ganas saber más de él. Creo que el relato hubiera ganado en riqueza, en jugosidad, duplicando su extensión. En definitiva, aportando más luz. MÁS. El relato describe un momento cotidiano de la vida de un reportero: no descubre la noticia que le hará famoso, ni nada similar, pero tampoco importa del todo. Por esa falta de palabras (insisto: me pide más) se lleva sólo un 8.
  2. ‘Las nieves se han fundido’. El relato sigue la premisa del anterior: muestra un momento concreto de la vida de la protagonista. Durante buena parte de la historia no se sabe de qué va el asunto: sólo acompañas a la protagonista en sus idas y venidas, en sus carreras (nunca mejor dicho) y empiezas a dudar de lo que ves gracias a algunos detalles y palabras concretas. Quizá las sucesivas carreras se llegan a hacer algo pesadas, pero entiendo que se necesitaban para dar la sensación de persecución prolongada. El relato cuenta con una forma más o menos cuidada, con imágenes cuidadas. Aunque al final te ves obligado a tirar de imaginación para entender lo que ha pasado porque tampoco explica del todo lo sucedido. ¿El lugar elegido para ambientar la historia? Supongo que tiene más de simbólico que otra cosa. Se lleva otro 8. La cosa promete.
  3. De ‘La apacibilidad de Vivyan’ voy a decir muy poco, o casi nada. ¿Por qué? Porque no me ha enganchado lo más mínimo. Le pongo un 3 y va que chuta.
  4. ‘Mamá vuelve a casa’. Según empieza ya casi me arranca los ojos: me encuentro con frases en las que entre el sujeto y el verbo hay una coma. Horrible. PECADO. ¡Penitenciagite! En este cuento la labor de edición y traducción empieza a hacer aguas. Hay párrafos que me tiran para atrás, de verdad. La historia por sí misma no está mal, graciosa con su toque al mismo tiempo feminista (reivindicando una sociedad matriarcal) y  machista (al final la figura del macho brutal y primitivo supone la salvación), pero ha envejecido muy mal. En mi caso no me dejado más que satisfecho a medias. Un 5.
  5. ‘Socorro’. La sospecha se confirma en un horror definitivo: no hay revisión alguna del texto. La mala puntuación, ese ente tan maltratado en general, es sólo la punta del iceberg. No sólo hay frases con los signos ortográficos mal colocados. En algunos casos incluso se adivina que el traductor se ha perdido por completo en lo que quiere decir el autor y no ha sabido captar el significado; en esos casos da la impresión de que se ha limitado a traducir de manera literal y ya está. Vamos, como a mí me pasó hace años, un ‘lost into the woods’. La historia se me ha hecho graciosa, poco más, llena de sinsentidos y con detalles tomados por los pelos. De nuevo un 5.
  6. ‘Sabio en el dolor’. Otro relato que está sin revisar. A eso hay que añadir el estilo —más caótico si cabe— de la autora. Si de por sí en ingles debe hacerse complicado pillarle el sentido a lo que se lee, si el texto queda embarrado con una traducción torpe y una edición que a veces no respeta no siquiera los saltos de párrafo el asunto ya se pone cuesta arriba. De resultas de todo ello la historia se me he hecho demasiado confusa, ya que obliga demasiado a intuir. Lo siento, pero un 4.
  7. ‘Os somos fieles, Terra, a nuestra manera’. Magnífico cuento. Dinámico, envolvente. Y eso usando el mismo estilo que en los relatos anteriores suponía un hándicap. Apenas hay explicaciones, pero la manera de encadenar comentarios y detalles suple esa carencia. La brusquedad con la que se arroja al lector a ese extraño mundo me ha recordado a El experimento Dosadi de Herbert. Cuento del todo recomendable, y que casi por sí solo justifica la compra del libro. Un 10 bien gordo.
  8. ‘Las puertas del hombre dicen hola’. Relato al que me ha resultado imposible cogerle la gracia. Eso en cuanto al fondo, que la forma… Por dios. Si es que incluso los guiones que marcan incisos de los diálogos están todos mal colocados, confundiendo lo que dice el interlocutor con lo que acota el autor. De nuevo se nota a gritos que hace falta una revisión del texto. Nada, nada. Un 4 y creo que me muestro magnánimo.
  9. ‘El hombre que volvió’. A este relato le quitaría el inicio y el final, ya que se me hacen demasiado confusos (vamos, que no los he llegado a entender bien). Salvando eso tenemos una historia que te obliga a leer, un cuento casi redondo. Pero…. Sí, hay un pero: tiene una influencia muy clara de Cántico por Leibowitz de Miller, lo que lo desluce un poco. Pese a ello se disfruta y se merece un 8.
  10. ‘Una eternidad en la Bahía de Hudson’. Otro relato que no me ha enganchado nada. Vamos, que por mí se podían haber quedado en Hudson y no salir de ahí. Se lleva un 4.
  11. ‘Te estaré esperando cuando la piscina esté vacía’. Relato jachondo que me recuerda algo a las historias de Lafferty pero con un detalle malo, muy malo: se limita a avanzar, avanzar y avanzar, hasta que se desinfla sin un giro que deje al lector descolocado. Vamos que no hay gancho final. Como detalle chorra decir que no he pillado por ninguna parte la referencia al título. Le pongo un 5 y ya.
  12. ‘Soy demasiado grande, pero me encanta jugar’. Joder con la edición. La puta edición. Ahora voy y me encuentro dos puntos dentro de dos puntos. Y —mente, —mente, —mente. En general en todos los relatos hay una sobreabundancia de —mentes, pero en este caso me ha costado seguir leyendo. Eso en cuanto a la forma deforme. En cuanto al fondo, este relato de nuevo tiene de nuevo unas secciones de inicio y de final que se hacen demasiado confusas. ¿Habla la víctima de la ‘transformación’? El estilo tangencial de escritura ‘marca de la casa’ a veces se hace demasiado… tangencial, haciendo que no se vea del todo bien lo que se pretende mostrar. Pese a todo la historia (ese alegato final) no está nada mal. Pero no puedo evitar recordar la forma horrible en la que está envuelto. ¿El autor tiene la culpa o el traidor del traductor y su compinche editor? Y yo voy y pese a ello le pongo un 6.
  13. ‘Nacimiento de un viajante’. Historia que de entrada se me hace muy semejante —demasiado—a ‘Os somos fieles, Terra, a nuestra manera’. Semejante pero más ‘vacía’. Parece una versión primeriza del mismo cuento. No está mal, pero queda ensombrecida si la comparas. Un 7.
  14. ‘Madre en el cielo con diamantes’. Llegas a cierta frase en concreto sacada de una canción de los Beatles (es un decir) y se te atraganta el cuento. Piensas: no, por favor, no. Y luego es que sí. Malo, muy malo, cuando el título de un cuento adelanta su final. Aquí el autor mantiene el recurso de ‘todo comprimido’, sólo que en este caso me ha dado la impresión más que nunca da la impresión de que parece querer ahorrar palabras. Me parece que hay una excesiva falta de descripciones de ambiente y  de contexto. Odio las tijeras que llevan a este tipo de textos, cercenados. Venga, le pongo un 6 y ya.
  15. ‘Súbenos a casa’. Scotty, beam me up! El relato quizá le guste a un fan de Star Trek. En mi caso  durante gran parte del mismo me sentí como si leyera Juan Raro en plan descafeinado (muy descafeinado). De nuevo no logré conectar con el texto, y la escena final me dejó muy frío, sobre todo por lo forzado. No se trata de un texto de Matheson como para sacarse de la chistera ese grajo. Acabamos con un 4.

