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AA.VV. – Nuevos cuentos de Los Mitos de Cthulhu

Hola, culebrillas.

Una nueva compilación de libros de Los Mitos, en esta ocasión titulada Nuevos cuentos de los Mitos de Cthulhu, compilación a cargo de ni más ni menos que Ramsey Campbell. El libro es de 1980, con lo que lo de nuevo ya no resultan muy cierto (si bien mi edición es la de 2011), lo que no excusa un detalle: ¿cómo se puede editar un libro titulado nuevos relatos cuando entre ellos hay textos de H.P.L. y de Frank Belknap Long? Suena muy a broma. Y sin embargo no lo es: ahí están las historias, para el disfrute (más o menos, que de todo hay en esta compilación) de los lectores.

Luego, y antes de entrar en harina con los relatos pero tras haberme leído todos, quiero hablar inopinadamente del señor José Luis Moreno-Ruiz, el traductor de este libro. Y quiero hacerlo inopinadamente, insisto, porque me ha llamado la atención ese adverbio, el cual, inopinadamente, aparece incluso dos veces en una sola página. Así, sin que venga a cuento (porque no me creo que no un traductor con experiencia no pueda encontrar un sustituto a dicho monstruo). Y además hallarlo inopinadamente. ¿Algo más puedo decir del traductor? Pues la verdad es que nada, porque profundizar en el tema supondría opinar, y eso -inopinadamente- no ha lugar. Para no hacer más inopinado escarnio le remito un saludo al señor José Luis Moreno-Ruiz. Eso sí, considere el saludo como algo inopinadamente enviado.

‘Crouch End’, de Stephen King, recuerda mucho a la manera de escribir de Campbell, sobre todo en la parte inicial de la narración de Doris (la sensación de amenaza velada, intuida, percibida por el rabillo del ojo). Resulta curioso leer un relato de King justo después de leer su guía de estilo y comprobar cómo se salta algunos de sus consejos estilísticos. El relato entra en un momento dado en el territorio del pastiche (o del tópico, o del homenaje desvergonzado) al ponerse a plantar casi seguidos toda una serie de guiños a nombres y recursos de H.P.L. Aun así se disfruta. Un 6.

El inicio de ‘La charca de las estrellas’ (A. A. Attanasio) no es confuso sino lo siguiente. Además posee descripciones demasiado vagas (los detalles van y vienen, entrando en escena de repente y sin aviso) e incluso inexactas que llevan a confusión. Final alocado y sin sentido: no por meter todo monstruo posible de peli pulp de los cincuenta se consigue un relato bueno. Intento de mezclar género negro con Mitos que no funciona en nada. Ale, un 4.

Tras leer ‘El segundo deseo’, de Brian Lumley, la verdad es que en mi caso hubiera deseado poder pedir un primer deseo: no haber empezado este horrible relato. Pasando sus páginas recordaba una de las normas enunciadas por King: evitar como la quema los adverbios acabados en -mente. Y es que en un primer lugar hay que decir (o gritar) que Lumley no tiene ni puta idea de escribir. Es otro de esos ejemplos incomprensibles de ‘tío que le publican con una calidad menos que nula’. ¿Qué decir de este relato? Nada bueno, pero entre lo malo destacar, por ejemplo, que adolece de una obvia falta revisión, con errores de continuidad e incluso contradicciones. No hablaré de cuán tópico es (el ambiente gótico roza el pastiche, eso en una recopilación de textos que según Campbell pretende aportar frescura, una visión diferente de Los Mitos). Además  de que también hay errores de traducción / edición, como lo de las miles de millas. 2 que me tienta a cambiarlo a un 1.

‘Oscuro despertar’, de Frank Belknap Long, adolece del mismo tipo de descripciones que el relato de Attanasio: la descripción de la escena del clímax está llevada de una manera demasiado vaga, por más que luego lo intente explicar: ya es tarde. Le pongo un triste 4.

El inicio de ‘La sección 247’ (Basil Copper) es leeeeento, demasiado lento. Una cosa es meterse en el ambiente y otra marear la perdiz. Sin embargo lo malo, lo peor de todo el cuento, lo tenemos al llegar al final, cuando descubrimos que el autor ni sabe describir mínimamente bien el detonante de todo el relato, ni se pringa en plasmar un final más comprometido: tan vago es el desenlace se puede decir que el relato ni siquiera pertenece a los mitos. Se lleva un 5.

T.E.D. Klein divaga y divaga en el inicio de su relato ‘Un negro con un saxofón’. El relato parece una especie de declaración de amor que al autor hace, a modo póstumo, a H.P.L. Pero, aún yéndose por las ramas, funciona mejor que ‘La sección 247’, quizá porque toca de manera más directa a Los Mitos. Tanto es así que a medida que se avanza en la lectura uno se da cuenta de que está leyendo un relato de corte clásico en cuanto a estilo lovecraftiano se refiere. El cuento posee una importante cantidad de paja, si bien es una paja que le da cierto carácter muy acorde con la personalidad del protagonista. Por desgracia acaba cayendo en el tópico, en la repetición de escenas y esquemas usados una y mil veces en el subgénero (repetición que, todo sea dicho, no supone mucho problema para el fan empedernido). Al menos tiene el detalle de no aportar nombres grandilocuentes que hagan de gancho o guiño, aparte de los de la tribu de marras que sirve de detonante de la historia. Vamos, que un escritor aficionado seguro que no hubiera resistido la tentación de nombrar con todas sus letras a la entidad cuya presencia se intuye en el texto: T.E.D. Klein no cae en eso, obligando al lector neófito a indagar en otros relatos para saber quién cojones es el negro del saxofón… y con ello a ganar quizá un nuevo fan a este adorable y monstruoso subgénero de Los Mitos. Le pongo un 7.

Y pasamos de una carta de amor póstuma a algo puede incluso más osado: una colaboración póstuma, casi se diría que incluso necrofílica por lo que tiene de directo revolcón con la obra del de Providence. ‘El libro negro de Alsophocus’ se trata de una literalización perpetrada por Martin S. Warnes en forma de relato de un fragmento escrito por H.P.L. El texto posee esa prosa obsesiva y enfermiza que a algunos, tiempo atrás (mucho tiempo atrás), nos atrajo a este mundillo de Los Mitos; un estilo que, sin embargo, ahora se vuelve algo casino por lo manido y sobreexplotado, y eso que debo admitir que en determinados momentos escribir con ese tono y ese ritmo resulta poco menos que una acto masturbatorio, pura prosa onanista. En el texto todo cuanto se describe posee la famosa dimensión tan-tan-tan (tan maligno, tan enorme, tan abisal, tan obsceno, etc.), el horror en grado superlativo. Pero toda esa mastodóntica aglomeración, tan apretada, sólo consigue una cosa: chirriar, o repicar como todo un campanario. Resumiendo, el relato encajaría a la perfección en la más pura definición de pastiche, de la que se salva por tratase de una adaptación de un texto del propio HPL. Y se lleva un 6.

Llegamos a ‘Maldita sea la oscuridad’ (David A. Drake) y parece que el autor se ha dado un atracón de El corazón de las tinieblas antes de ponerse a escribir. Sí, puede que también tenga algo que ver si experiencia en Vietnam, pero la primera impresión que queda hace pensar que adora el libro de Conrad. El relato progresa más o menos bien hasta que se hace mención a los cangrejos, los jodidos e incongruentes cangrejos, lo cual supone una auténtica puñalada trapera a la suspensión de incredulidad. A eso se suma que ‘la masa negra’ aparece mentada de repente, sin presentación previa alguna. ¿Me he perdido algo y se ha citado antes, o es que ‘la masa negra’ se refiere a las hordas de aborígenes, porque yo no entiendo eso, sino que se describe algo similar a ‘el humo’ de Perdidos? ¿Se trata de un error del editor, traductor o el propio autor, que se ha zampado un párrafo? Bueno, que al final le pongo un 6. Pena de final, la verdad.

