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Stephen King – La hierba del diablo

Hola, culebrillas.

Pues va a ser que sí, que me he lanzado de cabeza a leer toda la saga de LTO. Tras la anterior reseña ahora toca ya, por fin, meterse en harina. Ésta es la segunda vez que leo La hierba del diablo, la anterior hace quince años más o menos. Pese a ello el libro se conserva más o menos bien: amarillea un poco pero nada más. Para las lecturas he tirado de mis versiones viejas: carezco de dinero para conseguir las nuevas ediciones, de las cuales sólo poseo Mago y cristal (al no poder encontrar la antigua La bola de cristal me tuve que hacer con esa nueva edición, sí o sí). Sé que entre ambas versiones hay ciertas diferencias, pero según he creído entender no afectan demasiado al desarrollo. Y siempre quedan las páginas en las que se resaltan las modificaciones.

Stephen King - La hierba del diablo

Stephen King – La hierba del diablo

Lo digo, al tema. El primer libro en realidad consta de varios relatos individuales pero continuados. Vamos a ellos.

  1. La cosa empieza con ‘El pistolero’, cuanto crudo y que demuestra el bien partido que puede sacar King a un lenguaje en apariencia (sólo en apariencia) parco. El texto parece toda una lección magistral de cómo la economía de recursos no se contradice con conseguir un ambiente asfixiante. Sin lugar a dudas King cuenta con un el rico imaginario que a lo largo de más de un siglo ha generado el oeste americano: nadie necesita mucha explicación para poder ‘ver’ lo que sucede casi con pelos y señales. Aun así el autor logra retorcer más aun el escenario y crear una suerte de pueblo de pesadilla sobre el que pende la en teoría invisible presencia de Walter. Sobre todo el cuento ronda una mezcla de fatalidad mezclada con lúgubre incomprensión. Nadie acaba de tener claro el porqué de ese destino que les ha tocado vivir o sufrir, y al que se arrojan forzados por poderes que se les escapan. ¿Defectos que le veo? En primer lugar uno que medio se lo perdono: la plaga de adverbios. Entiendo que se trata de un texto medio primerizo, con lo que no voy a fustigar a King con el látigo que él mismo redactó. Luego está el recurso de la historia en la historia en la historia: para un texto tan corto se me hace excesivo. Sé que quiere meter la persona de Brown y su cuervo para acabar con ese remate de intriga acerca de naturaleza de aquel, pero quizá hubiera resultado más eficaz ir insertando en el presente (la chabola en el desierto) con recuerdos del pasado (ir entrelazando lo que sucede en Tull con lo que se encuentra Rolando en el desierto y su habitante, tejiendo el texto de tal manera que el alma del desierto se mezclara con la atmósfera del pueblo) y hacer que la pregunta de ‘¿qué paso?’ desatara el recuerdo de la escena final de Tull. Vamos, yo lo hubiera escrito así; todos sabemos que King Aun con todo me parece una historia entre buena y muy buena, por lo que le pongo un 8. Pd: no, no voy a elogiar la frase inicial, ya que a mí no me acaba de parecer tan genial.
  2. Aunque se vista como un solo relato, ‘La estación de paso’ en realidad consta de dos, ambos casi anecdóticos de no ser porque contribuyen a dar trasfondo para futuras historias. Por un lado está la historia que da nombre al cuento: en ella un Rolando casi vencido por el desierto se encontrará de manera inesperada con compañía. Además, y quizá se trata de lo de verdad interesante de ese cuento, por primera vez aparece de manera clara la existencia de realidades alternativas, concepto que en novelas posteriores adquirirá un peso vital en la saga. La otra historia se limita a dar apuntes de la juventud y adiestramiento de Rolando, profundizando en ese mundo decadente a medio camino entre el lejano oeste y lo medieval. Ambas historias por sí solas carecen casi de interés, a diferencia de la anterior, sólo adquiriendo peso integrándolas en narraciones futuras. Eso hace que se lleven un justito 5.
  3. Al leer ‘El oráculo y las montañas’ uno se da perfecta cuenta de que con este cuento King ya ha trazado un plan de acción y de escritura: nos va a presentar falsas narraciones individuales, historias que sin las que las preceden no podrían vivir solas. ¿Qué opinaría un lector que se encontrara en sus manos este cuento sin haber leído el anterior? Casi con total seguridad no sabría de qué vaina va todo esto. La magia que tenía el primer cuanto ahora ha desaparecido sustituida por un lastre de historias pretéritas. ¿Eso hace que lo contado pierda interés o valor literario? Sí y no. Como fixup me parece más logrado, por ejemplo, Los viajes de Tuf. En la obra de Martin los relatos, si bien entre ellos había relación, se podían leer bastante bien de manera individual y sin poseer el contexto. Sin embargo esto último no sucede con estos dos últimos cuentos de King: necesitan demasiado del anterior para saborearlos. Dado que no soy un experto en este escrito no me atreveré a decir si el editor le publicó los cuentos sabiendo de antemano que pertenecía a un todo inconcluso, si lo hizo sólo por decir ‘yo publico a King’ o si tenía pleno conocimiento de que estaba editando algo incompleto. Pero vayamos al relato. En él King ya nos introduce sin el menor complejo en una nueva mitología. La manera en que describe el pasado de Rolando (por ejemplo ese castillo descomunal pero colapsado), así como el presente que vive, poblado por demonios y lleno de referencias intrigantes y sugerentes, incita al lector a fantasear con lo que se esconde tras el telón del relato. Ya nadie puede hablar de relatos individuales sino una saga: las historias se encadenan sin que nunca se llegue a un final concreto, convirtiéndose en episodios de algo a todas luces mucho más largo. Al contrario que en el anterior cuento en éste no hay una dicotomía entre lo narrado del pasado y el presente de Rolando, lo que hace que el texto funcione mucho mejor. Como se podría esperar el cuento mantiene los mismos defectos formales que sus antecesores, algo que sólo me explico con una urgencia por acabar de entregarlos y ver concluida esta primera entrega de la saga. En definitiva, la narración mejora (al menos en lo relativo al fondo) por lo que el cuento se lleva un 7.
  4. El desenlacen del anterior relato supone un gancho absoluto. Nadie que lea ese cuento se puede quedar tal cual: o no lee su continuación, este ‘Los mutantes lentos’ (lo que significa que la obra, su mitología y sus escenarios no le han enganchado nada), o la lee con auténtica avidez, sorprendido por ese diálogo e invitación finales. Con ‘Los mutantes lentos’ regresamos a las dicotomías, de nuevo alternando el momento actual de Rolando y Jake con el pasado del pistolero. Pero si en ‘La estación de paso’ las dos historias no acababan de cuajar en este cuento cada cual, con su ritmo propio, triunfan. Por un momento nos olvidamos de los pasajes sugerentes y medio mitológicos para adentrarnos en la realidad oscura del presente y la cruel y bárbara (dentro de su ‘civilización’) de pasado. Las dos incitan a leer sin parar, las dos enganchan y muestran aspectos interesantes del pistolero (su cruda y despiadada inteligencia, junto a su mal llevada –por no decir sufrida– capacidad de jugar con las personas). Dos en uno que encajan a la perfección, y que hacen que el cuento se lleve un 8.
  5. Con ‘El pistolero y el hombre de negro’ regresamos de nuevo al aspecto mitológico. El cuento tiene bastante de onanista, de ‘escribo todo esto porque me pone, y me pone mucho’. De hecho la parte final del epílogo que sigue al cuento parece una especie de justificación al mismo: hay todavía demasiado que contar que ni siquiera el autor sabe a ciencia cierta lo que es… pero mientras llega todo ese conocimiento se ha hecho una pajilla con el diálogo entre el hombre de negro y pistolero. Vamos, que casi se podría decir que –salvando las distancias– este cuento es un esbozo de un suerte de Silmarillion de Stephen King. Como apunte/boceto/pajuela se merece un 6. Está bien, pero se hubiera merecido más páginas, más desarrollo. Pero las pajas tiene eso, brevedad y demasiados ‘jugos brutos’.

Haciendo un poco de mates este libro se lleva al final un digno 6’8. Una pena que el estilo deje algo que desear, sobre todo debido a que King demuestra ser uno de esos de ‘consejos vendo, pero para mí no tengo’.

Si por aquí hay algún experto en King: ¿por qué la fijación con Hey Jude? Aparece tanto en ‘Las hermanitas’ como en ‘Los mutantes lentos’. ¿Le gusta mucho ese tema o tiene algún significado en la saga que por ahora se me escapa? Por otro lado me jode haber leído hace mucho Salem’s Lot y El resplandor como para no recordar la relación con Jake y Rolando. Quizá algún día los relea.

Pero hablando de relecturas, ésta ya está: tras quince años vuelvo a cerrar el primer tomo. Ahora a por el segundo. Y esta vez con la certeza de que acabaré la saga, más que nada porque ahora sí hay final y lo tengo en mi estantería.

Adiós.

Stephen King – Las hermanitas de Eluria

Hola, ofidios.

Tras la anterior lectura ya dije que me quedó un muy mal sabor de boca. En efecto, Todo oscuro, sin estrellas muestra al peor King que he leído en mi vida, y eso que ya me he topado varias veces con textos suyos que me han hecho decir eso tan Poético de ‘nunca más’. Pero siempre regreso al de Maine. Sin embargo esta vez el mal sabor de boca ha sido tan intenso, tan ‘a negro mal pagado’, que necesito volver a saborear un buen King.

Por desgracia sólo tengo pendiente de leer la saga de La Torre Oscura, y se supone que esa serie sólo la iba a empezar una vez acabara de leerme de un tirón todo Canción de Hielo y Fuego. Pero, como ya dije en el anterior comentario, si debo esperar a que el señor Martin acabe CdHyF me da que voy a criar muchas canas más. Así que saltándome esa regla que llevo siguiendo años he empezado con LTO.

¿Por dónde empezar? Pues por el lugar más lógico: lo primero. Por desgracia eso suponía conseguir cierto texto que llevaba años esquivándome: por ningún lugar he visto una edición de Todo es eventual. Así que, lo admito, me ha tocado tirar de internet. Y ahí, cómo no, ha aparecido.

La primera etapa en el camino a LTO lleva por título Las hermanitas de Eluria. Se trata de un relato, no una novela, pero aun así se va a merecer una crítica individual, por eso de no empezar a mezclar churras con merinas.

En lo relativo al estilo del cuento mejora de manera ostensible con respecto a Todo oscuro, si bien de nuevo me encuentro con un a veces preocupante exceso de adverbios. Qué pesado, dirá alguno; pero si me muestro insistente en ese detalle no se debe a más que a las propias palabras de King: el camino hacia el infierno está plagado de adverbios. Se refiere en especial a los mentales, los que acaban en –mente. Pues bien, como he dicho en este relato los hay, e incluso encadenados. ¿Estamos ante un ejemplo de ‘no predicar con el ejemplo’? ¿O se trata de una traición de un traductor traidor? ¿Hay tanto –ly en el original como –mente en mi texto? Como no dispongo de la versión original (ni ganas de buscarlo, que al menos el texto no se hace tan infumable como otros) no voy a entrar en más asuntos de forma, o al menos no incidir en ese aspecto concreto.

Más allá de las mentes uno encuentra un texto mucho más ágil que los de Todo oscuro (quiero que se entienda que yo soy el primero que admite que le gustan los textos envolventes, densos y atmosféricos, pero que digan algo), que avanza a base de pinceladas justas y concisas. Apenas se dan detalles, pero los pocos que muestra sirven del todo para ambientar lo que uno lee. Efectividad unida a economía de recursos: la esencia de un relato.

En cuanto al fondo creo que nos encontramos con una buena introducción a ese mundo desplazado de LTO. Y digo creo porque en mi caso, tras haberme leído los primeros tres libros, además de El talismán (lectura juvenil que me absorbió, y que según leo los comentarios disfruté de él en el momento justo, cuando todavía no tenía criterio 😛 ) y Casa negra, ya sé de qué va la vaina. ¿Qué sensaciones obtendría un lector neófito? Sin lugar a dudas desconcierto: a uno que no sepa dónde se mete mezclar en una misma historia vaqueros, mutantes y vampiros debe dejarle bastante descolocado. Pero aun así creo que se entiende bien que ‘algo ha cambiado’ en ese mundo. Más aun, la lectura (al menos en mi caso) obliga a saber más, a conocer qué ha sucedido para que surjan todas esas aberraciones. No voy a contar nada de la historia en sí dado que el menor detalle, para algo tan corto, ya podría suponer reventarla.

En definitiva, un correcto relato introductorio que se merece un 7.

Un saludo.

Stephen King – Todo oscuro, sin estrellas

Hola, ofidios.

Hace mucho que agarraba un King y tras la última lectura, toda una obra de terror, necesitaba otra. Lo que se dice, una clavo saca a otro clavo. Tenía este libro de relatos en la pila desde hacía unos años y me ha parecido una buena manera de cambiar de aires. Al fin y al cabo, incluso con sus defectos (que los tiene), King no suele dejar mal sabor de boca.

O eso debería suceder. Porque esta recopilación tiene luces, pero también sombras. Y muy densas, como la noche a la que hace referencia el título.

Veamos lo que ha deparado Todo oscuro, sin estrellas.

Stephen King - Todo oscuro, sin estrellas

Stephen King – Todo oscuro, sin estrellas

No me voy a andar con ambages. Al poco de empezar a leer ‘1922’ uno empieza a adivinar el tufillo a ‘El corazón delator’. ¿Hay a estas alturas alguien que no conozca ese magistral relato de Poe? Para los que levanten la mano: la puesta está por ahí. No regresen hasta enmendar ese pecado capital. A lo que iba: ‘1922’. Si algo hay que destacar de este relato sin duda alguna eso es la ‘mano de King’. Su manera de escribir tan directa y llana, pero al mismo tiempo detallista le permite a uno meterse en la historia y vivirla paso a paso. La naturalidad con la que introduce detalles y trasfondo hace que uno se sumerja en esa América rural pre depresión sin el menor problema y, aunque lo conozca a fondo puede participar de la vida de su protagonista. ¿Qué el estilo resulta tosco y vulgar? Se supone que lo escribe un granjero en primera persona, así que no se le puede exigir el estilo de un literato. Y sé que ese truco lo he puesto a parir varias veces en referencia a esa nueva hornada de seudoescritores Z. Pero entre King y ellos hay una diferencia muy grande: lo que he descrito unas frases antes, la capacidad de cautivar con las palabras. Pero como decía, el relato (más allá de ‘la mano de King’) poco aporta a su bibliografía. Unas pocas escenas ‘espectrales’ bastante manidas y una tensión que no acaba de cuajar. Al menos en lo relativo al aspecto fantasioso del cuento; la vertiente realista se hace mucho más interesante haciendo casi innecesario lo fantasioso. Y aquí volvemos a ‘El corazón delator’. Poe no necesitó de ratas ni similar para crear esa sensación que Wilf describe a lo largo de las páginas de ‘1922’. Y Poe lo hace en mucho menos espacio y de una manera más efectiva. En definitiva, relato de relleno de King, y que se lleva un 6 más que nada por el retrato de una sociedad y momento histórico.

