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Juan Miguel Aguilera y Javier Redal – Némesis

Hola, culebras.

En mi caso, hablar del dúo AguileraRedal equivale a hablar de uno de los descubrimientos más satisfactorios de mi juventud: Mundos en el abismo y Hijos de la eternidad supusieron una auténtica bofetada en la cara para un chaval que pensaba que en España no se escribía ciencia ficción dura de calidad. Esas dos obras sirvieron para demostrar que en nuestras fronteras se puede encontrar textos dignos de dar sopas con hondas a Clarke, Benford o Bear, por decir tres que me acaban de venir a la cabeza.

Este Némesis pertenece al arco argumental de Akasa-Puspa, y en realidad se trata de una reescritura de El refugio. No había leído El refugio, así que he disfrutado de Némesis como si se tratase de una novela nueva.

¿Qué me he encontrado en Némesis? De entrada, hay que volverlo a decir: ciencia ficción de primera categoría, digna de los grandes. Frente a la temática bastante a lo Benford de En un vacío insondable (por citar mi última lectura del ciclo, y un texto ¿menos conocido? de la pareja), Némesis lo pudieran haber firmado (cada uno con su ‘porción’ de pastel) sin problemas Stanley Robinson o Clarke.

A las primeras páginas uno se da cuenta de que los autores no van a tener piedad a la hora de describir acontecimientos. Lo que sucede tras el ataque, la dureza que implica, no se suele leer a menudo en la ficción medianilla. Pero hay ciertas escenas de Hijos de la eternidad que no me acaban de encajar con esa hecatombe, aunque admito que leí los primeros libros hace ya más de veinte años y mi memoria puede fallar. Por no mencionar que este Némesis se trata de una reescritura de El refugio, posterior a la propia reescritura-fusión de Mundos en el abismo y Hijos de la eternidad en Mundos en la eternidad: quizá en esa segunda versión revisada de la historia se consigue encajar lo narrado en Némesis con lo que encuentran y descubren (o les es revelado) los viajeros de la Utsarpini al llegar a La Tierra.

Hay pequeños defectos de estilo, que se me hace raro que cometa tanto Aguilera como Rodolfo Martínez. Por ejemplo, nunca ponen las comillas de continuación de discurso tras punto y aparte (»). Al menos eso pasa en mi edición de kindle, libro comprado hace un par de años.

Pero mucho más grave es cuando se confunden los sujetos con los vocativos. De esa manera encontramos por ahí dispersas varias comas asesinas que dan ganas de arrancarse los ojos. Sí, soy in poco exagerado 😛

He encontrado algunas cosicas en cuanto a fondo que me chirrían. Por supuesto, si meto la gamba en algo me lo decís y rectifico.

Por ejemplo, se comenta que el haz de positrones va al 99’9999% de la velocidad de la luz. Si va a esa velocidad ¿cómo hacen para detectarlo y ver su avance, tal y como se describe en las páginas anteriores a la que aparece esa cifra? ¿Acaso pueden comunicarse con las estaciones como la Khayyam L 5/7 a más velocidad que la luz (tecnología tipo ansible que luego no aparece por ningún lado, ojo)? Aunque acabo de recordar el ‘Horror vacui’ de Sergio Mars , y lo que el autor me dijo respecto a la catástrofe descrita en su cuento, con lo que a lo mejor me la tengo que volver a envainar 😉 No habría el menor problema, por supuesto.

Tampoco me cuadra el cálculo que hace del momento en que se realiza la emisión/ataque. Dice que sale cincuenta años antes del momento presente de la narración. Pero si el foco de emisión está a una distancia aproximada de un año luz (en plena nube de Oort), y si el haz viaja al 99’9999% de la velocidad de la luz, entonces la emisión se produjo… ¡Exacto! ¡Hace un año! Debo haberme perdido algo, sin duda, porque no sé de dónde vienen esos cincuenta años.

Otro detalle que no acabo de ver: ¿cómo rompen los sellos de la Zheng He los no invitados? ¿Tan inteligentes son como para saber cómo hacerlo? ¿Pero no se supone que apenas son zánganos de ataque/castigo? En un momento dado se dice que revientan escotillas. ¿Qué pasa con la descompresión al reventar esas escotillas? A ver: entran por el exterior (en vacío) y se adentran en zonas presurizadas sin que se sepa bien cómo pasan de un medio a otro (y sin descompresión explisiva de por medio). Debía estar dormido mientras leía esa sección, porque no lo vi. No, señor.

Pero el momento quizá excesivo en todo este tema de los invasores llega cuando se pretende entender que, de entre todo lo que hay en los mamparos y salas que invaden, pueden identificar y anular las cámaras. Porque no se da a entender que arramblan con todo, lo que podría implicar la pérdida entre ese todo de las cámaras. No: al parecer sólo atacan las cámaras de manera ex profeso. Coño, que listos los bichines que entre toda esta tecnología y decoración tan extraña (al fin y al cabo están diseñadas por una especie muy distinta) identifican justo lo que ciega a su enemigo.

En el libro no se escapan los homenajes a otras obras del género, como el momento Alien (posición 2971 de mi ebook), la referencia a ‘Cita con Medusa’ (posición 7252) o el glorioso (al menos para un sectario como yo) momento Lovecraft (posición 7183). Hay, de manera obvia, alusiones a otras obras de Aguilera, como ‘El bosque de Hielo’. Mención aparte merece el chirriante momento Iker Jiménez (posición 4149).

Pero bueno, en general se trata de una lectura muy pero que muy recomendable. La ciencia ficción patria reluce con obras como ésta. Le pongo un bien merecido 8.

Adiós.

Pd: no puedo evitar recomendar de la manera más encarecida que, quien pueda, se haga con Mundos en el abismo y Hijos de la eternidad, los ultramares. Su lectura se convierte en toda una experiencia llena (a raudales) de sentido de la maravilla. El conjunto de las dos novelas constituyen una autentica obra maestra de la ciencia ficción dura, y a nivel mundial. Y no, no hagáis caso a los que dicen que Hijos de la eternidad decae frente a Mundos en el abismo: sólo ocurre que tras el shock de ideas de la primera obra, con la segunda continuación ya te has acostumbrado al universo de Akasa-Puspa y parece (pero sólo parece) menos sorprendente. Todavía recuerdo ese parpadeo y se me pone la piel de gallina.

Kim Stanley Robinson – 2312

Hola, ofidios.

A la espera de ponerme con la trilogía de Marte, he sacado de por ahí este librito. No sé por qué (supongo que lo puedo aducir a mi despiste generalizado) pensé que se trataba de Tiempos de arroz y sal, la ucronía, al punto que creí que se titulaba 2312: Tiempos de arroz y sal. Pero al cabo de unas páginas vi que no, que eso no tenía pinta de ucronía. Lo dicho, que vivo en un despiste continuo. Pero como ya lo había empezado no lo iba a dejar así porque sí. Máxime teniendo en cuenta que nunca había leído nada del autor.