Haciendo la media me sale un 5,8. Una pena esa nota tan baja. Las luces (ese soberbio ‘Os somos fieles, Terra, a nuestra manera’) han acabado casi devoradas por las sombras. Pese a ello la manera de narrar del autor me parece muy interesante y en ocasiones brillante. Habrá que conseguir más…

Un saludo.

Pd: para los que no lo sepan, el autor (Jaime) tenía tetas.

R. A. Lafferty – 900 abuelas

Hola, culebras.

Ni sé cuántos años lleva este libro de 900 abuelas en La Pila. Pero me dicen que veinte años y seguro que no me equivoco, al menos no mucho. ¿Por qué tanto tiempo sin leerlo? La razón ya queda algo difusa debido a mi mala memoria, pero creo que se debe más que nada a que cuando participaba en la lista de correo Cienciaficción hubo varios comentarios en contra de R. A. Lafferty. A estas alturas no puedo recordar bien lo que decían, pero la impresión de ‘libros raros sólo aptos para gente rara’ la tengo asociada a los cuentos de Lafferty desde entonces. Algo similar recuerdo que me dijeron de Radix, como que se trataba de un truño… y luego resultó una lectura de lo más entretenida.

Pero ahora que vuelvo a darle al relato corto consideré que había llegado la hora de darle una oportunidad a Lafferty. De él tengo 900 abuelas, Los seis dedos del tiempo y Las salomas del espacio, con lo que si no me confundo cuento con buena parte de su obra. Por ahora he optado por empezar por 900 abuelas, y dejos los otros para más adelante, más que nada pendiente de ver cómo me sale este recopilatorio.

R. A. Lafferty - 900 abuelas

R. A. Lafferty – 900 abuelas

Pero es que ya sé cómo ha resultado. ¿Alguien quiere descubrirlo conmigo? Ahí voy:

