Hola, ofidios.
Por primera vez en mi vida, si no me engaña la memoria, leo algo escrito por un japonés (no vale manga, que es cómic). Me habían hablado bien de este autor, Haruki Murakami, concretamente del la obra Tokio Blues. En FNAC por esos días estaban poniendo por todas partes stands con sus libros y, cuando me encontré este de tan curioso nombre, me lo compré por impulso.
El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas me ha dejado un sabor de boca amargo, nada satisfactorio para un autor mundialmente reconocido y al que acaban de dar el XXIII Premio Internacional de Catalunya. ¿Por qué? Pues porque en algo como la fantasía con este libro me demuestra que cuando lo escribió (1985) no tenía casi ningún dominio del género. O eso o el autor es un ñoño de tres pares de narices.
El libro se divide en dos escenarios muy claramente diferenciados:
- Por un lado hay un Tokio de un futuro cercano, muy cercano. En ese futuro se ha desarrollado una técnica de computación que, por la manera en que la desarrolla (luego hablo de ese detalle), bien podría haber surgido de la mente de Cronenberg: el uso de un cerebro humano modificado mediante cirugía para ‘encriptar’ datos. Vale, eso no supondría de por sí nada nuevo, ni bueno ni malo. Pero cuando el autor intenta entrar en los detalles se pierde y alcanza niveles de patetismo que a mí me ha sonrojado. Un simple ejemplo: la entrada de datos el bioencriptador se realiza de modo visual (en ese aspecto nada que objetar), y la salida de datos ya encriptados es ¡tachán! ¡hojas escritas a bolígrafo! Sin comentarios. Bueno, sí que lo comento: con Cronenberg la salida de datos hubiera quedado de igual manera orgánica, incluso seminal, y sin duda mucho más efectista. No como este truño de Murakami. El resto de situaciones que se describen en la sección ‘futuro’ van desde lo retro o cutre (como los dos macarras, que parecen sacados de un manga) a lo sin sentido (los discursos pseudocientíficos que suelta el profesor), con lo ridículo (como el uso de los clips) entre medias.
- Por otro lado una sugerente y misteriosa ciudad. En ella hay unicornios, a las personas se les extirpa con cuchillo la sombra, la biblioteca está llena de cráneos, la gente no tiene corazón (de manera literal)… Sin duda un entorno que en otras manos daría lugar a toda una serie de historias de lo más sugerente. Pero lo que digo: en otras manos. En manos de Murakami todo se reduce a una ñoñedad absoluta de sentimientos ñoños, acciones ñoñas y discursos ñoños. Una cosa es la ñoñedad de textos como La historia interminable, en el que el público al que estaba destinado (infantil y juvenil) justifica ese mensaje babosón. optimista y sentimental; otra muy diferente este texto, que en principio (y casi sin él, si se tiene en cuenta la psicología del protagonista) orientado a un público adulto. Pero adulto no equivale, al menos en mi caso, con simplón.
Resumiendo: por un lado tenemos un muy poco acertado escenario pseudofuturista, y por otro lo que muy bien podría ser una fantasía oscura que acaba convertida en una ñoñedad sin límites.
Tras acabar el libro me parece como si el autor hubiera dicho ‘ale, que en este libro me voy a poner a escribir cifi y, olé mis huevos, la voy a mezclar con fantasía’, todo ello sin tener el menos bagaje en ambos géneros. Así le queda algo torpe, descafeinado y en muchas ocasiones ridículo texto.
¿Qué salva al libro? La creación del protagonista y la manera que tiene de describir su manera de ver el mundo y reaccionar ante él. Murakami demuestra tener buenas dotes de narrador de historias. Lástima que en este libro lo quiera revestir de fantasía, lo que le hace cagarla de manera radical. Al menos para alguien acostumbrado a moverse por esos lares.
Como nota final le pongo un 5, y se salva del suspenso por esa manera de contar la historia/desgracia del protagonista.
Habrá que leer otro libro de Murakami, uno en el que no se ahogue en el género fantástico.
Un saludo.