Archivos de la categoría Libros

El VICIO, con mayúsculas.

Gordon R. Dickson – Nigromante

Hola, culebras.

Tras varios años sin retomar la saga Dorsai, de Gordon R. Dickson, me llevé a las manos este Nigromante, una novelita que no abulta nada, ideal para llevarla encima. Ya me había leído los dos primeros números de la saga (Nigromante es el tercero): el primero no me disgustó y el segundo me resultó aburrido aunque digno. Sin embargo este Nigromante me ha parecido una auténtica pérdida de tiempo, un libro jipioso lleno de pseudofilosofía chusca y ridícula, ‘aderezado’ por una serie de ‘misterios’ tramposos metidos con calzador y que el autor se dedica a ‘resolver’ en la parte final del libro. Un ejemplo de deus ex machina, vamos. Además está enlazado con la saga Dorsai por los pelos (con una simple frase al final del libro), supongo que para ‘unir’ universos.

Vamos, que casi no merece ni el esfuerzo de leerse.

Le planto un dos porque hay que ponerle algo y porque un poco de imaginación sí que tiene.

Ale, a por el siguiente. Y de paso acabarme de una vez el Melmoth.

Chao.

Ángel Torres Quesada – Los vientos del olvido

Hola, culebras.

Agarré de la pila Los vientos del olvido por desintoxicarme un poco de mi lectura actual, un mamotreto de más de mil páginas que se me está haciendo difícil de tragar en sus últimas cien páginas. La verdad es que no sabía qué me iba a encontrar en su interior, con esa horrible frase en portada que hace de brutal e injustificado spoiler. Pero tras concluir la lectura he de decir que es uno de los libros de Ángel Torres Quesada que más he disfrutado, y sin duda el que más trasfondo crítico tiene. Ataca no sólo a la cultura musulmana (algo que creo que en parte se merece, y que ya lo está haciendo alguno), sino a la cristiana, a la hebrea y al propio ateísmo materialista. Vamos, que casi no deja títere con cabeza.

A lo largo de libro nos sumergimos en un mundo coherente en su estancamiento, situación que a todos nos suena conocido: el de la cultura islámica, anclada en el pasado por una idea de religión basada en la intolerancia y el oscurantismo (sí, en gran medida como los poderes que gobiernan la cristiana). Por ese mundo se mueven nuestros personajes, algo planos pero que nos sirven al efecto de darnos a conocer el medio y las circunstancias de ese mundo. El pequeño rompecabezas que se desarrolla a lo largo de la novela resulta algo previsible, pero no por ello menos interesante, con detalles que recuerdan a Clarke.

El resultado final es altamente satisfactorio, un space opera implicado sociopolíticamente, un texto muy oportuno para estos tiempos convulsos en los que vivimos.

¿Qué le pongo? Un merecido siete, y mi recomendación como un buen ejemplo de cifi española.

Un saludo.

Mary Wollstonecraft Shelley – Frankenstein o el moderno Prometeo

Hola, ofidios.

Tras haber leído por segunda vez este clásico de la literatura debo reafirmarme en la impresión que ya me dejó hace años: nos encontramos ante un libro que debería ser casi de obligada lectura por el tratamiento que hace del bien y el mal y su relación con la condición humana. Esto permitiría espantar la más bien triste, por no decir ridícula, representación que el cine ha dado de la criatura. Visionando las viejas películas relativas a la obra de Wallstonecraff Shelley, y sobre todo las ‘canónicas’ de la Universal, uno se hace una idea de que la criatura es un ser de temperamento bondadoso pero de mente débil, un patético engendro creada por un genio más o menos loco.

Pero en el libro no hay eso, sino mucho más.

La obra de Wallstonecraff Shelley se basa en la confrontación de dos indudables protagonistas, ninguno por debajo del otro, ambos geniales y prodigiosos:

  • Por un lado tenemos a Víctor Frankenstein, un hombre de inteligencia fuera de su tiempo, que se hunde en el odio.
  • En el otro lado nos encontramos a la criatura (me niego a citar la página que de la criatura hay en la wikipedia española, porque es un ejemplo de porqué mucha gente odia esa web: está bandalizada y con una contenido inexacto, trivial y horriblemente redactado), un ser asilvestrado de impresionante evolución, de la nada al bien y de allí al amargado mal.

