Archivo mensual: julio 2010

L. Sprague de Camp – Que no desciendan las tinieblas

Buenas, culebrillas.

Otro librillo que llevaba años vigilándome desde la estantería, esperando su oportunidad. Y al fin llegó: Que no desciendan las tinieblas, de L. Sprague de Camp, me ha resultado gracioso, ameno, pero poco más: un pasarratos, un telefilme de los domingos por la tarde… nada más.

¿Qué es lo que me falla en este libro y me obliga a no tomármelo en serio? El protagonista, que deja a McGiver a la altura de la suela: sabe hacer de todo (bueno, de casi todo, que con la fórmula de la pólvora no da). Ingeniero, químico, historiador, economista… joder, al lado suyo DaVinci era un pringado.

Nada, que aprobado raspado y va que chuta: un cinco (y por culo te la hinco).

Aaaaaaaaadios.

Rodolfo Martínez – Tierra de nadie: Jormungand

Hola, culebras.

Retomando la pila desempolvo este tocho (el calificativo va por lo del tamaño del libro, nada más) de otro español, en este caso Rodolfo Martínez.

De Jormungand puedo decir que es un libro de lectura rápida, si bien con algunos defectos estilísticos y de forma que demuestran que nos encontramos ante una novela primeriza. Antes que esta había leído La sonrisa del gato, un ciberpún que se me hizo agradable… lo que significa mucho, teniendo en cuenta que es un subgénero que no me gusta nada.

En esta novela nos presenta un mundo prisión en el que suceden cosas que se escapan al control original de los guardianes. Por un lado posee imágenes poderosas, como el paso de la luna sobre el planeta deformándolo con su fuerza de mareas; y por otro cagadas descomunales, como el uso en viajes de ida (bien) y vuelta (¿comorl?) de esas mareas lunares (lo siento, pero si bien comprendí a la perfección la huída siguiendo el flujo de la marea jamás comprendí el uso de esa marea para ir en sentido contrario, en su contra).

Me fastidió la manera en que desaprovechó el personaje que presenta la novela, una criatura interesantísima e infrautilizada. Y que la verdad es que durante una buena parte de la novela creía que se iba a convertir en el protagonista, pero no. Una pena. A lo mejor en otras novelas del ciclo de Drimar lo usa más.

Tras acabar la novela tuve la impresión de haber leído una de esas en las que el autor quiso abarcar más de lo que supo o pudo expresar.

Bueno, se lleva un seis.

Ta lugo.

Michael Moorcock – Las crónicas del castillo de Brass

Hola.

Retomo a Michael Moorcock en el último libro que tenía pendiente de leer de la saga del campeón eterno: Las crónicas del castillo de Brass, la segunda etapa de las aventuras de Dorian Hawkmoon. Siempre me ha parecido el más endeble, el menos atractivo de las cuatro personalidades ‘principales’ del campeón eterno (y mi favorita sigue siendo Corum un poco por delante de Elric), y tras leer esta segunda etapa sigo pensando lo mismo. Más aún, ahora que la guerra con Londra ha desaparecido las aventurillas del de la joya en la frente (si bien ya no la lleva) parecen bastante sacadas ‘por los pelos’.

En este volumen Moorcock aplica con demasiada exactitud los esquemas que ya ha usado en otras novelas del ciclo, haciendo en extremo previsible ‘El Campeón de Garathorm’. Sin embargo la última novela del tomo salva al resto: La búsqueda de Tanelorn, más allá de que es un tema recurrente en el multiverso, y que retoma por cuarta vez el episodio de Agak y Gagak, más allá de esto continúa con en forma de buen epílogo para el ciclo del Multiverso. Aparece y se medio-explica la presencia de alma del demonio negro, así como la naturaleza de La Balanza, para tras ello cortar por lo sano (muy al estilo de Moorcock) y por fin dar descanso al héroe eterno (un descanso muy merecido en los casos de Erekosë y de Jhary-a-Conel, que los pobres ya estaban artitos de dar más y más vueltas).

Nota: sin embargo, y en vista de lo que pone en la wikipedia inglesa, parece que todavía me falta mucho por leer del multiverso. A ver si lo editan en español… y si no a tratar de leerlo en pitinglis.

