Hola, ofidios.
Después de cosa de siete años saco de la pila este libro. Lo conseguí por participar en el Art Nalón Letras 2005, en el que (como es lógico) no obtuve nada. A excepción de este reducido volumen. Y acerca de su contenido voy a escribir ahora un poco.
Ante todo hay que decir que el nivel medio de los relatos ha sido aceptable, pero no como para echar cohetes. Se nota que hay mucha gente aficionada participando en el mismo. Se trata de un concurso orientado a la ¿juventud?, a escritores de menos de 37 años. A esa edad ya hay gente que escribe mucho y muy bien, pero por lo que sea en esta edición ese tipo de concursante no abunda.
Pero vayamos al contenido. Los tres primeros relatos están escritos en bable, por lo que ni siquiera los he ojeado. Así que pasamos a los escritos en castellano actual.
El relato ganador, ‘Puerto Hambre’ de Mar Sancho Sanz, sufre un defecto estilístico a mi entender descomunal: está todo él (cuatro páginas y pico, y en torno a las 1.200 palabras) redactado en un único a inacabable párrafo. A lo mejor se podría decir que es un recurso estilístico o… no sé. Pero a mí me parece un error de bulto, algo que de por sí ya lo invalidaría para obtener ningún galardón. Más aun cuando al leerlo los puntos y aparte saltan a la vista. En cuanto a la historia se puede decir que este sencillo relato surge de una simple anécdota. El final del relato (aviso de que lo voy a reventar) chirría bastante en tanto y cuanto que Gastón no es un nombre muy español, precisamente. Hay alguna que otra frase extraña, como la del ‘betún de croata más alto’ Hay otros fallos, en este caso de edición, como el cambiar ‘turno’ por ‘tumo’, o un ‘d el’ que sin lugar a dudas proviene de un ‘del’. ¿Envió el relato en papel y el OCR provocó estas erratas? En resumidas cuentas, un relato gracioso que se lleva un 6.
Tras el ganador en libro se incluyen otros relatos seleccionados por el jurado.
- ‘El murallón de Sindarleza’, de Santiago Javier Ambao, resulta un relato mejorable, sobre todo en temas ambientación. Mezcla detalles que dan una idea de modernidad (como un centro comercial, un centro de esparcimiento y un hospital) con otros de toque fantasía medieval (el murallón, las torres de vigilancia, etc.). Precisamente la primera aparición del murallón es una imagen sugerente. O al menos para mí, que ya escribí hace años un relato acerca de un muro (relato que ahora que lo pienso bien podría ser recuperado/revisado y acabar en Eterno V2). Otro defecto del relato es la falta de coherencia, o de lo que para mí es coherencia: esos cien años de que habla no me parecen un lapso de tiempo suficientemente largo como para darle el aspecto añejo de lo que incluye el párrafo. Aparte del sinsentido de entregar toda la producción de oro a ‘los otros’. ¿Entonces en qué se basa el comercio de la colonia? Luego está el tema de la mentalidad de los colonos, que se anticipan a lo que les pueda suceder sin base alguna de sospecha, o su capacidad de ver lo que hay más allá del muro sin atreverse a echar una ojeada. ¿Cómo saben que hay patrullas al otro lado si nunca han mirado? Todo esto hace que se lleve un humilde 5.
- Nuria C. Botey nos presenta ‘Oficina de cambio’, un relato muy corto y prácticamente vacío. Se basa en una única idea sin aportar nada. La poca originalidad se acentúa al darse cuenta de que todo se reduce a un ‘paren el mundo que me bajo’, algo ya muy viejo. Le aplico un 4.
- ‘El culto’, de José Luis Erausquin Granados, mantiene un buen tono. Sólo al final se adivina de qué va, lo que supone un éxito. Lo único que el tono casi medieval o preindustrial del inicio de la historia no encaja con la resolución final del mismo. El relato se merece un 7.
- El relato ‘Café de contrabando’, de Mercedes González Alonso, está bien escrito y posee un ritmo interesante. Incluso al inicio posee unas imágenes llamativas. Por todo ello le pongo un 7, nota que podría haber superado de no existir algún defecto, como la mención a Profidén, que no encaja con un relato por lo demás limpio de marcas o llamamiento a ‘lo real’.