Del enfrentamiento de ambos personajes surge una historia donde uno no puede decir quién es realmente el monstruo y quién no. El libro es un tour de force de depravación de ‘lo humano’, un hundimiento en las simas de lo retorcido . Por un lado lo protagoniza un supuesto ser humano que en su vanidad y egoísmo abandona toda esa caridad que al principio enarbola como propia; por el otro una creación supuestamente inhumana que en su intento por acercarse a la sociedad hace propios los más graves defectos del hombre.

La evolución de Víctor a lo largo del libro es en su casi totalidad descendente: de culto y digno de respeto científico a un casi despreciable egoísta, sólo preocupado por su bien y el de los suyos, un irresponsable miedoso incapaz de afrontar sus actos. A base de esfuerzo y dedicación su saber sobrepasa los campos en los que se especializa, anatomía y la medicina, y gracias a su inspiración alquímica llega a emular a Dios. Pero si bien con al tiempo su capacidad creadora crece hasta convertirle en un demiurgo, su personalidad como ser humano no iguala esos progresos: Víctor se comporta como un crío, irresponsable y egoísta. Incapaz de enfrentar las consecuencias de sus acciones, se niega a tomar responsabilidad alguna; peor aún, reniega de la misma, la abandona cobardemente desde un primer momento y, una vez la misma le busca y le explica su triste existencia, en primera instancia le niega auxilio alguno. Víctor se convierte en ejemplo de corrupción moral a la que el mal entendido (y exacerbado) sentido de la familia puede llevar.

La criatura desde el principio se nos presenta como algo triste, desahuciado de la sociedad. En su primera aparición, tras su nacimiento, demuestra una timidez casi infantil ante su creador, no atreviéndose siquiera a perturbar el sueño de Víctor (un cuya primera reacción ante la criatura se reduce a odio y repulsa, algo de lo que la criatura es consciente). Así, sintiéndose repudiada se aleja de su creador y se sumerge en lo primario, en lo más básico de la naturaleza animal. Gracias a una inteligencia poco menos que pasmosa (en ningún momento justificada en el libro, lo que le da un carácter prodigioso, casi divino) pasa en unos meses de comportarse como algo primario y animal a moverse según las necesidades de un auténtico ser humano normal, compañía, amor y respeto como individuo. Esa necesidad de ser y sentirse útil devendrá en frustración, lo que le llevará a conocer y hacer suyo el lado oscuro del ser humano: la envidia, el rencor que lleva al odio, y en última instancia la venganza.

Llega un momento de la novela en el que la criatura se convierte en la conciencia de Víctor, sacando a la luz esos remordimientos, esa culpa que Víctor se niega a admitir: ha realizado una obra, pero de mala factura y peor finalización. La criatura, a su manera brutal y directa, exige al creador que perfeccione su obra, que la acabe, aunque sea sólo dando a su Adán una Eva con la que soportar esa soledad, a satisfacer una para la que Víctor sí tiene derecho (casarse con Elisabeth).

Un detalle a tener en cuenta es que en ningún momento la criatura recibe un nombre: Víctor no se lo da, y la criatura tampoco se aplica uno a sí misma. El nombre propio humaniza, acerca. La ausencia del mismo mantiene la brecha que la separa a la criatura con la humanidad, e incluso la agranda: todos (niños. Jóvenes y ancianos, pobre y ricos, extranjeros y locales) poseen un nombre que los identifica respecto a los demás, un nombre que los vuelve únicos y que permite a sus congéneres dirigirse a ellos. Por el contrario, la criatura no posee nombre, no alcanzando esa cualidad humana de proximidad. Incluso los animales domésticos tienen nombre. Él no. Nace de restos de seres humanos, pero pasa toda su vida desvinculado de la humanidad de la que surgió, ni siquiera unido por algo tan simple como un nombre.

En esta novela los escenarios de catacumbas húmedas y castillos típicos de la novela gótica mutan en estudios llenos de restos de cadáveres y material científico, en cobertizos anexos a casas y en parajes helados (montañosos o polares).

