Archivo mensual: julio 2013

Me niego a ver Guerra Mundial Z

Hola, ofidios.

En su momento el libro me encantó e incluso ya descubrí que había una película en preparación. Pero, iluso de mí, dije que para llevarla más o menos bien al cine debía rodarse en forma de trilogía, dado el desarrollo con múltiples protagonistas.

Por desgracia en vista de los trailers de las película (me niego a enlazar esas ‘cosas’) han perpetrado un esperpento de la peor manera posible (obviando el contenido del libro), y con un único protagonista. Si trataran de ceñirse un poco al libro, al usar una sola perspectiva, podían centrarse en sólo uno de los capítulos. Por sí solos muchos de ellos, si se llevan bien, pueden dar para toda una película. Si en esa presumible historia se introduce algún flashback o similar que localice al espectador dentro del escenario de la guerra ya está, todo arreglado y preparado para arrancar toda una franquicia de películas.

Lo que se dice pensar las cosas y planificar para crear caja.

Pero me temo –insisto, sin verla– que los productores no han pensado lo más mínimo, ni se han arriesgado en tratar de plasmar la enorme dimensión de lo que muestra el libro. En este bodrio el amigo Pitt se va a comer él solito toda la guerra desde el estallido hasta su conclusión, a saber si como un Rambo o un especialista–que–salva–países. A la mierda el crear una historia de múltiple perspectiva con fin común (sí, se trata de un estilo difícil para el cine pero del que ya hay buenos y logrados ejemplos, como Amores perros). Eso para Hollywood es muy complicado.

Lo dicho, va a ver Guerra Mundial Z su puta madre.

Adiós.

Ampliando un poco el blog

Hola, ofidios.

Antes del cambio que el sitio va a sufrir me ha dado por investigar un poco y descubrir algo llamado JetPack para Worpress. La verdad sea dicha, lo había visto hace ya tiempo y nunca me había molestado en investigarlo. Hoy me he puesto a ello y he visto que tiene su utilidad. Bastante utilidad, de hecho. Tanto como que lo he activado y he añadido algún widget (como el de suscripción a través de correo electrónico, por ejemplo), he activado Publicize (adiós IFTTT), he instalado cosas como las estadísticas o el que se pueda ver mejor por el móvil. Incluso he metido la mierda esa del ‘me gusta’ de facebook, pero como no tengo cuenta de caralibro (y es casi seguro que no la voy a tener jamás) no sé si funciona bien o no.

En los meses siguientes se verá cuán útil resulta, y cuánto no.

Pero por ahora debo admitir que la cosa no tiene mala pinta.

Adiós.

Robert Silverberg – La torre de cristal

Hola, culebrillas.

Robert Silverberg - La torre de cristal

Robert Silverberg – La torre de cristal

De nuevo me toca leer algo de Silverberg, un autor que por ahora me ha demostrado que puede escribir maravillas como la saga de Majipur, o bodrios como El mundo interior. El libro que he leído en esta ocasión, La torre de cristal, tiende más a la segunda categoría pero sin sumergirse demasiado en ella.

En apariencia el libro gira en torno a la construcción de una torre ‘de cristal’, un dispositivo que se supone se comunicará mediante haces de taquiones con otra civilización situada en un estrella a trescientos años luz de distancia. Y es que la humanidad ha recibido un críptico mensaje enviado a través de ondas de radio y  otras frecuencias del espectro de la luz. Aquí el libro ya empieza a hacer aguas: ¿responder a una emisión infralumínica con una supralumínica? En un diminuto párrafo de la novela se intenta justificar esa aberración, como que los taquiones reaccionan con la atmósfera del destino o algo así. Partículas de masa negativa interactuando con otras masa positiva… Porque si no obligaría a algo casi aún más enrevesado: presuponer que el receptor va a desarrollar un sistema de escucha especial (a base de taquiones) cuando hasta ahora sólo ha usado el ‘rudimentario’ espectro lumínico. Vamos, como si alguien te llama la atención desde la lejanía con señales visuales con las manos y a ti se te ocurre responderle con construyendo una radio y respondiendo con ella, porque claro, mientras tú la construyes él la inventa y crea el receptor asociado.