Y el libro acaba con la aportación del compilador (algo que jamás me ha gustado: si te pones a recopilar y hacer de editor, no te incluyas entre ‘los elegidos’): el relato ‘Las caras de Pine Dunes’. En este relato Campbell recurre, como es típico en él, a describir una presencia, una sensación de agobio, algo que forma parte del repertorio de lo que se considera herramientas básicas a la hora de redactar historias de Los Mitos. Por desgracia, y no sé porqué, en este relato me encuentro con lo mismo que en el anterior, la impresión de que falta algo, un párrafo o frase o algo. ¿Por qué? Porque durante la lectura todo se parece desarrollar en una misma línea temporal, hasta que se llega a un preciso instante, a una frase concreta, en la que empieza a chirriar… para unos párrafos más adelante darse cuenta de que se ha estado leyendo un flashback. Lo he leído de nuevo por encima y no he logrado encontrar la típica –o no tan típica– entradilla que indique que la narración se va a desplazar hacia atrás en el tiempo. Vamos, que no acabo de entender ese salto. Por lo demás el relato sigue el estilo tan característico del autor (presencias intuidas, apenas vistas, que generan sensaciones claustrofóbicas y de velada amenaza) que lleva a un final cuya relación con Los Mitos está cogido muy por los pelos. Al final le pongo un 6.

Pues esto ha sido todo, una compilación de la que se esperaba más. Como nota media sale 5,11.

Adiós.

Premio UPC 2003

Hola, culebras.

Ya no me quedan en La Pila más UPCs por leer. Una pena. Debo hacer recuento y empezar a buscar los que me faltan. Pero antes de ello debo darle un repaso a este UPC 2003.

El libro empieza con la conferencia ‘Literatura abierta’, de Orson Scott Card. Se trata de un alegato de la literatura sencilla, llana, accesible, frente a la creada siguiendo estilos vanguardistas, incluso elitistas. Pero también suena a argumentación defensiva de los que tienen ideas (más o menos buenas) pero no tienen ni puñetera idea de escribir con un mínimo de estilo. Vamos, el eterno conflicto entre fondo y forma: ni hay que centrarse sobremanera en la forma (y en esto me viene a la cabeza ejemplos que se me hacen casi imposibles de leer, y mira que lo he intentado, como las poesía de Góngora o el Ulises de Joyce), ni dejarse llevar simplemente por la narración sin preocuparse de darle un poco de estética (y aquí entra buena parte de las obras hard, que de tan llanas parecen áridas, o de space-opera). Bueno, como conferencia se me hace flojilla, y su fondo de excusa (no sé escribir mejor y por eso me limito a esto) no ayuda a mejorarla. Le pongo un 6.

Tras la charleta del osito llega el relato ganador de esta edición: ‘Traficantes de leyendas’, de Jordi Font-Agusti. Y la primera en la frente: no lo he lanzado a la mierda por pura fuerza de voluntad. Que relato tan malo, por dios. Entrada le veo tres enormes errores:

  1. La base argumental, las leyendas como artificios para inventar un pasado histórico falso (unos antecedentes incluso a nivel de linaje), me parece una soberana estupidez. ¿Tendría de verdad mercado un producto basado en la creación de mentiras de tal bulto que a la primera de cambio, con hablar con cualquiera que tenga relación con el entorno real de la mentira, se desmoronan? ¿Y que hay gente capaz de pagar dinero (incluso fortunas) por eso? Ejemplo de diálogo que supone tirar por tierra toda la validez de la premisa del relato:
    • He pagado por creer a pies juntillas que soy hijo de la reina de Inglaterra Isabel II, y he pagado por ello un pastizal.
    • Pero si en los libros de historia no apareces.
    • Me da igual, he pagado una fortuna por creerme eso, y me lo creo.
    • El extremo del ridículo. Una despreciable exageración de Desafío Total, llevada al extremo.
  2. La excesiva inclusión de la política como gancho/guiño al jurado me parece fuera de lugar. Me importa un pimiento el independentismo (de hecho estoy en contra de todo independentismo/nacionalismo: sé que el futuro del Hombre está en la abolición del concepto Nación y la instauración del concepto Humanidad como Comunidad Global. Toma alegato al comunismo). Se enarbola la independencia de Cataluña y su sello ‘made in Catalunya’ como equivalente a calidad suprema a nivel mundial (joder con los aires de grandeza. ¿Superioridad de la raza aria? Una pamplina ante la raza catalana, que dominará por sí sola todo el universo), simplemente por el hecho de ser catalán.
  3. El estilo es malo y la traducción peor (a lo que se suma que hay numerosos gazapos de edición, lease no-galeradas). Juntos crean un engendro aburrido y sin gancho, con tremendos altibajos de ritmo, incluido el inevitable momento onanista. Me gustó mucho más leer ‘¿Quién necesita el panglos?’, que de igual manera trataba la identidad de Cataluña, pero desde una perspectiva menos chabacana y torpe.

Y ya no hablo más de este engendro, bodrio, basura, etc. Le pongo un 1, y mucho me parece.

Cuán diferente ha resultado leer ‘Polvo rojo’, historia a medio camino entre lo detectivesco (casi diría que cine negro), el space ópera y la aventura. Yoss (José Miguel Sánchez) no embarca en la persecución de un malvado alienígena fugado. ¿Quienes le persiguen? Nick Nolte y Eddy Murphy. Bueno, ellos no, sino sus clones del  momento, de relato: policía robótico y suigéneris, y un delincuente aún más extraño. Historia fresca, si bien no para tirar cohetes, que funciona y con un desenlace adecuado. Una pena que éste texto quedara por detras de la otra bazofia. Pero claro, no ensalza el potencial de la catalanidad como valor per se. Le otorgo un muy entretenido 7.

El tercer relato del volumen se titula ‘Sueño de interfaz’, obra de Vladimir Marfetán… digo, Hernández. Vladimir Hernández. o sé en quién estaría yo pensando, ja, ja. De nuevo un texto con toques de género negro, si bien en este caso el protagonista no es el persecutor, sino el grupo de perseguidos. Por desgracia el texto tira mucho hacia ese subgénero que detesto, el ciberpum. Y lo hace por desgracia aplicando las típicas triquiñuela de jerigonza pseudo informática para sacarse de la manga recursos, situaciones y soluciones. Vamos, otro Deus ex machina del copón. No está mal escrito hablando de lo relativo a estilo (salvando las numerosas faltas de principiante, presentes en todos los textos de este volumen, faltas que siguen a la vista debido a una muy evidente inexistencia de galeradas) y se deja leer pero el abuso de la trampa léxica ciberpumera, el ‘existe un problema y me invento una tecnología que lo soluciona’, no ayuda lo más mínimo. Por todo ello el relato se merece un 6.

Y voy con ‘Factoría cinco’, de Jose Antonio Bermudez Santos. Nos encontramos con una relato que podría ser mucho mejor y que por desgracia se queda en un quiero y no puedo. ¿Por qué digo esto? Por el tono, a veces demasiado desenfadado, y por las continuas (muchas veces cargantes) referencias y guiños al cine, literatura, música, televisión… parece que el autor ha jugado a meter más y más guiños. Chirría sobremanera el que en un mundo postapocalíptico se conozcan tantos nombres y referencias de cultura no sólo pop, sino casi underground. Y es un pena porque esa tontería empaña lo que podría ser una agradable historia al más puro estilo Mad Max, con una final sorpresa final… no lo digo, pero que en parte chafa el escenario que ha llevado el relato a lo largo de todas sus páginas. En definitiva, relatito agradable que se lleva un 6.

