Archivo diario: 08/07/2012

Mi experiencia en @SonisphereSpain 2012

Hola, ofidios.

Han transcurrido varias semanas y, tras pasárseme el cabreo/indignación, ya puedo hablar de mi segunda experiencia en el Sonisphere, en este caso en la edición 2012.

De entrada habría que decir que el cartel me atraía menos que el de la otra ocasión: en 2010 estaban no solo mis favoritos, Faith No More, sino también Slayer, Annihilator y Megadeth, principalmente. Salvando la excepción de Megadeth a todos ellos nunca los había visto antes, algo que en mi caso (con casi 30 años metido en esto del heavy) suena triste. Pero la vida es así, y no he podido ver todos los conciertos que hubiera querido.

Pero a lo que iba: en el cartel de este año 2012 sólo destacaban con claro brillo Metallica, a los que tampoco había visto nunca, y eso que el Justice fue, junto al South of Heaven, fueron las dos primeras cintas originales que compré, allá por 1988. Por desgracia me doy cuenta de que estos Metallica de ahora distan muchísimo de mis queridos del Justice o del Master, mis discos favoritos de la banda. Pero algo es algo, y deseaba verlos. Entre el resto de grupos había uno que me gusta mucho (Slayer), algunos me agradan bastante (Kyuss, Within Temptation, Fear Factory), un puñado que entra en la categoría ‘algo menos’ (Paradise Lost, Soundfarden, Corrosion of Conformity, Children of Bodom, Mastodon, Evanescence, ), junto a otros los que directamente detesto (Sonata Arctica, Limp Bizkit, The Offspring). Luego estaban los que ni siquiera sabía quiénes eran. Cosas de estos festivales: una parte de lo que pagas (la friolera de 96 euros, que se dice pronto) pertenece al terreno de la sorpresa.

El primer día llegué tarde al recinto. La cosa empezaba mal: no pude ver a los C.O.C. Atravesé la puerta justo cuando Skindred terminaban su actuación. Sin pensármelo dos veces acudí al escenario principal.

Aunque bueno, la verdad es que me quedé en el intento: para mi sorpresa me encontré con que en derredor del escenario principal, y con un radio no menor de 50 metros, se desplegaba una valla que separaba al público ‘guay’ del resto de los mortales (mortales que habían pagado, como en mi caso, la bagatela de casi 100 euros). Si 15.000 de las antiguas pesetas te exilia a ver los conciertos en el culo del mundo (como mejor opción) ¿cuánto han pagado los de la ‘zona guay’? ¿Para eso pago ese pastizal, para no ver nada? ¿Acaso 100 euros no suponen una cantidad lo suficientemente importante como para observar con un poco de calidad a los artistas? En resumidas cuentas: me sentí estafado. Si hubiera pagado la mitad todavía lo comprendería; o si la zona guay estuviera en el centro del escenario, dentro del mismo, como hacían Metallica en la gira del Negro; o si el radio de esa zona guay no hubiera excedido los 10 o 15 metros. Si se hubiera cumplido una o varias de estas posibilidades no me hubiera poseído esa sensación de estafa, de engaño, de ‘mierda de país, donde te roban a la primera de cambio’. Pero no, me tuve que contentar con ver todo desde el culo del mundo, y eso que me acerqué bastante a la valla de los ‘pobres mortales’. Ni que decir que el cabreo aumentó cuando comprobé la catadura de la ‘gente guay’, individuos que en muchos casos (a juzgar por su actitud) lo que sucedía encima del escenario ni les interesaba ni prestaban atención: de palique entre ellos, mirando con una mezcla de sonrisa y disgusta hacia la masa aplastada en la zona pobre, haciendo fotos a sus novias o novios. Un buen puñado (no me atrevo a decir que muchos) tenían la pinta de tíos a los que alguien (la empresa X, el periódico Y, o quien sea) les ha regalado la entrada y han dicho ‘pos fueno, pos fale, pos malegro’ y han acudido al concierto. Mientras, algunos nos quedábamos bizcos intentando adivinar lo que sucedía en el escenario. Bizcos, cabreados e impotentes.

Area VIP

El soberano enfado continuó a lo largo del viernes y del sábado, pero no voy a hablar más de eso. Por ahora.