- El texto de ‘Nassau’, de nuevo de Mar Sancho Sanz, padece el mismo defecto que el ganador del concurso: se trata de un único y descomunal párrafo. Acojonante que pasaran ambos dos la criba (por no hablar de que uno de ellos ganara). Aun así la historia no queda mal. Tiene un giro argumental que le aleja del típico (y vacío, sencillo, manido) argumento emocional para adentrarse en uno más duro. Un relato al que le aplico un 6 que bien hubiera podido llegar a 7, de no ser por el defecto estilístico.
- Llegamos a ‘Jardineros’ de Jaime Alejandro Roda Bruce. Por fortuna este relato es corto, por lo tonto que resulta. Nos hallamos ante un texto sobre cargado de palabrería ‘técnica’, a veces ridícula, con términos entiendo que introducidos más por su sonoridad que por su eficiencia en la historia. Pero la referencia a Oort supera lo tolerable, dando ganas de dejar el relato. El final resulta tonto, una fantasía que no va a ningún lado. Le doy un 4, y bastante me parece.
- ‘Albricias’, de Roberto Vivero Rodríguez, al poco de empezar ya me provoca horror con una simple palabra: ‘imeileaban’. Semejante salvajada ya supondría cerrar el libro, o cambiar al siguiente relato. Otro defecto es el tono que se usa en la narración, que a veces se confunde entre un narrador distante a otras con un protagonista involucrado. El resultado final es una chorrada ‘humorística’ (supongo) en un estilo nada de mi agrado. Le pongo un 4.
- Jonathan Préstamo Rodríguez nos presenta ‘Entrar, saludar, salir, esperar’, un relato que me ha pillado por sorpresa. Admito que no había captado la temática hasta justo el final. Eso ya me gusta (o a lo mejor es que leer de madrugada en el metro supone a veces tener esos despistes). No me acaba de cuadrar el que el protagonista conozca a la gente parte de la gente del vagón. Aun así le pongo un 7.
- ‘Celia pies de flor’, de Carlos de Puerto Martín, es una pequeña delicia. Sí, por unos momentos se pierde (cuando habla de los niños y el fútbol), pero luego regresa a esa fantasía onírica delicada, deliciosa. Un muy merecido 8.
- Con ‘Una nota en la cocina’ de Ismael Piñera Tarque nos presenta juna historia sencilla y emotiva, pero que funciona, con una final que agrada y sorprende. Eso le hace merecedor de un 7.
- El mismo autor, Ismael Piñera Tarque, repite relato en la compilación con ‘La apuesta’. Se trata de un texto menor en comparación con el anterior, una historia que se reduce a una anécdota y que tendría mucho mayor peso e interés si estuviera contextualizada (y ampliada y acompañada de otras similares) dentro de ese interesante Breve historia del odio. Le doy un 5.
- ‘El ladrón de flores’, relato de José Manuel Moreno Pérez, tiene aire de clásico, de texto costumbrista, humilde y sencillo. En general se puede decir que está bien escrito, salvo la parrafada inicial, y posee un buen final. Se trata de una historia realista y pícara, un texto de agradable lectura. Todo ello le otorga un 7.
- Acaba la compilación ‘Plato de jnuuj’, de Juan Jacinto Muñoz Rengel. Nos hallamos ante un texto de corte surrealista y graciosillo. Tiene un pequeño error, que sin embargo supone un detalle casi vital en el desarrollo de la historia: no explica cómo consigue el jnuuj, algo que se supone es rarísimo y casi inconseguible. Sin embargo ese problema lo ventila en un plis, como si no hubiera supuesto un problema. Esa búsqueda de un ingrediente tan exótico buen hubiera podido suponer todo el relato. Pero no. Un fallo; el fallo. Aun con todo no me acaba de gustar ese ‘humor’, por lo que le aplico un 6.
Una vez leídos todos los relatos nos da media de 5’93. No llega por poco al bien. Sin embargo me dan ganas de leer más de otras ediciones. Supongo que será imposible hacerme con copias de otras convocatorias: se agradece que alguien me las regale.
Y así de paso me regodeo viendo cómo otros más jóvenes llegan a algún sitio (publicar y todo eso) mientras yo desperdicio mi vida sin llegar a ningún lado. Positivo que está uno, sí señor.
Un saludo.
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