De igual manera los fantasmas y presencias atormentadas son sustituidos por los propios personajes, cada uno sumido en su infierno personal, un infierno alimentado tanto por su conciencia como por el contrincante. Las referencias a la religión y lo eclesiástico que en otras novelas constituyen un punto importante del drama aquí se laicizan, conjurando una visión casi atea del conflicto. Aquí no se enfrenta el hombre contra Dios, sino el hombre y su intelecto frente a sus actos y la responsabilidad ante los mismos. No hay malvados clérigos, orgullos y prepotentes, castigando a inocentes en nombre de un mal entendido dios, sino dos entes sabios (cada uno a su estilo) que se reprochan mutuamente horrores y debilidades que con un mínimo de entendimiento (salvando los escollos de los antes citados orgullo y prepotencia humanas) podrían haber solventado.

Tampoco existe para los protagonistas el premio del matrimonio: al contrario, la boda deviene en un nuevo crimen. Nadie tiene derecho a la felicidad tras emular a Dios.

Un detalle que me llama la atención es que los protagonistas son de Suiza: los marcianos europeos. Un suizo para un europeo continental es lo mismo que un canadiense para un norteamericano, una criatura rara. Si bien otras novelas se ambientan en los recurrentes países mediterráneos (España e Italia, llenos de pasión y oscurantismo religioso), en ésta se huye de ellos, para situarla en el país aislado por excelencia de Europa. Las únicas localizaciones importantes, más allá de los montes suizos, son precisamente otras regiones aisladas: la devastada costa de Escocia y la no menos asolada y oscura de Irlanda (con un nuevo referente a la religión católica). Como se ve, todos los escenarios distan mucho de parecerse a los civilizados Londres o París (la única ciudad no suiza de importancia que aparece en el libro como localización importante es Ingolstadt, si bien no nos la describe casi nada). El horror y la oscuridad no entran en la civilización sosegada y racional, sino que se mantienen aislados en los lugares remotos o, como en el caso de Suiza, en territorios que de manera voluntaria han dado la espalda al resto de países europeos.

Unos pocos comentarios ‘científicos’:

  • Me da algo de pena el que Wallstonecraff Shelley no hubiera nacido un par de generaciones más tarde, para poder escribir su relato bajo la luz de las leyes de Mendel. Seguro que hubiera creado una obra muy diferente, puede que incluso mejor aún (en la obra se hacen un par de referencias a ‘qué surgiría de la unión entre la criatura y su posible pareja monstruosa’).
  • Otro detalle que llama la atención en la novela es el tamaño de la criatura. Siempre se habla de su enormidad, de su tamaño descomunal. Pero, si está creado a partir de seres humanos normales, ¿cómo es que de juntar pedazos normales surge algo descomunal? Muy genio de la anatomía debería ser Víctor para juntar músculos y huesos hasta el punto de poder agrandarlos. ¿O usó sistemas de alargamiento como los actuales? 😛
  • Lo que no hace falta justificar, dado que entra dentro de ese aspecto alquímico en el que se basa el arte de Víctor, es el tema del rechazo de tejidos. Ya obviará ese tema posteriormente Lovecraft en su relato ‘Herbert West: reanimador’, obteniendo un magnífico relato.

Para resumir, Frankenstein no es una historia de monstruo, sino de monstruos: dos, a cual más patético. Un duelo inolvidable a intenso, que marca al lector y le hace reflexionar sobre la responsabilidad ante las consecuencias de sus actos.

Se merece un ineludible ocho, y no se lleva más por el a veces excesivamente enrevesado estilo de escritura.

Adiós.

Mathew G. Lewis – El monje

Hola, culebras.

Leí esta obra de Mathew G. Lewis hace ya casi quince años (lo compré recién reeditado por Círculo de Lectores en 1996), y recuerdo que me gustó, pero no del todo: su linealidad y lentitud me dejó un poco insatisfecho.

Pero eso sucedió hace 15 quince años. Ahora lo he disfrutado mucho más, de igual manera que he apreciado mejor sus defectos.
Entre lo bueno, y comparado con el anterior clásico goticoso que he leído, El castillo de Otranto, la mejoría en cuanto a estilo y forma es indudable. Lewis nos recrea una atmósfera y unas situaciones bien descritos y mejor ambientados (algo que tiene mucho más mérito si se tiene en cuenta que el autor era un veinteañero). El culmen de lo gótico se puede decir que lo encontramos en la intensa y lúgubre narración final de Inés: una magnífica ambientación de una escena por completo gótica, en la que hay numerosos detalle tétricos e incluso morbosos (la vida tras la muerte en Inés, y al revés con su bebé, la catacumba, la tortura moral mezclada con el remordimiento, la depravación de los carceleros, la podredumbre, que alcanza sus cotas máximas con las muestras de amor de la madre hacia el cadáver putrefacto de la criatura). Otra de las narraciones a destacar es la del marqués de las Cisternas: la historia de cómo llega al castillo, de lo que sucede en el mismo y posteriormente me parece por sí sólo un perfecto ejemplo de cuento gótico, cuento cuyo clímax llega en la posada con la aparición de ese supuesto judío errante, figura que a mí me recuerda más al Caín bíblico, condenado a vagar con la marca de Dios en la frente, repudiado por el resto de personas.

