Hola, little snakes.
Antes de abandonar estas vacaciones y regresar al curro (y realmente temeroso de la mierda y MAL ROLLO que allí me espera) una pequeña historia que puedo contar de primera mano: los viajes de una pequeña navaja en un mundo de máxima seguridad.
Hace algunas semanas muchos de vosotros habreis leido las andanzas de una peligrosa arma destrucción masiva (o al menos aerea): la de la camiseta en la que aparece dibujado un Transformer portando un arma. Podeis pulsar ese enlace para saber de qué va el tema si no lo sabeis, pero en resumidas cuentas la historia va de un chico, en un aeropuerto inglés, al que le obligaron a quitarse una camiseta en la que aparecía un Transformer esgrimiendo un arma. Quien esgrimía el arma era el Transformer, no el chico. Y sí, el Transformer y el arma estaban dibujados en su camiseta. Vamos, que el peligro lo constituía un monigote feo impreso sobre algodón-poliester.
Surrealista, por no decir ridículo. (Vaya, ya lo dije.)
Pues bien, esa es la seguridad y la paranoia que hay en algunos En este punto entra mi fabulosa navajita voladora. En primer lugar os la presento:
Muy marinera ella, como mi tierra. Presiosa también, y con un filo MUY afilado, puedo dar fe de ello.
Pues bien, ahí donde la veis ha viajado y atravesado la seguridad de dos aeropuertos (que por hacerles un favor no mentaré) sin que nadie dijera nada. La primera vez, lo admito, entró sin que yo lo supiera: vamos, que la llevaba en la mochilita sin que yo lo supiera. Mejor dicho, sin que me hubiera acordado de quitarla de ahí y dejarla en casa. Así, por despiste, pasó conmigo como equipaje de mano, e incluso atravesó el arco de deteción del aeropuerto… sin que nadie se enterara. La sorpresa que me dió al llegar a mi destino y verla ahí, en el fondo de mi mochilita, junto a mi libro, mi pincho USB, mi PDA y mi receptor GPS (así puesto parece que soy un geek, pero no: mi sueldo no me permite ser uno de verdad). Pero bueno, una vez allí mi navajita y yo nos dispusimos a disfrutar.
Pasó el tiempo y llegó el día del regreso. Me dije que la navaja estaría mejor, en vez de en mi mochilita (y dado que por diversas circunstancias compañía lo de facturar iba a ser un lío), en la maleta. Así, si la pillaban los del aeropuerto, sería solo sacarla y deshacerme de ella profiriendo una maldición gitana a quien osara quedarse con ella 😀 Pero para mi sorpresa tampoco la descubrieron. Así que aquí la tengo, de vuelta sana y salva: tan pequeña, tan bonita, superando los controles de seguridad de dos aeropuertos. Menos mal que no me dió por sacarla en vuelo y amenazar a la tripulación pidiendo que nos llevaran a… a… joder, si ni siquiera sabría adónde enviar el avión 😛
Si así es la seguridad de los aeropuertos no comprendo cómo no suceden secuestros todos los días, o la menos cada vez que alguien quiere de veras cometer uno de esos crímenes. Eso sí, y hablando también de seguridad: es del manual del perfecto terrorista el que todos los venenos y gases mortales deben ser envasados en contenedores de mas de 100 c.c. Ningún malvado terrorista nunca pensaría que en ese diminuto y legal bote de 80 c.c. puede meter un producto biológicamente peligroso, o alguna otra de esas maldades suyas.
Aich, estos jodidos humanos, con su incompetencia genética, su egoismo también genético y su estupidez heredada. Lo que hacen algunos de ellos con tal de que otros congeneres se vean obligados a comprar una puñetera botella de agua en las zonas de ‘dutifri’ de turno.
Humanos.
Adios, culebras.