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Balance de lecturas 2010

Hola, ofidios. Tal y como ya hice el pasado año, aquí va (más que nada para mí, que me encantan estás chorradas estadísticas sin sentido) el sumario de lo leído el pasado año.

 

Fecha fin lectura Autor Título

Valoración

Género
08/01/2010 John Varley Y mañana serán clones

8

Ciencia ficción
02/02/2010 David Brin Tierra

6

Ciencia ficción
13/02/2010 Alfred Bester Las estrellas mi destino

4

Ciencia ficción
25/02/2010 Neil Gaiman Objetos frágiles

4

Fantasía
06/03/2010 Jack London El lobo de mar

6

Aventuras
09/03/2010 Brian Lumley Demogorgo

3

Terror
17/03/2010 Isaac Asimov El hombre del bicentenario

5

Ciencia ficción
22/03/2010 George H. White La gran saga de los Aznar, tomo 3

7

Ciencia ficción
30/03/2010 George H. White La gran saga de los Aznar, tomo 4

6

Ciencia ficción
09/04/2010 George H. White La gran saga de los Aznar, tomo 5

6

Ciencia ficción
24/04/2010 Dan Simmons El terror

8

Terror
27/04/2010 Rafael Marín Mundo de dioses

4

Ciencia ficción
18/06/2010 Stephen R. Donaldson La necesidad de Mordant

5

Fantasía
28/06/2010 Dmitri Glukhosvsky Metro 2033

6

Ciencia ficción
17/07/2010 Poul Anderson La nave de un millon de años

4

Ciencia ficción
18/07/2010 Joe Haldeman Compradores de tiempo

5

Ciencia ficción
23/07/2010 Michael Moorcock Las crónicas del castillo de Brass

6

Fantasía
28/07/2010 Rodolfo Martinez Tierra de nadie: Jormungand

6

Ciencia ficción
31/07/2010 L. Sprague de Camp Que no desciendan las tinieblas

5

Ciencia ficción
17/08/2010 AA.VV. UPC 2002

6

Ciencia ficción
25/08/2010 A.A. Atanasio Radix

9

Ciencia ficción
31/08/2010 Max Brooks Guerra Mundial Z

8

Terror
06/09/2010 Robert C. Wilson Darwinia

4

Ciencia ficción
13/09/2010 David Morrell Rambo

8

Thriller
28/10/2010 Clive Barker Imajica

3

Fantasía
05/11/2010 Frederik Poh Mineros del Oort

4

Ciencia ficción
13/11/2010 Stephen Hawking Brevísima historia del tiempo

6

Ensayo
17/11/2010 Robert E. Howard Conan el Guerrero

7

Fantasía
12/12/2010 Iain M. Banks Pensad en Flebas

6

Ciencia ficción
19/12/2010 Robert E. Howard Conan el Usurpador

8

Fantasía

A modo de resumen, y comparando con el año anterior:

  • He leído un poco mas, 29 referencias frente a 23, si bien de esas 29 hay incluidas un par de sagas como ‘todo uno’.
  • Más páginas,  1217 (casi un 30% más, que se dice pronto), que hacen unas 33 páginas diarias. Sigue siendo poco, pero más que el año pasado.
  • De nuevo hay más que nada cosas de cifi, pero ya he intentado yo que la pila no imponga tanto su ley.
  • La valoración media de lectura ha resultado penosa, un seis ramplón, y es que me he topado con auténticos bodrios, de los gordos.

Entre lo más destacable del libro sin duda las primeras tres cuartas partes de El terror (una verdadera joya), Radix (de la que alguien en su día me avisó como ‘libro malo’ y mira por dónde…) o la sorprendente, por eso de que no me esperaba algo tan bueno, Guerra Mundial Z.

Bueno, esto ha sido todo en lo que se refiere a lecturas del 2010. A ver cómo se porta el 2011.

Iain M. Banks – Pensad en Flebas

Hola, culebrillas.