Si el anterior cuento se libró de ningún tipo de paliza en cuanto a estilo debido a que estaba narrado en primera persona, no sucede lo mismo con ‘Camionero grande’. Aquí King no se puede escudar en el que ‘lo que lees es lo que dice el protagonista’. No, aquí existe la figura de un narrador omnisciente, una tercera persona que nos describe lo que pasa. Pero lo hace de una forma poco menos que vergonzosa. Me dicen que este texto no proviene de la mano de King y no lo dudo ni un segundo. De hecho ni siquiera un milisegundo. Horrible me parece que se queda corto. Ya de entrada decir que abusa, sobreabusa e incluso vomita adverbios modales. Sí, se supone que este cuento proviene de ese hombre que dijo eso de que ‘el camino al infierno está enlosado de adverbios’. Pues bien, aquí no sólo pavimenta el suelo con ellos sino que con ellos crea un túnel grisáceo e interminable de –mentes. Por no hablar del abuso de los verbos comodín. Hay secciones que parecen un campo minado: ‘seres’ por todas partes. HORRIBLE. En serio, vergonzoso. A eso se añade que algunos párrafos posean tan torpeza narrativa que me hace pensar en la mano de un negro, no en la de King, como autora de esto. Lo de ‘mostrar, no contar’ parece que lo olvida. Terrible. Pero el problema no se limita a la forma. Durante un primera parte del cuanto dije ‘vale, ¿y ahora?’, para de seguido pensar ‘porque no va a ocurrir esto, ¿verdad? ¿Verdad?’. Y va y sucede. De cabo a rabo. Como en un cuento de misterio tan malo que ni hay misterio ni nada. Juntando todos estos detalles llega un momento de la lectura en la que, por eso de no tirar el cuento a la basura uno pone el piloto automático y deja de ‘saborear’ el texto, limitándose a seguir leyendo hasta que llegas a la última página. Una vez acabado de leer sin poderme creer que este cuento haya salido de una pluma tan laureada (y valorada por mí mismo). Tampoco me trago que lo escribiera por necesidad de dinero. Se trata de un texto descuidado, apresurado y sin la menor corrección de estilo, poco menos que un insulto a la figura y arte de King. Le pongo un 3 por ponerle algo, pero dado el nombre que lo firma se merecería mucho menos.

El nivel no se recupera mucho tras leer ‘Una extensión justa’. Decir que se trata de un relato mefistofélico supondría regalarle al cuento un remate que de verdad no posee. En el texto tenemos de nuevo un ejemplo de cómo alguien con gran oficio (capaz de acercarnos al protagonista y sus miserias de una manera eficaz) puede demostrar una dejadez poco menos que vergonzosa. Tras un inicio decente, que no bueno, el cuento se va desinflando y desinflando hacia algo que se supone se debe llamar final. Y lo describo así, ‘se supone’, porque a mí se me ha hecho del todo flojo y vacío. Tras una serie de anécdotas que describen la desgracia de uno de los personajes el relato se limita a acabar. Ni giro, ni golpe de mano final. Nada de nada. Ale, al siguiente cuento, y punto. La leche, me ha parecido la leche. Una nueva muestra de que una vez que tienes incluso los garabatos inconclusos en papel higiénico tienen salida editorial. Este relato se lleva otro 3. Y de nuevo embarra el nombre de King.

El último relato, ‘Un buen matrimonio’, no desentona con los demás. Juega mucho con la psicología de la protagonista, tejiendo muy bien tanto su entorno como lo que supone su descubrimiento. Pero de nuevo tenemos una resolución demasiado simplona, que en ningún caso sorprende. Leyéndolo me ha dado la impresión de estar leyendo una versión novelada de un telefilme de los de después del telediario del mediodía. Vamos, algo muy distante al King famoso. Además de nuevo hay párrafos torpes, auténticos caminos enlosados con esas baldosas que dirigen al infierno. Como telefilme se llevaría un justito 5, más que nada por la manera efectiva de tejer el ambiente, de hacer creíbles y reales los personajes; pero al tratarse de algo surgido de King sólo se merece un 4… y nunca olvidar que incluso los mejores cometen borrones.

Un pequeño apunte más. Curiosa la manera de presentar la mujer en los dos primeros relatos: hay un puñado de frases en las que se dice, más o menos, que las mujeres casadas están para acatar todo lo que dice el marido o, en caso de no hacerlo, para recibir una merecida –y ‘justificada’– paliza. Entiendo de sobra que esas frases forman parte de la representación de una ‘mentalidad’ de parte de la población americana (ni me ofenden, ni me escandalizan ni nada similar), pero se me hace curioso ver cómo en estos cuentos se han juntado citas a esa ‘mentalidad’.

Como media de la recopilación me sale un muy triste 4. Parece mentira que pertenezca a un libro de relatos de uno de mis autores más admirados. Pero lo que he dicho unos párrafos más arriba: no siempre se puede mantener el nivel. Aquí Stephen King sin lugar a dudas suspende. Más aun, incumple sus propios consejos y normas. Una pena, de verdad, pero no por mí: me parecería muy triste que un lector que nunca hubiera leído a King le descubriera con estos cuentos. Se llevaría una impresión errónea del autor que, si no recuerdo mal, descubrí cuando salió en España la primera edición de It, libro que me absorbió y tuve que leer de cabo a rabo de una manera casi obsesa; un autor que, salvando los finales (ese amor/odio que siento por él se debe en parte a su reiterada incapacidad de rematar bien las obras), siempre deja un buen sabor de boca.

Creo que necesito leer más de él para quitarme este mal sabor de boca. Por desgracia ‘sólo’ tengo en la pila la saga de la Torre Oscura, y me prometí no empezar ese tipo de sagas hasta que me leyera de un tirón todos los de Canción de Hielo y Fuego… una vez que Martin los acabara. Dado que eso puede que quede muy lejos (espera a ver si no la palma antes), creo que ponerme con la saga de King no supondrá mucho problema. Ya veré lo que hago.

Adiós.

AA. VV. – Historias del dragón

Hola, ofidios.

No tengo ni idea de cómo llegó a mis estanterías este libro, pero sin duda no me lo compré. ¿Un regalo de alguien? Pues no lo sé, la verdad. Pero la cosa es que lo he agarrado.

Al parecer, si no me engaña eso del #FFF, se trata de una edición para el Festival Fantástico de Fuenlabrada.

Aclaración: sí, leyendo la nota final del libro me queda claro que es para ese festival, y entiendo que en su edición de 2013.

El relato ultracorto, microcuento, nanocuento o como que quiera decir es un estilo que, salvo para concursos (por eso de que se leen muy rápido, lo que facilita la selección de textos), en España casi ni existe. Si el cuento está desprestigiado frente a la novela, lo de estos apuntes narrativos ya roza lo subterráneo, quedando para fanzines y similar. Y pensar que uno de los grandes del microcuento se estudia (o se estudiaba en mis tiempos) en el instituto: las greguerías de Ramón Gómez de la Serna no dejan de ser microhistorias de brevedad extrema. Este tipo de textos no dejan de poseer cierto parecido a otras microcreaciones que si no me equivoco en España todavía apenas se conocen: los haikus.

Como el intento de escritor que fui hace tiempo yo mismo he practicado todo eso, tanto la greguería como el microcuento y el haiku. Quizá con esa experiencia de que sé lo que supone esto de la microcreación (lograr que en un espacio ínfimo lograr no sólo enganchar al lector, sino llevarle por un camino concreto para, llegados a final, desconcertarle) he leído con mirada en especial crítica los cuentos de Historias del dragón.

AA.VV. - Historias del dragón

AA.VV. – Historias del dragón

Que la compilación esté presentada por Carlos Sisi se ajusta a un intento de darle tirón comercial al producto. Algo que en mi caso, y en aras de lo único que he leído de ese autor, poco éxito tiene. No voy a hacer que esa presentación lastre el contenido. Al fin y al cabo los 109 textos recopilados puede que tengan poco o nada que ver con Sisi.

Lo dicho, he leído los 109 textos con el ojo crítico del que se ha peleado (lápiz y papel en blanco) con este estilo de creación. Al empezar me puse una cifra como umbral de valoración: que un 10% del contenido tenga una calidad media–alta. Eso deja un 90% de falta de originalidad, mediocridad y morralla, siempre desde mi punto de vista.

No voy a hablar de lo malo: entre los nombres presentes en la compilación sin duda hay mucho aficionado o principiante. Ellos tienen por delante todo el tiempo del mundo para mejorar y madurar. Les animo a perseverar.

Pero debo resaltar los textos que a mi gusto más me han llamado la atención.

  1. ‘Inocencia’, de Joe Álamo, encaja poco más o menos en mi idea de lo que debe tener un microcuento standard: visual, directo, introduciendo al lector en una escena concreta con agilidad pero sin caer en lo simplón, y con un final que rompe la línea del cuerpo del texto.
  2. Con ‘Pléyone y Atlante’, de Helen C. Rogue, me da la impresión de que algo se me escapa. He tenido que navegar para descubrir la historia de los protagonistas. Me gusta eso de que se usen palabras o conceptos que con su mera mención ya aporten toda una historia. Aunque luego la mención final a la guerra en el Olimpo me descuadre. Y sin embargo me deja buen sabor de boca.
  3. ‘La niña perdida’, de Francisco García Jiménez, cuento dotado de un toque surrealista (en el sentido de lo macabro) que me ha gustado.
  4. ‘El extranjero’ (Daniel Garrido Castro) aparte de bien escrito posee un mensaje potente.
  5. ‘El milagro’ de Patricia Mejías, aunque entra un poco en el tópico tiene una idea e imagen de base potentes.
  6. Debo reconocer que me ha hecho gracia ‘Hombre y máquina’ (Salvattore Mon): tan humano como ridículo y real.
  7. Sabes que estás entrando en un juego del engaño, pero aun así sigues. Bien. Hablo de ‘La primera vez’, de Montse N. Ríos.
  8. De ‘La grieta’ (de Sergio Pérez-Corvo🙂 debo decir que siento cierta afinidad hacia él dado que relato posee un estilo muy similar al que yo usaba.
  9. ‘El último caminante’, de Aitziber Saldias, con una mejor redacción–puntuación (el texto más repartido en párrafos, por ejemplo) entraría entre los mejores del libro. Bueno, de hecho al aparecer en esta lista ya está entre ellos.
  10. Respecto a ‘Guerrero de Marte’, de Ramón Dan Miguel Coca, sólo puedo decir que esa tontería (por inocente y juvenil) me ha hecho mucha gracia, lo que ya es mucho.
  11. Acabamos con ‘Reloj, tiempo y olvido’, de Valjean, un cuento que demuestra que un simple y buen diálogo lo puede decir todo.

Un par de cosillas más. Los relatos ‘Caernhenn’ (Víctor Conde) y ‘Victoria contra los desahucios’ (J. J. Castillo) puede que tengan algo similar a ‘Pléyone y Atlante’, que jueguen con referencias concretas. Pero si existen no he sabido/podido encontrarlas, lo que los convierte en fallidos. Pero ojo, que es muy probable que el fallo esté en mí, por ciego y torpe.

De las ilustraciones me han gustado ’Contigo y los otros’ de Sebastián Cabrol (muy a lo Cosa del Pantano, con un aire muy profesional), ‘La mala mujer’ de Guiomar González (infantil pero potente), ‘Ventanas de la percepción’ de Marlene Llanes (con ese ligero toque Escher), ‘Noche lluviosa’ de Hugo Salais (quizá la culpa la tiene esa escolopendra que no lo es, pero algo me obliga a mirar el dibujo de vez en cuando) y ‘–¿Qué hacen? / –Me están mirando’ de Soraya Santamaría (todo un nanocuento en sí mismo. Perfecto).

Haciendo un poco de estadísticas, si yo esperaba encontrarme un 10% de relatos satisfactorios (unos 11, redondeando al alza) el número final asciende a ¡once! Eso hace un porcentaje de un 100% sobre el mínimo esperado. Mis felicitaciones a los nombrados y ánimo a los no nombrados (entre los que se encuentran varios nombres famosos, demostrando que esa fama no va acompañada siempre de buenos textos), a seguirlo intentando.

Un saludo.

AA.VV – Alucinadas

Hola, ofidios.

Toca de nuevo leer un libro de relatos. No recuerdo bien cómo llegó a mis ‘manos digitales’ este volumen, pero me suena que fue a raíz de eso llamado ahora como pago social: publicar un tweet o entrada en caralibro para conseguir el acceso a descargártelo. Me parece una manera oportuna de difundir una obra, sobre todo en tiempos de crisis como los actuales. Espero que las autoras reciban algún pago en forma de contratos con editoriales tras esta compilación.

Autoras. Sí, en femenino y plural. Esta obra trata de aunar a mujeres que escriben CiFi. En la introducción se habla del predominio masculino en este género (bueno, dicen que salvo en el romántico el macho predomina sobre la hembra en todos los campos de la literatura), y que por eso hay que potenciar la obra escrita ‘por ellas’. Lo que algunos llaman discriminación positiva. ¿Esto es útil, oportuno o acertado? No sé qué decir, más que nada porque jamás me he acercado a un libro pensando en si lo ha escrito un macho o una hembra de humano: sólo me atrae la temática. Así me he leído obras escritas por mano femenina que me han encantado, otras que me han dejado más o menos indiferente (la trilogía de la xeogénesis) y otras que no me han gustado nada (El hombre hembra). Y para ello no ha tenido nada que ver el sexo. Vamos, que una obra (y su autor o autora) se defiende por su contenido, no por los genitales de quien la escriba.

Se acabó mi paranoia igualitaria y que no va a ningún lado. Al tajo. A ver cómo de Alucinadas están las damas.

Tras dos introducciones demasiado similares, y una de ellas con una excesiva influencia de Barceló, al fin entramos en harina.

AA.VV. - Alucinadas

AA.VV. – Alucinadas

  1. A ver, se supone que el relato ‘La Terpsícore’ (Teresa P. Mira de Echeverria) entra dentro de la CiFi, en concreto de la temática cuántica. Pero es que yo no le he visto CiFi casi por ningún lado, y sí que he visto mucha fantasía. Pero fantasía en plan homenaje/inspiración/¿plagio? Quien haya leído Marinero de los mares del destino empezará a ver las relaciones más que claras:
    • La nave que surca espacios/mares de una manera anómala.
    • El capitán que nunca sale de ella.
    • Que en el buque se junten distintas versiones de una misma persona.
    • Que una de ellas tenga una joya en la cabeza, con un ojo que no es suyo (ya sólo faltaba una mano mágica).
    • Que se fusionen los cuerpos de unos cuantos de los marineros.
    • La presencia de una entidad medio robótica como elemento unificador (ya de misión o como enemigo).

¿Más coincidencias? No las veo, pero me parecen bastantes como para ver muy clara la influencia de Moorcock en este relato. Eso en lo relativo al fondo; la forma no disgusta, a pesar de algún que otro giro argentino. He encontrado unos pocos defectos (a mi entender) de puntuación pero nada clamoroso. En definitiva, el cuento no me ha disgustado pero tampoco me ha llamado la atención. Quizá porque la sombra de la obra del inglés es demasiado alargada y prefiero el original a la obra derivada. Le pongo un 6.

