Hola, hola, culebras.
Pues con este Órbita inestable acabo la llamada ‘Trilogía del Desastre’ de John Brunner. Quien quiera saber lo que opiné de los otros dos volúmenes aquí tiene mis comentarios.
De este Órbita inestable puedo (más bien debo) decir que se trata del peor de la trilogía. La manera de fluir la historia no difiere de los otros dos: historias en principio más o menos separadas que acaban enfocando a un mismo desenlace. Sin embargo en este caso el abanico al final se concentra en un único punto que cierra la historia, y lo hace de una manera esperanzadora. Esto supone toda una novedad: en los otros dos libros la conclusión era más o menos tremendista y negativa, sobre todo en el magistral y contundente Rebaño ciego.
El libro contiene varias imágenes poderosas, como lo relativo a la normalización del uso de drogas y la sistematización de la paranoia y la agresividad racial, pero en conjunto no posee la misma fuerza que su inmediata sucesora (Rebaño ciego). Pese a ello algunas de las profecías le dejan a uno de piedra por lo acertadas. Uno de esos casos es el de la descripción las relaciones sociales de los adolescentes, en concreto el uso de las redes sociales. Hay que recordar que el libro tiene fecha de 1969, a años luz de la existencia de internet, por no decir de whatsapp, twitter, facebook y otras redes sociales. Pese a ello Brunner describe comportamientos que por desgracia están sucediendo a día de hoy: ese preferir la presencia electrónica a la física, las equivocas relaciones electrónicas, el sentirse perdido en un mundo aislado pese a las posibilidades de la telecomunicación, etc. Sólo por ello este libro creo que se merecería un estudio detallado.
Pese a sus aciertos el libro tiene sombras, y no pocas. Algunas escenas se desarrollan de un modo demasiado confuso. Sí, algunas de ellas tratan con aspectos de la psicodelia y la experimentación mental, pero así la manera de expresarse del autor (con un abuso de las frases largas y subordinadas) las vuelve demasiado confusas. Un ejemplo claro de ello lo tenemos en la escena de ‘el hombre de siete cerebros’. La manera en la que intercala las sensaciones de Lyla con lo que sucede en la sala, aparte de que a veces ‘se olvida’ del resto de actores, hace que la escena se haga inacabable y pesado por liosa.
Hablando de Lyla. Si los otros dos libros destacaban por su aplastante racionalidad y plausibilidad, en este Órbita inestable nos encontramos con la aparición de poderes que podrían definirse parafísicos o místicos. Un ejemplo claro está en las pitonisas, pero el más chocante e increíble se descubre al final del libro. Tal injerencia de lo fantasioso a mi entender arruina la historia.
De estilo poco puedo decir. O poco bueno. Como ya he dicho antes, Brunner abusa de las construcciones enrevesadas, de las frases inacabables en las que demasiado a menudo no acabas sabiendo bien lo que quiere decir. ¿Culpa del traductor? Me da que no. Luego está la horrible proliferación de –mentes. En algunos párrafos resulta en extremo dolorosa.
Sin duda en este libro Brunner no tuvo el menor interés en mantener un mínimo de calidad de estilo, al menos en lo relativo a la sintaxis pura y dura. Porque sin embargo se mantiene fiel al estilo novedoso (en su día para mí, cuando leí Todos sobre Zanzibar) de la agrupación de los episodios en torno a títulos, a veces entradillas, llenas de sorna y significado. Para saber más de ese estilo dejo un enlace que lo explica mejor que yo.
En definitiva, una buena lectura que queda eclipsada por las anteriores. El libro se lleva un 6, y para quien no las conozca creo que supone toda una invitación a leer los otros dos volúmenes de la trilogía.
Una saludo.
PD: Sí, por supuesto que el libro encaja muy bien en el clima social norteamericano de estos días, eso de policías-blancos-matando-negros-sin-motivo-y-negros-matando-polícias-blancos-como-venganza. Pero bueno, esa es la mierda de ese país de mierda. Ahí se les atragante, ciegos que no ven los que se les avecina ni aunque se lo tatúen en la frente.