Regresemos mi entrada al festival, ese viernes. Como dije, al poco de llegar a las proximidades del escenario principal salieron Sonata Arctica. El grupo jamás me ha gustado, pareciéndome una versión ultrañoña de Stratovarius. Deseaba que el directo les volviera más contundentes, menos vomitivos. Pero no: resultaron más vomitivos aún. No sólo por la voz de pito amariconada del cantante, sino también porque los técnicos de mesa se debían haber agarrado una cogorza del uno (como para celebrar las primeras horas del festival) a hicieron que el sonido del grupo se redujera a una cosa: un jodido y sobredimensionado doble bombo. A ver, el doble bombo me gusta, e incluso en algunos discos (Imaginations from the Other Side) me parece casi el instrumento. Pero en el concierto de los ñoñijevis de Sonata Arctica acabó de rematar la jugada: maullidos y tacatac. Nada más. Joer, casi prefería sufrir los alaridos de Anne Nurmi que al baboso de Sonata Arctica. Paso de hablar más de estos basurillas.

Tras estos mierderos me fui a ver quién narices eran los canadienses Kobra and the Lotus, y no sé si hice mal, peor, o qué. Parecían un grupo que en estudio podrían resultar incluso interesantes, pero que en directo se perdían con los fraseos de guitarra (sonaban disonantes, mal encajados). Eso por no hablar de la ¿voz? de la cantante, que me pareció tristísima: una especia de versión femenina de Dickinson a la que le hubiera dado un ataque de Parkinson en las cuerdas bucales. Triste. A tomar por culo.

Tras acabar espantado de esos canadienses me pasé de nuevo al escenario principal y, ¡oh dios mio!, me topé con la mayor basura que uno se puede imaginar dentro de un supuesto festival de música heavy: un rapero con ropa veinte tallas más grandes que la suya y unos pantalones cagaos que parece que pertenecen a King África. Junto a ese un individuo con pinta de alien blancuzco, máscara de espejo y culo al aire (casi al estilo W.A.S.P., pero en mucho más hortera). ¿Quiénes eran esos esperpentos? Los infames Limp Bizkit. Con ellos mi cerebro se fue apagando, más y más. Deseaba tener a mano un lanzallamas y prenderles fuego a esos dos… seres. Su puta madre, que basura había sobre el escenario. Al menos el bajista realizaba una buena labor y me permitía sacarle algo positivo al ‘concierto’.

Pero por fortuna no tuve que soportar esa mierda mucho tiempo: en el escenario menor en poco empezarían a tocar Kyuss Lives! Un poco de stoner rock seguro que exorcizaría la bazofia de los raperos esos. Y vaya si lo exorcizó: vaya concierto se marcaron los americanos. Delicioso. Una secuencia de temas envolventes, que te obligan a saltar, a mover la cabeza como un puto jipi fumado. Magnífico. Recuerdo ese apoteósico ‘Thumb’ (quizá mi tema favorito del grupo), botando como un loco. Por dios. Pero lo mejor, al menos para mí, fue la descomunal presencia de Billy Cordell. Seguramente se deberá a mi antigua faceta de bajista aficionado, pero me suelo fijar mucho en ese instrumento. Y sólo puedo decir que en ese concierto ese hombre, al menos para mí, pareció llenarlo todo. Me recordó a un Geezer Butler en sus mejores tiempos: un bajo fluido, hipnótico, soltando fraseos propios, con alma propia y compitiendo con la guitarra. Lo que digo: una delicia. En conjunto la actuación me pareció de lo mejorcito del festival.

Mientras esperaba a que Paradise Lost realizaran su chou estuve cenando un poco (y mira que odio la mierda de costumbre esa de tener que cambiar mi dinero de curso legal por otro ‘de concierto’) y soportando a los churferos de The Offspring. Siguen sondando igual de descerebrados y vacíos que cuando les conocí: guitarreo simple para mentes simples.

