Haca tiempo, no sé si unos meses o más, un amigo me comentó que se estaba poniendo ‘de moda’ hacer reseñas de cinco palabras. Reseñas de libros, de películas, de cualquier cosa que se te ocurriera. No voy a decir que voy a tomar esa costumbre dado que reducir un comentario de una obra a ella lo veo injusta y tendenciosa. Pero sí que voy a ir comentando (a modo de recuerdo para mí mismo) los libros que caen entre mis manos y que disfruto o sufro leyendo.
Así, por riguroso orden, voy a empezar esta sección con el libro que he terminado hace escasos minutos: Michaelmas, de Algis Budrys (Ultramar). De ese autor ya leí antes El laberinto de la Luna, que no me me dejó ningún recuerdo, ni bueno ni malo. De éste, y siguiendo la filosofía esa de las cinco palabras, puedo decir:
Una auténtica perdida de tiempo .
El principal defecto que le veo al libro está en el personaje central. No se debe a su inverosímil como individuo, sino tan absolutamente increíble que en ningún momento de la novela acabas enganchando con él. Ni siquiera con la ayuda de Domino acaba de ser viable. A partir de eso, y que al fin y al cabo se trata de la base se la novela, el intento de llevarnos a lo largo de una conspiración muy en plan guerra fría sólo consigue embrollarnos. El protagonista junto a su ‘calculadora’ es tan listo, tan omnipotente, que resulta anodino. Las páginas se suceden comprobando cómo es de guay el amigo, o su máquina, tan listo que se adelanta a todo y a todos….menos al final, un desbarre sin ton ni son, un deus ex maquina del copón, que sorprende al lector por su arbitrariedad. Pero, claro, al protagonista no: casi se limita a enarcar una ceja nada más. Cosas de ser tan guay.
Aun con todo el libro tiene algo bueno: el adelanto en algo que tan de nuestros días como la red. En la novela, sin llamarlo así, existe una red de comunicaciones global, con sus bases de datos y sus servidores, que bien podría considerarse un esbozo de la actual Internet. Pero es que libro tiene fecha de 1977. El señor Budrys se anticipó varias décadas a la realidad, aunque no puede evitar la tentación de incluir válvulas de vacío, cables (algunos incluso de espiral), cintas de datos, y teléfonos de marcación por rueda. No se puede acertar un 100%.
Para quien se atreva con el libro, ánimo. Para mí ha sido un tiempo perdido. Y todavía tengo pendiente de ese autor Quién. No sé si algún día me atreveré…
PD: Por supuesto, libro leído entero, nada de dejarlo a medias. Eso es de cobardes incapaces de dar una última oportunidad al autor.