Archivo mensual: agosto 2010

Max Brooks – Guerra Mundial Z

Buenas, culebrillas.

Sí, caí en la moda zombi. Tampoco supone una novedad dado que el género me encanta, hasta el punto de verme las tres películas de la saga Resident Evil 😛

Si bien el primer libro de Max, el hijito de Mel Brooks, no me atrae lo más mínimo, este Guerra mundial z ya es otra cosa.

Emulando el estilo epistolar, convertido en esta ocasión en una sucesión de entrevistas a los supervivientes, se nos narra las experiencias personales de gente diversa ante una plaga zombi de ámbito mundial. Ese carácter epistolar desde un primer momento me atraía: ese estilo permite llevar de manera magnífica el terror a las páginas de manos de la más absoluta subjetividad (otra de las bases del terror). Por otro lado, y en vista del autor (un guionista de cine yanqui) y el arco temporal que se supone (desde la hecatombe inicial a la lucha supervivencia y la victoria final) mucho me temía un excesivo americanismo de la novela: si en el fondo todo americano lleva dentro de sí lo que aquí llamamos patriotero, o incluso facha. Pero la verdad es que salvando una de las partes del libro, la centrada en la agonía americana, el resto del libro no padece excesivamente ese aire yanqui.

Empieza muy bien, con un primer centenar de páginas no exentas de tópicos, pero con escenas que hacen las delicias de todos los amantes del subgénero.  Se suceden las escenas más o menos típicas, pero aderezadas con una mezcla de subjetividad y directa mala leche que las hace más jugosas. Resulta incluso de risa encontrarse a París Hilton en el libro (pena que no se describa su muerte), y en algunos párrafos se ataca directamente el American Way of Life.

Por desgracia a medida que la historia avanza ésta pierde interés. Al menos para mí: la victoria sobre los zombis y cómo se llega a ella no es una idea de mi agrado, y hubiera preferido un nuevo mundo por completo Z, con una enorme Z mayúscula. O por lo menos algo similar al Día de los trífidos, más abierto. Sin embargo asistimos, primero, a un resurgir de las cenizas de cada país (haciendo en la mayoría de ellos de una organización y recursos nada creíbles dada la gravedad de la epidemia), para luego continuar con a una supuesta alianza internacional. El caso de Canadá más EE.UU. más México es casi de broma, con la estrategia de barrido. Una de las más admisibles y atrayentes, por otro lado, es la rusa. Y la japonesa sólo puede definirse como chiste.

El autor usa (no me atrevo a decir que abusa) de adaptaciones de hechos reales de la historia de la guerra. Me explico: coges una historia de supervivencia de la Segunda Guerra Mundial, cambiar los nazis por los zombies, lo aderezas un poco y ¡voilá! Ya tienes toda una entrevista de uno de los supervivientes. A ver, no soy un experto en historia de la guerra, pero es que muchas de las narraciones me suenan a eso.

No creo que tardemos muchos años en ver este libro llevado a las pantallas, sino incluso en forma de trilogía (que es lo que mejor le iría, visto el desarrollo). Nota: en la wikipedia ya se habla de una nueva película.

Puntuación final: un ocho.

Adiós.

A. A. Attanasio – Radix

Hola, ofidios.

Rescaté Radix de la pila recordando el comentario despectivo que al respecto pronunció alguien que conocí hace años (y de criterio bastante fiable en lo que se refiere a cifi hard). Pero eran otros tiempos, hace ya muchos años, y ante la perspectiva de una temporada fuera de casa opté por arriesgarme con este grueso tomo.

No me arrepiento, ni de lejos. Hay que admitir el mayor problema  de texto de Attanasio: hay momentos (sobre todo cercano el final) en los que peca de críptico, de farragoso. A veces cuesta comprender lo que se lee, ya que el autor se deja llevar por una excesiva retórica new age (royo jipioso, vamos), manchada con un lirismo que nos sumerge en párrafos de ñoñería ‘vital’ y ‘guay’, con toques de lo que creo haber reconocido budismo y zen. Pero salvando esas parrafadas, el mensaje del amor-vida-ñoñez, el resto atrae, engancha.