  1. La cosa sigue con ‘La plaga’. Leyendo este relato de Felicidad Martínez no pude evitar recordar el Aliens de Cameron. El planteamiento inicial es poco menos que calcado, Vásquez incluida. Sí, luego la narración se aleja de la típica historia de misión de limpieza para adentrarse en un asunto más ecologista (con alguna que otra deducción del nivel de Perogrullo pintada como ‘gran descubrimiento’), pero esa primera impresión no me acabó de abandonar. Al final se queda en simple historia entretenidilla, que se merece un correcto 6.
  2. Cuando leí le título de ‘La tormenta’ (Laura Ponce) no pude por menos que pensar en la obra casi homónima de Chespir. Pero no, me da que no tiene nada que ver. La tormenta de la que este cuento habla sirve de aglutinante de personajes, al mismo tiempo que detona los acontecimientos. Que el final resulte previsible no hace que el cuento pierda interés, sobre todo por la manera lenta con la que se narra. Bien. Le pongo un 7 que hubiera llegado a un 8 si, por ejemplo, se hubiera desarrollado mejor el planeta y su ecología (que en un día se produzca esa explosión de vida supera con creces mi suspensión de la incredulidad).
  3. En ‘El método Schiwoll’ de Yolanda Espiñeira hay demasiadas incongruencias. Hablan de lo galáctico cuando casi parece que se refiere al barrio (o grupo local), las catástrofes del planeta parecen demasiado exageradas, sacadas de peli de serie B y decorados de cartón piedra, la manera en que se llega al ¿desenlace? me da la impresión de que la autora no ha sabido salir del entuerto en el que se ha metido. Aunque me da la impresión de que algo se me escapa: la referencia a la hipercalemia me sugiere que hay un posible nivel técnico que ignoro, o que no he sabido leer. Aun así me fastidia pero debo otorgarle un triste 3, sin tigre ni trigal.
  4. Leyendo ‘Casas Rojas’ de Nieves Delgado no he podido evitar pensar en Priss. Sí, Priss, mi replicante favorita (me da que no soy el único que tuvo fantasías con ella). Y es que este cuento juega con eso que ni Dick ni Ridley Scott se atrevieron a meter en sus respectivas obras: la sexualidad de los replicantes. Aquí ese aspecto de la naturaleza humana se convierte en la base del cuento. ¿Sueñan los androides con follarse a humanos? En respuesta la a esa pregunta está la clave del cuento, que me parece bastante interesante. Un 7.
  5. Los ‘Mares que cambian’ de Lola Robles seguro que habrán cambiado mucho, pero a mí me han dejado frío, muy frío. El tema del que trata, el cambio de sexo como fundamento de un sociedad, no me atrae lo más mínimo. De hecho me parece artificioso y rebuscado. Por eso mismo al relato debo ponerle un suspenso, un 4, pero dejando bien claro que sólo porque la temática no me gusta. Supongo que a los que les guste Playa de acero (la tengo en la pila y me sigue dando bastante repelús) o Venus mas X (no sé si hablar de Limbo, porque aunque no habla de sexualidad sí que creo que puede tener algo que ver con ese tipo de exquisiteces filosóficas y medio morfológicas) sepan disfrutar de este relato.
  6. Bueno, bueno, bueno… Y llegamos a ‘Techt’ de Sofía Rhei. Por una vez y me voy a adelantar dando la nota al texto antes de hablar de él: un 9. Sí, un sobresaliente. A medida que iba leyendo este cuento notaba cómo me iba agradando más y más. Llegados a mitad del mismo ya sabía que le iba a otorgar un 7, pero con el último tercio tuve que rendirme ante la autora y la historia que narra, hasta el punto de verme obligado a dar este infrecuente (dentro de mi catálogo de críticas) nueve. El relato me parecido un delicia. ¿Por qué? De entrada posee un fondo de ciencia ficción elaborada: sólo hay que ver el cuadro de caracteres y cómo lo trata de explicar y defender. Ante ese esfuerzo, sincero y con ideas, sus errores quedan reducidos a algo incidental: ¿a quién le importa que ‘vida+a+p’ resulte que por narices tenga que ser ‘perro’ y no ‘pulpo’ ‘periquito’, ‘pulga’ o ‘pato’? ¿De verdad se va a fijar uno en que el número de siete pulsaciones esté falseado porque de verdad las pulsaciones simultáneas son múltiples, no una sola? A mí me da igual: el sólo esfuerzo de elaborar ese lenguaje ya me parece digno de loa. Pero es que el cuento no se limita a eso. El verdadero trasfondo de la historia radica en un enfrentamiento cultural muy de nuestros días: la neolengua surgida a partir de los SMSs (una degradación idiomática fomentada tanto los sistemas de comunicación actuales como por la educación paupérrima) frente a alguien culto y que ama y respeta su idioma. Todo padre con un mínimo de habilidad de redacción se ha enfrentado a las aberraciones que su hijo (y su camarilla) escribe en whatsapp, caralibro, twitter y demás. Ese padre ha tenido que ver, para su horror, como tales aberraciones no sólo las consideran aceptables, sino que reinciden en ellas dándolas un aire de corrección. En mi casa se ha vivido eso, el ‘pero se me entiende, ¿no?’ frente al ‘una mala redacción depaupera a quien la usa, dando una imagen de persona analfabeta, cuando no bestial’. Supongo que este cuento me ha afectado mucho más que a otro lector: me considero un amante del lenguaje y me duele muchísimo comprobar cómo éste degenera poco a poco. ¿Llegará a haber algún día algo similar a lo narrado en el cuento? Espero no vivirlo, la verdad: me convertiría en un Ludwig amargado y anacrónico. Pero volvamos al cuento. El texto juega con el lenguaje y traza en torno a él toda una historia, tanto personal como sociopolítica, y con drama incluido. Lo hace de una manera no sólo correcta, sino bien narrada. Tanto que hasta ahora es la única autora a la que no remitiría (en una manera u otra) a mis reglas de escritura. En definitiva, leer ‘Techt’ me ha supuesto una c completa delicia. El texto justifica por completo la compilación, y de nuevo demuestra de que los gustos y los colores van por barrios: yo, a falta de leer los cuatro relatos restantes, hubiera nombrado a este cuento cómo ganador indiscutible del concurso. Así que insisto: un nueve y mi más sincera felicitación a la señora Rhei. Me postro a sus pies, señora.
  7. El inicio de ‘Bienvenidos a Croatoan’ (Layla Martínez) promete algo que luego o yo soy muy necio (posibilidad que nunca voy a negar del todo) y no lo veo o poco tiene que ver con el cuento. El relato juega con una especie de viajes en el tiempo bastante sui géneris: se consigue mediante drogas que inhiben la función de colapso de la mente humana (para leer acerca de algo similar consultar Cuarentena, de Greg Egan. Esa novela también se desarrolla en torno a la idea de un universo cuántico en el que el observador colapsa las posibilidades). Los viajes en el tiempo, por llamarlos de alguna manera, que se describen en el cuento tiene más experiencia química que de otra cosa. O al menos así los describe al principio… porque luego la autora se da patadas a sí misma (y a su argumento) y convierte los viajes en algo físico. Y llegados a ese punto, una incongruencia enorme creada por la propia autora, se me quitaron las ganas de leer más. Si ni siquiera es capaz de hacer coherente su propio universo, sus propias premisas, ¿qué interés tiene el cuento? Un suspenso, un simple 4.
  8. De nuevo me siento en cierta medida desconcertado (o engañado) con el relato ‘Black Isle’ de Marian Womack. Me ha dejado descolocado esa referencia descarada al Drácula de Stoker: que me digan que no pintan a todo un sosias de Renfield. Tras descubrir ese relato uno se podía esperar que la narración, hasta entonces que entra dentro de la cifi ecológica clásica, diera un giro hacia el horror. Y me refiero a un giro con lógica y argumento. Sin embargo la historia avanza manteniéndose en ese campo ecologista: el síndrome que afecta a las especies recreadas. Y en eso sigue, y sigue… hasta que de repente la autora parece que se da cuenta de que va a llegar al límite de palabras del concurso y corta por lo sano, deja intuir algo que se sale de lo hasta ahora mostrado. Y punto. Olé tus huevos, que se diría. Con ello me ha dejado cara de pasmo (no por la calidad, precisamente, sino por la ligereza con la que se desentiende de lo narrado) y hace que la aparición de esa especie de Renfield quede reducida a un recuerdo mal hadado. En otras palabras, o de nuevo estoy espeso y negado (ya empiezo a creer que sí) o esto roza la estafa. Un tres. Lo siento pero un tres.
  9. Admito en público que no me apasiona el deporte. Pero nada de nada. Supongo que eso, una cuestión personal, hizo que no acabara de enganchar con ‘Memoria de equipo’ de Carme Torras. No acabé de verle el sentido a lo de montar un partido virtual para tratar de descubrir a un asesino. Tampoco pude comprender el marco legal de esos EE.UU. que permite semejante artificio, ni la estrategia de los protagonistas de serializar la investigación en modo blog y con crowdfounding final incluido. Por no hablar de lo de los avatares del público, con el supuesto descubrimiento entre ellos del promotor (uno que en la escena final… pero mejor me callo. Sólo diré que hay otra incongruencia más). En definitiva, creo que la autora ha querido mezclar su pasión por el baloncesto con cosas ‘nuevas’ como el crowdfounding para crear un relato de intriga. Por desgracia no ha sabido desarrollar el entorno de forma lo suficiente credibilidad como para que la historia funcione. No hace falta que me describa de pe a pa el sistema penal de ese mundo, pero cuando la historia se basa en algo tan peregrino (y distinto de lo que conocemos) necesito más datos para que creérmelo. Vamos, que tengo amplias tragaderas, pero no infinitas. Le pongo un 4 al cuento.
  10. El libro acaba con ‘A la luz de la casta luna electrónica’ de Angélica Gorodischer. Si no me equivoco de la señora he leído poco o nada. La ‘conozco de toda la vida’, al menos su nombre como autora. Incluso juraría que tengo/tuve por algún lado Bajo las jubeas en flor. Pero no, no lo he leído. Ni ese ni nada más de Gorodischer. Y mucho me temo que tras este ‘A la luz de la casta luna electrónica’ la cosa no ha cambiado: me ha sido imposible acabar el cuento. De entrada me encontré con algo que al menos para mí supone una barrera: el idioma demasiado localizado. El cuento no está escrito en español, sino más bien en argentino. A ver, digo por delante que se trata de un prejuicio personal. No lo considero un defecto per se (la autora, si a ella le apetece, usa el lenguaje de la manera que a ella se le hace natural y cotidiano), sino que a mí (como lector español) no me agrada. Tras unas cuantas páginas de lectura me encontré acudiendo al diccionario en demasiadas ocasiones, y sólo para saber qué significaba determinado localismo. Y eso cuando venía en el diccionario. Pero el tema del lenguaje no supuso el auténtico problema. La cosa empezó a ir mal de verdad al descubrir la manera en que se trataba a los planetas. El cuento usa ese estilo despreocupado y cómodo –y que detesto– según el cual un planeta (con toda su extensión, su población, orografía y sistemas político, social, cultural) es poco menos que un pueblo: el alcalde, el jefe de policía, el cura y el maestro. Algo tan grande como un planeta, con su inevitable riqueza y variedad cultural, por muy globalizado/galaxizado que esté, no lo puedes tratar como Villaabajo, como algo plano, uniforme y maniqueo. Pero ese defecto está muy difundido y para mí, aunque ya me permite clasificar al autor, no supone una traba fatal para la lectura del texto. Otra cosa es que la temática y la manera de abordarla no se me hagan nada interesantes. Y en eso sí que cae de lleno el cuento: encajaría más o menos en lo cómico o picaresco, géneros que jamás me han gustado. Las páginas se sucedieron como los días de una condena, hasta que de repente me di cuenta de que se me hacía más interesante la bufonada de ‘Quien quiere casarse con mi hijo’ que este ‘A la luz de la casta luna electrónica’. Así que llegó un momento que mandé a Trafalgar a paseo, cerré el libro y di por acabada la lectura. Como no lo he acabado no le voy a poner ni nota, y tampoco va a afectar a la media. Pero si encuentro alguna vez entra la Pila algo de Gorodischer no creo que lo agarre con muchas ganas.

Concluyendo, el libro empieza regulín pero toma velocidad y adquiere calidad. La explosión de fuegos artificiales que supone ‘Techt’ le hace a uno sonreír, alegrarse por el tiempo de lectura invertido, desear más. Desde aquí mi felicitación en especial a Sofía Rhei, y en parte a las editoras al permitirme descubrir a esa autora. Pero como se suele decir: lo bueno acaba. Los relatos siguientes van perdiendo interés y garra, hasta acabar con el de señora Gorodischer.

La nota final me sale de un 5’30, que enmascara la calidad de un reducido puñado de relatos, una primera mitad de la compilación que basta para hacerla merecedora de una lectura.

Un saludo.

AA.VV. – Zombies 2

Hola, ofidios.

Pura matemática: tras el 1 llega el 2. Pero matemática natural, que ni siquiera la entera; ésta (junto a la racional, real y compleja) se la dejo a otros.

Dejémonos de chorradas.

Tras una lectura en general muy agradable, y recomendable, como ha resultado ser Zombies me he lanzado de cabeza a la segunda parte. Más relatos, más páginas, más autores. Más, más, más.

AA.VV. - Zombies 2

AA.VV. – Zombies 2

¿Merece la pena ese mogollón de ‘más’? Ale, a entrar en harina.

