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El VICIO, con mayúsculas.

Walter Greatshell – Agente X

Hola, culebras.

Walter Greatshell - Agente X

Walter Greatshell – Agente X

Tercer libro del atracón de zombis que me pienso dar en los próximos meses, y de nuevo un (entre comillas) chasco: el libro no encaja en lo tópico del género. ¿Ventaja frente a los tópicos que tengo en mente o engaño usando un tema en alza para lanzar al mercado otra cosa? Pues casi diría que ni una cosa ni otra. Agente X, de Walter Greatshell, tiene un fondo en cierta medida similar al Paciente cero de Maberry: esquiva las calles anegadas de zombis, los complejos asediados y los enfrentamientos personales llenos de desesperación y a brazo partido (lo que hasta ahora yo asociaba al tópico Z) para hablar de una huida y de cómo interactúan los huidos.

La protagonista, Lulú, sufre una enfermedad que le impide tener el periodo. De esa manera tan prosaica se encuentra con que parece libre del contagio. Los vectores de la enfermedad, al menos en el momento del estallido, fueron las mujeres. Eso generó un clima de terror que degeneró en un mundo de hombres hostil para el sexo femenino (aunque se verá que la hostilidad acaba cuando hay ganas de meterla). Así, en apariencia inmune a la infección, Lulú se une a un grupo de militares convertidos contra su voluntad en niñeras, buscando un lugar donde la plaga no haya vencido. Y eso dentro de un submarino.

En un jodido submarino.

He leído que a algunos lectores (me parece recordar que entre los comentarios de goodreads) ese concreto detalle, y la manera lenta en que se desarrolla, les ha molestado haciéndoseles pesado. Pero la verdad sea dicha, a mí no sólo no me ha aburrido, sino que esos juegos de poder, de choque de personalidades (en el sentido de personalidades ya definidas de antemano para cada personaje: a excepción de la protagonista no hay profundidad alguna en los personajes, y mucho menos evolución), las descripciones de la vida dentro de la nave, del conflicto entre personal civil y militar me ha parecido del todo lógico e incluso necesario. Que estamos hablando de un entorno que sólo puede compararse, en cuanto a claustrofobia y encierro, a una nave espacial en tránsito. Exige tratar las relaciones interpersonales y los posibles choques. Y más aun con varios centenares de críos entre un grupo de militares a los que los ex les han dado por culo.

Porque Agente X más que un libro de zombis (o xombis, como los nombra) es un libro de supervivientes, de traiciones, egoísmo y crueldad. Las escenas de lucha o tensión contra infectados se cuentan con los dedos de las manos. Y no se echa de menos nada más, porque el auténtico peligro problema -o como se quiera decir- en la novela habla, viste y razona: son los mismos hombres.

El libro avanza sin prisas, plasmando bien el ambiente de malestar que hay dentro del innominado submarino, y sólo se acelera en su último. Y en ese tramo concreto falla: la parte final se vuelve confusa. El autor empieza a enredar la trama con la aparición de facciones y dobles juegos, con descripciones no del todo acertadas (no he acabado de ver bien ese Valhalla: no me cuadra tanta cúpula inflable con espacios diáfanos, túneles, pasillos y canales abiertos al agua, al menos de la manera en que luego describe las acciones) de tal manera que la lectura empieza a volverse poco interesante. A eso se suma el que todo empiece a cuadrar de una manera quizá excesiva: esa chica, con ese padre, en esa base y guardando ese secreto, que todo junto les llevará al lugar exacto donde encontrarse con los medios propicios para lograr ese premio final… Sí, hablo en acertijos (por eso de no meter demasiadas pistas) pero supongo que más de uno podrá entenderme: odio esos libros donde todo se encadena de tal manera que el final se convierte en una complicadísima pero maravillosa carambola. No se me hacen creíbles, ni de lejos.