El relato del marqués llena gran parte de la primera mitad del libro haciendo que muchas páginas el monje, ‘supuesto’ protagonista de la novela, pase a un segundo plano. De hecho Ambrosio no destaca como centro de la misma hasta bien pasado el primer tercio de la obra. Sin embargo a partir de ese momento su figura resurge como un catalizador de la depravación… y del patetismo. Depravado porque acoge con gusto y abusa de todo lo que Matilde le ofrece; patético por la extrema facilidad que con olvida aquellos valores que le hacían parecer santo a sus congéneres. A raíz de esa dualidad Anselmo me ha recordado a dos personajes con ambos caracteres, uno malvado y otro patético. En el lado malvado a Dorian Grey, un ejemplo de la depravación enmascarada en forma de belleza o virtud; en la vertiente patética al bíblico Adán, esa figura débil y penosa que no supo obedecer la única regla de Dios, y que aparte de pecar con extrema facilidad ante la tentación de la serpiente, se permitió el lujo de acusar a Eva (que aquí es Matilde) de su error. La debilidad de Ambrosio se hace patente casi desde el primer momento, dado que el autor deja entrever el orgullo del supuesto santo. A mediados de la novela, una vez que ya ha caído en los brazos de Matilde, el autor se desdice de la supuesta santidad, pintando a Ambrosio como una persona cuya ‘pureza’ se debe a su aislamiento con respecto a la realidad fuera del convento: la virtud se consigue a través del aislamiento, y ante la presencia del mal el hombre santo cede y peca con facilidad.

Matilde en la novela no sólo hace las veces de Eva, virtud engañosa, sino de la propia serpiente del Génesis, del puente hacia la perdición. Ella, al igual que Ambrosio, posee una naturaleza dual, de maldad y patetismo. Su maldad es obvia, llevando al santo varón por el camino del crimen y la perversión; su patetismo aparece en forma de dedicación abnegada, de un servilismo hacia Ambrosio, incluso cuando éste ha dejado bien claro que la desprecia.

¿O no se trata de servilismo? ¿Matilde es una persona… o un avatar de Lucifer, un instrumento del diablo para derribar la torre de santidad que representa Ambrosio? La verdad es que Ambrosio se adentra en la espiral descendente gracias a Matilde, y la presencia de ésta junto al monje sólo sirve para acelerar ese descenso, culminando con la venta de su alma. ¿Habría caído Ambrosio sin la presencia de Matilde?

La aparición de Lucifer supone en la novela el punto álgido, y sin duda el más engañoso y tramposo (por parte del autor): en él se descubre el origen del personaje, algo que resulta fallido por la propia naturaleza la fuente. ¿Se pueden creer las palabras del señor de las mentiras? ¿Realmente la puerta se iba a abrir para liberarle (en ese detalle me gustaría saber si había leído Poe esta obra antes de escribir ‘El pozo y el péndulo‘)? ¿De verdad era hijo de quien dice Lucifer que era hijo, y hermano de quien se supone? Con Lucifer no hay manera de estar seguro… pero sin lugar a dudas de esa manera el autor se quita de encima el problema de descubrir el origen de Ambrosio.

Los protagonistas femeninos sólo están para sufrir, para padecer y (en el caso de dos de ellos) morir. Los masculinos para mostrar un aspecto aguerrido al tiempo que débil (esos desmayos y debilidades enfermizas que se suceden en cuanto se dan cuenta de los destinos de sus amadas).

