Hola-hola, culebras.
Mucho tiempo ha estado este libro esperando en la Pila, pero tras la última catástrofe Z necesito asegurarme de que existe calidad en este subgénero, aunque tenga que buscarla más allá de nuestras fronteras. Por ahora en lo que se refiere a autores españoles esa calidad brilla por su ausencia. Les daré un tiempo, desintoxicándome, a la espera de conseguir algún otro título Z español que parezca que merece la pena. Eso sí, visto lo visto no pienso pagar ni un duro por ella. Ya me lo pueden regalar, adquirirlo en la biblio o robarlo, pero no voy a soltar mi escaso dinero por un solo libro Z español. Esa actitud, por si alguno no lo sabe, es la consecuencia de esperpentos semejantes al libro recién leído. Si me engañan una vez –y se llevan mi dinero– bien por ellos: me han colado un gol, mi dinero va a sus arcas y la bilis a mi estómago. Si me engañan dos veces entonces el tonto soy yo, y por eso no paso. Olé para los inteligentes editores de Dolmen que han anulado, al menos en lo que a mí respecta y por ahora, el mercado Z español.
Pero vayamos al detalle de esta recopilación de título tan simple y claro, Zombies, que llega de la mano de J.J. Adams.
- El cuento que abre la compilación, ‘La foto de la clase de este año’ de Dan Simmons, me parece poco menos que perfecto. Narrado con una lentitud deliciosa, da pistas de la vida tras ‘la tribulación’ sin revelar nada concreto. La manera de llevar a la protagonista, su dedicación a su trabajo y cómo trata de seguir con la normalidad más allá de la hecatombe (una danza entre la demencia y la cordura), me ha parecido magistral. Descripciones llenas de viveza que sin embargo no pierden el ritmo, creación de un ambiente dibujado a la perfección a base de pinceladas cuidadas. Sólo unos nimios defectos de estilo (sobre todo el uso de adverbios –mente) impiden que le ponga un 10 a este cuento. Se lleva un 9 y sólo por él ya merece la pena haber empezado la lectura de esta recopilación. Lo malo es que deja el listo muy alto para el resto de relatos.
- Pues tras una auténtica joya llega el primer chasco. Y gordo. ‘Planes de emergencia zombie’, de Kelly Link, me parecido una completa tomadura de pelo. A ver: el cuento está escrito de manera más o menos eficiente (salvo algunos párrafos sueltos que no acaba de cuadrar con el resto) pero ¿zombis? Seamos claros: el tema de los zombis está metido con calzador. Si el protagonista tuviera por obsesión la cría del cangrejo en las rías gallegas, hablara todo el tiempo de ello y este libro fuera una recopilación de Relatos de cangrejos el cuento encajaría en él igual de bien. O de mal. De hecho de mal. Tan mal como que por estafa se lleva un rotundo 0.
- ‘Muerte y sufragio’ (Dale Bailey) empieza para mí regular, en tanto y cuanto que llevo muy mal el ombliguismo yanqui. Me parece de lo más ridícula la premisa del origen del alzamiento, y eso ya hace que el cuanto crepite en toda su extensión. Bueno, eso de ahí atrás lo había escrito sin haber leído todo el relato. Una vez acabado debo rectificar. Sí, me sigue dando la impresión de que tiene algo/bastante de ombliguista, pero ese detalle acaba pasándose por alto tras meterse en la piel del protagonista. El relato funciona, engancha (incluso con la traba que para mí supone el que esté ambientado en una campaña electoral americana) y a medida que las páginas se suceden vemos cómo el protagonista evoluciona. Y no sólo él sino también algún otro personaje. Este relato me parece otro ejemplo de cómo sacar jugo a los zombis (unos muertos vivientes que no se abalanzan contra los vivos sino contra las urnas. Si quieren visionar una versión mucho más torpe y resumida del relato háganse con el episodio 1×6 de la serie Masters of Terror) y con ellos crear una historia de seres humanos, de miserias y glorias, dramas y desastres. Además está bien escrito, lo que por ahora parece la norma. Qué pena que no suceda lo mismos con los autores parios que he leído hasta ahora. Le otorgo un muy merecido 8.
- Pues sí, estamos en la montaña ruZa. El cuento ‘Flores’, de Chan McConnell, es un texto típico y humilde. Una simple idea anecdótica. El propio autor lo admite: tuvo una imagen tiró un poco de ella y sacó esto. Me duele decir todo esto del cuento sobre todo porque encaja con los cuentos a la perfección que yo escribía antes: simples anécdotas que, ahora lo veo, sin un desarrollo más serio se quedan en nada. ¿Qué queda en el caso de ‘Flores’? Pues una imagen con toques gore y poco, muy poco más. Le pongo un 5 muy raspado.
