Hola, ofidios.
Hace mucho que lo leo una novela patria, e iba tocando. Y además con alguien al que conozco en persona de cuando me movía por el fandom de Madrid, Eduardo Vaquerizo.
Danza de tinieblas es una novela agradable, sin pretensiones. O mejor dicho, con menos pretensiones de las que yo mismo le daba en un principio: me esperaba algo enrevesado y bizarro en plan Las Puertas de Anubis (de Tim Powers), o incluso cercano a ‘Setenta y dos letras’ (del inefable Ted Chiang, del que ya hablé –o mejor dicho puse a parir por baboso y paulocoelhoso– en la anterior versión de éste blog). Pero no: Danza de tinieblas usa el steampunk lo usa a modo de maquillaje para introducirnos en una historia dotada de una importante carga social. No diré que reivindicativa pero no carente de con cierto aroma a eso. Los detalles mágicos, o de steampunk, quedan en lo menos. Sin embargo esa ausencia no se echa de menos ante las tribulaciones del protagonista, una especie de Marv (el juggernaut de la historia inicial de Sin City, el soberbio cómic de Frank Miller) de ese siglo XX extraño y oscuro.
El resultado final de la historia es satisfactorio, si bien no explosivo. Además cuenta con el aliciente de estar ambientado en algo aproximadamente cercano, ese Madrid a medio camino entre la modernidad y el siglo de oro.
Pero la obra padece de un defecto enorme, y provocado no por el autor sino el editor: todo indica que no ha habido revisión, ni galeradas, ni corrección de estilo. Nada de nada. De ser así (he leído muchos Minotauros y no recuerdo haberme encontrado con algo similar) demostraría una absoluta falta de respeto del editor para con el autor. Parece que se ha llevado a imprenta el texto original (a Edu le conozco y sé de qué pie cojea) y por ahorrarse eso, o por despiste, o a saber qué razón más o menos peregrina, el editor ha permitido que salga a la luz el texto en bruto, dando al público lego una imagen mala del autor. Creo que ya le sucedió a Edu algo similar con la novelización de Stranded. Vergonzoso. Si yo estuviera en su sitio tendría un santísimo cabreo ya que por esa desidia la que paga es su fama entre los lectores. O entre algunos: yo voy a seguir leyendo lo que me caiga de él.
Resumiendo, por todo ello se lleva un justito 6.
Chau.