Acabamos el volumen con ‘Carne’ de Daniel Mares. El relato que no me ha agradado tanto como otros suyos que he leído antes, como por ejemplo ‘La máquina de Pymblikot’. Al principio resulta algo desconcertante e incluso cargante (sobre todo en cuanto a la manera de expresarse de los protagonistas) para luego acabar con una especie de debacle orweliana que lleva a un único final posible. Resulta curioso ver cómo los monstruos de ‘Carne’ son la idílica promesa futura de Hiperion. Que alguien junte a Simmons con Reyes y debatan esas dos vertientes tan iguales y al mismo tiempo tan divergentes del futuro 😛 Le pongo un 6.

El libro obtiene una nota en conjunto de 5’3.

Y por ahora nada más. Bueno, sí: que me he quedado en casa sin UPCs de los que suelo adquirir, de saldo. Con un poco de suerte encuentro por algún lado uno que no haya leído.

Adiós.

AA.VV. – Felices pesadillas

Hola, ofidios.

Vaya mazacote de libro éste del que voy a hablar hoy. Felices pesadillas, con el subtítulo de ‘Los mejores relatos de terror aparecidos en Valdemar (1987-2003)’ reúne un total de cuarenta relatos de otros tantos autores, en su mayoría clásicos en el género fantástico.

Pese al grandilocuente subtítulo de la obra, por desgracia hay que decir que un número demasiado alto de ellos no encaja con ese supuesto criterio de ‘lo mejor publicado’. Para más inri hay algún relato que no encaja con el género terrorífico, y otros directamente no son, ni de lejos, de lo mejor del autor aparecido en Valdemar.

Pero vayamos a un desglose al detalle de los contenidos.