- ‘El tercer cadáver’ (Nina Kiriki Hoffman) se queda a medio camino entre los dos cuentos anteriores: la historia va más allá de lo meramente circunstancial pero, aunque intenta darle fondo al personaje, no acaba de lograr empatizar y envolver al lector como hicieran antes ‘Muerte y sufragio’ o ‘La foto de la clase de este año’. Curioso el hecho de que este zombi no sólo razone, sino que hable e incluso se comporte de manera civilizada. Curioso pero no por ello problemático. Se lleva un 6 que tiene a 7. ¡Ale!, un 6’5.
- En ‘Los muertos’ de Michael Swanwick de nuevo nos encontramos con zombis tranquilos, incluso domesticados. Hay que admitir que esa manera de huir del tópico (horda caníbal descerebrada) que están demostrando los autores compilados se agradece. El relato juega con la ambigüedad, a saber discernir cual es el auténtico monstruo. Y en ese sentido, y siguiendo la mentalidad de Umbrella en la saga Resident Evil, acierta. Pero por desgracia se trata de un recurso sobreexplotado por la citada saga (y por no mencionar el ciberpum, con su concepto de corporaciones despiadadas que sólo buscan el beneficio, algo que le puede retrotraer a uno incluso a Los mercaderes del espacio). El final trata de dar un giro sentimental o sensible, pero que tampoco acaba de emocionar. Se lleva un 6.
- ‘El niño muerto’ (Darrell Schweitzer) me ha llamado la atención por la manera en que ha imitado el estilo de Stephen King. El horror se mezcla a partes iguales con las experiencias infantiles en plan It o Cuenta conmigo, por poner dos ejemplos reconocibles. Viajamos de la mano del protagonista a una infancia tópica de un chaval yanqui, a una prueba de madurez bastante especial que acaba… bueno, acaba. Un relato bueno pero que por su naturaleza casi de calco (en cuanto al estilo) pierde cierta frescura. Pero se disfruta. De nuevo un 6.
- Bueno, bueno. Ye empezamos con los relatos tramposos. El cuento ‘El zombie de Mathulsian’ (Jeffrey Ford) empieza por un derrotero, continúa por otro y, para sorpresa del lector, en el desenlace decide echar por tierra las pistas que da (y que apuntaban a un final no muy exigente) sólo para intentar crear un golpe de efecto. Pero no lo consigue, no. Es leer el final, recordar ciertas frases que aparecen apenas un puñado de páginas atrás y decir ¿esto qué es? ¿Me estás timando? Un ejemplo de cómo un cuento bien escrito acaba (y que de nuevo huye del tópico implantado por Romero) hundiéndose por un más desenlace. Se lleva, y quizá me parece excesiva, un 4 de nota.
- ‘Cosas bellas’ (Susan Palwick) le da otra perspectiva a un tema muy similar al de ‘Muerte y sufragio’. De nuevo entran en acción políticos y zombis bonachones. De hecho lo que más me ha agradado del cuento es la manera de presentar a los muertos vivientes, como si de niños de tres o cinco años se tratasen. Poco más me atrevo a destacar de este cuento, que apesta a un hipismo/buenrollismo que nunca me ha gustado (y que quede claro que se trata de una opinión personal, pero prefiero los textos con mala baba, algo por lo que este no despunta). Un raspadito 5 y na más.
- Los zombis agresivos al puro estilo Romero (lentos, tontos y en hordas) regresan a la compilación de mano de David Tallerman y su ‘El síndrome de Estocolmo’. El cuento se ajusta tanto al clasicismo, a lo que llevamos viendo años y años en las pantallas, que según se lee se olvida. Un 4.