De nuevo en el escenario pequeño escuché el concierto de los ingleses Paradise Lost, que me sirvió para comprobar que en su caso los años han pasado, y mucho. Les han pasado y les han pesado: viejos, por no decir decrépitos, encasillados en un subgénero ultrañoño y pastelero ideal para tías. Empezaron en él con el buen Draconian Times, y a partir de entonces cayeron en una espiral de comercialidad que les llevó a incluso imitar a Depeche Mode y otros grupos techno. Una desgracia teniendo en cuenta que hablamos de uno de los grupos icónicos del doom, los creadores de esa maravilla que es el álbum Gothic. El grupo que vi (otro de ‘mis tiempos’ que jamás había contemplado en directo) me provocó tristeza, más si cabe en la figura de un Nick Holmes incapaz de recrear la voz de esos primeros discos, como quedó claro con el ‘As I Die’. El contrapunto a la frialdad general de los componentes del grupo (el limitado y frío Holmes, el casi patológico caso de Greg Macintosh que aun siendo el pilar del grupo se trata de un pilar inamovible que en directo tiene mucho de témpano, o el apático y casi visceral Steve Edmondson) lo encontré en el alegre y volcado Aaron Aedy. El delgado, casi chupado, individuo de ‘mis tiempos’ ha engordado y ahora tiene un aire que me recuerda muchísimo a Peavy. Este hombre, aun en su humilde puesto de guitarra rítmica, vivía el concierto con una continua sonrisa y dado cada dos por tres muestras de agradecimiento al público. Una delicia ver a un músico tan contento con lo que hace. Lo dicho, qué grande el señor Aedy. En cuanto a la música, muchos temas del último disco, canciones que no aportaban nada nuevo, unos pocos temas más viejos, y absolutamente nada del Gothic o del Lost Paradise. El que acabara el concierto sin el ‘Eternal’ significó, al menos para mí, un jarro de agua fría. Una pena.

En el otro escenario al poco tiempo empezaron a tocar Soundgarden, pero nunca me gustaron. Orange Goblin no tenía ni repajolera idea de quienes eran, y los Machine Head no me apasionan, ante lo cual me retiré a mis aposentos con un sabor, más que agridulce, agrio. Y el sentimiento de haber sido estafado que me provocó la disposición de las vallas en el escenario principal.

¿Qué me depararía el segundo día? Pronto lo vería.

El segundo día llegué un poco más pronto para poder ver el concierto de Mastodon, un grupo que por su originalidad/rareza me gustan… y no me gustan. Hay partes de sus temas que me parecen magnificas, y otras que exceden mi gusto por lo progresivo. Pero en general me parecía una actuación digna de verse. O de intentarlo, porque la mierda del recinto para la ‘gente guay’ ese segundo día tenía un radio mayor. Su puta madre. Con la cámara puesta con el mayor zoom todo quedaba visto en el culo del mundo. Su putísima madre. Y eso que yo estaba situado a no más de dos metros de la valla. De la valla para pobres, mugrientos y demás desperdicios de baja ralea, se entiende. Por fortuna no había mucha gente y se pudo disfrutar de un buen concierto. Eché de menos mi tema favorito de esa gente, el ‘March of the Fire Ants’, pero no se puede pedir todo. Mastodon me demostraron poseer un buen directo, no perdiendo su virtuosismo.
Mastodon
Tras ellos veían los holandeses Within Temptation, el que posiblemente (junto al de Metallica) era el concierto que más ganas tenía de ver. Si en Mastodon destacaban los ritmos complejos y contratiempos a veces chocantes, con los Within Temptation se podía decir que uno esperaba todo lo contrario: melodías más o menos pegadizas y riffs facilones (vamos, como Paradise Lost). Pero, y ahí estaba la diferencia, con una cantante que en su último disco se ha desmelenado por completo. Cuando les conocí hace cosa de diez años (se dice pronto, estaban todavía con el Mother Earth) el sonido del grupo me parecía ñoño en general, y la voz de la cantante todavía más. Heavy para nenas, decía. Sin embargo con el tiempo han cambiado, se han vuelto menos amariconados (no me olvido del primerizo Enter, que parece pertenecer a otra banda) y más densos. Pero Sharon seguía con sus murmullos, sus suspiritos y sus medias voces. Perecía que tenía miedo de agarrar el micro. Hasta este último The Unforgiving. Decir que me sorprendió es poco: me dejó casi deslumbrado. Pero no a nivel técnico (siguen siendo muy limitados y simplones) sino en lo referente al apartado vocal: la ya señora Shanon se marca un tour de force a lo largo de todo el disco, con un chorro de voz lleno de energía y furia como nunca antes ha desplegado. Parece que compite consigo misma por demostrar hasta donde pueden llegar sus cuerdas vocales. Una delicia, vamos.