Pero ese final no quita lo que antes ha venido: esos zombis azules, ultrarrápidos, parlanchines y que desean darte un morreo de primera. Habiendo visto ayer el último remake de La cosa (por cierto, horrible y vergonzosa como pocas) casi me puedo creer que algunas escenas de la película estuvieran inspiradas en la novela: esos miembros tan vivos y sedientos.

En definitiva, Agente X, de Walter Greatshell resulta una lectura amena (debido a su manera de avanzar posee bastante de thriller) que, sin pasar a la historia, satisface. Se lleva un seis.

Mientras seguiré buscando esos libros tópicos que encajen con lo que el cine ha dado. Sé que los hay: el libro de Arnaldos me lo ha demostrado. He decidido atacar los libros españoles una vez haya leído bastantes foráneos, para poder hablar desde una perspectiva más amplia. El señor Sisi y compañía deberán esperar.

Adeu.

P.D.: Mención aparte merece la portada. Se nota que buscaba el público adolescente, ese al que le sumas una tía medios desnuda y una X muy gorda y… bueno, no creo que haga falta más explicaciones. Que lo de la portada, salvo por el negro de los ojos, no tiene nada que ver con el contenido. Y a mi entender deja en muy mal sitio al director de la colección.

Jonathan Maberry – Paciente cero

Hola, ofidios.

Jonathan Maberry - Paciente cero

Jonathan Maberry – Paciente cero

Bueno, gracias a los saldos de La Factoría de Ideas (insisto en mi petición, a ver si cuela) he conseguido hacerme con unos pocos libros más del subgénero zombi y con los que ampliar mi panorama de ese recuente fenómeno. Tras un pequeño e infructuoso intento de conseguir un ejemplar ‘de servicio de prensa’ de De Madrid al zielo (libro Z de Alfonso Zamora ambientado en Madrid, algo que me llama la atención para ver si de verdad cumple lo que dije en mi anterior reseña Z, que se trata de aprovechar el tirón local, o si cumple con unos mínimos de calidad literaria y estilística) veo que voy a tener que seguir tirando de saldos y migajas para hacer mis reseñas ‘personales’. Cada vez me da más envidia (sana pero envidia al fin y al cabo) Mariano Villareal al poder conseguir novedades.

Así, mi nueva inmersión en este género ha sucedido de las manos de un autor nuevo por completo para mí, Jonathan Maberry. El autor con este Paciente cero no sólo nos sumerge en una especie de precuela del estándar del subgénero, sino que además nos introduce a su protagonista, Joe Ledger, una especie de Conan Mata Zombis del siglo XXI. De hecho el personaje le ha gustado tanto que con él ha iniciado toda una saga.

Pero en esta reseña no voy a hablar de nuevo de la manía de las sagas (o mejor dicho, de hacer sagas hasta de los manuales de elaboración de galletas) sino sólo de este libro, Paciente cero. Decir que lo que tengo entre manos pertenece al género de terror quizá suponga darle una importancia excesiva a una parte de la trama, los zombis, que casi se diría que roza lo incidental: si donde el señor pone Maberry zombis lo hubiera cambiado por bacteria asesina, gas neurotóxico o potitos cibernéticos asesinos le hubiera quedado la misma novela; o puede que mejor. Paciente cero dista mucho de ajustarse a la típica película (porque de eso puedo hablar sólo por ahora) de zombis, o siquiera de una donde el concepto Z tenga una importancia crucial pero siga otros derroteros (de nuevo hablo de la magnífica serie de comics Los muertos vivientes): estamos ante un thriller clásico con sus toques de espionaje, conspiraciones, ansias de poder y agencias secretas. No suelo leer ese género, pero creo que un Tom Clancy o Michael Crichton lo hubieran firmado con facilidad.