Si algo que se le puede agradecer a la obra es su valentía: la manera en que no teme mentar a la iglesia y la biblia, mostrando que en su seno  no todo son santos y piadosas criaturas, sino que dentro de ella cabe la perversión, la maldad y el asesinato. Si hablar así de la iglesia ahora mismo puede suponer un problema, hay que ponerse en la piel de una persona de finales del siglo XVIII, cuando la Iglesia tenía tanto poder como el estado, o más si cabe. Lewis tuvo un enorme arrojo al publicarlo. Sí, lo hizo como anónimo y no hizo público su nombre hasta que el éxito de la obra obligó a una reedición (parecido a lo que sucedió con Walpole), para obtener réditos de la misma.

Para acabar este pequeño comentario habría que hablar del ‘timing’ de la novela: en él se nota la inexperiencia del autor, así como las prisas (diez semanas) con las que la escribió. En una primera parte el autor demuestra su incapacidad de dosificar las historias, incrustándonos la de Raimundo a modo de discurso extenso, demasiado extenso (y a saber si con cierto carácter onanista). Tras esa perorata entra en acción Ambrosio y, entre sus fechorías y las desgracias que les suceden al resto de protagonistas, se habla del paso del tiempo de manera incoherente (por un lado se habla de semanas de recuperaciones, viajes y esperas, por otro los acontecimientos aparecen de forma casi lineal). Pero gracias al increscendo de la historia ese detalle se disimula sin mucho problema.

El resultado final satisface mucho más ahora en esta segunda lectura. Sin duda El monje es una obra mejorable estilísticamente, pero aun con todo una lectura muy digna, lo que la hace merecedora de un merecido ocho.

Un saludo.

Ramsey Campbell – Cartas malditas

Hola, culebrillas.

Tras varios años regreso a Campbell con este Cartas malditas. La última vez que tuve en mis manos un Campbell se trataba de El parásito, libro que por desgracia perdí y no pude acabar de leer, y eso que me estaba gustando bastante (con lo que, si alguno me lo quiere regalar le esteré muy agradecido).

De entrada el título me recordó el modesto pero efectivo Imágenes malditas, del que tengo un agradable recuerdo (más aún para tratarse de la primera novela de Campbell que leí), pero por desgracia a medida que la novela avanza las semejanzas se limitan a eso, al título. Y si uno se fija en el original inglés, Obssesion, ni en eso.

Pero la verdad es que el título inglés, Obsesión, si que encaja a la perfección en lo narrado en el libro, que se reduce principalmente a una única idea: el ‘Corazón delator’ de Poe, alargado y ampliado con algunos toques sobrenaturales. Y es que en el libro no hay más. Sí, está el maravilloso y agobiante toque Campbell, presentándonos a unos protagonistas cada vez más sumergidos en la angustia, con una vaga pero opresiva sensación de estar perseguidos y observados, pero poco más. El libro al final defrauda, recordándome (y sé que suena casi a pecado) al Demogorgo de Lumley. Sí, pone los pelos como escarpias la asociación, pero es que realmente me vino a la cabeza una escena de ese engendro de libro.

Sin lugar a dudas nos encontramos con un  Campbell menor, muy distante de esa auténtica maravilla que es El sol de medianoche. Una pena. Le otorgo un 6 y casi que me parece demasiado.

Adiós.

Horace Walpole – El castillo de Otranto

Hola, ofidios.

Acercándome al inicio más inicio de lo gótico, en esta ocasión me acerco al El castillo de Otranto, de Horace Walpole.
No hay que buscar mucho para saber que académicamente se le considera el inicio de todo un estilo, un género caracterizado por lo espectral, lo arquitectónico, lo atmosférico, aspecto que ya conocía… pero como esencia del género también están los sentimientos exacerbados y los enredos de cama y/o linaje, algo que siempre ha asociado al melodrama y la novela romántica.

Todo ello está presente en Otranto: presencias fantasmagóricas e inexplicables; catacumbas, pasadizos, castillos y naves eclesiásticas; oscuridad, lobreguez y humedad. Eso por un lado. Por otro unos personajes exagerados y maniqueos que siembran la novela de diálogos increíblemente afectados, tanto que rozan el ridículo. ¿Hablaba y pensaba la nobleza de finales del s. XVIII así? No lo sé, pero podría creerlo vista la manera de hablar y actuar de los pijos de ahora, esas criaturas que por no salir de su burbuja forrada de dinero siguen soltando el ‘oigh’ en cada frase que mal pronuncian.