En definitiva, una lectura interesante para los seguidores de Moorcock pero muy poco aconsejable para los neófitos (para esos mejor que agarren el primero de Elric, mucho más accesible, y hablo en todos los aspectos; a este respecto desde aquí quiero darle las gracias Julipán, el de Santander, por meterme en el mundillo de Elric hace ya cosa de veinte años).

Valoración final que le pongo: un seis.

Joe Haldeman – Compradores de tiempo

Hola.

Pues de inmortales a inmortales, y tiro porque me tocan las morales. O dicho de otra manera: dado que me había leído un libro de inmortales que no me acabó de satisfacer, le di una nueva oportunidad al subgénero con otro libro que tenía en La Pila. Y un nuevo chasco, si bien este menos gordo. Compradores de tiempo (de Joe Haldeman) llevaba en La Pila años, pero una buena pila de años (creo que lo compré por correo a Miraguano, en esos pedidos que casi compraba los libros por decenas , y eso implica que todavía vivía en Santander), más que nada debido a que lo que ponía en su contraportada no me atraía mucho. No mucho, o más bien nada (lo mismo sucede con El engaño Hemingway, del mismo autor y que lleva posiblemente igual cantidad de años cogiendo polvo). Debido a eso el que tras leerla la novela no me gustara no me ha supuesto ninguna sorpresa.

Compradores de tiempo es un libro que encaja en ese subgénero llamado ciberpum, un estilo que jamás me ha dejado satisfecho: eso de las conspiraciones entre corporaciones en las que se ve envuelto de repente un don nadie (mindundi pero que sin embargo está lleno de recursos) para ir sufriendo a lo largo de las páginas diversas calamidades (y que entre medias se encuentra con una chica casi guapa pero triste por los palos que le ha dado la vida) para luego, a los dos tercios de páginas, descubrir que las corporaciones en realidad son gigantes con pies de barro, y allí está el para aplicar la manguera… pues como que no.

Coño, si acabo de contar toda la novela. Una molestia menos. Bueno, voy a decir algo más: en esta novela el malo, muy malo, se hace despreciable, sí, dan ganas de darle una paliza ‘a culo visto’ (como dirían en la familia de mi mujer), pero… coño, que el objetivo final de la Stillman es bueno: hacer de cortafuegos de los ricos que están pagando los rejuvenecimientos. ¿Quiere Haldeman una basura social como la descrita por Anderson en el último episodio de La nave del millón de años? Por dios, no. El hombre por definición, por naturaleza, debe ser mortal. ¿Un mundo lleno de hijos de puta como los de ahora, pero con una esperanza de vida de milenios? No hijo, no. Si es que los idealistas de los asteroides desconocen lo que se esconde tras el concepto de ‘explosión demográfica + naturaleza humana’. ¿Dónde está un Tuf cuando se le necesita? Lo que le hace falta a este planeta es una mezcla de Atila, Hitler, Pol Pot, Stalin y demás trabajando a escala mundial… vamos, la vista de un czarniano.

El título de Compradores de tiempo casi describe a la perfección la esencia de lo que el autor busca con el libro: has pagado por el libro, lo has leído, el dinero ha acabado en las manos del autor, y tú estás deseando coge el siguiente.

Vamos, que le pongo un cinco raspado, por eso de que no entra dentro de lo claramente malo, pero nada más.

Poul Anderson – La nave del millón de años

Buenas, ofidios.

Hace muchísimo que no leía nada de Anderson, y dado que vi La nave a un precio bastante jugoso (y me sonaba haber leído buenas reseñas de la novela) pues lo compré.

Pero vaya chasco. Como novela no vale mucho, más que nada ya que se trata de un fix-up ampliado, que muchas veces resulta repetitivo y monótono. Tanto es así que hay capítulos que no dicen nada, pudiendo saltarse sin problema alguno. Se nota que fueron escritos de manera salteada para luego acabar juntos en la novela. La psicología de los personajes resulta casi nula, más aun dado el rango de tiempo en el que trascurre.

Mención aparte merece el extenso capítulo final, que rompe con todo lo anteriormente mostrado en la novela, y que además de desgajarse de la trama (de nuevo un añadido suelto que deshace la coherencia de la misma) intenta dar un pequeño giro a la psicología de algún personaje.

No merece más palabras: un cuatro y va que chuta.