A ver, con esto no quiero decir el libro sea malo. Todo lo contrario, lo he leído casi sin pausa alguna, algo que no me sucedía desde hacía demasiados libros. El autor sabe engarzar las diversas escenas de acción con píldoras de tiempos semimuertos en los que más o menos se adentra tanto en los personajes como en los escenarios y situaciones ambientales. No se apresura en sumirnos en una ensalada de tiros y tampoco peca un excesivo enrevesamiento de ‘fintas en las fintas de las fintas’ (como diría Herbert), aunque quizá si cede un poco en ese terreno al final del libro. Todo el entramado se va desgranado de una manera bien calculada. Por una vez debo coincidir con una de las frases de la contraportada, esa en la que le compara con Michael Crichton: ambos autores, Crichton y Maberry, coinciden en esa manera de usar la tecnología como detonante de algo más, un ambiente de amenaza en la que los poderes fácticos gubernamentales deben implicarse de una forma más o menos sucia. Vamos, el libro encaja con la etiqueta ‘thriller tecnológico’.

Lo malo de Paciente cero lo tenemos sobre todo en que se sumerge demasiado en los estereotipos. Así, nos encontramos con un plantel de personajes por completo tópicos y nada creíbles (casi diría que de película de serie B). Un protagonista que se corresponde a la perfección con la idea de máquina de matar de alma torturada por un pasado personal terrible. En ese sentido hay que agradecer que me ha parecido entender que incluso el propio autor se lo toma a coña ese tipo de personajes: en un momento del libro menta a David Morrel, autor de Rambo; casi diría que no se pudo resistir a citar al prototipo de su protagonista. Junto a machote hay una mujer guerrera que, como no, tiene un cuerpo escultural. Ya tenemos a la Bêlit o valeria de nuestro Conan moderno. El chico bueno conoce a la mujer cañón y… ¿alguno duda de cómo iba a acabar esa relación? Pues eso. Luego pasan por delante nuestro toda una galería de rambitos y de American Dads (los robotizados y cuadriculados hasta la ridiculez miembros del Servicio Secreto estadounidense), todos supervisados por la versión ‘buena’ del jefe de Spectra, el señor Church. Cada vez que salía en escena este señor Ch. yo pensaba en otro Ch. muy al estilo, el Charlie de Los ángeles.

Eso hablando del lado de los buenos. Sus contrincantes no se libran de tópicos y exageraciones: tenemos la versión islamista del protagonista, un rambo hipermusculado y capaz de todo por su causa. Junto a él, formando la ambivalente pareja del mal, su mujer: un genio científico que ni el Bacterio, capaz de lograr un arma biológica con una soltura y facilidad digna de toda una galería premios Nobel de biología (y eso que no se dice nada de sus orígenes: supongo que en su aldea afgana debían enseñar bioquímica orgánica y diseño genético junto al abecedario). Y para acabar el ambicioso magnate de la industria médica, un re sobre todo multidisciplinar: tan pronto está orquestando un complot internacional como diseñando bases secretas o hackeando sistemas informáticos; y todo ello sin despeinarse.

Precioso y sugerente coctel de individuos.

Luego tenemos un detalle de estilo que acaba jugándole una mala pasada al autor: a lo larho del libro narra tanto en tercera como en primera persona. La tercera la usa para hablar y describir las acciones de todos los personajes, de todos menos de Joe, para el que usa la primera persona. Joe, un policía que antes ha pasado por el ejército además de revelarse como consumado experto de artes marciales, posee enormes conocimientos de armas. Así en numerosos párrafos las nombra y describe de igual manera que un crío de ahora habla de su móvil o su consola; todas ellas las describe desde esa primera persona, algo que resulta creíble gracias a su historial personal. Hasta ahí bien; lo malo llega cuando resulta que el policía–soldado–karateka incluso puede citar de memoria el modelo de motor (siglas y dígitos incluidos) de un helicóptero. ¿También tiene experiencia como mecánico de aeronaves? Ese y otros detalles de excesivo conocimiento hacen que la primera persona se vuelva muy poco creíble, mostrando a un escritor que ha perdido los papeles, nunca mejor dicho.