  1. La compilación empieza con un relato del para mí siempre fallido e insatisfactorio E.T.A. Hoffman, ‘Vampirismo’. Nos hallamos ante un texto ñoño y terriblemente mal envejecido, demasiado encasillado en el gótico más clásico. El género me gusta, pero ya evolucionado, cuando se desquita de esos fantasmas del romanticismo y la inocencia que poseía en sus etapas iniciales (Otranto y demás). Sé que debería ponerme en el lugar de un lector de inicios del siglo XIX, pero es que lo comparo con El monje y… vamos, como tratar de equiparar a Dios y un mendigo. El aplico un 5.
  2. ‘Las aventuras de Thibaud de la Jaquière’, de Charles Nodier, es un relato agradable al que le pesa el final en exceso moralizante tan de la época. Le pongo un 6.
  3. Y con el tercer relato del libro ya empiezan las cosas raras en esta recopilacón. El magnífico texto de ‘Rip Van Winkle’ sin lugar a dudas pertenece ya al clásico de la imaginería si no universal al menos si norteamericana (lo que para nuestra desgracia queda cerca de lo universal). Una relato muy bien llevado pero que ¿qué demonios pinta en una recopilación de terror? Me parece magnífico que quieran difundir la obra de Washinton Irving, pero colar este relato en la compilación queda fuera de lugar. Aun así, un 7 por la muy interesante historia.
  4. Uno de los grandes de la literatura del XIX, y grande con letras mayúsculas, hace su aparición en la compilación con ‘El elixir de larga vida’. Por desgracia el maestro realista Honoré de Balzac no logra demostrar habilidad en lo relativo al género del terror, componiendo un texto torpe por la excesiva descripción que rompe el ritmo. Además el final resulta exceso lento y poco efectivo debido a la extrema inverosimilitud del mismo. Que se lleva un 4, vamos.
  5. Y seguimos con los pesos pesados de las letras francesas: le toca el turno a Alexandre Dumas (padre). Definir a ‘La bofetada de Carlota Dofay’ como relato de terror quizá suponga demasiado: más bien se podría decir que es una anécdota que guiña a lo macabro, a lo morboso, una pincelada relativa a un periodo tan convulso como la Francia de finales del XVIII. Por desgracia, y de esto no creo que tenga la culpa Dumas, hay una discrepancia entre los nombres, del título al cuerpo del texto: en uno es Carlota, en otro Charlotte. Por su sinsustancia le pongo un 5.
  6. Saltamos de Europa a los Estados Unidos para, de la mano de Nathaniel Hawthorne, conocer a ‘El joven Goodman Brown’. Texto agradable, lleno de mala baba, por desgracia en su final se diluye un poco. Le pongo un 7.
  7. La inclusión del relato ‘Los hechos en el caso del señor Valdemar’, de Poe, supongo que se deberá a un gusto personal del editor, dado que la editorial recibe su nombre del mismo. El relato no es mi favorito de Poe (‘El corazón delator’ o ‘La narración de Arthur Gordon Pym’, por ejemplo, lo superan) pero aun así supone un magnífico del buen hacer del de Boston. Un texto soberbio cuya calidad (hablando del género del terror) queda muy por encima de los anteriores, carente de mojigatería alguna. Sólo puedo otorgarle un 9.
  8. Téophile Gautier nos presente ‘La muerta enamorada’, una historia con clara influencia de ‘El monje’. Agradable lectura que, sin embargo, sufre de una moraleja final. Se lleva un 6.
  9. A continuación nos llega un clásico entre clásicos dentro del género: ‘El guardavías’ de Dickens. Poco decir de este soberbio texto: de corte moderno, adelantado a su tiempo. Le pongo un 8.
  10. Joseph Sheridan Le Fanu aporta su granito de la compilación con ‘Schalken el pinto’. El cuento goza de una tensión y una ambientación interesantes y efectivas, llenas de detalles inquietantes. Sin embargo la expectación generada a lo largo de la lectura queda insatisfecha ante un final en exceso vago y sin atar. Aun con todo le aplico un 7.
  11. El dúo formado por Erckmann y Chatrian nos trae ‘La araña cangrejo’, un relato que tiene un enorme, descomunal pero: ¿de dónde narices sale la criatura? Esta especie de precuela decimonónica de Arachnophobia hubiera ganado muchísimo con un pequeño apunte que justifique la presencia del animal tan lejos de su medio ambiente original. Al final le otorgo un 6.
  12. Si no me equivoco éste es el primer texto de Wilkie Collins que leo y me ha sorprendido lo deudor a Poe que resulta este ‘Una cama terriblemente extraña’. Supongo que de Collins destacarán otros textos, no éste. Un 6.
  13. Fritz-James O’Brian nos aporta ‘¿Qué es eso?’, un relato al borde de lo ‘fallido’. Destacar de él dos defectos: la construcción de la criatura deja bastante que desear, sobre todo en lo relativo a su comportamiento y objetivos, a lo que lo mueve, que no queda nada claro (al contrario parece un absoluto sinsentido); por otro lado el final de la narración carece de gancho o de giro, reduciendo el texto a la transcripción de una anécdota más o menos bien narrada. Le pongo un 5 y va que chuta.
  14. Regresamos en el tiempo, al menos estilísticamente hablando, con Claude Vignon y ‘Los muertos se vengan’. Nos encontramos con el embrión de un relato de zombis, cuento echado a perder por su estilo en exceso decimonónico. Aun con todo se agradecen algunos detalles, como el de la antropofagia, lo que le hacen llevarse un 6.
  15. De nuevo regresan los pesos pesados. Entre en el ring el cínico Ambrose Bierce con su ‘El clan de los parricidas’. Del texto podemos decir que posee un estilo magnífico, muy actual, dinámico y absorbente. Pero de nuevo no es terror. Es una especie de distopía o un universo paralelo, pero en el que no hay terror alguno. Es en ese detalle donde las historias se desmoronan una tras otra: el universo en el que se tejen no se mantiene, no es ni de lejos creíble. Sólo hay que pensar un poco más allá de los textos en lo que una sociedad como la que muestra implica para ver que no se sostiene de ninguna de la maneras. El esperpento no está mal, pero con sus límites. Aun con todo le pongo un 8.
  16. El universalmente conocido autor de Drácula (y quien no lo conozca sólo se merece una cosa: una muerte lenta y dolorosa), Bram Stoker, nos trae ‘Los duelistas’. Nos encontramos ante un  texto anacrónico, mal llevado y peor resuelto. Casualmente su final recuerda un poco a ‘El clan’, pero son una incomparable torpeza. Sólo he leído de Stoker Drácula pero, por favor, que alguien me diga que ha escrito relatos cortos mejores que este bodrio. Ah, la nota: un mísero 3.
  17. De Guy de Maupassant nos llega este ‘Junto a un muerto’, un texto en el que creo que se me escapa algo. O todo. No sé. Sólo puede admitir mi ignorancia en lo relativo a Schopenhauer, lo que me da que hace que no sepa valorar el relato. Aunque eso no me impide encontrar algo que es (creo) un descomunal error de bulto: si la boca está cerrada (y bien apretada) no se puede decir un par de párrafos más abajo que las mandíbulas están aflojadas. Y menos aun como para caerse la dentadura. En ese detalle se basa todo el relato, y como en eso falla, le pongo un 3.
  18. Seguimos con otro clásico, Robert Louis Stevenson. De su pluma nos llega ‘El ladrón de muertos’, de nuevo un texto fallido. El defecto de la narración lo encontramos en el final de la misma, una resolución absolutamente carente de sentido, en extremo fantasiosa e injustificable, que choca con todo lo demás narrado en el cuento. Por ello le pongo un 4.
  19. ‘Pues la sangre es vida’ pertenece a Francis Marion Crawford. Nos hallamos ante un texto muy interesante, sobre todo en su potente imagen inicial. Sin embargo esa fuerza inicial de diluye a medida que las páginas se van sucediendo, inmersa en una historia gótica de corte demasiado clásico, que concluye de una manera floja, sin gancho. Pese a todo ello le pongo un 7.
  20. Otro nuevo peso pesado, Conan Doyle, se hace presente en la compilación, El cuento que no trae es ‘John Barrinton Cowles’. Queda demasiado en el aire la naturaleza de ella (excederse en las vaguedades tiene esos problemas). Curioso el pasaje ‘inspirado’ en Frankenstein. Todo ello le hace merecedor de un 6.
  21. M.R. James nos trae ‘El grabado’, otro clásico entre clásicos. De nuevo nos encontramos con un fallo de lógica: ¿qué hace pensar a Britnell que el grabado tiene algo especial? Ese es el detonante de toda la historia y en ningún momento se explica con claridad. Más aun, se da a entender que ‘los acontecimientos’ sólo suceden una vez, ante los observadores, y nunca más. ¿Hemos de entender que tampoco ha pasado antes? Si es así ¿qué hacía tan peculiar un grabado al que describen como vulgar? Pese a ese error le pongo un 7.
  22. ‘La pata de mono’ de  W.W. Jacobs nos rasca el alma egoísta a través de un relato que se descubre como una pequeña maravilla. Sólo le puedo poner un pero: más carnaza, que se hubiera entrevisto algo de lo que hay más allá de la puerta. Le pongo un 8.
  23. Tras ‘Intercambio mutuo, sociedad limitada’ de Arthur Quiller-Couch a uno le queda un regusto malo: dejadez. ¿Por qué? Todo relato debe tener una base argumental sólida para poder, a partir de ella, desarrollarse con un mínimo de credibilidad. En este relato nos encontramos, de nuevo, con que no se explica (ni siquiera se toca ese detalle crucial) de porqué no se reconocen los personajes a sí mismo ante un espejo. Esa estupidez hace que todo el castillo de naipes en el que se basa el relato se desmorone. Otro detalle que me ha disgustado, y en este caso la culpa pertenece absolutamente del editor, es encontrarme con que el relato aun no lo han publicado: ‘de próxima publicación’, dicen. Señores de Valdemar, ¿no ponen en su portada, en so contraportada, en su introducción, en su prólogo, que se trata de relatos ya publicados? ¿Qué tontería es esta? No hacen falta que me respondan, que me sé de sobra la maniobra que se oculta tras esto. Sólo quiero poner que quede claro que mienten y engañan al decir ‘Los mejores relatos de terror aparecidos en Valdemar (1987-2003)’ e incluir éste, aun no publicado. Un 4 y va que chuta.
  24. Demos paso a palabras mayores, a todo un dios en lo que se refiere a relatos de terror: Arthur Machen. De su mano nos llega esa soberana maravilla llamada ‘La novela del polvo blanco’. Poco decir a este antecesor de los Mitos, un relato redondo y lleno de esa impresión de horror vago, intuido pero no visto. Ya desde la primera vez que lo leí con cosa de 11 o 13 años en la compilación de los Mitos de Rafael Llopis me llamó la atención por su intensidad (dicha lectura, absolutamente recomendable, me marcó de por vida). Sólo me atrevo a ponerle un fallo: la un poco por los pelos alusión al Vinum Sabbatii como el compuesto detonante del horror. Si identificación resulta poco menos que sui generis. Pero se lleva un merecidísimo 10.
  25. Con ‘La extraña cabalgada de Morowbie Jukes’ Rudyard Kipling nos transporta a la remota India y nos sumerge en una extraña e inquietante tradición, brutal y cruel. Buen relato, de desarrollo intenso, aunque con un final tramposo. Lo malo es que no se trata de terror, lo que hace poco justificada su presencia en este volumen. Le pongo un 8.
  26. Con ‘La maldición de los fuegos y de las sombras’ William Butler Yeats de muestra que lo suyo no es el relato corto. Ni siquiera el noble arte de crear fábulas. Relato simplón, más decimonónico que del s. XX, mal desarrollado y con la maldición mal resuelta. Aun con todo, por ese aire de leyenda que tiene y que me gusta, le pongo un 5.
  27. Herbert George Wells nos presenta ‘El fantasma inexperto’, una especie de chirigota humorística y esperpéntica del mundo de los espectros con un final totalmente previsible. Le pongo un 6 dado que a esas alturas de partido (Wells no debería pecar en la inocencia del siglo XIX) uno ya debe esperarse más.
  28. Jamás había leído nada de Edward Frederic Benson, y este relato de ‘La habitación de la torre’ me ha agradado. Y mucho. Tanto que lo considero intenso, eficaz, perfecto. Sólo se me ocurre ponerle una nota: un 10. Y postrarme ente su maestría.
  29. Saki (seudónimo de Hector Hugh Munro) nos trae un relato de nombre extraño: ‘Sredni Vashtar’. Oculto tras ese sonoro título se esconde uno de esos relatos en los que se juega con el concepto de la infancia, y la crueldad que puede acompañarla. Pero en esta ocasión no se hace de la manera chusca y burda que utiliza Stoker en ‘Los duelistas’, sino que el autor juega mejor sus cartas y compone una historia creíble y bien llevada, que sólo flojea al final, con la increíble capacidad que un hurón para causar lo que se supone que causa. Le pongo un 8.
  30. Apagada y pastosa, resuena ‘Una voz en la noche’, el soberbio relato de William Hope Hodgson. No sé cuántas veces lo he leído ya. Y le volveré a leer. Magistral, casi perfecto. ¿Qué falla? Creo que se podría haber mejorado no dejando soltar de esa manera a ‘la voz’ ese largo soliloquio, interrumpiéndolo con detalles de atmósfera y de relación con los marinos de la goleta. Pero se trata de una valoración personal ante un relato que posee una intensidad y una historia que ya le gustaría a muchos ahora lograr. En esta nueva lectura me ha venido a la memoria, no sé porqué, un relato de Clifford D. Simak, ‘Los cáiganse muertos’. ¿Se inspiró Simak en Hodgson? Ni idea. A lo que iba: un 10.
  31. Horacio Quiroga nos presenta ‘El síncope blanco’, un relato ñoño, con ese aire fantástico poco esforzado que por desgracia se da en muchos autores. Como si la fantasía fuera un ‘todo vale’ en el que no hay que cuidar los detalles, escenarios y argumentos. Así quedan relatos como este, que se lleva un 6 y listo.
  32. ‘El comerciante de ataudes’ de Richard Middleton de nuevo pertenece al género del esperpento, del humor, pero no engancha al lector en momento alguno. Muy lejano en calidad a su ‘El buque fantasma’. Se lleva un 5.
  33. Henry S. Whitehead nos trae ‘El hombre árbol’, un relato de desarrollo lento, sosegado, ligeramente inspirado en los mitos vudús. Se trata de un texto sin pretensiones, al que le pongo un 5.
  34. Y llegamos a la tomadura de pelo de Franz Kafka: ‘Ante la ley’. Tras haber manado a la basura el libro de Cuentos completos al ver que Kafka es una creación de su editor y de la cerrada y oscura comunidad judía (a mí relatos llenos de simbolismos cabalísticos o relativos a unas leyes que sólo entiende un grupo reducido no me parece que merezca el menos ensalzamiento; menos aun el que tiene el autor) ya todo lo que me lea de este hombre lo miro con lupa. Y con coraza ante la soplapollez/ida de olla que me encuentre. ‘Ante la ley’ es un chascarrillo, un chiste. Ni terror ni Cristo que lo soñó. ¿Los de Valdemar quieren darle prestancia a este volumen ante los gafapastas culturetas incluyendo el nombre de Kafka? Pues que les den por culo. Esta mierda de relato se lleva un 3. Y mucho me parece.
  35. Huimos del planeta judeo-elitista y ponernos de nuevo los pies en la tierra con un texto de Hugh Walpole. El título de ‘La máscara de plata’ y el objeto al que alude es caso lo de menos en un relato de anulación de la personalidad. La atmósfera de amenaza que crea me recuerda a las de Campbell, pero menos lograda. De esa manera no acaba de enganchar, fallando como relato. Le pongo un 5.
  36. En ‘Calor de Agosto’, de William Harvey, nos encontramos con el ejemplo de texto que al autor no sabe, no quiere o no se atrave a rematar, dejando un final exceso abierto. Un 4.
  37. No voy a decir nada de ‘La llamada de Cthulhu’, de Lovecraft. Un 10. Punto.
  38. ‘El valle de lo perdido’, de Robert E. Howard peca, al igual que ‘Una voz en la noche’, de un trozo de excesivo monólogo. Nada más que en, si Hogdson sabe mantener bien la atmósfera, Howard cae en lo que yo llamo onanismo literario: se pone a relatar para su autosatisfacción un pasaje que muy bien podría haberse, si no eliminado, sí dosificado de otra manera. Aun así le doy un 8.
  39. Aquí ya lo flipo: me encuentro el relato ‘Grillos’, de Richard Matheson. Matheson es, sin lugar a dudas, uno de los cuentistas de terror por excelencia de la segunda mitad del s. XX. Y, de entre el amplio abanico de posibles textos, van y plantan este fallido y simplón ‘Grillos’. Joder. Si es por extensión de texto que hubieran puesto el magistral (y al parecer incomprendido) ‘Vampiro’, o el aterrador ‘El vestido de seda blanca’, o… Pero joder, este no. Sólo se merece, por su chusca previsibilidad y su nulo clímax, un 3.
  40. Acaba la compilación un relato de Pilar Pedraza: ‘Mater tenebrarum’. El texto trata de mezclar una atmósfera gótica y oscura con un cierto desparpajo y campechanismo (hay expresiones a mi gusto demasiado coloquiales) que hace que el conjunto chirríe. Además hay una serie de no sé si guiños a otros autores o a temas del género (el espectro hablando con la vampira, por ejemplo) que no ayudan a crear una buena atmósfera. Como resultado de ello el relato no engancha, a lo que no ayuda una historia que para su extensión no acaba de centrarse en nada concreto, y que cuando parece que lo logra sucumbe en un final nada satisfactorio. Por ello la pongo un 4.

