Hola, culebras.
Me encontré El rostro en unos saldos (mi principal medio de conseguir libros, por desgracia) y la verdad sea dicha ni siquiera cuando estaba pagando me sentía seguro de saber qué narices compraba. El nombre del autor, Tim Lebbon, no me decía nada y la contraportada tampoco me aclaraba mucho respecto al contenido.
Pero lo compré y hoy mismo lo he acabado de leer.
Por suerte no se trata de un thriller, tal y como me llegué a temer. Por el contrario El rostro resulta encajar en parte en un estilo de terror de los que me encanta: el de Ramsey Campbell. Se puede decir que las dos terceras partes del libro el autor utiliza atmósferas que recuerdan a las creadas por el maestro de Liverpool. El ‘malvado’ aquí aparece de una manera más directa, momentos en los que el libro a mi entender pierde magia, pero ese defecto se ve compensado por la manera de reaccionar los personajes a esa presencia.
Por desgracia en el último tercio de la novela la historia se banaliza, convirtiéndose en otro texto más de ‘asesino ultraviolento’. Desentona por completo con lo anterior, desluciendo el resultado final. A ello hay que añadir una conclusión aturullada y carente no de explicaciones, sino siquiera de pistas de por donde agárralo. Al acabar de leer el libro esta deja una intensa impresión de historia errática y sin objetivo. Quizá eso buscaba el autor, el demostrar lo caótico e indiscriminado de la violencia, pero a mí no me ha dejado satisfecho.
Hablemos de alguno de los defectos más serios que he encontrado:
- el primero lo tenemos en relación a las huellas extrañas que se describen al inicio de la novela. Uno espera que a lo largo de la misma (o aunque sólo sea al final de la misma) se dé una ligera explicación. Pues bien, en las últimas páginas ya uno intuye que no, que eso no va a ocurrir. Y de hecho no ocurre: más aún, Lebbon enfanga más la trama con nuevas referencias a huellas que siguen sin carecer de sentido. Tal y como dije antes, quizá el autor pretende dejar al lector esa impresión de arbitrariedad. Pero a mí me disgusta encontrarme ante tanta.
- el segundo defecto que veo, y quizá el peor, también lo encortamos en el desenlace. A lo largo de toda la novela Brand ha estado orlado de una naturaleza no fantasmagórica sino directamente mágica: casi parece un demonio juguetón, sádico, cruel y libidinoso. Vamos, cualquier cosa menos un tío al que se le mata clavándole un destornillador en el cuello. Y es que el autor parece que no ha sabido salir del lío en el que se ha metido con tanta muerte, herida y sexo. ¿Cómo coño me deshago de este hijo de puta ahora, con una hija vendida, un padre que no puede ni con su alma y una madre demenciada?, pensaría Lebbon. Para huir de la ratonera no acude al terrible deus ex machina, pero en vez de ello utiliza un serie de acontecimientos de extrema vaguedad (lo de las pisadas me pareció de peli cutre de poltergeist) junto a cambio radical de la naturaleza del malvado: de repente desaparece esa aura mágica y se convierte en un vulgar matón de carne y hueso.
- Luego hay alguna tontería, como le introducir a personajes y luego olvidarlos (por ejemplo la mayoría de los amigos de Dan), o sacarse a algunos de repente, como los vecinos. La novela merecería más extensión y más interacción con personajes.
- También no quiero olvidar el que el libro sufre de algunos defectos no sé si de traducción o de edición, con palabras sin sentido y frases mal llevadas.
Este final hace que la calificación final de la novela baje a un humilde 6, nota que mantiene por ese inicio a lo Campbell.
Adiós.