Ahí tenemos el primer fallo del libro. Si toda su redacción se centrara en la construcción del sistema de respuesta supondría un despropósito absoluto. Vamos, en cierta medida como en El texto de Hércules, aunque hablaré de ello más adelante. Pero por fortuna el libro no se centra en ello: por el contrario despliega una vertiente menos hard y más social. En el libro se describe una sociedad humana futura en la que se ha llegado a un ideal de sosiego y la prosperidad sociales, en parte gracias a un sistema de teletransporte y a la aparición de unos ‘humanos de segunda’, de diseño de laboratorio, que hacen todos los trabajos desagradables y especializados. El autor los denomina androides: a casi todos los efectos seres humanos, pero optimizados, de piel rojiza, estériles y considerados por la humanidad como meros objetos, propiedades. Ahí, en ese conflicto acerca de qué es humano y que no, radica el nudo del libro. ¿Qué diferencia a un humano nacido de uno construido, cuando ambos sienten, padecen, sueñan en incluso creen en dioses? Un estudio de la esclavitud y de los conflictos que la aparición de movimientos abolicionistas genera en el seno de una sociedad futurista pero dependiente del esclavismo. También se da un pequeño repaso, por decirlo de una manera, al concepto del germen de lo religioso, del misticismo. En eso tengo que admitir me ha gustado esa visión de la religión como ‘cosa’ creada de manera sistemática y planificada: se ve que tras las religiones hay todo un artificio inventado por sacerdotes más o menos bienintencionados, más o menos ingenuos, y mucho más que menos ciegos y sectarios. Sectarios hasta el punto de… mejor me callo.

El libro ha envejecido mal en lo relativo a las dimensiones ‘mastodónticas’ de edificios civiles: ahora mismo, inicios del s. XXI, sólo hay que ver al Burj Khalifa para comprobar que si ahora pueden llegar a alturas de más de ochocientos metros, ¿a cuáles no llegarán dentro de dos siglos?

Un defecto que se me hace enorme es la aparente Inexistencia de un gobierno global real, un poder político que actúe de manera directa en la construcción de la torre. A ver, que el amigo Krug no está construyendo un castillito en sus terrenos, sino la antena que servirá de presentación de los terrestres ante una civilización extraterrestre. ¿Qué pasa, que un millonario egocéntrico se va a convertir sólo a golpe de talonario en el embajador de todo el planeta? ¿El poder político del planeta no tiene nada que decir en todo eso? La aparición de una segunda máquina en Contacto, construida a través de la iniciativa privada de otro millonario excéntrico, en la novela de Sagan aparece bien justificada: una última carta ante el desastre que la religión (la jodida religión) provoca en la construcción civil fruto de la cooperación de todos los gobiernos del mundo. En La torre de cristal todo se reduce al poder del dinero de un tío: un ejemplo de liberalismo extremo, despiadado y desproporcionado.

Un nuevo fallo, que casi roza el colmo del ridículo, lo tenemos en que la señal parece que sólo la recibe el amigote de Krug. ¿Ningún otro observatorio, ningún radioaficionado la capta? ¡Por favor! Ese enorme fallo ya tiró por tierra un texto muy posterior en cuanto a fecha de edición: El texto de Hércules.

Para acabar la reseña, y son querer destripar el final, debo decir que me entró una duda: han leído La torre de cristal D. Simmons (La caída de Hyperion) y Aguilera&Redal (Mundos en el abismo). Porque veo semejanzas. Algo ligeras, sí, pero semejanzas al fin y al cabo.

La nota final que le otorgo al libro, por su tratamiento de la realidad del hombre, la esclavitud y la religión, llega a un seis.

Adiós.

P.D.: Lo de meter la foto del libro me lo ha sugerido un buen amigo, Guille. Y la verdad es que así está mejor la cosa. ¡Gracias, Guille!

Joe Haldeman – El engaño Hemingway

Hola, ofidios.

Hace mucho que no leía nada de Haldeman. Lo último suyo que pasó por mis manos me dejó algo frío. Ahora, tras años en La Pila, le he dado la oportunidad a este El engaño Hemingway. No voy a negar la verdad: lo he cogido con cierto recelo. Demasiadas veces lo he tenido entre las manos, he leído la contraportada y lo he vuelto a dejar en la estantería. Pero ya le ha llegado el día.

¿Qué me he encontrado? En primer lugar un texto que en cuanto a estilo y forma, tal y como me temía, no puedo valorar con plena seguridad. Creo entender que el autor ha tratado si no de imitar si de captar el estilo de Hemingway. En mi caso, como jamás he leído nada de ese escritor, me voy por completo incapaz de decir si ha acertado o no en la tarea. Un punto negativo (para mí, ya que soy el único culpable de ello) del libro.

Pero sí puedo opinar del fondo, de la historia que narra. Y en eso debo decir que el libro cumple en un ochenta por ciento. Tiene un inicio decente y poco a poco se enredando. Salvando alguna sección en la que se nota a la milla que el autor ha metido paja (divagar sobre la sexualidad y las relaciones de los personajes, detalles que a lo largo de la obra no tendrá peso alguno) la lectura resulta agradable y dinámica.

Pero, tal y como he dicho, se trata de un ochenta por ciento del texto. ¿Qué sucede con el veinte por ciento restante, que coincide con el tramo final? Pues que el autor se mete en un barrizal del que no sabe cómo salir. Al final El engaño Hemingway se convierte en El engaño Haldeman: un final rebuscado, lioso, brumoso y que deja cabos sueltos (detalles que introduce a lo largo de la historia y que quedan en el aire sin la menor explicación, ni siquiera superficial).

