Hola, culebras.
Hoy he estado en Sol y la impresión ha sido magnífica. Me tiré un buen rato paseando, hablado con algunos puestos,sacando fotos. Disfrutando.
En un momento de relax abrí el cuaderno y tomé algunas notas a vuelapluma. Aquí las transcribo, un poco mejoradas ya sobre el ordenador.
Llegué y, tras reparar en el bien visible mensaje de ‘no botellón’, me encontré con una asamblea: varios cientos de personas sentadas al sol mientras un micrófono pasaba de mano en mano. A unos metros de los que hablaban una chica traducía al lenguaje de signos. El calor era muy intenso, tanto que gorras, pañuelos, paraguas haciendo de parasoles y artilugios similares se multiplicaban. Pero todo el mundo aguantaba y aplaudía las palabras. Así descubrí el ‘aplauso mudo’, un agitar de manos en alto que según se ve es el aplauso visual que utilizan los sordos. Me embargó una intensa emoción, ya que la escena me evocaba a lo que debía haber sido la antigua Atenas, la democracia participativa original. Y pensé en Demóstenes y en El juego de Ender…
Permanecí allí un buen rato escuchando los diversos discursos de los portavoces de las comisiones. Al final, dado que sólo había visto la asamblea, opté por dejar mi sitio y dar una vuelta por la plaza para conocer de primera mano eso de lo que tanto se hablaba.
¿Qué me encontré? Juventud, mucha juventud, que con su energía movía todo. Juventud e ilusión. Y muchas sonrisas. Al lado de la juventud también se encontraba gente de mi edad y mayores: paseando bajo las lonas, comentando la situación, debatiendo de la validez el voto en blanco, al nulo o la abstención, sacando fotos, pegando carteles. Una marea de gente viva y con iniciativas. Algo muy lejos de las consignas unidireccionales de un mitin de partido.
Sí, hay que admitir que se veía mucho curioso. Lógico. Al llegar un puede pensar que hay más de eso que de gente implicada. Hasta que te metes y te dejas llevar. Así, al rato escuchas un voz, luego dos, tres: que si os regalo toda una caja de rotuladores, que si tengo una imprenta y os puedo hacer carteles, que si os traigo agua o pan… Gente que se implica.
Y también gente que se muestra indignada por el ‘salvajismo’, como la mujer que se queja de que han usado la tierra que rodea una de las fuentes para plantar una pequeña huerta. Esa mujer no ha visto, supongo, a la gente (y muchos niños entre ellos) ilusionada con su pequeñas macetitas de plantones de calabaza, tomate, etc. ¿Mejor dejar el secarral que repartir ilusión? Por la manera en que hablaba casi parecía que la robaran… o eso o su sorpresa era tan mayúscula y genuina que me dio es impresión.
Sigo deambulando bajo las carpas y encuentro todo tipo de gente: desde chicos que se ajustan a la perfección al concepto de perroflauta hasta otros con aspecto de pijos; desde bebés dormidos en carritos u otros a los que los cambian pañales en medio del gentío (sin que nadie ponga mala cara ante algo tan natural) a mujeres ancianas pidiendo la firma al manifiesto de apoyo al campamento.
Blancos, marrones, negros.
Gente con cámaras de última generación y otros con analógicas parcheadas.
Y entre ellos «el rey» haciendo «real» la acampada.
Ofrecen agua, coca-cola (ambas con la opción de con o sin hielos), manzanas, naranjas, bocadillos, platos de comida vegana, cocido, jamón. Y todo gratis para que la gente que ha optado por estar con ellos se vea un poco recompensada. Yo, dado que no quiero suponerles una carga y porque puedo permitírmelo, opto por comer fuera con mi dinero. No pretendo ir de gorrón: con ver la intención me basta (aunque el jamón llama 😉 ).
Mientras espero que llegue mi mujer compruebo que hay infiltrados: sentado en el escaparate de la tienda de abanicos de Montera veo cómo una dependienta le recrimina a un moro el que apoye un bote de coca-cola sobre el mármol; él la responde con gesto despreciativo, negándose a retirar el bote, hasta que la mujer estalla y dice ‘si tú estás aquí para chapear, que te conozco de sobra: todo esto de Sol te da igual’. Ante esa reacción explosiva de la dependienta el moro sale escopetado, murmurando y haciendo ademanes. ¿Realmente encontrará clientes en Sol estos días? También veo varios mendigos que sin lugar a dudas aprovechan para comer y dormir en mejores condiciones estos días: no se les puede reprochar nada dado que ellos también son víctimas del sistema contra el que se protesta.
El espíritu es compartir.
Después de comer un nuevo paseo por la zona acompañado de mi mujer, metiéndonos en todas las zonas de Sol e incluso en Arenal (hacia la plaza de Celenque). Allí vimos cómo los seguratas de Caja Madrid impedían que colocaran carteles en contra del banco.
Más arriba nos unimos (en modo oyente) a una de las asamblea. Comprobamos cómo la policía intentaba que todo se realizara sin molestar a transeúntes… y comercios.
Regresamos por Preciados. Ante la entrada del Corte Ingles que tiene boca de metro nos topamos con una performance en contra los bancos y las hipotecas que compran/venden almas y vidas.
Tras llegar a Sol y doblar a la izquierda empezó el momento surrealista de la tarde: me topé con un curioso equipo de televisión (sin ningún logotipo de cadena o agencia a la vista) flanqueado por tres guardaespaldas pero que bien jinchos. Parecía que a nadie le llamaba la atención, pero yo les saqué unas cuantas fotos, mosca.
Desde el primer momento pensé que era unos muy torpes reporteros de Intereconomía: torpes porque si pretendían sentirse seguros, el rodearse de una guarda pretoriana sólo sirve para llamar la atención sobre ellos mismos y soliviantar a algún exaltado. Dimos otra vuelta a Sol y el momento chanante había llegado: la gente al fin se había dado cuenta de la rareza de la situación e increpaba a los supuestos reporteros de Intereconomía. Los gritos en su contra, los cánticos y demás se sucedieron al punto de que al final se tuvieron que retirar. Eso sí, no hubo ninguna agresión ni física ni verbal.
Tras andar un poco más por ahí ya nos retiramos: había estado cinco horas en Sol, y me fui lleno de ganas de volver.
Sin duda es una experiencia gratificante para todo aquel que se llame de verdad demócrata, para todo el que esté harto de la situación que vive el país y busque una solución real a la misma, no una embutida en el mismo sistema que nos constriñe y que sólo sirve para que algunos se hagan más ricos a costa del resto.
No soy McArthur ni el Chuache, pero volveré.
Nota: como se puede notar he optado por no hacer fotos (o no muchas) del interior del campamento. Quien quiera saber lo que hay bajo las lonas que venga y lo viva.
Un saludo.