Hola, culebras.
Segundo libro que leo de la Tepper, tras el agradable Despertar. La verdad es que este libro, La puerta al país de las mujeres, me suena bastante. Me suena de haber oído hablar de él en la lista de correo de ciencia ficción (cuando todavía estaba en ella, cuando resultaba interesante estar en la misma y el chorro de 300 correos diarios no sólo no aburría, sino que resultaba casi adictivo: hablo de 1997, más menos: ¡que no ha llovido ya de eso!). Mi edición tiene fecha de 1994, por lo que no sería raro que tres años después siguiera levantando un poco de polvareda este alegato feminista.
Bueno ya que he dicho la palabra clave, feminista, ya puedo entrar en harina en la reseña de este libro.
Sheri S. Tepper aprovecha un escenario post apocalíptico para pintarnos u modelos de sociedad por completo matriarcal. En un mundo devastado tras algo que intuímos tiene mucho de guerra nuclear, si bien en ningún momento se dice con esos términos (posiblemente debido a que tenemos como narradora a una mujer de esa época, y todo apunta a que lo nuclear en esa época esta totalmente olvidado, junto con muchas otras cosas de las era pre devastación).
Lo dicho: feminista. El libro es feministas. Ya lo he dicho, ya he pecado. Pecar, sí, pecar: lo que en la portada reza como ‘alegato antisexista’ una vez leído se revela como un texto por completo sexista, en el sentido de que ‘la inmensa mayoría de los hombres son malos y no merecen reproducirse, debiendo ser vigilados por las moderadas y sabias mujeres. El libro, de forma somera, se reduce a eso: mujeres las casi siempre son buenas; los hombres en un porcentaje muy alto resultan dañinos.
Vamos, sexismo puro y duro, nada más que visto desde ‘el otro bando’. Por supuesto la postura me parece algo por completo defendible: por algo la mujer ha padecido (y aún la padece, en muchos países de forma sangrante) explotación, violencia y opresión. Resulta lógico e incluso necesario la existencia de libros como este: la mujer tiene todo el derecho a reclamar ese rol dominante, aunque sólo sea como en papel.
Tepper nos describe un panorama en el que la sociedad está dividida en dos colectivos bien diferenciados: los hombres ‘libres’, que viven fuera de las ciudades y hacen las veces de milicias defensoras de las mismas, siguiendo un escalafón militar. El suyo es un mundo sólo para hombres, sin lugar alguno para el sexo femenino. Por otro lado están las ciudades, recintos amurallados con reminiscencias medievales en cuyo interior se agrupan las mujeres, gobernadas por Consejos mucho menos estrictos que el de los hombres. Fuera de los muros reside la fuerza y el honor ciegos; dentro, la cultura y la ciencia. La fiereza de rasgos salvajes, irreflexivos, frente al sosiego y la meditación. Lo masculino ante lo femenino.
O al menos en grandes rasgos. Sí, hay mujeres más allá de los muros: las gitanas de vida licenciosa o aventurera. Dentro de las ciudades también hay hombres: sumisos siervos, la renegada deshonra de las huestes del exterior.
¿Las relaciones entre ambos mundos? Sexo con un único objetivo: el reproductivo. Falanges armadas y defensoras fuera, abastecidas el colectivo agricultor/artesano de dentro.
Y poco más… En principio.
Un mundo no de todo idílico pero que lucha por ello.
El contrapunto a esa sociedad lo hayamos ya bien avanzada la segunda mitad del libro: la Tierra Santa, una región de costumbres salvajes donde en nombre de la religión impera la endogamia y la brutalidad más absoluta hacia la mujer. Allí las consideran como apenas animales, criaturas pecadoras apenas necesarias para propagar la semilla del patriarca y de la raza. El blanco contra el negro. En la novela no hay más ejemplos de sociedad: o la demoníaca y bárbara de los puritanos endogámicos, o la escindida del País de las Mujeres. Porque la inmensa mayoría de los hombres tienen como único objetivo el poder, la violencia y el sexo. Y la inmensa mayoría de las mujeres gozan del sosiego, la calma sabiduría y la paciencia. Eso es lo que se extrae de la novela. Lo dicho, Tepper nos planta un discurso de sexismo crudo y directo, una ‘visión desde el otro bando’.
Cuando aparecen ciertos toques de gris, más allá de esos contrastes opuestos, llegan acompañados de una suerte de reproducción selectiva, como si se tratara de simple ganado. Y ganado además que en sus genes porta un plus añadido.
No puedo dejar de destacar otro defecto del libro: éste se acaba de enfangar, al menos para mí, cuando la autora usa y abusa de la P.E.S. (percepción extra sensorial). El entorno postapocalíptico creíble que nos describe en un primer momento (siempre en la medida de lo posible, se entiende) queda manchado con asuntos magufos, supercherías que al final de la novela se descubren como parte vertebral de… de todo. Una pena caer en todo esto.
Así la lectura resulta algo anodina, y los aderezos poco convincentes o incluso inapropiados, muy lejos de lo que recuerdo del otro libro. Una pena. Se lleva un humilde 5, nada más.
Chau.