Hola, ofidios.
Pura matemática: tras el 1 llega el 2. Pero matemática natural, que ni siquiera la entera; ésta (junto a la racional, real y compleja) se la dejo a otros.
Dejémonos de chorradas.
Tras una lectura en general muy agradable, y recomendable, como ha resultado ser Zombies me he lanzado de cabeza a la segunda parte. Más relatos, más páginas, más autores. Más, más, más.
¿Merece la pena ese mogollón de ‘más’? Ale, a entrar en harina.
- Con el primer relato, ‘Solos, juntos’ de Robert Kirkman, ya empezamos de una manera muy diferente al volumen anterior. Si el cuento de Simmons me pareció de lo mejor de Zombies este ‘Solos, juntos’ no sólo resulta olvidable, sino que demuestra que Kirkman, más allá de guionizar, no sirve para la prosa. Relato de estilo chapucero, ese detalle se podría pasar por alto (al menos un poco) de no tratarse de la enésima historia de mismo desarrollo y trasfondo: supervivientes solos en un holocausto zombi (y con zombis a lo Romero) que ha empezado apenas unos meses atrás. Escenas vistas una y mil veces, dramas personales contados hasta la saciedad, un conflicto que lo ha sacado casi como calco de su exitosa serie de cómics… Nada nuevo bajo el sol. Uno más entre el montón. Un 5 rozando el suspenso. Y mucho me parece: esperaba algo más de Kirkman.
- Y seguimos con ‘La contraseña’, de Steven Barnes y Tananarive Due. Lo de ‘seguimos’ va con todo su significado: seguimos con la misma morralla nada original que leímos en ‘Solos, juntos’. No me voy a abundar este relato porque no se lo merece. Como mucho apuntar que llegando al final posee cierto, mínimo, detalle que apunta a horror cósmico. Un detalle. Punto. Otro 5 y va que chuta.
- Se podría decir que ‘Zombieville’ (Paula R. Stiles) es más de lo mismo. Y en parte quien dijera eso acertaría. Pero el relato posee una atmósfera de la que carecen los otros dos relatos. A lo mejor se trata del lugar donde se desarrolla la historia, o quizá la manera tan natural de describir la sociedad africana (se aprecia a la perfección que la autora la conoce). No lo sé, pero el resultado ha sido agradable. Eso y además sorprendente: en un escenario en el que la infección resulta mucho más peligrosa (se transmite no sólo de humano a humano, sino también a través de ratas, perros y otros animales) llama la atención la manera de desenvolverse los protagonistas. Se visten de una calma pasmosa, una seguridad que no se ve en relatos en los que la plaga sólo la transmiten los humanos. El resultado satisface bastante, dentro de la normalidad. Se lleva un 6.
- Ya leímos un cuento de Adam-Troy Castro en la anterior compilación. El autor repite presencia (algo que no me acaba de cuadrar y me habla de amiguismo) con ‘La antesala’. Leer este cuento me ha hecho sentir un enorme deja vu: hace casi tres lustros escribí un relato muy semejante a este, sobre todo en lo que se refiere a ambientación. Dejando aparte eso debo reconocer que el relato me ha gustado. Sigue encadenado al zombie moderno de Romero pero logra pasar por encima de él y plantarnos una nueva vuelta de tuerca. El párrafo final no por predecible deja de tener su aquel. Le pongo un 7.
- Vaya, de nuevo me encuentro con mi pasado leyendo ‘Cuando los zombies ganen’ Karina Sumner-Smith. Aquí lo familiar toma la forma de recurso estilístico: mi querida aliteración. Trece años atrás perpetré un cuento (‘He visto un ángel’) que usa una estructura formal similar. Esa semejanza me ha hecho leer con cierta empatía este cuento de Sumner-Smith, aunque debo decir que al final no me ha acabado de enganchar. Como relato circular (sin punto de partida ni destino concretos, sólo tratando de mostrar una serie de sensaciones) me deja la impresión de que le falta más por narrar. Hablo de una impresión para la que no tengo más palabras: como que si yo lo hubiera redactado me hubiera regodeado más en ese tiempo postrero. Supongo que se debe a que ese estilo de relato lo he usado mucho y estoy acostumbrado a exprimirlo mucho. Pero mucho–mucho. Aparte está el detalle que de nuevo (y van 5 de 5) los zombis a los que se refiere pertenecen al arquetipo de Romero. Le doy un 5.