Hace unos años leí de Banks La fábrica de avispas, que me dejó realmente muy satisfecho (y eso que me esperaba una historia de ciencia ficción y me encontré con algo que no tenía nada que ver con ella). Ahora no ha habido confusión alguna: buscaba cifi y eso encontré. Pesad en Flebas es el primer título de la saga de la Cultura, una serie de libros que gozó de gran aceptación en su día. Pero tras leer no acabo de comprender la fama del libro: una sucesión de aventuras, excesivamente hinchadas, que se suceden a lo largo de una novela a mi entender excesivamente extensa. Le sobran páginas, vamos.

Los protagonistas no acaban de tener una química, pero tampoco supone un problema dada la naturaleza fluctuante y por fuerza inestable de Horza y la presumible (aunque no descrita del todo) de Baldeva. La aparición de los mercenarios aporta algunos momentos cómicos y/o patéticos (si bien no sé hasta que punto el autor pretendió hacerlos así), pero decaen a medida que avanza la novela, hasta llegar al ‘momento Cristal‘, totalmente vergonzante. Existen tres pequeños interludios que no sólo no aportan nada, sino que sin lugar a dudas tienen como única intención hinchar el libro. A eso se le suma un final descuidado y truncado, que demuestra que el autor no supo cómo atar el lío que había montado él mismo.

El texto tiene unos cuantos momentos onanistas (la descripción del orbital, el megabarco, la VGS, los apéndices), en los que el autor sin duda se regodea en lo que describe -de nuevo tengo que decir que eso no es un defecto en sí, siempre y cuando tenga su medida y no se apodere de la narración-. La parte del orbital recuerda demasiado a un Mundo anillo (otro libro que me defraudó; aguarda a una próxima relectura, a ver qué pasa), pero bastante más desaliñado y desnudo. En general la lectura me ha dejado una intensa sensación de chasco, si bien no tan intensa como la de Las estrellas mi destino.

Tengo en le pila El jugador, pero me da que va a seguir ahí unos cuantos meses… o años.

La nota que se lleva es un seis, y mucho me parece.

Chau.

P.D.: ¿Pensad en Flebas?  ¿Consider Flebas? Aún no comprendo ni el nombre de la novela ni el de ese último capítulo. ¿Qué cojones es Flebas?

Frederik Pohl – Mineros del Oort

Hola, culebras.

Otro Pohl a mis espaldas, y van… muchos, van muchos (sin quererlo ni beberlo se ha convertido uno de los autores de cifi que más he leído; y con más altibajos, todo sea dicho). Pero este Mineros del Oort no lo recordaré precisamente bien. Bastante con que lo pueda recordar, dado lo mediocre que me ha parecido: una novela ‘de academia‘, pero que no llega a nada concreto. Casi se puede decir que se trata de un coitus interruptus literario, dejando demasiado en el aire. El protagonista medio lelo (con un lavado de cerebro de primera), un entorno socio político que se reduce a un esbozo, unos interludios supuestamente didácticos que rompen el rimo, unos secundarios que se reducen a simples esbozos. Pero es que con un libro tan cortito (no llega a las 350 páginas) con tanto trasfondo que describir y la cantidad de personajes que pasan por él no se puede pedir mucho.

Si algo bueno tiene el libro es que, años después de ‘su tiempo’, me ha picado la curiosidad como para leerme la trilogía de Marte de Robinson. Sí, en su momento no me llamaron nada la atención pero las cosas cambian con el tiempo. Y eso que son tres tochos de primera. Ojo, que acumulación de páginas no equivale a calidad (ni de lejos) pero sí a una mayor posibilidad, si se hace bien, de explicar lo que sucede.

Pero no nos perdamos y regresemos a lo que nos centra: el libro de Pohl. Que no merece más cometario 😛 Se lleva un cuatro y contento.

Adiós.

Robert C. Wilson – Darwinia

Hola, culebras.

Darwinia es el primer libro que leo del autor, Robert C. Wilson, y sin duda me ha dejado una sabor agridulce… o mejor dicho ‘dulceagrio’. Me explico: la novela empieza bastante bien, con un escenario y unos acontecimientos puramente lovecraftianos. El primer desembarco supone un claro ejemplo de ello. Esa atmósfera se intensifica en la expedición al interior de la selva, un relato cuya relación con Las montañas de la locura resulta poco menos irrefutable, e incluso me atrevería de decir que bebe también algo de El que susurra en la oscuridad. La tensión y el sentido de la maravilla emulando el espíritu del escritor de Providence queda plasmado de nuevo sin lugar a dudas cuando se adentran en lo que encuentran en el corazón de la selva (no quiero destripar esa parte de la novela, así que no lo digo).