Ale, se acabaron los relatos. La media me dice que el libro se lleva un 6’175. Un bien bajo. Y es que la verdad es que me esperaba más del libro, la verdad. Lo que decía al principio: si ‘lo mejor’ acaba con una media de un 6 algo ha fallado;  la selección de relatos, que lo publicado realmente no posea tanta calidad… o que el lector resulte demasiado exigente. Puede que en el fondo el problema sea precisamente eso último.

Pero bueno: ha sido un compañero digno para unas vacaciones.

Adiós.

AA.VV. – UPC 1999

Hola, ofidios.

Un nuevo UPC llega a mis manos, con su pequeña panoplia de autores. ¿Qué nos podemos encontrar en esta edición de 1999? Veamos.

La introducción, como ya es costumbre, viene en forma de la conferencia que impartió Robert J. Sawyer. ‘El futuro ya está aquí: ¿hay sitio para la ciencia ficción en el siglo XXI?’ podría rozar la perfección si no tuviera ese tufillo de autobombo. Nos encontramos ante un magnífico alegato en pro de la ciencia, que no aburre sino más bien todo lo contrario, invita a leer sin pausa. Se merece un sobresaliente 9.

Hablar de ‘Homunculus’, de Alejandro Mier, es hablar de un relato sosegado, de ritmo lento. Esa lentitud que se regodea en los detalles, en los ambientes y personajes hace que este relato, en base sencillo (de hecho casi se podría decir que lineal), acabe resultando predecible. Tan predecible, tan lento, que al final resulta un chasco: no hay nada original, ni sorprendente. Algo que muy bien se podría haber resuelto en diez o quince páginas se ha alargado a las ciento cuarenta. Ciento cuarenta páginas para nada. Pero aun no nada la manera de llenar esas páginas resulta agradable. Por eso se merece un 6.

Llegamos a ‘Iménez’ de Luis Noriega. ¿Qué decir de este relato? Poco bueno. O nada. Casi se puede decir que es impresentable. Un panfleto escrito con excesivo apresuramiento, de estilo caótico y desordenado. Posee una sintaxis penosa, con una puntuación deplorable. El detalle estilístico del no uso de la letra j queda ahogado por todo ese mar de mierda. No sólo no aporta nada, sino que le da al texto un aire pedante y pretencioso de un ‘quiero y no puedo’ que resalta su nula calidad. No recordaba nada tan malo en estas compilaciones desde que padecía ‘GRACOS’, de Gabriel Trujillo. Un nuevo ejemplo de la degeneración y volubilidad del jurado del UPC. Le pongo un 2 por no endosarle un 1.

‘El día en que morí’ (Fermín Sánchez Carracedo) empieza con un buen ritmo, que por desgracia luego pierde. Por desgracia acaba siendo un relato de desarrollo lineal y con un fuerte deus ex machina en lo relativo a la sucesión de muertes: están justificadas de una manera muy peregrina. He de admitir que no he sabido comprender el uso de la cursiva, dado que no he hallado una diferencia significativa entre esos textos y el resto ni por el tono ni por el punto de vista. Aun con esos defectos le asigno un 6.

El relato de Daniel Mares, ‘IA’, pertenece al subgénero del ciberpum, lo que ya de entrada le otorga un punto negativo: no me convence nada ese estilo, tramposo, cutre y sucio. Y en esta ocasión a esos adjetivos se deben añadir otros. Por un lado el relato está, por momentos, muy mal escrito (o eso o a sufrido de un salvaje destrozo por parte del editor), con faltas de ortografía y una sintaxis (y puntuación) a veces penosa. Por otro lado nos encontramos con un recurso final, al parecer del agrado del editor, pero que apesta a ‘no sé cómo acabar con esto, así que lo acabo de todas las maneras posibles’. Ni que decir tiene que ese último ‘recurso’, demasiado similar a los librillos de ‘elige tu aventura’ de cuando yo era un crío, ha sido el colmo que casi me ha hecho lanzar el libro por la ventana. ‘IA’ es (como sucede a menudo en estos supuestos relatos de intrigas y espionajes tan del género ciberpum) una historia hueca cuyo ‘sentido’ se descubre al final, sin pista alguna previa. En algunas partes la línea temporal se divide de forma brusca llevando al lector a la confusión. La impresión final es la de un texto apresurado, un borrador que necesita un buen repaso. Ni de lejos digno de pasar una primera criba en un concurso que se las da de tan importante como el UPC. Menos aun de llegar a las lecturas finales del jurado. Y, por supuesto, ni de lejos llegar a ser publicado. Parece como si, tras el muy interesante ‘La máquina de Pymblikot’, los jurados del UPC le hubieran dado barra libre para escribir lo que quiera y como quiera. Una pena.