  1. El cuento ‘900 abuelas’ arranca con un pequeño sopapo en la cara en forma de traducción muy hispanoamericana. No recuerdo haber leído la palabra ‘promisorio’ en toda mi vida. Pues aquí hay varias, y como quien dice, según se empieza el cuento. Además me encuentro con una mayúscula que luego se convierte en minúscula, dejándome claro que la edición hubiera requerido un poco más de galeradas. A lo largo del libro eso defectos (sobre todo los palabros y giros a mi gusto demasiado ¿argentinos?) se suceden, con lo cual tengo que apechugar: ese mundo de español no peninsular existe, y si me ha tocado un libro editado para ellos me aguanto y sigo. Pero debo seguir hablando del cuento ‘900 abuelas’. Pese a esos ‘defectos’ que acabo descubrir el relato este tiene más gancho —de hecho mucho más— que la novela que he leído. De hecho sólo lo puedo definir como auténtica maravilla condensada, una lectura 100% recomendable. Y se lleva unos de esos muy escasos 10 que suelo poner. Creo que eso ya dice mucho de la impresión que me ha causado.
  2. Seguimos con ‘La tierra de los grandes caballos’. Sencillamente soberbio. Pedazo de cuento, sí señor. Pese a ello no se lleva un 10 como el anterior: posee deslices de la traducción —a mi gusto muy mejorable— y lo peor, un interludio quizá demasiado largo y demasiado centrado en los USA. Pese a ello puedo decir que es un relato casi perfecto. Junto a ‘900 abuelas’ hace que me deba descubrir ante el inicio de libro. La nota: un 9.
  3. De la luz a la sombra, eso sucede con ‘Ginny envuelta en el sol’. Aquí ya se sufre la traducción, se la sufre mucho. A eso hay que añadir que los diálogos empiezan a bailar debido a la mala maquetación. El relato en sí se hace demasiado difuso a mi gusto, sin un objetivo definido y lleno de digresiones casi sin sentido. El comportamiento exagerado de los personajes no ayuda nada. Todo ello supone un 4.
  4. En ‘Toda la gente’, para mi sorpresa, me topo con un loismo: ‘el general lo estaba esperando’. Un segundo: no, uno no, sino más. ¿Hay loismo en Argentina? Pese a ello el relato se hace simpático. Da las pistas justas de lo que va a suceder, y el final sorprende pero al mismo tiempo está argumentado. Se lleva un 7.
  5. Leyendo ‘La educación primaria de los camiroi’ uno ya empieza a tener claro la razón de que Lafferty sea odiado o amado: basa buena parte de sus textos en el absurdo. Con esa premisa construye historias como esta, usando ladrillos exagerados al mismo tiempo que y ridículos. De resultas admito que se me hace difícil calificar el texto. Pese a ello me esfuerzo y le pongo un dudoso 6.
  6. Con ‘Lenta noche de un martes’ seguimos leyendo un relato de ‘exageración imposible’. Pese a ello, y de manera sorprendente, el cuento parece un muy buen retrato de ciertos comportamientos actuales. Ese sentido de urgencia ridícula, de la valoración de lo efímero y apenas elaborado me hace pensar demasiado en lo que ahora prima en demasiados aspectos de la vida. Escribo esto a finales de 2016; el cuento es de abril de 1965. En definitiva, un texto divertido y ridículo que se merece un 6.
  7. En ‘Resoplón’ ya me encuentro con un detalle de incoherencia del propio autor. En un momento dado dice que los protagonistas llevan pocas horas en el planeta; sin embargo la manera describir lo que han vivido deja bastante claro que llevan allí mucho más; y para crear la incoherencia unas páginas más adelante dice que llevan semanas. Un poco confuso todo, sí señor. El cuento a medida que avanza me recuerda mucho a ‘Padre’ de Farmer. Al final se puede decir que resulta entretenido pero quizá demasiado largo. Ale, un 5.
  8. En ‘Así frustramos a Carlomagno’ me sorprende encontrar una referencia a la ‘graffiti‘: el relato es de 1969, y yo creía que ese concepto de arte urbano era posterior. En el cuento me ha gustado el uso de la paradoja. Por desgracia la narración misma le revienta al lector el final por culpa de una pista descomunal, que hace del fin algo torpe. Pese a ello le pongo 7.
  9. ‘El nombre de la serpiente’. Relato divertido pero que tiene el mismo problema que el anterior: llegado a cierto punto crees que sabes cómo va a acabar (jodido objeto metido de repente), y en efecto acaba así. Pero pese a ello las desventuras del cura se hacen lo bastante entretenidas como para un 6.
  10. Al leer ‘Uno cada vez’ no me queda claro lo que he disfrutado. ¿Un cuento, una fábula, una leyenda? ¿O quizá un esperpento? De una manera u otra el relato resulta muy entretenido, poético y dotado de una extraña atmósfera que hace que se disfrute de cabo a rabo. Vamos, un 8.
  11. En ‘Tiempo de visitas’, y de nuevo a través del absurdo, se estudia el fenómeno tan actual de la superpoblación. Eso y la traducción cristiana de tener más y más hijos, algo de lo que se rieron de manera magistral los Monty Phyton. El autor juega con la distorsión del espacio para exacerbar el sentimiento de agobio y claustrofobia, pero si no hubiera recurrido a ella (si hubiera decido mantenerse en el realismo) el texto hubiera ganado contundencia. Al estilo de Lafferty tenemos un Todos sobre Zanzibar salvaje y en apenas diez páginas. También me ha recordado, sobre todo en el tono de los visitantes, a Los Humanoides de Williamson: la fatalidad revestida de ayuda amable. Otro 8, ale.
  12. La recopilación acaba con ‘¿Cómo se llama esta ciudad?’ El relato resultaría gracioso de no tener tantas (demasiadas) semejanzas con ‘Así frustramos a Carlomagno’. Eso hace que se quede con un 6.

La nota final sube hasta un muy digno 6,83 y una sensación de haber descubierto un pequeño genio que con su manera de usar el absurdo le da a la literatura un algo especial y ¿único?.

Adiós.

Richard Matheson – Pesadilla a 20.000 pies

Hola, culebras.

