Hola, culebrillas.
Un nuevo libro, Metro 2033, en esta ocasión de origen ruso (el autor es, agarrémonos, Dmitri Glukhosvsky): eso, por sí sólo, ya supone una diferencia. Bien, admito que lo tomé con muchas ganas, dado que la idea me parecía atrayente (original no, por supuesto, pero sí fresca en medio de la plaga de zombies que infesta las estanterías últimamente).
Al principio se nota que es una novela rusa y para rusos (o más concretamente moscovitas): acostumbrarse al mapa de metro ruso resulta poco menos que infernal, sobre todo si se tiene en cuenta la descomunal incoherencia entre el nombre de las estaciones que se indican en las solapas y las que aparecen en el texto propiamente dicho. Pero ese problema se disipa al cabo de las pocas páginas.
El arranque no está nada mal, mostrando un metro agónico y de pesadilla gracias a la irrupción de ‘los negros’. Resulta un poco difícil comprender la escala tan diminuta de población: nos encontramos ante la epopeya de un protagonista en medio de una población de ¿cuánto, diez mil personas? Cuando uno se da cuenta al fin de ese detalle, y lo compara con la población real de Moscú, empieza a percibir la realidad de ese mundo. Agónico no se ajusta a esa situación: terminal.
Como he dicho, la novela tiene un buen principio, pero esto se trunca enseguida. Aparecen personajes ‘filósofos’ que rompen el ritmo narrativo y el clima (por más que no tratar de imaginárselo, resulta poco menos que increíble el encontrar a gente que divague de esa manera en medio de ese cataclismo). Por desgracia a medida que avanza la novela se comprueba que ese tipo de digresiones son frecuentes… lo que no acaba ni de justificarlas ni hacer que encajen con el resto. Y, peor aún, cuando parten del protagonista lo único para lo que sirven es para desvirtuarlo como personaje coherente: a veces parece un papanatas, y otra un cruce entre Tolstoi y Aristóteles.
Como se deduce de estos comentarios, la novela padece de altibajos y errores de trama. Uno de los más graves trata de ‘lo negros’ y su manera de relacionarse con el entorno, y más concretamente con los hombres. No diré más de esa cagada. Además, si bien a novela posee por lo general un ambiente de realismo, de materialismo, en otras (escasas, y precisamente por eso más chirriantes) ocasiones habla y describe fenómenos poco menos de que magufos. Supongo que dado que la novela se publicó en entregas y en internet (orientada a un público juvenil, lo que implica poco exigente), el autor no debió ser capaz de evitar las chorradas magufas.
En definitiva, el libro entretiene a ratos, por lo que le otorgo un seis, nota que mejoraría mucho si se hubiera trabajado un poco más los personajes y sobre todo el entorno. Bueno, sí, eso casi suena a que escriba de nuevo toda la novela. ¡Qué cosas!