Hola, culebrillas.
Pues sí, que me he metido de lleno a leer los dos ejemplares que tengo de esta saga. Como ya he dicho en la anterior entrada el primer volumen, Agente X, no me disgustó. Ahora que han pasado unos días y habiendo leído la segunda parte casi le subiría un poco la nota a esa primera parte.
Y me jode quedarme sin leer la tercera. Pero dado que sólo compro saldos debido a mi economía (además de que me niego a pagar exageraciones por libros electrónicos) ahí se quedará todo.
En Prisioneros Greatshell empieza a hacer lo que apenas apuntó en al primer libro: dar trasfondo a los personajes. Vale, sí, en esta ocasión sólo lo hace en serio con uno y luego más por encima con otros dos. Pero por algún lado se empieza. Así descubrimos al medio protagonista, Sal DeLuca, un chaval obligado a crecer por las circunstancias. Junto a él nos encontramos con un grupo de chavales embarcados en una misión que ellos mismos sabes que tiene mucho de suicida. El libro, al centrarse en esa tarea, se acerca más a lo que parece ser el estándar del subgénero Z: situaciones concretas de normales contra zombis, una ensalada de tiros, encerronas y carreras. Eso, no lo voy a negar, supone un lastre para mi gusto, más que nada si lo comparamos con la más lenta y agobiante primera entrega.
Pero no todo es ‘pim, pam, pum; corre que nos pillan’, y ya. Podemos disfrutar de una segunda escena (la primera podría eliminarse por tópica y casi intrascendente) jugosa y por completo anómala para lo que conozco del subgénero Z: la de la incursión de Lulú y sus amigos. Por desgracia dicha acción acaba demasiado pronto, si bien con un muy correcto momento de suspense. Tras ello entran en acción el Sal y sus amigos y de Lulú y su panda casi nos olvidamos hasta mucho, pero que mucho después. Ese ‘fallo’ queda a posteriori bien justificado, por lo que no lo calificaré como un pero del libro. Pero sí me disgustó la manera errática de ir de un escenario a otro, saltando de la ciudad al submarino o a la inmundicia. Un ejemplo magistral de esos cambios de escena lo hay en Juego de Tronos. Pero Greatshell no trabaja así. Si a eso le sumas unos cambios o saltos en la línea temporal bastante sincopados la lectura acaba haciéndose algo molesta. A ver, no cabrea por lo que narra (que, la verdad, a medida que avanza el libro se me hace más y más interesante), sino porque dan ganas de decir ‘esto lo pones allí en vez de aquí y hubiera ganado en facilidad de lectura y puede que incluso en gancho’. Hay escenas en las que parece que el autor se emociona, alargándolas para, de repente, meter un inciso de lo que sucede en otro escenario, y a veces sólo para aportar una pincelada. Más moderación y control en el equilibrio de episodios, señor Greatshell.
Según avanza el libro se van quedado en el aire más y más incógnitas, muy en plan Perdidos. Supongo que en el tercer y último volumen se explicarán todos ellos, si bien para algunos lo veo me hace muy, pero que muy difícil. Un ejemplo: que todas la mujeres del mundo ‘saltaran en furia’ a la medianoche de Nochevieja. Vamos, como relojes sincronizados a la perfección. Que me explique qué sistema biológico, enzimático o lo que sea puede coordinarse con los usos horarios de cada zona del planeta. Porque la propagación de una señal detonante (sin importar la frecuencia usada) la hubieran notado varios países. Y eso sin tener en cuenta la limitada capacidad del cuerpo humano como receptor de emisiones.
Preguntas que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Aun con todo ello el libro me parece digno, por lo que le pongo un seis.
Y ahora toca soltar unas de mis peroratas. Ya no voy a hablar más de este libro, así que avisado estás.
Esta reseña va dedicada a Larissa Nogueira.
Hace unos días, y dado que veo que me resulta en extremo difícil leer obras recientes, lancé una serie de correos a algunas editoriales proponiéndoles que me cedieran ejemplares a modo de servicio de prensa para que realizara reseñas sobre esos libros. En el correo indicaban cómo poco a poco mi web se va colocando en buenas posiciones cuando se buscan autores y títulos que reseño.
