Hola, oficios.
Tras el libro patrio, prácticamente recién comprado, agarro uno que lleva en La Pila prácticamente quince años. La verdad es que de esta mujer, la señora Cherryh, sólo había leído antes un libro (El orgullo de Chanur), y no me apasionó mucho precisamente. Ahora retomo a esta autora con Rimrunners, otra novela que de entrada parece que pertenece al mismo género, el space–opera de aventuras más o menos trepidantes.
Una vez abrí las páginas del libro, y saltándome la muchas veces desacertada introducción de Barceló, me encuentro con la primera bofetada: una especie de introducción ‘para colocar al lector en situación’, que más que picarme con la lectura hizo que me entraran ganas de lanzar la novela directamente a la basura. Pero bueno, no es el tema crucificar todo un texto por sus primeras tres páginas, así que seguí leyendo.
Rimrunners empieza recordando en cierta medida Las estrellas mi destino, con un protagonista desesperado, en situación casi extrema, sólo y necesitando aferrarse a un tablón salvavidas, cualquiera que sea éste. Cómo no, el flotador llega y al cabo de las páginas nos encontramos leyendo una novela de ciencia ficc… ¡no! ¡Lo que tenemos entre manos no es sino una historia naval! Toda la obra se reduce a las relaciones entre diferentes miembros de la tripulación y sus superiores. Por un lado tenemos el protagonista, un marino de pasado militar, obligado a esconder esos antecedentes militares dado que, huyendo de una reyerta tabernaria, se ve obligado a enrolarse como grumete en una nave pirata; un capitán distante, perdido en su camarote pero capaz de evaluar a su tripulación con ojo de halcón; un tiránico y conspirativo contramaestre, encargado de crear y fomentar camarillas afines a él, apuntalando un sistema de poder alternativo al del viejo; un jefe de máquinas duro pero al mismo tiempo comprensible y conciliador; una tripulación esquiva y celosa de la extraña y especial intimidad que se da bajo cubierta, pero que al mismo tiempo puede llegar a mostrarse acogedora con el recién llegado. Y como pincelada colorista final de este retrato marino, tenemos a Ben Gunn.
Aparte de que este libro no pertenece al género de la ciencia ficción sino al de la novela marítima, decir que está escrito de una manera en exceso indirecta. Sí, esto merece una explicación: la narración es en una tercera persona demasiado vinculada a la manera de pensar de la protagonista. Todo se ve según sus ojos, y se narra desde un punto de vista y una experiencia absolutamente personal. Tanto es así que muchas veces suceden cosas aparentemente habituales y cotidianas para el personaje, y así se describen, pero que para mí como lector no son ni de lejos conocidas. Lo malo es que la autora se refiere a esas situaciones y conocimientos de una forma tangencial, cuando se da el caso de que demasiadas veces la naturaleza de dichas situaciones tiene un peso importante, si no vital, en el desarrollo de la trama. El lector queda expulsado de parte, o incluso todo, el significado de esas circunstancias y sus consecuencias, lo que hace que la lectura quede desvirtuada. Esto se convierte en ya un caos absoluto en la parte final del libro, llegados a la batalla final, cuando se mezclan las esquivas descripciones de los desplazamientos de los protagonistas por los muelles de la base con otros internos en la nave: alguien no entendido en temas de distribución de espacios en amarres espaciales y en naves de carga, en sistemas de alimentación de combustible, en combate con armadura espacial, etc., acabará totalmente perdido. Sí, la protagonista sabe de sobra cómo se organiza todo eso, y las reglas de comportamiento que un ataque con armadura en ese entorno puede suponer, pero que ella lo sepa no quiere decir que lo conozca el lector: es labor del autor hacerle cómplice para que lo pueda ver y captar en toda su realidad.
Sí, todo esto puede resumirse en pocas palabras: como escritor no me quiero pringar en dar detalles que luego me incriminen ante un público exigente. Pues bien, ante eso no des detalles, pero al menos sé capaz de hacer para el lector la escena atrayente y visual, y no esconderte en ‘como se supone que mi protagonista sabe de todo eso no lo verbalizo’.
Esa impresión de estar off de lo que se cuece en la novela (al menos a mí me ha pasado, que no soy capaz de comprender la importancia de los distintos turnos, la distribución de una nave como la descrita en la novela, o las complejas normas no escritas de las relaciones y subordinaciones existentes en una tripulación de un marino de pesca de altura) hace que no se disfrute. Por todo ello le pongo a la novela un muy raspado 5.
Un saludo.