Aunque al héroe todopoderoso se le debe perdonar todo. Al fin y al cabo pertenece a esa estirpe de personas salvapatrias que, para mayor orgullo de ellos mismos, han nacido en la más importante, poderosa, sagrada y maravillosa nación de todos los tiempos: los insuperables EE.UU. Vamos, que sí: con el pasar de las páginas el libro empieza a apestar a ese paternalismo y ombliguismo yanqui (y yo recordando el chasco que supuso leer El texto Hercules). El mundo gira en torno a ellos. Po zí, po fale, po fueno. ¿Qué se descubre una amenaza en forma de virus capaz de eliminar a toda la raza humana? No hay problema: ellos solitos, y con una sola mano, lo solucionan. Al principio esa actitud la vemos en el jefe spectroso, algo que no encaja dado que si él es tan listo, tan adelantado a todos, tan frío y calculador, y teniendo a una colaboradora inglesa como segunda de a bordo ¿no se le ocurre pensar que la OTAN, no digo la ONU, quizá quiera saber algo de lo que ocurre? Pero el colmo del ridículo está en que un discurso similar lo pronuncian los malos: su objetivo se reduce a infestar EE.UU. y así asolar ‘el hemisferio occidental’; vamos, que Canadá y todos los otros países de América no existen. Todo ello me deja bien claro que esa cerrazón tan ‘de ellos’ tiene su origen en la propia manera de pensar del autor. Así, tenemos en manos a otro yanqui que se cree que América se reduce a EE.UU.

Jodido egocentrismo yankiloide.

Y el autor. Ah, el autor… Según la biografía que viene en el interior del libro trabaja como profesor de redacción desde 1978. Pero o bien le ha traicionado el traductor (en este caso Laura Rodríguez Gómez) o bien bastantes secciones del texto las ha dejado en manos de un becario, por lo descuidadas que están (el cambio de estilo a uno torpe, de principiante, a veces con reiteraciones casi ofensivas del condenado verbo comodín, salta a la vista). Pero por fortuna dichas partes no abundan demasiado. Lo que no le libra del escarnio: yo no querría como profesor de estilo a un tío que deja que publiquen bajo su nombre esos textos.

En definitiva, enfrentando por un lado los tópicos, los defectos puntuales del uso de la primera persona y el estilo a veces muy descuidado al argumento y trama bien cuidados a, por otro lado, el ritmo adecuado y la manera de encadenar acontecimientos bien llevada, el libro obtiene al final un veredicto positivo. Con todo ello este Paciente cero de Jonathan Maberry se lleva un 7… lo que no quiere decir que un lector aficionado, o experto, en el género de thriller le ponga una nota peor, o mucho peor.

Un saludo.

Iván Hernández – ¿Existes?

Hola, culebras.

Iván Hernández - ¿Existes?

Iván Hernández – ¿Existes?

De nuevo toca reseña, pero en este caso una singular. ¿Por qué? Pues porque por primera vez reseño a mi querido Disneyman. He aguantado al señor Iván Hernández  (y él a mí, lo que casi seguro que tiene más mérito, sobre todo con el tirirí) durante años, como quien dice mesa con mesa en el trabajo. Y sin embargo hasta ahora no había leído nada de lo que ha escrito. Para esta primera vez he escogido una novela que tiene cierto trasfondo de ciencia ficción, ¿Existes? Pero aun con ese trasfondo de cifi Iván no podía abandonar su temática habitual: el romántico.

¿Existes? parte de la premisa de un futuro no muy lejano en el que frente a un Dubái (en cierta manera similar a Gattaca) hay otra zona (que nunca se llega a identificar) asolada y en ruinas cuya población vive en conflicto continuo, acosada por un enemigo en principio desconocid. En Dubái vive una de las protagonistas, Edel, una adolescente ‘imperfecta’ que no acaba de encontrar su sitio en la sociedad en la que vive. Refugiándose en la tecnología y los viejos ordenadores se convierte en una especie de hacker de las redes, adentrándose en sistemas antiguos, chats incluidos. En uno de ellos se encuentra con el otro protagonista, Alexander, que resulta vivir en la zona devastada.