Guitarristas... por decir algo

Por desgracia algo que en estudio se puede calificar como delicia en directo puede volverse… indescriptible. Me acuerdo de esa patética Kate Perry y su ‘Firework’: un tema que en estudio me parece interesante en lo relativo a la voz (salvando las distancias estilísticas, claro), pero que en directo la chica demuestra que es una absoluta nulidad: todo gorgoritos y gallos. ¿Podría Shanon igualar en directo el potente chorro de voz de estudio? Ahí estaba mi interés cuando dio comienzo el concierto.

Walk Like an Aegipcian

En primer lugar un video de la viejuna Mother Maiden, al que siguió el por completo predecible (en lo relativo a que se trata de un inicio de concierto perfecto) ‘Shot in the Dark’. Y allí empezó el deslumbrante recital de Shanon. Su voz, perfecta. No sólo clavó los temas del nuevo disco (del que tocaron fácilmente seis temas; si no recuerdo mal fueron el citado ‘Shot in the Dark’, ‘In the Middle of the Nigth’, ‘Faster’, ‘Fire and Ice’, ‘Iron’ y ‘Sinéad’. Dudo de ‘Demons fate’ y no sé si ‘Starway to the Skies’), sino que incluso aplicó su furia vocal con los viejos. Recuerdo especialmente el ‘What Have You Done?’, que lo clavó (ayudado por la voz grabada de Keith Kaputo). Junto a la mayoría de temas del último disco también picaron de los otros (menos de Enter, que sigo pensando que reniegan de él), incluidos los megañoños e imprescindibles ‘Mother Earth’ y ‘Ice Queen’. Una pena que no tocaran el que quizá sea mi tema favorito del grupo, ‘The Cross’. Pero bueno, en resumen un pedazo concierto que me deja con ganas de verlos a ellos solitos. Antes de acabar de hablar de ellos dos cosas: la propia Sharon pidió disculpas por la excesiva brevedad del repertorio, algo que se agradece. Por otro lado la batería… ¿había alguien a las baquetas? El sonido de batería del disco es pésimo, frío, impersonal, simple hasta el hartazgo, de caja de ritmos; en directo peor que eso. Supongo que habrán contratado a Doc Avalanche. Resumiendo: muy bien el grupo, y Shanon perfecta.

Vaya rollo estoy metiendo: ya voy por las 2400 palabras… ya acabo.

Antes de Slayer

Ahora hablaré un poco del show de Slayer. Y va a ser poco porque casi ni me enteré: al final de Within Temptation me encontraba, como quien no lo quiere, a un metro escaso de la valla para la mugre (para los idiotas que hemos pagado casi 100 euros, por lo que no somos guays y nos jodemos quedándonos a cien metros de la escenario). Una buena–mala posición: buena porque es lo más cerca que un triste mortal podía alcanzar; y mala porque esa lejanía suponía que la gente de unos metros más atrás, seguramente sin ver que estaba la jodida zona guay, no se conformaba con estar tan lejos y apretaba hacia el escenario. Vamos: aplastamiento insoportable. Si a eso le sumas un grupito de sudamericanos (del tipo indígena) medio borrachos (alguno entero, y sabiendo cómo suelen comportarse con el alcohol) sin mucho cerebro pero sí con mucho ánimo pendenciero, la jodienda y molestia es segura. Acabé hasta los huevos del enano de la cámara, un gilipollas con una cámara de no sé cuentos cientos de euros, que no llegaba me llegaba ni a la altura del hombro, pero que por sus santos y enanos cojones debía estar en primera fila. Vamos, que no le bastaba estar a mi altura, no: debía pasar delante mío y de los chavales que teníamos delante. Eso y su jodido colega borracho que a punto estuvo de montar una pelea a escasos centímetros de mí. ‘Vívelo, vívelo’, decía el muy gilipollas como para justificar el que tratara de aplastar a un tío que tenía delante, un tío casi le saca un palmo de altura. Junto a estas dos lumbreras había unos dos o tres más, pero esos se comportaron de manera normal para estas situaciones. Lo que no impidió que entre el enano y el borracho me rallase.