En definitiva, un libro que se disfruta a medias. O a ocho décimos. Supongo que si conociera la obra de Hemingway me hubiera quedado más satisfecho. (Nota: leer algo de Hemingway.) Debido a mi ignorancia de ese autor no puedo ni pasar del aprobado a este El engaño Hemingway ni suspenderlo. Se queda con un cinco raspado.

Adiós.

Poppy Z. Brite – El alma del vampiro

Hola, culebras.

Cuánto tiempo… De nuevo malo (sin duda la edad ya se hace notar), de nuevo un gran hueco en el blog. Lo peor de todo ha supuesto que en este tiempo he leído poco y menos: no estaba de humor para ello. Aparte que lo que he tenido entre manos no me ha resultado muy de mi agrado.

Al asunto.

Nunca antes había leído nada de Poppy Z. Brite, por lo que empezar con el ‘famoso’ (al menos en mi cabeza poseía cierta fama, aparte de que sólo conocía ese título de la autora) El alma del vampiro me pareció buen idea. Me esperaba un libro de vampiros que, tal y como tenía entendido, había servido de revulsivo en el subgénero. Dado que no estoy muy puesto en ese subgénero no puedo decir con seguridad si de verdad el libro tuvo ese efecto, pero en mi caso tengo que decir que no lo logró.

Novela adolescente y para adolescentes, enfoca la figura del vampiro desde un aspecto por completo alejado de la religión (los de este libro no huyen ante un crucifijo, resultando para ellos indiferentes los símbolos religiosos). A lo largo del libro intenta describirlos como una especie por completo separada de la humanidad. No lo dice con estas palabras, pero se desprende de la lectura que los vampiros son parásitos que mediante una por completo increíble (en el sentido peyorativo de la palabra) han sufrido una evolución convergente hacia su especie huésped, hasta el inverosímil punto de permitir la creación de híbridos viables. Todo lo que se refiere a la idea de vampiro de la novela se cae por su propio peso cuando se le da dos pensadas: la vitalidad y fortaleza mediante la simple ingesta de sangre, la enorme capacidad de regeneración de tejidos, por no hablar de la inmortalidad… todo ello se asocia a un supuesto ente biológico al que se pretende desvestir de todo elemento mágico. Por supuesto el intento acaba fracasando, carente de explicaciones válidas.

Pero no todos los defectos se limitan a mi manera de ver un texto/argumento que se supone carece de elementos mágicos. Hay más defectos que han hecho la lectura no muy agradable.

Otro, que leyendo ahora acerca de la autora forma parte de su sello personal, consiste en el uso de personajes homosexuales. En esta obra parece que todos tienen tendencias homosexuales, o como mucho bisexuales. Una cosa es defender la libertad sexual y otra muy diferente cercenar la realidad (que existe una variedad de sexualidades) borrando casi del mapa la tendencia mayoritaria y limitándose a un tipo concreto. Eso hace que el texto me parezca más irreal aún. Como panfleto pro–homosexuales no estará mal, pero como intento de plasmar una galería de personajes creíble falla.

El libro empieza con una historia de abandono, casi a lo telenovela. Continúa con la inserción de un personaje que a todas luces, y para mi pesar, gozará de peso: Fantasma, un chico con una especie de poderes paranormales, hipersensitivo. O lo que yo llamo ‘la llave hacia el deus ex machina’. Con el avance de la novela no me equivoco, adquiriendo el chaval ese un papel tramposo y de salida fácil.

Otro personaje trata de humanizar a los vampiros, el supuesto protagonista de nombre Nada. Pero por desgracia ese chaval, que bien podría centrar la novela, se va diluyendo en la última parte de la novela. Llegados al último tercio de la novela casi desaparece; sólo resurge en el final, momento en que no se sabe a santo de qué aparece dotado de un poder nunca explicado (e injustificado) sobre los otros vampiros.

La novela está llena de tópicos relativos al mundillo siniestro. Puede que los siniestros de Nueva Orleáns resulten tan tontos como los de la novela, porque al menos los que yo conozco lo son tanto… bueno, alguno sí.

Alguna escena cruje por forzada: así de entrada se me ocurre al de la pelea en la máquina de Coca Cola de la gasolinera y el ‘casual’ accidente posterior. Ignoro lo que pretendía la autora con ello, pero en mi caso en vez de decir ‘que dramático’ me ha hecho pensar ‘¿me tomas el pelo?’.

Para acabar hablar de la supuesta provocación de alguna de las escenas: ¿le supone un reto al lector leer la descripción de una violación o de sexo incestuoso? A mí, la verdad, no. Considero que quien al leer ese tipo de escenas se sienta asqueado o espantado que siga metido en su jaula de oro leyendo basura edulcorada: la vida da eso y más, por desgracia. Y que no lean La carretera.

En definitiva, una lectura decepcionante y que no me anima lo más mínimo a buscar nada más de la señora Brite. El libro se lleva un 4 y va que chuta.

Adiós.