- Con ‘Mouja’ el propio autor, Matt London, se tira piedras contra su tejado en la presentación. Mezclemos esa absoluta maravilla titulada Los 7 samurais de Kurosawa con unos malos a lo Romero (sí, otra jodida vez tenemos el mismo tipo de zombi) y nos encontraremos con este relato. Sí, la ambientación en el Japón Edo le da su toque exótico y original. Pero más allá de eso… nada nuevo. Pero nada de nada. Y ya me empieza a aburrir leer el mismo cuento n veces. Un 5. Y más le vale al editor que los relatos que sigan cambien de registro porque en caso contrario mucho me temo que las notas van a empezar a bajar.
- Pero no, no cambia. ‘Categoría cinco’ de Marc Paoletti sigue anclado en el mismo recurso. Señor Adams, ¿qué ha sido del anterior volumen y su variedad de estilos? Relato insustancial y que sólo se salva por el final, le pongo un 5.
- Leyendo las primeras páginas de ‘Conviviendo con los muertos’ (Molly Brown) suspiro un poco aliviado: parece que en este relato me voy a poder librar durante un poco de la larga sombra de Romero. Y en efecto, por fin uno de zombis distintos. ‘Conviviendo con los muertos’ avanza con calma, sumergiéndonos en una ciudad donde la vida normal a resultado trastocada por unos muertos que se niegan a morir, pero que al mismo tiempo no quieren molestar a los vivos. De mano de la protagonista contemplaremos el inicio de esta situación y como acaba devorando al pueblo. Un buen relato, dotado de un final muy satisfactorio, que se lleva un 8.
- Aunque en el caso de ‘Veintitrés instantáneas de San Francisco’ de Seth Lindberg volvemos a los infectados tan de moda en los últimos años. El cuanto no tendría el menor interés de no ser por la manera en que se ha abordado la historia: el recurso de las veintitrés fotos que narran el colapso (siguiendo el tópico punto de vista individual) a base de mezclar apuntes personales con pinceladas de la catástrofe. El resultado se hace agradable, pero insisto que por una simple cuestión formal. Le pongo un 6.
- El batiburrillo de ciencia ficción y terror, con las pinceladas de horror cósmico y algo de techno thriller, que el señor Walter Greatshell tejió con su saga de los xombis regresa a mí a través de este ‘El autobús mejicano’. Si con las tres novelas de la saga Greatshell no consigue darle un mínimo de credibilidad (sobre todo en la mágica coordinación del alzamiento delas ménades) aquí sucede lo mismo. Pero aun, queda agravado por la falta de contexto. Ello hace que el relato se convierta en otra historia de supervivencia o desesperación más. Nada, nada, un 4.
- ‘El otro lado’ de Jamie Lackey sigue el mismo esquema de zombis agresivos, que asolan la civilización, etc., etc., etc. La supervivencia aquí queda olvidada para narrarnos una historia de crueldad juvenil. Se ve que los norteamericanos siguen engendrando y alimentando críos despreciables, dignos protagonistas de matanzas a tiros, acoso escolar y (como se ve en este relato) asesinatos sin sentido. Maravilla de país que tiene tal opinión de sí mismo y de su juventud. Bueno, el relato se merece un 5, aunque sólo sea por no mostrar de manera explícita a los zombis.
- Por suerte entre toda la medio bazofia que por ahora estoy leyendo me encuentro con este ‘Allí donde se alojaba su corazón’ de David J. Schow. A ver, no se trata de un relato que pasará a la historia de este subgénero, pero sí que destaca entre la homogeneidad del resto del libro. Aquí nos encontramos con un no muerto muy especial, obsesivo hasta un extremo que se le toma cariño. El relato, dentro de su simplicidad, se disfruta, lo que le hace obtener un 6.
- Escrito de manera regular (es estilo fluido y a veces articulado con un buen vocabulario sufre el lastre del condenado verbo ser) ‘Buena gente’ (David Wellington) sigue de nuevo el esquema de la horda zombi de Romero. Otra vez nada nuevo bajo el sol, una escaramuza –incluyendo la inevitable dosis de crueldad– que apenas se lleva un 5.