Slayer

¿Qué se me quedó del concierto aparte de estos dos subnormales? Un Araya descentrado y con cara de pasmo, un Kerry King correcto, Jeff Hanneman ausente (sustituído por Gary Holt, de Exodus) y un Dave Lombardo perfecto. No recuerdo bien ni la lista aproximada de temas debido a la mala ostia que me generaron ese par de mierdas. Sé que sonaron ‘Dead Skin Mask’, ‘Reign in Blood’, ‘War Ensemble’, ‘Jesus Saves’, ‘Altar of Sacrifice’, ‘Die by the Sword’… vamos, un pequeño repaso a sus clásicos, junto a algún tema más moderno. Acabado el concierto de Slayer, y ya hasta los mismísimos cojones de esa pareja de idiotas, me piré a la parte de atrás, algo que hay que admitir que me resultó incluso difícil dada la cantidad de gente. Quería ver a Metallica, y enterarme de lo que veía, algo que en esas condiciones no podía hacer. Me retiré a la parte media de la explanada y aguardé a que empezara el concierto de de los de San Francisco.

Metallica

Situado en una distancia media lejana respecto del escenario aguardé a la llegada de Metallica. No me disgustó del todo el lugar dado que gracias a las enormes pantallas, sobre todo la que ocupaba toda la parte posterior del escenario, parecía que estaba viendo un cine. A continuación pongo la lista de temas tal cual la fui apuntando sobre la marcha:

