Tras una serie de lecturas poco menos que decepcionantes me dije que iba a cambiar de aires, a abandonar la literatura ‘de género’. La idea consistía en desintoxicarme un poco, que mi cerebro regresara a la cruda realidad, o al menos que se alejara un poco de la fantasía.
Pero no pudo ser: me estaba aguardando en la estantería de los ‘a la espera’ (mi pila consiste en toda una estantería). Como decía, allí estaba él, grueso y de lomo negro, con ese sugerente título tentándome. Mordí el anzuelo, sí. Vaya si lo mordí: hasta dentro y con placer. Tragué y tragué, anzuelo, sedal y poco faltó para que también la caña. Los Mares tenebrosos que reza su lomo me han devuelto a Santander y a la vida con el mar cerca, ese mar que veía desde mi ventana, a las tardes de verano interrumpidas por galernas, a la contemplación de la bahía y su continuo tráfico de buques, a las veces que me preguntaba qué habrá más allá de ese horizonte liso, en ocasiones de un verde cálido, otras de un triste azul o un funesto gris… el mar.
Esa compilación de Valdemar ha resultado, en pocas palabras, una delicia. No voy a hablar de todos los relatos pero sí voy a resaltar algunos, ya por su calidad, ya por la falta de ella o por algún detalle curioso.
Tras una introducción y una pequeña compilación de poesía (a la que tengo justificada fobia), como primer texto interesante nos encontramos ‘La noche del océano’, de Robert Barlow y H. P. Lovecraft. Se trata de un relato curioso, más que nada ambiental, con la huella clara de Lovecraft a lo largo de sus páginas, sobre todo en la inquietante descripción de presencias. Para los completistas (como yo) del profeta oscuro de Providence, imprescindible.
Leyendo ‘Un barco maldito’, de Joshua Show, nos encontramos con un magnífico cuento marinero, de esos que muy bien se podría haber contado sobre la cubierta de un barco a los largo de los varios miles de años que lleva el hombre surcando los mares. La calma chicha siempre ha existido, con su carga de horror vago, de angustia. Además el relato cuenta con una final soberbio, deliciosamente inquietante.
No se puede decir nada nuevo de ‘Una voz en la noche’, la aterradora joya de Hodgson y absoluto clásico del horror marítimo. Imprescindible y, por más veces que se lea, una auténtica delicia, una lección de cómo con pocas palabras se describe la angustia y desesperación más patéticas.
Por el contrario ‘La isla de los hongos’, de Philip M. Fisher, falla precisamente por eso: por enseñar demasiado, por revolcarse en la temática dándola forma, color e incluso sabor. Cierto, se guarda algunos misterios para sí, mas en general no consigue crear esa sensación de horror y fatalidad que rezuma la obra de Hodgson, en la que se basa.
De los dos relatos de Howard sólo se puede hablar bien, sobre todo del de ‘Maldición marina’, cargado de aires tradicionales y desarrollado de una manera casera, hogareña, como lo haría una abuela ante sus nietos.
La presencia en la recopilación de ‘El misterio del Vislatek’, del español Óscar Sacristán, casi se puede decir que es eso, un misterio. Este relato largo, casi novela corta, supongo que justifica su inclusión por el inicio y desarrollo de la historia, dado que no por su desenlace malo, realmente malo. Por fortuna la ambientación, que en cierta manera nos recuerda el fatal viaje del Démeter, crea una atmósfera opresiva que le da un pase.
Pero si hay un relato de injustificada presencia en la recopilación ése es ‘El otro lado de la montaña’, de Michel Bernanos. Serviría como homenaje, salvando las distancias, a ‘La Tierra de la Noche Eterna‘, también de Hodgson, o a ‘La narración de Arthur Gordon Pym‘, de Poe. Pero ¿qué hace aquí? Más aun, el estilo y desarrollo es totalmente anacrónico, dándole un tufo a pastiche de novato. No, decididamente no.
Otro autor español, y de renombre (Vicente Blasco Ibáñez), aparece en la compilación con el relato ‘¡Hombre al agua!’, demostrando a la perfección la validez del dicho ese de hazte fama y échate a dormir. Si lo firmara otro autor no estaría recogido en el libro… o quizá sí, viendo los precedentes.
‘El barco que vio un fantasma’, de Frank Norris, destaca por su original tratamiento de la víctima del pavor, y cómo este afecta a los ambientes marineros.
De la colaboración de John B. Ford y Simon Clark surge ‘El pecio de la muerte’, pastiche lovecraftiano adolescente que poco aporta.
Por fortuna ‘El buque fantasma’ de Richard Middleton nos arranca una sonrisa en este final de la compilación. Su relato al puro estilo sainete es gracioso, con toques surrealistas y cómicos.
El libro concluye con un no exhaustivo pero sí útil glosario de términos marinos, además de varios gráficos ilustrativos.
En resumen, Mares tenebrosos en su conjunto es una muy buena lectura, un libro completamente recomendable que posiblemente releeré más de una vez. Y dado el volumen de mi pila no puedo regalarle un piropo mejor.