A raíz de ahí se desarrolla una no muy creíble historia de amor. No creíble, al menos en mi manera de verlo, porque se narra de una forma demasiado apresurada, pasando del desconocimiento mutuo al arrobamiento en lo que se dice nada. Sí, hay una elipsis temporal, pero se describe de una manera tan esquiva que a mí no me ha acabado de convencer. Parece que Iván tenía prisa por saltarse esa época para llegar a la acción. Y con esas prisas se le olvida explicar otro detalle que desde el primer momento chirría, este de carácter de trasfondo: ¿dónde y cómo consigue Alexander conectarse? Se me hace muy difícil comprender que en un país asolado por la guerra, con todos los edificios de las ciudades poco menos que reducidos a ruinas, él consiga energía para su portátil (algo tan sencillo como decir que funciona con baterías solares lo hubiera solventado, por lo menos de forma aparente) y además de ello se conecta a una red informática: se me hace muy difícil comprender cómo las centralitas, los nodos y los servidores siguen alzados y funcionando en medio de las ruinas y tras años sin mantenimiento. Eso sí que se puede definir como pura ciencia ficción. O magia, agarrando de los pelos a Clarke.

En general las descripciones de los escenarios y del entorno rozan lo esquemático, por no decir simplista. Iván no se adentra en los aspectos sociales, algo que siempre sirve para centrar al lector: no se descubre la base de la economía de esa Dubái futurista (se habla una y otra de las encuestas, y sólo se cita de pasada la revolución social que llevó a las mismas), y mucho menos la del país devastado. Esa falta de detalle del entorno se puede perdonar en un relato, pero en una novela se me hace algo tramposo, por no decir descuidado.

Porque Iván se centra en tratar de desarrollar los sentimientos de los personajes y plantearles problemas y retos. Descubrimos en Edel a una auténtica subversiva, entrando en contacto con comerciantes de los bajos fondos; como contrapunto Alexander revela una faceta de conocimiento muy superior a la que aparenta en un primer momento. Juntando ambas progresiones de los personajes surge una pequeña y apresurada aventura amorosa, en cierta medida iconoclasta y antisistema, que entretiene al lector de una manera afectiva pero sin muchos fuegos artificiales.

En cuanto al estilo de escritura sólo podemos describirlo en general (salvo excepciones de las que hablaré más adelante) como llano, simple y directo. Adolece de un abuso del condenado verbo comodín ser, ese verbo que cada vez me salta más a la vista en todo cuanto leo: parece mentira que con la riqueza de verbos que poseemos –coloristas y descriptivos a más no poder– haya agente que abuse de unos pocos. Incluso bastante avanzada la novela hay un grupo de párrafos que (casi podría la mano en el fuego) no se han revisado ni siquiera una vez, tal es el la aglomeración de reiteraciones y seres.

Pero frente a esas sombras hay verdaderas luces: Iván demuestra un lirismo, una capacidad de crear prosa poética, chispas de lucidez que en momentos concretos casi deslumbra. No sé hasta qué punto podría intentar explotar esa faceta en forma de poemas, puros y duros, pero creo que no debería abandonar ese camino. Aunque debo admitir que mis conocimientos de poesía se reducen a lo estudiado en mi juventud, ojo. Tema aparte merece el que esos destellos poéticos no rocen lo ñoño: mis gustos están muy lejos de lo romántico, por lo que puede que lo vea desde una perspectiva viciada.

Poco más decir de este ¿Existes? No me ha disgustado, más si cabe teniendo en cuenta mi poca predisposición hacia lo amoroso. Ese hándicap (por completo personal, por supuesto) junto a los defectos de forma y de fondo, que los hay, hace que se lleve un cinco.

Nota final: que nadie piense que porque conozca a Iván desde hace años la reseña es ni más amable ni menos estricta. Por esa misma razón, la cercanía personal con el autor, ni se me ocurrió hacer una reseña para Bukus: prefiero no mezclar ‘dinero’ con gente conocida, por las posibles suspicacias.