  • A las 23:00 empieza. Hora aproximada ya que no lo apunté en ese preciso momento. mi primer concierto de Metallica tras 25 años oyéndolos, queriéndolos y odiándolos. Ya era hora.
  • ‘Hit the lights’. Cómo me sorprendió, muy agradablemente, escuchar este viejísimo clásico: la primera canción de Metallica que escuché en mi vida, quizá en el año 85. Un amigo de cuando yo era un chavalín, Esteban, me grabó en una cinta un disco de Kiss (el Lick It Up) para que los conociera y alucinara. Él era, y supongo que seguirá padeciendo ese defecto, un fanático de los maquillados. Tras oír la cinta le dije que el disco me gustaba mucho, sobre todo los últimos tres temas de la cara A. No recuerdo la cara que puso, pero supongo que sería algo similar a la de póker: los últimos tres temas que había en la cara A eran ‘Hit the lights’, ‘Whiplash’ y ‘Metal Militia’. Sin comentarios.
  • ‘Master of Puppets’. Sencillamente descomunal. LA CANCIÓN de Metallica. Sólo por escuchar eso en directo ya pago feliz.
  • ‘The Shortest Straw’. Buen tema, pero ni de lejos mi favorito del disco. El propio ‘Justice’ lo supera, por supuesto. O ‘Blackened’, o ‘The Eye’, o ‘One’… pero no adelantemos repertorio.
  • Sonó mi querido ‘For Whom the Bells Tolls’ y no pude por menos que recordar al indiscutible MAESTRO, el señor Clifford Burton.
  • ¿Qué cojones era esa mierda grunge?  No tenía ni puta idea de lo que estaba sonando, pero sin duda se trataba de basura post–negro. Luego he leído que se trataba de una canción llamada ‘Hell and Back’, del Beyond Magnetic. O quizá del Beyond Shitnetic. Lo dicho, una puta mierda grunge.
  • A continuación plantaron un video presentación del Negro, con tomas de la grabación, del día de la salida a la venta, de la gira, etc. Vamos, un video del R.I.P. de los Metallica que a muchos nos gustaban.
  • La interpretación del Negro empezó con el ‘The Struggle Within’, casi clavado al disco.
  • Sonó el inicio de ‘My Friend of Misery’ y recordé encantado esa línea de bajo que tanto me gusta. De nuevo lo tocaron perfecto, algo que se sucedería en el resto de temas demostrando que la banda se mantiene en forma, Trujillo mediante.
  • ‘The God that Failed’.
  • ‘Of Wolf and Men’.
  • Con ‘Nothing Else Matters’ entramos en el primer momento choni, ñoño, churriguay, pastelero. Las nenazas con sus mecheros o móviles al aire. Para olvidar, la verdad.
  • ‘Throught the Never’.
  • ‘Don’t Tread on Me’.
  • Sonó el ‘Where Ever I Roam’, uno de mis favoritos del disco.
  • Y, al fin, ‘The Unforgiven’, posiblemente lo mejor del disco. La anti–balada, el tema que me descuadró en su momento en lo relativo al estilo en que está compuesto: riffs potentes en los versos de melodía y riffs acústicos en el coro, todo para crear un tema que no es ni balada ni tiempo medio, sino un poco de todo. Y más. El tema que, en lo que se refiere a mis gustos personales, mejor ha envejecido. A la música le acompañó en las pantallas escenas del video clip. Adelante vídeo.
  • ‘Holier than Thou’.
  • ‘Sad But True’, otro de mis temas favoritos, muy bien tocado.
  • Y con ‘Enter Sandman’ entramos en el momento absolutamente choni, cutre y accesible. Un tema que al principio, cuando salió, no me disgustaba si bien me parecía demasiado radiofónico. Pero con el tiempo, tras tocarle en una y más bandas, tras escucharle hasta en la sopa en voz de cualquier gilipollas, macarrilla de tres al cuero o incluso criaja, tras servir de trampolín para convertir a Metallica en un icono popular, lo acabé aborreciendo como el que más. Ahora, al volverlo a oír, no puedo evitar sentir cierta nausea. Y la nausea se intensifica cuando veo a todo quisqui a mi alrededor cantándolo como si se tratara de un himno. Ese ha sido una de las canciones más dañinas para el mundo del heavy, un tema que ha hecho que el género se popularice y de entrada a gente que ni lo siente de verdad ni sabe asimilar lo que hay en él. Con ‘Enter Sandman’ surgió el metal–choni, por y para poligoneros y demás escoria. Sé que puede sonar reaccionario, pero añoro los tiempos en los que el heavy era un guetto cerrado, repudiado y casi endogámico, los tiempos en los que no había aficionadillos, ni curiosos, ni nenazas (me refiero a que no lo escuchaban las niñas que compaginaban Metallica con Camela sin despeinarse, porque nenazas como Stryper, Cinderella y Bon Jovi siempre las ha habido, siempre las habrá), ni nada similar. Tiempos en los que ser heavy implicaba una especie de compromiso que muchos se negaban a asumir.
  • Tras el pasteloso ‘Enter Sandman’ la banda se va.
  • Para al cabo de un rato sonar la intro acústica de ‘Battery’. Se me ponen los pelos de punta.
  • Absolutamente acojonante ‘Battery‘. Me dan ganas de pedir a gritos que sigan con ‘Damage Inc.’.
  • Suena un helicóptero, disparos suelos seguidos de ráfagas de M-16. La pirotecnia salta delante en el escenario y a los lados. Todo el escenario está envuelto en humo, sin ninguna luz encendida. Un acorde limpio de guitarra. Un escalofrío me recorre la columna. ‘One’. Láseres acompasados a la melodía, la voz de Hetfield perfecta. Sencillamente ‘One’. Sin palabras. Adelante vídeo.
  • Tras el apoteósico ‘One’ empieza el antiguo (y que en mi opinión ha envejecido muy mal) ‘Seek and Destroy’. La gente parece contenta, yo no: hubiera preferido un ‘Creping Death’ o de ese mismo disco un ‘Whiplash’ (ya que por soñar soñaría con ‘Anesthesia/Pullig Teeth’ para que Trujillo demostrara sus dotes). Pero se trata de mi gusto, y el tema es todo un clásico. Clásico que lleva mal los años, insisto.
  • A la 1:11 esto se acabó.

Me ha quedado un sabor agridulce, y rezo para que en 2016 hagan una gira similar, pero tocando todo el Master por los 30 años del disco. Eso sí que será digno de recordar.

Acaba Metallica y soy consciente de varias cosas:

  • Sigo con un cabreo monumental por lo de la ‘zona guay’.
  • Los Evanescence me gustan algo, pero realmente de ellos sólo me encanta un tema, ‘My Immortal’.
  • Mis amados y venidos a menos Fear Factory van a tocar muy tarde (anunciaron lo del retraso tras acabar Within Tempation), y no tengo ganas de esperar tanto.

Así que amplío mi armario con una camiseta de Metallica y me piro a casa, a ver si se me pasan las ganas de matar a los organizadores del festival.

Con las pocas fotos decentes que conseguí hacer he creado un álbum en flickr, por si a alguno le interesa.