- El cuento ‘Bobby Conroy regresa de entre los muertos’ de Joe Hill se mete en el mundo clásico de Romero de una manera engañosa: entrando en el rodaje de El amanecer de los muertos y con unos zombis que no son más que extras de la película. Pero sí, aunque de pega en el cuento hay zombis. Algo que chirría de verdad desde el primer momento es la mención, con aires de fama, a Tom Savini. A día de hoy todo el mundo metido en el mundo del terror cinematográfico sabe quién es Tom Sabini (aunque sólo le conozcan, y de vista, como Sex Machine :P) pero en 1977… va a ser que no. El autor ha querido hacer un homenaje al artista pero en ello se ha tirado piedras contra su propio tejado. Pero aparte de la aparición de Tom Sabini (e incluso del recién difunto Robin Williams) el relato prosigue retratando ese encuentro entre examantes en el rodaje de la película: una historia sencilla en la que se llega a confundir de manera premeditada lo que es un zombi. ¿Quién es el verdadero zombi? ¿Quién vive una vida de sin expectativas y gris? ¿Quién vive sin darse verdadera cuenta de lo que sucede a su alrededor? A esta historia sencilla y con corte intimista le pongo un 6.
- ‘Los que buscan el perdón’, de Laurell K. Hamilton, no destaca. Más aun, se hace aburrido y sin gracia. Aunque tenga algún giro argumental no deja de entrar en lo clasiquísimo de devoracerebros. Se lleva un 4 y ya.
- Del cuento ‘Hermosa como la noche’ (Norman Partridge) me gustaría destacar el enfoque que hace de la psicología zombi. Me ha gustado bastante esa manera desesperada de aferrarse a la cordura del protagonista, un tío despreciable pero al que al final de la historias llegas a compadecer. Debo ponerle un 7.
- Lo admito: ‘La pradera’ de Brian Evenson me ha encantado. Mucho. Muchísimo. Se le puede acusar de relato vacío, que no entra al detalle de qué sucede. Y en efecto, tiene esas carencias y puede que más. Pero tal y como dice Adams capta muy bien la esencia de Aguirre, la locura de Dios. El personaje de Aguirre me chifla desde que leí Las inquietudes de Santi Andía. Y esta versión salvaje, de pura supervivencia cruel y decidida (siempre adelante, te encuentres lo que te encuentres), me ha encantado. Un 8, le pongo un 8 y aplaudo por esos atisbos de horror (creado por los humanos, mucho más aborrecibles que los zombis) que Evenson me ha brindado.
- Otra vez la montaña rusa: el cuento ‘Todo es mejor con los zombies’ Hannah Wolf Bowen me sobra por completo. Puede que se deba a que lo leí en el metro, un viernes de regreso a casa agotado, pero no me enganchó nada de nada. Las páginas se sucedieron y no acabé de entender lo que sucedía… ni me dejó con ganas de releerlo. Un fracaso absoluto. Le pongo un 4 por eso de estar yo mismo zombi cuando lo leí.
- El cuento anterior lo leí grogui, tanto que cuando empecé con ‘Parto en casa’ el lunes siguiente ya ni me acordaba de que pertenecía a Stephen King… hasta que empecé a avanzar las páginas. El estilo de King resulta inconfundible, arrastrando al lector a las nimiedades de la vida de la protagonista con una detalle y precisión que sin embargo en este caso me atrevería a decir que excesivas. El cuento, aun en sus treinta y tres páginas de extensión, se resume a una simple escaramuza (de nuevo tenemos zombis de Romero, agresivos y devoracerebros, y una población que trata de resistirse a su ataque). Pero que gracias a la manera de escribir de King nos describe casi por completo no sólo el entorno en el que se produce, sino la propia mentalidad de los protagonistas. Sólo hay una escena que a mi entender sobra: la del asteroide y la nave. No aportan nada, de verdad, porque si se quiere considerar eso una justificación a mi entender falla de manera estrepitosa. Salvando esa mancha, un relato agradable. No lo mejor de King, ni de lejos (hace mucho que no lo leo, pero juraría que el relato ‘Abuela’ de King tenía más calidad que este ‘Parto en casa’, y encajaba de igual manera en la compilación), pero agradable. Ale, un 6.
- En ‘Las chispas ascienden hacia el cielo’ (Lisa Morton) volvemos a encontrarnos con zombis de Romero, si bien lo interesante del cuento no recae en ellos sino en el tema que trata la historia: el aborto. Tras una historia sencilla la autora se atreve a adentrarse en un tema que hoy por hoy sigue siendo conflictivo (conflicto generado por los de siempre, claro: los que quieren imponer su manera de pensar en otros, los que velan por ‘la salud’ de un potencial al mismo tiempo abandonan a su suerte e incluso aplastan y arruinan a los que ya están ahí). De hecho en la hay unos párrafos poco menos que para enmarcar. Supongo que este cuento le habrá traído a su autora ataques de esa panda de cavernícolas. Una pena no poder hacer con ellos lo que hace la protagonista al final del cuento: el mundo estaría mucho mejor. Bueno, que me disperso. El cuento se lleva un 7 sobre todo por el arrojo al tratar el tema.