Un saludo.

P.D.: Y de regalo para Iván otro temazo que también ponía en mis cascos mucho en cierta época en la 1ª planta: Zombienation.

Alejandro Arnaldos Conesa – Crónicas zombi: Preludios y orígenes (reseña Bukus)

Hola, culebras.

Bukus Reseñas

Bukus Reseñas

De nuevo aporto una reseña a la web de Bukus, en esta ocasión del segundo libro de temática zombi que leo en mi vida (en su día ya hablé del primero). Le ha tocado ese honor a Crónicas zombi: Preludios y orígenes, de Alberto Arnaldos Conesa. Si queréis saber las impresiones que este libro me ha arrancado sólo tenéis que leer la muy corta reseña que de él he realizado.

[…]Este Crónicas zombi: Preludios y orígenes consiste en una especie de fixup de cuentos que ha ido publicando en su web. Consta de dos partes bien diferenciadas:
•     Una primera (Preludios) de cuentos cortos más o menos independientes.
•     Una segunda novela corta (Orígenes) de tipo coral que narra una única historia.[…]

Un saludo.

PD 24/02/2014: Cambio el asunto y permalink de la página, que estaba mal el nombre. Mira que bautizar como Alberto a AlejandroGracias por su respuesta. Otra cosa: el comentario sobre de que el señor Arnaldos es mejor que Sisí o Loureiro no parte de mí, sino de un comentarista de Amazon. La verdad: ahora me gustaría leer alguno de los zombiescritores afamados. Si alguien me quiere regalar un libro suyo (yo no puedo gastarme dinero que mi economía está muy mal) se lo agradeceré. Así podré ampliar la perspectivade este subgénero. Quien sabe si el empezar a leer de estos bichos con un nivel altísimo (el cómic de Los muertos vivientes) me ha lastrado a la hora de apreciarlo. Eso y la avalancha/saturación editorial, claro.

Washington Irving – Cuentos de la Alhambra (reseña Bukus)

Hola, ofidios.

Bukus Reseñas

Bukus Reseñas

De nuevo cae en mis manos, gracias a la amable gente de Bukus, un libro de Washington Irving. En esta ocasión se trata del famoso Cuentos de la Alhambra. Podéis leer mi reseña en Bukus para saber qué me encontré y qué me pareció.

La figura de Washington Irving destaca sobre todo por dos aspectos: por un lado como pionero en la literatura de los Estados Unidos al convertirse en el primer literato en alcanzar la fama en su país; y por otro, gracias a sus vivencias personales y a su estancia en España, como importante hispanista. Juntando ambas facetas Irving nos regala este Cuentos de la Alhambra. El libro, más allá de una imitación a Las Mil y Una Noches (libro que devorara en su infancia), no se limita a recopilar una serie de cuentos y leyendas, sino que sirve de perfecto folleto turístico de la Granada de época, y de paso de toda esa Andalucía que de forma muy colorida describe.

Un saludo.

Rene Berjavel – La noche de los tiempos

Rene Barjavel - La noche de los tiempos

Rene Barjavel – La noche de los tiempos

Hola, culebras.

Parece que estoy gafado. Muy gafado. Después de El último anillo opté por pasar a leer ciencia ficción ligerita, nada trascendente, así que entre La pila sequé este La noche de los tiempos de Rene Berjavel. Creía que me iba a encontrar con un texto nada complejo ni presuntuoso y dotado de cierto toque de romance. Pero ni de lejos me imaginé que me iba a dar de morros con la que posiblemente he de considerar la peor lectura de mi vida, tanto a nivel de obra como de traducción.

Suelo hacer un análisis más o menos profundo de lo que leo, pero este engendro supera en infame al ya de por sí aborrecible Demogorgo, lo que me obliga a no dedicarle casi ningún esfuerzo. La trama es deleznable, mal cuidada y torpe, haciendo que llegar al final del libro se convierta en poco menos que una tortura. No: en un total y absoluto calvario. Parece que lo ha escrito alguien que no sólo no tiene ni idea de cómo escribir un libro con temática de ciencia ficción, sino que incluso dudo de que sepa escribir. Así, tal cual.