Tras mucho, pero mucho tiempo sin leer a Matheson regreso con esta recopilación de  cuentos entre los que se encuentra el famosísimo que da el título al volumen: Pesadilla a 20.000 pies. También se da el caso de que llevo muchas novelas seguidas, y una ración de cuento siempre viene bien para desentumecerse. Por supuesto, hacerlo con Matheson casi equivale a hacerlo con calidad.

Richard Matheson - Pesadilla a 20000 pies

Richard Matheson – Pesadilla a 20000 pies

Pero, ¿de verdad he encontrado calidad en esta recopilación? Vamos a ello:

  1. ‘Pesadilla a 20.000 pies’. ¿Qué decir de este cuento inmortalizado en película? Se diría que ronda la perfección, creando una tensión poco menos que absoluta. Además, para acabar de dejar lector sumido en la duda, posee un final muy abierto. ¿Estamos ante algo que de verdad ha sucedido o todo se limita a una fantasía del protagonista? La nota: 10.
  2. ‘Vestido de seda blanco’. Segunda vez que leo este relato. En su momento, hace cosa de quince años, le puse un 10. Ahora debo rebajarlo a un 9. Pese al buen ritmo y mejor forma queda me demasiado difuso el cómo la abuela esperaba/temía que ocurriera algo así. Lo veo un pelín tramposo, lo que no quita que su manera expresar el punto de vista de la niña me parezca magistral.
  3. ‘Hijo de sangre’. Este se lleva otro 10. El cuento engaña al lector en toda su extensión llevándole: cree que la narración le lleva a un final concreto (que no por patético hubiera resultado menos  contundente); sin embargo, ese mazazo final…
  4. ‘A través de los canales’. Casi se diría que es el ‘típico’ relato ochentero que presenta una situación inexplicable y que no ahonda en ella, salvo el horror que desencadena. Pero es que no hablamos de un relato de los ochenta, sino de uno mucho anterior. El uso del diálogo como base del relato hace que éste carezca de definición, de detalle, lo que lo vuelve a mi gusto quizá demasiado superficial. Le pongo un 7.
  5. ‘Guerra de brujas’. Seguimos el esquema de relato con toque irracional, como el anterior: basado en las sensaciones y las escenas muy visuales. Pero todo ello sin ninguna explicación de por qué ocurre lo que ocurre. Chirría cómo de repente se usa el tiempo pretérito, cuando a lo largo de buena parte del relato se ha usado el presente: si hubiera mantenido el tiempo presente el relato hubiera mejorado el resultado global. El golpe final se me hace forzado, artificial; creo que un toque de comentario intrascendente hubiera resultado mejor. Al final se lleva un 7.
  6. ‘Una casa enloquecida’. En este cuento que claro, clarísimo, porque King se hace cargo del prólogo: estamos ante un antecedente de su estilo. Este cuento lo hubiera podido firmar (un un 400% más de palabras) el de Maine. Personaje, relación, drama personal y materialización de ‘la impronta’: recursos que King usa en muchas de sus obras. Con todo ello se lleva un 8.
  7. ‘El número de la desaparición’. Nuevo texto basado en lo irracional. Un cuento bien narrado, con ritmo y agobiante, pero que con ese inicio queda sin la menor intriga. Le otorgo un 6.
  8. ‘Legión de conspiradores’. Tensión bien llevada, pero con una resolución demasiado sencilla (casi ser diría que usa la salida más fácil), sin la menor sorpresa. Una pena, y un 6.
  9. ‘Llamada de larga distancia’. Otra vez un cuento irracional. De nuevo se teje muy bien un ambiente de tensión (King debió estudiar estos textos). Pero por desgracia el final se me hace tramposo: el cambio de carácter semántico en la voz se me hace demasiado brusco, y por tanto incoherente e increíble. Si el interlocutor tiene unas dotes concretas de comunicación a lo largo de todo el cuento no se las cambies así porque así en los últimos párrafos. Vamos, que le pongo un 6.
  10. ‘La casa Slaughter’. Primera anotación que hago de forma: en este cuento los modales del tipo —mente empiezan a repetirse de una manera agobiante y mucho más sobrecogedora que la presencia de la propia historia. Además leyendo este cuento veo que ya no me trago bien las historias de fantasmas: se me hacen aburridas y monótonas. (Inciso: tengo por lo menos un volumen de esa temática en La Pila. Me da que el libro seguirla allí durante unos cuantos años más, hasta que crea que puede volverme a gustar esa temática). La historia tiene cierto toque final a lo pulp (o al menos a lo Lovecraft) en cuanto a la manera de cerrarse que me hace pensar en pastiche, algo que tampoco sirve para levantar la nota final: un 5.
  11. ‘Paja húmeda’. Tras los fantasmillas (espectral pero en cierta medida ‘sistemático’) regresamos a lo irracional. El relato, sin estar mal (intenta darle una pincelada de fondo al protagonista), se queda en poco, un mero apunte. A todas luces necesita más palabras. Le pongo un 6.