La mezcla de esos elementos se ve que sorprendieron y encantaron en su momento, hasta llegar al punto de que a raíz del libro se creó todo un estilo lleno de seguidores, estilo que (con las modificaciones del paso del tiempo) ha llegado hasta ahora. Pero al César lo que es del César: el estilo general del libro casi parece escrito por un niño de primaria. Los ya citados diálogos exagerados y mal llevados, descripciones simplonas y ambientación casi nula, junto a un sentido del ritmo poco menos que completamente desacompasado. Eso, junto a que ha envejecido pésimamente, hace de esta lectura un ejercicio más que nada académico, carente de interés para un lector actual que busque el ‘disfrute’ del texto.

Por todo ello se lleva un raspadito 5: sin duda en manos de otro autor más experimentado habría quedado un texto más presentable, pero es que quien tuvo la idea fue Walpole, y no daba para más. Ni para menos.

Chau.

John Brunner – Rebaño ciego

Hola, culebras.

Con otro Brunner he topado en la pila, otro tocho que nos presenta una visión pesimista del futuro: Rebaño ciego.  ¿Qué se puede decir de las historias de estas ovejas descarriadas? Pues mucho, y todo muy bueno. O muy malo, según se interprete. Muy bueno porque la manera que el autor usa para llevarnos a ese mundo triste y patético es detallista y, por desgracia, realista; muy malo porque desde el primer momento casi se sabe que hagan lo que hagan esos desgraciados, el libro sólo puede tener un final. Cuando ese final llega lo hace con un cinismo y una amargura soberbias, magistrales, por completo inglesas. Chapó.

La galería de personajes es amplia y de espectro variado, como ya ocurriera en Todos sobre Zanzibar, un conjunto de individuos arrastrados por la marea de un tiempo que más que vivir lo único que permite es sobremalvivir. El autor no deja títere con cabeza, atacando a la clase política (presentándonos un Prexy que casi lleva tatuado en la frente la palabra Arbusto), militar, periodística, industrial, al simple populacho… Incluso a los ecologistas. Nadie sale bien parado en esa magistral obra de arte.

Publicado cuatro años después de Todos sobre Zanzibar, Rebaño ciego mantiene ese estilo de enorme y enrevesado nudo gordiano haciéndonos viajar a través de varias historias independientes pero que según avanza la historia se entrelazan. Como matiz más llamativo en su relación con Zanzibar aquí también aparece un ordenador y un individuo que busca en él la solución. Pero en esta ocasión no se presenta un Alejandro Magno capaz de desfacer el entuerto a golpe de espada, ni un programa informático que apunte a una solución más o menos severa. Al contrario, y esto casi se puede decir que es un poco destripar la novela (sí, estoy avisando), el último capítulo tiene una brevedad, un salvajismo y una contundencia que se ajusta a ese único final válido que un lector como yo está deseando. El salvajismo descarnado, el egoísmo y la ceguera de la sociedad global y de la americana en especial que se muestra en esta novela la hacen mucho más intensa que la antes citada de Zanzibar. Con ello se logra un libro más directo y descarnado, una lectura más satisfactoria.

Vamos, que mejora a Zanzibar.

Y de paso nos hace pensar (y casi aterrorizarnos) ante lo que le está pasando al planeta, un mundo dirigido por una serie de personajes por desgracia nada diferentes de los de la novela. Tanto que casi dan ganas, como más de una vez se dice en el texto, de no tener hijos. ¿Para qué, para que vivan en ese mundo de mierda? Ya hay una generación perdida por un efecto casi Brunner. ¿Hasta qué punto debemos llegar para que no sucedan los acontecimientos del final del libro?

Lo dicho, una obra maestra, una lectura obligatoria, más si cabe en estos días de globalización y revolución.

¿Qué nota se merece? Un merecidísimo 9.

Chau.

Balance de lecturas 2010

Hola, ofidios. Tal y como ya hice el pasado año, aquí va (más que nada para mí, que me encantan estás chorradas estadísticas sin sentido) el sumario de lo leído el pasado año.