Lo que me he encontrado en 2312 se puede definir como ciencia ficción dura y paisajística. Sí, tal cual: paisajística. Robinson se deleita, y de paso al lector, llevándonos de un lado a otro del sistema solar para mostrarnos los paisajes de diversos mundos y lunas. En plan Cosmos, vamos, pero con una diferencia: aquí la ciencia ficción dura se nota en la forma de terraformación poco menos que masiva, auxiliado por poco menos que maravillas de la ingeniería. Así, a lo largo de las páginas visitamos un planeta Venus que ha sido frenado, protegido por un parasol estático y sometido a un enfriamiento que se ha cargado su atmósfera infernal; o un cinturón de asteroides en órbita interior a la de Mercurio, que comercian con luz del sol; o una serie de satélites y cometas convertidos en terrarios que, al estilo de los ricksaws vistos en Mundos en el Abismo, surcan a altas velocidades el sistema solar y sirven tanto de hábitats como de transporte; o las diversas lunas de Júpiter y Saturno convertidas en entornos habitables.

Entre medias de todas esas descripciones de carácter más o menos físico, Robinson nos muestra una sociedad medio utópica en la que el trabajo se ha convertido en una suerte de voluntariado social: la gente trabaja en lo que le gusta y se le da bien, y luego colabora en labores comunitarias cuando quiere y donde quiere. Una especie de anarquismo, vamos, pero auxiliado por un enorme desahogo económico.

En esa sociedad del s. XXIV el hombre, como especie, ha pasado de un binomio hombre-mujer a un abanico de diversas sexualidades, llegando incluso a tener hermafroditas. Todo ello se logra mediante operaciones y terapia. Similar a lo dicho en Tritón… pero no: Robinson no lo muestra de manera directa como ‘de hetero me convierto en gay, y por arte de magia mis gustos cambian de una sexualidad a otra, para luego volver a hetero’, o viceversa, sino como una evolución (o crecimiento, o ampliación en el caso de las personas con ambas sexualidades activas y viables) de la personalidad. La sociedad ha aceptado y normalizado cada vertiente de esas nuevas sexualidades, algo que a día de hoy resulta impensable. Eso sí, esa suerte de sociedad utópica sólo existe fuera de La Tierra: el planeta madre sigue siendo un sindiós de hambre, guerra y radicalismo.

Hasta aquí algunos detalles paisajísticos. Pero 2312 no se limita a eso: no es libro enmarcado en el naturalismo, por decirlo de alguna manera. En la novela hay un poco de trama e intriga. Sí, muy al servicio de los paisajes físicos y sociales, pero lo hay. Lo bastante como para servir de hilo conductor. Sencillito, con una clara referencia a la Hyperion de Simmons. Entretenido. Punto.

Como resultado final queda un libro un poco hueco, sobre todo en lo relativo a personajes y trama, pero por otro lado muy visual y bello. Como a mí el componente paisajóstico me encanta, no me molesta ese defecto. Así que le pongo un 7 y me quedo con ganas de leer más de Robinson.

Un saludo.

Samuel R. Delany – Tritón

Hola, culebras.

Hace mucho… bah, no tanto. Hace algún tiempo que no leo nada de Delany. Lo último no me dejó muy buen sabor de boca, aunque mejor de lo esperado dado que este autor tiene fama de ‘difícil’. La verdad, Tritón lleva muchísimo en la Pila, más que nada porque lo que pone en la contraportada no me atraía mucho. Cosas de comprar de manera compulsiva ultramares.

Samuel R. Delany - Triton

Samuel R. Delany – Triton

Pero ya le ha tocado la hora. O no, según se mire: no he podido acabarlo, me ha vencido.

De entrada decir que me he encontrado con muchos, muchísimos, demasiados -mentes. Se puede decir que este libro sirve de ejemplo de lo que implica abusar de los modales. Se hacen cargantes, insufribles. Una auténtica tortura, al menos para mí.

Ni que decir tiene que junto con los -mentes uno no se libra de la infestación de seres. El jodido verbo ser se convierte en una plaga.

Pero los problemas con el estilo no acaban ahí. La propia sintaxis se hace cargante, con frases enrevesadas de manera artificiosa. Uno sufre ante el exceso de paréntesis: a veces incluso se encuentra tres incisos de ese tipo en una sola frase (hace muchos años me reía de Lorenzo Luengo por su sistemático uso de los paréntesis; leyendo este libro hubiera deseado que Delany se quedara en el estilo de Luengo). Esa sobreabundancia hace que el discurso quede roto, por no decir destrozado. Uno se pierde entre las acotaciones, las inserciones, los comentarios, y por ello la lectura se vuelve farragosa. Para acabar de joder la marrana, demasiadas veces esos incisos aportan datos de poco o nulo interés. Vamos, una paja descomunal.

La forma mal, muy mal. Pero, ¿y el fondo?

Entre tanta acotación y comentario, la novela se arrastra. Padece de un inicio muy lento, que hace que el lector no sepa bien adónde ser pretende ir. Esto es habitual en Delany, sí, pero en esta novela se hace excesivo. Y el escenario tan distinto de lo habitual no ayuda: si se introdujera al lector de una manera más fluida en esa sociedad de Tritón se llevaría mejor ese primer centenar de páginas, pero el autor parece empeñado en ofuscar el texto. Porque sí, tarda ciento sesenta páginas en arrancar. Todo un record.

Aun así, seguimos.

Debo decir que, para la época en que se escribió el libro, me ha sorprendido la manera tan clara de mostrar la sexualidad, incluida la homosexualidad. Resulta refrescante saber que hay gente que no se muestra timorato ante esos temas. Ahora mismo, en este país de mierda, todavía hay gente que no tolera esas expresiones de sexualidad.

Aunque el discurso de Delany tiene algún mensaje que hoy día sí que se llevaría palos. Uno de ellos, quizá el más grave, versa en lo relativo a que, según el libro, la inclinación sexual se puede cambiar mediante un proceso químico-médico. Ni soy sexólogo, ni endocrino, ni nada similar, pero me da que el tema de la orientación sexual va más allá de un coctel de hormonas y operaciones de bisturí.

Un ejemplo de palabras, y palabras y más palabras introducidas sin apenas sentido (poco menos que para engrosar el libro) lo tenemos en el discurso relativo a la metalógica que le da el protagonista a su nueva ayudante. Según lo leía pensaba «Ya lo puede justificar más adelante, porque si no es un ejemplo brutal de paja». Y luego sí, me quedó claro que había acertado.

Según avanza el libro la paja me empieza a saturar. Diálogos plagados de acotaciones, muchas de ellas sin aportar nada salvo detalles superficiales; esa partida de vlet, con la descripción en exceso detallada del juego, que a todas luces está sobredimensionada (ni siquiera en un libro como El jugador, a priori más predispuesto a ello, se llega a tal detalle); la descripción del sistema de gravedad artificial (de repente nos metemos en harina de pseudo ciencia ficción dura). En general todo podría haberse descrito con efectividad, pero no tanto detalle.

El libro avanza. Sufren ciertas desgracias, viajan a La Tierra, regresan… todo a lo largo de miles de palabras, de incisos, de comentarios que no aportan nada. La lectura se hace casi insoportable. Y sin el casi. Acabé dejando el libro de lado: ya no estoy para perder el tiempo (y, a fin de cuentas, la vida) en semejantes cosas. Me quedé en la página 270 de 400. No pude más. Será por falta de libros que leer.

Lo siento, Delany, entras en la lista de fracasos. Y te llevas con este Tritón un 3.

Siguiente.

Robert A. Heinlein – Viernes

Hola, culebras.

Otro Heinlein que cae en mis manos. Aunque todo hay que decirlo: este Viernes lleva mucho, pero mucho, en la pila. Nunca me he sentido muy atraído por lo que pone en la contraportada, la verdad. El libro lo compre en mi etapa compulsiva, cuando me hacía con casi todo lo que veía (y me lo podía pagar), y ahí quedó. ¿Cuánto tiempo? ¿Quince, veinte años? Más o menos eso.