  12. ‘El baile de los muertos’. 8. Lo que más me gusta de este cuento es cómo se organiza en torno a una escena trivial, una aventura de adolescentes. Esa travesura, sin embrago, transcurre inmersa en un mundo donde ha ocurrido algo gravísimo. El autor recurre a la manera fácil al mismo tiempo que arriesgada (por lo que supone de ruptura del ritmo de narración) de tratar de dar pinceladas de ese mundo a base de notas tipo diccionario. Además ese recurso podría tentar al autor a volcar demasiado texto sobre la notas dejando huérfana la narración pura y dura. Pero el formato diccionario (frente al enciclopédico) evita eso. De tal manera sólo al final, y de manera bastante tangencial y acertada,  se entiende lo que ha pasado en ese escenario. Y sólo se adivina en parte. Se lleva un 8.
  13. ‘Los hijos de Noah’. De nuevo tenemos un relato que parece sacado de Twilight Zone. Quizá le faltan palabras para tejer bien el escenario, que a veces parece demasiado desnudo. Pese a ello muy buen relato. Se lleva, y parece que me repito, un 8.
  14. ‘El hombre de las fiestas’. Esto más que un cuento parece bien esbozo: algo en plan ‘las notas que encontraron entre los papeles del wáter de Matheson’. O que el relato se preparó para un taller que sólo aceptaba cuentos con un número muy limitado de palabras. Vamos, que el texto ganaría mucho su lo hubiera ampliado. Ampliado o quizá repensado. Aunque si se lo hubiera quedado en su cajón no se hubiera perdido nada. Se lleva un 4.
  15. ‘Viejos territorios’. Bueno, me gusta ver que Matheson es humano y tiene sus propias cagadas. Este cuento pertenece a ellas. ¿Cómo decirlo? Estamos ante un relato tonto. Pero muy tonto. Bien llevado el su 90%, pero se va al garete con ese final tan TONTO. En serio: si no tienes un buen cierre de cuento piénsate mucho si debes entregarlo. Si no te puede encontrar con algo tan tonto como esto. Una pena. De nuevo un 4.
  16. ‘El distribuidor’. Y casi para llevarme la contraria me mete tras ‘Viejos territorios’ este cuento. Todo un ejemplo de historia, milimétrica, aplastante, pero con un final malo (o regular) y que sin embargo no te deja mal sabor de boca. Se trata de un relato para leer con papel y lápiz al lado, anotando nombres, direcciones, fechas y sucesos. Incluso si lo leéis sin ello, como yo he hecho, se disfruta. Y se disfruta mucho: da gusto leer cómo se desarrolla esa maldad sin más objetivo que ella. Pena que tenga una resolución así de brusca. Pese a todo le pongo un 9. Al menos no es tonto.
  17. ‘Grillos’. Esta es la segunda vez que leo este cuento: la primera no me hizo gracia, llegando a pensar que estaba ante un texto menor. Ahora no entiendo por qué o cómo llegué a esa idea. Supongo que lo leí de regreso a casa, en el metro y medio dormido, medio agotado del trabajo. Pero hoy lo he leído con calma y bien despierto, y las cosas han cambiado de blanco a negro. Así que con todo orgullo rectifico: estamos ante muy buena historia, con un final de mazazo. Vamos, que le pongo 9.
  18. ‘Primer aniversario’. Aquí tenemos un cuento no sólo basado en lo inexplicable, sino poco menos que en lo tramposo. Vemos cómo se produce la ‘descomposición’, pero ésta no desemboca en una resolución no lógica, sino ni siquiera en algo que se haya medio dejado entrever antes. Al contrario, de repente el autor se saca de la manga algo del todo tangente a lo narrado antes. Da la impresión de que no ha sabido argumentar una causa para el proceso (y mira que la suspensión de incredulidad da para mucho, pero mucho) y se lo quita de encima como puede. Pese a ello, no está nada mal la manera tan velada de no describir y sin embargo jugar con el horror. Pero eso, a mi entender hubiera hecho falta un poco más de implicación, de exprimirse las meninges para crear algo tangible y un poco lógico. Sin ello el relato se convierte en un ‘aceptamos barco como animal acuático’  demasiado forzoso. En definitiva, lo malo equilibra a lo bueno y se lleva un 5.
  19. ‘El semblante de Julie’. Nos acercamos al final. Y como se tratara de una sucesión de acontecimientos, a este relato le pasa lo mismito que al anterior. Además, al colocarlos juntos acrecienta el mal sabor de boca. De nuevo un 5.
  20. ‘Presa’. Pero, gracias a Azathoth, en el final la colección remonta. Nos encontramos ante un relato que más que típico se podría describir como arquetípico. Cómo mostrar la persecución de una manera implacable, irracional y fría. Durante gran parte del cuento no he podido evitar pensar en las películas de Puppet Master; aunque claro, este cuento es muy anterior a ellas. Magnífica tensión, magnífica resolución (aunque yo había apostado por una más ‘a plazo lento’: según leía se me ocurría que lo iba a acabar con un caso de posesión que acababa en mutación. Algo en plan ‘pasados unos días empezó a notar cierto endurecimiento en su piel y músculos, como si se volvieran de madera. Además empezó a evitar acercarse al oro’. Pero yo soy yo y Matheson es él mismo). Un relato para recordar y que sin duda ha servido de inspiración. Así que acabamos con un nuevo 10.

Resultado final: 7,10.