Por todo ello se lleva un 4.

El libro deja una impresión final triste, la de un premio venido a menos. Al cerrarlo te queda el regusto amargo de que el jurado ese año 1997 tuvo que bregar con textos infames: si esos son los premiados, mejor no saber qué se quedó atrás.

Haciendo la media me da un 5’4, un aprobado raspado que no elimina el sinsabor que me ha dejado al final. Ya le pueden dar las gracias a Sawyer.

Adiós.

AA.VV. – Antología de ciencia ficción española 1982-2002

Hola, culebrillas.

Tras varios años en la pila me pongo con esta recopilación a cargo de Julián Díez. Los nombres en portada son la inmensa mayoría conocidos por mí, alguno incluso en persona, pero por fortuna (por eso de hacer unas reseñas más objetivas) la relación tras todos estos años es escasa, si no nula.

  • ‘Mein Fürer’, de Rafael Martín, nos muestra una obra más de este autor en mi opinión sobrevalorado. En este relato se mete en una historia de viajes en el tiempo de la que luego no sabe salir (posee un final absolutamente carente de sentido, típica huida hacia delante). El estilo que usa, de tan rápido que es, acaba sufriendo el defecto de ocultar los diálogos. Se lleva un 4.
  • ‘La estrella’ de Elia Barceló es uno de los varios relatos que no comprendo qué narices pintan aquí, porque la verdad es que de cifi, muy poco. Más bien su temática se puede definir como de fantasía disfrazada de cifi, sobre todo debido a esos mutantes tan poco creíbles: no se puede obrar un cambio similar en 800 años y al mismo tiempo lograr la estabilidad genética. Aún así el texto posee un aire poético que le hace merecedor de un 6.
  • Con César Mallorquí y ‘El rebaño’ ya entramos en algo mucho más serio. ‘El rebaño’ es un magnífico relato, en parte heredero de textos como La tierra permanece o Apocalipsis. Su eficacia da poco pie a comentario, aparte de decir que se disfruta de cabo a rabo. Sólo le plantearía un pero (muy tonto pero que se me ocurrió al poco de empezar a leerlo): ¿quién esquila a las ovejas? ¿o éstas arrastran sus lanas como bolas de pelo? No recuerdo que se dijera eso en el texto. Un 9.
  • ‘Míster ego’, León Arsenal, nos presenta su ‘El centro muerto’ y defrauda. El relato tiene una lectura muy agradable, sí, pero padece un final en exceso incongruente que peca de fantasioso. Tanto es así que para mí anula todo lo leído antes. De nuevo tenemos fantasía revestida de cifi. Se lleva un 6.
  • El siempre pulcro Juan Miguel Aguilera, de la mano de ‘El bosque de hielo’ nos sumerge en un relato de corte clásico, al estilo de Clarke o Niven. El relato me parece que tiene relación con ese extraordinario universo de Akasa Puspa (digo ‘me parece’ porque no me he puesto a comprobarlo), en lo que creo que son el embrión de los colmeneros. La pena es que el relato se me hizo corto: su brevedad le da casi el cariz de anecdótico, necesitando a mí entender mayor extensión para tratar todo lo que deja entrever. Vamos, que se podría sacar una novela. Le pongo un 8.
  • Con ‘Otro día sin noticias tuyas’, de Juan Carlos Planells, la compilación empieza a caer. En picado. En barrena. Relato insulso y vacío, una sucesión deshilachada de recuerdos a medio camino entre intimista nostálgico y la más ligera fantasía. Su presencia en la compilación no que de ninguna manera justificada. Un 3. Y mucho me parece.
  • Sigue el picado, ahora ya vertiginoso. Otro de los gurús injustificados de la cifi española, Rodolfo Martínez, aporta ‘Un jinete solitario’. De entrada se trata de ciberpum, y eso no me gusta. Además relato negro, menos todavía. Si lo sumamos tenemos un relato que lo ha sufrido. Y mucho. Si le añades un final tramposo (típico del género detectivesco, y razón para que bodrios como Los misterios de Laura los deteste a más no poder) junto a un personaje llorón, da como resultado un texto ostentoso y hueco. Un 2 por no ponerle un 1.
  • Armando Boix, aplicándose sobre los mandos con firmeza, consigue alzar el vuelo en su corto, humilde y efectivo ‘Nada personal’. Le pesa la previsibilidad, pero aun así destaca frente a sus dos antecesores. Un correcto 6.
  • Poco a poco regresamos a altura de crucero con ‘Los herederos’ de Daniel Mares. He de admitir que me gustó mucho más ‘La máquina Pymblikot’, pero éste no desmerece. Sobre un escenario descrito de una manera superficial se dibuja una extraña historia de amor, cuya extrañeza esconde una realidad apenas atisbada. La pena está en el final, que tratando de explicar ese mundo el autor cometa un error de bulto: el origen de la transmisión implica una carambola cósmica muy poco creíble, si no imposible. Aun con todo le otorgo un 7.
  • Poco puedo decir de ‘Días de tormenta’ de Ramón Muñoz. Tras leerlo sólo me venía a la cabeza el anuncio ese del Scattergories del pulpo. Este relato y su inclusión en la compilación es igual: está metido con calzador. Un 4.
  • ‘Una esfera perfecta’, de Eduardo Vaquerizo, no es un relato perfecto, no. Sencillo e intimista (aun con toda la sangre que salpica en sus páginas), se lee muy bien pero no cala. Le pongo un 6.
  • La recopilación acaba con el relato ‘Entre líneas’, de José Antonio Cotrina, un texto indiscutiblemente fantástico (se ve que en España la cifi no da para más y por fuerza hay que meter la fantasía), bien llegado y que agrada, al que le otorgo un 7.

La media final del libro es de 5.6, periodo 😛 No llega ni al bien.

Aquí se termina la lectura y empieza una muy breve opinión: me parece preocupante que en una supuesta antología de nada más ni nada menos que veinte años de ciencia ficción española se incluyan tres relatos de fantasía y un pulpo. ¿Tan bajo está el nivel? Una pena, y muy mala manera de promocionar el género. Pero ¿existe de verdad el relato de género en esas dos décadas?

Un saludo.

A.A.V.V. – Visiones peligrosas I

Hola, culebras.

En una nueva muestra de esa lucidez de editorial tan española, esta antología de relatos (que en origen se publicó como un sólo volumen) de Harlan Ellison la han partido en varios tomitos. Pero mejor no voy a despotricar de los editores (eso lo dejo para otro día) y me voy a centrar en lo contenidos de esta recopilación que significó un antes y un después en la ciencia ficción angloparlante, lo que quiere mundial.

Ellison se ha rodeado para esta antología de nombres de una manera u otra famosos, algunos porque cuando la concibió ya de por sí habían alcanzado la fama, y otros que la alcanzarían a posteriori.

La obra arranca con una serie de prólogos y presentaciones, dos de las cuales de la mano del mismísimo Asimov. Como la mayoría de loa escrito por el doctor, se hacen amenas y agradables. Tras ellas entra en escena Ellison, con toda una verborrea que a veces se vuelve casi baboseante para ciertos autores. Cada relato de la antología tiene un texto presentación del antologista y un epílogo del propio autor.