Pero ya le ha llegado el momento.

Robert A. Heinlein - Viernes

Robert A. Heinlein – Viernes

De Viernes puede decir que entretiene, pero poco más. La sucesión de peripecias de esta especie de agente secreto se resumen en unas cuatrocientas páginas de dar tumbos de un lado a otro, y poco más. Supongo que habrá gente que le guste este tipo de novelas vacías, pero a mí no me ha dicho nada de nada.

La mala baba de Heinlein se nota en muchas partes, como por ejemplo su manera de considerar a los funcionarios: como seres corruptos, indignos y conformistas. La visión liberal, vamos, en contra de los gobiernos centrales, domina a Heinlein. Pero hace gracia cómo, según le pone de parásitos para arriba, luego les exige y les recrimina que no funcionen bien. «Eres una mierda inútil, pero ¿cómo no eres capaz de hacerme este trabajo? Oye, que pago por ti». A ver, chavalín: si tanto pones a bajar de un burro lo público y defiendes lo privado, vas, no usas nunca eso que tanto detestas (ni les exiges nada), y te buscas la vida con lo que te ofrezca lo privado. Si luego te encuentras con que esa maravilla de sistema privado te sangra el bolsillo y en cuanto dejas de tener dinero te da una patada en el culo, te jodes. Y no vuelves a lo público, claro. Te jodes y si hace falta te mueres, don liberal.

Ale, ya he soltado mi alegato anti libegal—de—chichinabo (que incluye a lacras sociales como Esperanza «mamandurrias girl» Aguirre y demás libegales que viven de vampirizar lo público) del momento.

Nadie me puede negar que en este libro Heinlein mete mucha, pero que mucha paja. A veces la lectura de esas chuminadas interesante (como por ejemplo las descripciones de la vida cotidiana, y las teorías sociopolíticas llenas de mala baba), pero otras no, de verdad que no. Saber el menú completo de un restaurante, lo que comen los protagonistas, los anuncios de la prensa, o el vestuario completo de un rehén al que vas a desnudar sobra. Esas dosis de paja se puede decir que llegan a su máximo esplendor cuando describe el viaje de la nave. A ver, todos esos gráficos y tablas sobran, y sólo sirven para que el autor demuestre lo mucho que sabe de astronomía. Que sí, Robert, que todos sabemos que no tenías un pelo de tonto, pero con esas demostraciones no ganas nada. Al contrario, jodido pedante engreído liberal filonazi.

De vez en cuando la novela está salpicada de detalles cachondos. Un ejemplo: en la página 196 hace una mención tronchante a la relevancia política de Gales como nación. La iguala (así, tal cual) a Swazilandia o Nepal. Pobres galeses, ¿qué le han hecho al gruñón?

Me ha sorprendido un detalle que no sé si tiene algo de homenaje o burla. En un momento dado, casi sin previo aviso, el rollo de espías y carreras de un lado a otro acaba. Sin quererlo ni beberlo la protagonista (guapa, lista, fuerte, la nuera perfecta) deja de ser un agente de campo y se convierte en especialista de inteligencia. ¿Su labor? Pues ni más ni menos que hacer de Hari Sheldon y practicar psicohistoria. ¿Guiño a Asimov? ¿O mala baba de Heinlein contra el profesor, que basó parte de su éxito en esa magufada? De una manera u otra ese inciso interrumpe el sendero que parecía estar tomando la novela: el convertirse en un nuevo emperador de todas las cosas. Y bastante peor, más aburrido, que Radix, por cierto.

La novela avanza, y llega el momento de la disyuntiva: ¿la lanzo a tomar por culo o sigo con ella? Me refiero al ‘Momento de lotería’. ¿En serio? ¿Me tengo que tragar esa mierda? A eso le llamo deus ex machina y lo demás cuento. Y mejor no hablar de esos últimos capítulos en plan ‘nos juntamos todos y, cogidos de la mano, danzamos en torno a la hoguera’. Su puta madre. ¿Tanto cuesta no ser tan baboso?

Hay que agradecer que el estilo con que está escrita la novela, aunque mejorable, no chirría demasiado. La novela está narrada en primera persona, a modo de memorias informales de la protagonista. Eso hace que los defectos formales se manejan más o menos bien, al considerarlos parte de la manera de expresarse de Viernes.

Nota: por lo que veo parece que la gente se queda con las aventuras sexuales. A mí no me ha parecido nada del otro mundo. Aunque se agradece en manera tan natural en la que se enfoca la sexualidad en todas sus variantes. En eso Heinlein puede descuadrar a más de uno: no resulta habitual que un liberal defienda y hable de esa manera tan clara de relaciones homosexuales o en grupo. En ese sentido, ¡olé!, Robert.

Con todo la novela se lleva un 5, aprobado raspado, y me quedo a la espera de otro Heinlein de más calado. El Forastero en tierra extraña sigue en la pila, pero es tan gordo…

Adiós.

Elia Barceló – Consecuencias naturales

Hola, culebras.

Se puede decir que primera lectura que hago de Elia Barceló. En algún momento pasado he leído de ella algún cuento, creo que en un recopilatorio de la UPC. No estoy seguro ni me voy a molestar en buscarlo. Bueno, sí me he molestado y he encontrado dónde la leí. Y sin mucho éxito, la verdad. Pero de esa lectura hace ya mucho tiempo, casi seis años, así que olvidemos lo que me encontré allí y vamos con este Consecuencias naturales que lleva en mis estanterías más de veinte años.

Elia Barceló - Consecuencias naturales

Elia Barceló – Consecuencias naturales

Y joder, es que lo que me encuentro no da lo que se dice para lanzar cohetes: lenguaje torpe, lleno de esos seres que tanto he llegado a detestar, así como de —mentes. A eso se suma que de vez en cuando uno se topa con frases demasiado largas, sentencias que habrían necesitado un repaso (y con ello me refiero a dividirlas, sí). Ese defecto se nota sobre todo en algunas líneas de dialogo, que por largas acaban resultando poco o nada creíbles.

Sigo avanzando y me encuentro con que, con veinte años de antelación, Elia ha sabido plasmar un horror del lenguaje hoy en boga: el repudiar el masculino neutro, algo amenazante sólo para quienes buscan enemigos por todas partes. En su lugar nombra cada objeto con su masculino y su femenino. No voy a entrar a hablar de esa aberración. Sólo diré que, enarbolando la igualdad de sexos, lo que se consigue es entorpecer y arrastrar la principal misión del lenguaje: la comunicación fluida. Y no soy yo quien opina así. Pero vamos, pero como no habla ella sino sus personajes no voy a decir más. La señora Barceló ha decidido pintar una sociedad donde el movimiento integrador ha optado por manifestarse, entre otros detalles, con esa forma de lenguaje. Y ya.

Al cabo de unas páginas el libro empieza a hacer aguas. Y no por la autora, sino la propia edición. ¿Cómo marcan que un personaje inserta un punto y aparte en su discurso? Desde que tengo memoria yo lo he visto de la siguiente manera:

Aquí va un párrafo descriptivo o ambiental. Se trata de texto de narrador, no de personaje.