 

Fecha fin lectura Autor Título

Valoración

Género
08/01/2010 John Varley Y mañana serán clones

8

Ciencia ficción
02/02/2010 David Brin Tierra

6

Ciencia ficción
13/02/2010 Alfred Bester Las estrellas mi destino

4

Ciencia ficción
25/02/2010 Neil Gaiman Objetos frágiles

4

Fantasía
06/03/2010 Jack London El lobo de mar

6

Aventuras
09/03/2010 Brian Lumley Demogorgo

3

Terror
17/03/2010 Isaac Asimov El hombre del bicentenario

5

Ciencia ficción
22/03/2010 George H. White La gran saga de los Aznar, tomo 3

7

Ciencia ficción
30/03/2010 George H. White La gran saga de los Aznar, tomo 4

6

Ciencia ficción
09/04/2010 George H. White La gran saga de los Aznar, tomo 5

6

Ciencia ficción
24/04/2010 Dan Simmons El terror

8

Terror
27/04/2010 Rafael Marín Mundo de dioses

4

Ciencia ficción
18/06/2010 Stephen R. Donaldson La necesidad de Mordant

5

Fantasía
28/06/2010 Dmitri Glukhosvsky Metro 2033

6

Ciencia ficción
17/07/2010 Poul Anderson La nave de un millon de años

4

Ciencia ficción
18/07/2010 Joe Haldeman Compradores de tiempo

5

Ciencia ficción
23/07/2010 Michael Moorcock Las crónicas del castillo de Brass

6

Fantasía
28/07/2010 Rodolfo Martinez Tierra de nadie: Jormungand

6

Ciencia ficción
31/07/2010 L. Sprague de Camp Que no desciendan las tinieblas

5

Ciencia ficción
17/08/2010 AA.VV. UPC 2002

6

Ciencia ficción
25/08/2010 A.A. Atanasio Radix

9

Ciencia ficción
31/08/2010 Max Brooks Guerra Mundial Z

8

Terror
06/09/2010 Robert C. Wilson Darwinia

4

Ciencia ficción
13/09/2010 David Morrell Rambo

8

Thriller
28/10/2010 Clive Barker Imajica

3

Fantasía
05/11/2010 Frederik Poh Mineros del Oort

4

Ciencia ficción
13/11/2010 Stephen Hawking Brevísima historia del tiempo

6

Ensayo
17/11/2010 Robert E. Howard Conan el Guerrero

7

Fantasía
12/12/2010 Iain M. Banks Pensad en Flebas

6

Ciencia ficción
19/12/2010 Robert E. Howard Conan el Usurpador

8

Fantasía

A modo de resumen, y comparando con el año anterior:

  • He leído un poco mas, 29 referencias frente a 23, si bien de esas 29 hay incluidas un par de sagas como ‘todo uno’.
  • Más páginas,  1217 (casi un 30% más, que se dice pronto), que hacen unas 33 páginas diarias. Sigue siendo poco, pero más que el año pasado.
  • De nuevo hay más que nada cosas de cifi, pero ya he intentado yo que la pila no imponga tanto su ley.
  • La valoración media de lectura ha resultado penosa, un seis ramplón, y es que me he topado con auténticos bodrios, de los gordos.

Entre lo más destacable del libro sin duda las primeras tres cuartas partes de El terror (una verdadera joya), Radix (de la que alguien en su día me avisó como ‘libro malo’ y mira por dónde…) o la sorprendente, por eso de que no me esperaba algo tan bueno, Guerra Mundial Z.

Bueno, esto ha sido todo en lo que se refiere a lecturas del 2010. A ver cómo se porta el 2011.

Veo… fichas de libros

Hola, culebras.

Ahora mismo me estoy partiendo el pecho de pura risa. Hace ya más de veinte años (y casi seguro que más) gasté una broma inocente, de esas que se cometen en la infancia sabiendo que no van a llegar a ningún lado. Se trataba de una broma que yo mismo creía que no llamaría la atención de nadie (sí, así de humilde era esa chanza). Lo curioso es que, años después, encuentro lo que bien podría ser una prueba de que alguien sí se dio cuenta de la pequeña chufla. O eso o que alguien más tuvo la misma idea.

¿En qué consistió esa bromita? Pues muy sencillo. Por aquel entonces yo acudia bastante a la Biblioteca Municipal Menendez Pelayo de Santander, tanto para fusilar libros de deporte con los que hacer trabajos de gimnasia para don Joaquín Pardo (uno de los profesores que con más cariño recuerdo de los salesianos, junto a don Joaquín ‘Huevo’ Egozcue [maestro que supo hacer interesante e incluso atractiva esa cosa llamada filosofía] a don Julio Manzano [lo mismo que con Egozcue, pero con la literatura: gracias por recomendar tan encarecidamente La historia interminable] y a… a… que Cthulhu me perdone por no recordar el nombre de este magnífico maestro de ciencias naturales de BUP y COU: ‘el tarzán’ ¿Juan Manuel?).