- Si me dicen que ‘Hombre de burdel’ no pertenece a George R. R. Martin lo entendería: la redacción y el estilo sólo los puedo calificar como horribles. Me han acabado doliendo los ojos de tanto ‘ser’, ‘era’, ‘fue’. Por dios. Entiendo que Ellison® rechazara el cuento pidiendo una reescritura de cero, pero es que le diría lo mismo con esta segunda versión. Horrible me parece poco adjetivo. Con esto me demuestra de nuevo mi ‘teoría’ de que a algunos ya se les publican por inercia, por el simple nombre. El cuento avanza a través de párrafos normales, torpes o vergonzosos, narrando una historia previsible pero no por ello carente de encanto. Ojo, insisto: el encanto está en la historia. Con todo se merece un 5 y va que chuta.
- El clasicismo puro entra de la mano de Joe R. Lansdale con ‘El camino del muerto’. Se trata de un cuento sencillo y modesto, tanto en la trama como en la forma, y del todo olvidable. Aunque está incluido en el libro como relato de zombis la verdad es que se trata de un cuanto de fantasmas, y muy en la onda de Salomon Kane. Ese parecido con la obra de Howard queda en evidencia a todo lo largo del cuento, desde el protagonista hasta el propio desarrollo de la historia, haciendo que la lectura se haga aburrida y previsible. La verdad, para leer este ‘El camino del muerto’ mejor me leo los relatos de Salomon Kane. Se me ha hecho más interesante, aunque no deja de entrar dentro del tópico, la narración de Antiguo que el resto. Le pongo un 5 y bastante.
- En ‘El muchacho con cara de calavera’ David Barr Kirtley juega con la ambivalencia. Por un lado nos presenta a zombis del tipo descerebrado agresivo y por otro a muertos vivientes inteligentes y meditativos. ¿Razón para la existencia de esas diferencias? No lo acaba de decir a las claras. Parece que él mismo se mete en un berenjenal con ese tema, más aún cuando queda claro que hay muy pocos de los inteligentes, lo que invalida la idea de que tiene por origen la muerte brusca. En torno a esta dualidad de los zombis se compone un relato superficial con toques mesiánicos, pero vistos desde la perspectiva de un particular Aarón. El resultado final no está mal, si bien no destaca. Un 6.
- El punto intimista y humano regresa de la mano de Nancy Kilpatrick con ‘La era de la aflicción’. El relato se encuadra en la tradición de supervivencia combinada con recuerdos de un pasado mejor. Y es con esos recuerdos con los que el texto gana enteros. La autora profundiza en la protagonista acercándonos a su desgracia y soledad… sólo para de seguido repelernos con un mensaje jipioso con el que intenta ‘explicar’ la hecatombe. Lo que se dice: una de cal y otra de arena. Por ello se lleva un 6 cuando muy bien podria haber sido más.
- Es nombrar a Neil Gaiman y pensar ‘humo, me van a vender humo’. Así que he empezado a leer su ‘Amanecer amargo’ con cierta distancia y recelo. El relato sigue su estilo a lo Stephen King. Demasiado a lo King, diría yo. Avanza, avanza y avanza… para de repente descubrir que Gaiman ha metido en este volumen su versión propia de El alma del vampiro. Vaya con la originalidad. Trato de olvidar el plagio y sigo leyendo. Hasta que llego al final y me pregunto: ¿y? Joder, vaya pérdida de tiempo. Absoluta, monumental. Coge de King lo mejor y lo peor y lo integra en este relato: la manera de recrear personajes (lo mejor) y a eso le suma el no saber resolver las situaciones. He acabado el relato tal cual lo he empezado. Bueno, no: además mosqueado con ese cambio final en la línea de tiempo. ¿Lo releo, tal y como el autor sugiere? Pues va a ser que por ahora no. Y se lleva un 3.
- El humor llega gracias a ‘Con las tetas a la tumba’. Y digo humor pese a que no tengo muy claro que la autora, Catherine Cheek, hubiera buscado eso. Pero oye, me he reído con las desgracias de esta Barbie rediviva. Aparte de eso poco más se puede decir de este relato insustancial de resolución apresurada. Sólo por las risas le pongo un 5.