  1. Con el primer relato, ‘Solos, juntos’ de Robert Kirkman, ya empezamos de una manera muy diferente al volumen anterior. Si el cuento de Simmons me pareció de lo mejor de Zombies este ‘Solos, juntos’ no sólo resulta olvidable, sino que demuestra que Kirkman, más allá de guionizar, no sirve para la prosa. Relato de estilo chapucero, ese detalle se podría pasar por alto (al menos un poco) de no tratarse de la enésima historia de mismo desarrollo y trasfondo: supervivientes solos en un holocausto zombi (y con zombis a lo Romero) que ha empezado apenas unos meses atrás. Escenas vistas una y mil veces, dramas personales contados hasta la saciedad, un conflicto que lo ha sacado casi como calco de su exitosa serie de cómics… Nada nuevo bajo el sol. Uno más entre el montón. Un 5 rozando el suspenso. Y mucho me parece: esperaba algo más de Kirkman.
  2. Y seguimos con ‘La contraseña’, de Steven Barnes y Tananarive Due. Lo de ‘seguimos’ va con todo su significado: seguimos con la misma morralla nada original que leímos en ‘Solos, juntos’. No me voy a abundar este relato porque no se lo merece. Como mucho apuntar que llegando al final posee cierto, mínimo, detalle que apunta a horror cósmico. Un detalle. Punto. Otro 5 y va que chuta.
  3. Se podría decir que ‘Zombieville’ (Paula R. Stiles) es más de lo mismo. Y en parte quien dijera eso acertaría. Pero el relato posee una atmósfera de la que carecen los otros dos relatos. A lo mejor se trata del lugar donde se desarrolla la historia, o quizá la manera tan natural de describir la sociedad africana (se aprecia a la perfección que la autora la conoce). No lo sé, pero el resultado ha sido agradable. Eso y además sorprendente: en un escenario en el que la infección resulta mucho más peligrosa (se transmite no sólo de humano a humano, sino también a través de ratas, perros y otros animales) llama la atención la manera de desenvolverse los protagonistas. Se visten de una calma pasmosa, una seguridad que no se ve en relatos en los que la plaga sólo la transmiten los humanos. El resultado satisface bastante, dentro de la normalidad. Se lleva un 6.
  4. Ya leímos un cuento de Adam-Troy Castro en la anterior compilación. El autor repite presencia (algo que no me acaba de cuadrar y me habla de amiguismo) con ‘La antesala’. Leer este cuento me ha hecho sentir un enorme deja vu: hace casi tres lustros escribí un relato muy semejante a este, sobre todo en lo que se refiere a ambientación. Dejando aparte eso debo reconocer que el relato me ha gustado. Sigue encadenado al zombie moderno de Romero pero logra pasar por encima de él y plantarnos una nueva vuelta de tuerca. El párrafo final no por predecible deja de tener su aquel. Le pongo un 7.
  5. Vaya, de nuevo me encuentro con mi pasado leyendo ‘Cuando los zombies ganen’ Karina Sumner-Smith. Aquí lo familiar toma la forma de recurso estilístico: mi querida aliteración. Trece años atrás perpetré un cuento (‘He visto un ángel’) que usa una estructura formal similar. Esa semejanza me ha hecho leer con cierta empatía este cuento de Sumner-Smith, aunque debo decir que al final no me ha acabado de enganchar. Como relato circular (sin punto de partida ni destino concretos, sólo tratando de mostrar una serie de sensaciones) me deja la impresión de que le falta más por narrar. Hablo de una impresión para la que no tengo más palabras: como que si yo lo hubiera redactado me hubiera regodeado más en ese tiempo postrero. Supongo que se debe a que ese estilo de relato lo he usado mucho y estoy acostumbrado a exprimirlo mucho. Pero mucho–mucho. Aparte está el detalle que de nuevo (y van 5 de 5) los zombis a los que se refiere pertenecen al arquetipo de Romero. Le doy un 5.
  6. Con ‘Mouja’ el propio autor, Matt London, se tira piedras contra su tejado en la presentación. Mezclemos esa absoluta maravilla titulada Los 7 samurais de Kurosawa con unos malos a lo Romero (sí, otra jodida vez tenemos el mismo tipo de zombi) y nos encontraremos con este relato. Sí, la ambientación en el Japón Edo le da su toque exótico y original. Pero más allá de eso… nada nuevo. Pero nada de nada. Y ya me empieza a aburrir leer el mismo cuento n veces. Un 5. Y más le vale al editor que los relatos que sigan cambien de registro porque en caso contrario mucho me temo que las notas van a empezar a bajar.
  7. Pero no, no cambia. ‘Categoría cinco’ de Marc Paoletti sigue anclado en el mismo recurso. Señor Adams, ¿qué ha sido del anterior volumen y su variedad de estilos? Relato insustancial y que sólo se salva por el final, le pongo un 5.
  8. Leyendo las primeras páginas de ‘Conviviendo con los muertos’ (Molly Brown) suspiro un poco aliviado: parece que en este relato me voy a poder librar durante un poco de la larga sombra de Romero. Y en efecto, por fin uno de zombis distintos. ‘Conviviendo con los muertos’ avanza con calma, sumergiéndonos en una ciudad donde la vida normal a resultado trastocada por unos muertos que se niegan a morir, pero que al mismo tiempo no quieren molestar a los vivos. De mano de la protagonista contemplaremos el inicio de esta situación y como acaba devorando al pueblo. Un buen relato, dotado de un final muy satisfactorio, que se lleva un 8.
  9. Aunque en el caso de ‘Veintitrés instantáneas de San Francisco’ de Seth Lindberg volvemos a los infectados tan de moda en los últimos años. El cuanto no tendría el menor interés de no ser por la manera en que se ha abordado la historia: el recurso de las veintitrés fotos que narran el colapso (siguiendo el tópico punto de vista individual) a base de mezclar apuntes personales con pinceladas de la catástrofe. El resultado se hace agradable, pero insisto que por una simple cuestión formal. Le pongo un 6.
  10. El batiburrillo de ciencia ficción y terror, con las pinceladas de horror cósmico y algo de techno thriller, que el señor Walter Greatshell tejió con su saga de los xombis regresa a mí a través de este ‘El autobús mejicano’. Si con las tres novelas de la saga Greatshell no consigue darle un mínimo de credibilidad (sobre todo en la mágica coordinación del alzamiento delas ménades) aquí sucede lo mismo. Pero aun, queda agravado por la falta de contexto. Ello hace que el relato se convierta en otra historia de supervivencia o desesperación más. Nada, nada, un 4.
  11. ‘El otro lado’ de Jamie Lackey sigue el mismo esquema de zombis agresivos, que asolan la civilización, etc., etc., etc. La supervivencia aquí queda olvidada para narrarnos una historia de crueldad juvenil. Se ve que los norteamericanos siguen engendrando y alimentando críos despreciables, dignos protagonistas de matanzas a tiros, acoso escolar y (como se ve en este relato) asesinatos sin sentido. Maravilla de país que tiene tal opinión de sí mismo y de su juventud. Bueno, el relato se merece un 5, aunque sólo sea por no mostrar de manera explícita a los zombis.
  12. Por suerte entre toda la medio bazofia que por ahora estoy leyendo me encuentro con este ‘Allí donde se alojaba su corazón’ de David J. Schow. A ver, no se trata de un relato que pasará a la historia de este subgénero, pero sí que destaca entre la homogeneidad del resto del libro. Aquí nos encontramos con un no muerto muy especial, obsesivo hasta un extremo que se le toma cariño. El relato, dentro de su simplicidad, se disfruta, lo que le hace obtener un 6.
  13. Escrito de manera regular (es estilo fluido y a veces articulado con un buen vocabulario sufre el lastre del condenado verbo ser) ‘Buena gente’ (David Wellington) sigue de nuevo el esquema de la horda zombi de Romero. Otra vez nada nuevo bajo el sol, una escaramuza –incluyendo la inevitable dosis de crueldad– que apenas se lleva un 5.
  14. En ‘El cañón perdido de los muertos’ de Brian Keene nos encontramos con un escenario de plaga similar a ‘Zombieville’ en lo que se refiere a que la enfermedad también afecta a los animales, convirtiese ellos (en mi opinión) en un peligro mucho mayor que los propios zombis humanos. Salvando ese aspecto el relato parece pura serie B. De hecho es serie B. Alocada, rápida, sangrienta y divertida, aunque del todo olvidable. Vamos, se merece otro 5.
  15. De la soberana chorrada de ‘Piratas vs. Zombies’ (Amelia Beamer) apenas decir nada: de las serie B pasamos a la Z. Casi digna de La Troma. Lo malo es que esto ni divierte ni nada. Un 3 me parece mucho.
  16. Debo decirlo sin la menor duda: ‘Cocodrilos’ de Steven Popkes es, hasta el momento, el relato de este libro y lo que lo hace merecedor de leerlo. Siguiendo un planteamiento cercano al tecno thriller Popkes nos sumerge en una historia adictiva como ninguna hasta ahora en el esta recopilación. Sabe mantener de manera perfecta la suspensión de credulidad. Mientras lees sabes –o crees saber– cómo va a acabar todo, pero la narración está tan bien argumentada (se nota a la milla que el autor se ha documentado bien no sólo en lo relativo a la Alemania del Tercer Reich, sino a temas de diseño industrial y biotecnología) que eso da igual. Sólo se me ocurre ponerle un 9 a esta joya.
  17. El amijo David Barr Kirtley (sin duda amijo del recopilador, lo único que explica tanto la presentación del cuento como el propio relato) repite con el cuento ‘La ciudad con cara de calavera’. Y quienes hayan leído el primer volumen adivinarán bien que este cuento es una continuación de ‘El chico con cara de calavera’. Pero esta historia es peor. A todas luces peor. No sólo por mal escrita, que sí, sino porque es simplona y tonta como ella sola. Parece que estamos leyendo un pulp de los años treinta: nada digno de una continuación. Le pongo un 5 pero sólo porque no me lo pienso mucho. Si lo medito suspende.
  18. El nivel mediocre, tópico y ramplón, pese a la idea de los mosquitos, sigue apareciendo en ‘Obediencia’ de Brenna Yovanoff. La misma historia contada mil veces. Supongo que tampoco ayuda que pocas horas antes de leer este relato haya visto otra vez El día de los muertos de Romero, que le da sopas con ondas a este texto. Otro relato más que justito. Un 4.
  19. ‘Steve y Fred’ de Max Brooks sigue la misma línea de chorrocientos relatos leídos antes, y ya me aburre. Un 4 por dejadez y vagancia a la hora de crear. Me da que voy a revisar a la baja todos los relatos que sigan el esquema de ‘gente contando su experiencia personal frente a zombis de Romero’. En serio: nos podemos tirar hasta el fin del multiverso narrando escaramuzas y desgracias personales, que no por eso aportarán nada al género. Por lo que veo este tipo de historias anodinas y repetitivas se han convertido una versión Z de la –para mí– aburrida literatura costumbrista/realista: cambiamos el drama de la maruja/parado/crío por el que sufre el acosado por los zombis de turno. Ale, millones de historias, varias decenas por cada superviviente (cuando va al baño, cuando baja a por comida, cuando sale de la ciudad, cuando llega a cada pueblo…). Este tipo de historias deberían venderlas con una pegatina bien visible que diga ‘Libro perteneciente a Víctimas Anónimas de Zombis Romerianos, grupo de autoayuda’. Al menos así no lo compraría/leería y se lo dejaría para oto. ¿Qué cojones ha sido de la variedad del primer volumen, que daba gusto ver cómo los autores no se limitaban a vampirizar el concepto de zombi de Romero y me sorprenderían con diversos enfoques del mito? Oño, si hasta perdonaría una redacción regular (ojo, digo regular: una redacción mala jamás merece perdón alguno) con tal de que me sorprendieran.
  20. Vaya, nombro la bicha y aparece: un relato que no encaja con las repetidas hasta la saciedad historias de Romero. ‘Los vermivioladores’ de Charlie Finlay más que terror Z encaja en la ciencia ficción con toques terroríficos. Tal y como se dice en la presentación le debe mucho a Los ladrones de cuerpos, entre otros (por no mencionar Expediente X). No es original, pero se sale del guion de los otros relatos, algo que se agradece. Le pongo un 6.
  21. Alegría efímera la vivida con ‘Los vermivioladores’ dado que ‘Everglades’, de Mira Grant, vuelve a revolcarse (cual unos de esos aligátores tan queridos por la protagonista) en el barro de tópicos de siempre. No se merece más de un 4.
  22. Por fin: acabo de leer una joya. Al menos eso me ha parecido el cuento ‘Hacemos una pausa para la cuña del programa’ de Gary A. Braunbeck. Lo mejor de toda la compilación junto a ‘Cocodrilos’, y eso que tenemos un relato de estilo del todo opuesto al de Popkes: si en el anterior el autor había optado por documentarse y narrar de manera tan creíble como emocionante el germen de la hecatombe, en este cuento Braunbeck recurre a una emotividad narrada de manera magistral. Sí, tiene algunos –pocos– defectos de puntuación, pero el resultado final sólo puede definirse como soberbio. Porque más allá de describirnos la enésima anécdota de supervivencia (casi idéntica al decepcionante ‘Steve y Fred’ de Max Brooks) Braunbeck demuestra tener cerebro e ideas debajo del pelo, presentándonos un escenario y trasfondo del problema original y que al lector le obliga (no le invita: le obliga) a plantearse preguntas y fantasear. Una absoluta delicia que a medida que se avanza en su lectura te hace abrir los ojos más y más. Todo eZcritor debería leer este relato y tomar nota tanto de la forma como del fondo. Sólo puedo rendir un humilde homenaje a Braunbeck y ponerle un merecidísimo 9 a esta maravilla.
  23. Pasamos el ecuador del libro con ‘Reluctance’ de Cherie Priest. Nunca me ha agradado el steampunk, aunque lo tolero mucho mejor que su primo el ciberpum. Pero la idea de juntar ese estilo con el Z ya supone de entrada una diferencia ante el miasma de relatos Z que estoy leyendo. En otras palabras, que se lo agradezco a la señora Priest. La pena es que tras ese escenario algo distinto nos encontremos con un relato trivial y sin apenas interés. A eso se añade que su aspecto visual falla en alguna ocasión (no acabo de ver la forma de la estación, la manera en que lanza el ‘explosivo’ ni en general la situación final): da la impresión de que falta texto, o que en la traducción algo se ha perdido. Por todo ello el relato se lleva un 5
  24. Si me dicen que la primera mitad de ‘Arlene Schabowski de los no muertos’ (de Kyra M. Schon y Mark McLaughlin) tiene un enorme componente autobiográfico no lo dudaría ni un instante, más si cabe tras leer el prólogo del cuento. El relato juega con una dualidad de la mente/realidad que me ha agradado pese a su final previsible. Debo otorgarle un 8.
  25. Si ya el título de ‘Gigoló zombie’ ( G. Browne) me hacía recelar tras leer la introducción ya me temía lo peor (y que me encontré): han publicado una coña marinera, una ridiculez diga de donde salió, un concurso de broma. Nada más decir de este esperpento (y que me perdone Valle–Inclán por mezclarle con esto), sólo ponerle un 4.
  26. El relato ‘Muertos rurales’ de Bret Hammond me hace sentir esquizoide o bipolar. Por un lado está el que se basa en lo de siempre, el zombi de Romero; pero de la otra mano posee una historia que se sale de lo normal, al menos en lo que se refiere a los protagonistas y la manera de enfrentarse a los no–muertos. Lo original se mezcla de una manera curiosa con lo tópico. Pero el conjunto satisface, lo que me obliga a ponerle un 6.
  27. Pero en esta recopilación el tópico regresa una y otra vez. De ‘El lugar de veraneo’ (Bob Fingerman) poco se puede decir. Que el protagonista sea un lerdo atontado no supone un problema; sin embargo sí que es un problema el ver la enésima serie de saqueos, carreras, ‘dolor por la pérdida’, etc. Más de lo mismo. ¿Qué podría salvar el relato? Pues el desenlace. Sólo que no: el cetrino incapaz de diferenciar una viva en estado de shock de repente puede discernir la infección en… Me callo, pero vamos: que no. Un 4 y tira millas.
  28. De ‘La tumba equivocada’ de Kelly Link sólo puedo decir que el tono de texto que usa, desenfadado pero de una manera excesiva, no me ha gustado nada. No se libra el tratamiento distinto del zombi: durante todo el tiempo me ha parecido que estaba leyendo una historia demasiado juvenil, que desentona con el resto de relatos del libro. Apenas se merece un 5.
  29. Sin embargo ‘La raza humana’ de Scott Edelman sí que lo he disfrutado (no pude decir lo mismo del relato suyo incluido en la entrega anterior). Me parece un perfecto ejemplo de que incluso al recurrir al tópico de no–muerto agresivo se pueden conseguir historias interesantes. Ésta en cuestión tiene su mérito al ir contracorriente, de manera literal. ¿Qué quiero decir? Lee el relato y lo sabrás. Yo sólo digo que debo poner a la historia un 8.
  30. Parece que nos hemos adentrado en una sección de textos por lo menos originales, cuentos que o retiren el estilo de Romero aportando otros puntos de vista (y además haciéndolos interesantes) o olvidándonos de esos manidos arquetipos. ‘Quienes solíamos ser’ de David Moody nos introduce en una historia de descomposición. Literal, pero mucho más interesante que el sinsentido de ‘Gigoló zombie’. El relato no avanza mal, pero llegados a la última página se hunde: parece que el autor se queda sin ideas y decide acabar por lo sano. Estoy seguro de que si le hubiera dado un rato a la imaginación hubiera podido arrancar un desenlace con más garra. Le otorgo un 6, que no está mal.
  31. Me encuentro en ese creo que reducido grupo de lectores cifi a los que no les gustó nada Pórtico (Frederick Phol) y que sin embargo disfrutaban más de la saga a medida que ésta avanzaba. Odio la psicología, y pretender basar una historia en esa tomadura de pelo en mi caso supone suspender. Pero de eso trata ‘La terapia’ (Rory Harper), de una sesión de psicoanálisis a un zombi. Sin comentarios, y un 3.
  32. He visto Apocalypse Now una sola vez, y de crío. No me llamó la atención. Mucho más reciente ha pasado por mis manos El corazón de las tinieblas (Conrad), lectura que me defraudó dado que esperaba más, mucho más. ¿Hacía falta una reescritura del cuento/película en clave zombi? Sin duda para un editor ansioso de vender, a cualquier precio y aun arriesgándose a perder lectores con criterio, sí; para mí, que me considero con criterio (el mío), no. ‘Dijo él, riendo’ de Simon R. Green se limita a eso: a tomar la obra de Coppola y casi calcarla. Vale, sí, con zombis pero… Y mira que me jode porque está muy bien escrita. Pero la falta de ideas me parece vergonzosa, y de nuevo deja en entredicho la calidad de criterio del recopilador. Se queda con un 5, más que nada por esa falta de ideas originales. Al menos leyéndole no he gritado ‘el horror, el horror’, como con otros cuentos de este volumen.
  33. Si algo se puede decir de ‘Último reducto’ de Kelley Armstrong es que el cuento juega al engaño. Y lo hace muy bien, pero que muy bien. Pese al estilo mejorable (algo general en todos estos cuentos, que a veces parece haberlos escrito aficionados, no supuesto escritores profesionales. Si me pusiera a analizar a fondo el estilo de cada relato me da que casi ninguno aprobaría) el cuento se disfruta tanto como para merecer un 7.
  34. ‘La guerra imaginada’ de Paul J. McAuley nos presenta una visión muy origina de los zombis… o de eso que lo parecen. El relato sigue ese esquema narrativo que a mí tanto me gusta en el que prima más la descripción cronológica de sucesos que las escenas concretas. La pena es que no sabe acabar, desinflándose sin giro final, ni gancho un nada. Aun con todo debo puntuarle con un 7.
  35. Joe McKinney nos narra una aventura adolescente en ‘Una cita en el mundo de los muertos’. Acción directa, malos malosos, zombis clásicos de Romero, persecuciones, tiros… En otras palabras: más de lo mismo. Un 5.
  36. En ‘Restos de un naufragio’ Carrie Ryan nos embarca en un bote salvavidas narrándonos las angustias de sus dos tripulantes. De nuevo nada que no se haya leído antes, sólo que esta vez muy mal escrito: cuando en una frase de apenas quince palabras me encuentro tres verbos ‘ser’ (y muchos otros por el resto del cuento) me dan ganas de pasar al siguiente cuento. Pero no lo hago tratando de encontrarle ‘algo’ al relato. Pero no, no hay nada que encontrar. De hecho va a peor cuando uno de los personajes toma una decisión que no encaja ni de lejos con todo lo que ha dicho y hecho antes. No le puedo poner más que un triste 3.
  37. Lo admito, no he entendido nada de ‘Acaba con ellos’ (Julia Sevin, Kim Paffenroth y J. Sevin). Debo estar ya tonto, porque las dos historias no me dicen nada, ni la del zombi ni la de los supervivientes. Al menos la del z tiene un poco de interés al presentarnos uno que no sólo tiene algo de cerebro, sino que su mente parece evolucionar (me ha recordado al zombi que aparece en El día de los muertos). La historia de los supervivientes queda tan sin pies ni cabeza que no merece ni una segunda relectura. Un 4, no da para más.
  38. La sal. ¿Qué narices pasa con la sal? En ‘Temporada de zombies’, de Catherine MacLeod, se habla de ella pero el cuento es tan corto (o mi cerebro se ha reblandecido tanto) que no lo acabo de pillar. Nada, otro 4.
  39. En ‘Tameshigiri’ (Steven Gould) de entrada me llama la atención que se comenta que existe una vacuna, y con una nada despreciable fiabilidad de más del 60%. Eso ya supone una auténtica novedad frente a los ya caninos y aburridos zombis de Romero (cansinos y aburridos no por ellos mismos sino por la nula imaginación de los ‘autores’, que parecen no saber salir de ese estereotipo). Por desgracia el destello de originalidad se resume a eso. No hay más: de nuevo peleas, aunque en este caso las balas se sustituyan por catanas, los protagonistas inmersos en una carrera luchando por su vida y un drama personal como telón de fondo/sorpresa final. No está mal, pero no destaca. Le pongo un 6.
  40. Menos mal que llega ‘La era de las motos fulgurantes’ de Catherynne M. Valente y me deja así, fulgurado. Estamos ante un relato sosegado que, aleluya, trata el zombi desde una perspectiva original. La protagonista, con un ritmo pausado y envolvente (crea una atmósfera que muchos lectores actuales –los adictos a la lectura apresurada tipo blockbuster– detestarán precisamente por eso, por centrarse en descripciones lentas y detalladas sin apenas acción), nos presenta una ciudad muerta y sus extraños habitantes, todo ello aderezado con una deliciosa escena que roza el horror cósmico. Porque en este cuento se intuye que hay algo más escondido tras los zombis. Lo dicho, una delicia a la que debo otorgar un 9.
  41. Sin haber leído el cuento: de ‘Tolerancia cero’ de Jonathan Maberry me espero una mezcla de zombis de Romero con un tecno thriller de Michael Crichton, que se sumerja en el tópico pero que al menos tenga cierto atractivo similar al ‘Cocodrilos’ ya leído en este volumen. (Inciso: llegados a este punto decir que mi perro casi da por concluida la lectura: me le encontré jugando con la contraportada –arrancada con precisión casi de cirujano– y bien dispuesto a masticar las páginas finales de la recopilación. Al menos, en el sentido perruno, la obra parece que tiene su punto apetitoso.) Ya está leído y, en efecto, es señor Maberry recurre al escenario de Paciente cero para esta historia. Más aún, el cuento se puede considerar un epílogo sacado de la manga de la novela. En ella se dejó todo bastante bien cerrado, lo que hace chirriar la presencia de ella en esta historia. Yo, habiendo leído la novela lo he entendido todo, pero me da que alguien que no conozca la historia de Paciente cero puede que se quede descolocado ante todo lo que aquí se narra. El autor hace un resumen muy resumen de los antecedentes, pero esa información queda encorsetada en medio de la presentación de un escenario y los nuevos rambos de turno. En mi opinión más le hubiera valido haber dejado a un lado la novela y tratar de haber creado una historia independiente. Pero me imagino que todo se limita a tratar de lanzar un anzuelo a la gente que todavía no ha comprado Paciente cero. El relato se deja leer, sin más, lo que le hace merecedor de un 5.
  42. El cuento ‘Y el siguiente, y el siguiente’ de Genevieve Valentine cuenta con unos zombis especiales, a medio camino entre los clásicos de Romero (caníbales y agresivos) y unos indolentes y más cercanos a la humanidad de la que provienen. Tal y como confiesa el editor, esta historia mantiene muchos paralelismos con ‘Tan muertos como yo’ (Adam-Troy Castro), si bien la de Castro es una historia más interesante… aunque muchísimo peor escrita. Me parece que si Valentine le hubiese dedicado unos cuanros miles de palabras más a esta historia hubiera ganado, sobre todo en cuanto a dibujar al protagonista, cuyo destino parece metido con calzador. Bueno, que le pongo un 6.
  43. De nuevo parece que realizamos refritos de cuentos de la primera compilación. Ahora le toca a este ‘El precio de una pizza’ de Cody Goodfellow y John Skipp, que tiene mucho que ver con el decepcionante (en cuanto a estilo sin lugar a dudas) ‘El hombre del burdel’ de Martin. De nuevo tenemos la premisa de los zombis convertidos en mano de obra barata y dispuesta a realizar las tareas más peligrosas, desagradables o monótonas. El estilo de narración se vuelve confuso por instantes dada la incapacidad del autor de diferenciar de una manera efectiva diálogos ‘en carne y hueso’, radiados y monólogo interior. La verdad, a veces no se sabe quién ni en qué método discursivo está hablando. A eso se suma un escenario más o menos bien dibujado (en lo que se refiere a las premisas de la catástrofe y la solución encontrada) pero unas motivaciones de los personajes (y sobre todo sus acciones) bastante confusas. Parece por un lado que se ha querido hinchar la longitud del relato con escenas accesorias, como la primera, pero por otro lado no se ha querido –o podido– dar una explicación coherente a las circunstancias del protagonista, al porqué de la presencia del grupo de la tienda, o siquiera a la existencia de Sherman y ‘la bruja verde’. No sé, no me ha dejado nada contento. Se lleva un 4 y punto.
  44. El libro acaba con el cuento de curioso título ‘¿Me está diciendo que esto es el cielo?’, de Sarah Langan. Aunque el cuanto da algunos bandazos en cuanto a ritmo, como por ejemplo una primera parte descompensada (en acción y ritmo) con el resto, se hace agradable de leer. Esa buena sensación se incrementa a medida que se presentan más a fondos los protagonistas y sus historias. Sí, cae en algunos tópicos del sub–subgénero de zombis de Romero, pero el desenlace, así como buena parte de lo que le antecede, libra a la historia de recibir otro suspenso, el enésimo de esta colección. Más aún, el cuanto levanta la cabeza y deja clara la justificación de su presencia en este libro. Vamos, que le pongo un 7.