Ahora hablaré un poco (muy poco) del estilo. Hay que decir que la sencillez del lenguaje —llano y directo— a veces resulta excesiva. Me refiero a que usar un lenguaje simple no tiene porqué implicar descuidado, como por ejemplo la sobre abundancia por momentos de los —mente y de los verbos comodín. Eso me hace pensar que escribía o para ‘el vulgo’ (sabiendo que le editaban para lectura rápida y no exigente) o bien que le daba igual y sabía que nadie le exigiría cuidar ese aspecto de los cuentos. Además, en contra del ‘algoritmo estándar de creación de relatos cortos’, muchos de de estos cuentos no empiezan con una frase gancho. ¿Ejemplo de que el nombre ya iba por delante y se le publicaba sin seguir la norma de exigencia para otros autores?

Acerca de eso de publicar microcuentos (porque en esa categoría entra un buen puñado de los incluidos en el libro), no puedo por menos que habla de mi país. Si en España hubiera alguien como Matheson y pretendiese editar estos cuentos se encontraría con las puertas cerradas a la mayoría de las editoriales. ‘Perdón, pero sólo aceptamos novela’, el epitafio que  en este país la edición le dedica a la creación breve. Guay, editores. Guay.

Sin duda se trata de una serie de cuentos que han marcado escuela, imitado y homenajeados.  Por ello muchos de ellos seguro que ‘te suenan’. Un libro de obligada lectura para todo amante del terror y lo fantástico.

Bueno, el siguiente libro, por cuestión de infraestructura y logística, también será bolsillo. A ver qué tengo por ahí que no abulte mucho.

Adiós.

Sprague de Camp y Lin Carter- Conan de Aquilonia

Hola, ofidios.

Tras el último libro, lleno de descripciones y detalles, he optado por una lectura ligerita. Y en eso se suele llevar el gato al agua los libritos que tengo de Conan. En esta ocasión se trata de Conan de Aquilonia, que tiene en la portada el engañoso autor de Robert E. Howard. Porque no, los textos son de de Camp y de Carter.

Robert E. Howard - Conan de Aquilonia

Robert E. Howard – Conan de Aquilonia

Los autores usan un estilo casi mimético con el de Howard. Ello hace que de la lectura suponga un regreso a los sabores de los textos pulp de los años 30, aunque hay que aclarar que los cuentos vieron la luz (por entregas) en la primera mitad de los años 70. Pulp redivivo en todo su poder.

Como me esperaba, se trata de una lectura muy rápida. De tan ligera a veces parece insustancial. En eso tiene bastante que ver el que las descripciones se vuelven reiterativas, casi calcos unas de otras, entrando dentro del tópico fácil. Un ejemplo claro de ello lo tenemos en la manera de mostrar a Conan: se repite casi palabra por palabra en las cuatro historias. Eso tiene un pase al tener en cuenta que los cuentos aparecieron por separado, lo que implica que pueden llegar a lectores que no sepan de qué va todo el rollo este del bárbaro envejecido. Pero aun así, las descripciones podrían haber variado un poco más y no tirar del copia y pega versión setentera. Siguiendo el estilo antiguo, se usa y abusa de los epítetos. Se utilizan tanto que llegan a hacerse algo pesados. En general el estilo resulta simple y sin la menor floritura.

Hablando de los cuentos, llegan a poseer cierto aire de pastiche; no tengo claro si los autores buscaban eso o les salió sin querer. Las historias entretienen, como no se podía esperar menos de Conan, pero en ocasiones todo parece demasiado encorsetado (la aparición de cierta joya poderosa, por ejemplo, o una espada de la que se olvida uno del todo hasta que justo se usa y ¡albricias!).

Como detalles tontos, decir que en demasiadas ocasiones el título de un capítulo me ha chirriado. Muchos de ellos están agarrados por los pelos, arañados de algún detalle ínfimo y puesto ahí, en negrita destacada, con el simple objetivo de atraer al lector y hacerle leer más.

En definitiva, de Camp y Carter se limitaron a tomarle el relevo a Howard y conseguir un texto lo bastante digno como para que se leyera con gusto, sin caer en la basura que perpetró cierto innombrable. Como nota le pongo un 6. Y a ver con qué me pongo ahora.

Adiós.

Philip José Farmer – Relaciones extrañas

Hola, ofidios.

Pues sigo esquivando lo de leer eZcritos, mira por dónde. Y es que ¿por qué gastar el tiempo en esos posibles engendros si tengo más cosas bonitas por leer? Como por ejemplo este Relaciones extrañas de Philip José Farmer.

Conocí a Farmer con A vuestros cuerpos dispersos hace… puf, hace mucho (que todavía no me afeitaba, vamos). Y debo decir a las claras que su descubrimiento me dejó casi en estado de shock. Devoré la saga entera, maravillado no sólo por el escenario sino también por los personajes y la sociedad que mostraba. Debo aclarar que tenía la saga entera gracias a los saldos de Ultramar y a mi manera de comprar libros de manera compulsiva: esa obsesión por conseguir libros la sufro desde que me empezaron a dar una paga semanal, algo que ha acabado creando mi pequeña montaña de libros.

Que me disperso.

