De nuevo toca hacer un pequeño balance de las lecturas del año. Este 2013 que acaba de pasar a la historia por desgracia de nuevo la valoración media de las lecturas no ha alcanzado de media un triste 6: se queda en un preocupante 5’11. Y eso con sólo viente libros leídos.
Porque hay que admitirlo: he leído bastante menos páginas que en 2012 (algo que ya sabía debido a que con mi enfermedad se me quitaron las ganas) pero a un ritmo un poco más rápido (22’54 páginas diarias frente a las 21’3 del año anterior, aunque no acabo de comprender cómo hace google docs ese cálculo, la verdad).
Por fin, acabé este condenado libro. Así, tal cual: condenado. El último anillo, de Kiril Yeskov, ha supuesto todo un reto para mi aguante. Partiendo de una premisa muy interesante el libro arranca de forma algo irregular: las secciones onanísticas (esas en las que se nota a la milla que el autor está disfrutando narrando trasfondo histórico, y haciéndolo de manera desmedida) se suceden descompensando el ritmo.
El libro empieza más o menos bien (aun con dichos párrafos onanistas), presentando a unos protagonistas inmersos en una de esas situaciones límite que invitan a seguir leyendo. A pesar de las diatribas culturizantes, metidas a piñón en medio del texto, la narración logra mantenerse interesante más o menos unas cien páginas. Tras ello se hunde de manera absoluta en una serie inaguantable de intrigas que quizá gusten a los apasionados den los libros de espías, pero que a mí se me ha convertido en una absoluta pérdida de tiempo, un marear la perdiz para meter un par de cientos de páginas de paja. Tristísimo me parece poco calificativo para esto: algo que bien llevado podría durar una cuarta parte de espacio y quedar bien solventado, Yeskjov lo retuerce en fintas de fintas de fintas de fintas, y así hasta casi el infinito. Para acabar de embarrar el texto va introduciendo más personajes secundarios que no aportan quien dice nada y más párrafos didácticos. Incluso a partir de ese punto el estilo de escritura cambia, empezando a aparecer párrafos casi humorísticos o satíricos, algo que descuadra con lo leído anteriormente. El autor parece perdido no sabiendo si meterse en más embrollos de espías, si describir los entresijos más insustanciales de la sociedad o narrar las aventuras de su abuelo Pavel cuando luchó en el frente alemán. Un despropósito absoluto.
Pero por fin llega un momento en el que el protagonista principal de esa sección media muere: lo celebramos con brindis, aplausos, ovación, cohetes artificiales y no con una orgía porque aquí somos muy tímidos. Tras ello pasamos página y rezamos para que cambie el tono del libro. y en efecto cambia, pero de mano de un descomunal deus ex machina, versión ‘la solución pasa porque, de entre todos los habitantes de esa enorme Tierra Media, resulta que la clave está en las manos del cuñao del protagonista’. Ale, a tomar por culo. Casi doscientas páginas de intrigas y luego resulta que el cuñao de uno de los protagonistas está en el lugar idóneo, en el momento idóneo, en el puesto idóneo y capacitado para la misión de forma casi idónea. Vivan los cuñaos.
Tras esto el continuar leyendo se convierte en un acto de mucha voluntad. Pero mucha. Llegados al final de la novela sin la menor ilusión… para descubrir que el señor Yeskov todavía tenía ganas de soltar más parrafadas pseudo pedagógicas, en las que incluso se hacen referencias nada veladas a la Unión Soviética.
Llegados a la última página del libro, cuando se acaban las palabras, sólo se puede hacer una cosa: dar gracias. Y pensar en el descomunal chasco que ha supuesto esta lectura. Menos mal que lo compré en edición de bolsillo, porque llego a haberme gastado más dinero y me dan ganas de estrangular cierto Luis G. Prado.
Le pongo al libro un dos y me parece quizá demasiado. Novela sólo recomendable para los muy forofos del Señor de los Anillos, y entre esos los que tengan un cerebro muy poco exigente.
Mientras intento acabar el tocho que más se me está atragantando en años, El último anillo (llevo con él ya mes y medio y todavía no le veo el final, lo que va a suponer sin duda un 1 o un 2 de valoración), sigo leyendo cosicas que me trae la gente de Bukus. En esta ocasión un clásico por antonomasia de la literatura fantástica americana: ‘Rip Van Winkle’, de Washington Irving. Decir que releer ese cuento supone una auténtica delicia, y se lo recomiendo a todos los amantes del género fantástico. A continuación un extracto de la reseña:
El cuento Rip Van Winklees, junto a la La leyenda de Sleepy Hollowy CUENTOS DE ALHAMBRA, una de las más famosas (y populares) creaciones del autor. Se trata de un cuento corto de corte fantástico al tiempo que costumbrista, narrado con frescura y dotado de notable socarronería. Cuenta con singular cercanía y afabilidad la extraña aventura de un habitante de las colonias norteamericanas cuando éstas todavía dependían de Inglaterra.
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