Pero si a eso le sumamos la nauseabunda traducción el conjunto se convierte en todo un reto para las tripas y los ojos. Esta traducción, en días actuales, pertenecería al tipo ‘de las de Google translator’ (y puede que incluso esa máquina lo hiciera mejor). Frases deconstruidas (ni me atrevo a decir que están construidas), palabras sin sentido o fuera de lugar, escenas con descripciones aberrantes… Un horror. Supongo que C. Martínez no existe, que será un pseudónimo de alguien que se avergüenza de esa infamia.

Me parece una falta de respeto el que se edite semejante despropósito.

No voy a escribir más. Se lleva un merecidísimo cero patatero.

Adiós.

Balance de lecturas de 2013

Hola, culebras.

De nuevo toca hacer un pequeño balance de las lecturas del año. Este 2013 que acaba de pasar a la historia por desgracia de nuevo la valoración media de las lecturas no ha alcanzado de media un triste 6: se queda en un preocupante 5’11. Y eso con sólo viente libros leídos.

Porque hay que admitirlo: he leído bastante menos páginas que en 2012 (algo que ya sabía debido a que con mi enfermedad se me quitaron las ganas) pero a un ritmo un poco más rápido (22’54 páginas diarias frente a las 21’3 del año anterior, aunque no acabo de comprender cómo hace google docs ese cálculo, la verdad).

Bueno, en definitiva un año no muy acertado, en el que por lo positivo hay que destacar La estación de la calle Perdido de China Miéville, una novela de lo más interesante.

Al final he optado por no incluir en las lecturas las de Bukus y sólo contabilizar las que he realizado de manera del todo voluntaria.

A continuación pongo el enlace a la Excel de Google docs con todos los datos, por si alguien quiere curiosear.

Un saludo.

Kiril Yeskov – El último anillo

Hola, culebras.

Kiril Yeskov - El último anillo

Kiril Yeskov – El último anillo

Por fin, acabé este condenado libro. Así, tal cual: condenado. El último anillo, de Kiril Yeskov, ha supuesto todo un reto para mi aguante. Partiendo de una premisa muy interesante el libro arranca de forma algo irregular: las secciones onanísticas (esas en las que se nota a la milla que el autor está disfrutando narrando trasfondo histórico, y haciéndolo de manera desmedida) se suceden descompensando el ritmo.

El libro empieza más o menos bien (aun con dichos párrafos onanistas), presentando a unos protagonistas inmersos en una de esas situaciones límite que invitan a seguir leyendo. A pesar de las diatribas culturizantes, metidas a piñón en medio del texto, la narración logra mantenerse interesante más o menos unas cien páginas. Tras ello se hunde de manera absoluta en una serie inaguantable de intrigas que quizá gusten a los apasionados den los libros de espías, pero que a mí se me ha convertido en una absoluta pérdida de tiempo, un marear la perdiz para meter un par de cientos de páginas de paja. Tristísimo me parece poco calificativo para esto: algo que bien llevado podría durar una cuarta parte de espacio y quedar bien solventado, Yeskjov lo retuerce en fintas de fintas de fintas de fintas, y así hasta casi el infinito. Para acabar de embarrar el texto va introduciendo más personajes secundarios que no aportan quien dice nada y más párrafos didácticos. Incluso a partir de ese punto el estilo de escritura cambia, empezando a aparecer párrafos casi humorísticos o satíricos, algo que descuadra con lo leído anteriormente. El autor parece perdido no sabiendo si meterse en más embrollos de espías, si describir los entresijos más insustanciales de la sociedad o narrar las aventuras de su abuelo Pavel cuando luchó en el frente alemán. Un despropósito absoluto.