El autor nos presenta como protagonista a un desgraciado que resulta odioso, una criatura patética y que por más que evoluciona hacia algo mejor nunca acaba de resultar atractivo (detalle que considero un gran acierto por parte del autor: otros hubieran caído en la tentación de convertirlo en un ‘tío guay’, o al menos un ‘tío duro’). De hecho a lo largo de toda la novela casi dan ganas de que le maten de una puñetera vez y que así deje de sufrir.

Leyendo el libro uno no puede olvidar el artículo de Spinrad de ‘El dios emperador de todas las cosas’, y si bien Kagan sigue en parte el prototipo de antihéroe, el universo que recorre tiene un componente de sentido de maravilla que lleva a leer más y más. La obra encaja con otras de carácter iniciática, como Traición (del osito Card) o El hacedor de universos (ese magnífico borrador del más magnífico aún Mundo Río de Farmer), y se encuentre muy lejos (muy por encima) de ese supuesto prototipo de novela de ‘de hombre a dios’ que es el timo de Las estrellas mi destino, de Bester.

Eso respecto al protagonista. Pero es que en Radix hay algo mucho mayor: el mundo en el que se mueve, una extraña Tierra que se va descubriendo muy poco a poco, pincelada a pincelada, y que te atrae con todas y cada una de ellas. A veces me recordaba a Vance, el mejor Vance, el de la Tierra Moribunda.

Vamos, que me he leído el libro en todos y cada uno de los momentos que he podido: me he sentido enganchado a las peripecias y desgracias sufridas por Samnuel.

No voy a decir nada más de la trama del libro, sino sencillamente invitar a la lectura del mismo y sumergirse en ese mundo sorprendente y místico de la linergía.

Lo dicho, magnífica lectura que se lleva un merecido 9.

Chao.

AA.VV. – UPC 2002

Güenas, culebras.

De nuevo tengo en mis manos un UPC, en este caso el de 2002. Y de nuevo relatos más o menos afortunados, y mi habitual desacuerdo con los resultados del premio.

Por una vez no voy a seguir el orden de presentación de los relatos en el libro, sino que voy a hablar de los que más me han gustado:

  1. ‘Odisea’, de Fermín Sánchez Carracedo, con su aire clásico (homenaje incluido a Clarke) ha sido sin duda el que más satisfecho me ha dejado. Un relato pausado, clasicista, de un primer contacto. No será muy original, eso no lo dudo, pero sin duda me ha hecho disfrutar, si bien el final lo hubiera dejado un poco más oscuro.
  2. ‘La ruta a trascendencia’, de Alejandro Alonso, me gustó… y no me gustó. Me explico: la situación mostrada en el relato resulta sin duda atrayente por lo enrevesada, pero la manera de lograrlo… algo falla. Yo habría aparcado el sentimentalismo y aplicado un poco más de mala leche: la gente en esas circunstancias creo que se volvería más precavida, más egoísta, y más que una comuna hubiera devenido en un alejamiento, creando una especie de área de ermitaños (como la escena del abuelo ‘trasparente’, de lo mejor del relato). Pero es que se trata de un escenario muy complejo: sólo por la valentía de tratar el tema ya merece mi respesto.
  3. ‘Escamas de cristal’, de Pablo Nauglin (Pablo Villaseñor), me gustó pero lo vi… hueco, forzado. Artificio sentimental para llenar páginas. No me acabó de gustar. Ahora, al escribir esta reseña, no sé porqué me llega a la memoria ‘El pusher‘ de Varley: quizá porque eso sí es saber jugar con los sentimientos de una manera magistral, concisa y directa.
  4. ‘Teorema’, de Irene da Rocha, resulta aburrido, tonto. Una pérdida de tiempo. No me gustó en absoluto. Por no mencionar el detalle de ‘me planto en la luna para cenar, querida’. Así, como si nada.

De nuevo mis gustos no encajan con los del jurado del UPC. Razón de más para no mandar nunca nada allí 😛

Este se lleva un correcto seis.