Hola, culebras.
Primer libro que leo de P. D. James, autor que hasta la fecha ignoraba que se trataba de una mujer. Nunca me habían atraído sus obras, que no sé por qué me desprendían cierto aire de ‘libros mainstream, orientados a lectores viejunos y de mentes poco exigentes’. Prejuicios, sí.
Pero me sorprendió saber que la película de Hijos de hombres (ciencia ficción depresivo–realista en la onda Brunner) se basa en un libro suyo homónimo. De la película tengo un buen recuerdo, aunque con alguna que otra laguna en cuanto a la trama.
¿Qué me he encontrado en esa novela? Pues sobre todo una historia de personajes, y sobre todo de uno en concreto, Theo. Usando extractos de su diario personal entremezclados con partes en tercera persona se nos muestra el mundo tal y como lo vive Theo. Los textos del diario al principio se hacen en exceso explicativos: en las primeras páginas se describe de manera a mi entender demasiado apresurada el trasfondo del protagonista y del mundo en que vive, algo que asumo se debe a la nula experiencia de la autora en el terreno de ciencia ficción. En ese inicio apresurado se nos muestra la infancia de Theo, su difícil relación de igual a igual con su primo Xan (que en un futuro adquirirá el cargo de Guardián de Inglaterra), su drama personal en forma de la muerte de su hija. Entre todo ello, entremezclado con (hay que recalcarlo) excesivo apresuramiento, hay una descripción de la situación mundial y el problema de la natalidad. Todo ello, como ya digo, contado con excesiva celeridad, casi sin pausa, lo que me hace dudar de la capacidad de dosificar que tiene esta mujer.
Pero de improviso se pasa del apresuramiento a casi todo lo contrario, al deleite en el detalle. Con ese ritmo pausado uno puede disfrutar de lado las enajenadas relaciones sociales que se han forjado en esa Inglaterra al borde de la senilidad forzosa: entran en escena Jasper, el catedrático amigo de Theo, y su mujer. También aparecen Julian y Los Peces. Tras ellos, las aldeas costeras antes llenas de turista y ahora vacías, los rituales de suicidio más o menos forzado, la soledad ante la muerte, la alienación de la vejez, los museos que más bien son mausoleos… El terrible papel que realiza la mujer de Jasper en el quietus obligará a Theo a tomar parte en esa orweliana Inglaterra creación de su primo. Theo se adentrará en una especie de viaje iniciático hacia una rebelión desesperanzada, sin visos de éxito. Una rebelión que la hace más que nada contra sus propios fantasmas.
A partir de ese instante la novela sufre un nuevo cambio de registro, de ritmo: pasa de ser un texto con aspectos casi intimistas a una especie de historia de acción a medio gas. Entran en escena, y revestidos de una triste gloria nihilista, los omega, los extraños, bellos y salvajes últimos nacidos. Ellos son los protagonistas de una de las escenas más duras del libro, sólo superada por el quietus. Dicha escena sirve como punto de inflexión final de la obra: el sacrificio y el duelo que derivan en un descubrimiento, y ese en traiciones mutuas que desencadenarán el final. Éste, el desenlace, no goza de la plasticidad de la película (cuando todo se paraliza en torno al llanto del bebé) pero sí dispone de un breve duelo de armas, personalidades y concepciones del mundo.
En definitiva, una novela con un ritmo desigual, nada constante. Para los amantes más estrictos de la ciencia ficción decir que la obra carece de explicaciones, sobre todo en lo relativo al detonante del drama: el extraño fenómeno de la esterilidad mundial. En ningún momento se da el menor atisbo de las razones de ese cataclismo. Tampoco se describen, ni de lejos, los esfuerzos que realizan los gobiernos mundiales para hallar la solución (aunque sí que deja claro su poca o nula colaboración). Mucho menos recibe el lector una justificación a porqué de repente sí que queda en estado una mujer. No se explica nada de nada. Pero como estamos ante un novela de personajes, de situaciones extremas en las que la autora debate acerca de la religión, de las relaciones de pareja, del poder, de la represión policial, de la selección por parte del gobierno de ‘los limpios’ (genéticamente hablando, una suerte de eugenesia), de la explotación de los inmigrantes, de la represión y exilio de los criminales y disidentes, de la desesperación de un mundo que sabe que no tiene futuro alguno… da igual la razón para la esterilidad: está ahí como simple detonante y atrezo para describir sus efectos en la sociedad mundial, y su colapso moral. Para ver, más allá de esa desesperanza, cómo algo tan humilde como un nacimiento (aunque la madre padezca una deformidad que la marca como ‘sucia’) moviliza a los máximos poderes del país. Ahí radica, a mi gusto, el éxito de la novela: lo que está más allá de la ciencia ficción.
Pena que la manera de escribir y el ritmo pueden mejorarse mucho. Se merece un 6.
Chao.