Antes de acabar voy a hablar un poco de esa panda de cretinos. Sí, me refiero a los organizadores del festival. A ver, señores, parece que han nacido ayer, o son de la virgen del puño, o ambas cosas. No se puede tener un recinto en Madrid, en Mayo, con 55.000 personas (esa cifra de asistencia dan para el sábado) apretujadas contra un valla, con todo lo que eso implica, y no tener unos miserable cañones de agua pulverizada. Joder, que hacía calor: por la propia climatología, por el mogollón que se formó, por todo. Joder, y es que con esas la manera de aplacar el calor era repartir un puñado contado de botellas de agua mineral. Botellas que llegaban sólo a la primeras fila y a unos pocos, por supuesto. Había más facilidades de refrescarse con los dispensadores móviles de cerveza (pagándola a precio de oro, claro) que de recibir una sencilla ducha agua pulverizada. Ya pasó lo mismo en el otro Sonisphere que estuve. Y veo que volverá a ocurrir en este país de mierda, donde lo importante es que el gilipollas de españolito pague, que una vez ha pagado que le den por culo. ¿Lipotimias por el calor? Que se jodan por ser tan endebles, que yo soy el promotor y ya les he sableado por la entrada: si no querían sufrir esos agobios que me hayan pagado más para entrar en la ‘zona guay’.

Basura.

Bueno, acabo que todavía me vuelvo a cabrear. Y ya van más de 4.300 palabras, que no es moco de pavo. A ver si alguno se ha currado una reseña más extensa de este festival.

Chau.

Olaf Stapledon – Sirio

Hola, culebras.

Cuánto tiempo ha pasado desde que leí mi último Stapledon: La última y la primera humanidad. La obra de este sociólogo, filósofo, visionario y humanista siempre me ha resultado interesante en tanto y cuando es muy diferente al resto de autores: él, más que novelas al uso, escribe tratados, incluso ensayos, con la característica de estudiar algo que no existe… pero que podría existir.

Así, en Sirio (y antes del descubrimiento del ADN) Stapledon nos sumerge en los resultados de la manipulación y humanización de animales. Sirio es un superperro, una mente cuasi humana (y a veces demuestra su superioridad, sobre todo en la madurez emotiva) encerrada en el cuerpo de un enorme chucho, con todas las limitaciones que ello conlleva. Por culpa de esas circunstancias el perro que no lo es ve cómo su vida transcurre en un limbo, entre lo canino (naturaleza con la que no se acaba de identificar al tratarse de algo inferior, animal) y lo humano (una realidad en la que por su físico y realidad sensorial no puede encajar). Ese limbo crea una personalidad atormentada que en cierta medida recuerda a la criatura de Frankenstein.

A lo largo de las páginas Sirio nos hace ver las glorias, miserias y mezquindades del animal humano: el entorno rural, vivo, atrasado y tradicionalista; la universidad, elitista y a su modo alienante; el sinsentido de la guerra; la religión, un engendro de base inexistente pero válido como factor de ayuda social; la superstición como detonante de la violencia y el drama. Todo esto, y más (incluida una experiencia mística y un demasiado católico flirteo con la religión), encontramos en Sirio.

Pero… es que Stapledon escribe Sirio nueve años después de Juan Raro. Y uno no puede evitar las comparaciones: de un lado tenemos la historia de un perro igualado mentalmente con el hombre, y que con esa óptica describe a su creador; y por otro lado hay un superhumano al que su condición superior lo convierte en observador privilegiado del animal humano. ¿Hasta qué punto Sirio es una reescritura de Juan Raro? ¿O los libros quizá se complementan, en tanto y cuanto que uno de ellos parte de algo que de lo inferior acaba igualándose con el Hombre, y el otro nos descubre a un personaje que se descubre como el siguiente paso en la evolución del Hombre? A mi entender es más un complemento que una copia: Juan Raro muestra un estudio frío y distante de la humanidad, mientras que Sirio lo hace desde una emotividad desesperada.

Lectura muy recomendable (si bien no llega a los niveles de mi favorito, Hacedor de estrellas) y, eso sí, para mentes abiertas: un obtuso muy bien puede acabar como cierto sacerdote galés y sus fieles, centrándose en lo que no es.

Le pongo un siete.

Adiós.