- En ‘El cañón perdido de los muertos’ de Brian Keene nos encontramos con un escenario de plaga similar a ‘Zombieville’ en lo que se refiere a que la enfermedad también afecta a los animales, convirtiese ellos (en mi opinión) en un peligro mucho mayor que los propios zombis humanos. Salvando ese aspecto el relato parece pura serie B. De hecho es serie B. Alocada, rápida, sangrienta y divertida, aunque del todo olvidable. Vamos, se merece otro 5.
- De la soberana chorrada de ‘Piratas vs. Zombies’ (Amelia Beamer) apenas decir nada: de las serie B pasamos a la Z. Casi digna de La Troma. Lo malo es que esto ni divierte ni nada. Un 3 me parece mucho.
- Debo decirlo sin la menor duda: ‘Cocodrilos’ de Steven Popkes es, hasta el momento, el relato de este libro y lo que lo hace merecedor de leerlo. Siguiendo un planteamiento cercano al tecno thriller Popkes nos sumerge en una historia adictiva como ninguna hasta ahora en el esta recopilación. Sabe mantener de manera perfecta la suspensión de credulidad. Mientras lees sabes –o crees saber– cómo va a acabar todo, pero la narración está tan bien argumentada (se nota a la milla que el autor se ha documentado bien no sólo en lo relativo a la Alemania del Tercer Reich, sino a temas de diseño industrial y biotecnología) que eso da igual. Sólo se me ocurre ponerle un 9 a esta joya.
- El amijo David Barr Kirtley (sin duda amijo del recopilador, lo único que explica tanto la presentación del cuento como el propio relato) repite con el cuento ‘La ciudad con cara de calavera’. Y quienes hayan leído el primer volumen adivinarán bien que este cuento es una continuación de ‘El chico con cara de calavera’. Pero esta historia es peor. A todas luces peor. No sólo por mal escrita, que sí, sino porque es simplona y tonta como ella sola. Parece que estamos leyendo un pulp de los años treinta: nada digno de una continuación. Le pongo un 5 pero sólo porque no me lo pienso mucho. Si lo medito suspende.
- El nivel mediocre, tópico y ramplón, pese a la idea de los mosquitos, sigue apareciendo en ‘Obediencia’ de Brenna Yovanoff. La misma historia contada mil veces. Supongo que tampoco ayuda que pocas horas antes de leer este relato haya visto otra vez El día de los muertos de Romero, que le da sopas con ondas a este texto. Otro relato más que justito. Un 4.
- ‘Steve y Fred’ de Max Brooks sigue la misma línea de chorrocientos relatos leídos antes, y ya me aburre. Un 4 por dejadez y vagancia a la hora de crear. Me da que voy a revisar a la baja todos los relatos que sigan el esquema de ‘gente contando su experiencia personal frente a zombis de Romero’. En serio: nos podemos tirar hasta el fin del multiverso narrando escaramuzas y desgracias personales, que no por eso aportarán nada al género. Por lo que veo este tipo de historias anodinas y repetitivas se han convertido una versión Z de la –para mí– aburrida literatura costumbrista/realista: cambiamos el drama de la maruja/parado/crío por el que sufre el acosado por los zombis de turno. Ale, millones de historias, varias decenas por cada superviviente (cuando va al baño, cuando baja a por comida, cuando sale de la ciudad, cuando llega a cada pueblo…). Este tipo de historias deberían venderlas con una pegatina bien visible que diga ‘Libro perteneciente a Víctimas Anónimas de Zombis Romerianos, grupo de autoayuda’. Al menos así no lo compraría/leería y se lo dejaría para oto. ¿Qué cojones ha sido de la variedad del primer volumen, que daba gusto ver cómo los autores no se limitaban a vampirizar el concepto de zombi de Romero y me sorprenderían con diversos enfoques del mito? Oño, si hasta perdonaría una redacción regular (ojo, digo regular: una redacción mala jamás merece perdón alguno) con tal de que me sorprendieran.
- Vaya, nombro la bicha y aparece: un relato que no encaja con las repetidas hasta la saciedad historias de Romero. ‘Los vermivioladores’ de Charlie Finlay más que terror Z encaja en la ciencia ficción con toques terroríficos. Tal y como se dice en la presentación le debe mucho a Los ladrones de cuerpos, entre otros (por no mencionar Expediente X). No es original, pero se sale del guion de los otros relatos, algo que se agradece. Le pongo un 6.