Y se acabó lo que se daba en este Zombies 2. La media de las puntuaciones da un triste 5’5, inferior incluso a su predecesor. Y es que de nuevo tenemos una recopilación con demasiadas  sombras. En este caso además queda claro el estancamiento del género, algo que ya se aprecia en las estanterías de las librerías con la aparición de la enésima The Walking Dead en su versión de Santander, Murcia, Madrid, Cartagena, Astorga, Cádiz, etc. La falta de ideas ya de por sí alarma; la nulidad como escritor de alguno de los autoreZ o eZcritoreZ roza lo vergonzoso (pese a que ellos se muestren orgullosos de sus obras). Pero la morralla no se queda en terreno patrio, sino que también nos llega importaba: en este recopilatorio hay también textos infames, como por ejemplo el de Kirkman (ejemplo de libro de ‘zapatero a tus zapatos’, o también del ‘me editan sólo por mi nombre y CV, que no por mi calidad literaria’).

Al menos en el primer volumen uno encontraba variedad e inspiración. En este Zombies 2 hay que escarbar mucho para dar con algo similar. Ambas recopilaciones, juntas y tras una criba, darían lugar a un muy interesante volumen; por desgracia por separado obligan al lector a pagar un pastizal para sólo encontrar un porcentaje demasiado bajo de textos de calidad.

Resumiendo:

  • si disfrutaste con pestiños como De Madrid al zielo cómpratelo. Entre los cuentos encontrarás un par de ejemplos de obras de arte. Espero que eso te haga madurar como lector.
  • si te sobra el dinero cómpratelo, ya que sabrás valorar esas joyas que he destacado.
  • si no te sobra el dinero y tienes un criterio literario similar al mío (cada vez más exigente) ni te molestes. Seguro que el puñado de maravillas que incluye este libro las podrás encontrar en otro lado o por otros medios. Que no está el horno para bollos, y menos aún para soltar los euros a diestro y siniestro.

Chao.

AA.VV. – Zombies

Hola-hola, culebras.

Mucho tiempo ha estado este libro esperando en la Pila, pero tras la última catástrofe Z necesito asegurarme de que existe calidad en este subgénero, aunque tenga que buscarla más allá de nuestras fronteras. Por ahora en lo que se refiere a autores españoles esa calidad brilla por su ausencia. Les daré un tiempo, desintoxicándome, a la espera de conseguir algún otro título Z español que parezca que merece la pena. Eso sí, visto lo visto no pienso pagar ni un duro por ella. Ya me lo pueden regalar, adquirirlo en la biblio o robarlo, pero no voy a soltar mi escaso dinero por un solo libro Z español. Esa actitud, por si alguno no lo sabe, es la consecuencia de esperpentos semejantes al libro recién leído. Si me engañan una vez –y se llevan mi dinero– bien por ellos: me han colado un gol, mi dinero va a sus arcas y la bilis a mi estómago. Si me engañan dos veces entonces el tonto soy yo, y por eso no paso. Olé para los inteligentes editores de Dolmen que han anulado, al menos en lo que a mí respecta y por ahora, el mercado Z español.

AA.VV. - Zombies

AA.VV. – Zombies

Pero vayamos al detalle de esta recopilación de título tan simple y claro, Zombies, que llega de la mano de J.J. Adams.