Antes de ponerme a leer algún tezto de dudosa calidad me acordé de este librito. No tengo Los amantes, pero en esta compilación había alguno de los cuentos que hizo famoso a Farmer. Así que, ¿qué mejor manera de pasar el tiempo que volver a disfrutar de la pluma de este irreverente?

Philip José Farmer - Relaciones extrañas

Philip José Farmer – Relaciones extrañas

Por desgracia al poco de abrir el volumen me encontré con un problema (para mí) bastante serio: se trataba de una edición argentina. Pero argentina escrita en argentino. En español argentina. Boludo y todo eso. Eso me hizo enfrentarme a frases como ‘Sus lucubraciones fueron interrumpidas en forma violenta’ y otras incluso más extrañas. No estoy seguro de si siquiera un argentino puede considerarlas bien construidas, pero sin duda a mí se me hacían cuesta arriba. Por desgracia me encontré otra vez tratando de adivinar lo que había intentado decir el autor. Nada bueno, vamos.

Pero aun así intenté seguir: los relatos incluidos bien que merecían el esfuerzo. Y a ellos voy:

  1. ‘Madre’. Me sorprende este relato. A día de hoy resultaría simplón, casi inocente, pero me deja claro indica lo mal que estaba el tema de la moralidad y el puritanismo en aquella época. Como ya se verá en el resto de relatos, Farmer mezcla en Madre los aspectos cuidados de la cifi pseudo dura (describe procesos biológicos con aparente lógica) con los del más alocado space opera (ale, a ir de planeta en planeta como si se va de Móstoles a Mataró. Caminemos sin escafandras, sin análisis de aire o microrganismos. ¡A pecho descubierto!). Por no hablar de que se me hace demasiado fantasiosa la facilidad para entablar contacto (y diálogo fluido) entre dos inteligencias tan diferentes. Coño, que según esto Sagan se podría haber ahorrado Contacto: total, un poco de maña y cualquiera se comunica con una forma de vida tan extraña como Madre. Saltando esos defectos queda un relato agradable, por no decir interesante, que se lleva un 7.
  2. ‘Hija’. En la introducción del libro (demasiado a lo Barceló a mi gusto) hablan de este relato como algo menor en comparación con ‘Madre’. Y sí, posee ese aire socarrón, entrando casi dentro de lo que se podría considerar pastiche. Pero profundiza en detalles que complementan a ‘Madre’, poco menos que obligando a una lectura conjunta. Como el anterior cuento, posee un desarrollo muy interesante de la biología extraterrestre, aunque con un pero enorme: una inteligencia como la descrita debería tener un mayor conocimiento de su entorno, algo que parece que no posee. ¿Usó esa carencia para reforzar el carácter moralizante? El miedo a lo desconocido se convierte en un factor clave en el texto, y la manera de superarlo en un ejemplo a seguir. ¿Que tiene bastante de fábula? Pues sí. ¿Que se parece a los tres cerditos? ¿Y? A mí me mola la manera en que se llega al ‘soplaré, soplaré y tu chabolo derribaré’, cómo sucede y cómo lo resuelve el cerdito albañil. Le pongo un 7… no, mejor un 8.
  3. ‘Padre’. En este cuento el libro empieza a decaer. De entrada el tratamiento del viaje especial es demasiado cercano a mi gusto a la space opera. De nuevo tenemos esa dualidad algo irritante: seriedad y buena elucubración en cuanto a la biología y, por el contrario, un tratamiento infantiloide del viaje estelar, de los procedimientos de seguridad y de exploración… casi parece que los protagonistas de ese pestiño llamado Prometheus hubieran leído este relato a modo de manual de cómo actuar. Algunos detalles que no aportan anda y en cambio sólo sirven para molestar. El ejemplo más clamoroso lo tenemos cuando describe la distribución continental del planeta: dice que sólo posee una masa continental en el hemisferio norte, estando el resto de él cubierto de agua. Sin embargo también dice que el clima es suave, algo imposible debido a los diferenciales térmicos que generaría esa distribución de tierra/agua. Vamos, que si no dice ese detalle aquí paz y después gloria. Otro detalle de pura coña: el fundador de la orden religiosa se llama Jairus Cbwaka. Cbwaka. Cambia la ‘b’ por un ‘he’ y a lo mejor te recuerda alguien. No voy a decir más de esa chorradilla. Seguimos con los detalles: al profundizar en la biología de Padre y de su mundo se mete en un enredo de muy señor mío. El diablo está en lo detalles, y aquí Farmer ha acabado en el puro infierno. La verborrea pseudocientífica mal metida no sólo no ayuda, sino que hunde el texto. Entre la concatenación de incoherencias y palabros, si pretendía que el texto tuviera cierto aire de Cifi dura la verdad es que ha acabado pareciendo el texto un guion de serie B. No voy a hablar mucho más, salvo que ese final con ciertas semejanzas a El Monje (M. Lewis) no me acabó de convencer. De hecho todo el rollo religioso no me lo creí jamás. Al final se lleva un justito 5.
  4. ‘Hijo’. De un relato presuntuoso y fallido llegamos a uno más humilde y sin embargo efectivo. Sí, la descripción de Keet podría ser más completa, pero eso rompería con identificación entre narrador y el prisionero. El relato resulta un texto simple, tradicional y efectivo que se merece un 6.
  5. ‘Hermano de mi hermana’ regresa a las pretensiones de pseudorrealismo de ‘Madre’, ‘Hija’ o ‘Padre’, pero sin caer en los defectos de este último. No tenemos un Marte de Burroughs, pero tampoco uno de Robinson. Leyéndolo me vino a la cabeza Una odisea marciana de Stanley G. Weinbaum; hace años que no leo ese cuento y creo que sería un buen momento para recuperarlo. A lo que iba: en ‘Hermano de mi hermana’ Farmer recupera el tono y nos muestra cómo la biología puede generar problemas en las relaciones entre especies tan distintas como las protagonistas… y pese a todo haber momentos de erotismo –por decirlo de alguna manera– ‘extraño’. Texto interesante, tanto por la visión de Marte y sus habitantes como por la del resto de entidades biológicas. Le pongo un 7.