- Alegría efímera la vivida con ‘Los vermivioladores’ dado que ‘Everglades’, de Mira Grant, vuelve a revolcarse (cual unos de esos aligátores tan queridos por la protagonista) en el barro de tópicos de siempre. No se merece más de un 4.
- Por fin: acabo de leer una joya. Al menos eso me ha parecido el cuento ‘Hacemos una pausa para la cuña del programa’ de Gary A. Braunbeck. Lo mejor de toda la compilación junto a ‘Cocodrilos’, y eso que tenemos un relato de estilo del todo opuesto al de Popkes: si en el anterior el autor había optado por documentarse y narrar de manera tan creíble como emocionante el germen de la hecatombe, en este cuento Braunbeck recurre a una emotividad narrada de manera magistral. Sí, tiene algunos –pocos– defectos de puntuación, pero el resultado final sólo puede definirse como soberbio. Porque más allá de describirnos la enésima anécdota de supervivencia (casi idéntica al decepcionante ‘Steve y Fred’ de Max Brooks) Braunbeck demuestra tener cerebro e ideas debajo del pelo, presentándonos un escenario y trasfondo del problema original y que al lector le obliga (no le invita: le obliga) a plantearse preguntas y fantasear. Una absoluta delicia que a medida que se avanza en su lectura te hace abrir los ojos más y más. Todo eZcritor debería leer este relato y tomar nota tanto de la forma como del fondo. Sólo puedo rendir un humilde homenaje a Braunbeck y ponerle un merecidísimo 9 a esta maravilla.
- Pasamos el ecuador del libro con ‘Reluctance’ de Cherie Priest. Nunca me ha agradado el steampunk, aunque lo tolero mucho mejor que su primo el ciberpum. Pero la idea de juntar ese estilo con el Z ya supone de entrada una diferencia ante el miasma de relatos Z que estoy leyendo. En otras palabras, que se lo agradezco a la señora Priest. La pena es que tras ese escenario algo distinto nos encontremos con un relato trivial y sin apenas interés. A eso se añade que su aspecto visual falla en alguna ocasión (no acabo de ver la forma de la estación, la manera en que lanza el ‘explosivo’ ni en general la situación final): da la impresión de que falta texto, o que en la traducción algo se ha perdido. Por todo ello el relato se lleva un 5
- Si me dicen que la primera mitad de ‘Arlene Schabowski de los no muertos’ (de Kyra M. Schon y Mark McLaughlin) tiene un enorme componente autobiográfico no lo dudaría ni un instante, más si cabe tras leer el prólogo del cuento. El relato juega con una dualidad de la mente/realidad que me ha agradado pese a su final previsible. Debo otorgarle un 8.
- Si ya el título de ‘Gigoló zombie’ ( G. Browne) me hacía recelar tras leer la introducción ya me temía lo peor (y que me encontré): han publicado una coña marinera, una ridiculez diga de donde salió, un concurso de broma. Nada más decir de este esperpento (y que me perdone Valle–Inclán por mezclarle con esto), sólo ponerle un 4.
- El relato ‘Muertos rurales’ de Bret Hammond me hace sentir esquizoide o bipolar. Por un lado está el que se basa en lo de siempre, el zombi de Romero; pero de la otra mano posee una historia que se sale de lo normal, al menos en lo que se refiere a los protagonistas y la manera de enfrentarse a los no–muertos. Lo original se mezcla de una manera curiosa con lo tópico. Pero el conjunto satisface, lo que me obliga a ponerle un 6.
- Pero en esta recopilación el tópico regresa una y otra vez. De ‘El lugar de veraneo’ (Bob Fingerman) poco se puede decir. Que el protagonista sea un lerdo atontado no supone un problema; sin embargo sí que es un problema el ver la enésima serie de saqueos, carreras, ‘dolor por la pérdida’, etc. Más de lo mismo. ¿Qué podría salvar el relato? Pues el desenlace. Sólo que no: el cetrino incapaz de diferenciar una viva en estado de shock de repente puede discernir la infección en… Me callo, pero vamos: que no. Un 4 y tira millas.
- De ‘La tumba equivocada’ de Kelly Link sólo puedo decir que el tono de texto que usa, desenfadado pero de una manera excesiva, no me ha gustado nada. No se libra el tratamiento distinto del zombi: durante todo el tiempo me ha parecido que estaba leyendo una historia demasiado juvenil, que desentona con el resto de relatos del libro. Apenas se merece un 5.
