Archivo diario: 22/04/2012

AA.VV. – UPC 1999

Hola, ofidios.

Un nuevo UPC llega a mis manos, con su pequeña panoplia de autores. ¿Qué nos podemos encontrar en esta edición de 1999? Veamos.

La introducción, como ya es costumbre, viene en forma de la conferencia que impartió Robert J. Sawyer. ‘El futuro ya está aquí: ¿hay sitio para la ciencia ficción en el siglo XXI?’ podría rozar la perfección si no tuviera ese tufillo de autobombo. Nos encontramos ante un magnífico alegato en pro de la ciencia, que no aburre sino más bien todo lo contrario, invita a leer sin pausa. Se merece un sobresaliente 9.

Hablar de ‘Homunculus’, de Alejandro Mier, es hablar de un relato sosegado, de ritmo lento. Esa lentitud que se regodea en los detalles, en los ambientes y personajes hace que este relato, en base sencillo (de hecho casi se podría decir que lineal), acabe resultando predecible. Tan predecible, tan lento, que al final resulta un chasco: no hay nada original, ni sorprendente. Algo que muy bien se podría haber resuelto en diez o quince páginas se ha alargado a las ciento cuarenta. Ciento cuarenta páginas para nada. Pero aun no nada la manera de llenar esas páginas resulta agradable. Por eso se merece un 6.

Llegamos a ‘Iménez’ de Luis Noriega. ¿Qué decir de este relato? Poco bueno. O nada. Casi se puede decir que es impresentable. Un panfleto escrito con excesivo apresuramiento, de estilo caótico y desordenado. Posee una sintaxis penosa, con una puntuación deplorable. El detalle estilístico del no uso de la letra j queda ahogado por todo ese mar de mierda. No sólo no aporta nada, sino que le da al texto un aire pedante y pretencioso de un ‘quiero y no puedo’ que resalta su nula calidad. No recordaba nada tan malo en estas compilaciones desde que padecía ‘GRACOS’, de Gabriel Trujillo. Un nuevo ejemplo de la degeneración y volubilidad del jurado del UPC. Le pongo un 2 por no endosarle un 1.

‘El día en que morí’ (Fermín Sánchez Carracedo) empieza con un buen ritmo, que por desgracia luego pierde. Por desgracia acaba siendo un relato de desarrollo lineal y con un fuerte deus ex machina en lo relativo a la sucesión de muertes: están justificadas de una manera muy peregrina. He de admitir que no he sabido comprender el uso de la cursiva, dado que no he hallado una diferencia significativa entre esos textos y el resto ni por el tono ni por el punto de vista. Aun con esos defectos le asigno un 6.

El relato de Daniel Mares, ‘IA’, pertenece al subgénero del ciberpum, lo que ya de entrada le otorga un punto negativo: no me convence nada ese estilo, tramposo, cutre y sucio. Y en esta ocasión a esos adjetivos se deben añadir otros. Por un lado el relato está, por momentos, muy mal escrito (o eso o a sufrido de un salvaje destrozo por parte del editor), con faltas de ortografía y una sintaxis (y puntuación) a veces penosa. Por otro lado nos encontramos con un recurso final, al parecer del agrado del editor, pero que apesta a ‘no sé cómo acabar con esto, así que lo acabo de todas las maneras posibles’. Ni que decir tiene que ese último ‘recurso’, demasiado similar a los librillos de ‘elige tu aventura’ de cuando yo era un crío, ha sido el colmo que casi me ha hecho lanzar el libro por la ventana. ‘IA’ es (como sucede a menudo en estos supuestos relatos de intrigas y espionajes tan del género ciberpum) una historia hueca cuyo ‘sentido’ se descubre al final, sin pista alguna previa. En algunas partes la línea temporal se divide de forma brusca llevando al lector a la confusión. La impresión final es la de un texto apresurado, un borrador que necesita un buen repaso. Ni de lejos digno de pasar una primera criba en un concurso que se las da de tan importante como el UPC. Menos aun de llegar a las lecturas finales del jurado. Y, por supuesto, ni de lejos llegar a ser publicado. Parece como si, tras el muy interesante ‘La máquina de Pymblikot’, los jurados del UPC le hubieran dado barra libre para escribir lo que quiera y como quiera. Una pena.

Por todo ello se lleva un 4.

El libro deja una impresión final triste, la de un premio venido a menos. Al cerrarlo te queda el regusto amargo de que el jurado ese año 1997 tuvo que bregar con textos infames: si esos son los premiados, mejor no saber qué se quedó atrás.

Haciendo la media me da un 5’4, un aprobado raspado que no elimina el sinsabor que me ha dejado al final. Ya le pueden dar las gracias a Sawyer.

Adiós.