—El personaje suelta su perorata —entre las rayas el narrador acota lo que dice el personaje, o describe algo importante para la escena—, y luego sigue hablando hasta que llega el lugar donde decide marcar un punto y aparte en su discurso.

»Y pese a que se trata de un punto y aparte sigue hablando, lo que queda marcado con el símbolo de fin de comillas españolas (latinas o angulares). Sigue hablando y cuando decide de verdad acabar de hablar planta un punto y aparte y se acabó.

Ahora empieza un nuevo párrafo de narración, no dialogal. Vamos, que el narrador vuelve a entrar en acción y ya nos olvidamos del discurso del personaje.

Como se ve, gracias al símbolo de fin de comillas españolas (») se diferencia a la perfección un párrafo que enlaza dialogo de un personaje de otro que sólo introduce elementos narrativos. Pues bien, en todo el libro no se pone un solo símbolo de fin de comillas españolas, y eso que más de una vez los personajes introducen puntos y aparte en su discurso. Por ello hay que estar adivinando (tampoco supone mucho esfuerzo, no, pero eso no sirve de excusa) si se trata de un tipo de texto o del otro.

Sigamos, que me encabrono con esta mierda de ediciones/editores.

Esto ya sí que entra en el terreno de la autora: ¿tiene algún problema con los paréntesis? A ver, que se pueden usar. Incluso la malvada RAE dice cómo y cuándo se puede utilizar. Ale, a leer e interiorizar tochos ¿aburridos? pero muy didácticos, como lo descrito en el punto 2.a). La señora Barceló introduce incisos en las frases poniéndolos entre comas, cuando en algunas (y no pocas) ocasiones piden a gritos paréntesis o rayas.

Por cierto, la raya no existe en este libro: sólo hay guiones. Sí, en eso tienen la culpa tanto la aurora (menos) como el editor (más).

Los ojos me siguen sangrando debido a la ausencia de tildes. No una, ni dos ni tres. Para rematar, casi por norma los ‘él’ (sobre todo cuando empiezan una frase) carecen de rallita.

Sí, soy un tiquismiquis de la forma.

El texto se desarrolla en torno a un alegato feminista. Se me ocurre la palabra ‘tibio’ para describirlo, aunque quizá quedaría mejor expresado si se dijera que la sociedad descrita todavía está a medio proceso. Sólo eso explica que junto al llamado ‘lenguaje integrador’ (que la propia Charlie admite lioso y molesto) siga habiendo machos hispánicos con poder de mando y violaciones.

La novela, pese a su envoltorio de ciencia ficción, tiene más de aventurilla de fantasía que de otra cosa. Hay naves y extraterrestres, sí, pero tan increíbles que sólo se pueden considerar fantasía. ¿Qué por qué increíbles? Pues porque la evolución convergente tiene sus límites. Uno de los grandes, enormes, descomunales, intolerables fallos de Start Trek está en sus alienígenas todos iguales. Por no mencionar atmósferas, biologías, etc. Otro ejemplo: adoro Alien, la considero de las mejores películas de terror de la historia. Pero en cuanto se empieza a rascar la piel de ciencia ficción la lógica de la cinta se cae a pedazos.

Me desvío.

Que no, que no me parece creíble esa raza, tan compatible con la nuestra, tan humana en apariencia (todas ellas gélidas diosas de cuerpos perfectos) como para crear esta historia. Y lo de que se implanten pechos artificiales como símbolo de rango/status, pechos que se parezcan tanto a los humanos como para resultar atractivos, ya me parece el colmo del ridículo. A eso le llamo yo forzar el deus ex machina a lo burro creando una especie demasiado a huevo para generar le conflicto de la novela. Porque ¿cómo coño llega una cultura alienígena a esa idea de implantarse tetas? La autora no lo dice, y me da en la nariz que tampoco lo sabría explicar.

Otro detalle chorra y efectista, pero que en cuanto se piensa se cae solo: eso del despertar dolorido y con sangre. En una mujer se explica con total facilidad, sí, pero aquí no. Y digo no. Lo peor de todo es que la autora no da ni el menor atisbo de explicación. Ale, lo suelta y a tomar por saco. Y tú te quedas con cara de tonto preguntando que qué narices ha pasado, que de dónde sale toda esa sangre.

Cómo mola esa especie tan diferente de la nuestra, que rehúye todo contacto, y que sin embargo se permite operar/drogar/psicoanalizar a un individuo de otra especie como si nada. Olé sus huevos, y qué tontos los humanos que lo permiten así por las buenas.

Y ahora entro en donde la mataron: la sexualidad de los siesos (no, no me refiero a sus anos) xhroll. No me la creo, pero ni de lejos. La semejanza de los xhroll con los humanos, hasta el punto de hacerse atractivos, supera mi capacidad de lector de ciencia ficción.

Pero bueno, que esto no es cifi sino fantasía.

¿Alguien se puede creer el descrito sistema reproductor de los xhroll? La autora, de manera premeditada, no lo describe nada más que muy de pasada. Claro, porque no tiene ni pies ni cabeza y no parece dispuesta a meterse en ese berenjenal. Sí, hace mención a una antigua catástrofe planetaria que ha cambiado la biología de la especie dificultando su reproducción. ¿Aceptamos barco? No me gusta masticar ruedas de molino. ¿Qué tiene que ver esa catástrofe con que todos los extraterrestres tengan un sistema reproductor con el aspecto de una hembra de la especie humana? Aquí todo son vulvas, aberturas con labios que llevan a canales interiores. Pero no existe la contrapartida a esas oquedades, en la fisiología xhroll no hay nada ‘que los rellene’. ¿Mande lo cualo? ¿La catástrofe extinguió a los machos? Eso supondría tener mucho que decir. ¿Cómo ha sobrevivido la especie?

La evolución, en temas de reproducción sexual (porque de eso se trata, nada de bipartición ni métodos similares), tiende a generar órganos complementarios. Si en uno de los sexos hay un ‘hueco’ el sexo opuesto tiende a contar con algo que lo llene. El caso vagina/pene creo que lo conocemos todos. Bueno, en la naturaleza hay excepciones como en el caso de la fecundación externa. Ejemplo: las hembras de algunos peces depositan las huevas sobre un lecho arenoso, y luego los machos las riegan con su semen. Pero este no es el caso: los xhroll que aparecen en la novela poseen vagina, es decir, órganos reproductores muy internos. Si todos los xhroll poseen esos órganos reproductores muy internos, ¿cómo narices se logra el intercambio de gametos? ¿Haciendo la tijera? ¿La vagina o el útero se externaliza y algunos xhroll la sacan a modo de pene?

Porque en el fondo todo se reduce a una canción infantil: ¿Dónde están los del penes, matarile—rile—rile? ¿Dónde están los del penes, matarile—rile—rón? ¡Chim—pom!

Perdón, pero me río de esa biología. Me río mucho.

Sí, de verdad estoy ante una obra de fantasía. Fantasía de la dura, de la que obliga a apagar el cerebro y creer a ciegas.

Volvamos a la reproducción propia de los xhroll. Con todo ese alegato feminista (machos malos, machos violentos), la autora parece que se ha queda sin argumentos. ¿Costaba mucho hablar de reproducción asistida o similar, y así mandar a tomar el fresco a los engendros dominantes y brutales del pingajo colgante? Así se lograría explicar que se mantuviera, mal que bien, esa especie con su batiburrillo de vulvas sin pene. Pero no, la autora no se mete en ese asunto (“a los xhroll no les gusta hablar de eso”) y obliga al lector a tragarse que los xhroll han evolucionado de esa manera tan curiosa. Curiosa no, increíble.

