La nueva resurrección de Eterno V2

Hola, culebras.

El día de ayer, muy significativo para buena parte de la población de este país, di un nuevo empujón a Eterno V2.

Se han dado las circunstancias de que de unos meses a acá he ido acumulando minirrelatos que bien pueden irse acomodando al blog. Ahora veo que han pasado casi cuatro años desde la resurrección de Eterno, resurrección a cargo del muy aclaratorio relato ‘El abandono‘. Luego cuatro relatos y tras eso tres años de silencio. Puedo decir en mi defensa que alguno de los relatos me supusieron realmente mucho trabajo, como el de ‘La dios no debe estar sola‘. Y que la inspiración no fluía. Y que no disponía de tiempo.

Excusas. Jodidas excusas.

En los últimos días he comprobado que sólo escribo bien bajo presión, bajo una fecha impuesta por una persona ajena a mí. Si me pongo yo los plazos todo acaba en nada. Decenas y decenas de relatos, un proyecto de fix-up, dos novelas… todos están amontonados en mi disco duro esperando que surja el látigo y los grilletes, que alguien me mande a galeras.

Hace años (2004, que se dice pronto), cuando surgió Eterno V1, había algo de eso. Presión, inspiración, reto… Y así ocurría lo que ocurría: que las cosas fluían. Pero se da el caso de que ‘todo eso’ desapareció hace años.

He regresado al punto inicial, aquel en el que estaba hace quince años: yo sólo, conmigo mismo y mi naturaleza misántropa. Como estoy así, de esa misma manera va a seguir Eterno V2: mostrando lo que me surge a mí, de mí mismo. Autocanibalismo literario.

Esta nueva entrada está basada en mi experiencia personal del 11 de Marzo de 2004. Yo estuve en un vagón en Atocha cuando estallaron las bombas. Sí, mi tren estaba parado en el otro extremo de la estación, no se vio implicado en las explosiones. Y doy gracias por ello. Esa experiencia jamás la olvidaré.

Sobre ella he escrito este ‘Silencio‘. El texto original lo redacté unos días después del atentado, pero el que os mostré ayer es una versión remozada y actualizada que he acabado la pasada semana.

Ignoro si en estos últimos ocho años he mejorado mi estilo de escritura. Supongo que no, en vista de cuantos libros he publicado y cómo me he forrado. Si bien ya estoy plenamente convencido de que publicar no implica saber escribir, sino más bien tener habilidad para arrimarse a determinadas sombras. Y, bajo esa sombra, comer fruta cierta tropical. Dada mi forma de ser ese tipo de juegos no entran conmigo. Más aún, me dan auténtico asco. El peso de la conciencia, que a veces es un bloque de cemento encadenado al cuello.

Pero bueno, que me enrollo en algo que a nadie le importa. Ahí os he dejado el relato: espero que os guste. En caso positivo decidlo, que eso es uno de los látigos.

Dado que tengo un buen puñado de relatos aguardando en cuadernos y folios sueltos (sí, es que también he vuelto a estos soportes más clásicos) intentaré colgar entradas en el blog con más frecuencia de la anterior. No me voy marcar plazos dado que, como he dicho, el auto-látigo no funciona. Eso sí, ya no serán todos de género fantástico sino que, como ‘Silencio’, los habrá de corte realista. Hasta a eso he llegado en estos años, a escribir sobre lo que tanto odio: la jodida realidad.

Un saludo.

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