Podré unas pocas palabras de cada relato:

El canto del crepúsculo, de Lester del Rey, no está mal, si bien yo (y personalmente yo) le pondría un pero: lo podría haber escrito yo. La forma, la temática, el desenlace, todo es muy semejante a otros relatos que he escrito. Relatos que no han pasado alguna que otra criba. Le planto un 6.

Moscas, de Robert Silverberg, es un relato con mucha mala leche, dinámico, pero algo previsible. Le otorgo un 7.

El día siguiente a la llegada de los marcianos, de Frederik Pohl, por desgracia es un relato americano, demasiado americano. No digo que no tenga su gracia, su fondo reivindicativo, pero es que la mentalidad de los personajes es demasiado norteamericana. Sin duda en esa época y en ese país el tema estaría muy en boga, pero al estar tan constreñido a tiempo y lugar ahora pierde la gracia y el sentido. Un 5 y no más se merece.

Jinetes del salario púrpura, de Philip José Farmer, nos presenta a un Farmer desbocado, queriendo meter demasiado en un texto al mismo tiempo demasiado corto (por todo lo que pretende mostrar) y demasiado largo (con diferencia la narración más extensa el volumen). Un relato atrevido, iconoclasta, provocador y lenguaraz, muy al estilo del autor. Usa lenguaje experimental con que puede decirse está emparentado con La naranja mecánica de Burgess. Precisamente ese aspecto semántico se queda en ‘intento’ debido a que para que se desarrolle con efectividad se hubiera necesitado mayor extensión. Y es que de hecho el texto se reduce a una excusa para dibujar a grandes trazos un mundo rico y sugerente, una serie de pinceladas que no llegan a profundizar a causa de la reducida extensión. Por todo ello el relato no acaba de llenar. Le otorgo un 6.

El sistema Malley, de Miriam Allen deFord, es un relato mediocre, con final forzado y anodino. La mejor parte es la primera, llena de ultraviolencia. Un triste 4 le pongo.

Un juguete para Juliette, de Robert Bloch, es un relato bien llevado, con un estilo infantil lleno de repeticiones, pero que adolece de un final burdo y apresurado (casi diríamos que novel) que desvirtúa el conjunto. Otro 6.

El merodeador en la ciudad al borde del mundo, de Ellison, es un relato descompensado. El protagonista, de tan malo que es, parece más tonto que otra cosa, algo que se contrapone a la bestia que en realidad debía de ser Jack. Además el relato falla en lo relativo a crear un entorno creíble y el modo en que interactúa con el protagonista. Intenta forzar la situación y a personaje envolviéndolo con un mundo alienante, pero tal alienación nunca se logra, y por el contrario vuelve al protagonista aun más patético. No se merece más de un 5.

La noche en que todo el tiempo escapó, de Brian Aldiss, la podemos definir como paranoia ridícula fruto de un autor totalmente endrogado, una estupidez sin sentido alguno. De nuevo Aldiss demostrando es capaz de crear basura. Un 3, y por ponerle algo.

Un saludo.

PD: Me se olvidaba. La media del libro da un resultado de un cinco con veinticinco. Bastante triste para la que se supone que es una recopilación de relevancia casi histórica.

AA.VV. – UPC 2002

Güenas, culebras.

De nuevo tengo en mis manos un UPC, en este caso el de 2002. Y de nuevo relatos más o menos afortunados, y mi habitual desacuerdo con los resultados del premio.

Por una vez no voy a seguir el orden de presentación de los relatos en el libro, sino que voy a hablar de los que más me han gustado:

  1. ‘Odisea’, de Fermín Sánchez Carracedo, con su aire clásico (homenaje incluido a Clarke) ha sido sin duda el que más satisfecho me ha dejado. Un relato pausado, clasicista, de un primer contacto. No será muy original, eso no lo dudo, pero sin duda me ha hecho disfrutar, si bien el final lo hubiera dejado un poco más oscuro.
  2. ‘La ruta a trascendencia’, de Alejandro Alonso, me gustó… y no me gustó. Me explico: la situación mostrada en el relato resulta sin duda atrayente por lo enrevesada, pero la manera de lograrlo… algo falla. Yo habría aparcado el sentimentalismo y aplicado un poco más de mala leche: la gente en esas circunstancias creo que se volvería más precavida, más egoísta, y más que una comuna hubiera devenido en un alejamiento, creando una especie de área de ermitaños (como la escena del abuelo ‘trasparente’, de lo mejor del relato). Pero es que se trata de un escenario muy complejo: sólo por la valentía de tratar el tema ya merece mi respesto.
  3. ‘Escamas de cristal’, de Pablo Nauglin (Pablo Villaseñor), me gustó pero lo vi… hueco, forzado. Artificio sentimental para llenar páginas. No me acabó de gustar. Ahora, al escribir esta reseña, no sé porqué me llega a la memoria ‘El pusher‘ de Varley: quizá porque eso sí es saber jugar con los sentimientos de una manera magistral, concisa y directa.
  4. ‘Teorema’, de Irene da Rocha, resulta aburrido, tonto. Una pérdida de tiempo. No me gustó en absoluto. Por no mencionar el detalle de ‘me planto en la luna para cenar, querida’. Así, como si nada.

De nuevo mis gustos no encajan con los del jurado del UPC. Razón de más para no mandar nunca nada allí 😛

Este se lleva un correcto seis.

AA.VV. – Conan el bucanero

Hola, ofidios.

Aunque leyendo el título de esta entradilla (y su etiqueta asociada) parecería que se trata de muchos autores o de un libro de relatos, la verdad es que ni una cosa, ni otra. El libro lo han escrito sólo dos autores, Lin Carter y L. Sprague de Camp, algo que se contradice con el nombre que aparece en la portada, el de Howard (práctica por parte de la editorial que yo consideraría engañosa para con el lector, haciéndole creer que va a leerán obra directa de Howard). Por otro lado, al aparecer el nombre del tejano, uno se espera relatos: ahí radica el segundo ‘engaño’, ya que en el interior del libro lo que nos encontramos es un trabajo novelizado de seguidores sobre sus notas. En efecto, Conan el bucanero es una novela.

Pero bueno, dejemos esos deslices de editorial no del todo seria y entremos en harina. Como todo lo que hasta ahora ha pasado por mis manos sobre el cimmerio, nos encontramos con una lectura rápida, sencilla y carente de florituras, con personajes planos (ni siquiera esbozos), pero en la que destaca una historia llena de acción, con buenos buenosos, malos malosos, bichos bichosos y acción acciosa. Literatura juvenil perfecta para evadirse.

Este Conan el bucanero de Carter y de Camp no aporta prácticamente nada al personaje, salvo rellenar un muy breve periodo de su vida. A lo sumo destacar la presencia de Toth-Amon, el que se acabará convirtiendo en la némesis por excelencia de Conan. Nos reencontramos con Juma (no tengo la novela anterior en la que aparece el kushita, pero lo recuerdo de cuando leía La espada salvaje de Conan).

A lo amantes del HPL les hará gracia ver como los autores han continuado con los guiños al de Providence, tan frecuentes entre las obras de los miembros del círculo de Lovecraft, insertando a Tsathoggua.

Un ejercicio ligero de lectura, recomendable pero sin destacar, ideal para pasar un buen rato. Sin duda una agradable manera de acabar las lecturas del año.

La próxima entrada de libros (y seguramente del blog, ya que casi se puede decir que sólo consta de reseñas), será el balance de lecturas del año, el primero que hago desde que he empezado con esta sección. Todo ello si, claro, no me acabo antes el que tengo entre manos (Y mañana serán clones, de Varley), pero vistas las fechas en las que estamos dudo mucho que tenga tiempo para ello.

Hasta luego.

AA.VV. – Visiones macabras

Hola, culebras.