Además está el detalle de la primera fecundación. O yo me he enterado mal o a la víctima la fecundan siguiendo un método muy similar al del contagio de las enfermedades veneras. Son unos virus macizorros con patas y juju (‘Rancio’ dixit). O si no ¿cómo ha ocurrido lo que ha ocurrido?

Cada vez que pienso más en la sexualidad de los xhroll menos me la creo.

Pero para acabar de rizar el rizo (AVISO: si no has leído el libro y quieres ponerte con él NO SIGAS) luego resulta que los machos—con—aspecto—de—hembra—macizorra—y—vagina—muy—muy—penetrable sí que tienen (al menos algunos xhroll) vaginas y úteros funcionales y que reciben de la manera tradicional. En serio, ¿se está riendo de mí? Ese caos de fisiología no se la cree nadie con dos dedos de frente.

No voy a hablar más de fisiología sexual. Al fin y al cabo la novela encaja en la fantasía con tintes reivindicativos. De la lectura queda claro que en esa sociedad los hombres (los machos) siguen siendo los malos, al menos en determinadas etapas de la vida y en ciertos rangos de poder. No lo voy a negar: bastante cavernícola se ve a día de hoy, y va a resultar muy difícil erradicarlos. ¿La sociedad pintada en la novela funciona? No queda del todo claro. Sólo hace falta leer las reacciones de bastantes machos ante las hembras. Sin lugar a dudas está en una etapa intermedia entre la actual (machista) y la deseable de la igualdad real (que no feminista). La igualdad (yo sigo a lo mía) no se va a lograr anulando el masculino genérico sino con medidas de mucho mayor calado y lentitud, sobre todo culturales/educativas. Y aun con ellas, tal y como comenta cierto personaje al final, ni siquiera se puede controlar a los sacos de hormonas masculinas a ciertas edades. En eso sí que creo que hace falta un salto evolutivo, y uno muy serio. ¿Se apunta alguien a un hecatombe zombi?

En definitiva, el libro ganaría mucho no sólo con una reescritura o con una mejor edición, sino con replantearse en serio y a fondo la sexualidad de los xhroll. Porque si nos quedamos nada más con el mensaje feminista de la reivindicación de la mujer en el escalafón social nos queda muy poco. Para eso mejor, por ejemplo, La puerta al país de las mujeres.

Le pongo un cinco muy pero que muy raspado.

Chau.

Stanislaw Lem – Ciberiada

Hola, ofidios.

Esta visto que lo mío con Lem se resume en un no rotundo. Nada de lo que he leído de él (Retorno de las estrellas, Viajes de Pirx, Congreso de futurología) me ha gustado. Sólo algunas partes concretas de Retorno de las estrellas me llegaron a agradar, pero con un balance final negativo. ¿Y qué me ha pasado con este Ciberiada? Pues más de lo mismo, sólo que en esta ocasión he acabado lanzando el libro lejos de mí: no podía soportar lo leído y a mi edad ya sé que no debo gastar mi tiempo en algo que no me satisface.

Stanislaw Lem - Ciberiada

Stanislaw Lem – Ciberiada

En esta microrreseña voy a hablar sólo de los tres relatos que he leído… o sufrido.

  1. La primera patada en la boca que me da ‘Expedición primera, o La trampa de Garganciano’ llega en la forma de la frase inicial: se puede decir que estoy ante la antítesis de frase gancho. Por favor, que alguien me mate. Sigo leyendo y descubro que, en vez de cuentos serios, estoy ante una chirigota casi surrealista. Por si alguno aun no lo sabe ese género, en general, no me agrada nada. La narración hace aguas por muchas partes, y al cabo de unas páginas la suspensión de incredulidad salta por los aires. Al final sólo me lo puedo tomar como una fábula medio infantil, tontuna e intrascendente. Versión blanda de En las colinas las ciudades. Del todo prescindible. Le endoso un 3.
  2. Me pongo con ‘Expedición primera A, o el Electrobardo de Trurl’. Sólo puedo definir el cuento como una estupidez de tomo y lomo. Puede que este sinsentido le haga gracia a alguien, pero a mí no. Me parece una absoluta pérdida de tiempo. Tras leer este cuento ya me decido: si el libro sigue por esos derroteros lo lanzo a la basura a la de ya. No puedo ponerle más que 3.
  3. Ahora llega ‘Expedición segunda, o la oferta del rey Cruelio’. De nuevo una chorrada sin sentido. No tiene ni pies ni cabeza. Otro 3 y el libro a tomar por culo.

La media, por decir algo, se queda en 3.

No voy a perder el tiempo con esto. A la porra. Me quedé en la página 66 y no le di más oportunidades. Mi tiempo libre lo quemo con otros entretenimientos, no estos.

Adiós.

James Tiptree Jr. – A diez mil años luz

Hola, culebras.

Nunca antes había leído nada de James Tiptree Jr., y eso lo puedo asegurar casi con un 100% de seguridad, incluso pese a mi pésima memoria. ¿Por qué? Pues por el estilo tan personal de este autor. Su manera de narrar los relatos de este A diez mil años luz se puede describir como elíptica y tangencial.

James Tiptree Jr - A diez mil años luz

James Tiptree Jr – A diez mil años luz

Narración elíptica, tangencial… ¿Qué cojones quiero decir con eso?

De entrada para saberlo invito a todos a leer la colección de relatos. Juro que no te dejarán indiferente. Pero para describir eso de ‘narración elíptica y tangencial’ voy a enrollarme un poco.

El estilo narrativo de Tiptree  se puede definir como trepidante, arrojado. Pero no como lo hiciera por ejemplo Moorcock, que pese a la acción nos describe con la justa riqueza los mundos por los que sus personajes viajan. No, en los textos de Tiptree  apenas hay descripciones ambientales o de contexto. A lo sumo nos encontramos con pequeños incisos en la narración que demasiadas veces dan más sombras que luces.

A ver: no se necesita que el autor nos dé un mundo mascado y regurgitado, casi a lo Tolkien, aunque a mí eso me guste y me demuestre el grado de compromiso del autor con su obra y con el universo que crea. Pero esto tampoco: pinceladas sueltas que dejan demasiado a la imaginación del lector. En un universo más o menos realista (o fantasiosos pero ya aceptado dentro de los cánones de la fantasía conocida) la carencia de descripciones o contexto no supondría problema alguno. En una novela ambientada en el s. XX no hace falta describir aspectos tecnológicos o sociopolíticos. Pero cuando los relatos están inmersos en escenarios fantasiosos muy alejados de ‘lo normal’ esa carencia de marco puede hacer que los hechos narrados resulten poco menos que incomprensibles.

El ejemplo más claro está en ‘Las puertas del hombre dicen hola’. ¿Cómo comprender ese mundo, con esos variopintos habitantes y ese sistema tan extraño sin poseer apenas descripciones del entorno? El lector acaba arrojado de un hecho extraño a otro, sin acabar de saber qué narices le está vapuleando. Pero este ejemplo tiene su contraejemplo: el magnífico ‘Os somos fieles, Terra, a nuestra manera’ usa la misma técnica, pero la extensión y riqueza de las situaciones y anécdotas llenan casi todos los huecos de las descripciones generando un relato (al menos en cuanto al fondo) casi perfecto, muy sólido.