Bueno, que me disperso.

A lo que iba:  mis visitas a la Biblioteca Municipal Menendez Pelayo. Acabé sabiéndome bastante bien la manera de codificar las fichas de los libros, que por aquel entonces se ‘amontonaban’ en un mastodóntico archivador cúbico en la planta uno. Conocía lo suficiente de su formato como para añadir una de mi propio puño y letra. Bueno, de mi propia máquina de escribir. Y ni corto ni perezoso agarré la máquina de escribir, una cartulina y visité el archivador de marras; la biblioteca se había hecho poseedora, sin saberlo, de una codiciada joya de la literatura

Siguieron décadas de olvido… hasta ahora, que por cura casualidad me encuentro con ello en la wikipedia.

Seguro que no se trata de mi pequeña broma, casi con toda totalidad que otro como yo ha tenido la misma idea, extraída del mismo libro. Pero no puedo evitar sonreír al recordarlo. Cosas de juventud, una juventud de forofo devorador de libro ‘raros’.

Ah, bueno, por si no lo ha pillado aún alguno: donde pone ‘así como que en el catálogo de la Biblioteca de Santander (España) aparecía también una versión latina del libro’ se hace referencia a la ficha que dejé yo allí del Necronomicón. Y si no es la mía, si se refiere a otra, eso se debe a que en Santander hay más de un fan de H.P.L. capaz de gastar esa broma.

Adios.

Robert E. Howard – Conan el Usurpador

Hola, culebrillas.

Parece casi que le he agarrado cariño al musculoso tejano de Howard, sobre todo tras disfrutar de ‘Clavos rojos‘.  Así que me puse con este Conan el usurpador pensando en ese Super Conan 1 en el que se narra a modo de novela gráfica la llegada al trono de Conan. Esperaba encontrarme con un relato que narrara esos hechos. Pero no: ninguno de lo relatos narra ese acontecimiento concreto. Sin embargo nos queda un buen ramillete de historias:

  • ‘El tesoro de Tránicos’ forma parte de los clásicos de Conan, con su habitual mezcla de aventura y magia, una historia en la que el cimmerio no es el auténtico protagonista, sino que de nuevo ese aspecto principal lo asume la amenaza picta. Al  relato se añade la presencia de ese socias de Nyarlathotep, el infame Thoth Amón, que sin saberlo ayudará a Conan en el logro de su destino. ¿Tendrá el estigio en futuras novela la misma importancia que tiene en los comics Conan Rey? El tiempo y las páginas lo dirán.
  • La historia de ‘Lobos más allá de la frontera’, si bien no es un relato ‘de Conan’, quizá sea el mejor relato (en lo referente a el tema de acción y aventura) del libro. Un auténtico cuento del oeste, dinámico, sin pausa. Muy bien. mejor que a mi gusto que ‘Más allá del río Negro’.
  • Sobre ‘El fénix y la espada’ y ‘La ciudadela escarlata’ voy a hacer un comentario conjunto. Son buenos relatos, sí, sobre todo el pasaje central de La ciudadela, pero ambos dos, tras leerlos, me hacen pensar en un nombre propio: Moorcock. ¿Porqué? ¿A quién que no haya leído las crónicas de campeón eterno no le ha sonado algo el sueño de Conan en ‘El fénix’? ¿Cómo no leer el viaje de Conan a través de las catacumbas, en ‘La ciudadela’, y no rememorar las entrañas de Imrryr o puede que de Pan Tang? (Incluso, forzando un poco, ¿el nombre del compañero del protagonista de ‘Lobos’ no recuerda algo a Dyvim Slorm?)

En definitiva, una lectura magnífica de un Howard inspirado. Toda una delicia. Se lleva un ocho sin lugar a dudas.

Los siguientes libros que me quedan de Conan pertenecen a una época para mí más desconocida, la de un hombre ya mayor y que, por fuerza, debe ir perdiendo esas habilidades felinas que tan buen resultado le han dado a lo largo de su vida. ¿Cómo presentará Howard el declive de el guerrero por excelencia? Habrá que esperar.

Chao.