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Joe Haldeman – El engaño Hemingway

Hola, ofidios.

Hace mucho que no leía nada de Haldeman. Lo último suyo que pasó por mis manos me dejó algo frío. Ahora, tras años en La Pila, le he dado la oportunidad a este El engaño Hemingway. No voy a negar la verdad: lo he cogido con cierto recelo. Demasiadas veces lo he tenido entre las manos, he leído la contraportada y lo he vuelto a dejar en la estantería. Pero ya le ha llegado el día.

¿Qué me he encontrado? En primer lugar un texto que en cuanto a estilo y forma, tal y como me temía, no puedo valorar con plena seguridad. Creo entender que el autor ha tratado si no de imitar si de captar el estilo de Hemingway. En mi caso, como jamás he leído nada de ese escritor, me voy por completo incapaz de decir si ha acertado o no en la tarea. Un punto negativo (para mí, ya que soy el único culpable de ello) del libro.

Pero sí puedo opinar del fondo, de la historia que narra. Y en eso debo decir que el libro cumple en un ochenta por ciento. Tiene un inicio decente y poco a poco se enredando. Salvando alguna sección en la que se nota a la milla que el autor ha metido paja (divagar sobre la sexualidad y las relaciones de los personajes, detalles que a lo largo de la obra no tendrá peso alguno) la lectura resulta agradable y dinámica.

Pero, tal y como he dicho, se trata de un ochenta por ciento del texto. ¿Qué sucede con el veinte por ciento restante, que coincide con el tramo final? Pues que el autor se mete en un barrizal del que no sabe cómo salir. Al final El engaño Hemingway se convierte en El engaño Haldeman: un final rebuscado, lioso, brumoso y que deja cabos sueltos (detalles que introduce a lo largo de la historia y que quedan en el aire sin la menor explicación, ni siquiera superficial).

En definitiva, un libro que se disfruta a medias. O a ocho décimos. Supongo que si conociera la obra de Hemingway me hubiera quedado más satisfecho. (Nota: leer algo de Hemingway.) Debido a mi ignorancia de ese autor no puedo ni pasar del aprobado a este El engaño Hemingway ni suspenderlo. Se queda con un cinco raspado.

Adiós.

Joe Haldeman – Compradores de tiempo

Hola.

Pues de inmortales a inmortales, y tiro porque me tocan las morales. O dicho de otra manera: dado que me había leído un libro de inmortales que no me acabó de satisfacer, le di una nueva oportunidad al subgénero con otro libro que tenía en La Pila. Y un nuevo chasco, si bien este menos gordo. Compradores de tiempo (de Joe Haldeman) llevaba en La Pila años, pero una buena pila de años (creo que lo compré por correo a Miraguano, en esos pedidos que casi compraba los libros por decenas , y eso implica que todavía vivía en Santander), más que nada debido a que lo que ponía en su contraportada no me atraía mucho. No mucho, o más bien nada (lo mismo sucede con El engaño Hemingway, del mismo autor y que lleva posiblemente igual cantidad de años cogiendo polvo). Debido a eso el que tras leerla la novela no me gustara no me ha supuesto ninguna sorpresa.

Compradores de tiempo es un libro que encaja en ese subgénero llamado ciberpum, un estilo que jamás me ha dejado satisfecho: eso de las conspiraciones entre corporaciones en las que se ve envuelto de repente un don nadie (mindundi pero que sin embargo está lleno de recursos) para ir sufriendo a lo largo de las páginas diversas calamidades (y que entre medias se encuentra con una chica casi guapa pero triste por los palos que le ha dado la vida) para luego, a los dos tercios de páginas, descubrir que las corporaciones en realidad son gigantes con pies de barro, y allí está el para aplicar la manguera… pues como que no.

Coño, si acabo de contar toda la novela. Una molestia menos. Bueno, voy a decir algo más: en esta novela el malo, muy malo, se hace despreciable, sí, dan ganas de darle una paliza ‘a culo visto’ (como dirían en la familia de mi mujer), pero… coño, que el objetivo final de la Stillman es bueno: hacer de cortafuegos de los ricos que están pagando los rejuvenecimientos. ¿Quiere Haldeman una basura social como la descrita por Anderson en el último episodio de La nave del millón de años? Por dios, no. El hombre por definición, por naturaleza, debe ser mortal. ¿Un mundo lleno de hijos de puta como los de ahora, pero con una esperanza de vida de milenios? No hijo, no. Si es que los idealistas de los asteroides desconocen lo que se esconde tras el concepto de ‘explosión demográfica + naturaleza humana’. ¿Dónde está un Tuf cuando se le necesita? Lo que le hace falta a este planeta es una mezcla de Atila, Hitler, Pol Pot, Stalin y demás trabajando a escala mundial… vamos, la vista de un czarniano.

El título de Compradores de tiempo casi describe a la perfección la esencia de lo que el autor busca con el libro: has pagado por el libro, lo has leído, el dinero ha acabado en las manos del autor, y tú estás deseando coge el siguiente.

Vamos, que le pongo un cinco raspado, por eso de que no entra dentro de lo claramente malo, pero nada más.