Como ya he empezado a hablar de algunos de los cuentos, ¡entramos en harina! Los comentarios están anotados a medida que he ido leyendo los textos. Y sí, los he he ‘embellecido’ un poco a posteriori:

  1. ‘Y desperté aquí’. La palabra que define a este relato es ‘más’. El cuento necesita más, mucho más. No lo digo como un defecto sino en el sentido de que se atisba todo un universo en esas pocas páginas, y que nos quedamos con las ganas saber más de él. Creo que el relato hubiera ganado en riqueza, en jugosidad, duplicando su extensión. En definitiva, aportando más luz. MÁS. El relato describe un momento cotidiano de la vida de un reportero: no descubre la noticia que le hará famoso, ni nada similar, pero tampoco importa del todo. Por esa falta de palabras (insisto: me pide más) se lleva sólo un 8.
  2. ‘Las nieves se han fundido’. El relato sigue la premisa del anterior: muestra un momento concreto de la vida de la protagonista. Durante buena parte de la historia no se sabe de qué va el asunto: sólo acompañas a la protagonista en sus idas y venidas, en sus carreras (nunca mejor dicho) y empiezas a dudar de lo que ves gracias a algunos detalles y palabras concretas. Quizá las sucesivas carreras se llegan a hacer algo pesadas, pero entiendo que se necesitaban para dar la sensación de persecución prolongada. El relato cuenta con una forma más o menos cuidada, con imágenes cuidadas. Aunque al final te ves obligado a tirar de imaginación para entender lo que ha pasado porque tampoco explica del todo lo sucedido. ¿El lugar elegido para ambientar la historia? Supongo que tiene más de simbólico que otra cosa. Se lleva otro 8. La cosa promete.
  3. De ‘La apacibilidad de Vivyan’ voy a decir muy poco, o casi nada. ¿Por qué? Porque no me ha enganchado lo más mínimo. Le pongo un 3 y va que chuta.
  4. ‘Mamá vuelve a casa’. Según empieza ya casi me arranca los ojos: me encuentro con frases en las que entre el sujeto y el verbo hay una coma. Horrible. PECADO. ¡Penitenciagite! En este cuento la labor de edición y traducción empieza a hacer aguas. Hay párrafos que me tiran para atrás, de verdad. La historia por sí misma no está mal, graciosa con su toque al mismo tiempo feminista (reivindicando una sociedad matriarcal) y  machista (al final la figura del macho brutal y primitivo supone la salvación), pero ha envejecido muy mal. En mi caso no me dejado más que satisfecho a medias. Un 5.
  5. ‘Socorro’. La sospecha se confirma en un horror definitivo: no hay revisión alguna del texto. La mala puntuación, ese ente tan maltratado en general, es sólo la punta del iceberg. No sólo hay frases con los signos ortográficos mal colocados. En algunos casos incluso se adivina que el traductor se ha perdido por completo en lo que quiere decir el autor y no ha sabido captar el significado; en esos casos da la impresión de que se ha limitado a traducir de manera literal y ya está. Vamos, como a mí me pasó hace años, un ‘lost into the woods’. La historia se me ha hecho graciosa, poco más, llena de sinsentidos y con detalles tomados por los pelos. De nuevo un 5.
  6. ‘Sabio en el dolor’. Otro relato que está sin revisar. A eso hay que añadir el estilo —más caótico si cabe— de la autora. Si de por sí en ingles debe hacerse complicado pillarle el sentido a lo que se lee, si el texto queda embarrado con una traducción torpe y una edición que a veces no respeta no siquiera los saltos de párrafo el asunto ya se pone cuesta arriba. De resultas de todo ello la historia se me he hecho demasiado confusa, ya que obliga demasiado a intuir. Lo siento, pero un 4.
  7. ‘Os somos fieles, Terra, a nuestra manera’. Magnífico cuento. Dinámico, envolvente. Y eso usando el mismo estilo que en los relatos anteriores suponía un hándicap. Apenas hay explicaciones, pero la manera de encadenar comentarios y detalles suple esa carencia. La brusquedad con la que se arroja al lector a ese extraño mundo me ha recordado a El experimento Dosadi de Herbert. Cuento del todo recomendable, y que casi por sí solo justifica la compra del libro. Un 10 bien gordo.
  8. ‘Las puertas del hombre dicen hola’. Relato al que me ha resultado imposible cogerle la gracia. Eso en cuanto al fondo, que la forma… Por dios. Si es que incluso los guiones que marcan incisos de los diálogos están todos mal colocados, confundiendo lo que dice el interlocutor con lo que acota el autor. De nuevo se nota a gritos que hace falta una revisión del texto. Nada, nada. Un 4 y creo que me muestro magnánimo.
  9. ‘El hombre que volvió’. A este relato le quitaría el inicio y el final, ya que se me hacen demasiado confusos (vamos, que no los he llegado a entender bien). Salvando eso tenemos una historia que te obliga a leer, un cuento casi redondo. Pero…. Sí, hay un pero: tiene una influencia muy clara de Cántico por Leibowitz de Miller, lo que lo desluce un poco. Pese a ello se disfruta y se merece un 8.
  10. ‘Una eternidad en la Bahía de Hudson’. Otro relato que no me ha enganchado nada. Vamos, que por mí se podían haber quedado en Hudson y no salir de ahí. Se lleva un 4.
  11. ‘Te estaré esperando cuando la piscina esté vacía’. Relato jachondo que me recuerda algo a las historias de Lafferty pero con un detalle malo, muy malo: se limita a avanzar, avanzar y avanzar, hasta que se desinfla sin un giro que deje al lector descolocado. Vamos que no hay gancho final. Como detalle chorra decir que no he pillado por ninguna parte la referencia al título. Le pongo un 5 y ya.
  12. ‘Soy demasiado grande, pero me encanta jugar’. Joder con la edición. La puta edición. Ahora voy y me encuentro dos puntos dentro de dos puntos. Y —mente, —mente, —mente. En general en todos los relatos hay una sobreabundancia de —mentes, pero en este caso me ha costado seguir leyendo. Eso en cuanto a la forma deforme. En cuanto al fondo, este relato de nuevo tiene de nuevo unas secciones de inicio y de final que se hacen demasiado confusas. ¿Habla la víctima de la ‘transformación’? El estilo tangencial de escritura ‘marca de la casa’ a veces se hace demasiado… tangencial, haciendo que no se vea del todo bien lo que se pretende mostrar. Pese a todo la historia (ese alegato final) no está nada mal. Pero no puedo evitar recordar la forma horrible en la que está envuelto. ¿El autor tiene la culpa o el traidor del traductor y su compinche editor? Y yo voy y pese a ello le pongo un 6.
  13. ‘Nacimiento de un viajante’. Historia que de entrada se me hace muy semejante —demasiado—a ‘Os somos fieles, Terra, a nuestra manera’. Semejante pero más ‘vacía’. Parece una versión primeriza del mismo cuento. No está mal, pero queda ensombrecida si la comparas. Un 7.
  14. ‘Madre en el cielo con diamantes’. Llegas a cierta frase en concreto sacada de una canción de los Beatles (es un decir) y se te atraganta el cuento. Piensas: no, por favor, no. Y luego es que sí. Malo, muy malo, cuando el título de un cuento adelanta su final. Aquí el autor mantiene el recurso de ‘todo comprimido’, sólo que en este caso me ha dado la impresión más que nunca da la impresión de que parece querer ahorrar palabras. Me parece que hay una excesiva falta de descripciones de ambiente y  de contexto. Odio las tijeras que llevan a este tipo de textos, cercenados. Venga, le pongo un 6 y ya.
  15. ‘Súbenos a casa’. Scotty, beam me up! El relato quizá le guste a un fan de Star Trek. En mi caso  durante gran parte del mismo me sentí como si leyera Juan Raro en plan descafeinado (muy descafeinado). De nuevo no logré conectar con el texto, y la escena final me dejó muy frío, sobre todo por lo forzado. No se trata de un texto de Matheson como para sacarse de la chistera ese grajo. Acabamos con un 4.