Por desgracia esa tensión, ese buena impresión que deja la lectura se evaporan de una manera brutal y sin sentido cuando el propio autor mete un spoiler brutal del entorno en el que se sumerge la novela (y con un poco de imaginación también de los hechos futuros que van a suceder). Ese spoiler, colocado a modo de inapropiada explicación a eso de un tercio de la novela, hace que ésta pierda buena parte de su interés, si no todo. Su naturaleza es tal que en mi caso me dieron ganas de lanzar el libro directamente a la basura: lo que dice me dejó bien claro que nada de lo que sucediera en las siguientes páginas tendría un interés real.A medida que se avanza en la lectura, y gracias a ese spoiler, la historia pierde gancho, diluyéndose en una ridícula y patética lucha bien/mal, llena de un pseudo misticismo que la propia naturaleza de lo que habla el spoiler anula.

Llegados al final de la novela ya da igual quien gane ni o que se diga, porque todo ello realmente no afecta a nada real.

En definitiva, me encuentro ante un libro que defrauda, y como tal se merece un simple (y puede que magnánimo) cuatro.

Adiós.

A. A. Attanasio – Radix

Hola, ofidios.

Rescaté Radix de la pila recordando el comentario despectivo que al respecto pronunció alguien que conocí hace años (y de criterio bastante fiable en lo que se refiere a cifi hard). Pero eran otros tiempos, hace ya muchos años, y ante la perspectiva de una temporada fuera de casa opté por arriesgarme con este grueso tomo.

No me arrepiento, ni de lejos. Hay que admitir el mayor problema  de texto de Attanasio: hay momentos (sobre todo cercano el final) en los que peca de críptico, de farragoso. A veces cuesta comprender lo que se lee, ya que el autor se deja llevar por una excesiva retórica new age (royo jipioso, vamos), manchada con un lirismo que nos sumerge en párrafos de ñoñería ‘vital’ y ‘guay’, con toques de lo que creo haber reconocido budismo y zen. Pero salvando esas parrafadas, el mensaje del amor-vida-ñoñez, el resto atrae, engancha.

El autor nos presenta como protagonista a un desgraciado que resulta odioso, una criatura patética y que por más que evoluciona hacia algo mejor nunca acaba de resultar atractivo (detalle que considero un gran acierto por parte del autor: otros hubieran caído en la tentación de convertirlo en un ‘tío guay’, o al menos un ‘tío duro’). De hecho a lo largo de toda la novela casi dan ganas de que le maten de una puñetera vez y que así deje de sufrir.

Leyendo el libro uno no puede olvidar el artículo de Spinrad de ‘El dios emperador de todas las cosas’, y si bien Kagan sigue en parte el prototipo de antihéroe, el universo que recorre tiene un componente de sentido de maravilla que lleva a leer más y más. La obra encaja con otras de carácter iniciática, como Traición (del osito Card) o El hacedor de universos (ese magnífico borrador del más magnífico aún Mundo Río de Farmer), y se encuentre muy lejos (muy por encima) de ese supuesto prototipo de novela de ‘de hombre a dios’ que es el timo de Las estrellas mi destino, de Bester.

Eso respecto al protagonista. Pero es que en Radix hay algo mucho mayor: el mundo en el que se mueve, una extraña Tierra que se va descubriendo muy poco a poco, pincelada a pincelada, y que te atrae con todas y cada una de ellas. A veces me recordaba a Vance, el mejor Vance, el de la Tierra Moribunda.

Vamos, que me he leído el libro en todos y cada uno de los momentos que he podido: me he sentido enganchado a las peripecias y desgracias sufridas por Samnuel.

No voy a decir nada más de la trama del libro, sino sencillamente invitar a la lectura del mismo y sumergirse en ese mundo sorprendente y místico de la linergía.

Lo dicho, magnífica lectura que se lleva un merecido 9.

Chao.

AA.VV. – UPC 2002

Güenas, culebras.

De nuevo tengo en mis manos un UPC, en este caso el de 2002. Y de nuevo relatos más o menos afortunados, y mi habitual desacuerdo con los resultados del premio.