Entre las respuesta recibidas me llamó la atención la de La Factoría de Ideas. Esta persona, Larissa Nogueira, me escribió como miembro del departamento de prensa de esa editorial. se ha permitido el lujo de decirme, como asiduo lector y comprador de La factoría de ideas desde hace años (de hecho desde que surgieron como editorial), que soy una persona que ‘no apreciará sus obras’. Eso lo dice en vista de las reseñas que he hecho de algunos libros de La factoria. Eso se lo dice a alguien que lleva leyendo ciencia ficción, terror y fantasía casi treinta años. Eso se lo dice a una persona que considera la lectura de libros de esos géneros casi una droga, un lector que evita encasillarse demasiado por lo que varía desde la cifi dura a la más fantasiosa, del terror psicológico al de monstruos. Eso se lo dice a alguien que no le hace ascos a casi ninguno de los libros que caen es sus manos, leyéndolos de cabo a rabo aunque no le gusten todo por darles una última oportunidad.
Un lector así, según Larissa Nogueira, no puede apreciar la línea editorial de La factoría de ideas.
Olé sus huevos.
Ha debido hacerme un scanner mental a distancia y saber mejor que yo mis preferencias. En vista de lo dicho por esta señora debo tirar por la ventana la decenas de libros de La factoría de ideas que he leído, así como los que todavía tengo en La Pila y no comprar jamás de esa editorial. Al fin al cabo ‘no sabré apreciar sus obras’.
Bastantes cretinos sabiondos tengo que soportar en el trabajo como para que ahora me venga una encargada de prensa y me diga lo que me gusta y lo que no me gusta. Ha hecho la mejor publicidad de su empresa de toda su vida. Un gallifante para la señora Larissa Nogueira.
Si de un tiempo acá sólo compro saldos (de La Factoría y de otras editoriales) eso se debe a mi mala situación económica. Ya lo he dicho. Que los libros son muy caros, jodíos, y entre comer, un saldo o una edición no saldada primero como y luego, si puedo, me lanzo al saldo. La edición normal queda, como mucho, para mi cumple o para reyes.
Otra cosa muy distinta es que esos saldos tengan una calidad bastante desigual. Si eso sucede con los saldos de La factoría me perece más oportuno que no le echen la culpa a mis gustos sino, cuando puede que la clave esté en que quizá ellos publican y saldan libros de dudosa calidad. Y no soy el único que piensa así.
Considero que un editor que se tome en serio, y sobre todo a sus lectores, publicará siempre material de calidad. Y si no no lo publicará. Si publica libros de calidad estos siguen manteniéndola ya se vendan en saldos o de manera normal. Si en el caso de La factoría libro saldado equivale a libro de dudosa calidad ¿publica La Factoría de Ideas libros mierderos destinados a acabar como saldos, con el consiguiente engaño a los lectores que los compran según salen? ¿Publica La Factoría de Ideas ‘todo lo que agarra’ con tal de llenar el mercado con sus títulos, sin importarle la calidad de los mismos, y luego los de peor resultado los salda? ¿Un lector con treinta años de criterio a sus espaldas de repente lo pierde cuando se enfrenta a libros de La Factoría de Ideas?
Lo que deben querer estos elementos son reseñas llenas de alabanzas, se trate del libro que se trate, y sin preocuparse de cómo esté editado. Estos elementos no se han dado cuenta de que no se puede poner como bueno algo que es regular o malo: engañas al lector una vez pero ¿dos? ¿quizá tres? Por ejemplo, la señora Larissa Nogueira, con sus superiores dotes de lectura de mentes y psicología (vamos, la personificación femenina de Charles Xavier) me ha hecho repeler la editorial, o a los individuos que se esconden tras ella. ¿Hasta el punto de no comprarles más saldos? Supongo que no, que seguirán cayendo. ¿Hasta el punto de no comprarles ni un solo libro a precio normal? Sin duda alguna.
Bueno. Yo seguiré rebuscando entre los saldos, cuando tenga dinero para ello. Si me topo con más saldos de La Factoría de Ideas los compraré. Si son malos lo diré. Y si eso supone que ciertas reseñas negativas queden arriba en las búsquedas de Google no es mi problema.
Adiós, señora Larissa Nogueira. Adiós, La Factoría de Idea.
Adiós a todos.
PD: que sí, que si se disculpan y explican esa salida de tono quizá les vuelva a ‘ajuntar’. También me sirve la cabeza de Juan, digo Larissa, en bandeja de plata. Y lo digo de manera figurada, por si los fariseos piensan demasiado mal.