  1. El cuento que abre la compilación, ‘La foto de la clase de este año’ de Dan Simmons, me parece poco menos que perfecto. Narrado con una lentitud deliciosa, da pistas de la vida tras ‘la tribulación’ sin revelar nada concreto. La manera de llevar a la protagonista, su dedicación a su trabajo y cómo trata de seguir con la normalidad más allá de la hecatombe (una danza entre la demencia y la cordura), me ha parecido magistral. Descripciones llenas de viveza que sin embargo no pierden el ritmo, creación de un ambiente dibujado a la perfección a base de pinceladas cuidadas. Sólo unos nimios defectos de estilo (sobre todo el uso de adverbios –mente) impiden que le ponga un 10 a este cuento. Se lleva un 9 y sólo por él ya merece la pena haber empezado la lectura de esta recopilación. Lo malo es que deja el listo muy alto para el resto de relatos.
  2. Pues tras una auténtica joya llega el primer chasco. Y gordo. ‘Planes de emergencia zombie’, de Kelly Link, me parecido una completa tomadura de pelo. A ver: el cuento está escrito de manera más o menos eficiente (salvo algunos párrafos sueltos que no acaba de cuadrar con el resto) pero ¿zombis? Seamos claros: el tema de los zombis está metido con calzador. Si el protagonista tuviera por obsesión la cría del cangrejo en las rías gallegas, hablara todo el tiempo de ello y este libro fuera una recopilación de Relatos de cangrejos el cuento encajaría en él igual de bien. O de mal. De hecho de mal. Tan mal como que por estafa se lleva un rotundo 0.
  3. ‘Muerte y sufragio’ (Dale Bailey) empieza para mí regular, en tanto y cuanto que llevo muy mal el ombliguismo yanqui. Me parece de lo más ridícula la premisa del origen del alzamiento, y eso ya hace que el cuanto crepite en toda su extensión. Bueno, eso de ahí atrás lo había escrito sin haber leído todo el relato. Una vez acabado debo rectificar. Sí, me sigue dando la impresión de que tiene algo/bastante de ombliguista, pero ese detalle acaba pasándose por alto tras meterse en la piel del protagonista. El relato funciona, engancha (incluso con la traba que para mí supone el que esté ambientado en una campaña electoral americana) y a medida que las páginas se suceden vemos cómo el protagonista evoluciona. Y no sólo él sino también algún otro personaje. Este relato me parece otro ejemplo de cómo sacar jugo a los zombis (unos muertos vivientes que no se abalanzan contra los vivos sino contra las urnas. Si quieren visionar una versión mucho más torpe y resumida del relato háganse con el episodio 1×6 de la serie Masters of Terror) y con ellos crear una historia de seres humanos, de miserias y glorias, dramas y desastres. Además está bien escrito, lo que por ahora parece la norma. Qué pena que no suceda lo mismos con los autores parios que he leído hasta ahora. Le otorgo un muy merecido 8.
  4. Pues sí, estamos en la montaña ruZa. El cuento ‘Flores’, de Chan McConnell, es un texto típico y humilde. Una simple idea anecdótica. El propio autor lo admite: tuvo una imagen tiró un poco de ella y sacó esto. Me duele decir todo esto del cuento sobre todo porque encaja con los cuentos a la perfección que yo escribía antes: simples anécdotas que, ahora lo veo, sin un desarrollo más serio se quedan en nada. ¿Qué queda en el caso de ‘Flores’? Pues una imagen con toques gore y poco, muy poco más. Le pongo un 5 muy raspado.
  5. ‘El tercer cadáver’ (Nina Kiriki Hoffman) se queda a medio camino entre los dos cuentos anteriores: la historia va más allá de lo meramente circunstancial pero, aunque intenta darle fondo al personaje, no acaba de lograr empatizar y envolver al lector como hicieran antes ‘Muerte y sufragio’ o ‘La foto de la clase de este año’. Curioso el hecho de que este zombi no sólo razone, sino que hable e incluso se comporte de manera civilizada. Curioso pero no por ello problemático. Se lleva un 6 que tiene a 7. ¡Ale!, un 6’5.
  6. En ‘Los muertos’ de Michael Swanwick de nuevo nos encontramos con zombis tranquilos, incluso domesticados. Hay que admitir que esa manera de huir del tópico (horda caníbal descerebrada) que están demostrando los autores compilados se agradece. El relato juega con la ambigüedad, a saber discernir cual es el auténtico monstruo. Y en ese sentido, y siguiendo la mentalidad de Umbrella en la saga Resident Evil, acierta. Pero por desgracia se trata de un recurso sobreexplotado por la citada saga (y por no mencionar el ciberpum, con su concepto de corporaciones despiadadas que sólo buscan el beneficio, algo que le puede retrotraer a uno incluso a Los mercaderes del espacio). El final trata de dar un giro sentimental o sensible, pero que tampoco acaba de emocionar. Se lleva un 6.
  7. ‘El niño muerto’ (Darrell Schweitzer) me ha llamado la atención por la manera en que ha imitado el estilo de Stephen King. El horror se mezcla a partes iguales con las experiencias infantiles en plan It o Cuenta conmigo, por poner dos ejemplos reconocibles. Viajamos de la mano del protagonista a una infancia tópica de un chaval yanqui, a una prueba de madurez bastante especial que acaba… bueno, acaba. Un relato bueno pero que por su naturaleza casi de calco (en cuanto al estilo) pierde cierta frescura. Pero se disfruta. De nuevo un 6.
  8. Bueno, bueno. Ye empezamos con los relatos tramposos. El cuento ‘El zombie de Mathulsian’ (Jeffrey Ford) empieza por un derrotero, continúa por otro y, para sorpresa del lector, en el desenlace decide echar por tierra las pistas que da (y que apuntaban a un final no muy exigente) sólo para intentar crear un golpe de efecto. Pero no lo consigue, no. Es leer el final, recordar ciertas frases que aparecen apenas un puñado de páginas atrás y decir ¿esto qué es? ¿Me estás timando? Un ejemplo de cómo un cuento bien escrito acaba (y que de nuevo huye del tópico implantado por Romero) hundiéndose por un más desenlace. Se lleva, y quizá me parece excesiva, un 4 de nota.
  9. ‘Cosas bellas’ (Susan Palwick) le da otra perspectiva a un tema muy similar al de ‘Muerte y sufragio’. De nuevo entran en acción políticos y zombis bonachones. De hecho lo que más me ha agradado del cuento es la manera de presentar a los muertos vivientes, como si de niños de tres o cinco años se tratasen. Poco más me atrevo a destacar de este cuento, que apesta a un hipismo/buenrollismo que nunca me ha gustado (y que quede claro que se trata de una opinión personal, pero prefiero los textos con mala baba, algo por lo que este no despunta). Un raspadito 5 y na más.
  10. Los zombis agresivos al puro estilo Romero (lentos, tontos y en hordas) regresan a la compilación de mano de David Tallerman y su ‘El síndrome de Estocolmo’. El cuento se ajusta tanto al clasicismo, a lo que llevamos viendo años y años en las pantallas, que según se lee se olvida. Un 4.
  11. El cuento ‘Bobby Conroy regresa de entre los muertos’ de Joe Hill se mete en el mundo clásico de Romero de una manera engañosa: entrando en el rodaje de El amanecer de los muertos y con unos zombis que no son más que extras de la película. Pero sí, aunque de pega en el cuento hay zombis. Algo que chirría de verdad desde el primer momento es la mención, con aires de fama, a Tom Savini. A día de hoy todo el mundo metido en el mundo del terror cinematográfico sabe quién es Tom Sabini (aunque sólo le conozcan, y de vista, como Sex Machine :P) pero en 1977… va a ser que no. El autor ha querido hacer un homenaje al artista pero en ello se ha tirado piedras contra su propio tejado. Pero aparte de la aparición de Tom Sabini (e incluso del recién difunto Robin Williams) el relato prosigue retratando ese encuentro entre examantes en el rodaje de la película: una historia sencilla en la que se llega a confundir de manera premeditada lo que es un zombi. ¿Quién es el verdadero zombi? ¿Quién vive una vida de sin expectativas y gris? ¿Quién vive sin darse verdadera cuenta de lo que sucede a su alrededor? A esta historia sencilla y con corte intimista le pongo un 6.
  12. ‘Los que buscan el perdón’, de Laurell K. Hamilton, no destaca. Más aun, se hace aburrido y sin gracia. Aunque tenga algún giro argumental no deja de entrar en lo clasiquísimo de devoracerebros. Se lleva un 4 y ya.
  13. Del cuento ‘Hermosa como la noche’ (Norman Partridge) me gustaría destacar el enfoque que hace de la psicología zombi. Me ha gustado bastante esa manera desesperada de aferrarse a la cordura del protagonista, un tío despreciable pero al que al final de la historias llegas a compadecer. Debo ponerle un 7.
  14. Lo admito: ‘La pradera’ de Brian Evenson me ha encantado. Mucho. Muchísimo. Se le puede acusar de relato vacío, que no entra al detalle de qué sucede. Y en efecto, tiene esas carencias y puede que más. Pero tal y como dice Adams capta muy bien la esencia de Aguirre, la locura de Dios. El personaje de Aguirre me chifla desde que leí Las inquietudes de Santi Andía. Y esta versión salvaje, de pura supervivencia cruel y decidida (siempre adelante, te encuentres lo que te encuentres), me ha encantado. Un 8, le pongo un 8 y aplaudo por esos atisbos de horror (creado por los humanos, mucho más aborrecibles que los zombis) que Evenson me ha brindado.
  15. Otra vez la montaña rusa: el cuento ‘Todo es mejor con los zombies’ Hannah Wolf Bowen me sobra por completo. Puede que se deba a que lo leí en el metro, un viernes de regreso a casa agotado, pero no me enganchó nada de nada. Las páginas se sucedieron y no acabé de entender lo que sucedía… ni me dejó con ganas de releerlo. Un fracaso absoluto. Le pongo un 4 por eso de estar yo mismo zombi cuando lo leí.
  16. El cuento anterior lo leí grogui, tanto que cuando empecé con ‘Parto en casa’ el lunes siguiente ya ni me acordaba de que pertenecía a Stephen King… hasta que empecé a avanzar las páginas. El estilo de King resulta inconfundible, arrastrando al lector a las nimiedades de la vida de la protagonista con una detalle y precisión que sin embargo en este caso me atrevería a decir que excesivas. El cuento, aun en sus treinta y tres páginas de extensión, se resume a una simple escaramuza (de nuevo tenemos zombis de Romero, agresivos y devoracerebros, y una población que trata de resistirse a su ataque). Pero que gracias a la manera de escribir de King nos describe casi por completo no sólo el entorno en el que se produce, sino la propia mentalidad de los protagonistas. Sólo hay una escena que a mi entender sobra: la del asteroide y la nave. No aportan nada, de verdad, porque si se quiere considerar eso una justificación a mi entender falla de manera estrepitosa. Salvando esa mancha, un relato agradable. No lo mejor de King, ni de lejos (hace mucho que no lo leo, pero juraría que el relato ‘Abuela’ de King tenía más calidad que este ‘Parto en casa’, y encajaba de igual manera en la compilación), pero agradable. Ale, un 6.
  17. En ‘Las chispas ascienden hacia el cielo’ (Lisa Morton) volvemos a encontrarnos con zombis de Romero, si bien lo interesante del cuento no recae en ellos sino en el tema que trata la historia: el aborto. Tras una historia sencilla la autora se atreve a adentrarse en un tema que hoy por hoy sigue siendo conflictivo (conflicto generado por los de siempre, claro: los que quieren imponer su manera de pensar en otros, los que velan por ‘la salud’ de un potencial al mismo tiempo abandonan a su suerte e incluso aplastan y arruinan a los que ya están ahí). De hecho en la hay unos párrafos poco menos que para enmarcar. Supongo que este cuento le habrá traído a su autora ataques de esa panda de cavernícolas. Una pena no poder hacer con ellos lo que hace la protagonista al final del cuento: el mundo estaría mucho mejor. Bueno, que me disperso. El cuento se lleva un 7 sobre todo por el arrojo al tratar el tema.
  18. Si me dicen que ‘Hombre de burdel’ no pertenece a George R. R. Martin lo entendería: la redacción y el estilo sólo los puedo calificar como horribles. Me han acabado doliendo los ojos de tanto ‘ser’, ‘era’, ‘fue’. Por dios. Entiendo que Ellison® rechazara el cuento pidiendo una reescritura de cero, pero es que le diría lo mismo con esta segunda versión. Horrible me parece poco adjetivo. Con esto me demuestra de nuevo mi ‘teoría’ de que a algunos ya se les publican por inercia, por el simple nombre. El cuento avanza a través de párrafos normales, torpes o vergonzosos, narrando una historia previsible pero no por ello carente de encanto. Ojo, insisto: el encanto está en la historia. Con todo se merece un 5 y va que chuta.
  19. El clasicismo puro entra de la mano de Joe R. Lansdale con ‘El camino del muerto’. Se trata de un cuento sencillo y modesto, tanto en la trama como en la forma, y del todo olvidable. Aunque está incluido en el libro como relato de zombis la verdad es que se trata de un cuanto de fantasmas, y muy en la onda de Salomon Kane. Ese parecido con la obra de Howard queda en evidencia a todo lo largo del cuento, desde el protagonista hasta el propio desarrollo de la historia, haciendo que la lectura se haga aburrida y previsible. La verdad, para leer este ‘El camino del muerto’ mejor me leo los relatos de Salomon Kane. Se me ha hecho más interesante, aunque no deja de entrar dentro del tópico, la narración de Antiguo que el resto. Le pongo un 5 y bastante.
  20. En ‘El muchacho con cara de calavera’ David Barr Kirtley juega con la ambivalencia. Por un lado nos presenta a zombis del tipo descerebrado agresivo y por otro a muertos vivientes inteligentes y meditativos. ¿Razón para la existencia de esas diferencias? No lo acaba de decir a las claras. Parece que él mismo se mete en un berenjenal con ese tema, más aún cuando queda claro que hay muy pocos de los inteligentes, lo que invalida la idea de que tiene por origen la muerte brusca. En torno a esta dualidad de los zombis se compone un relato superficial con toques mesiánicos, pero vistos desde la perspectiva de un particular Aarón. El resultado final no está mal, si bien no destaca. Un 6.
  21. El punto intimista y humano regresa de la mano de Nancy Kilpatrick con ‘La era de la aflicción’. El relato se encuadra en la tradición de supervivencia combinada con recuerdos de un pasado mejor. Y es con esos recuerdos con los que el texto gana enteros. La autora profundiza en la protagonista acercándonos a su desgracia y soledad… sólo para de seguido repelernos con un mensaje jipioso con el que intenta ‘explicar’ la hecatombe. Lo que se dice: una de cal y otra de arena. Por ello se lleva un 6 cuando muy bien podria haber sido más.
  22. Es nombrar a Neil Gaiman y pensar ‘humo, me van a vender humo’. Así que he empezado a leer su ‘Amanecer amargo’ con cierta distancia y recelo. El relato sigue su estilo a lo Stephen King. Demasiado a lo King, diría yo. Avanza, avanza y avanza… para de repente descubrir que Gaiman ha metido en este volumen su versión propia de El alma del vampiro. Vaya con la originalidad. Trato de olvidar el plagio y sigo leyendo. Hasta que llego al final y me pregunto: ¿y? Joder, vaya pérdida de tiempo. Absoluta, monumental. Coge de King lo mejor y lo peor y lo integra en este relato: la manera de recrear personajes (lo mejor) y a eso le suma el no saber resolver las situaciones. He acabado el relato tal cual lo he empezado. Bueno, no: además mosqueado con ese cambio final en la línea de tiempo. ¿Lo releo, tal y como el autor sugiere? Pues va a ser que por ahora no. Y se lleva un 3.
  23. El humor llega gracias a ‘Con las tetas a la tumba’. Y digo humor pese a que no tengo muy claro que la autora, Catherine Cheek, hubiera buscado eso. Pero oye, me he reído con las desgracias de esta Barbie rediviva. Aparte de eso poco más se puede decir de este relato insustancial de resolución apresurada. Sólo por las risas le pongo un 5.
  24. ‘Tan muertos como yo’ (Adam-Troy Castro) nos presenta la solución mimética ante un apocalipsis zombi. En el relato el narrador juega a contar todo aquello que el personaje no puedo (o mejor dicho, no debe) hacer. De esa manera cómplice nos sumergimos en sus desgracias y carencias, acabando por comprender e interiorizar su angustia… y su catarsis. Da pena descubrir el estilo torpe de escribir de Castro, que embarra la historia haciendo que no se lleve una mejor nota. ¿Cuál le pongo yo? Pese a sus defectos formales debo ponerla un 7.
  25. Sin quererlo yo, e ignoro si el editor, en ‘Zora y la zombie’ de Andy Duncan me encuentro por segunda vez con Zora Neale Hurston (la primera vez en el relato de Gaiman), persona de la que no sabía nada de nada. Tal y como da a entender el autor seguro que sin conocer a la señora Neale no se captan todos los detalles del relato. Aun así el señor Duncan ha sabido urdir una historia interesante en torno al concepto original del zombi, el del vudú y Haití. La escena del regreso de Erzulie queda un poco coja: parece un pegote efectista sin explicación clara. Pese a ello uno palpa y se sumerge bien en ese Haití de la primera mitad del siglo XX en el que el terror a los zombis entraba dentro de lo cotidiano a la misma altura que la pobreza, el hambre y las bandas callejeras. Recuerdo haber visto de niño un programa (no sé si del difunto Jiménez del Oso) acerca de un caso similar al de Felicia, una persona que había ‘regresado’ tras una supuesta muerte. La historia me impresionó más que anda por el carácter de documental con el que se narraba. A ver: era un crío y por aquel entonces me encantaban los programas tipo a los de Jiménez del Oso. Ahora me río a la cara y le escupo a su discípulo, Iker Jiménez, manipulador, teatrero y farsante donde los haya. Bueno, el cuento de Duncan posee ese aire cristalino y cercano, plausible, que creí ver en ese documental que vi de pequeño. Funciona, y lo hace muy bien. Pese a sus pequeños defectos, como el ya citado de la aparición de Erzulie, me ha parecido una pequeña delicia el acompañar a esta Hurtson escritora que intenta sumergirse en sus raíces. Le pongo al cuento un muy merecido 8.
  26. Bien, bien, bien. El cuento ‘Calcuta, el señor de los nervios’ de Poppy Z. Brite me ha permitido reconciliarme conmigo mismo. ¿A santo de qué viene esto? Pues a que este cuento sigue la estructura y desarrollo de los que yo escribía tiempo atrás: la trama existe pero no posee un peso importante en comparación con la atmósfera. Leyendo el cuento nos descubrimos a nosotros mismo recorriendo esa Calcuta tan llena de horrores como de vida. Descripciones ricas y acertadas, desarrollo de ambientes y trasfondos, de historias apenas susurradas pero muy sugerentes. Una delicia. Recuerdo que el libro de Brite que he leído no me dejó buen sabor de boca. Sin embargo este relato, esta inmersión pausada y aterradora en una ciudad moribunda, me ha encantado. Y me ha confirmado que el estilo que yo usaba (centrado en tejer sentimientos, pintar atmosferas, insinuar desgracias y sugerir amenazas más o menos veladas) no sólo sigue vivo sino que, aunque sólo sea más allá de nuestras fronteras (donde parece que vende más lo directo y burdo que lo lento y elaborado), es aceptado e incluso apreciado. Sí, acabo: que le pongo un espléndido 8 a este cuento. Qué gusto leerlo, por dios. Parece que el libro remonta a medida que se llega al final. Eso mola. Y mucho.
  27. Los zombis de ‘Seguidos’ (Will McIntosh) no sólo no tienen una actitud agresiva sino que su manera tan calmada y paciente de perseguir a sus ‘víctimas’ roza el patetismo. El relato posee un claro, meridiano, mensaje moralista. Quizá ese detalle haga que no me acabe de funcionar, si bien no voy a negar que se le acaba tomando un poco de cariño a la criaturita. Funciona lo justo para llevarse un 5.
  28. ‘La música del zombie’, por muy que venga de los manos de dos monstruos de las letras como Harlan Ellison ® y Robert Silverberg, se queda en un relato sencillo. Como mucho sencillo. Juega con la emotividad de una manera cercana al anterior ‘Seguidos’, pero éste carece de detalle final, o al menos no tiene ni la mitad de gancho que el oreo cuento. Historia muy olvidable, lo que la hace merecedora de un triste 5.
  29. Con la Iglesia hemos topado, querido Sancho. Eso más o menos se puede decir de este ‘La representación de la pasión’ de Nancy Holder. Partiendo de la bastante increíble base de ‘una nueva Iglesia Católica surgida tras la hecatombe zombi’ (increíble más que nada porque esa mierda supersticiosa e hipócrita está tan podrida de dinero, poder y orgullo solo cambiará cuando muera su último fiel y su último sacerdote), la autora enfrenta al viejo mundo (el anterior al alzamiento zombi así como el de la mezquina dualidad de poder y religión) con la nueva realidad de que sobre la tierra caminan criaturas como los zombis. En esa situación un representante de los viejos valores (los auténticos que predicó el judío de Nazaret) se enfrenta a los poderes de su tierra y de su organización, todo ello para poder demostrar y propagar su mensaje de amor. Soy ateo, de los ateos que no pestañearían en eliminar de raíz toda religión (primero a través de la educación y la cultura, y si hace falta a los más recalcitrantes y obtusos a sangre y fuego), pero aun en mi condición de ateo comprendo y admiro el mensaje que algunos fundadores de religiones transmitieron. Mensajes como el de Jesús de Nazaret. Ese mensaje se plasma en este relato enfrentándolo con el poder jerárquico y egoísta que se adueñó de él: el clero y la Iglesia (jodido mensaje confuso de Mt 16, 18 ‘y sobre esta piedra edificaré mi iglesia’. ¿Por qué no se escribió ‘y en este prado –por ejemplo– edificaré mi iglesia’ y así se libró la humanidad de los sucesores de Pedro y Pablo?), junto a las estirpes del poder económico. El protagonista se enfrenta a un destino de ostracismo para defender y reivindicar los derechos de los más débiles. Coño, tópico pero con mensaje reivindicativo y (EMHO) potente. El final del relato es de traca, en el sentido bueno de la palabra: predecible pero no por ello menos potente. Se disfruta palabra por palabra. Muy bien. No se merece menos de un 8.
  30. Coño con el título del cuento de Scott Edelman: ‘Casi el último relato de casi el último hombre’. Tiene no sé qué de trabalenguas. Bueno, al lío: la lectura de este ‘Casi’ resulta un poco cansina. Arranca y para. Y vuelve a arrancar, y vuelve a parar. El texto ejemplifica a la perfección gran parte del género de zombis en España (al menos el que he leído): repetición de historias con las justas variaciones para que no se copien entre unas y otras, y por eso mismo la antítesis a la inmensa mayoría de los relatos de este libro. Nada nuevo bajo el sol, y además con un ruptura del cuarto muro que no ayuda a tomarse en serio el cuento (aunque lo de tomárselo en serio puede que no sea exigencia obligatoria). Pese a todo entre todos los relatos apuntados hay uno que quiero destacar: el del cura. La imagen de la misa y la comunión me han gustado. Mucho más que esas personas que parecen muñecos, en vista de la manera tan fácil con la que los zombis les desmiembran: vamos, leyendo esto parece que con estornudar se no caer un brazo o una pierna. La historia se lleva un justo 5.
  31. De ‘Así declina el día’ de John Langan se puede ya de entrada que al menos se merece un punto por la originalidad: ha usado el formato de guion teatral para narrarnos la historia. Y ahí acaba lo interesante de este relato: al autor nos presenta una sucesión de escenas tópicas que llegan a aburrir (a mí incluso me arrancaron bostezos). Porque narra lo que ya se ha contado mil veces en este género: encuentros con zombis vistos desde la perspectiva de gente normal sobrepasada por la situación, individuos que no saben enfrentarse a ‘lo que antes era su vecino y ahora es otra cosa’. Bla, bla, bla. Lo dicho: aburrido, predecible, reiterativo. Ale, un 5 y a m*****a a Parla.