Voy a hablar de otro libro que lleva años en La Pila, y que allí ha estado de manera consciente debido a uno de los nombres que aparece en portada: el de Dean R. Koontz. Nunca he leído nada de él, más que nada porque sólo he escuchado pestes acerca del autor. Pero bueno, algún día debía leerlo y ese día ha llegado: estas son las Visiones macabras que viví.

El libro casi lo podríamos describir como una colina; empezamos acercándonos a ella y, parea nuestra sorpresa, en torno a la base hay un pantano hediondo. Con dificultados lo atravesamos, y con una sonrisa de alivio iniciamos el ascenso. La ladera posee una pendiente suave, un paseo agradable, no muy llamativo pero con algunos macizos de flores que alegran la vista. Continuamos subiendo y a medida que nos acercamos a la cumbre descubrimos que estamos disfrutando de verdad. Sensación que se confirma al coronar la cima: desde ella podemos disfrutar de un paisaje magnífico; nos sentirnos contentos de haber llegado allí. Sin embargo debemos avanzar, seguir, descender. Para nuestra desgracia al otro lado nos encontramos con una ladera que termina en acantilado. Mal que nos pese nos descolgamos por las rocas, mas no podemos evitar algún golpe, sufriendo incluso alguna caída que provoca heridas. Pero al fin llegamos al suelo y, ya desde él, oteamos esa cumbre recordando la pequeña gloria que descubrimos en ella. El muy agradable recuerdo nos hace valorar como positiva la excursión. Nos lamemos las heridas, damos la vuelta y seguimos nuestro camino.

Ya he colado la metáfora. Ahora a aclararla.

El pantano, como se habrá podido adivinar, es la introducción del libro, una basura pesada, tocha, pedante, perpetrada por el señor Koontz. El colmo del despropósito llega cuando, si no entiendo mal, ataca veladamente a la nueva ola de terror que surgió en los ochenta (cuya figura más importante la podemos encontrar en Clive Barker) por dejarse llevar por lo grotesco, lo sucio. Barrer es grotesco, sucio, sexual, y son duda se ha ganado a pulso el término de revulsivo del género. Que haya cada diez años un nuevo Barker, por favor, y que empalen a Koontz en una plaza pública en esas mismas fechas.

Ese ascenso suave y con detalles de color, de calidad, se trata de los tres relatos de F. Paul Wilson. ‘Sentimientos’ remota el clásico de la mano amputada y maldita, para contarnos una historia previsible, lineal y poco afortunada. ‘Caras’, por otro lado, me recuerda a los niños de la talidomida: ¿Se habrá inspirado en ese drama el autor? Lo ignoro, pero el resultado del relato satisface, al punto de verlo incluso filmable. ‘Inquilinos’ nos presenta una historia correcta, con buen ritmo y un cambio de registro final que deja un buen sabor de boca.

La cumbre del libro, sin lugar a dudas, la encontramos en el relato ‘El jardinero’, de Sheri S. Tepper. De no haber leído nada de ella en mi vida a encontrarme con estas dos joyas. ‘El jardinero’ es un relato magnífico, que sabe aprovechar muy bien la extensión impuesta por el editor para conseguir una novela corta redonda, con personajes algo tópicos pero creíbles (incluso el deforme protagonista). El único pero que se le puede ver a la novela es que resulta predecible, si bien ese defecto queda eclipsado por el resto de sus virtudes.

El acantilado, el despropósito final de la compilación tiene como autor a Ray Garton, ¿aclamado? autor de Crucifax. Realmente, si esa novela tiene el mismo corte que esta otra de ‘Monstruos’ espero que no pasa pos mis manos jamás: la estructura de la novela es horrible, con flashbacks pésimamente colocados (al punto de que a veces no sabes si estás leyendo algo del presente o del pasado). La novela en sí mete a monstruos en un entorno en el que no hacen falta: las propias personalidades de los personajes (y la organización religiosa de fondo) ya son de por sí lo suficientemente despreciables como para generar horror. El final se predice a la milla, pero no se disfruta ni cuando se acerca, ni al llegar a él, ni después, con esa lovecraftiana nota policial que acerca la novelilla al pastiche chusco, de broma. En definitiva, ‘Monstruos’ se reduce a una monstruosa pérdida de tiempo y un mal colofón para una compilación que iba ascendiendo en calidad.

Mención aparte merece la contraportada: se nota que quien lo ha redactado no le ha gustado nada, y se ha dedicado a reventar las historias. Un nuevo despropósito editorial, para seguir la tradición de Aullidos.

Una pena que esa basura final manche algo que iba muy bien. Por lo menos uno recuerda con agrado los primeros dos tercios del libro (sobre todo el relato central). Espero que la siguiente lectura me satisfaga más.

AA.VV. – Lo mejor de la ciencia ficción soviética II

Hola, ofidios.

Tenía este librito en la pila y, la verdad, me daba algo de miedo agarrarlo: tras mi desamor con Lem no estaba nada seguro de que las obras de más allá del telón de acero me acabaran de gustar. Pero tras años de verle ahí, el pobre, abandonado, opté por leerlo. He aquí lo que encontré: relatos variopintos, sorprendentemente variopintos.

Cabe destacar en la mayoría de los textos el a veces escandaloso partidismo, la inmersión de la visión política en el texto: lo soviético como el ideal de sociedad, de cultura, de civilización. Ese proselitismo a veces exagerado ahora, dado el año en que estamos, no puede sino provocar una sonrisa al ver en lo que ha terminado la tan idealizada Unión Soviética. Dejando aparte el tema político, hablaré de los relatos.

Iván Efremov, al cual según se le presenta como uno de los destacados de la cifi rusa, está representado con dos relatos de corte clásico, sobrios y que lamentablemente no destacan. ‘El secreto heleno’ se hace lento y excesivamente meloso, y ‘La sombra del pasado’ resulta excesivamente difícil de creer, por más que trate de explicar en términos físicos la premisa de la historia.

El relato ‘El día de la cólera’, de Séver Gansovski, resulta bastante más agradable. Leyéndolo me venía a la cabeza el relato la basura ‘Gracos’, incluído en el UPC 1998, pero bien escrito y mejor relatado. La descripción de los otarks resulta mucho más inquietante y efectiva sin dar tantos detalles.

La lectura de ‘Futilidad’, de Andrei Gorbovski, casi se puede definir como eso: una inútil pérdida de tiempo. Relato manido, insustancial, que no pasa de ser una simple y poco original anécdota.

Guergui Gurevich nos presenta un solo relato, pero bastante para poderle comparar con el mítico ‘Encuentro con medusa’ de Clarke. ¿Hasta qué punto existe relación entre ambos relatos? Lo desconozco, pero aun así disfruté muchísimo, incluso una vez adivinado el final.

‘Un huésped del cosmos’ y ‘Un marciano’ pertenece al tipo de literatura que le gustará a Iker Jiménez y compañía. Los dos pestiños de Alexander Kazantsev pertenecen a esa ‘literatura’ que trata de argumentar la existencia de ovnis: en este caso el que el bólido de Tunguska se trataba de una nave extraterrestre. No me extenderé en esa sarta de memeces.

Valdislav Krapivin nos presenta ‘Encuentro con mi hermano’, la otra joya de esta recopilación de relatos. Humano, tierno, duro; bien escrito al punto de hacerlo universal, lejos de la parafernalia soviética que algunos otros relatos sueltan.

Concluye el tomo con ‘Las botas mágicas’ de Víktor Saparin, un divertido relato, desenfadado y con guiños de fantasía mágica, pero que al final se revela como pura ciencia ficción.

Como conclusión decir que no acabé del todo descontento por la lectura, si bien se trata claramente del típico libro que sólo merece la pena comprarlo como saldo (dado que si no me equivoco está descatalogado puede que sólo se encuentre de segunda mano, lo que no asegura precisamente un precio bajo). Quien lo vea por ahí, le sobre algo de dinero y tenga curiosidad que lo coja.