- Sin embargo ‘La raza humana’ de Scott Edelman sí que lo he disfrutado (no pude decir lo mismo del relato suyo incluido en la entrega anterior). Me parece un perfecto ejemplo de que incluso al recurrir al tópico de no–muerto agresivo se pueden conseguir historias interesantes. Ésta en cuestión tiene su mérito al ir contracorriente, de manera literal. ¿Qué quiero decir? Lee el relato y lo sabrás. Yo sólo digo que debo poner a la historia un 8.
- Parece que nos hemos adentrado en una sección de textos por lo menos originales, cuentos que o retiren el estilo de Romero aportando otros puntos de vista (y además haciéndolos interesantes) o olvidándonos de esos manidos arquetipos. ‘Quienes solíamos ser’ de David Moody nos introduce en una historia de descomposición. Literal, pero mucho más interesante que el sinsentido de ‘Gigoló zombie’. El relato no avanza mal, pero llegados a la última página se hunde: parece que el autor se queda sin ideas y decide acabar por lo sano. Estoy seguro de que si le hubiera dado un rato a la imaginación hubiera podido arrancar un desenlace con más garra. Le otorgo un 6, que no está mal.
- Me encuentro en ese creo que reducido grupo de lectores cifi a los que no les gustó nada Pórtico (Frederick Phol) y que sin embargo disfrutaban más de la saga a medida que ésta avanzaba. Odio la psicología, y pretender basar una historia en esa tomadura de pelo en mi caso supone suspender. Pero de eso trata ‘La terapia’ (Rory Harper), de una sesión de psicoanálisis a un zombi. Sin comentarios, y un 3.
- He visto Apocalypse Now una sola vez, y de crío. No me llamó la atención. Mucho más reciente ha pasado por mis manos El corazón de las tinieblas (Conrad), lectura que me defraudó dado que esperaba más, mucho más. ¿Hacía falta una reescritura del cuento/película en clave zombi? Sin duda para un editor ansioso de vender, a cualquier precio y aun arriesgándose a perder lectores con criterio, sí; para mí, que me considero con criterio (el mío), no. ‘Dijo él, riendo’ de Simon R. Green se limita a eso: a tomar la obra de Coppola y casi calcarla. Vale, sí, con zombis pero… Y mira que me jode porque está muy bien escrita. Pero la falta de ideas me parece vergonzosa, y de nuevo deja en entredicho la calidad de criterio del recopilador. Se queda con un 5, más que nada por esa falta de ideas originales. Al menos leyéndole no he gritado ‘el horror, el horror’, como con otros cuentos de este volumen.
- Si algo se puede decir de ‘Último reducto’ de Kelley Armstrong es que el cuento juega al engaño. Y lo hace muy bien, pero que muy bien. Pese al estilo mejorable (algo general en todos estos cuentos, que a veces parece haberlos escrito aficionados, no supuesto escritores profesionales. Si me pusiera a analizar a fondo el estilo de cada relato me da que casi ninguno aprobaría) el cuento se disfruta tanto como para merecer un 7.
- ‘La guerra imaginada’ de Paul J. McAuley nos presenta una visión muy origina de los zombis… o de eso que lo parecen. El relato sigue ese esquema narrativo que a mí tanto me gusta en el que prima más la descripción cronológica de sucesos que las escenas concretas. La pena es que no sabe acabar, desinflándose sin giro final, ni gancho un nada. Aun con todo debo puntuarle con un 7.
- Joe McKinney nos narra una aventura adolescente en ‘Una cita en el mundo de los muertos’. Acción directa, malos malosos, zombis clásicos de Romero, persecuciones, tiros… En otras palabras: más de lo mismo. Un 5.
- En ‘Restos de un naufragio’ Carrie Ryan nos embarca en un bote salvavidas narrándonos las angustias de sus dos tripulantes. De nuevo nada que no se haya leído antes, sólo que esta vez muy mal escrito: cuando en una frase de apenas quince palabras me encuentro tres verbos ‘ser’ (y muchos otros por el resto del cuento) me dan ganas de pasar al siguiente cuento. Pero no lo hago tratando de encontrarle ‘algo’ al relato. Pero no, no hay nada que encontrar. De hecho va a peor cuando uno de los personajes toma una decisión que no encaja ni de lejos con todo lo que ha dicho y hecho antes. No le puedo poner más que un triste 3.