Leídos todos los relatos la media obtenida ni siquiera llega al bien, quedando en un 5’69. Pero esa nota puede engañar, haciendo pensar que el libro apenas valga la pena. Yo no saco esa conclusión: en este volumen uno encontrará auténticas joyas, relatos olvidables y cuya mera inclusión ya hace a la recopilación  merecedora de ser comprada. Además, aunque otras historias no posean esa calidad narrativa sí que permiten al lector ver que en el subgénero Z no todo se reduce al mismo concepto de zombi–devora–vivos: la rica panoplia de versiones del no–muerto que aquí se descubren (pese a lo que otros digan) le permite a uno fantasear e ir más allá del tópico. Ya sólo por eso se podría recomendar el libro.

Vamos, que sí, que el libro merece la pena. Lo único malo el precio, que tira para atrás por lo caro…

Un saludo.

AA. VV. – Calabazas en el trastero 12: horror cósmico

Hola, ofidios.

Calabazas en el trastero 12: horror cósmico

Calabazas en el trastero 12: horror cósmico

Gracias a la amabilidad de la Editorial Saco de Huesos llega a mis manos esta compilación de relatos, Calabazas en el trastero 12: horror cósmico. No lo puedo negar: agarro esta lectura con auténticas ganas de saber qué contienen sus páginas. Al fin y al cabo he disfrutado del horror cósmico forma desde mi infancia, cuando pasé de leer Verne a adentrarme en Lovecraft (a los once años tuve mi primer contacto con el de Providence en la forma de En las montañas de la locura. Tras acabar el libro ansiaba leer más horrores como los allí descritos. Y así hasta ahora). No sé si ese bagaje de casi treinta años leyendo y releyendo horror cósmico supondrá un problema para valorar esta recopilación; poco hay en ese estilo que me sorprenda, y me tomo los pastiches descarados con sorna, cuando no con un poquillo de asco.

Pero aquí no debo hablar de mí sino de lo que me he encontrado.

  1. Y, como se dice, la primera en la frente. El relato ‘La Teaghonía de Heráclito’ (Juan José Hidalgo Díaz) me ha sorprendido por su uso de personajes: lo que menos me esperaba en una historia de horror cósmico era encontrarme a Azaña (una vez aparece como ‘Hazaña’. Ese maldito corrector ortográfico del procesador de textos) y con Franco. Ya sólo por ese valiente movimiento merece la pena resaltar este cuento. No quiero meterme en política ni en cómo la figura de Franco acaba reflejada como el salvador de España frente a un mal cósmico (no me parece ni momento ni lugar), pero no me extrañaría que a algún lector el relato puede que le duela, sobre todo al contemplar ese enfoque de la guerra civil y posterior represión como salvación frente a un mal mayor, una especie de justificación del mayor drama vivido en España en los últimos cien años. Pero nos encontramos ante un cuento de fantasía, de horror cósmico, no de política. Y ese espíritu de amenaza más allá de lo tangible (que encaja con mi definición de horror cósmico mejor que la que aparece en el prólogo, que se centra más en el tamaño y lo monstruoso) se capta a la perfección en el relato. Más aún, la introducción de una divinidad que tiene mucho de meme lingüística se me ha hecho del todo original. En cuanto al estilo, he de decir que adolece de algunos defectos que se reiteran en casi todas mis últimas lecturas (y comentados sobre todo en mis reseñas para Bukus) y que no voy a repetir de nuevo. Pero el texto, aun con sus defectos, engancha obligando a leer y leer sin pausa. Muy bien. Le pongo un 7.
  2. Sin embargo ‘Agujero negro de gloria’ (Andrés Abel) me ha parecido un pequeño globo. Relato demasiado corto y vacío, no da tiempo a sentir el vértigo (que no horror, mucho menos cósmico por mucho agujero negro que ponga) en el que creo pretende sumergirnos. Una pena: ello le otorga un humilde 4.
  3. ‘Las estrellas están en posición’ (Aitor Solar) empieza con un escenario y situación de personajes tópico dentro de la escuela de Lovecraft. Todo el relato encaja en el prototipo de cuento de Los Mitos, incluida la época en que se desarrolla: casi parece un calco de los del Círculo de Lovecraft¸ quizá diferenciándose de ellos en el detalle de la protagonista (el sexo femenino casi no aparece en Los Mitos originales, y mucho menos como protagonista). El desarrollo prosigue en esos términos hasta llegar a un final un poco traído de los pelos: tanto es así que puede que e incluso a algún lector no acostumbrado a Los Mitos le suene ridículo, si bien el desenlace a los fans del género les hará recordar a unos entrañables y cafres hermanos de Dunwich. Porque si ellos pudieron desencadenar lo que desencadenaron, ¿por qué ella no? Dado que entra dentro del más puro clasicismo, pero sin caer en el pastiche, le pongo un 6.
  4. El cuento ‘La Franja’ (Fernando Lafuente Clavero) no funciona. Al menos a mí no me ha funcionado: la enorme serie de incoherencias en torno a ese muro me han hecho desconectar. ¿De qué hablo? De que si en toda la historia nunca nadie ha estado al otro lado ¿por qué dar por hecho que hay algo allá? ¿Están en un planeta? ¿Esférico? ¿Cómo intersecta ese muro al planeta? ¿Como un plano a través de su centro o de una manera menos simétrica? ¿El autor se da cuenta de lo que supone, en cuanto a su visibilidad en el cielo, que un planeta que éste esté cortado por un plano opaco? Le sugiero que lea Mundo anillo (Larry Niven), Mundo río (Philip J. Farmer) o aunque sea La señora de los laberintos (Schroeder) para comprobar lo que implica ese tipo de superestructuras en los paisajes, y cómo jugar con ellas. A ver: no pido un relato de horror cósmico con toques de cifi hard, pero sí un mínimo de coherencia con el entorno descrito. ¿Por qué pido eso y no me dejo llevar por la suspensión de incredulidad? Pues porque si se habla de vehículos casi idénticos a coches se me está describiendo tecnología, lo casi opuesto a fantasía, y eso me activa el chip exigente y realista, el chip que busca realismo. En ese sentido hace años escribí un relato con un muro similar como protagonista, pero me aseguré muy bien de que quedara claro de que estaba ambientado en un mundo onírico, con lo que no se me puede pillar en esos defectos. El cuento tiene muchos otros defectos que lo hacen flojear, defectos entre los que se encuentra el final. Se lleva un 4.
  5. De ‘(           )’ (Magnus Dagon) en un primer lugar, en cuanto a estilo, hay que destacar su preocupante reiteración en el uso del verbo ser para casi todo, así como la de los adverbios modales. Llega a volverse cansino, la verdad. A eso hay que añadir que el señor Dagon (palabra llana, ojo: sin tilde en la ‘o’) además tiene el defecto de repetir palabras y estructuras de forma casi seguidas, lo que cansa. Un defecto que debería solventar para el siguiente cuento. Pero dado que estamos ante textos no profesionales se asumen esos defectos formales y no se van a considerar como determinantes a la hora de valorar los textos, ni para este cuento ni para el resto. En cuanto a la historia se agradece la manera de plantear el origen del mal, muy acorde con el género de la compilación, algo vago e indefinido, un horror del que apenas se conoce el nombre. Algunos detalles de la manera en que investiga el protagonista suenan inocentes, sobre todo a estas alturas en las que buscar por internet datos está a la orden del día (y no hace otros casi básicos, como tirar del whois de DNSs, o similares). Pero los pros, como esa escena de cuando llega al piso y lo encuentra ‘patas arriba’, superan los contras, con lo que se lleva un 6.
  6. ‘Los condenados del Titanic’ (Ana Morán Infiesta). Este relato entra casi dentro del puro pastiche. Salvando el estilo, hay que decir que imita demasiado los formatos de los textos clásicos de Los Mitos. El cuerpo del relato entra en lo predecible, más que nada porque historias similares se han escrito por decenas. A eso hay que añadir incoherencias o despistes argumentales, entre los que destaca la no explicada relación entre la nota inicial del cuento y el desenlace: en la nota se habla de unas circunstancias muy concretas que luego no se siquiera adivinan en el cuento. Como elipsis me parece demasiado grande; como olvido lo veo un error de bulto. Llega al 5, pero por los pelos.
  7. Leer ‘Mientras siga existiendo esperanza en la Humanidad’ (Óscar Pérez Varela) supone un auténtica delicia. No sólo está bien escrito en cuanto a forma, sino que la historia engancha desde un primer momento, más incluso que el relato de Hidalgo. El cuento consiste en un ejercicio de manipulación de la historia: en ella tenemos como protagonistas a tres de los autores cumbres de nuestra literatura, todos ellos inmersos en una pugna de la que no diré nada más, sólo que quienes conozcan un poco la vida de Valle Inclán no podrán reprimir una sonrisa. Sólo este texto ya hace que merezca la pena el libro entero. Se lleva un bien merecido 8.
  8. El cuento ‘Parásito’ (Santiago Sánchez Pérez) se me ha hecho tan anodino y olvidable que en efecto a la hora de redactar esta reseña ni me acordaba de qué iba. Torpe en cuanto a redacción y fondo, apenas se puede decir que sirva como prólogo o primer capítulo de una novela pulp que yo nunca compraría. Le pongo un 3.
  9. ‘Horror vacui’ (Sergio Mars) está más o menos bien. La idea de fondo posee gancho, pero el texto falla cuando pretende afinar con datos. Los números, los malditos números, hacen que la historia se desmorone. ¿Por qué? Porque una ‘onda de choque’ con origen en el centro de la galaxia, por muy a la velocidad de la luz que vaya, sigue tardando miles de años en llegar desde que se empieza a hinchar hasta la Tierra. No sé si me explico: si los observadores están a 35.000 años luz del centro, desde el momento que contemplan el primer efecto de la onda de choque (el que afecta al núcleo, y sólo al núcleo) tienen por lo menos esos 35.000 años de espera entre el estallido y que el frente de la onda les golpee. Y ese plazo suponiendo que el frente que viaja a la imposible velocidad superior a la luz: si se desplaza a una menor poseen todavía más tiempo. A no ser que se trate de otra cosa, como aparece en Cuarentena (Greg Egan). Pero, a mi entender (y más allá de los detalles de ciencia ficción dura), la auténtica fuerza del cuento –y el horror verdadero– no está en ese lejano centro galáctico sino en los personajes: esos dos hombres que, más allá del fenómeno astronómico, reaccionan con visceralidad ante la hecatombe, dejándose llevar por su naturaleza humana. Le pongo un 6.
  10. ‘Token’ (Luis Guallar Luján) de nuevo resulta un cuento predecible, demasiado: en cuanto se dice el sentido y destino del token ya queda claro lo que va a pasar. El cuento me recuerda de pasada a Cronopaisaje (Gregory Benford), pero por supuesto carece de la profundidad de ese magnífico libro. La historia, que ya perdía interés debido a su esquema repleto de tópicos, al final se revuelca en el pastiche. E incluso se permite un último párrafo digno del olvido. Apenas llega a un 4.
  11. Y de nuevo una luz en la colección de textos: ‘La ciudad bajo las aguas’ (Ricardo Montesinos) se disfruta casi de cabo a rabo. Cuento sencillo y directo, que flirtea con el tópico del libro maldito pero sin sucumbir a exageraciones. En la historia hay un rico abanico de elementos familiares para el lector de horror cósmico, engarzados de tal manera que ninguno de ellos eclipsa a los otros, y que gracias a la rapidez del texto se disfrutan sin regodeos. Una pena esa escena final, donde no se sabe si las aguas turbias de repente se vuelven del todo cristalinas, dada la cantidad de cosas que ve el protagonista. Pero aun así un cuento digno de mención. Obtiene un merecido 7.
  12. El cuento ‘Un brindis al sol negro en Villa Diodati’ (Juan Ángel Laguna Edroso) puede decirse que está resumido en el título: un brindis al sol. La historia apenas se la puede llamar tal, limitándose a una serie de pinceladas y un borrón (la anacrónica presencia de Stoker). Demasiado lleno de vaguedades, se hubiera agradecido que el relato estuviera dotado de un poco más de extensión para así dibujar más la escena, las relaciones y el propio contexto de lo que ha sucedido antes. Otro detalle (un comentario 100% personal): nunca me ha gustado que en una recopilación de cuentos aparezca uno del propio editor/compilador. Siempre me ha dado la impresión de que esos cuentos se publican en plan de ‘porque yo lo valgo’. Prefiero que las labores de edición se mantengan bien diferenciadas de las de creación: así no se da la sospecha de agravio comparativo. Apenas llega al 5.
  13. ‘Hijos de Lug’ (David Marugán) supone un intento de llevar el horror cósmico a la España rural. Lo logra de manera algo justa, sobre todo por la manera de presentar a los ‘forasteros’, que dejan claro con demasiada rapidez sus intenciones. Tanto es así que a partir de cierto momento el cuento casi se resume a ver cuando pasará lo que el lector ya sabe que va a pasar. De nuevo un muy justo 5.