Haciendo la media me sale un 5,8. Una pena esa nota tan baja. Las luces (ese soberbio ‘Os somos fieles, Terra, a nuestra manera’) han acabado casi devoradas por las sombras. Pese a ello la manera de narrar del autor me parece muy interesante y en ocasiones brillante. Habrá que conseguir más…

Un saludo.

Pd: para los que no lo sepan, el autor (Jaime) tenía tetas.

Algis Budrys – ¿Quién?

Hola, culebras.

Necesitando un libro finito para que me entrase bien en el bolsillo interior de la chupa rescaté este diminuto Ultramar. Llevaba no sé cuánto tiempo en La Pila este ¿Quién? por eso de que el tema de una posible historia de espías en la guerra fría me atraía poco y menos.

De Algis Budrys había leído ya Michaelmas y El laberinto de luna, sin recordar ahora mismo mucho de ambos, lo que denota el escaso éxito que a largo plazo han tenido en mi cerebro.

Algis Budrys - ¿Quién?

Algis Budrys – ¿Quién?

Empecé a leer este ¿Quién? temiendo encontrarme un rollo de espionaje y contraespionaje. No voy a negar que no hay algo de ello, pero para mi sorpresa el libro lleva entretejida una historia de crecimiento (o más bien desarrollo) personal del protagonista que le quita peso al rollo de las agencias. También temía darme de frente a un bodrio psicológico, por eso de tratar de descubrir (y cómo hacerlo) la verdadera personalidad bajo esa cara de metal. Sin embargo tampoco ha habido mucho de ello. ¡Menos mal!

La verdad es que la lectura se hace ligera, si bien no del todo amena. Al menos para mí, que no acabo de cogerle el gusto a la temática. A lo largo de las páginas se medio juega al gato y el ratón de una manera muy somera para tratar de averiguar quién se esconde tras la máscara. Pero no hay verborrea psicológica, tratando de trazar fintas en las fintas de las fintas para pillar al impostor. Al contrario, aparecen unos agentes bastante mediocres o desganados que no se ven capaces de hacer mucho. O al menos de sacar nada en claro.

Sin duda no está entre las lecturas de mi vida, pero tampoco la puedo llamar truño.

La edición cuanta con una traducción algo mejorable a cargo de Rafael Marín. ¿Podría traicionar al autor y cargarse esa ristra de adverbios modales? ¿Eso es traición?

Le pongo un 6.

Adiós.

Jack Vance – Lámpara de noche

Hola, culebras.

Hace muuuuuucho que no leía nada de Vance. Fijaos cómo es la cosa que tengo con este autor que me he comprado el libro como quien dice hace nada y ya está acabado. No ha durado en La Pila ni una sola semana: en cuanto he acabado con Cerca del punto crítico me he lanzado sobre este Lámpara de noche.

Y sí: me he comprado un libro. Tras sin gastarme ni un solo duro en libros, ni siquiera en saldos, al fin ha caído uno más. ¿Acaso ha mejorado mi economía? Pues no, por desgracia. Pero de repente me encontré con un pequeño vale de cierta tienda y… pequé. Más aun cuando vi en la estantería Lámpara de noche.

Jack Vance - Lámpara de noche

Jack Vance – Lámpara de noche

Tras años y años, de nuevo Vance. Debo decir que mi última lectura del maestro me dejó un sabor de boca no del todo agradable: Lionesse se me hizo demasiado Tolkien, como si Vance hubiera tratado de emular la fantasía medieval. Y a mi entender sin lograrlo.

Pero en esta ocasión el autor regresa a la manera de narrar que ya usara en ‘El planeta de la aventura‘. La descripción de civilizaciones extraterrestres como elemento narrativo principal. Pero con una diferencia con respecto a ‘El planeta’: aquí Vance parece casi desaforado. Describe y describe. Los mundos, sus sociedades, sus detalles. Nos introduce en ellos de tal manera que un poco más y las podemos tocar. Descripciones detallistas que al menos a mí nunca me han aburrido.

En este sentido hay que destacar que Vance, pese a la variedad de lo narrado, el libro apenas supera las 400 páginas. Todo un sopapo a los actuales forjadores de tri-penta-heptalogías: ellos sacarían 1600 páginas. O más. Y puede que ni así narraran lo mismo que Vance y con su fluidez.

Sí, hay detractores (y no pocos) de este libro. ¿Que los mundos no son del todo creíbles? En esos extremos tan a menudo ridículos y cogidos con pinzas está, a mi entender, la gracia. El mundo de Gallingale es un sinsentido absoluto con su sistema de niveles sociales; el de Fader es el espectro de un espectro, regodeándose de un pasado perdido, acosado por criaturas que parecen un recuerdo exagerado de los Tschai (o si se quiere con La máquina del tiempo de Welles), y sumido en unos conceptos morales tan rígidos como prepotentes. El colmo de todas esas sociedades estrambóticas está en lo que se descubre en el Congreso de Aguasclaras: habitantes que buscan el reconocimiento y la gloria a través de la inmolación más llamativa posible. Mundos imposibles, exagerados… desde nuestra perspectiva actual: en el libro queda bien claro que algunos de ellos llevan miles de años fermentando sus sociedades. ¿Alguien se atreve a decir que con tiempo y soledad no se puede llegar a semejantes sociedades? Quien diga que no que se dé una vuelta por esta bola de barro y compare sociedades.

Lo que sí hay que admitir, por ejemplo, es la manera en la que se olvida de las notas. Al principio del libro se repiten, jugosas e interesantes. Pero en cierto punto desaparecen para no volver.  ¿Olvido? ¿Despiste? Una pena porque por ejemplo en Fader, tanto para describir la zona civilizada como a lo largo de la epopeya de Maihac, hubieran tenido mucho peso y enriquecido el texto.

Si, en algunos aspectos se puede decir que el libro parece algo descuidado. Pero mucho y muy bueno me parece teniendo en cuenta que para entonces el autor ya estaba ciego. Me gustaría ver a los críticos narrar algo semejante sin ver.

Durante un instante el libro me hizo pensar en Radix. En un momento dado Jaro, el protagonista, parecía que iba a progresar por ese camino… pero no. Falsa alarma (si de verdad se puede considerar alarma a ese libro de superación personal extrema, cosa que no).

Siguiendo la lectura nos encontramos con aventuras dentro de aventuras, como la narración de Maihac. Sólo esa historia ya hubiera dado para una novela por sí sola. Vance la ventila en unas páginas y nos acaba introduciendo en una especie de folletín.