Por una vez no voy a seguir el orden de presentación de los relatos en el libro, sino que voy a hablar de los que más me han gustado:

  1. ‘Odisea’, de Fermín Sánchez Carracedo, con su aire clásico (homenaje incluido a Clarke) ha sido sin duda el que más satisfecho me ha dejado. Un relato pausado, clasicista, de un primer contacto. No será muy original, eso no lo dudo, pero sin duda me ha hecho disfrutar, si bien el final lo hubiera dejado un poco más oscuro.
  2. ‘La ruta a trascendencia’, de Alejandro Alonso, me gustó… y no me gustó. Me explico: la situación mostrada en el relato resulta sin duda atrayente por lo enrevesada, pero la manera de lograrlo… algo falla. Yo habría aparcado el sentimentalismo y aplicado un poco más de mala leche: la gente en esas circunstancias creo que se volvería más precavida, más egoísta, y más que una comuna hubiera devenido en un alejamiento, creando una especie de área de ermitaños (como la escena del abuelo ‘trasparente’, de lo mejor del relato). Pero es que se trata de un escenario muy complejo: sólo por la valentía de tratar el tema ya merece mi respesto.
  3. ‘Escamas de cristal’, de Pablo Nauglin (Pablo Villaseñor), me gustó pero lo vi… hueco, forzado. Artificio sentimental para llenar páginas. No me acabó de gustar. Ahora, al escribir esta reseña, no sé porqué me llega a la memoria ‘El pusher‘ de Varley: quizá porque eso sí es saber jugar con los sentimientos de una manera magistral, concisa y directa.
  4. ‘Teorema’, de Irene da Rocha, resulta aburrido, tonto. Una pérdida de tiempo. No me gustó en absoluto. Por no mencionar el detalle de ‘me planto en la luna para cenar, querida’. Así, como si nada.

De nuevo mis gustos no encajan con los del jurado del UPC. Razón de más para no mandar nunca nada allí 😛

Este se lleva un correcto seis.

L. Sprague de Camp – Que no desciendan las tinieblas

Buenas, culebrillas.

Otro librillo que llevaba años vigilándome desde la estantería, esperando su oportunidad. Y al fin llegó: Que no desciendan las tinieblas, de L. Sprague de Camp, me ha resultado gracioso, ameno, pero poco más: un pasarratos, un telefilme de los domingos por la tarde… nada más.

¿Qué es lo que me falla en este libro y me obliga a no tomármelo en serio? El protagonista, que deja a McGiver a la altura de la suela: sabe hacer de todo (bueno, de casi todo, que con la fórmula de la pólvora no da). Ingeniero, químico, historiador, economista… joder, al lado suyo DaVinci era un pringado.

Nada, que aprobado raspado y va que chuta: un cinco (y por culo te la hinco).

Aaaaaaaaadios.

Rodolfo Martínez – Tierra de nadie: Jormungand

Hola, culebras.

Retomando la pila desempolvo este tocho (el calificativo va por lo del tamaño del libro, nada más) de otro español, en este caso Rodolfo Martínez.

De Jormungand puedo decir que es un libro de lectura rápida, si bien con algunos defectos estilísticos y de forma que demuestran que nos encontramos ante una novela primeriza. Antes que esta había leído La sonrisa del gato, un ciberpún que se me hizo agradable… lo que significa mucho, teniendo en cuenta que es un subgénero que no me gusta nada.

En esta novela nos presenta un mundo prisión en el que suceden cosas que se escapan al control original de los guardianes. Por un lado posee imágenes poderosas, como el paso de la luna sobre el planeta deformándolo con su fuerza de mareas; y por otro cagadas descomunales, como el uso en viajes de ida (bien) y vuelta (¿comorl?) de esas mareas lunares (lo siento, pero si bien comprendí a la perfección la huída siguiendo el flujo de la marea jamás comprendí el uso de esa marea para ir en sentido contrario, en su contra).

Me fastidió la manera en que desaprovechó el personaje que presenta la novela, una criatura interesantísima e infrautilizada. Y que la verdad es que durante una buena parte de la novela creía que se iba a convertir en el protagonista, pero no. Una pena. A lo mejor en otras novelas del ciclo de Drimar lo usa más.