Y haciendo una media me sale un 6’5. Por el c…

Adiós.

Gabriel García Márquez – El coronel no tiene quien le escriba

Hola, culebrillas.

Lo que dije el otro día: tras LTO debía leer o cifi dura o algo en español. Al encontrar este micro libro dando vueltas por casa me lo dejó muy claro, así que me adentré por segunda vez en la obra de Gabo. A por El coronel no tiene quien le escriba.

Nota inicial: me ha llamado la atención que dos historias que leo de Gabo, dos historias que empiezan con un entierro. Casualidad, supongo. Aunque tengo pendiente la lectura de Cien años de soledad. ¿Cómo empezará? ¿Otro entierro?

Para empezar he de decir que da gusto leer algo no traducido, tener la certeza de que el traductor no ha jodido el texto original. Aquí lo que se lee es lo que el autor quiso decir, y punto. Y Gabo habla de una manera hermosa, sí señor.


La forma de esta novela corta/cuento largo supone toda una delicia en comparación a textos como los que he leído en estos últimos meses: no, King no destaca como autor ‘de estilo’, la verdad. Allí donde el de Maine muchas veces (quizá demasiadas) cuenta, el señor Gabo muestra. Además lo hace soltando de vez en cuando auténticas perlas, como cuando describe la forma en que el relámpago y el trueno irrumpen en el dormitorio de la pareja. Una auténtica delicia, un párrafo para enmarcar y del que aprender.

Pero por supuesto Gabo también tiene sus peros: que de vez en cuando se le va la –mente; otras veces se le van las palabras y, al intentar crear algo bello, acaba volviéndose confuso. El uso de la elipsis, quizá exagerado, no ayuda en ese aspecto… aunque a base de sacar deducciones y darle la vuelta a lo leído todo queda más o menos claro. Incluso lo imposible.

Lo imposible.

Sí, en este cuento rural y deprimente también tiene cabida lo imposible, lo irracional. Lo hace en forma de las cartas clandestinas de Agustín. Ese detalle al principio desconcierta, pero cuando la situación se repite uno se rinde a la evidencia: está ante una muestra de eso llamado realismo mágico que Gabo desarrolló. Por desgracia nunca se sabe nada más de ellas: las cartas existen, tienen suficiente peso/realidad como para que la policía detenga a sus poseedores, y punto.

Más allá de ese detalle de fantasía, una simple pincelada, El coronel no tiene quien le escriba se encuadra en lo costumbrista y duro. La historia narra la miseria y la desesperación de una pareja anciana y paupérrima: él, coronel retirado (individuo que, en contra de lo que se pensaría al conocer su rango militar, se muestra pusilánime y tímido), espera con una paciencia bíblica una carta que marcará la llegada de su paga de jubilación; su mujer, mucho más dura y realista, trata de sembrar la cordura y el sentido común en su marido. Junto a ellos descubrimos al médico (auténtico Mercurio, propagando las nuevas internas y del extranjero), al potentado (que a base de juegos políticos y una moral blanda ha amasado su fortuna), a los excompañeros del hijo muerto, al jodido gallo (la emplumada promesa de prosperidad, un detalle casi berlanguiano). Y con todo ello, macerando la tragedia, el paso del tiempo. El transcurrir de los meses se equipara casi a una sentencia de muerte: la pareja debe esperar a la llegada de la temporada de las peleas de gallos, aguantando como sea, incluso comiendo…

Hay que decirlo bien claro: qué final más bueno. Pero bueno de verdad, sobre todo viniendo de un personaje cuyos zapatos nunca han oído algo similar. Chapó.

Realista y duro relato. Aunque a mi gusto se queda ‘en poco’. Como me ocurre con esto del realismo/costumbrismo, echo de menos una trama, un esquema de inicio, nudo, desarrollo, nudo, resolución. La narración de desgracias/vivencias, sin más, no me engancha tanto como otro tipo de tramas. Además ésta se me hace algo apresurada: las sucesivas elipsis hacen que pasajes con posible miga queden algo descafeinados. Creo que la historia hubiera ganado mucho con el doble de palabras, incluso sin el esquema de tres actos. Algo más como Amor en los tiempos.

Pero, aun con esos defectos, está muy bien narrado, leñe. Eso hace que el cuento se merezca un 7. Y seguir leyendo más de Gabo, por si alguno lo duda.

Adiós.