En general se puede decir que el autor configura una historia tipo maquinaria de relojería: en que todo encaja a la perfección. El plan de Maihac sale a la perfección, logra todo sin apenas complicaciones (y cuando las hay triunfa al modo Radix, convirtiéndose en algo más poderoso). Algunos detalles chirrían de una manera escandalosa, como por ejemplo la locuacidad del prisionero. Que sí, que es telépata, que su carcelero parece que hablaba por los codos, que es muy listo, pero coño: que habla como un Chéspir. Este detalle, y otros, le obliga a uno a pasarse por alto la suspensión de incredulidad. Pero hablamos de Vance (sí, se le perdonan esos pecados, sí. O al menos yo —vanciano confeso— se los perdono), y hay que seguir leyendo porque en cualquier momento nos golpea con su sentido de la maravilla.

¿Se puede decir que el libro es una obra encorsetada? Sí, pero… pero a algunos eso no nos importa. Yo cogí el libro consciente de que la historia del protagonista muy bien podía resultar un simple vehículo para conocer mundos y culturas extraños. No me ha defraudado, incluso con las limitaciones argumentales.

En definitiva, se trata de una obra recomendable más que nada para forofos de Vance. Hay que admitir que se necesita tener estómago para las digresiones que se suelta. Pero como yo tengo ese estómago no he sufrido con ellas, y como Vance me encanta, no lo he sufrido. Pero admito que si uno no conoce al autor y se encuentra de repente este Lámpara de noche con suma facilidad acabará huyendo… y perdiéndose joyas como La tierra moribunda o el ya citado ‘Planeta de la aventura’.

Vamos, que le pongo un 6, siempre teniendo en cuenta que yo me leo mamotretos que mucha otra gente tiraría a la basura.

Un saludo. O adiós. Lo que queráis.

Hal Clement – Cerca del punto crítico

Hola, culebrillas.

Sigo esquivando las leZturaZ. Esta vez, sacando de la pila los libros que me dio Alberto hace un tiempo, me he encontrado con un autor nuevo. Nuevo para mí, se entiende, que Hal Clement tiene ya un poco de solera. Entre los que tenía a mano, y sin saber como quien dice nada de nada de su contenido, escogí este Cerca del punto crítico. Además se trataba de un librito pequeño, novela muy cercana a la novelette, lo que me permitía (en caso de no gustarme) liquidarlo con rapidez.

Una vez leído ¿qué puede decir de este Cerca del punto crítico?

Hal Clement - Cerca del punto crítico

Hal Clement – Cerca del punto crítico

Me he encontrado con una obra de cifi dura, ambientada en un planeta rocoso gigante con una gravedad el triple que la nuestra. Así de primera me recordó a Estrellamoto (esa divertidísima novela de Robert L. Forward), pero al poco de leerlo las semejanzas se empiezan a diluir. En Estrellamoto teníamos una civilización sobre la superficie de una estrella de neutrones, los entrañables cheela: diminutas criaturas de un ritmo vital alocado. Sin embargo aquí están los ‘tenebritas’, en plena transición del paleolítico de cazadores/recolectores a la cultura trashumante (proceso imbuido, todo sea dicho de paso, por un programa poco menos que colonialista/paternalista muy de la época de la novela). Si la estrella de Estrellamoto rotaba a una velocidad alocada haciendo que sus habitantes vivan en un marco temporal diferente al nuestro, el coloso rocoso protagonista de este libro (con el sugerente nombre de Tenebra) gira de tal manera que sus días ocupan cuatro de los nuestros, lo que hace que sus habitantes vivan jornadas larguísimas.

Pero no está ahí la clave de dureza que afecta a todo el desarrollo del libro. Acompañada a la gravedad enorme del planeta se describe una atmósfera de enormes presiones y de calor casi infernal. En ese ambiente el punto crítico al que se refiere el título no tiene relación directa con ningún hecho dramático de la trama, sino que se trata del punto crítico de termodinámica. Aquí un poco más de información sobre el agua y ese punto. Usando una atmósfera cercana al punto crítico del agua el autor nos muestra la importancia de ese débil equilibrio entre líquido y gaseosos, tanto para la geografía, climatología y orografía del planeta como para la propia vida que en él hay. Nos muestra ríos y océanos evanescentes, una lluvia sorprendente, una dinámica de masas de aire en función de zonas de convección generadas por hogueras (sí, como digo: la atmósfera y sus meteoros modificados a golpe de fogata). En resumen, Clement se ha trabajado un planeta sorprendente dadas esas condiciones tan extrañas para el común de los mortales, pero al mismo tiempo creíble y coherente.

Aunque antes de seguir con lo duro hay que decir una cosica: si bien el autor se nota que maneja a la perfección los procesos químicos (lógico en Clement), falla de manera bastante estrepitosa en lo referente a la tecnología. Las referencias a cintas como soporte de grabación o a las reglas de cálculo a la hora de trabajar los navegantes e ingenieros le hacen a uno sonreír.

Inciso superado. Con ese escenario tan elaborado Clement nos presenta una pequeña historia de segundo contacto. Sí, segundo, porque así se me ocurre llamarlo dado que el primero parece un coitus interruptus.  Unido a esto hay un reto de cooperación entre especies tan diferentes como la humana y la tenebrita. A ello se añade un posible conflicto diplomático con una tercera raza en discordia, una suerte de klingons molestos e irritantes.

Por desgracia, como se suele acusar a la ciencia ficción dura, el lado literario pierde frente al científico. La brevedad de la obra no ayuda a hacer que el lector empática con los protagonistas. Al drommiano no hay quien se lo crea, de igual manera que (pensándolo dos veces) nadie creería en razas belicosas y con poder de navegación estelar: se auto exterminan antes de llegar a ello con seguridad. De los humanos apenas se atisba un poco del biólogo y de la niña, y de los tenebritas algo de Nick… y ya.

Al final de la obra hay cierto olor a deus ex machina, sobre todo en lo relativo a ‘lo que soluciona el problema’. Qué casualidad, vamos, que no han visto uno en todo el planeta y, oh maravillas, ahí está justo cuando se le necesita.

En una época en la que los libros pecan de que les sobra páginas y páginas, a éste le falta extensión. Y no sólo para crear personajes, sino que incluso para componer una trama con gancho. Mucho paseo por la superficie del planeta buscando y llegado el momento del salvamento… En fin, Forward se lo ha trabajado mejor que Clement. Pero hay que dejar clara la cantidad de años que separa esta obra (escrita en 1958) de la de Forward (de 1985). Esos casi treinta años, que en cifi han supuesto mucho (en fondo y forma), convierten Cerca del punto crítico en un más o menos digno antecedente. Si el libro de Forward se me hace muy recomendable (serio en cuanto a la elucubración de posible vida en un lugar tan increíble como la superficie de una estrella de neutrones), este Cerca del punto crítico se me hace por lo menos agradable, aunque no para tirar cohetes.

Antes de acabar no podía por menos que hacer mención a la traducción: descuidada, con algunas frases que me he visto obligado a releer para comprender. Y con algunas que ni así, obligándome a tirar para adelante sin saber bien lo que han querido decir. También la puntuación falla, tanto que se vuelve surrealista por momentos. Para acabar de rizar el rizo me he encontrado con errores en líneas de diálogo, que por arte de birlibirloque se han convertido en párrafos sueltos, o han acabado insertadas a las bravas dentro de otros. Espero que el resto de libros que tengo de esa colección mejoren ese aspecto, porque si no vaya pena.

Vamos, que le pongo un seis. Gracias, Alberto 🙂

Adiós.

PD: no, no he leído Huevo de dragón. Se admiten donaciones.