Tras acabar la novela tuve la impresión de haber leído una de esas en las que el autor quiso abarcar más de lo que supo o pudo expresar.

Bueno, se lleva un seis.

Ta lugo.

Joe Haldeman – Compradores de tiempo

Hola.

Pues de inmortales a inmortales, y tiro porque me tocan las morales. O dicho de otra manera: dado que me había leído un libro de inmortales que no me acabó de satisfacer, le di una nueva oportunidad al subgénero con otro libro que tenía en La Pila. Y un nuevo chasco, si bien este menos gordo. Compradores de tiempo (de Joe Haldeman) llevaba en La Pila años, pero una buena pila de años (creo que lo compré por correo a Miraguano, en esos pedidos que casi compraba los libros por decenas , y eso implica que todavía vivía en Santander), más que nada debido a que lo que ponía en su contraportada no me atraía mucho. No mucho, o más bien nada (lo mismo sucede con El engaño Hemingway, del mismo autor y que lleva posiblemente igual cantidad de años cogiendo polvo). Debido a eso el que tras leerla la novela no me gustara no me ha supuesto ninguna sorpresa.

Compradores de tiempo es un libro que encaja en ese subgénero llamado ciberpum, un estilo que jamás me ha dejado satisfecho: eso de las conspiraciones entre corporaciones en las que se ve envuelto de repente un don nadie (mindundi pero que sin embargo está lleno de recursos) para ir sufriendo a lo largo de las páginas diversas calamidades (y que entre medias se encuentra con una chica casi guapa pero triste por los palos que le ha dado la vida) para luego, a los dos tercios de páginas, descubrir que las corporaciones en realidad son gigantes con pies de barro, y allí está el para aplicar la manguera… pues como que no.

Coño, si acabo de contar toda la novela. Una molestia menos. Bueno, voy a decir algo más: en esta novela el malo, muy malo, se hace despreciable, sí, dan ganas de darle una paliza ‘a culo visto’ (como dirían en la familia de mi mujer), pero… coño, que el objetivo final de la Stillman es bueno: hacer de cortafuegos de los ricos que están pagando los rejuvenecimientos. ¿Quiere Haldeman una basura social como la descrita por Anderson en el último episodio de La nave del millón de años? Por dios, no. El hombre por definición, por naturaleza, debe ser mortal. ¿Un mundo lleno de hijos de puta como los de ahora, pero con una esperanza de vida de milenios? No hijo, no. Si es que los idealistas de los asteroides desconocen lo que se esconde tras el concepto de ‘explosión demográfica + naturaleza humana’. ¿Dónde está un Tuf cuando se le necesita? Lo que le hace falta a este planeta es una mezcla de Atila, Hitler, Pol Pot, Stalin y demás trabajando a escala mundial… vamos, la vista de un czarniano.

El título de Compradores de tiempo casi describe a la perfección la esencia de lo que el autor busca con el libro: has pagado por el libro, lo has leído, el dinero ha acabado en las manos del autor, y tú estás deseando coge el siguiente.

Vamos, que le pongo un cinco raspado, por eso de que no entra dentro de lo claramente malo, pero nada más.

Poul Anderson – La nave del millón de años

Buenas, ofidios.

Hace muchísimo que no leía nada de Anderson, y dado que vi La nave a un precio bastante jugoso (y me sonaba haber leído buenas reseñas de la novela) pues lo compré.

Pero vaya chasco. Como novela no vale mucho, más que nada ya que se trata de un fix-up ampliado, que muchas veces resulta repetitivo y monótono. Tanto es así que hay capítulos que no dicen nada, pudiendo saltarse sin problema alguno. Se nota que fueron escritos de manera salteada para luego acabar juntos en la novela. La psicología de los personajes resulta casi nula, más aun dado el rango de tiempo en el que trascurre.

Mención aparte merece el extenso capítulo final, que rompe con todo lo anteriormente mostrado en la novela, y que además de desgajarse de la trama (de nuevo un añadido suelto que deshace la coherencia de la misma) intenta dar un pequeño giro a la psicología de algún personaje.

No merece más palabras: un cuatro y va que chuta.