Pero por fin llega un momento en el que el protagonista principal de esa sección media muere: lo celebramos con brindis, aplausos, ovación, cohetes artificiales y no con una orgía porque aquí somos muy tímidos. Tras ello pasamos página y rezamos para que cambie el tono del libro. y en efecto cambia, pero de mano de un descomunal deus ex machina, versión ‘la solución pasa porque, de entre todos los habitantes de esa enorme Tierra Media, resulta que la clave está en las manos del cuñao del protagonista’. Ale, a tomar por culo. Casi doscientas páginas de intrigas y luego resulta que el cuñao de uno de los protagonistas está en el lugar idóneo, en el momento idóneo, en el puesto idóneo y capacitado para la misión de forma casi idónea. Vivan los cuñaos.

Tras esto el continuar leyendo se convierte en un acto de mucha voluntad. Pero mucha. Llegados al final de la novela sin la menor ilusión… para descubrir que el señor Yeskov todavía tenía ganas de soltar más parrafadas pseudo pedagógicas, en las que incluso se hacen referencias nada veladas a la Unión Soviética.

Llegados a la última página del libro, cuando se acaban las palabras, sólo se puede hacer una cosa: dar gracias. Y pensar en el descomunal chasco que ha supuesto esta lectura. Menos mal que lo compré en edición de bolsillo, porque llego a haberme gastado más dinero y me dan ganas de estrangular cierto Luis G. Prado.

Le pongo al libro un dos y me parece quizá demasiado. Novela sólo recomendable para los muy forofos del Señor de los Anillos, y entre esos los que tengan un cerebro muy poco exigente.

Adiós.

Washington Irving – ‘Rip Van Winkle’ (reseña Bukus)

Hola, culebras.

Mientras intento acabar el tocho que más se me está atragantando en años, El último anillo (llevo con él ya mes y medio y todavía no le veo el final, lo que va a suponer sin duda un 1 o un 2 de valoración), sigo leyendo cosicas que me trae la gente de Bukus. En esta ocasión un clásico por antonomasia de la literatura fantástica americana: ‘Rip Van Winkle’, de Washington Irving. Decir que releer ese cuento supone una auténtica delicia, y se lo recomiendo a todos los amantes del género fantástico. A continuación un extracto de la reseña:

El cuento Rip Van Winklees, junto a la La leyenda de Sleepy Hollow y CUENTOS DE ALHAMBRA, una de las más famosas (y populares) creaciones del autor. Se trata de un cuento corto de corte fantástico al tiempo que costumbrista, narrado con frescura y dotado de notable socarronería. Cuenta con singular cercanía y afabilidad la extraña aventura de un habitante de las colonias norteamericanas cuando éstas todavía dependían de Inglaterra.

Como siempre, quien quiera leerla en su totalidad deberá pasarse por la web de Bukus.

Adiós.

Roberto Alhambra – La Niebla que cubre las aguas (reseña Bukus)

Hola, ofidios.

La Niebla que cubre las aguas, de Roberto Alhambra

La Niebla que cubre las aguas, de Roberto Alhambra

Segunda reseña que hago para Bukus, en esta ocasión de un autor español y de un libro de fantasía: La Niebla que cubre las aguas, de Roberto Alhambra.

[…]  Así, un poco más tranquilos, empezamos la lectura. Tras leer la primera página nos queda bastante claro que toda la narración estará a cargo de un narrador en tercera persona, de tipo observador omniscente. Lo que con esas primeras páginas no podríamos adivinar es el por desgracia demasiadas veces torpe espíritu didacta que dicho narrador posee. Más allá de prólogos más o menos insulsos el texto demuestra poseer un cierto nivel de claridad que lo aleja de la nulidad del señor Kuperman. Al menos Alhambra intentaba mostrarnos lo que rodeaba a los personajes, no se limitaba sólo a contar los acontecimientos. Vale, el estilo de esas primeras páginas se nos hacía algo rebuscado, retorcido (incluso arcaico), pero no le dimos demasiada importancia… al principio. […]

Si queréis leerla al completo id a la web de Bukus.

Adiós.