- Lo admito, no he entendido nada de ‘Acaba con ellos’ (Julia Sevin, Kim Paffenroth y J. Sevin). Debo estar ya tonto, porque las dos historias no me dicen nada, ni la del zombi ni la de los supervivientes. Al menos la del z tiene un poco de interés al presentarnos uno que no sólo tiene algo de cerebro, sino que su mente parece evolucionar (me ha recordado al zombi que aparece en El día de los muertos). La historia de los supervivientes queda tan sin pies ni cabeza que no merece ni una segunda relectura. Un 4, no da para más.
- La sal. ¿Qué narices pasa con la sal? En ‘Temporada de zombies’, de Catherine MacLeod, se habla de ella pero el cuento es tan corto (o mi cerebro se ha reblandecido tanto) que no lo acabo de pillar. Nada, otro 4.
- En ‘Tameshigiri’ (Steven Gould) de entrada me llama la atención que se comenta que existe una vacuna, y con una nada despreciable fiabilidad de más del 60%. Eso ya supone una auténtica novedad frente a los ya caninos y aburridos zombis de Romero (cansinos y aburridos no por ellos mismos sino por la nula imaginación de los ‘autores’, que parecen no saber salir de ese estereotipo). Por desgracia el destello de originalidad se resume a eso. No hay más: de nuevo peleas, aunque en este caso las balas se sustituyan por catanas, los protagonistas inmersos en una carrera luchando por su vida y un drama personal como telón de fondo/sorpresa final. No está mal, pero no destaca. Le pongo un 6.
- Menos mal que llega ‘La era de las motos fulgurantes’ de Catherynne M. Valente y me deja así, fulgurado. Estamos ante un relato sosegado que, aleluya, trata el zombi desde una perspectiva original. La protagonista, con un ritmo pausado y envolvente (crea una atmósfera que muchos lectores actuales –los adictos a la lectura apresurada tipo blockbuster– detestarán precisamente por eso, por centrarse en descripciones lentas y detalladas sin apenas acción), nos presenta una ciudad muerta y sus extraños habitantes, todo ello aderezado con una deliciosa escena que roza el horror cósmico. Porque en este cuento se intuye que hay algo más escondido tras los zombis. Lo dicho, una delicia a la que debo otorgar un 9.
- Sin haber leído el cuento: de ‘Tolerancia cero’ de Jonathan Maberry me espero una mezcla de zombis de Romero con un tecno thriller de Michael Crichton, que se sumerja en el tópico pero que al menos tenga cierto atractivo similar al ‘Cocodrilos’ ya leído en este volumen. (Inciso: llegados a este punto decir que mi perro casi da por concluida la lectura: me le encontré jugando con la contraportada –arrancada con precisión casi de cirujano– y bien dispuesto a masticar las páginas finales de la recopilación. Al menos, en el sentido perruno, la obra parece que tiene su punto apetitoso.) Ya está leído y, en efecto, es señor Maberry recurre al escenario de Paciente cero para esta historia. Más aún, el cuento se puede considerar un epílogo sacado de la manga de la novela. En ella se dejó todo bastante bien cerrado, lo que hace chirriar la presencia de ella en esta historia. Yo, habiendo leído la novela lo he entendido todo, pero me da que alguien que no conozca la historia de Paciente cero puede que se quede descolocado ante todo lo que aquí se narra. El autor hace un resumen muy resumen de los antecedentes, pero esa información queda encorsetada en medio de la presentación de un escenario y los nuevos rambos de turno. En mi opinión más le hubiera valido haber dejado a un lado la novela y tratar de haber creado una historia independiente. Pero me imagino que todo se limita a tratar de lanzar un anzuelo a la gente que todavía no ha comprado Paciente cero. El relato se deja leer, sin más, lo que le hace merecedor de un 5.
- El cuento ‘Y el siguiente, y el siguiente’ de Genevieve Valentine cuenta con unos zombis especiales, a medio camino entre los clásicos de Romero (caníbales y agresivos) y unos indolentes y más cercanos a la humanidad de la que provienen. Tal y como confiesa el editor, esta historia mantiene muchos paralelismos con ‘Tan muertos como yo’ (Adam-Troy Castro), si bien la de Castro es una historia más interesante… aunque muchísimo peor escrita. Me parece que si Valentine le hubiese dedicado unos cuanros miles de palabras más a esta historia hubiera ganado, sobre todo en cuanto a dibujar al protagonista, cuyo destino parece metido con calzador. Bueno, que le pongo un 6.