- ‘Tan muertos como yo’ (Adam-Troy Castro) nos presenta la solución mimética ante un apocalipsis zombi. En el relato el narrador juega a contar todo aquello que el personaje no puedo (o mejor dicho, no debe) hacer. De esa manera cómplice nos sumergimos en sus desgracias y carencias, acabando por comprender e interiorizar su angustia… y su catarsis. Da pena descubrir el estilo torpe de escribir de Castro, que embarra la historia haciendo que no se lleve una mejor nota. ¿Cuál le pongo yo? Pese a sus defectos formales debo ponerla un 7.
- Sin quererlo yo, e ignoro si el editor, en ‘Zora y la zombie’ de Andy Duncan me encuentro por segunda vez con Zora Neale Hurston (la primera vez en el relato de Gaiman), persona de la que no sabía nada de nada. Tal y como da a entender el autor seguro que sin conocer a la señora Neale no se captan todos los detalles del relato. Aun así el señor Duncan ha sabido urdir una historia interesante en torno al concepto original del zombi, el del vudú y Haití. La escena del regreso de Erzulie queda un poco coja: parece un pegote efectista sin explicación clara. Pese a ello uno palpa y se sumerge bien en ese Haití de la primera mitad del siglo XX en el que el terror a los zombis entraba dentro de lo cotidiano a la misma altura que la pobreza, el hambre y las bandas callejeras. Recuerdo haber visto de niño un programa (no sé si del difunto Jiménez del Oso) acerca de un caso similar al de Felicia, una persona que había ‘regresado’ tras una supuesta muerte. La historia me impresionó más que anda por el carácter de documental con el que se narraba. A ver: era un crío y por aquel entonces me encantaban los programas tipo a los de Jiménez del Oso. Ahora me río a la cara y le escupo a su discípulo, Iker Jiménez, manipulador, teatrero y farsante donde los haya. Bueno, el cuento de Duncan posee ese aire cristalino y cercano, plausible, que creí ver en ese documental que vi de pequeño. Funciona, y lo hace muy bien. Pese a sus pequeños defectos, como el ya citado de la aparición de Erzulie, me ha parecido una pequeña delicia el acompañar a esta Hurtson escritora que intenta sumergirse en sus raíces. Le pongo al cuento un muy merecido 8.
- Bien, bien, bien. El cuento ‘Calcuta, el señor de los nervios’ de Poppy Z. Brite me ha permitido reconciliarme conmigo mismo. ¿A santo de qué viene esto? Pues a que este cuento sigue la estructura y desarrollo de los que yo escribía tiempo atrás: la trama existe pero no posee un peso importante en comparación con la atmósfera. Leyendo el cuento nos descubrimos a nosotros mismo recorriendo esa Calcuta tan llena de horrores como de vida. Descripciones ricas y acertadas, desarrollo de ambientes y trasfondos, de historias apenas susurradas pero muy sugerentes. Una delicia. Recuerdo que el libro de Brite que he leído no me dejó buen sabor de boca. Sin embargo este relato, esta inmersión pausada y aterradora en una ciudad moribunda, me ha encantado. Y me ha confirmado que el estilo que yo usaba (centrado en tejer sentimientos, pintar atmosferas, insinuar desgracias y sugerir amenazas más o menos veladas) no sólo sigue vivo sino que, aunque sólo sea más allá de nuestras fronteras (donde parece que vende más lo directo y burdo que lo lento y elaborado), es aceptado e incluso apreciado. Sí, acabo: que le pongo un espléndido 8 a este cuento. Qué gusto leerlo, por dios. Parece que el libro remonta a medida que se llega al final. Eso mola. Y mucho.
- Los zombis de ‘Seguidos’ (Will McIntosh) no sólo no tienen una actitud agresiva sino que su manera tan calmada y paciente de perseguir a sus ‘víctimas’ roza el patetismo. El relato posee un claro, meridiano, mensaje moralista. Quizá ese detalle haga que no me acabe de funcionar, si bien no voy a negar que se le acaba tomando un poco de cariño a la criaturita. Funciona lo justo para llevarse un 5.
- ‘La música del zombie’, por muy que venga de los manos de dos monstruos de las letras como Harlan Ellison ® y Robert Silverberg, se queda en un relato sencillo. Como mucho sencillo. Juega con la emotividad de una manera cercana al anterior ‘Seguidos’, pero éste carece de detalle final, o al menos no tiene ni la mitad de gancho que el oreo cuento. Historia muy olvidable, lo que la hace merecedora de un triste 5.