Mención aparte merece la portada de Martín de Diego Sádaba, que me parece perfecta. ¿Me lo imagino o tiene cierta influencia de ‘El color que cayó del espacio’?

Voy a hablar un poco de la forma, el estilo con el que están escritos, verdadero talón de Aquiles en la mayoría de textos (de ediciones profesionales o no) que leo de un tiempo acá. En esta compilación me he encontrado con cuentos que, a mi entender, necesitarían una reescritura completa, de tan mal como están redactados; por fortuna suponen una excepción. Lo que sí se ha hecho casi general es el abuso del condenado verbo ‘ser’: lo admito, con el tiempo parece que se me está desarrollando una especie de ‘hipersensibilidad’ a dicho hábito. A ese verbo y a los adverbios mal colocados (el condenado Stephen King me ha espoleado en ese sentido). Hay otro aspecto que cada vez llevo peor: el uso de la primera persona en las narraciones. Ahí mi cerebro lucha entre el chip ‘corrector de estilo’ y el que me dice ‘oye, que al narrar en primera persona valen todo tipo de salvajadas gramaticales’. En efecto, el narrador en primera persona se puede permitir el repetir en un párrafo mil veces el verbo ‘ser’ conjugado como quiera, o encadenar adverbios como longanizas, reiterarse en estructuras gramaticales sin que se busque la aliteración o la anáfora, o abusar del lenguaje coloquial y llano. Sí. Todo esto se le permite a un texto narrado desde el ‘yo’. Pero aun así me acaba cansando, incluso me llega a enfadar: leyendo esos textos pienso que están narrados con desidia y dejadez, como si en el aire flotara un ‘todo vale’ a la hora de escribir. Algo me dice que se trata de textos que no sacan partido a esta lengua nuestra tan rica, y muchas veces por la sencilla razón de que el narrador no da para más.

Acerca de los autores debo decir que me chirría el encontrar tanta ‘Z’ entre sus currículos. Sigue pendiente mi inmersión en el aporte español a ese subgénero, subgénero ante el que tuve una primera experiencia nefasta. Espero que, con el tiempo y las lecturas, pueda borrar de mi mente los adjetivos ‘arribista’, ‘comercial’ y ‘paupérrimo’ (en cuanto a calidad literaria), calificativos que por ahora asocio a la avalancha de libros de temática zombi. Pero ver a tantos de ellos inmersos en el ‘submundo Z’ me da la impresión de encontrarme ante una camarilla,  una especie de gremio o grupo de personas con tendencias corporativistas. Doy por hecho que se trata de una idea errónea, surgida de una mente como la mía, con fuertes tintes conspiparanoicos.

Pero mejor dejar esas fantasmagorías y volver a lo que trae aquí, la compilación. A modo de resumen, el balance de la recopilación recibe una nota de 5’38, número engañoso: ese aprobado justo, fruto de la media, no debe ensombrecer las luces que posee el libro. Cuentos como ‘La Teaghonía de Heráclito’, ‘Mientras siga existiendo esperanza en la Humanidad’ y ‘La ciudad bajo las aguas’ lo hacen merecedor de su lectura, así como apuntar una serie de nombres a seguir. El libro se puede adquirir en la web de la Editorial Saco de Huesos. Sin duda a lo largo de las 178 páginas encontrarás momentos de placer… o de horror. Cósmico, claro.

Un saludo.

AA.VV. – Dejen morir antes de entrar (reseña Bukus)

Hola, culebrillas.

Bukus Reseñas

Bukus Reseñas

Nueva reseña para Bukus. En esta ocasión se trata de la recopilación Dejen morir antes de entrar, libro conmemoratorio de la tercera edición del concurso de relatos de La web del terror. Como siempre podéis leer la reseña entera en la web de Bukus.

El presente libro recoge más o menos el 50% de los relatos recibidos al concurso, lo que permite apreciar bastante bien el material que les ha llegado. Teniendo en cuenta que en la presentación del concurso los responsables del mismos les dicen a los concursantes que en esta edición desean darle una ‘importancia vital a la ORIGINALIDAD, CREATIVIDAD, INGENIO y CALIDAD de los relatos’ (sic), y que según el punto 7 de las reglas ‘Los relatos presentados a concurso deberán estar cuidadosamente corregidos y sin faltas de ortografía’ (sic) esperamos que la experiencia de la lectura resulte del todo agradable.

Un saludo.

Robert E. Howard – Canaán negro

Hola, ofidios.

Dado que ando con la pila digamos que ‘poco accesible’ (la inmensa mayoría está repartida en cajas) el abanico real de opciones de lectura se limita sólo un puñado, y he elegido otro libro de relatos de Howard, en este caso relatos que no encajan con ninguna saga: Canaán negro.

De entrada se me hace raro el no encontrarme con una introducción o presentación de los libros, algo que la gente de Valdemar suele cuidar. Y eso me mosqueó un poco, la verdad. Mosqueo que fue a más al empezar a leer los relatos.

Comento los relatos a medida que los leo, lo que explica el estilo y las notas a los textos.

  1. ‘Cabeza de lobo’ no sé si decir ha envejecido mal, si carece de mucho sentido argumental (esa mezcla de historia de terror con hombre lobo raruno a la limón con aventura según el estilo de la casa, todo ello bastante mal encajado y con fallos de timing interno) o si, a las llanas, es un relato malo. Quizá lo acertado es lo último: le pongo un 3, y mucho me parece.
  2. El relato ‘Aparición en el cuadrilátero’ pertenece a uno de esos subgéneros en voga a de inicios del siglo, y ahora totalmente desaparecidos: el de los boxeadores. Nunca antes había leído un relato de estos, y la verdad sea dicha, esa temática no me interesa lo más mínimo, lo mismo que el deporte en el que se basa. Si a eso añadimos que el título del relato supone un spolier directo (añadida a la nota de pie de página que aparece en la primera página, que ya lo borda) pues… intriga poca, la verdad. El relato puede que a un amante del boxeo le interese e incluso sepa extraer jugo a ese cruce de golpes y descripciones de los mismos; a mí me ha aburrido de forma soberana. Admito que la extensión resulta la justa y necesaria para crear un clima de ‘que está a punto de perder hasta que de repente…’, pero a mí se me ha hecho excesivo. Y la resolución final simple y mal envejecida: un relato quizá sorprendente para la época, pero que ahora peca de inocente y manido. Le otorgo un 5 y al siguiente.
  3. Leyendo ‘El terrible tacto de la muerte’ siento un intenso deja vú: he leído algo muy similar esto, un relato de alguien velando el cadáver de ¿Schopenhauer? Una rápida búsqueda entre lo que he leído de un tiempo a acá y ya estoy centrado: ‘Junto a un muerto’, relato de Guy de Maupassant incluído en Felices pesadilllas. Pero no, en este caso el origen del terror no es una dentadura postiza… sino otra cosa. Vamos, que tampoco se salva de la quema. Le pongo un triste 3.
  4. Seguimos con ‘El horror del túmulo’, una historia que mezcla los escenarios de la Texas contemporánea al tiempo de Howard con el pasado de los conquistadores. Y con algo más que, una vez leído y a la luz del sol, cruje, chirría y, en definitiva, falla. Se lleva otro 3.
  5. Ahora toca a ‘El hombre en tierra’, un relato de odios y venganzas en el salvaje oeste, una historia que se cae como un castillo de naipes al final, sin sentido por algo muy sencillo: ¿cómo se dispara esa segunda bala mortal? Que me lo explique alguien, pero mientras tanto este nuevo relato se apunta otro 3.
  6. El aire inicial del relato ‘La marca del cabo’ recuerda algo a Machen, rememorando un pasado oscuro y perdido. Historia de corte gótico, con ruinas y espectro incluído. Por desgracia el final resulta torpe y muy previsible. Al final el texto se hace merecedor de un 5 raspado, obtenido por las primeras páginas, que no por la últimas.
  7. Le toca el turno a ‘El fantasma del anillo’ y de nuevo siento un deja vú: ya he leído en otra parte relatos de anillos malditos, y no me refiero al tocho insoportable de La fuerza de su mirada (uno de esos muy escasos libros con la nada honorable medalla de no-acabado; y por ahora sin la menor gana de retomarlo, todo sea dicho ya de paso). Rebuscando en internet, pero sin ponerme a buscar entre las estanterías (vago que es uno) creo haber hallado de dónde me llega esa impresión: del Maestros del horror de Arkham House, en concreto del relato de Campbell o del de Counselman. Salvando esa relación decir que el relato resulta graciosillo al aparecer así de repente, sin esperarlo, Toth Amón. Por desgracia el relato adolece del mismo defecto que muchos otros de la compilación: resulta forzado, encontrándonos con que gran parte de los detalles claves de desarrollo metidos a piñón, para que encajen de una manera perfecta. O cuasi perfecta. Pero el resultado final no me agrada: le pongo un 4.
  8. Continuamos con ‘La luna de Zambebwei’, un relato que de nuevo se hace tópico, con expresiones exageradas de malos muy malos, de buenos muy fuertes (casi parece un tanque), de bellas damiselas en apuros de cabellos rubios deslumbrantes. Acción del tipo ‘todo para adelante y sin frenos’, que quizá a un neófito le agrade, pero a alguien con un poco más de trasfondo no. Le otorgo un ramplón 4.
  9. Al fin llegamos al relato que da título a la compilación, ‘Canaán negro’. Nos hallamos ante un relato que muy bien podría haber protagonizado el coloso cimmerio, sobre todo si lo transportamos las marcas bossonias y con los pictos como malvados. Sí, el relato rezuma racismo (representa a los negros, a toda la raza, como poco menos que criaturas degeneradas y de naturaleza tendente a lo demoníaco), ¿y? Los blancos no acaban mejor pintados, crueles amos que consideran a lo negros poco menos que animales. Todo ello se revela como fermento ideal para que germine la historia, aderezado como unos toques de magia negra y deformidad típicas de la casa. La historia sigue el esquema de “todo p’alante y sin frenos” habitual en este género, pero se disfruta mucho. Ale, un 7.
  10. De la mano de ‘Los muertos no olvidan’ llegamos a un texto que usa el ya casi olvidado recurso de las historias epistolares, en este caso ambientado de nuevo en el salvaje oeste de Howard. Relato sencillo pero efectivo, una historia de fantasmas cruda y de inevitable final. Se lleva un 6.
  11. Y del lejano oeste a la remota Sumeria con ‘La casa de Arabu’. La verdad es que parece que a medida que el libro avanza los relatos mejoran: tras ese triste inicio (sólo hay que ver las notas de los primeros relatos) los que engrosan el centro del volumen mejoran en cuanto a calidad. Así con este relato tenemos de nuevo una narración ‘tipo Conan’, tópico si se ha leído más del cimmerio pero aun con todo agradable. Le pongo un 6.
  12. Por desgracia con ‘La perdición de Dermod’ el nivel baja un poco, al resultar un relato demasiado corto, demasiado forzado: este tipo de narraciones parecen casi encorsetadas. Se hace merecedor de un 4.
  13. ‘Delenda est’ creo que tiene varios fallos de coherencia histórica hace referencia a una Cartago que ignoraba que existía: yo me quedé en ‘una ciudad arrasada y de la que no dejaron piedra sobre piedra y los campos sembrados de sal para volverlos eriales’, y ahora descubro que en el año 29 a.C. se volvió a fundar una nueva sobre ella. No te irás la cama sin saber algo más. Ya sólo por eso en mi caso merece la pena el relato 😉 Le pongo un 5, dado que más allá de ese detalle personal resulta simplón y predecible.
  14. De un relato ambientado en un barco a uno protagonizado por marinos, pero ya en tierra. Y ambos dos de fantasmas. Uno ya empieza lo que va a ocurrir en ‘Aguas inquietas’ sólo con leer la manera en la que se preocupa el autor de decir dónde está sentado cada uno de ellos. Pero aun así se merece otro 5.
  15. ‘El horror sin nariz’ se revela como uno de esos relatos cuyo título nos engaña. En efecto, todo parece apuntar en una dirección y luego… De estilo demasiado decimonónico (es que a mí, que un autor del s. XX pinte a todos los protagonistas tan afectados, sensibles a impresionables me chirria demasiado). El relato hubiera ganado más con unas cuantas páginas más, tanto describiendo mejor al sij y dándole trasfondo como a toda la relación de los personajes y la preparación de ‘lo que les iba a ensañar’. Sin ello se vuelve un relato apresurado y, de nuevo, predecible en cuanto adivinas que el título te está despistando. Otro 4.
  16. Ahora nos encontramos con un relato metido de lleno en Los Mitos. Incluso se nombra a uno de los libros famosos inventados por El Círculo de Lovecraft. Aquí el autor sí que sabe mantener un tempo oportuno, alargando la historia y creando una atmósfera y ambiente. Sí, lo que crea a estas alturas resulta típico, pero es el mismo aire de amenaza que popularizó HPL. Y entonces resultaba una novedad. Relato que he disfrutado en gran parte de su extensión (salvando el exagerado e irreal discurso de la chica). Hice conmigo mismo una apuesta por acertar lo que se ocultaba arriba y… pedí: esperaba uno de esos vastaguitos de mi amiga Shub, pero no: lo que acechaba resultó algo diferente. Una historia que se lleva un 7.
  17. El penúltimo relato de la compilación se titula ‘La última canción de Casonetto’, y no va de puertas deslizantes empotradas, no. El mayor fallo del relato es que el prota se pone escuchar el disco supuestamente acompañado de su amigo, pero éste de repente desaparece… hasta el momento final. Un ejemplo de historia que en primera persona pierde. Al final como cuento no funciona, lo que le hace merecedor de un 4.
  18. Y llegamos al final con ‘Los moradores bajo la tumba’, una historia que -de nuevo- bebe de Lovecraft. Ignoro la fecha en la que Howard lo escribió, pero casi diría que tiene una clara inspiración con En las montañas de la locura, mi obra favorita del de Providence. El horror subterráneo en este relato no por predecible deja de resultar menos efectivo. Un relato que, aun con su inocencia, se disfruta de cabo a rabo. Por ello le pongo un 7.

Y acabó lo que se daba. Al final del todo aparece un listado y con la fecha de publicación y la revista o publicación donde cada relato vio la luz. Así vemos que el orden de impresión en esta compilación se corresponde con el de aparición a la luz pública.

Habiendo leído todos me queda claro que los relatos ganan cuando más desarrollo tienen, si bien de la lectura general se desprende un cierta visoñez, un muy mal paso del tiempo sobre las historias. Eran otros tiempos, más inocentes y sencillos, lo cual en parte lo justifica. Pero sólo en parte: por aquella época, y antes, ya hubo cuentistas mordaces cuyos textos no han envejecido tan mal (y sólo diré dos nombres: Machen y Hogdson), escritores que hoy, más de cien años despues de su tiempo, aún logran poner los pelos como escarpias. Por desgracia eso no ocurre con muchos de los textos de esta compilación, la cual me temo que debe su existencia al mero nombre de Howard y a la larga y poderosa sombra de Conan. Con ella queda demostrado que el texano tuvo sus luces y sus sombras, las cuales se coagulan densas y cenagosas en este volumen.

La media de los relatos leídos da un triste 4’72. Una pena que por poco no llegue al 5. Pero es que hay relatos malos, casi infumables, al menos a mi gusto.

Adiós.