- De nuevo parece que realizamos refritos de cuentos de la primera compilación. Ahora le toca a este ‘El precio de una pizza’ de Cody Goodfellow y John Skipp, que tiene mucho que ver con el decepcionante (en cuanto a estilo sin lugar a dudas) ‘El hombre del burdel’ de Martin. De nuevo tenemos la premisa de los zombis convertidos en mano de obra barata y dispuesta a realizar las tareas más peligrosas, desagradables o monótonas. El estilo de narración se vuelve confuso por instantes dada la incapacidad del autor de diferenciar de una manera efectiva diálogos ‘en carne y hueso’, radiados y monólogo interior. La verdad, a veces no se sabe quién ni en qué método discursivo está hablando. A eso se suma un escenario más o menos bien dibujado (en lo que se refiere a las premisas de la catástrofe y la solución encontrada) pero unas motivaciones de los personajes (y sobre todo sus acciones) bastante confusas. Parece por un lado que se ha querido hinchar la longitud del relato con escenas accesorias, como la primera, pero por otro lado no se ha querido –o podido– dar una explicación coherente a las circunstancias del protagonista, al porqué de la presencia del grupo de la tienda, o siquiera a la existencia de Sherman y ‘la bruja verde’. No sé, no me ha dejado nada contento. Se lleva un 4 y punto.
- El libro acaba con el cuento de curioso título ‘¿Me está diciendo que esto es el cielo?’, de Sarah Langan. Aunque el cuanto da algunos bandazos en cuanto a ritmo, como por ejemplo una primera parte descompensada (en acción y ritmo) con el resto, se hace agradable de leer. Esa buena sensación se incrementa a medida que se presentan más a fondos los protagonistas y sus historias. Sí, cae en algunos tópicos del sub–subgénero de zombis de Romero, pero el desenlace, así como buena parte de lo que le antecede, libra a la historia de recibir otro suspenso, el enésimo de esta colección. Más aún, el cuanto levanta la cabeza y deja clara la justificación de su presencia en este libro. Vamos, que le pongo un 7.
Y se acabó lo que se daba en este Zombies 2. La media de las puntuaciones da un triste 5’5, inferior incluso a su predecesor. Y es que de nuevo tenemos una recopilación con demasiadas sombras. En este caso además queda claro el estancamiento del género, algo que ya se aprecia en las estanterías de las librerías con la aparición de la enésima The Walking Dead en su versión de Santander, Murcia, Madrid, Cartagena, Astorga, Cádiz, etc. La falta de ideas ya de por sí alarma; la nulidad como escritor de alguno de los autoreZ o eZcritoreZ roza lo vergonzoso (pese a que ellos se muestren orgullosos de sus obras). Pero la morralla no se queda en terreno patrio, sino que también nos llega importaba: en este recopilatorio hay también textos infames, como por ejemplo el de Kirkman (ejemplo de libro de ‘zapatero a tus zapatos’, o también del ‘me editan sólo por mi nombre y CV, que no por mi calidad literaria’).
Al menos en el primer volumen uno encontraba variedad e inspiración. En este Zombies 2 hay que escarbar mucho para dar con algo similar. Ambas recopilaciones, juntas y tras una criba, darían lugar a un muy interesante volumen; por desgracia por separado obligan al lector a pagar un pastizal para sólo encontrar un porcentaje demasiado bajo de textos de calidad.
Resumiendo:
- si disfrutaste con pestiños como De Madrid al zielo cómpratelo. Entre los cuentos encontrarás un par de ejemplos de obras de arte. Espero que eso te haga madurar como lector.
- si te sobra el dinero cómpratelo, ya que sabrás valorar esas joyas que he destacado.
- si no te sobra el dinero y tienes un criterio literario similar al mío (cada vez más exigente) ni te molestes. Seguro que el puñado de maravillas que incluye este libro las podrás encontrar en otro lado o por otros medios. Que no está el horno para bollos, y menos aún para soltar los euros a diestro y siniestro.
Chao.