- Con la Iglesia hemos topado, querido Sancho. Eso más o menos se puede decir de este ‘La representación de la pasión’ de Nancy Holder. Partiendo de la bastante increíble base de ‘una nueva Iglesia Católica surgida tras la hecatombe zombi’ (increíble más que nada porque esa mierda supersticiosa e hipócrita está tan podrida de dinero, poder y orgullo solo cambiará cuando muera su último fiel y su último sacerdote), la autora enfrenta al viejo mundo (el anterior al alzamiento zombi así como el de la mezquina dualidad de poder y religión) con la nueva realidad de que sobre la tierra caminan criaturas como los zombis. En esa situación un representante de los viejos valores (los auténticos que predicó el judío de Nazaret) se enfrenta a los poderes de su tierra y de su organización, todo ello para poder demostrar y propagar su mensaje de amor. Soy ateo, de los ateos que no pestañearían en eliminar de raíz toda religión (primero a través de la educación y la cultura, y si hace falta a los más recalcitrantes y obtusos a sangre y fuego), pero aun en mi condición de ateo comprendo y admiro el mensaje que algunos fundadores de religiones transmitieron. Mensajes como el de Jesús de Nazaret. Ese mensaje se plasma en este relato enfrentándolo con el poder jerárquico y egoísta que se adueñó de él: el clero y la Iglesia (jodido mensaje confuso de Mt 16, 18 ‘y sobre esta piedra edificaré mi iglesia’. ¿Por qué no se escribió ‘y en este prado –por ejemplo– edificaré mi iglesia’ y así se libró la humanidad de los sucesores de Pedro y Pablo?), junto a las estirpes del poder económico. El protagonista se enfrenta a un destino de ostracismo para defender y reivindicar los derechos de los más débiles. Coño, tópico pero con mensaje reivindicativo y (EMHO) potente. El final del relato es de traca, en el sentido bueno de la palabra: predecible pero no por ello menos potente. Se disfruta palabra por palabra. Muy bien. No se merece menos de un 8.
- Coño con el título del cuento de Scott Edelman: ‘Casi el último relato de casi el último hombre’. Tiene no sé qué de trabalenguas. Bueno, al lío: la lectura de este ‘Casi’ resulta un poco cansina. Arranca y para. Y vuelve a arrancar, y vuelve a parar. El texto ejemplifica a la perfección gran parte del género de zombis en España (al menos el que he leído): repetición de historias con las justas variaciones para que no se copien entre unas y otras, y por eso mismo la antítesis a la inmensa mayoría de los relatos de este libro. Nada nuevo bajo el sol, y además con un ruptura del cuarto muro que no ayuda a tomarse en serio el cuento (aunque lo de tomárselo en serio puede que no sea exigencia obligatoria). Pese a todo entre todos los relatos apuntados hay uno que quiero destacar: el del cura. La imagen de la misa y la comunión me han gustado. Mucho más que esas personas que parecen muñecos, en vista de la manera tan fácil con la que los zombis les desmiembran: vamos, leyendo esto parece que con estornudar se no caer un brazo o una pierna. La historia se lleva un justo 5.
- De ‘Así declina el día’ de John Langan se puede ya de entrada que al menos se merece un punto por la originalidad: ha usado el formato de guion teatral para narrarnos la historia. Y ahí acaba lo interesante de este relato: al autor nos presenta una sucesión de escenas tópicas que llegan a aburrir (a mí incluso me arrancaron bostezos). Porque narra lo que ya se ha contado mil veces en este género: encuentros con zombis vistos desde la perspectiva de gente normal sobrepasada por la situación, individuos que no saben enfrentarse a ‘lo que antes era su vecino y ahora es otra cosa’. Bla, bla, bla. Lo dicho: aburrido, predecible, reiterativo. Ale, un 5 y a m*****a a Parla.
Leídos todos los relatos la media obtenida ni siquiera llega al bien, quedando en un 5’69. Pero esa nota puede engañar, haciendo pensar que el libro apenas valga la pena. Yo no saco esa conclusión: en este volumen uno encontrará auténticas joyas, relatos olvidables y cuya mera inclusión ya hace a la recopilación merecedora de ser comprada. Además, aunque otras historias no posean esa calidad narrativa sí que permiten al lector ver que en el subgénero Z no todo se reduce al mismo concepto de zombi–devora–vivos: la rica panoplia de versiones del no–muerto que aquí se descubren (pese a lo que otros digan) le permite a uno fantasear e ir más allá del tópico. Ya sólo por eso se podría recomendar el libro.
Vamos, que sí, que el libro merece la pena. Lo único malo el precio, que tira para atrás por lo caro…
Un saludo.